Gillian

No debería haber ido a la fiesta. Cuando Vincent me lo propuso, me pareció mala idea. Era como invadir el terreno de Dallas, al que llevaba evitando toda la semana. Pero, por otra parte, no quería parecer la idiota que se queda llorando en casa porque un chico le ha dado un par de besos y luego la ha ignorado. Además, Vincent fue muy convincente. Se aseguró de que su madre pudiera encargarse de vigilar a mis hermanos y me cautivó cuando me dijo que, después de verme triste toda la semana, estaba deseando que volviera a ser la chica de la sonrisa preciosa. Y luego me rogó con esa mirada cálida y amistosa que me da tranquilidad, así que acepté. Me convencí de que sería divertido y de que con la cantidad de gente que habría en la fiesta, no tendría por qué ver a Dallas más allá de cruzarme con él. Pero después de lo que ha sucedido esta noche, sé que ha sido un gran error. Sobre todo porque Vincent ha discutido con su mejor amigo por mí e incluso ha salido golpeado. Por eso alzo el rostro y, cuando nuestras miradas se cruzan, me disculpo:

—Lamento mucho que os hayáis peleado por mi culpa. Sé que sois amigos desde hace tiempo y no debí interponerme.

—Tú no has hecho nada.

—Dallas te ha pegado por mi causa.

—Solo me ha lanzado al suelo. Si hubiera querido hacerme daño, lo habría hecho. Lo he visto pelear y sé que únicamente estaba enfadado y trataba de detenerme. Y por eso no le he devuelto el golpe, también porque sé que lo último que tú querrías sería vernos a los dos liándonos a puñetazos como cavernícolas.

Dejo escapar un largo suspiro. No me había sentido tan incómoda nunca, así que susurro:

—Me pregunto desde cuándo mi vida se ha convertido en la trama de una película para adolescentes.

Él sonríe y ambos volvemos a contemplar en silencio las estrellas, que en esta parte del páramo a la que me ha traído tienen una vista espectacular. Es relajante, y permanecemos sentados sobre la fresca hierba, disfrutando del momento. Pero algo le baila en la cabeza, lo sé por la forma en la que me mira de reojo de vez en cuando, hasta que, finalmente, se decide:

—¿Puedo hacerte una pregunta muy personal?

Yo accedo, y él añade:

—¿Qué sientes por Dallas?

Lo miro, sorprendida e incómoda. Me remuevo en la hierba, dudando si contestar, pero después de la escena que ha vivido y de acabar en el suelo, se merece una respuesta honesta:

—Debería decirte que al principio solo sentí agradecimiento, que luego solo quise ser su amiga y que ahora lo odio. Pero te mentiría en las tres cosas. Bueno, puede que lo odie un poquito.

—Porque se acostó con Christel… —tantea.

—Sí. Aquella noche no fui del todo sincera contigo. Te dije que no había pasado nada, pero nos estuvimos besando. No era la primera vez que lo hacíamos, y por supuesto no significó nada para Dallas. Pero para mí sí. Por eso cuando me contaste lo de Christel…

—No te lo dije para hacerte daño. —Me interrumpe—. Y, francamente, después de esta noche, y aunque tire piedras sobre mi propio tejado, estoy seguro de que también significó algo para Dallas. Jamás lo había visto tan ofuscado por ninguna chica.

Niego con apenas un movimiento de la cabeza y le aclaro:

—Dallas no quiere estar conmigo, te lo garantizo, él mismo me lo ha dicho. Es solo que no sé por qué le ha dado por preocuparse por mí; quizá sea una forma de compensar haberme hecho daño. —Me detengo un momento y tomo fuerzas antes de añadir—: Lamento no haberte dicho antes la verdad, pero no quería que vieras lo idiota que había sido; ya no solo por besarme con Dallas, sino por darle tanta importancia.

—No eres idiota. Eres la chica más inteligente que he conocido —me contradice.

Yo sonrío halagada, pero remarco con un suspiro de cansancio:

—A veces soy idiota, pero no quiero volver a serlo con Dallas.

De nuevo permanecemos varios minutos en silencio, como si ambos estuviéramos ordenando nuestras ideas, hasta que él me dice:

—Tú has sido sincera, y ahora lo voy a ser yo. Estoy interesado en ti, y no en pasar una noche contigo. Me gustas, de verdad. Nunca le he quitado la chica a un amigo, pero si Dallas no es lo suficientemente listo como para saber lo que se pierde, yo sí. Sé que hace muy poco tiempo que nos conocemos, pero jamás había disfrutado estando con nadie como contigo. Y por eso te he invitado esta noche, porque quería tener una oportunidad de que estuviésemos a solas. Y aunque sea en estas circunstancias, me alegro de estar aquí, contemplando las estrellas juntos.

Sonrío halagada, y él entrelaza suavemente sus dedos con los míos. Luego traza una caricia por mi brazo con la otra mano. El tacto es suave, dulce. Si no hubiera conocido a Dallas, quizá podría haberme enamorado de él. Es guapo, cariñoso, amable y atento conmigo. El chico que me conviene, que quizá podría hacerme olvidar a Dallas… Sus ojos se clavan en los míos, y su mano juguetea con mi cabello durante largo rato, hasta que finalmente se atreve a inclinarse con suavidad hacia mí. Sus labios se posan con delicadeza en los míos y me dejo llevar por la suavidad de su toque, por la dulzura de su boca. Pero cuando me ciñe de la cintura y el beso se hace más intenso, me retiro. Me gustaría cerrar los ojos y disfrutar dejándome llevar con él, pero no puedo besar a Vincent sin que el recuerdo del corazón saltándome en el pecho cada vez que Dallas me ha besado me retumbe en la mente. Él se disculpa:

—Lo siento…

—No lo hagas —lo tranquilizo—. Me ha gustado… Pero no voy a utilizarte de segundo plato. No lo mereces.

Vincent tuerce el gesto y me dice:

—Lo del beso ha sido precipitado. Pero de verdad desearía que me dieras una oportunidad.

—Y a mí me gustaría dártela, pero mi vida es muy complicada, y lo que ha pasado con Dallas la dificulta todavía más —susurro a través del nudo que tengo en la garganta.

Algo en mí me dice que soy imbécil por rechazar a alguien como Vincent, que me comprende y con el que puedo compartir mucho, como cuidar de nuestros hermanos. Pero no puedo utilizarlo, no sería justo. Él advierte mi desazón y tomándome de la mano me propone:

—Tengo una idea. Seamos amigos, como hasta ahora. Y dejemos que el tiempo ponga las cosas en su sitio.

Una sonrisa me asoma a los labios, y él me acaricia con suavidad la mejilla:

—¿Quieres que te lleve a casa?

Yo acepto, y él me vuelve a tomar de la mano diciéndome:

—En ese caso, te llevaré dando un paseo por el páramo. ¿Te apetece?

—Sí, suena genial.

Reteniendo con cariño mi mano, me asegura:

—No voy a irme a ninguna parte, Gillian, y tengo mucha paciencia.

—Me alegra saberlo —le digo con sinceridad.

Nuestras miradas se entrecruzan y pienso que ojalá pudiera conseguir que esos ojos me provocaran el mismo estremecimiento que los de Dallas. Pero eso es algo que surge espontáneamente y, en mi caso, solo lo hace cuando estoy con el chico que me dejó esperando mientras se acostaba con otra y que me ha garantizado que no quiere volver a estar conmigo. Me vuelve a doler el corazón y me apresuro a subir a la Harley de Vincent, intentando evitar que él pueda advertir la tristeza de mi mirada.

* * *

Llegamos al parque de caravanas una hora después. Lo cierto es que el paseo en Harley me ha sentado genial. Necesitaba relajarme, y para ello nada mejor que correr por la carretera dejando que el viento se lleve mis malos recuerdos. Vincent me acompaña hasta la puerta de mi caravana, pero no intenta darme un beso de despedida en los labios, solo lo hace con suavidad en la mejilla. Subo a la caravana y me aseguro de que mis hermanos están durmiendo, y apago el aparato de escucha con el que la madre de Vincent los ha estado controlando. Regreso a la parte delantera de la caravana y, antes de que comience a cambiarme, un golpe quedo en la puerta me sorprende. Presupongo que es Vincent para devolverme el receptor, pero en su lugar me encuentro a Dallas. Él susurra:

—¿Podemos hablar?

Yo suspiro. Lo último que quiero ahora mismo es hablar con él, pero si está aquí y después de la escena del páramo, no se rendirá fácilmente, así que le indico con la cabeza que acepto, pero le pido:

—No nos alejemos mucho.

En silencio nos dirigimos a una zona desde la que tengo a la vista la caravana. Cuando llegamos, Dallas me dice en un tono de reproche que tiene el poder de enervarme:

—Has tardado mucho en venir.

—¿Ahora me controlas también la hora de llegada? —pregunto incrédula ante su comportamiento esta noche.

—¿Dónde estabas?

—Ya sabes dónde estaba, o al menos con quién —contesto con todo el sarcasmo del que soy capaz.

—Sí, te he visto llegar con Vincent. —Confiesa Dallas.

Sostengo la mirada y mi potente sistema defensivo se alza preguntando:

—¿Me estás acosando?

—Solo estoy preocupado por ti. Y de verdad lamento lo que ha sucedido antes.

—¿Te refieres a ordenarme que me marchara y a pegar a Vincent?

—No quiero que salgas con él —repite.

Yo suspiro. Estoy demasiado cansada por lo que ha sucedido para continuar la discusión sobre con quién puedo salir y con quién no, así que replico:

—Por si no te ha quedado claro, tú no me das órdenes. No eres quién para hacerlo: ni siquiera somos amigos.

—¿Os habéis besado?

—Eso no es asunto tuyo —digo al tiempo que retrocedo.

Dallas no se amilana y avanza de nuevo hacia mí:

—Sí lo es.

—Pensaba que me habías dicho que no querías estar conmigo. —Le recuerdo antes de que la mente comience a pensar que detrás de toda esa escena solo hay un puñado de celos.

—Y no quiero, no de ese modo. —Reafirma.

Bien, eso es una clara puñalada a mi ego, así que mascullo:

—¿Me has esperado para recordarme que no soy atractiva?

—Eres atractiva. De hecho, eres mucho más que eso. Eres preciosa. Pero no es algo en lo que yo pueda fijarme. Gillian, no puedo desearte, no puedo querer nada de lo que anhelo cuando estoy cerca de ti.

—¿Por qué?

Es una pregunta sencilla, directa. Si fuera lista estaría en mi caravana pensando en la forma de enamorarme de Vincent y no discutiendo con Dallas; pero necesito saber la verdad, aunque sé que no estoy preparada para recibirla cuando contesta con el tono ahogado:

—Porque eres mi hermana.

—¿Quééé?

La incredulidad se adueña de mi mente y de mi corazón, y él se explica:

—La otra noche, cuando llegué al bar y me encontré con el tipo de los carnés falsos, revisó la documentación delante de mí. Y entonces lo vi. Vosotros sois la nueva familia que formó mi padre cuando me dejó con mi abuela y me abandonó.

Me estremezco y retrocedo como si me hubiera abofeteado. Los ojos tienen que brillarme con las lágrimas no derramadas y me falta la respiración, pero me las arreglo para preguntar:

—¿En serio me estás diciendo que te acostaste con Christel por eso?

—Somos medio hermanos, y por eso lo que ha sucedido entre nosotros es imposible y está mal. Y necesitaba olvidar…

Una risa dura, frustrada, me sale de lo más profundo de mi interior. Necesitada de saberlo todo, le pregunto:

—Y ¿por qué no viniste a explicármelo en lugar de irte con ella?

—Porque tenía miedo.

La culpa es tan clara en su voz que pregunto, sin comprender:

—¿De mí?

Dallas se atusa el cabello antes de confesar:

—Gillian, eres la hermana perfecta. Haces de madre y de padre mejor que mucha gente. Y yo no sabría hacerlo, así que pensé que si te decía lo que había descubierto, tendría que ser como tú. Y me asusté, así que me emborraché y pensé que si estaba con Christel olvidaría todas las cosas inconvenientes que sentía por mi hermana.

El dolor se ahonda en mí, y él añade:

—Lo siento, pero no puedo ser como tú, no sirvo para jugar a las casitas…

—¿Jugar a las casitas?

La indignación hace que me hierva la sangre y sienta deseos de golpearle. Él lo intuye y se apresura a disculparse:

—No quería decir…

—Sé perfectamente lo que querías decir —lo interrumpo—. Y puedes estar tranquilo, porque no tienes que hacer nada de eso.

Trato de alejarme, pero él me detiene agarrándome de la mano y susurrando:

—Gillian, espera, habla conmigo.

—¡No! —le grito, con los ojos anegados en lágrimas, soltándome de la mano—. No puedo creer que alguien sepa que Cody y Lisa son sus hermanos y no quiera saber de ellos. Y tampoco que me dejes llorando esperándote porque tienes miedo de que te obligue a hacer de hermano. No he obligado a mi madre, tampoco lo haría contigo. ¿Y sabes por qué? Porque Cody y Lisa son increíbles y no se merecen tener en su vida a personas como vosotros.

—Pero yo quiero ser parte de ella —protesta.

—No quieres, tú mismo lo has dicho antes. Y ahora déjame tranquila, y si necesitas desahogarte, busca de nuevo a Christel. Pero no vuelvas a acercarte a mi familia, porque no es la tuya ni dejaré que lo sea nunca.

—No estás siendo razonable.

—¿Razonable? ¿Y eso me lo dice alguien que me tuvo entre sus brazos y luego se acostó con otra porque no se vio con el valor de decirme la verdad? —Dallas baja los ojos. Puedo advertir que se siente débil y confuso, pero tengo que sacar todo lo que me quema, así que continúo machacándolo—: Tú, al igual que mucha gente, crees que me paso la vida sacrificándome por mis hermanos, pero lo cierto es que los quiero y que ellos me quieren a mí. Los tres nos cuidamos, nos preocupamos los unos de los otros. Y ninguno de nosotros habría hecho jamás algo como lo que has hecho tú. Y si yo te hubiera importado como tú me importas a mí, si hubieras sentido solo la mitad de lo que yo sentí cuando nos besamos en tu caravana, no habrías podido acostarte con Christel aquella noche.

—¡Eso no es justo! Eres mi hermana, Gillian, necesitaba olvidarte —grita, consiguiendo sacarme de mis casillas.

—Pero lo que yo necesito es que te alejes de mí para poder borrarte de mi mente.

—Pero podemos arreglar esto… —insiste.

—No, no podemos. Dallas, no te quiero en mi vida ni en la de mis hermanos. No dejaré que te acerques a ellos.

—No puedes impedírmelo —protesta en un tono arrogante que me enerva.

—Puedo irme mañana mismo de aquí y esconderme donde no seas capaz de encontrarnos. Pero no quiero hacerlo, porque aquí tienen la posibilidad de ser felices.

—Gillian, escúchame —me dice en un susurro suplicante.

—¡No! —lo interrumpo de nuevo—. No voy a escucharte ni ahora ni nunca. Hoy me has demostrado el tipo de persona que eres. Mis hermanos y yo hemos sido rechazados demasiadas veces. Y no tenemos por qué seguir consintiéndolo. Dallas, te estoy haciendo un favor. Sabes que, como tú mismo has dicho, si se lo cuentas a Cody y a Lisa, terminarás arrepintiéndote. Ellos son fáciles de querer, lo sé porque son mis hermanos y los adoro, pero a alguien como tú terminarán agobiándolo. Y no quiero que sufran más de lo que ya han lo han hecho. Me tienen a mí para ocuparme de ellos, no necesitan a nadie más, no a alguien que los decepcionará sin remedio.

—Eso no lo sabes —protesta.

—Me has decepcionado a mí con tu reacción. Y ya no puedo confiar en ti. Lo siento, Dallas. Si no estás dispuesto a alejarte, me iré de la ciudad, pero espero que al menos puedas hacer esto por tus hermanos. —Hago una pausa y trago saliva antes de preguntar—: ¿Te acuerdas de lo que te dijo Cody cuando nos visitaste en casa?

—Que nunca dejabas entrar a nadie. —Confirma arrastrando las palabras.

—Era cierto, también metafóricamente. El tipo de vida que he llevado, todo con lo que he tenido que lidiar me han hecho desconfiada. Pero confié en ti, y tú parecías digno de esa confianza. Me has ayudado mucho, lo reconozco.

—Puedo seguir haciéndolo. —Afirma con rapidez.

—No, ahora ya es demasiado tarde. Cuando viste esos papeles tu primera reacción fue acostarte con otra, no venir a hablar conmigo. Me rompiste el corazón. Y también tuviste miedo de la responsabilidad que Lisa y Cody suponen; y ese mismo miedo volverá a ti cada vez que surja un problema. No puedo dejar que nos hagas daño; ya nos lo han hecho bastantes personas.

—Pero somos hermanos…

—Lo siento, Dallas, pero es lo mejor para mis hermanos y para mí.

Los brazos le caen, derrotados, y en un susurro aún me pregunta:

—¿Vendrás a hablar conmigo si cambias de idea?

—No lo haré porque no cambiaré de idea.

Sus ojos me miran lastimosos, pero por suerte la voz de Vincent rompe mi batalla interna de si debo quedarme y seguir esta conversación o volver a la caravana y tratar de procesar todo lo que ha sucedido.

—¿Gillian? ¿Estás ahí?

—Sí, estoy aquí —contesto deseando poder ocultar lo afectada que estoy por lo que Dallas me acaba de desvelar.

Lo observo caminar hacia nosotros retorciendo las manos en un gesto nervioso que me hace pensar que, si no lo evito, esto puede terminar en una nueva pelea. Tratando de que mi voz no me traicione y delate lo inquieta que estoy, comento:

—Dallas quería disculparse, pero ya es hora de que vuelva a la caravana. ¿Me acompañas?

Vincent observa detenidamente a Dallas y luego se centra en mí, y sé que no me cree, pero acepta con la mirada. Debería explicarle lo que Dallas me acaba de confesar, pero no es algo de lo quiera hablar con nadie, al menos no esta noche. Ahora lo único que deseo es volver a la caravana, meterme en la cama y olvidar que estoy enamorada de un completo idiota y egoísta.