Capítulo 20
Todos los mafiosos van a Hollywood
Una catarata de preguntas me surge sobre este tema. ¿Por qué Hollywood hizo, hace y hará tantas películas sobre la mafia? ¿Por qué la mafia es un tema obligado? ¿Será acaso porque domina el mundo? ¿Por qué el dinero es tan poderoso dentro de la política? ¿Por qué destruye la moral y compra conciencias? ¿Por qué alquila asesinos? ¿Por qué es capaz de conseguirnos al mejor asesino para que cometa el mejor de los crímenes? ¿Por qué era tan linda Ann Dvorak en la Scarface original? ¿Por qué era tan linda Michelle Pfeiffer en la Scarface de De Palma? ¿Por qué era tan linda Jodie Foster en Bugsy Malone?
Con cuatro películas podré contestar estos interrogantes: la versión de Scarface de 1932, dirigida por Howard Hawks y protagonizada por Paul Muni y Ann Dvorak; y la de 1983, de Brian De Palma, con Al Pacino y Michelle Pfeiffer. Luego tomaré Bugsy (1991), de Barry Levinson, con Warren Beatty. Y por último Bugsy Malone (1976), de Alan Parker, una película sobre la mafia hecha por niños.
En 1932, Howard Hawks estaba desprovisto de background. No había nada detrás de él para hacer una película sobre mafiosos. De modo que la inventiva y la originalidad del film son realmente notables. El guión es de Ben Hecht, uno de los más grandes guionistas de Hollywood, que escribió un libro con un título demoledor: Odio a los actores. La remake de Brian De Palma está dedicada, justamente, a Howard Hawks y Ben Hecht.
La mafia nace en Sicilia, tiene patente italiana, como lo muestran muy bien estas dos películas y la saga de El Padrino de Coppola, que no analizaré acá porque es conocida por demás. Decía, entonces, que la mafia es una estructura de núcleo familiar que se va extendiendo a partir del negocio de la protección: yo te protejo de que los demás no te hagan nada, vos me pagás para que yo te proteja, y si no me pagás, el que te mata soy yo. Así funcionó en su origen. Luego, se introdujo en los estamentos del Estado y en la política. Cuando la política se transforma en una actividad mafiosa se convierte en lo que denominé «corleonismo», por Vito Corleone, el personaje de Marlon Brando. En el final del capítulo me extenderé sobre este concepto.
«Va a ser muy difícil que nos superen, porque nosotros hicimos todos los crímenes en esta película», aseguró Hawks, con bastante de ingenuidad. Jamás hubiera imaginado que a De Palma se le iba a ocurrir matar a un tipo con una sierra eléctrica. Pero hay escenas simétricas en ambos Scarface. Tanto Paul Muni como Al Pacino sobreactúan en su papel de Tony (Camonte / Montana), como en la escena del primer crimen, cometido entre sombras.
En la segunda escena simétrica, Paul Muni descubre a Poppy (Karen Morley), la novia del capo mafia que lo contrata a él. Y, en paralelo, Al Pacino a la novia de Frank López (Robert Loggia), una Michelle Pfeiffer de 22 años. Hagan la prueba de comparar a la Michelle Pfeiffer de 22 años con, por ejemplo, la Scarlett Johansson de 22 años, y verán la decadencia del cine. ¡Bah! Es algo subjetivo… Michelle Pfeiffer baja por un ascensor, la cámara hace zoom in, sobre la cara de Al Pacino, que la mira, y ella aparece caminando con un vestido muy leve, casi sin senos, y tiene un costado del vestido abierto. Elvira está de muy mal humor, de un mal humor tremendo.
Las escenas se van desarrollando en un clima de enorme violencia, una característica de la mafia, que siempre arregla sus negocios bajo amenaza de muerte. Scarface significa «cara cortada», y tanto Paul Muni como Al Pacino lucen el rostro surcado por una cicatriz. Como la de Paul Muni, la interpretación de Al Pacino es exagerada, desmesurada, como lo es toda película que cultiva una estética de lo desmedido: la muerte de un tipo con una sierra eléctrica, la cocaína, las matanzas. En una de sus escenas más formidables, Pacino está drogado en un restaurante elegante y Pfeiffer se harta de él y lo deja. Él se queda solo en su mesa, y le dice algo genial al resto de los acompañantes. «¡Mírenme! Yo soy un mal tipo, ¿y qué hay? Porque yo soy un mal tipo ustedes pueden ser buenos. Pueden jugar a ser buenos. Y a decir “ese es el malo”. Por eso yo les sirvo a ustedes. Ustedes necesitan del mafioso para decir “el mafioso es él”. Pero los mafiosos también son ustedes».
Sin mucho análisis, podríamos afirmar que la mafia es una organización a nivel mundial. Es la que maneja el negocio del narcotráfico, cuyo principal consumidor es Estados Unidos, que pretende ser su principal perseguidor. Sin droga, quizá no existiría la mafia. Cuando en los años 30 se derogó la ley que prohibía el alcohol desaparecieron los gángsters que comerciaban las bebidas en forma clandestina. ¿Qué tal si se empezara a vender cocaína en las farmacias con doble receta? ¿No se aniquilaría así al narcotráfico como lo aniquiló la legalización del alcohol?
La Scarface de Howard Hawks es atrevida, osada, en especial en la relación incestuosa entre Tony Camonte y su hermana, una bellísima Ann Dvorak, que se consuma en el final de la película. Ambos se enfrentan a la policía y a la vez se aman. La muchacha siente placer de enfrentar a la policía en compañía de su hermano, en entregarle las armas, en disparar juntos. «Ves que no tengo miedo». Hasta que la matan. Antes, Tony la había encontrado con su mejor amigo, Gino Rinaldo, interpretado por George Raft, aquel que se divertía en tirar al aire una moneda y luego atraparla. Lo divertido es que cuando Tony le encaja un balazo a George Raft, él todavía tiene tiempo para arrojar la monedita, pero esa vez no la atrapa. «¡Gino, háblame! ¡Háblame! ¡Gino, di algo! Tony, ¡él es mi Gino! Lo amo. ¡Nos casamos ayer, Tony! ¡Nos casamos! Íbamos a darte la sorpresa. ¿Verdad, Gino?».
En el Scarface de De Palma, Tony Montana, el personaje de Pacino, también va a buscar a su hermana, con quien tiene un metejón impresionante. Es explicable, porque se trata de una veinteañera Mary Elizabeth Mastrantonio. Ella aparece medio en bolas. Está contenta con lo que le va a decir a su hermano: acaba de casarse con Steven Bauer, un actor del que no se supo nada más. Pacino intuye que ellos habían estado manteniendo relaciones sexuales y le dispara a su cuñado. La escena es inverosímil.
Y el final de Tony Montana es de ópera. De Palma hizo una ópera. Acá, Tony Montana no muere con su hermana, como Paul Muni muere con Ann Dvorak, disparando sobre la policía. Pacino dijo: «Yo no voy a morir con nadie, carajo. Yo voy a morir solo porque soy Al Pacino y esa chica, Mastrantonio, recién apareció por el set hace quince días y no va a morir al lado mío. ¿Está claro?». Y a De Palma no le quedó más remedio: «Sí, señor Pacino. Nosotros acá hacemos lo que usted dice». Entonces a Mary Elizabeth le dieron una buena escena anterior, pero el que muere en un apocalipsis demencial es Tony Montana-Al Pacino. Muere en medio de la cocaína, disparando un misil. De Palma presenta a un personaje oscuro, que va con una escopeta de dos caños, al que sabemos lo van a matar. La muerte es de ópera y se enlaza con el origen italiano de la mafia. Aunque aquí el mafioso no es italiano, sino cubano. Es una maldad que Fidel Castro le hizo a los norteamericanos. En el comienzo de la película se aclara que Estados Unidos arregló con Cuba para recibir en Miami un contingente de disidentes que estaban presos. Y Castro, que como todos sabemos es muy, muy malo, le mandó los disidentes, pero a la vez les mandó 3500 mafiosos, asesinos, drogadictos, gente de la peor calaña, que llegó y se instaló en Miami. Entre ellos, Tony Montana, que se dedicó a las peores cosas. Son infinitas las maldades que hace Tony Montana a lo largo de la película. Es un personaje detestable. Quizás en toda la película no haya una sola cosa que nos acerque a Tony Montana. Es un tipo que ejerce la maldad, que nació para la maldad y que no tiene ningún respeto por la vida. Pero su propio negocio lo arruina, porque en el negocio de la droga hay una ley de hierro: o se vende o se consume. Si usted comercia con droga, no la consuma, porque si la consume, al final no la va a poder comerciar. El error de Tony Montana fue hacer las dos cosas. Y su final es el de un loco. Nada más que De Palma nos convence de que es el final de un gran loco. De Palma logra llevar a un pequeño personaje, que cruzó a Miami como un miserable, a un final operístico, desaforado y, sin duda alguna, grandioso.
Creo que la Scarface de De Palma es una gran película, pese a que el crítico Leonard Maltin la califica con solo un punto y medio sobre cuatro. Yo le pondría los cuatro, porque De Palma logra escenas manejando la cámara con maestría. Por estas tierras hay muchos imitadores de De Palma. No sé si les va a salir bien. Les deseo la mejor suerte, pero él es un mago de la cámara. Hace milagros.
En Bugsy, Warren Beatty interpreta a un mafioso que, a la vez, es un dandy, un hombre con grandes sueños y ambiciones: es el fundador de Las Vegas. Para sintetizar, Las Vegas es el sueño realizado de Bugsy Siegel. Hay una escena en que vemos a este mafioso en todo su esplendor. Otro mafioso insulta a Virginia Hill (Annette Bening). «Creo que nos debes una disculpa», dice Bubsy sonriente, en una actitud que no se parece a la de un hombre del hampa. Y el otro le contesta con una barbaridad: «Chupa tu disculpa de mi pija». Y el desenlace es violento: «¡Joey! ¡Qué cosas dices! Sácala. Sácala. ¿Te da vergüenza? Sácala. ¿Quieres que primero saque la mía? Aquí está. Echa un ojo a esto». Y cuando el otro se agacha para mirar el miembro de Bugsy, éste le encaja un rodillazo y se desencadena una golpiza tremenda mientras el resto de la gente baila. «¿Puedes oírme Joey? Tienes suerte de que no bebí mucho hoy. Acepto tus disculpas». Mientras Bugsy le pega, ve su rostro reflejado en un vidrio y nota que está despeinado. Como es un dandy, se peina y después le sigue pegando. No hay una interrupción entre estas dos acciones. El mismo tipo que se peina elegantemente frente al espejo es el que tortura sin piedad a ese pobre ser que tiene a sus pies. Esto es lo que revela la personalidad de Bugsy Siegel.
Warren Beatty es un muchacho que atrae mucho. Es lo único que diré de este actor. Una vez le preguntaron a la actriz Sonia Braga si se había acostado con él: «Ir a Hollywood y no acostarse con Warren Beatty es como ir a Egipto y no ver las pirámides».
Bugsy-Beatty mantiene una relación pasional con Virginia-Bening. Su amor queda graficado en una escena: van en auto por el desierto, ella se enoja, le dice que lo odia. Él baja del auto y la ve partir. «¿No es maravillosa?», son las palabras del galán. Su admiración hacia ella no tiene límites. Pero él es un personaje detestable, que termina acribillado a balazos como el mafioso que es. La película muestra la utopía de una ciudad del juego, una ciudad manejada por la mafia.
Bugsy Malone es una película curiosa, atípica, dirigida por Alan Parker, cuya única protagonista, que ha sobresalido a lo largo del tiempo, es una jovencita Jodie Foster de 14 años. La historia transcurre en un night club, y entre las chicas que bailan está Talullah, una púber Jodie Foster que canta la canción «My name is Talullah». Ella es una prostituta, un papel que Foster también interpretó ese mismo año en Taxi Driver. La prostituta de Taxi Driver es desgarradora, terriblemente triste, mientras que la de Bugsy Malone está envuelta en la melodía agradable de su canción, realizada por Paul Williams.
¿Por qué me ocupé de la mafia a partir de estas cuatro películas? Porque la mafia es una realidad de hoy. Porque la mafia ha ido avanzando. Para ejemplificar, contaré una anécdota que ha circulado entre políticos y gremialistas. El protagonista es un líder sindical ya fallecido. Las malas lenguas dicen que se trataba de Lorenzo Miguel. Un muchacho joven, lleno de ideales, va a verlo y le expresa sus convicciones acerca de cómo debe ser el sindicalismo. Y le habla, le habla y le habla durante una hora y media. Lorenzo Miguel lo escucha, y al final lo interrumpe: «Pará, pibe. ¿Vo’ qué querés pa’ vo’?». ¡Esto es la mafia! Si alguien llega hasta ella, es porque busca dinero. Si vos venís acá, no buscás ideales. Nosotros no trabajamos por ideales. Nuestro ideal es ser cada vez más ricos. Tener cada vez más dinero, para ser cada vez más poderosos. Ser cada vez más poderosos para imponer lo que queremos. ¿Y qué es lo que queremos? Manejar el Estado. Y en los últimos tiempos la mafia ha logrado apoderarse de las estructuras del Estado, hasta tal punto que habría que preguntarse si algunos Estados no son, abierta y directamente, una estructura mafiosa que incorpora como socios a todos aquellos que tienen muchísimo dinero para hacer negocios. El botín tan anhelado es participar del Estado, que debería servir a los ciudadanos pero que se ha transformado en una herramienta de ambición, de riqueza y de poder.
La mafia ya no se conforma con la protección clásica que le daba a un tipo. «Yo lo voy a proteger de quien quiera, pero si no me paga tanto por mes no lo voy a proteger de mí». Ese era el viejo esquema de la mafia. El funcionamiento actual de la política es como el de la mafia, porque la política se hace con dinero. Así como la mafia utiliza el dinero como herramienta de poder, la política se hace con dinero y se transforma en «corleonismo», hacer política de espaldas al pueblo, con una estructura mafiosa que funciona con un solo objetivo: ganar dinero. Es una carrera para ganar dinero y llegar a posiciones de poder desde las cuales cada vez se pueda ganar más dinero y al ganar más dinero tener más poder. Con este esquema, la mafia se fue introduciendo en el Estado. En todas las películas protagonizadas por gángsters, quienes denuncian sus actividades son asesinados. El mensaje es «no seas idealista, no te metás en problemas, seguí las leyes establecidas». Las leyes que señalan que el Estado es una organización hecha para tener poder, poder real. El Estado es una institución que abarca toda la sociedad. Es decir, tiene brazos enormes que se dispersan, se diseminan, como dirían los post-estructuralistas, por toda la sociedad. La mafia puede llegar hasta una biblioteca de barrio. Puede haber una mafia para acceder a ese poder, después a otra posición de poder, y a otra, y cada vez más alto. Por eso, el cartel que ilumina la utopía de Tony Camonte y de Tony Montana es «the world is yours», «el mundo es tuyo». Si ascendés, el mundo te pertenecerá.
Como es de suponer, la mafia no tiene límites morales. Si alguien se le opone, será liquidado. No tiene moral, sino intereses. En realidad, esta línea de pensamiento es propia del capitalismo. Ya Adam Smith dijo en el siglo XVIII que el egoísmo es fundamental para el capitalismo. La mafia es, entonces, un engranaje de la codicia. No te pongas enfrente del engranaje de la codicia de la mafia porque te matará. Y si lo fundamental del capitalismo es el egoísmo, por supuesto que el amor se ahogó en la sopa, como decía Discépolo.