13. Almas unidas

 

Luke se movía nervioso por la habitación, indeciso. Aún estaba sorprendido y alterado por lo que había visto. Jake era su amigo, como un hermano para él, y le había salvado la vida; pero no podía permitir ese comportamiento con una mujer y menos con Siobhan. La ayudó a levantarse y le preguntó:

—¿Estás bien?

—Sí, no te preocupes. La alfombra ha parado el golpe.

—Voy a hablar con él. No sé qué demonios le pasa por la cabeza.

—No —le prohibió firmemente—. No fue su intención, fue un accidente.

—Vi cómo te lanzaba al suelo. Siobhan, me da igual que seas una Sanadora que perdona y todo eso, no toleraré que nadie te trate así, ni siquiera Jake.

Ella le miró apesadumbrada. No le agradaba explicar los secretos de los Sanadores, pero si no quería que aquellos dos se pelearan por su culpa tenía que hacerlo. Le hizo sentarse a su lado y tomó un sorbo de agua antes de decir:

—Toqué su alma. Por eso se alteró e intentó separarse, es normal las primeras veces. En ese estado un humano no controla sus fuerzas, por eso me lanzó al suelo.

—¿Qué tocaste qué? —preguntó Luke sin comprender nada.

—Es un antiguo rito de los Sanadores. Entre nosotros, lo utiliza el maestro para conectar con el alma del discípulo y saber de ese modo si está preparado para ir subiendo estadios de conciencia. Con el resto de humanos, se supone que solo debemos hacerlo en caso de fuerza mayor, por un bien común, y siempre con el consentimiento de la otra persona. Yo me salté ambas normas.

—¿Por qué?

—No lo sé… Cuando estoy con Jake me descontrolo porque nunca sé que siente realmente por mí. Yo… solo quería saber que había dentro de él. Fue instintivo.

—¿Le hiciste daño?

—No físicamente. Pero tengo que hablar con él.

—¿Estás de broma? Ya has visto cómo ha salido de aquí, estaba completamente ido. Será mejor que te esperes a mañana —propuso Luke.

—No puedo esperar a mañana —afirmó Siobhan en tono decidido.

—Entonces, iré contigo.

—No —se apresuró a denegar ella—. No debería haber tocado su corazón y no debería haber visto lo que vi. Pero ahora tengo que hablar con él.

Luke la miró, visiblemente enfadado. Aquellos dos estaban tentando su suerte cada día con aquella especie de relación que no terminaba de entender… y que ni siquiera sabía si quería. Sin embargo, intuía que tenía que dejar que arreglaran solos el problema, así que contestó con sorna:

—Dile a Jake que yo sigo de guardia. Así que tenéis cuatro horas para mataros o para echar un polvo reconciliador…

—Muy gracioso —replicó Siobhan sarcásticamente.

—Siempre a tu servicio. Por cierto, si Jake está de mal humor y te echa de la habitación, puedes hacerme compañía en la guardia…

Ella se rio de la insinuación, pero acto seguido recuperó el semblante serio para subir al dormitorio.

La habitación estaba sumida en la penumbra, únicamente iluminada por la luz que emanaba de la chimenea. Jake estaba en el suelo, con la cabeza baja. Sin levantarla espetó:

—Piérdete, Luke. No tengo ganas de hablar con nadie.

—Luke está siguiendo la guardia. Dice que tenemos cuatro horas para hablar —replicó ella omitiendo el resto de la frase de su amigo.

Él no contestó, pero la miró avergonzado, por lo que ella se disculpó:

—Lamento haberte hecho eso… No debería haberlo hecho sin permiso.

—Soy yo el que lamenta haberte golpeado. No sé qué me pasó.

—Fue la energía. No soy lo suficientemente fuerte para mantener la conexión con alguien que no la desea. Tú solo te rebelaste a mi acción —explicó ella suavemente.

—¿Te hice daño? —le preguntó temeroso.

—No… pero tenemos que hablar.

Hizo una pausa. Se sentía avergonzada por lo que iba a decir, pero no tenía otro remedio.

—Jake, no voy a fingir que no me acuerdo de lo que vi. Las sombras… estaban por todas partes… No puedo continuar a tu lado.

Él la miró como un animal herido y replicó:

—Te recuerdo, Sanadora, que yo también veo lo mismo que tu cuando intentas conectar con mi alma. Y te eché antes de que llegaras, así que no puedes juzgarme.

—Tengo un nombre y preferiría que lo usaras. No me gusta que utilices la palabra “Sanadora” como un insulto, me recuerdas a la policía…

Él sintió que su comentario era como un latigazo. ¿Sería posible que ella intuyera algo? La miró a los ojos, y solo vio preocupación y desconfianza en ellos. Eran unos ojos tan bellos…tan parecidos a los de su maestro… Ojala volvieran a mirarlo como otras veces, cristalinos, dulces.

Advirtió que ella seguía al lado de la puerta, lejos de él, desconfiada, y eso fue como otro latigazo. Se levantó y se acercó a ella, lamentando que ella retrocediera atrás instintivamente.

—No voy a hacerte daño, Siobhan. Nunca lo haría. Esas sombras existen, pero hay algo más.

—¿Algo más? ¿De qué estás hablando?

—No puedo decírtelo.

Ella hizo una mueca de desagrado y él añadió:

—Puede que algún día pueda explicártelo, pero no ahora, no mientras me mires con miedo en los ojos.

—Nunca puedes explicarme nada, no me hablas, no me dices cómo te sientes, solo que soy tu misión y que tu corazón está lleno de sombras. Lo he intentado, Jake, pero no puedo seguir así.

Intentó marcharse, y él, sin pensarlo, la detuvo:

—Espera. Vuelve a conectarte conmigo.

—¿Qué?

—Quiero que veas mi alma. Y si después de eso aún quieres marcharte, le daré las instrucciones a Luke para que te lleve a nuestro destino y no volverás a verme.

Ella repitió extrañada:

—¿Quieres que me conecte a tu alma? ¿Sabes lo que eso significa?

Jake la miró. Lo sabía perfectamente. La única vez que un Sanador había visto su alma trastocó todo su mundo y le dio la oportunidad de tener una vida en la que pudiera ser un hombre que se sintiera orgulloso de sí mismo. Con voz segura contestó:

—Sé que una vez que te conectes, sabrás que se esconde realmente en mí, quién soy.

—¿Y por qué quieres que lo sepa?

Él se acercó a ella y tomándole la mano le confesó:

—Porque no concibo un mundo en el que tú sigas mirándome con miedo y desconfianza, como ahora.

Mientras hablaba intentó llevar su mano hasta el corazón, pero ella se lo impidió. Le miró a los ojos y le dijo:

—Está bien. Pero si vamos a hacerlo, lo haremos bien. Espera aquí.

Sin decir nada más, tomó del armario una sábana blanca y se fue con ella al baño. Cuando apareció de nuevo, Jake se quedó sin aliento. Siobhan, utilizando el antiguo rito de los Sanadores, se había desnudado completamente, y había convertido la sábana en una túnica que recordaba a las antiguas deidades griegas. Lentamente, se acercó a él y, tomándole de la mano, le hizo sentarse encima de la cama; apoyando su cuerpo sobre los pies, enfrente de ella. Después, invocó a la energía universal según el ritual y, con mucho cuidado, colocó su mano sobre el corazón de él. Al principio, la conexión era lenta, por el miedo de Siobhan a las sombras que no tardaron en aparecer ante ella. Sin embargo, esta vez continuó avanzando, adentrándose más y más en su alma, hasta que una luz brillante, cegadora, comenzó a envolverles. Jake podía sentir lo mismo que ella, la fuerza de la energía positiva que aún quedaba en su alma, multiplicada por el efecto que Siobhan provocaba en él. Estuvieron así largo rato, sintiéndose el uno al otro, hasta que Siobhan rompió lentamente la conexión, para luego dejarse caer exhausta en los brazos de Jake. Él la ayudó a tumbarse, dejando su brazo por debajo de su espalda y mientras le acariciaba la mejilla le preguntó muy preocupado:

—¿Te encuentras bien?

—Jamás estuve mejor —repuso ella con la sonrisa más dulce que había visto nunca—. Tu alma, la luz, es tan bella… Lamento todo lo que te dije antes, lo lamento tanto…

Él la miró, sin saber qué decir. Había querido que Siobhan conociera su interior, pero ahora se daba cuenta de que eso les acercaba aún más; hacía no solo que confiara en él, sino que confirmara que era bueno para ella, que viera la buena persona en la que se había convertido. Y, aunque una parte de sí mismo sabía que ella tenía derecho a saber la otra parte de la verdad, lo cierto es que, aún embriagado de la experiencia que habían compartido, únicamente quería estar allí, abrazándola, sintiendo su cuerpo tan cerca del suyo. Ella volvió a sonreírle y, dejándose llevar, alzó la mano y acarició suavemente sus cabellos. Jake se dejó hacer, por primera vez, sin moverse ni un milímetro. Siobhan musitó:

—¿Ya no tienes miedo de estar cerca de mí?

—Solo tengo miedo de hacerte daño.

—Entonces, quédate conmigo. Solo me lo haces cuando te alejas.

Al oírla, Jake no pudo resistirse y la acercó a él, besándola con toda la pasión retenida de los últimos días. Ella le respondió con la misma intensidad, y Jake, al atraerla aún más hacia él, sintió su cuerpo desnudo bajo la sábana en contacto con el suyo, su deseo aumentado peligrosamente. Entonces, al darse cuenta de lo que estaba pensando, se detuvo diciendo:

—No podemos hacer esto.

Ella, algo tímida, comentó:

—No puedes dejarme embarazada, si eso es lo que te preocupa. No sin el ritual…

—Lo sé… ya te dije que sabía todo sobre los Sanadores…

—Entonces, ¿Qué sucede?

Jake la miró, había dolor en sus ojos cuando contestó:

—Nunca has estado con nadie, no deberías estar conmigo.

—¿Es eso lo que te preocupa? —le preguntó ella dulcemente, mientras le acariciaba la mejilla con el reverso de la mano.

Él asintió tristemente y ella se explicó:

—Es contigo con quién quiero estar, con quién es correcto que esté.

—¿Por qué? —le preguntó él sin comprender.

—Porque es de ti de quién estoy enamorada.

Al oírlo, Jake sintió que las escasas murallas que aún quedaban de su coraza se desvanecían. Siobhan, su sueño tanto tiempo, lo amaba. Olvidándose de todo aquello que no fuera los ojos de ella mirándolo, volvió a besarla y, esta vez no se detuvo, sino que sus manos recorrieron su espalda semidesnuda en la anhelada caricia. Ella también comenzó a acariciarle, provocando en él un estremecimiento con cada contacto de su piel. Siobhan actuaba con timidez, y a la vez se dejaba llevar por él, por la pasión que en ella despertaba. Lentamente, Jake se desvistió y se coló bajo la sábana que le había servido de túnica a Siobhan, y que ahora era testigo de cómo sus cuerpos se unían completamente, igual que sus almas lo habían hecho hacía unos minutos. Jake acercó sus labios a los de ella, dejando que sus lenguas se entremezclaran, fusionando sus alientos. Sentía la sangre arder, más al ver que Siobhan empezaba a gemir de placer por sus caricias. Sus labios se deslizaron con suavidad por su cuello, mientras no dejaba de acariciarla. Cada roce con su piel le volvía loco, y a la vez le parecía un regalo con el que ni siquiera se había atrevido a soñar. Siobhan parecía contagiada por él, porque comenzó a acariciarle también con manos inexpertas pero anhelantes. Jake se fue tumbando más sobre ella mientras volvía a besarla, esta vez más intensamente. Su cuerpo estaba completamente pegado al suyo, pero aun así demandaba más. Sus manos se deslizaron apremiantes por su cuerpo, desde la espalda hasta la parte interna de los muslos, consiguiendo que Siobhan se estremeciera de placer. Jake iba despacio, ansiando disfrutar intensamente de cada caricia e ir excitando a Siobhan para que estuviera preparada para él. Cuando sintió que así era, se adentró en ella con suavidad. Siobhan esbozó un pequeño gemido de dolor por la pérdida de su virginidad, pero pronto volvió a suspirar de pasión ante el movimiento lento y placentero de Jake adentrándose más y más en su cuerpo. Sintiéndose llevar por aquella unión arqueó sus caderas para permitir que él se adentrara completamente en ella, sabiendo que lo único que quería hacer el resto de la noche era seguir alcanzando la cúspide del placer mientras sentía la mirada enamorada de Jake clavada en la suya.

Y, por unas horas, entrelazados en cuerpo y corazón, ambos supieron lo que era la felicidad absoluta por primera vez en su vida.

La lectora de almas
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