Tradicionalmente, los historiadores de la Roma antigua han utilizado y utilizan diversas definiciones para caracterizar el siglo de gobierno, bastante homogéneo, que comenzó con Nerva y Trajano (96-98 d.C.) y que E. Gibbon caracterizó en 1776 como «la mejor centuria de la historia del mundo». Dichas definiciones son principalmente las de «los Antoninos», «los Buenos Emperadores», «los Emperadores Adoptivos» y «el Apogeo del Imperio», o combinaciones de ellas.
Se ha publicado en la revista Gerión de la Universidad Complutense de Madrid (n.° 21/1, 2003) una reflexión sobre el problema historiográfico que en realidad subyace bajo tantas definiciones y tanta diversidad, seguida de una detallada revisión de los problemas que presenta cada una de ellas. El estudio, muy crítico con los orígenes de estas caracterizaciones convencionales, se debe a Alicia M.a Canto, siendo su título La dinastía Ulpio-Aelia (96-192 d.C.): ni tan «Buenos», ni tan «Adoptivos», ni tan «Antoninos».
En este trabajo se sistematizan una larga serie de objeciones (algunas apuntadas ya en anteriores trabajos suyos desde 1991), sobre todo a las tres primeras de las definiciones clásicas, de las cuales la autora considera sin duda la más injusta históricamente la de los «Emperadores Antoninos» o «época, dinastía antoniana», que es también la más extendida y utilizada desde hace siglos en manuales, monografías y artículos de todo tipo, y que la autora estima especialmente inadecuada para aplicarla a los propios Trajano o Adriano, como con tanta frecuencia se hace; pero también a los demás llamados «Antoninos», que deberían más bien ser llamados «Ulpio-Aelios». La conformidad con sus principales conclusiones y el interés por la reflexión que a raíz de ellas se nos propone sobre este problema justifican el interés de insertar aquí un resumen de dicha investigación inédita y sus premisas.
A diferencia de los Julio-Claudios, Flavios o Severos, los historiadores de Roma no se ponen de acuerdo en cómo agrupar y denominar a los emperadores del siglo II d.C. Las definiciones más utilizadas por las diversas escuelas desde el siglo XVIIIson «los Antoninos», «los Buenos Emperadores» («the Good Emperors» o «the Five Good Emperors», según se presenta en el mundo anglosajón) y «los Emperadores Adoptivos» («die Adoptivkaiser», la preferida por autores alemanes).
Según Canto, la propia discrepancia en la forma de llamarlos y de agruparlos (en lo que tampoco existe consenso), lo que no se produce con otras dinastías o épocas de la historia de Roma, ya delata el grave problema historiográfico de fondo que subyace tras ellas, pues es obvio que ninguna ha conseguido convencer plenamente a la totalidad de los estudiosos. A pesar de su amplísimo uso y longevidad, todas las definiciones son más o menos insatisfactorias a la hora de incluir, excluir y reagrupar a los emperadores, y se ven contradichas por los hechos y por al menos medio centenar de fuentes antiguas (reunidas en el trabajo), lo que sugiere su inexactitud. Los principales métodos y sus problemas serían éstos: