30. Almas que se reencuentran

 

El camino hasta el refugio había sido largo y extenuante, pero por suerte esta vez el tiempo les había acompañado. Siobhan no pudo evitar comentar:

—Es mucho más fácil cuando no llueve.

—Creo recordar que la lluvia tenía grandes aspectos positivos —bromeó Luke en voz baja.

Ella enrojeció y Tabitha sonrió pícaramente mientras decía:

—¿A qué te refieres?

—Te lo contaré luego.

—¡Luke! —protestó Siobhan.

—¿Qué sucede? —preguntó Jake, que caminaba delante de ellos.

—Solo estábamos valorando las ventajas de la lluvia en mitad de la montaña, ¿Tú qué opinas?

Siobhan bajó los ojos y Jake refunfuñó:

—Opino que pasas demasiado tiempo con Tabitha.

La aludida rio y el coronel se acercó a ellos preguntando:

—¿Todo bien por aquí?

—Por supuesto. Todos somos geniales y nos llevamos perfectamente —respondió Tabitha con sorna—. Sobre todo porque Soon ha conseguido que Thomas se pase todo el camino callado y sin molestar a nadie.

El coronel suspiró y protestó:

—Sigue así Tabitha y serás la primera en volver conmigo al Castillo.

—Solo era una broma —se apresuró a decir ella.

—Eso espero. Y ahora vamos, supongo que estáis deseando llegar tanto como yo.

Ellos asintieron, y Jake comentó:

—Por cierto, coronel, ¿Es humo lo que distingo?

—Sí, debe ser la chimenea. Vuestro séptimo miembro de la expedición ya debe estar allí, su castillo está mucho más cerca que el nuestro. Espero que no haya problemas con él.

—No los habrá coronel —le aseguró Jake.

Este sonrió y siguieron caminando hasta el refugio. Desde la lejanía habían advertido también la presencia de una figura, que iba cobrando forma a medida que se acercaban. Era un chico alto, joven, de brillantes ojos oscuros. Llevaba el cabello cortado militarmente, lo cual hacía que sus facciones perfectas fueran más visibles. Su piel era del color del ébano y sus labios carnosos sonreían amigablemente. Entonces, Siobhan, que se había quedado algo rezagada con Tabitha, le vio. Sus miradas se cruzaron y la Sanadora sintió que todo su ser se paralizaba. Entonces, volvió a mirarle, y el dolor de la separación que le había acuciado durante años brotó en forma de lágrimas, mientras su cuerpo reaccionaba y corría hacia él ante la mirada asombrada del resto del equipo. El chico reaccionó de la misma forma y ambos se fundieron en un abrazo que parecía no terminar nunca, hasta que Siobhan, aún con lágrimas en los ojos, se separó un poco de él y, tomándole el rostro con las manos, musitó:

—Me dijeron que habías muerto.

—Lo sé, lo siento muchísimo, pero era necesario.

Ella asintió mientras le decía con la voz rota por la emoción:

—Te he echado mucho de menos.

Él sonrió y bajó el rostro hacia ella, mientras sus labios se posaban delicadamente en los suyos. Jake apretó los puños y la mandíbula completamente desconcertado, y Tabitha ironizó:

—¡Felicidades, Thomas! Ahora ya no eres la persona del equipo a quien Jake odia más.

El coronel la mandó callar con la mirada, y se acercó lentamente a la pareja, que seguían abrazados. El chico la soltó lentamente y, haciéndole la señal de respeto le saludó:

—Bienvenido, coronel. Ruego me disculpe. No sabía que la Sanadora que nos acompañaba era Siobhan.

—Ni yo que él estaba vivo —explicó la aludida.

El coronel les miró. Conocía a Justin de alguna visita esporádica a su castillo y tenía excelentes referencias de él, tanto por su capacidad de trabajo como por su carácter amable y extrovertido. Por ello, había estado convencido que sería un elemento unificador del grupo, pero después del beso que había dado a Siobhan y de la reacción de Jake ante sus gestos, no podía sino prever más problemas. Además, el hecho de que Siobhan mantuviera su mano tomada con fuerza era muy sospechoso.

Por eso contestó:

—Lo comprendo, os daré tiempo para que os pongáis al día. Pero primero me gustaría presentarte al resto del grupo, además hace mucho frío aquí fuera y llevamos horas caminando.

—Por supuesto, coronel —respondió Justin

A su señal todos se acercaron, menos Jake, que parecía paralizado. Tabitha le obligó a caminar y el coronel les presentó:

—Justin es nuestro ingeniero, tiene las mejores referencias y espero que junto a él me demostréis vuestra capacidad de trabajar en equipo.

Después se giró hacia el chico y le fue presentando:

—Te presento a Soon, nuestro Sanador. Tabitha y Luke son soldados y Thomas se encarga de la logística. Finalmente, me gustaría que conocieras al comandante.

—Porque a Siobhan ya la conoces perfectamente.

Su voz denotaba una profunda ira, y Justin miró interrogativamente a Siobhan, que propuso con la vista clavada en Jake:

—Será mejor que entremos.

Este no respondió, pero se giró violentamente y entró en el refugio abriendo la puerta con furia. El coronel suspiró y susurró a Soon:

—¿Me ayudarás con esto?

—Ya sabe que sí, coronel.

La habitación en la que entraron era amplia, y estaba caldeada por una chimenea. El coronel les hizo sentar alrededor de la mesa y, permaneciendo de pie, comentó:

—Todos estamos exhaustos, y pronto oscurecerá. Al encontrarnos lejos del castillo seguiremos las pautas de seguridad propias de las expediciones. Siempre habrá dos guardias vigilando el perímetro. A pesar de que creemos que el Gobierno no se atreve a venir a esta zona no correremos ningún riesgo. Yo haré la primera, junto con Luke. El resto de guardias las haremos por habitaciones. Tabitha y Siobhan serán las primeras; después Justin y Soon y…

—Los Sanadores no hacen guardias —le interrumpió Jake.

—No en el castillo. Pero me temo que aquí fuera tendréis que alternar la vigilancia, sería demasiado agotador que esos turnos recayeran únicamente en los soldados. A no ser, que, evidentemente, Soon y Siobhan no acepten mi propuesta.

—Por supuesto que la aceptamos —se apresuró a contestar Siobhan, mientras lanzaba una mirada desafiante a Jake.

Soon advirtió que el comandante parecía herido y matizó:

—Comprendemos y valoramos la preocupación del comandante por nosotros, pero usted tiene razón, lo justo es que todos nos comprometamos con la seguridad del grupo.

Jake hizo una mueca de fastidio y el coronel comentó:

—Bien. En ese caso, la otra pareja para las guardias la formarán Thomas y Jake.

—Con el debido respeto, coronel, ¿Por qué no comparte habitación y guardia con Thomas? Yo puedo hacerlo con Luke, nos compenetramos bien.

El coronel suspiró como un padre que repetía lo mismo una y otra vez y recordó:

—No estamos aquí para que paséis un buen rato con vuestros amigos, si no para que aprendáis a trabajar en equipo. Sé que Luke es capaz de hacerlo con cualquiera de vosotros, incluso con Thomas, pero tengo serias dudas de que tú seas capaz. Eres el comandante, Jake, si no puedes trabajar con alguien de tu propio equipo no puedes estar al mando.

Jake apretó dientes y no contestó. El coronel aceptó su silencio como un sí y añadió:

—Bien, si todo el mundo está de acuerdo, podéis ir a vuestras habitaciones y descansar, mientras Siobhan y Justin hablan. Dado que hicimos una parada en el camino, podemos organizar la cena en un par de horas.

—Hay un par de baños aquí abajo, por si alguien quiere asearse en este tiempo —explicó Justin—. He dejado encendidas las chimeneas para poder calentar el agua.

—Piensas en todo… supongo que por eso Siobhan no te suelta la mano… debes ser el hombre perfecto —masculló Jake.

La Sanadora le miró con ira y Justin de nuevo asombrado por su manifiesta hostilidad hacia él fue incapaz de pronunciar palabra, así que fue el coronel el que habló:

—Será mejor que te retires a descansar, Jake, pareces afectado por la caminata.

Jake bajó los ojos, sintiendo la mirada acusadora del coronel y sabiendo que tenía razón, aunque era incapaz de controlar sus instintos contra aquel hombre que tanto parecía importar a Siobhan. Sin mediar palabra, se levantó y se dirigió a la parte superior. Thomas le siguió y, cuando estuvieron solos, le dijo:

—No te preocupes, seguiré tus instrucciones al pie de la letra, no quiero crearte problemas

Él le miró con desprecio y le espetó:

—No sé si es peor que discutas todas mis órdenes o que me des la razón.

—Estoy intentando ser amable —le recordó Thomas.

Jake se rio irónicamente y preguntó:

—¿Por qué? Esta misión no te importa nada, de hecho, has hecho todo lo posible por impedirla.

Thomas bajó los ojos, avergonzado y respondió:

—Sé lo que hice y, aunque no estoy orgulloso de ello, estaba convencido de que actuaba por el bien de todos nosotros. Sin embargo, el maestro Liu cree que debo estar aquí y no pienso fallarle.

—Conmovedor —ironizó de nuevo Jake—. Pero no me incordies.

Thomas le miró, sintiendo que la ira también le dominaba y le espetó:

—¡Maldita sea! Ni que yo estuviera deseando dormir contigo. Ni siquiera me parece seguro.

—¿Crees que voy a hacerte daño en mitad de la noche? —le preguntó Jake incrédulo.

—Sé que todos confían en ti, pero yo no.

Los ojos de Jake centellearon al escucharle y declaró:

—El sentimiento es mutuo. Y, ahora que está todo claro, será mejor que finjamos que no nos importa compartir habitación ni guardias… o ninguno de los dos irá en esa expedición.

Thomas le miró desconcertado y preguntó:

—¿Propones que mintamos?

—Eres un chantajista, insultas a las chicas e incluso vas a su habitación a amenazarlas. ¿No eres capaz de mentir? —le espetó Jake.

—Se supone que estoy tratando de ser mejor. Y que tú también lo eres — avergonzado al reconocer que lo que el comandante decía era cierto.

—Ninguno de los dos va a dejar de ver al otro como su enemigo. Así que tú decides, o volvemos al castillo o fingimos —replicó Jake amargamente.

Thomas le miró asqueado y respondió:

—Fingimos.

Jake esbozó una sonrisa de victoria y comentó:

—Bien. Disfruta de la habitación.

—¿Dónde vas?

—No te importa.

—Se supone que tenemos que cuidar el uno del otro —insistió Thomas.

—Sé cuidarme solo. Tú preocúpate exclusivamente de que el coronel no nos escuche discutir.

Thomas hizo un gesto de protesta, pero Jake le ignoró y cerró la puerta tras de él, dejándole solo en la habitación. Thomas se acercó al brasero que estaba encendido y, acercando las manos, pensó si no se habría equivocado al aceptar el reto del maestro Liu.

La lectora de almas
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