7. Almas comprensivas

 

Jake y Siobhan seguían abrazados, aunque ya con la ropa recompuesta, cuando él comentó:

—Odio decir esto, pero deberías irte antes de que Tabitha se dé cuenta de tu ausencia.

—Tabitha sabe de su ausencia desde que ha salido de la habitación. ¿O qué clase de soldado te crees que soy, comandante?

La pareja miró a Tabitha, que les miraba fijamente, con las facciones endurecidas por la ira. Ella continuó en el mismo tono despectivo:

—Siobhan, te seguí hasta aquí, tenía curiosidad por saber que te hacía salir en mitad de la noche a hurtadillas… aunque has superado mis expectativas.

Siobhan enrojeció y Tabitha añadió sarcásticamente:

—Tranquilos, al primer jadeo me alejé lo suficiente para no oíros.

—¡Ya basta! —protestó Jake.

—¿Qué ya basta? Vamos, Jake, es mi responsabilidad vigilarla, pero no puedo hacerlo si a la que me cree dormida se escapa para revolcarse contigo.

Siobhan tembló al oír las duras palabras, y apretó la mano de Jake mientras bajaba los ojos avergonzada. Este la abrazó y le dio un beso en la frente mientras le decía:

—¿Crees que podrías esperar en la base de la torre? Necesito hablar con Tabitha a solas. Mañana nos veremos, te lo prometo.

—Lo siento —se disculpó Siobhan.

—No lo hagas. Te amo —le susurró él.

Tabitha, sorprendida por cómo la trataba, vio a Siobhan salir cabizbaja hacia el pasillo. Cuando estuvieron solos Jake le preguntó, hastiado:

—¿Qué demonios te pasa Tabitha? Has herido a Siobhan.

—¿Disculpa? Jake, eres tú el que se acuesta con la supuesta Sanadora que nos ha de salvar a todos. ¿Te percatas de lo que podría pasar si esto se sabe, si invalidan su voto?

Su voz sonaba furiosa, pero lo que Jake leyó en sus ojos era el dolor profundo por los que se habían quedado atrás, víctimas aún de la dictadura. Por ello bajó el tono y respondió:

—Amo a Siobhan y eso no cambiará porque nuestro destino dependa de ella. Pero sé que nadie debe saberlo, por eso lo hemos mantenido en secreto. Esta es la primera vez que nos vemos a solas desde que llegamos.

—Pues deberíais haber seguido sin veros —protestó Tabitha.

—Sobre eso es de lo que quería hablarte en privado. Intuyo que a Siobhan le pasa algo grave. Por eso ha venido a verme.

—¿De qué se trata?

—No me lo ha dicho.

—¿Y no será que simplemente tenía ganas de estar contigo? Seamos sinceros, si yo tuviera un novio tan guapo como tú también me escaparía en mitad de la noche.

Jake rio y ella añadió burlona:

—No te emociones por lo de guapo, comandante, ya sabes que lo digo desde un punto de vista fraternal.

—Creía que no te gustaba que te tratara como si fueras mi hermana pequeña —ironizó Jake.

—Ya, no nos desviemos del tema… —replicó Tabitha, que sabía perfectamente que Jake siempre la vería así—. ¿Por qué estás tan seguro de que Siobhan está preocupada?

—Creo que quería explicarme algo, pero no se atrevió. Debí insistir, pero parecía tan triste que la abracé para consolarla y… el resto ya lo sabes.

Ella esbozó una sonrisa traviesa por la explicación y preguntó con falsa inocencia:

—¿Puedo usar esa técnica cuando quiera un pasional encuentro encima de la mesa con alguien?

—No creo que eso pase nunca si sigues golpeando a todos los que intentan algo contigo.

Tabitha rio por toda respuesta, y Jake retomó el semblante serio para comentar:

—Necesito sabe qué ocurre. Puede que no me lo quiera explicar a mí, pero quizás contigo, al ser una mujer…

Ella le miró arqueando las cejas y comentó irónica:

—¿Quieres que tengamos una charla de chicas? ¿Te acuerdas de que soy Tabitha? ¿Desde cuándo tengo amiguitas y juego con ellas a contarnos las cosas?

Jake la miró, sin dejarse impresionar por la mirada presuntamente incrédula de ella, y replicó:

—Tabitha, no importa que finjas que no te cae bien, o ni siquiera si eso es cierto. Confío en ti y sé que la protegerías de cualquier cosa. Y ahora necesito que averigües que le pasa.

—¿Es una orden? —preguntó ella fingiendo fastidio.

—No, es solo la petición de un amigo —repuso él en tono cariñoso.

—Está bien, lo haré. Pero solo porque me está dando grima que te estés comportando como un quinceañero enamorado y no tengo ganas de continuar esta conversación.

Jake esbozó una mueca divertida y Tabitha comenzó a alejarse. Sin embargo, antes de salir curioseó en tono serio:

—¿Por qué es tan importante para ti? Nunca te he visto interesado en ninguna mujer. De hecho, siempre he tenido la sospecha de que eras gay.

—Así que esa es la leyenda urbana que corre a mis espaldas… —bromeó él.

—Sí, guapito, así es. Pero no has contestado a mi pregunta.

—Si fuera un Sanador, te diría que nuestras almas están conectadas de un modo que no quiero ni puedo explicar. Pero como soy un simple comandante te diré que la amo y que haré lo que sea para mantenerla a salvo.

Tabitha sonrió, pero su tono era amargo cuando indicó:

—Entonces me alegro de que la hayas encontrado, pero eso no cambia que liberar a los que dejamos atrás sea prioritario.

Jake se acercó a ella pausadamente y, tomándola de las manos, le dijo mirándola a los ojos:

—Jamás olvidaré la promesa que te hice, si eso es lo que te preocupa.

—Entonces está bien. Y ahora será mejor que vaya a ver qué le pasa a la rubita —contestó ella, algo tímida, en su línea de huir de las muestras de cariño que podían traer a su mente cosas que hace tiempo había necesitado olvidar.

Él la soltó y, cuando volvió a mirar por la ventana, lo único que pudo ver a través de ella era el recuerdo de Siobhan entre sus brazos y la preocupación por lo que podía sucederle.

La lectora de almas
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