8. Almas que se acercan
Cuando Tabitha apareció en la parte inferior de la torre, Siobhan, que la esperaba ansiosa, se apresuró a decir:
—Lamento mucho haberme escapado, no quería crearte ningún problema.
Esta la obsequió con una mirada de hastío y se limitó a decir:
—Dejemos eso ahora. Será mejor que volvamos a la habitación antes de que alguien nos vea.
Las dos chicas caminaron rápido por los pasillos, sorteando de nuevo al soldado. Cuando llegaron a la habitación Siobhan musitó:
—Voy a darme un baño.
—El agua estará congelada.
—No importa, ahora puedo sanarme.
Sin decir nada más, se dirigió al baño. Se hizo un moño muy alto para evitar mojarse el cabello. Después se despojó de sus ropas y, mientras gruesas lágrimas se deslizaban por sus mejillas, se metió en la bañera, echando sobre ella un cubo de agua que, como Tabitha había previsto, estaba terriblemente fría. Pero no le importaba. Seguía muy afectada por lo que Thomas le había dicho, pero además ahora había roto la promesa que le hizo a Jake de mantenerse alejada de él y había decepcionado a Tabitha. El paraíso parecía hacerse añicos por momentos y seguía sin estar a la altura de lo que esperaban de ella.
Cinco minutos más tarde, Tabitha apareció en el baño. Portaba un par de cubos y comentó en tono más amable del que solía:
—El agua que traigo está ardiendo, así que si la juntamos con la tuya supongo que tendrás la temperatura adecuada.
Siobhan se cubrió instintivamente el pecho con los brazos al verla y Tabitha bromeó:
—Tranquila, que no me acueste con ningún hombre no quiere decir que me vayan las chicas.
—No es eso. Es solo que he recordado que nos has visto… antes, y eso me hace sentir incómoda.
—Te aseguro que a mí también, así que será mejor que lo olvidemos. ¿Puedo verter el agua?
Siobhan asintió y dejó caer los brazos más relajada mientras sentía el agua calentarse. Agitó las manos y, tomando un poco de jabón, dejó que se hiciera espuma. Tabitha la miró y comentó:
—Una vez aclarado que no estoy interesada en verte desnuda, ¿Te importa que me quede? Necesito hablar contigo y al menos aquí no saldrás corriendo.
—¿Siempre eres tan directa?
—Me temo que sí —masculló Tabitha.
—Está bien. ¿De qué quieres que hablemos?
—Del motivo por el que has ido a ver a Jake. Según él, te pasa algo.
Siobhan alzó los ojos, visiblemente preocupada y preguntó:
—¿Lo ha intuido?
—Bueno, creo que aparte de lo físico parece conocerte bastante bien. ¿Me equivoco?
—No…
—Entonces, ¿Qué es lo que pasa que no puedes contarle?
—Nada importante —respondió ella con desgana.
—Siobhan, voy a ser clara contigo. Dado que no voy a abrazarte para consolarte ni tampoco lo que ha pasado después con Jake y ya hemos olvidado… será mejor que me digas lo que te pasa antes de que me enfade contigo. Mi paciencia es muy limitada.
Siobhan esbozó una sonrisa burlona y repuso:
—Siempre estás enfadada conmigo, así que búscate otra amenaza.
Tabitha rio y replicó:
—Eso es mi forma habitual de ser, en realidad últimamente me resultas hasta divertida. Y te aseguro que no quieres verme furiosa. Así que ¡Habla!
Siobhan la miró, intuyendo por la determinación de sus palabras que no era muy factible que Tabitha dejara correr el tema, por lo que concedió:
—Está bien, te lo explicaré. Pero con una condición, no puedes contárselo a Jake. No quiero que haya problemas antes de la votación.
—Si es por eso, me parece bien. Y ahora cuéntame —insistió Tabitha.
—El agua no ha quedado muy caliente, así que si no te importa me secaré y seguiremos hablando en la habitación.
—De acuerdo, dejaré que te vistas.
Siobhan suspiró y salió de la bañera, secándose rápidamente. Hacía mucho frío, así que se puso rápidamente de nuevo el pijama. En la habitación Tabitha la esperaba sentada en su cama, cubierta por una manta. Siobhan la imitó y comenzó a hablar:
—Es por algo que Thomas me ha dicho.
—¿Thomas? ¿De verdad te preocupa lo que diga ese energúmeno?
Siobhan no pudo evitar reírse y Tabitha añadió:
—Ignora cualquier cosa que te haya dicho. Es un prepotente y no entiendo por qué el maestro Liu lo mantiene en este Castillo.
—Supongo que debe creer que está implicado en la causa de los Sanadores.
—El Ejército de la Luz está implicado en vosotros, daríamos nuestra vida por salvar las vuestras. Pero Thomas está en medio, no quiere luchar pero tampoco puede ser un Sanador como desearía. Por ello, ha convertido en una obsesión crear un nuevo Mundo donde solo quién él diga tenga cabida.
—En eso tienes razón, y creo que yo no soy una de esas personas.
—Siobhan, eres una Sanadora, nada de lo que él diga importa —insistió Tabitha.
—¿Ni siquiera si tiene razón?
—¿A qué te refieres?
—A que no estoy a la altura de lo que se espera de los Sanadores, porque no tengo ni mis capacidades bien desarrolladas ni la paz interior necesaria para ellas.
Tabitha la miró profundamente enfadada y le preguntó con ira:
—¿Thomas te ha dicho eso? ¿Quieres que le despierte y le dé un puñetazo?
Siobhan esbozó una sonrisa ante el comentario, pero después añadió:
—No… eso no haría más que reafirmar su teoría. Además, tiene razón. Yo tenía casi diecisiete años cuando conocí a mi maestro y apenas tuve un aprendizaje con él de dos años. Cuando él murió estaba tan preocupada tratando de sobrevivir que no podía pensar en nada más que en disimular lo que era. Tenía miedo de que las alarmas saltaran por activar mi energía, así que me concentré en ocultar mis poderes no solo a los demás, sino a mí misma.
—¿A ti misma? —preguntó Tabitha sin comprender.
Siobhan suspiró amargamente y le explicó:
—Cuando los Sanadores bloqueamos nuestros canales, el dolor ataca nuestro cuerpo de un modo salvaje. A veces el dolor era tan intenso y horrible que solo deseaba tumbarme, activar la energía, que me detuvieran y todo terminara de una vez para siempre.
Tabitha la miraba horrorizada y Siobhan añadió:
—Al final, tuve que medicarme con fármacos que sabía a la larga empeoraban más mi estado, porque era la única forma de evitar que mi cuerpo intentara sanarse… Y todo eso me convierte en una Sanadora pésima…
Su voz se quebró por el llanto. Tabitha se levantó, se acercó a ella y, algo cohibida, se sentó a su lado en la cama y le puso la mano sobre los hombros, comenzando a comprender lo que aquella Sanadora despertaba en Jake. Si al principio había visto a una chica de aspecto frágil; convivir con ella y el relato de su huida que le había hecho Jake le había convencido de su fortaleza. Y, ahora, veía también todo el dolor que había soportado; dolor que le hacía recordar el suyo propio. Con voz suave le indicó:
—No hay nada malo en que te medicaras si no tenías otro remedio. Estoy segura de que el Maestro Liu te comprenderá cuando se lo expliques.
—No puedo hablar de esto con él…
—Siobhan, yo no puedo hablar por el Maestro Liu, pero sé lo interesado que estaba en que vinieras, y estoy segura de que no estará decepcionado contigo, al contrario. Además, ahora que te ha conocido, el coronel sigue pensando que eres todo lo que ellos esperaban; y el maestro Liu y él suelen estar de acuerdo.
—¿El coronel te ha dicho eso? —preguntó Siobhan, entre halagada y asombrada—. ¿Por qué no me lo has dicho antes?
—¿Qué parte de “soy Tabitha y no voy contando cosas bonitas por ahí” no has entendido?
Siobhan rio. La fingida dureza de la soldado que al principio la había sacado de quicio ahora era refrescante, una de las cosas que aún le hacían sonreír. Tabitha no pudo evitar reír también ante su expresión y luego añadió:
—Si quieres mi opinión, cualquier cosa que Thomas te haya dicho es por envidia. Así que olvídalo y háblalo con el Maestro Liu o con Soon cuando vuelvan al Castillo, estoy segura de que estarán completamente en desacuerdo con Thomas.
Siobhan negó con la cabeza y protestó:
—Pero tú misma lo has visto hoy, lo que he hecho con Jake…
—¿Acostarte con tu novio? No recuerdo que eso sea un delito.
Siobhan esbozó una sonrisa amarga y repuso:
—Creo que la palabra “novio” se hace extraña en estas circunstancias. Sea como sea, empezamos esto antes de venir al Castillo y yo no debería…
—Espera, sé que ha parecido que yo os cuestionaba, pero es porque me preocupa que invaliden tu voto si se enteran de vuestra relación —la interrumpió Tabitha—. Y bueno, también porque momentáneamente me ha dejado desconcertada ver a Jake contigo. No lo esperaba.
Siobhan la miró inquieta y preguntó:
—Necesito saber una cosa. Jake y tú parecéis muy unidos. ¿Tú y él, alguna vez habéis…?
Tabitha rio y bromeó:
—Ahora esto sí que parece una charla de chicas. Pero seré sincera contigo. La forma en que nos conocimos… fue horrible y complicada; pero a la vez creó un vínculo extraordinario entre nosotros, pero que nada tiene que ver con una relación de pareja.
—¿Qué pasó? —se apresuró a preguntar Siobhan, entre intrigada y preocupada.
Tabitha suspiró, hablar del pasado no era precisamente la mejor forma de animar a Siobhan. Así que contestó:
—No puedo contártelo, en realidad no quiero ni pensar en ello. El caso es que desde entonces siempre hemos estado luchando y nos hemos limitado a ser amigos y compañeros en la lucha. Y, siendo sincera, Jake me hace de hermano mayor, pero no le digas que te lo he explicado porque me niego a reconocerle que me gusta que lo haga.
Siobhan suspiró aliviada y se disculpó:
—Lo lamento, no quería parecer una celosa histérica.
Tabitha rio y se le escapó:
—En realidad, si yo tuviera un novio como Jake sí que sería una celosa histérica. No creo que a ninguna otra chica con ojos en la cara que lo conozca no se le haya pasado por la cabeza estar con él, es realmente guapo.
Siobhan palideció al oír esas palabras y Tabitha se apresuró a añadir:
—Pero supongo que lo importante es que nunca he visto a Jake interesado en nadie que no fueras tú. Siempre ha estado en las nubes, como si no viera a ninguna mujer, hasta que te ha conocido.
Al oírlo, Siobhan sonrió y Tabitha añadió:
—Creo será mejor que intentemos dormir un poco. Mañana me toca interrogatorio de tu novio, así que más me vale estar despejada para rehuir sus preguntas.
—Gracias por acceder a no contárselo.
—Bueno, ahora que lo sé, casi lo prefiero. A mí me han dado ganas de darle un puñetazo a Thomas, pero no creo que Jake se hubiera controlado. Y él tampoco puede ser excluido de la votación.
Mientras lo decía, se levantó y volvió a su cama, metiéndose en ella. Siobhan apagó las velas y, cuando estaban a oscuras, comentó:
—Necesitaba hablar con alguien y tú me has comprendido y confortado. Así que gracias también por eso.
Tabitha no contestó, pero se sintió temblar. De algún modo que no podía comprender, al abrazar a Siobhan y escuchar sus confesiones, su propio pasado se había removido. La miró. Su pequeña silueta se adivinaba bajo la manta, e intuía que, al igual que ella, seguía despierta y miraba a la pared. Entonces, se dio cuenta de que Siobhan quizás no tuviera la paz interior de los otros Sanadores que había conocido, pero de lo que sí que estaba segura es que era mucho más especial que todos ellos juntos. Ahora comprendía por qué era tan importante para el Maestro Liu y para la causa. Siobhan era la única Sanadora que había vivido en el más absoluto dolor, y que a la vez tenía una poderosa Luz en su interior. Y entonces, se dio cuenta que estar a cargo de su guardia era un honor y no un castigo, porque jamás había hecho nada tan importante.
Reteniendo como tantas otras veces las lágrimas, se puso en postura fetal, y trató de relajarse como el Maestro Liu le había enseñado cuando llegó por primera vez al Castillo, cuando aún estaba tan dolorosamente destrozada por todo lo que le había pasado. Entonces, se acordó de Jake, de cómo la había cuidado después de salvarla, y se dio cuenta de que, a pesar de sus temores sobre la votación, se alegraba de que también él tuviera ahora quién sanara sus heridas.