19. Almas en guerra
El salón ceremonial estaba abarrotado. Todos los que habitaban en el castillo, excepto algunos soldados que se mantenían en posiciones de vigía, estaban presentes. Había un silencio sepulcral, como si temieran lo que podía salir de allí, tanto los que estaban a favor como en contra. El maestro Liu fue el primero en hablar, con el tono algo menos pausado de lo que era habitual en él:
—Estimados amigos. Todos sabemos porqué estamos reunidos aquí. Cada uno de nosotros ha recorrido los castillos escuchando las opiniones de los que habitan allí. Ahora, ha llegado el momento de que como representantes de ellos hablemos. Después, votaremos y la decisión será irrevocable. Así que cedo la palabra al comandante del Ejército de la Luz, en nombre de sus soldados y el suyo propio.
Jake se levantó pesadamente al oírlo. Se le veía abrumado y evitó deliberadamente mirar hacia Siobhan. Hubiera preferido que hablara el coronel, pero este le había pedido que lo hiciera él primero y no tenía derecho a fallarle en ese momento. Por ello comenzó a decir:
—Sé que todos nosotros compartimos el anhelo de liberar a los que aún están bajo el yugo de la dictadura. Lo único que nos diferencia es si queremos actuar o no. Los primeros Sanadores nos dejaron un arma extraordinaria, la única que puede llevarnos a la victoria.
El maestro Liu se acercó a él y comentó:
—Quiero recordar a los presentes que la varita de poder se creó para el bien, para amplificar la capacidad Sanadora. Nuestro uso tergiversaría su propósito inicial, pero es cierto que es la única oportunidad de destruir al Régimen que tenemos. Por ello parte de los Sanadores están dispuestos a ello, aunque otros opinamos que no podemos traicionar al espíritu original de nuestra raza.
—Con el debido respeto, maestro, si queremos ganar esta maldita guerra, creo que ya va siendo hora de que aprendamos a jugar sucio, por mucho que nos cueste o que tengamos que hacer cosas que los primeros Sanadores no habrían aprobado —comentó Jake.
—No nos convertiremos en asesinos cómo tú —le espetó Thomas con desprecio.
Tabitha se adelantó para golpearle, pero las palabras del maestro Liu la detuvieron:
—Te lo advertí antes de la reunión, Thomas, y te lo repito ahora, delante de todos. Un comentario más en contra del comandante y seré yo mismo quién te expulse de la sala y de la votación. Y lo mismo va para cualquiera de los presentes que no sepa mantener la conversación en el respeto a los demás. La guerra no es entre nosotros y no permitiré que lo sea.
Thomas le miró furioso, incrédulo de que pusiera a aquel asesino por delante de él, pero no contestó. El maestro Liu recuperó su tono tranquilo y comentó:
—Ahora, continúe comandante.
Jake le hizo un gesto de respeto con la cabeza, agradecido y sorprendido a la vez por su defensa. En voz suave continuó explicando:
—Al igual que los Sanadores, no deseo la muerte de nadie. Pero tendremos que hacer algo más que meditar, porque mientras nosotros permanecemos en la paz, ellos nos aniquilan, uno a uno. Quedamos muy pocos, y ellos se hacen más fuertes cada año que pasa. Y, cuando nos demos cuenta, ya no podremos hacer nada —replicó Jake obstinadamente.
—¡El comandante tiene razón!
La voz de Siobhan se dejó oír con fuerza por toda la sala. Era consciente que nadie, incluido Jake, esperaba que lo apoyara, pero sabía qué era lo correcto.
—Siobhan, sé que te di libertad para elegir, pero no sé si tu maestro aprobaría lo que estás diciendo —musitó el maestro Liu.
Ella se levantó de la silla y, arrodillándose ante él, le puso las manos sobre las suyas y le corrigió:
—Mi venerable maestro eligió al comandante para sumarse a nuestra causa. Él sabía que tiempos difíciles requerían acciones nuevas, que necesitaríamos un Ejército. Son soldados de la Luz, pero tienen que hacer algo más que proteger a los escasos Sanadores que quedamos, tienen que enseñarnos a luchar por un mundo mejor.
Él apretó con fuerza sus manos y le dijo:
—Mi querida discípula, ¿Qué te ha hecho pensar así?
La voz del maestro sonaba triste, pero no sorprendida, y ella contestó:
—Cuando comprendí que se lo habíamos puesto demasiado fácil al mal.
Mientras lo decía, soltó las manos del maestro, se levantó y dirigiéndose a todos comentó:
—¿Queréis que os diga por qué perdimos? No fue porque fuéramos menos poderosos o estuviéramos en inferioridad numérica, sino por algo mucho más sencillo. Las personas oscuras no siguen las reglas, no tienen valores, por eso pudieron masacrarnos a los que seguimos pautas de comportamiento según códigos de honor. He visto morir y desaparecer a demasiada gente, mientras yo seguía ocultándome.
Con lágrimas en los ojos, volvió a acercarse a él y, arrodillándose de nuevo, suplicó:
—Maestro, no me pida que siga guardando silencio, observando desde lejos, esperando una paz que nunca llega sola. Sé que aún queda mucha gente buena que quiere ver finalizado el Régimen tanto como nosotros, solo que están demasiado asustados para rebelarse. Como lo estuve yo, más tiempo del que debía. Pero si rompemos las murallas del Gobierno, si conseguimos llenar las conciencias del pueblo de esperanza, estoy seguro de que se rebelará contra la dictadura. No es tiempo de seguir cruzados de brazos, es tiempo de luchar.
Se hizo un silencio, que Siobhan aprovecho para levantarse y, ya mirando a todos los presentes, continuar diciendo:
—Anoche creía que sería incapaz de expresar mi opinión hoy o dar un voto definitivo. En mi desesperación acudí al maestro Liu y él me indicó que la respuesta a mi pregunta estaba en mi interior. Ayudada por Soon estuve meditando durante horas, pero la respuesta no llegó, así que esta mañana me fui al punto más alto del castillo y pensé que quizás si veía el amanecer, este traería luz a mi mente. Pero el Sol no salió, o al menos, yo no podía verlo porque el castillo estaba cubierto, como tantas otras veces, por la niebla. Y, entonces, lo vi todo claro. Desde que la dictadura comenzó, todos somos como este castillo en invierno, almas en la niebla. A veces creemos que podemos ser felices, que vemos un poco de Sol en el horizonte y que el buen tiempo disipará las nieblas que nos hacen daño; pero en este caso no sucederá, al menos no en mi alma. He vivido demasiado, he visto más dolor del que puedo olvidar y me niego a dejar todo eso atrás, a no dar la oportunidad al resto de la gente a escoger el camino de la libertad.
Su discurso dejó impactados a todos, incapaces de decir nada, asimilando lo que ella, una Sanadora, había dicho. Los ojos de Tabitha se humedecieron, y no pudo evitar apretar con fuerza la mano de Luke durante unos segundos. Jake, por su parte, apenas si podía creer que la misma Siobhan a la que había visto destrozada por el dolor la noche anterior fuera capaz de hablar de ese modo, tan segura de sí misma. Soon era el único que no parecía sorprendido, como si pudiera leer en su hermana de energía todo lo que ella pensara antes de que lo dijera. El maestro Liu la miró suavemente, se acercó a ella y, tomándola de las manos, le dijo:
—Entiendo tus palabras, pero no puedo votar a favor de una guerra. Son demasiados años creyendo que encontraría otra forma de liberarnos.
Siobhan bajo los ojos, derrotada, pero él añadió:
—Sin embargo, si puedo cederte mi puesto en el Consejo.
Un murmullo se alzó y Siobhan lo miró incrédula. Con voz nerviosa protestó:
—Yo no soy maestra… no puedo…
—Tu fortaleza te ha convertido en maestra, Siobhan. Puedo enseñarte muchas cosas, pero lo importante ya está en tu interior. Soy un anciano, y el mundo que recuerdo ya no existe, hace demasiado tiempo que me exilié, igual que muchos de los que están aquí presentes, de los que nos han cedido su voto desde los otros castillos. Mi momento ha pasado, ahora es tuyo, si lo aceptas. Confío en que tú sepas tomar la mejor decisión para todos.
Ella miró a su alrededor. Pudo ver la ira contenida de Thomas, la sonrisa cómplice de Luke, y la mirada penetrante de Jake transmitiéndole coraje. Sin embargo, con voz baja, aún contenida por la emoción, replicó:
—Sucederle en el Consejo le corresponde a Soon, su discípulo desde niño y un Sanador excepcional.
Antes de que el maestro pudiera hablar, Soon se arrodilló ante ella como Siobhan había hecho anteriormente con el maestro Liu en señal de respeto y le aseguró:
—Suscribo palabra por palabra lo que nuestro maestro ha dicho, hermana. Confío en ti, sé que tomarás la decisión correcta. Y desde hoy juro que te apoyaré siempre decidas lo que decidas. He leído tu alma y tienes mi más completa lealtad.
Siobhan le miró, con los ojos húmedos por las lágrimas. Le instó a levantarse, le abrazó rápidamente y después, girándose hacia el maestro Liu hizo una reverencia y contestó:
—En ese caso, será un honor, maestro.
El maestro Liu sonrió aliviado y, manteniendo la calma, se dirigió a todos diciendo:
—Bien, entonces votaremos, ya hemos hablado bastante. Que cada miembro del Consejo hable en nombre de su grupo.
Thomas, el representante de los humanos se alzó. Con pose chulesca comentó:
—Lo lamento por los que quedaron atrás, pero mi voto es negativo, al igual que la mayor parte de los míos. No podemos vencer al Gobierno, debemos únicamente huir y tratar que jamás nos encuentren.
Luke le interrumpió diciendo:
—Hablas desde el pánico, pero, si dejamos a los demás atrás, ¿Quién nos garantiza que después no seremos nosotros los que seamos abandonados? No quiero un mundo en el que sigamos teniendo miedo, en el que pensemos nada más que en nuestro propio bienestar. Jake estaba seguro aquí, pero volvió para salvar no solo mi vida, sino también la de Siobhan. Sin su valentía, ella habría sido encarcelada y torturada hasta la muerte, como tantos otros. Y yo habría corrido la misma suerte. Así que ahora que tengo la oportunidad de luchar, no quiero dejarla escapar. Siobhan tiene razón, hay mucha gente que quiere ser libre, ayudémosles.
Se oyó un murmullo de aprobación, pero Thomas le espetó:
—El turno libre de palabras ha terminado, soldado. Ahora me toca hablar como representante. Y mi voto sigue siendo no.
Luke le masacró con la mirada, pero Jake le hizo un gesto de que lo dejara estar. El maestro Liu comentó:
—Su turno, coronel
El coronel miró alrededor, a sus soldados. Después, clavó sus ojos en los de Siobhan y comenzó a hablar:
—Me siento algo extraño. Sé que muchos de mis soldados anhelan luchar, pero el Ejército que comando tiene una misión clara, proteger a los Sanadores, evitar su extinción. Por lo tanto, lo más seguro para ellos es quedarnos aquí.
Una sombra de decepción asomó en el rostro de Siobhan y muchos soldados, pero el coronel añadió:
—Sin embargo, también es cierto que a diario me pregunto qué pasará con el resto de Sanadores que aún están por nacer. ¿Serán aniquilados desde la cuna? Por otra parte, existe la cuestión real de que el Gobierno no tardará en darse cuenta de que la extensión habitable es cada vez más amplia, y vendrán a por nosotros, así que únicamente nos quedaría huir de nuevo.
Hizo otra pausa, como si estuviera sopesando muy bien las palabras. Después continuó diciendo:
—Si esas leyendas son ciertas, si podemos terminar con su energía, seremos capaces de tomar el control, y esa oportunidad es ahora o nunca. Por ello, he decidido delegar mi voto en Siobhan; la única que tiene corazón de Sanadora y a la vez corazón de soldado de la Luz. Al igual que el venerable maestro Liu, cuya sabiduría nos ha iluminado durante tanto tiempo y de su honorable discípulo Soon; confío en que la verdad está en ella, así que lo que decida, tanto mis soldados como yo lo acataremos.
Siobhan se quedó boquiabierta, aún más porque los soldados, encabezados por sus amigos, que la miraban con orgullo, aplaudieron a su coronel estruendosamente. El maestro Liu se dirigió a ella y con una sonrisa reconfortante le dijo:
—Me temo que hemos puesto una pesada carga en ti, joven Sanadora. Tu decisión será la definitiva.
Siobhan asintió y miró a Jake. Sabía que, aunque su corazón se rompiera en mil pedazos, no podía estar con él porque era incapaz de olvidar lo que hizo. Sin embargo, también sabía que lo amaba con la misma intensidad que antes, y que en todas y cada una de las miradas que él le había hecho durante la reunión había quedado claro que él sentía lo mismo. Deberían alejarse el uno del otro, no volver a verse, comenzar a olvidarse; pero, en esos momentos, había algo más importante que su amor o su sufrimiento: el futuro de la civilización. Quizás no podía estar con Jake como mujer, pero sí luchar a su lado por los ideales que compartían, dar a los demás la libertad que ella había encontrado.
También miró a Tabitha, que la miraba expectante, y a la vez le transmitía seguridad. Tabitha, que siempre se quejaba y le ponía motes para burlarse de ella, que fingía que no la apreciaba; pero que a la hora de la verdad estaba allí apoyándola con una mirada de amiga, dándole parte de la impresionante fuerza que había demostrado los últimos años como soldado.
A su lado, Luke sonreía como lo había hecho desde la primera vez que lo vio, creando una isla en mitad la tormenta, siendo un héroe en la sombra, un amigo que sabía que también la apoyaría en esta decisión.
Por último, se giró hacia Soon, el Sanador que tenía todas las cualidades que ella anhelaba aprender y que, sin embargo, le había dado el poder de decidir.
Suspiró y se dio cuenta de que, aunque ella nunca le creyó, Jake había tenido razón al final. El futuro de la humanidad dependía de su decisión. Y, aunque estaba muerta de miedo, sabía perfectamente cuál era la respuesta correcta. Por ello, con voz firme y mirada serena se dirigió a todos y afirmó sin vacilación:
—¡Guerra!