16. Almas decisorias
Siobhan corrió por todo el castillo, ajena a las miradas interrogativas de los soldados con los que se cruzó. Las lágrimas no dejaban de brotar de sus ojos, de tal modo que apenas si pudo observar si las estancias del maestro Liu y de Soon estaban iluminadas hasta que entró allí en un torbellino. El maestro no estaba, pero el joven Sanador, que la miró con paciencia mientras ella gritaba:
—¿Dónde está el maestro Liu?
—Está meditando —respondió Soon con calma.
—Pues necesito hablar urgentemente con él.
Soon la miró, observando su rostro desencajado. Con la voz pausada que le caracterizaba le preguntó:
—¿Hay fuego en el castillo?
—No —respondió Siobhan sin comprender la pregunta.
—¿Nos están atacando?
—Por supuesto que no.
—¿Hay alguien enfermo?
—No que yo sepa.
—¿Alguien está en peligro de muerte?
—No. ¿A qué vienen todas estas preguntas? —preguntó ella a su vez nerviosa.
—Bien, por tus respuestas deduzco que no es una urgencia vital y no hay motivo para interrumpir la meditación del maestro. Tomemos una infusión, te sentará bien. Y después podemos meditar juntos hasta que el maestro termine.
Siobhan lo miró desesperada, pero algo en su interior le hizo ver que tenía razón. Se secó las lágrimas con la manga del vestido y musitó tristemente:
—Lamento haber entrado aquí de ese modo.
—No necesitas disculparte conmigo. Tus tristezas son las mías y mi paz será la tuya. Siéntate a mi lado.
Siobhan hizo lo que le pedía y él la tomó de las manos, creando un círculo de energía entre ambos. Siobhan comenzó a notar la paz sanadora de Soon aquietar su corazón, hasta que sus latidos volvieron a la normalidad y sus manos dejaron de temblar. Cuando lo consiguió, Soon la soltó muy lentamente y le preparó una infusión, sin hacer preguntas ni esperar respuestas. Siobhan observó la escena, entendiendo una vez más por qué a Tabitha le resultaba tan fácil bajar la guardia ante él. Era pausado, relajado, no juzgaba, solo observaba y, de algún modo, conseguía equilibrar con su aura y su energía a todos los que le rodeaban. Era, en definitiva, el Sanador que ella quería ser, el que no se habría enamorado de un policía, de un asesino. Las lágrimas volvieron a asomar a sus ojos, y Soon le dijo suavemente mientras le tendía la taza:
—Bebe, te sentirás mejor.
Ella asintió, pero después de los primeros sorbos confesó:
—Sé que esta infusión me tranquiliza, que tu energía lo hace, pero no sé si podré estar mejor alguna vez. Yo… no sé encontrar mi paz interior.
Soon tomó un sorbo de su infusión y después le explicó:
—Tus miedos bloquean tu energía sanadora. Lo hiciste mucho tiempo para que no te detectara la policía, y hay algo en ti que te hace seguir la misma pauta. Pero esa paz está en tu corazón, yo la he visto y únicamente tienes que encontrar el camino a ella.
—Yo no soy como tú, Soon —replicó Siobhan.
—No tienes por qué serlo. Cada uno es valioso a su manera. Si dejas de tener miedo, si comienzas a ver en ti misma lo que el maestro Liu y yo hemos visto, encontrarás la verdad.
Siobhan sintió como las palabras atravesaban su corazón, pero replicó:
—Tú no tienes idea de lo que he hecho.
—Tu amor por el comandante no te convierte en peor Sanadora.
Siobhan se giró asustada al oír al Maestro Liu, que les observaba desde la puerta.
—¿Cómo lo ha sabido?
—El amor se detecta con mucha facilidad, sobre todo cuando es tan fuerte como el que vosotros sentís.
Siobhan bajó los ojos avergonzada y él continuó diciendo:
—Thomas ha venido a verme, buscaba mi aprobación para lo que ha hecho. Pero lo cierto es que no tenía ningún derecho a explicarte algo que escuchó a escondidas en una conversación privada entre el comandante y yo, durante una sanación. Lamento no haber sido más cuidadoso, lo que se habla en esos momentos es sagrado. Y, por ello, Thomas me ha prometido que no repetirá lo que escuchó delante de nadie.
Siobhan lo miró incrédula y preguntó:
—¿Eso también lo sabía? ¿Por qué no me lo explicó?
El maestro Liu tomó asiento a su lado y miró a Soon, que asintió con la cabeza. Después contestó:
—Porque cuando llegasteis al castillo percibí que vuestro amor era inmenso y creí que era mejor que Jake te contara la verdad cuando estuviera preparado para ello.
—No importa quién me lo dijera, eso no cambia lo que pasó —insistió Siobhan.
—El pasado nos persigue hasta que lo liberamos. El comandante ha sufrido mucho por lo que hizo, y sigue haciéndolo, pero estoy seguro de que tu maestro le perdonó y le eligió para salvarte; además de todo lo que ha hecho por el resto de nosotros —intercedió Soon.
—No puedo amar a un expolicía del Régimen, no puedo olvidar lo que hizo.
Siobhan tembló al decir esas palabras, por lo que el maestro Liu le tomó de las manos mientras le decía:
—No interferiré si decides alejarle de ti, igual que no lo hice cuando descubrí que os amabais. Con el tiempo, encontrarás tu propia respuesta y, si es la que dicta tu alma, será la correcta. Pero hoy hay en juego algo más que una pareja. De lo que decidamos mañana, dependerá el destino de todos.
—Sigo sin saber qué camino elegir, ahora menos todavía —repuso Siobhan.
—Soon tiene razón en lo que te ha dicho. Sabrás encontrar la paz que necesitas para hallar la respuesta.
—Ayúdeme —suplicó ella.
—Solo te confundiría más. Siobhan, tener un pie en cada bando es lo que te hace especial. Tú sabes cuál de los dos es el correcto, los demás únicamente tomamos partido por lo que estamos acostumbrados.
—¿Voy a quedarme sola?
La voz de Siobhan se oía lastimera, pero Soon la tomó de la mano y la tranquilizó diciendo:
—Me quedaré contigo, meditando. No puedo decirte nada que te confunda, pero estaré a tu lado toda la noche si es necesario.
El maestro Liu sonrió paternalmente y comentó:
—Excelente idea. Que los maestros que siempre nos acompañan os bendigan y protejan. La noche será larga.
Los dos jóvenes Sanadores asintieron y el maestro los dejó solos. Siobhan musitó:
—Gracias por quedarte conmigo.
—Es un honor.
—Ya, pero, por si no te has dado cuenta, no tengo ni idea de cómo concentrarme —confesó Siobhan.
Soon sonrió y le dijo:
—Comenzaremos con un intercambio de energía. Y, después, dejaremos que nuestras almas decidan.
Siobhan esbozó por primera vez una sonrisa y asintió con la cabeza, mientras tendía las manos hacia Soon. Quizás su corazón le rogara que siguiera pensando lo que había sucedido, pero el maestro Liu tenía razón. La votación del día siguiente determinaría su futuro y, si esperaban que ella diera una respuesta, tenía que encontrarla más allá de sus sentimientos hacia Jake. Este pensamiento la hizo estremecer, y Soon propuso:
—Deja de forzarte, simplemente siente la energía, fluye con ella. Tu ansiedad la bloquea.
—Es más fácil cuando tú me guías —confesó Siobhan.
—Entonces, así lo haré. Cierra los ojos y concéntrate únicamente en este momento.
Ella hizo lo que le decía y, guiada por la paz que emanaban las palabras del Sanador, comenzó a contactar con su alma.