La Itálica de Adriano
La patria de Trajano y Adriano sufrió importantes transformaciones urbanísticas durante los gobiernos de estos dos emperadores. La reorganización urbanística comenzó con Trajano, continuó con Adriano y prosiguió con los emperadores posteriores. Itálica se convirtió en colonia en tiempos de Adriano. Se ha calculado el número de habitantes entre ocho mil y diez mil personas. Poseía edificios para celebrar los tres espectáculos introducidos por Roma en Occidente: teatro, anfiteatro y circo. Su plano era hipodámico. La ciudad estaba cruzada por tres largas calles pavimentadas y con galerías con arcadas, a imitación de las ciudades helenísticas de Oriente.
A. García y Bellido ha supuesto que la ciudad fue creada totalmente nueva debido a la liberalidad de Adriano. Hasta César, la ciudad era indígena. En su origen, Itálica tuvo planta campamental. Era también un puesto militar avanzado. Los soldados que se quedaron en Itálica serían, muy probablemente, ciudadanos romanos. Durante la guerra civil entre César y Pompeyo, que en gran parte tuvo por escenario Hispania, a los italicenses se les llamaba municipales. Este término, usado al referirse a sucesos del año 48 a.C., no implica necesariamente que Itálica fuera un municipio. En el año 45 a.C., un italicense de nombre Q. Pompeyo Niger era caballero romano. En las monedas acuñadas en la ciudad en el año 23 a.C. se lee la leyenda de municipium italic(ense), leyenda que se repite en otras con Livia sentada, lo que indica que la ciudad se sentía plenamente romana, y acuñó las monedas con el nombre de Roma y con las imágenes de la loba, del Genio del Pueblo Romano y del ejército. Itálica debió de tributar pronto culto a Roma como diosa, caso raro en Occidente, como lo prueba la cabeza de la diosa Roma aparecida en la ciudad. Pidió y obtuvo de Adriano el título de colonia, con el que figura en cuatro inscripciones. En dos de ellas la leyenda es: Colonia Aelia Aug(usta) Itálica, en Vienne, en la Galia Narbonense y C(oloniae) A(eliae) Aug(ustae) Ital(icensium), en Itálica. Aulo Gellio en sus Noctes Atticae recoge el discurso de Adriano ante el Senado. El emperador se admiró de que los italicenses y los otros municipios antiguos, entre los que citó concretamente a Utica, solicitaran ser convertidos en colonias en vez de continuar rigiéndose por sus costumbres y leyes, lo que indica que la importancia de las colonias había decaído en el siglo I. La concesión del título de colonia a Itálica por Adriano trajo ciertas ventajas materiales, como la reparación de las calzadas, la traída de agua, nuevas distribuciones de tierras, etc. En una inscripción de Adriano, figura Itálica adscrita a la tribu Sergia, muy rara en Hispania. En las inscripciones figuran italicenses con los nombres de los que les concedieron la ciudadanía romana. Se citan varios Cornelios, en recuerdo de P. Cornelio Escipión; varios Ulpios, en memoria de Trajano, y varios Aelios, en recuerdo de Adriano.
A. García y Bellido, al estudiar el urbanismo de Itálica, insiste en que es una de la ciudades mejor urbanizadas de todo el mundo romano, incluso del Oriente helenístico. Itálica era una ciudad relativamente grande, más grande que la mayoría de las ciudades del Imperio. El anfiteatro es uno de los más grandes del Imperio, sólo superado por el Coliseo de Roma y por el anfiteatro de Capua. Contaba con un gran teatro y con dos grandes termas.
En Hispania sólo superan en extensión a Itálica, Córdoba, capital de la Bética, que tenía una extensión de 70 o 75 hectáreas; Augusta Emérita, capital de Lusitania, que tenía unas 50 hectáreas, y Tarraco, capital de Ia provincia Tarraconense, con 36 hectáreas.
Las calles de Itálica eran muy anchas, cruzadas en ángulo recto, que daban lugar a amplias mansiones, con patios y jardines. Todas estaban porticadas con amplias aceras para el paseo de los peatones. Una descripción semejante sólo se documenta en el Oriente helenístico, Alejandría, Antioquía, Apamea, Damasco, Palmira, Gerasa, Laodicea y otras.
La calle principal de Itálica, que conducía al anfiteatro, tenía una anchura de 16 metros. La calzada central dedicada al paso de caballerías y a los carruajes medía 8 metros de anchura; 8 metros medían las aceras para los peatones, 4 metros cada acera. Las medidas de las calles secundarias eran menores: 14 metros de ancho, 8 metros las aceras y 6 metros la calzada central, medidas desacostumbradas en las ciudades romanas. Se han comparado las dimensiones de Itálica con otras del Imperio, deduciendo que las dimensiones del urbanismo de Itálica eran excepcionales. Adriano planeó una ciudad de gran envergadura, una de las mejores de su época y de las más elegantes, donde quedó bien reflejado su gusto exquisito y fino en el trazado de las calles, en la arquitectura de las mansiones, en las esculturas, dignas del más depurado gusto helenístico, y en los edificios públicos.
Las calles más anchas de Pompeya medían 10 metros de ancho y las secundarias, entre 5 y 8 metros. La anchura en otras era muy inferior, llegando a los 5 metros e incluso a los B metros. Las más anchas no llegaban a los 15 metros. Las calles de Ostia, puerto de Roma, eran semejantes a las de Pompeya en amplitud. Las dos calles más importantes de la ciudad, el decumano máximo y el cardo máximo, medían entre 10 y 15 metros de anchura. La anchura de las calles de Herculano no alcanzaron los 10 metros, al igual que las de Tamuggadi, en el norte de África, siendo su anchura corriente los 5 metros. El decumano máximo, en la parte más ancha de Volubilis, medía 20, 40 metros, 5 en la parte más ancha y 6 en la más estrecha. Lo frecuente en esta ciudad de Mauritania Tingitana eran calles entre 4 y 6 metros de anchura; algunas llegaban a 19, 50 metros, otras descendían hasta 2, 25 metros. En Roma, lo corriente era que las calles midieran entre 7 y 6 metros, y las más anchas, 8 metros o algo más. Las ciudades del Oriente helenístico tenían, por lo general, calles menos amplias que las de Roma. Frecuentemente, la anchura era de 8 metros en las calles principales, y 4 en las secundarias. En Magnesia de Meandro, las calles más anchas llegaban a los 8, 20 metros, y las restantes a 5 metros o poco menos. En Mileto, las medidas eran de 7, 50 metros y de 4, 80 metros. En Doura-Europos, entre 12, 60 y 7 metros las más anchas, y 6, 30 metros, las estrechas. La gran avenida de Alejandría de Egipto contaba con una calle de 19, 85 metros, y otras varias sólo 5 metros. Las dimensiones en anchura de las restantes eran de 6, 50 o 7 metros. Apamea de Siria contaba con una gran avenida de 23 metros y con aceras de 7 metros. Las restantes calles no alcanzaban los 6 metros de anchura. En Damasco, la anchura de la calle principal era de 25, 50 metros, de los que 12 metros eran de calzada. Mantinea, en Grecia, tenía calles de sólo 4, 50 metros. La anchura de las calles de Olinto, en la península Calcídica, oscilaba entre 15 y 17 metros o incluso 5 metros en otras. En Selinunte, en Sicilia, las calles en algún caso llegaban hasta los 10 metros de anchura. Lo corriente eran 5, 50 metros. Las calles en Itálica eran de unas dimensiones excepcionales dentro del Imperio.
Las dimensiones de las ínsulas o mansiones eran altas: 102 X 48 metros; 102 x 45 metros y 102 X 40 metros. Las proporciones eran parecidas a las de las ciudades romanas helenísticas de Oriente. Las mansiones de Antioquía del Orontes, en Siria, medían 112 x 58 metros. Las de Apamea, 105 metros; las de Beroea, 124 x 48 metros; las de Laodicea, 112 x 58 metros; las de Doura Europos, 70, 40 x 35, 40 metros, y las de Damasco, 100 x 45 metros.
Los urbanistas que planearon la nueva Itálica procedían, muy probablemente, de Oriente, al igual que algunos escultores. Conocían muy bien los gustos de Adriano, emperador profundamente helenizado en sus preferencias. Posiblemente, intervino directamente en el urbanismo de su patria. La Itálica de Adriano tiene una concepción monumental en el trazado de las calles, de las mansiones y de los edificios públicos. Fue la ciudad de todo el Occidente que proporcionaba un impacto más fuerte al visitante. La red de cloacas con galerías abovedadas que ha llegado hasta el presente, era excelente. Por ellas podía caminar un hombre de pie. Eran tan perfectas como las de Astúrica Augusta. Adriano debió de contribuir con dinero propio a la creación de una Itálica rehecha desde sus fundamentos. La concesión del título de colonia encaja perfectamente en esta remodelación de la ciudad. La creación de una nueva Itálica respondió a la política urbanística seguida por Adriano en todo el Imperio. Su biógrafo en la Historia Augusta, que utilizó las perdidas memorias del emperador, escribe que construyó edificios en casi todas las ciudades que visitó, que fueron muchas, dando alimentos a los que los necesitaban, costeando puertos a las ciudades marítimas y otras obras públicas. Estos testimonios encuentran confirmación en lo escrito por el historiador Dión Cassio, que afirma que honró a su ciudad natal con magnificencia y la obsequió con muchos y espléndidos dones. Las técnicas de construcción son las propias del siglo II. Los cimientos de los edificios son de hormigón hecho de guijarros sacados del río Betis. La altura de los cimientos es de unos 50 cm. Sobre ellos se asientan las paredes, de unos 70 cm de grosor, hechas con ladrillos. A veces, el interior de la pared era hormigón revestido de ladrillo. Esta técnica de construcción era diferente de la que se utilizaba en Hispania, que consistía en paredes de barro apisonado o de mampostería con cal. El uso de estos procedimientos constructivos de Itálica son los corrientes de la Roma imperial, y no se utilizaban en el resto de Hispania, incluso en ciudades totalmente romanas como Emérita Augusta.
A. García y Bellido propone, lo que es muy probable, que los planos de la nueva Itálica fueron calculados por los arquitectos del emperador en Roma. Los arquitectos siguieron las normas urbanísticas que se dictaron medio siglo antes para reconstruir la Roma quemada en el incendio del año 64. Tácito, que utilizó las ordenanzas dadas por Nerón, afirma que el emperador mandó que las calles fueran anchas, con amplios espacios entre casa y casa. Se limitaba la altura de las mansiones y se mandaba que se colocasen porches en las fachadas de las manzanas para defenderlas del fuego. Los edificios debían construirse con sillares de piedra, refractarios al fuego. Cada casa debía tener sus propias paredes que la separasen de la siguiente. Los planos de la nueva Itálica se ajustaron a estas ordenanzas, que traían una verdadera revolución en los procedimientos constructivos de las ciudades.
Las termas de Itálica son de la época de Adriano, como lo prueba que las fístulas de plomo halladas en este edificio público llevan el nombre del emperador. La calzada de las proximidades de Itálica fue repasada por Adriano, como lo indica un miliario recogido en la entrada de la ciudad por el noreste. En la cartela se lee Hadrianus A(ugustus) fecit. Un segundo miliario con la misma lectura se halló en la misma calzada, poco más al norte de Itálica, a la altura de Guillena. Estos miliarios están magníficamente trabajados.
El anfiteatro es uno de los mayores del Imperio.
Las viviendas de la Nueva Urbs de Adriano son casas sumamente espaciosas y ricas. En cada casa residía una familia. Cada vivienda estaba rodeada de porches y encuadrada dentro de un área octogonal, formada por cuatro calles, lo que mantuvo intacto el plan urbano, al imposibilitarse las ampliaciones o las anexiones de nuevas áreas de expansión. Cada manzana, generalmente, se subdividía en dos viviendas separadas por paredes dobles, siguiendo las ordenanzas de Nerón. La planta era axial. Solían tener dos patios muy espaciosos, con pozos y aljibes para recoger el agua de la lluvia, alrededor de los cuales de distribuían las habitaciones. Los patios tenían un deambulatorio cubierto al que daban las habitaciones. La entrada a las habitaciones era, a veces, por la calle, lo que indica que eran tiendas o locales alquilados. Los peristilos de las casas tenían columnas coronadas por capiteles. En algunas casas había piscinas con suelo de mosaicos decorados con peces y fuentes. Las plantas de las casas recuerdan a las de Pompeya, pero no todas eran iguales. Una casa parece haber sido una hostelería con tiendas a la calle y departamentos pequeños dispuestos alrededor de un patio.
La construcción de las casas seguía las normas frecuentes en Roma. Las paredes estaban formadas por núcleos de hormigón cubiertos de ladrillos o revestidos con placas de mármol o de estuco pintado. Son numerosas las bóvedas de hormigón. El suelo de las habitaciones principales estaba recubierto con mosaicos, y el de las restantes con opus signinum. Hay también opus sectile. Como ejemplos de las casas italicenses se pueden citar algunas de ellas. La llamada Casa de los Pajaritos, que recibe el nombre de uno de los mosaicos, es la mejor conocida. Ocupa media ínsula. La entrada era por la calle que conducía al anfiteatro. Una puerta estrecha era doble. Otra era por la que se entraba en la casa. Una segunda llevaba a una panadería, pues tenía un homo. Esta habitación pudo estar alquilada. Un muro corto, de forma ligeramente cóncava, se encontraba detrás de la entrada; al parecer, tenía la finalidad de ocultar el interior de la casa al que pasase por la calle, y defenderla del calor y del aire. Este muro se documenta en otras dos casas. Pasada la entrada, se penetraba en el vestíbulo, cubierto, que era parte del atrio de la casa. Después del vestíbulo, y en el eje de la casa, se encontraba un gran patio, de 22, 40 metros de largo por 18, 30 metros de ancho, con columnas. El centro del patio estaba ocupado por un jardín que, posiblemente, ocultaba una gran cámara subterránea abovedada, con dos pozos en los extremos. Esta cámara es una cisterna. Un claustro espacioso, de casi 3, 50 metros de anchura, recorría el peristilo. Estaba pavimentado con un mosaico de piedras cogidas del río. El peristilo estaba rodeado de columnas. Las habitaciones daban a dos lados de este patio. Una de ellas tenía el suelo cubierto con un mosaico de recuadros cubiertos con pajaritos. De este mosaico deriva el nombre de la casa. Al fondo del patio se encontraban unas habitaciones decoradas con mosaicos. Uno de ellos, con una cabeza de Baco en el centro, rodeada de pajarillos. En esta parte de la casa se hallaba una gran sala cuadrada, de 10, 60 x 8, 75 metros. Estaba destinada a comedor. A ambos lados había dos pequeños patios cubiertos. El de la derecha era una piscina con escalinata. La habitación de la izquierda tenía una fuente rodeada por un edículo de columnas, posiblemente comunicado con el comedor. Esta distribución, como señala A. García y Bellido, presenta grandes semejanzas con la de la Domus Flavia, en el Palatino. En el peristilo se encontraba el larario, con forma de exedra, cubierto por un mosaico con decoración de hojas de loto y palmetas estilizadas. Al fondo de la casa se encontraban unas lujosas habitaciones pavimentadas con mosaicos. Las habitaciones de servicio carecían de mosaicos. Dos de ellas tenían dos pilas para lavar la ropa. A ambos lados del peristilo estaban las cuadras del ganado y los almacenes. Encima se encontraban, posiblemente, el pajar, el secadero o el depósito de los utensilios agrícolas. Esta casa es de una gran regularidad. Se planeó toda ella de una vez. No tiene añadidos. El único paralelo es la Casa del Bicentenario de Herculano. La casa que respalda a la anterior y que compartía con ella la ínsula, tenía también una organización axial. Poseía tres patios seguidos. EI principal, el del culto, tenía peristilo.
La llamada Casa de Hilas, por sus mosaicos con esta leyenda, fue una de las más espaciosas de Itálica. En ella abundan los peristilos, los patios y las habitaciones pavimentadas con bellos mosaicos, como uno con las cuatro estaciones. Un patio, el situado al lado sur, tenía una doble escalera, y en el centro, una fuente decorada con mosaicos de peces. Otra casa tenía una planta diferente, con grandes patios. Al final, un murete de media luna tapaba la entrada principal. Posiblemente, a juzgar por la distribución de las habitaciones, era un hostal o un centro de tiendas. Detrás de un patio pequeño se encontraba la habitación de mayor tamaño, con pérgolas de seis columnas. El suelo estaba pavimentado con opus sectile de rica policromía. Las columnas, probablemente, iban estucadas y pintadas.
Termas
Itálica contó con dos termas. La situada al oeste de la ciudad se llamaba los Baños de la Reina Mora; la alzada al este, Los Palacios. Ambas son de las mismas dimensiones.
Entre los edificios públicos de Itálica descuellan las termas mayores o Baños de la Reina Mora. Era un edificio público de enormes dimensiones, pues superaba los 32.400 metros cuadrados. Se le adosó, siguiendo la costumbre helenística, una palestra de planta similar a la del Templo de la Victoria. Quizás había, también, un hipódromo cerrando el complejo, y por el sur una schola. Un edificio similar a este complejo son la Termas de Cneo Vergilio Capito en Mileto, el Gimnasio del Puerto y el Gimnasio del Teatro. Estos paralelismos nos informan que los urbanistas de la Itálica adrianea eran orientales.
Las Termas de Los Palacios eran muy parecidas. La piscina con escalones y ábside medía casi 15 metros. La bóveda subterránea era de medio cañón. De estas Termas proceden las esculturas de Trajano heroizado, el torso de Diana, la estatua heroizada de Adriano y las piernas de una gran estatua militar del emperador. El sistema de construcción es el típico de Itálica: núcleos de hormigón revestidos de ladrillos y recubiertos de placas de mármol. Los suelos estaban pavimentados con opus signinum.
Anfiteatro
Las dimensiones eran 160 x 137 metros. Estaba formado por un núcleo de hormigón recubierto con grandes sillares de piedra o de ladrillo, revestido de placas de mármol. Su capacidad era de veinticinco mil espectadores. Es uno de los mayores anfiteatros del Imperio. Sin duda, se debe al interés de Adriano por su ciudad. Tenía asientos privados, a juzgar por las inscripciones. También se han recogido inscripciones dedicadas a Némesis, a Dea Caelestis, relacionadas con los juegos y con pies impresos. El anfiteatro estuvo revestido en todo su perímetro.
Las excavaciones posteriores al estudio de A. García y Bellido amplían la red de calles, acotan el espacio urbano con parte del lienzo norte de la muralla, el castellum aquae, y descubrieron el Templo dedicado a la Victoria. La Itálica de Adriano ocupó una superficie de 38 hectáreas, con unos 7.090 metros de calle, con 48 ínsulas de superficie variada, 5 eran edificios públicos, a los que hay que añadir el Anfiteatro, el castellum aquae y el tetrápilo. Unas 39 ínsulas pertenecieron a particulares, según J. M. Rodríguez, y formaban 58 mansiones de superficie variada, oscilando entre los 1.800 metros cuadrados de la llamada Casa de los Pájaros, los 4.300 metros cuadrados de la Casa de Exedra y los más de 6.000 metros cuadrados de la Casa de Neptuno. Las denominadas Casa de Exedra y Casa de Neptuno formaban dos ínsulas con edificios de carácter semipúblico, sedes de algún collegium o schola. Las dos ínsulas restantes, localizadas al sur de la ampliación adrianea, y orientadas como el anfiteatro, tenían un uso artesanal. Es una zona donde se fabricaban ánforas y lucernas desde la época republicana, que cambió de orientación respecto de la trama urbana, y que se encajó después dentro de la planificación.
Una ínsula cuadrada situada sobre el vértice noreste del conjunto termal era un edificio público, hoy bastante destruido, de carácter civil. Es un gran edificio de 15.000 metros cuadrados, de planta rectangular, en la que se inserta un gran ábside. Al sur se adosan una serie de construcciones, que forman un único complejo. La topografía y la forma semielíptica señalan que, posiblemente, era un edificio con graderío: teatro, odeón o bouleuterion. Podía tratarse de un edificio transformado en termas durante el Bajo Imperio, lo que es poco probable. Podría ser, quizá, un palacio residencial. Los paralelos se encuentran en algunas construcciones de la Villa Hadríana: el Teatro Marítimo, con su núcleo residencial, la Sala de los Filósofos o la Academia.
La Itálica de Adriano tuvo un carácter residencial, era una urbanización de prestigio, planeada como se ha dicho, sin duda, por los urbanistas del emperador, confirmado por la abundancia de casas de grandes dimensiones. Junto a ellas destacaban los edificios públicos o semipúblicos, y las sedes de las asociaciones, todo presidido por el Templo de la Victoria. La Itálica anterior a Adriano tuvo un perímetro amurallado de unos 1.520 metros y una superficie aproximada de 13, 6 hectáreas. La Itálica adrianea amplió sus murallas con otros 2.690 metros, que abarcan una superficie de algo más de 38 hectáreas. La Itálica de Adriano ocupaba una superficie total de 51, 1 hectáreas. A mediados del siglo III se abandonó el proyecto adrianeo. A finales de este siglo se construyó una potente muralla. Esta nueva Itálica ocupó tan sólo 26, 9 hectáreas. Esta última Itálica pervivió hasta la invasión musulmana. En esta última etapa se transformaron las casas de tiempos de Adriano. El entramado urbanístico se puede seguir perfectamente por las cloacas.
La nueva Itálica adrianea era de planta octogonal. A ella pertenecen las citadas calles porticadas, las ricas residencias y los edificios públicos, como el anfiteatro. Toda esta nueva urbanización confirma, como ya se ha indicado, lo escrito por Dion Cassio acerca de que Adriano honró a su patria y le hizo espléndidos regalos, aunque no quiso visitarla.
Adriano, en las cuatro ciudades de Ostia, Cícico, Atenas e Itálica, desempeñó magistraturas municipales reafirmando la importancia del gobierno local.
En Atenas revalorizó las tradiciones locales con los juegos. La reorganización y el embellecimiento con excelentes edificios de Atenas, Cícico e Itálica, indican claramente un aspecto fundamental del programa político de Adriano y el carácter del Imperio romano en esta época. Al mismo tiempo, demuestra la gran actividad que desarrolló Adriano en los años de su gobierno, y su filosofía. En las tres ciudades se dio una fusión de elementos locales e imperiales, de tradición e innovación, y las tendencias centralizadoras del Imperio al mismo tiempo que el gran interés por la cultura, por la política y por la religión por parte del emperador.
Liberalidades
La munificencia urbana de Adriano adoptó muchas modalidades. Unas veces condonó las tasas; otras promovió la construcción, a gran escala, de edificios; otras veces concedió el estatus colonial o municipal; otras fundó ciudades. La munificencia de Adriano, según M. T. Boatwright, afectó a unas doscientas ciudades, quizá a un 10 % de las ciudades del Imperio. Creó varias Antinoopolis. A treinta y ocho ciudades provinciales de Italia regaló edificios o proyectos. En pocas de estas ciudades se recuerdan los beneficios, como la restauración del Templo de Augusto en Tarraco, ciudad donde pasó el invierno de 122-123. En Ostia también se realizaron importantes transformaciones en tiempos de Adriano. Otra ciudad especialmente favorecida por Adriano fue Cirene. Construyó las termas, con pórtico, una palestra, al igual que Esmirna. Sin embargo, Adriano favoreció especialmente a Atenas, a la que consideraba la capital del Mundo Griego. Adriano, profundo enamorado de la cultura griega, miraba a Atenas con especial cariño. A excepción de Roma, fue la ciudad en la que vivió más tiempo durante los años 124-125, 128-129 y 131— 132. Por su actividad la convirtió en el centro de la Grecia del este. Transformó las tradiciones de Atenas. Antes de ser emperador, fue arconte epónimo en 111-112. Antes de Adriano, sólo Domiciano y Q. Trebellius Rufus, caballero de Toulouse, gran sacerdote de Galia, que había recibido en Roma el viejo sacerdocio latino, habían desempeñado este cargo, y en época helenística sólo los reyes Philopapus y Cotys de Tracia. Este nombramiento prueba la gran estima de los atenienses hacia Adriano, que correspondió iniciándose en los misterios de Eleusis en el año 124 o 125, en los que participó en 128 o 129. Presidió las Fiestas Dionisíacas en 125 en Atenas, siendo emperador. Fue muy generoso con ella. Construyó las primeras letrinas públicas, un gimnasio cerca de Ilissos, mercados, termas y un acueducto. La Biblioteca se terminó en el año 131. En Eleusis pagó la construcción de un puente sobre el Cefiso. Costeó los altares en número de noventa y cinco, un templo no localizado consagrado a Hera y a Zeus Panhelénico y un santuario dedicado a todos los dioses, el Panhellenium y, quizá, la Basílica y el Panteón, dos construcciones próximas a la Biblioteca. Terminó el citado Olimpeión y un programa panhelénico, buen testimonio de su interés religioso por Atenas. Durante el reinado de Augusto, los reyes de Oriente planearon terminar el Olimpeión y dedicarlo al Genio de Augusto. El proyecto no se llevó a efecto. El diseño se utilizó en el templo de la Victoria de Itálica y era característico de la arquitectura romana. Un muro de bloques delimitaba el témenos, excepto por el lado noreste, donde se encontraba la entrada central. Próximo se hallaba el Arco de Adriano y cuatro estatuas dedicadas al emperador por Cícico y por otras ciudades griegas, junto a las viejas capillas dedicadas a Rea y Cronos. El templo era de orden corintio y díptero. La estatua crisoelefentina de la cela era de mayor tamaño, salvo los colosos de Roma y de Rodas. La cela mantenía el plan establecido por los Pisistrátidas, decorado por Antíoco y por su arquitecto Cossutius. M. T Boatwright encuentra en algunos detalles un fuerte paralelo con el templo de la Victoria de Itálica. Adriano presidió la ceremonia de la dedicación, en su tercera visita a Atenas, en 131-132. El famoso sofista Polemo de Esmirna leyó el discurso de la fiesta. La dedicación marcó el comienzo del Panhellenion y de los juegos con él relacionados, las Panhelleneia. Con el Panhellenion, la presencia de los miembros elegidos de las ciudades de Acaya, Tracia, Macedonia, Asia, Creta y Cirene, convirtieron a Atenas en el centro del mundo griego. En Atensis confluían gran número de visitantes anualmente, por motivos religiosos, jurídicos, de homenajes, etc. Adriano creó en Itálica y en Atenas una nueva ciudad que contrastaba con la vieja. Trece ciudades en Asia adoptaron el nombre de Adriano en su titulatura. Una celebraba unos juegos llamados Hadrianeia.
Adriano revivió las antiguas escuelas de filosofía y de retórica, que florecieron años después. Renovó, igualmente, las instituciones civiles y militares de la ciudad. Adriano también reorganizó las finanzas y se ocupó del aprovisionamiento permanente de grano.
Se creó con su nombre la tribu decimotercera. Con la visita de Adriano a la ciudad en el año 124-125, comenzó una nueva era. Fundó el festival Panhellenico y llevó el festival de las fiestas Panateneas a su mayor esplendor. Al final de su gobierno, Atenas celebró unos juegos sagrados de cuatro años, caso único en Grecia. Los vencedores de los juegos obtenían importantes privilegios en sus ciudades, incluida la inmunidad en las liturgias locales.
Una ciudad favorecida por Adriano fue Cícico, pero no tanto como Itálica. Cícico aclamó al emperador, su salvador y fundador; se consideró la más espléndida ciudad de Asia y tomó la titulatura de su nombre. Adriano regaló a la ciudad el Templo de Zeus, considerado una de las siete maravillas del mundo. A Adriano, al igual que hicieron en Atenas y en Ostia, Cícico le otorgó la más alta magistratura de la ciudad, la de hiparco. Autorizó los juegos llamados Olimpia Hadrianeia. Estos juegos estuvieron en relación con el nombramiento de neocoros en el año 124 o poco después. El Templo de Zeus también servía para el culto imperial. El templo se costeó con fondos públicos y, probablemente, con contribuciones del Coinon de Asia. El templo era visible a todos los que visitaban la ciudad. El templo de Cícico, según Elio Aristides, fue dedicado a Zeus Olímpico. Las fuentes literarias lo llaman templo de Adriano. En Asia, la identificación de Adriano con Zeus fue frecuente. Las monedas y las inscripciones indican que Adriano recibió en Cícico el título de neocoros, guardián del templo, título que le otorgaba el derecho de organizar juegos periódicamente, que vinculaban el culto imperial a los cultos locales y regionales. Estos juegos daban prestigio y lealtad al emperador y al Estado. Eran una pública demostración de la herencia griega de la ciudad, como afirma M. T. Boatwright. Atraían a los atletas y visitantes, que dejaban grandes beneficios a la ciudad. Cícico se unió a Éfeso, a Pérgamo, a Sardis y a Esmirna como centros del culto imperial en Asia. La intervención de Adriano en beneficio de Cícico coincidió con un momento de gran importancia de la ciudad en el Mediterráneo, ya que controlaba la isla del Proconnesos, de gran valor para la producción de mármol. El mármol de Proconnesos se empleó en Roma en la restauración, en tiempos de Adriano, del foro de Augusto, de la construcción adrianea situada detrás del Panteón y en el templo de Venus y de Roma. En Ostia también se utilizó en capiteles del nuevo Capitolio y en el Hadrianeum de Roma. Todos estos datos demuestran que, en tiempos de Adriano, el mármol de Proconnesos fue muy utilizado y altamente cotizado.
El templo consagrado a Zeus Capitolino en la colonia Aelia Capitolina, Jerusalén, no se ha descubierto. El templo de Esmirna está vinculado con la concesión del título de neocoros por segunda vez, y con la organización de los juegos sagrados de la ciudad. Pudo ser tan largo como el Olimpeión de Atenas.
Los beneficios que otorgó Adriano a Ostia fueron menores. El emperador desempeñó el duunvirato quinquenal en dos ocasiones al menos. Asignó a sus colonos tierras en varias áreas, que incrementaban la producción agrícola. Adriano remodeló en Ostia dos importantes zonas públicas en el sector noreste, que incluían los Baños de Neptuno y el centro de la ciudad, asiento del Foro. Los edificios de estas áreas no eran comparables a los de Atenas, Cícico e Itálica. Las Termas siguieron el proyecto de Domiciano. Se fechan al final de los años de gobierno de Adriano. Continúan el diseño y el tamaño de las termas adrianeas de Itálica. Al norte de las Termas de Neptuno se encontraban los barracones de los bomberos, construidos en la época de Adriano, al final de su gobierno.
A lo largo del Imperio, varias ciudades llevaron el nombre de Adriano, indicando que eran ciudades de nueva creación o que estaban vinculadas al emperador por beneficios recibidos. En Asia Menor, en el curso medio del Macestus, no existían ciudades hasta que Adriano fundó Hadrianutherae, en el Ilano de Apia. El nombre conmemora la cacería de un oso por Adriano. Una cabeza de oso figura en las monedas de la ciudad. Adriano prestó especial interés a la región situada al este de Misia, donde convirtió a las dos comunidades tribales, los helespontines y los abretteneses, en las ciudades de Hadriani y de Hadrianeia, que controlaban todo el territorio de estas dos tribus. Un aspecto importante del programa urbanístico de Adriano consistió en convertir a las tribus en ciudades. En Pisidia existió otra ciudad denominada Hadriani. En la frontera oeste de Paflagonia, en la cuenca superior del río Billaeus, se encuentra una ciudad que se llamó primero Cesarea de los Proseilemmenitae, y después Cesarea Hadrianópolis o, sencillamente, Hadrianpolis. Fue fundada por Filadelfo o por Augusto. La ciudad perteneció en el siglo II a Galatia. El distrito debió de añadirse a Paflagonia. Esta ciudad no acuñó moneda. En Frigia, la ciudad de Thymbrium adoptó después el nombre de Hadrianópolis y acuñó monedas con este nombre. Una carta de Adriano, fechada en el año 127, está dirigida a los magistrados y al pueblo de Hadrianópolis Strotonicea. En ella se perdonan las tasas del territorio, según su petición, que el emperador encuentra justa y necesaria para una ciudad de nueva creación. La última afirmación es importante, pues demuestra que Adriano creaba ciudades nuevas, aspecto importante de la política urbanística del emperador. En Tracia, al norte de Grecia, se documenta la existencia de una ciudad llamada Hadrianópolis, no recogida en la Geografía de Ptolomeo. Según el historiador de la Tarda Antigüedad, Amiano Marcelino, su nombre primitivo era Uscudama. La ciudad estaba muy bien situada, junto a la calzada que unía la Propóntide con el oeste, y era muy importante para el comercio. En Asia Menor, Adriano debió de ofrecer grandes beneficios a las ciudades, que en agradecimiento tomaron su nombre. En tiempos de Adriano la ciudad de Cama, también en la provincia de Asia Menor, acuñó moneda por primera vez.
Un aspecto nuevo de su política son las ciudades que tomaron el nombre de Antinoopolis, para venerar al amigo del emperador deificado. Una ciudad de nueva fundación fue la creación de Antinoopolis en Egipto. La ciudad era griega.
En la Cirenaica, y como resultado de la revuelta judía, se creó alguna ciudad nueva, como Hadriane o Hadrianópolis.