Cambio de dieta.
SI somos
lo que comemos, elijamos no ser basura.
Casi todos los protagonistas de las
historias de recuperación que encontré habían comenzado cambiando
su dieta. Era lo más fácil y factible para comenzar y todavía no
implicaba hacer cambios drásticos en lo personal.
Hace poco leía el resumen de un estudio
científico en el que durante un año se había alimentado a ratones
con harinas refinadas. Se comprobó que tanto en los adultos como en
sus crías aparecían problemas de estructura ósea así como de
movilidad. Y como un año de un ratón equivale a treinta de un
humano, no es de extrañar que muchas enfermedades “incurables” o
“crónicas” comiencen a aparecer en la gente a partir de los treinta
años. Hasta esa edad la belleza y la salud que tenemos es un
regalo, a partir de entonces es el resultado de cómo nos hemos
tratado. Tiene mucho sentido.
El primer paso fue declararle la guerra a
las grasas hidrogenadas que,
lamentablemente, están por todas partes. Casi todo lo que nos
parece delicioso en el supermercado está plagado de ellas. Así que
le dije adiós a las patatas fritas, a la bollería industrial, a las
galletas... No consumía estos productos a diario, pero sí que era
cierto que a veces me daba unos buenos caprichos, así que les dije
bye bye. Continué por dejar de lado todos
los productos pre—cocinados.
Esta parte es muy difícil porque vivimos en una época en la, es
verdad, son muy prácticos y nos hacen la vida muy fácil. Yo tengo
que reconocer que muy a menudo compraba productos listos para
consumir: pastas, carnes, sopas... Si leemos los ingredientes que
contienen nos encontraremos una gran cantidad de aceites refinados (empecé a sólo consumir
aceite de oliva virgen extra, de
primer prensado en frío), E's,
colorantes, conservantes...
La inocuidad de estos productos ha sido
estudiada por separado, y su uso en los productos alimentarios está
permitido porque se testan sus efectos consumiendo pequeñas
cantidades de los mismos, no la suma de todas esas pequeñas
porciones que consumimos a lo largo de semanas, meses y años. Por
ejemplo, el Aspartamo (el E951), un edulcorante
artificial presente en casi todos los productos etiquetados como
“Light”, “Diet” o “Zero”, dulces, chicles sin azúcar y muchos
medicamentos, es ampliamente usado por su bajo coste y gran poder
edulcorante. Sin embargo es, según muchos expertos y estudios,
causante de muchísimas reacciones adversas en consumidores
sensibles.
Por su parte el Dr. Erik Millstone, de la
Unidad de Investigación sobre Políticas Científicas de la
Universidad de Sussex, Gran Bretaña, cita una serie de informes ya
existentes en los años ’80 que relacionan al Aspartamo con una amplia serie de reacciones
adversas en algunos consumidores, incluyendo dolores de cabeza,
visión nublada, pérdida de sensibilidad y de oído, dolores
musculares, ataques de tipo epiléptico, entumecimiento de las
extremidades, síntomas parecidos a la esclerosis múltiple y al
lupus, excitabilidad, disfunción hepática, pérdida de la memoria,
conducta agresiva, convulsiones, daños visuales y degeneración
neurológica mayor, entre muchas otras más. Algunas, además de
cáncer cerebral, tan graves como Mal de Alzheimer y ceguera.
Se puede encontrar más información en el
siguiente link:
http://www.larevoluciondelacuchara.org/el—aspartamo—o—nutrasweet—otro—ataque—a—la—salud—un—dulce—veneno—legal
Decidí librarme también también de la
plaga blanca. Dejé de consumir
casi totalmente productos refinados como harina de trigo, arroz, azúcar, sal y leche.
Me encantaba la leche, tomaba casi un litro al día, amaba los
yogures, los quesos... así que empecé a consumir bebida de arroz o de avena. El pan habitual lo
sustituí por pan de centeno o de
espelta y reduje la cantidad consumida. Y respecto al
azúcar, o dejé de usarlo (las bebidas de arroz o de avena ya tienen
un toque dulce) o me decanté por un poco de azúcar moreno de caña integral ecológico, melaza de
arroz, hojas secas de stevia o sirope de agave.
Durante un año dejé totalmente cualquier tipo de carne. Sólo
tomaba pescado, blanco o azul, de medida
pequeña para que no tuviesen mucha concentración de
metales pesados. Mis favoritos son las sardinillas, el salmón, la trucha y la
caballa. Al cabo de un año aproximadamente me apeteció
comer de nuevo un poco de carne blanca, pollo o pavo, muy de vez en cuando, de
agricultura ecológica o halal.
Mi objetivo sería seguir los pasos de Annette Larkins, una mujer
americana que a sus 76 años está increíblemente, tanto física como
mentalmente. Ella sigue un dieta totalmente crudivegana, no toma ningún alimento de origen
animal, y no los cocina. En vez de eso, o los come crudos
directamente o usa otros procesos como la germinación de semillas o
la deshidratación. Su dieta consiste básicamente en frutas,
verduras, cereales integrales, frutos secos y germinados. Poco a
poco me voy acercando a este estilo de alimentación, aunque no es
fácil viviendo en una ciudad.
Al poco tiempo de comenzar a comer de esta
manera me di cuenta de que ya apenas podía ir a comprar a
supermercados tradicionales. Ahí todo está empaquetado, listo para
consumir, plagado de aditivos, es muy difícil escapar... Así que
comencé a comprar en supermercados de comida ecológica e ir a
mercados de proximidad para abastecerme de la fruta y la verdura
de agricultura ecológica y de
temporada. El sello de certificación de agricultura
ecológica no asegura que los productos estén libres al 100% del uso
de productos químicos en su producción, pero es lo que más se le
acerca. Creo que es importante tener acceso a agricultores de
proximidad que nos den garantías y tranquilidad sobre lo que
consumimos.
Sigo haciendo cambios en mi día a día para
ir teniendo una mejor alimentación y salir de este círculo vicioso
del que es difícil escapar. Antes tomaba muchas pastillas, sobre
todo paracetamol e ibuprofeno, cada vez que me dolía la cabeza o
sentía tensión en el cuello. Ahora intento evitarlo y, por ejemplo,
tomarme una infusión de
manzanilla, que es un antiinflamatorio natural. De hecho,
en los últimos tres años sólo he tomado medicamentos en momentos
muy puntuales.
Por la mañana empiezo el día con el
zumo de medio limón con agua
templada. Al cabo de una media hora comienzo mi desayuno. Me tomo
un zumo de naranja natural con unos 40 ml de Aceite de Linaza (una buena fuente de ácidos
grasos omega—3) y también unos 5 gramos de Fo—ti (Fallopia Multiflora), una planta tónica
de origen chino, usada tradicionalmente por ser capaz de vigorizar
y estimular los órganos débiles y por mejorar el tono físico
general del organismo. También tomo un suplemento de vitamina D3, 10.000 UI en otoño e invierno y
5.000 UI en primavera y verano. Me gusta también tomar un
complemento de vitaminas del grupo
B y otros suplementos según la época del año o dependiendo
de cómo me sienta en cada momento, como el Ginkgo Biloba o la Pasiflora. Me encanta leer sobre ellos y
constantemente estoy probando e incluyendo nuevos en mi
dieta.
Tomo bastante fruta de temporada, frutos
secos, sobre todo almendras, nueces y
avellanas, siempre naturales, sin freír ni salar. Por las
mañanas a veces no me puedo resistir a mi café (ahora descafeinado
porque he comprobado después de años que la cafeína me pone muy
nervioso) con bebida de arroz, acompañado de avena integral en copos pequeños. Poco a poco
voy sustituyendo el café por el té
verde en bebida de arroz, muy sabroso, y creo que le va a
ganar terreno.
Y, para el resto del día, todas las
combinaciones posibles de los alimentos que he comentado.
Arroz integral, quinoa, mijo, cuscús,
verduras de temporada, frutos secos, legumbres (me encantan las
judías, los garbanzos y las lentejas), pescado blanco y azul
pequeños y germinados (alfalfa, brócoli, garbanzos, apio,
lentejas...), zumos naturales, algas, batidos...
Al cabo del primer mes aproximadamente de
comenzar a alimentarme de esta “nueva” manera comencé a encontrarme
mucho más ligero, más despierto y centrado, así que me pareció que
merecía mucho la pena seguir explorando este camino. Y no me
arrepiento en absoluto. Creo que la famosa frase de Hipócrates,
“Que tu alimento sea tu medicina, y que tu medicina sea tu
alimento”, cobra ahora más sentido que nunca.