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Cuando Alex llegó al bar de Toni eran las once
y media de la mañana. Dentro del local el ambiente estaba bastante
cargado a humo de tabaco. Cuatro ancianos, sentados alrededor de
una mesa hexagonal, jugaban al “Truc” junto a una de las ventanas
que daba al exterior para aprovechar la luz matinal. Tras la barra,
sobre la que había varias botellas de cerveza vacías, no se
encontraba nadie. Uno de los ancianos levantó la vista y se quedó
mirando a Alex que, a modo de saludo, alzó ligeramente el
mentón.
Toni salió por la puerta que estaba situada
tras el mostrador cargando con una caja de cervezas “San Miguel”.
Tras dejarla sobre la barra abrió la puerta corredera superior de
la nevera que se encontraba tras ella para reponer la bebida. Al
levantar la vista se fijó en Alex, al que sonrió.
— ¡Ehhh!. ¿Qué pasa “perdut”? Si tenemos aquí
al súper poli. —rió Toni.
Alex se acercó a la barra y le estrechó la mano
como si fueran a echar un pulso.
— ¿Qué pasa campeón? —Le saludó
Alex.
Alex y Toni se conocían desde la infancia.
Habían ido a la escuela juntos y aunque la pandilla la formaban
tres amigos más, su amistad con Toni siempre había estado por
encima de todas. Tanto para disfrutar de los buenos momentos de su
infancia como para acompañarlo en los malos, Toni siempre había
estado presente en la vida de Alex. Era lo que se podía llamar un
amigo para toda la vida.
— Macho pensaba que no te iba a volver a ver.
Claro, te has vuelto un Palmesano y ya no queremos saber nada de
los pueblerinos ¿Eh? —dijo Toni riendo.
— La verdad es que he estado muy liado y no he podido venir antes por aquí. — contestó Alex sabiendo que estaba diciendo una mentira cochina.
— ¡Venga! Vamos a sentarnos y nos tomamos unas “birritas” que tenemos mucho que contarnos.
— Vale. ¿Pero déjame llamar primero? Tengo un par de asuntos que tratar.
— No hay problema. Ahí tienes el teléfono —precisó Toni señalando la pared junto a la barra—. Te doy línea.
Alex realizó dos llamadas. La primera fue a la
comandancia para confirmar el levantamiento del cadáver y solicitar
un sitio donde pasar la noche en Porto Novo. Quizás hubiera un piso
libre en la casa cuartel. Antes de volver a Palma prefería examinar
todos los resultados de las pruebas. Posiblemente pudiera ver algo
en ellas que en estos momentos se le escapaba. La segunda llamada
fue a casa para hablar con su mujer.
— ¿Sí? —Sonó la voz de María al otro lado de la
línea.
— Hola cariño, soy yo. Oye que al final me quedaré hoy y mañana por aquí.
— ¿Qué ha pasado?
— Se trata de un vecino del pueblo. Todo apunta a un asesinato pero todavía es pronto para concretar algo. Necesito esperar hasta mañana para ver los resultados de la autopsia y las pruebas del equipo de investigación.
— ¿Dónde te vas a quedar?
— He solicitado que me busquen un lugar donde pasar la noche. Mirarán si hay algún piso libre en la casa cuartel de Manacor o me asignaran alguna vivienda adquirida por el departamento de infraestructuras. En cualquier caso cuando llegue te volveré a llamar.
— ¡Acuérdate!, sino tu hija me va a dar la tabarra hasta que se vaya a dormir.
— No te preocupes. No me olvidaré.
— Oye. Acuérdate también de pasar a ver a tu padre.
— Lo tengo en cuenta. Hasta luego preciosa.
Alex colgó el teléfono y se dirigió a la mesa
que había junto a la puerta donde Toni le esperaba con dos medianas
bien frescas.
— Luego me dices que te debo de las llamadas.
—Dijo Alex
— Si claro. Que me voy a hacer rico contigo. Anda tonto, siéntate y coge la cerveza.
Alex agarró la cerveza por el cuello de la
botella y la chocó con la de Toni.
— Por lo viejos tiempos. —dijo Toni antes de
empezar a beber.
— Por lo viejos tiempos y los nuevos también. —dijo Alex tomando su primer trago.
— ¡Bueno tanto como nuevos! —Le corrigió Toni—. Como ves las cosas siguen igual por aquí. El mismo bar. Los mismos clientes. Esto sólo se anima un poco cuando empieza la temporada de verano y los “Guiris” llenan los hoteles del paseo marítimo. Pero bueno “Spain is Spain” y nosotros vivimos de eso.
— ¿Siempre ha sido así no?
Toni asintió y sonrió.
— ¿Cómo están María y la nena?
—Preguntó.
— Como reinas. La verdad es que cada día estoy deseando terminar de trabajar y llegar a casa para disfrutar de ellas. La pequeña es un bicho.
— ¡Ya!. Me imagino. Como lo era su padre de pequeño.
— ¡Claro! Es que me juntaba con malas compañías.
— ¡Cabronazo! —dijo Toni mientras ambos reían.
Después de hablar un buen rato sobre los viejos
tiempos, Alex decidió contarle a Toni la verdad sobre su visita.
Podía ser que su amigo fuera el último que vio a Carlos con vida,
aparte de su asesino, y necesitaba algunas
respuestas.
— La verdad es que estoy aquí por motivos de
trabajo, Toni. —confesó Carlos adoptando un tono más serio que el
que habían mantenido hasta el momento.
— Ya me parecía raro que hubieras venido aquí para visitarme. —Le recriminó Toni irónicamente.
— No se si te habrás enterado de …
— Aquí las noticias vuelan. Pero ya sabes que “del dicho al hecho hay un trecho”. Lo que se comenta es que han encontrado a alguien muerto en la plaza.
Alex miró la mesa donde estaban los ancianos
jugando a las cartas y vio que seguían concentrados en la
partida.
— Bueno. Ha sido un poco más allá de la plaza.
En la calle “Mont Verd”.
— ¿Es alguien de aquí?
— Carlos Llompart.
Toni se quedó paralizado como una estatua de
piedra mirando a Alex durante un par de segundos. Después, tras un
gesto de rechazo, apoyó la cerveza sobre la mesa.
— ¡Joder! Pobre hombre. Es que es normal. Con
la vida que llevaba ya sabía yo que no iba a durar mucho. El
alcohol es como el tabaco, mata lentamente. Lo jodido es que tú no
te das cuenta. Hasta que un día la patata hace ¡PUM! y ya está.
Billete para el otro mundo. Pero… —Toni reflexionó un momento— …si
tu estás aquí eso significa que…
— Creo que el alcohol no tiene nada que ver con esto Toni. Pensamos que se podría tratar de un asesinato.
— ¿Un asesinato? Pero ¿Cómo un asesinato? ¿Quién querría…?
— Todavía es muy pronto para concretar nada. Estamos recabando datos para formular una hipótesis válida que poder investigar.
— ¡Joder!. Un asesinato ¿Aquí? —dijo Toni totalmente incrédulo.
— Oye. Parece ser que… Carlos era muy asiduo a tu bar. —apuntó Alex.
— ¿A mi bar? Mira Alex, Carlos era asiduo a todos los bares de Porto Novo, y aquí sólo hay tres bares más aparte del mío. Cuando no estaba en uno estaba en otro. Yo creo que ese hombre sólo pisaba su casa para ir a dormir. Pero si te digo la verdad ayer mismo estuvo aquí hasta que cerré el bar. Tuve que acompañarlo a la puerta porque no se mantenía en pie él solo.
— ¿A que hora fue eso?
— Pues… eran pasadas las doce. Las doce y cuarto —afirmó con seguridad.
— ¿Sabes si discutió con alguien?
— ¿Discutir? ¿Carlos? ¡Que va hombre! Carlos no discutía nunca con nadie. Es más no hablaba nunca con nadie, salvo con él mismo. Siempre estaba farfullando cosas que no se entendían. Además casi todo el mundo lo conocía en el pueblo y sabían de su desgracia. Le tenían lástima. ¡Que va! Meterse con él hubiese sido una injusticia.
— ¡Ya!. ¡Claro! ¿Había alguien más en el bar aparte de Carlos y tú?
— No. Sólo él y yo. Normalmente si viene aquí le dejo estar hasta que cierro. A mi no me molesta. Bueno molestaba —corrigió Toni apesadumbrado.
— Bueno. Te dejo tengo cosas que hacer. —Dijo Alex levantándose de la mesa—. A ver si paso con un poco más de tiempo y hablamos de otro tema más agradable. Oye ¿Sigues sólo o estás con alguien?
— Sigo como siempre. De flor en flor. Eso de juntarse o casarse es sólo para pringaos. Bueno que te voy a contar, tu debes saberlo ¿no? —Dijo Toni sonriendo y acompañando a Alex a la salida.
— Oye no te creas. No se pasa tan mal.
— Tranquilo que no se me va a ocurrir comprobarlo.
— Bueno nos vemos. —Dijo Alex despidiéndose de Toni con un abrazo.
Al salir del bar de Toni, Alex se dirigió
de nuevo hacia la plaza recorriendo el camino por el que pensaba
que debió pasar Carlos la noche anterior hasta llegar al callejón.
Observó con atención todo el trayecto intentando encontrar algún
indicio o prueba de su paso por aquel lugar. Mientras caminaba
lentamente por aquellas angostas callejuelas, iba pensando en lo
mal que lo debió pasar Carlos durante su vida. Primero la muerte de
su mujer. Luego la de su hijo. Un horroroso escalofrío recorrió su
cuerpo al pensar como se sentiría si le pasara algo así a
él.
La mujer de Carlos murió durante la guerra
civil cuando el pequeño Biel contaba solamente con dos años de
edad. Fue un golpe muy duro para Carlos, pero todavía le quedaba su
hijo y debía seguir adelante por él. La muerte de Biel varios años
más tarde, cuando éste tenía seis años, siempre fue un completo
misterio para todos y terminó por destrozar a Carlos. El cuerpo sin
vida de Biel fue encontrado en un escampado situado junto a la
costa que había sido destinado para la construcción de un nuevo
dique de contención contra el oleaje. Nadie encontró una
explicación lógica a lo que pudo haber sucedido en aquel
lugar.