¿CUÁL ES EL AUTÉNTICO MUNDO?

Nosotros no conocemos el «ser» de las

cosas, sino el «parecer». Pero este «parecer»

no depende de las cosas, sino del observador.

Entré en las paredes curvas y azules de la burbuja, y al contemplar el mundo, éste se presentó ante mí infinitamente pequeño...

Soñé después desde los ojos de la libélula y quedé desconcertado: el mundo no tenía esquinas.

Salté más tarde al ojo azabache de Platero y sentí un escalofrío: el mundo había crecido hasta las nubes...

Caí en el corazón sin tiempo del átomo y, sin saber cómo, me vi en el centro de un «universo».

Busqué refugio tras las pupilas de hielo del pez y el mundo se convirtió en un silencio horizontal.

Dejé atrás el mar, y al enterrarme con el topo, el mundo se me antojó como una negra humedad...

Ahora soy hombre, y el mundo —dicen— parece redondo y azul.