EL OVNI
Los hombres de aquel mundo no terminaban por ponerse de acuerdo.
Desde hacía decenas de años, y mientras unos aseguraban que la vida en el Universo era un hecho constante y común, otros —la mayoría— replicaban con una redonda negativa.
—La vida —aseguraban los últimos— es una casualidad. Y esa casualidad tan sólo se ha dado en nuestro planeta... Resultaba absurdo imaginar que existen otros mundos donde haya florecido la inteligencia.
—Además —remataban los sumos sacerdotes de aquel pueblo—, Dios nos creó a su imagen y semejanza. Y envió a su Hijo para redimirnos-
No es posible que haya creado a otros hombres.
En contra de estas teorías, algunos grupos opinaban que la realidad tenía que ser otra. Que el espacio resultaba poco menos que infinito y que debían ser tomados por locos fanáticos quienes aseguraban que la vida inteligente sólo residía en aquel diminuto astro en el que vivían.
Esta hipótesis conoció momentos de esplendor cuando, a lo largo y ancho de aquel mundo, empezaron a ser observados extraños y veloces «objetos volantes no identificados», a los que bautizaron con el popular nombre de OVNIS.
Ninguna de las grandes potencias se atribuyó la paternidad de los misteriosos objetos. Era evidente, por tanto, que procedían de algún lugar ajeno al planeta.
Sin embargo, muy pronto surgieron también las airadas voces de la Ciencia oficial de aquel mundo, que calificó de ridículas y absurdas las pretendidas visiones de naves exteriores.
«Las distancias interestelares son tan formidables —expusieron los científicos— que ningún supuesto navío espacial procedente de las estrellas podría llegar a nuestro astro. Viajando a la velocidad de la luz —300.000 km/seg—, una nave necesitaría años para llegar desde la estrella más cercana a nuestro sol...»
Pero los OVNIS seguían viéndose sobre las ciudades, aldeas, océanos y montañas de aquel planeta.
Hasta que un día aquel viejo mundo se conmovió.
Uno de aquellos enigmáticos «objetos volantes no identificados» que la gente decía ver se precipitó sobre el mar.
Y pudo ser rescatado de las aguas. Los científicos se lanzaron sobre él, ávidos por desvelar su origen.
La pequeña nave —de unos 3 m de longitud— parecía formada por unos materiales sumamente ligeros. En su superficie, sin embargo, no fue observado emblema o bandera o señal alguna que identificara aquel artefacto con algo fabricado en su propio mundo.
Y el OVNI fue transportado hasta los laboratorios de las Fuerzas Aéreas del más poderoso de los países.
Allí —ante la expectación del mundo entero—, los militares y científicos abrieron la nave espacial.
Pero el OVNI estaba desierto.
En su interior fue encontrado un complejo y sofisticado equipo de instrumentos, que los científicos no supieron interpretar.
Era evidente —y así fue reconocido públicamente— que aquella máquina tenía que haber sido construida por seres inteligentes. Seres que, por supuesto, habitaban en algún lugar del Cosmos...
Esta idea se vio definitivamente confirmada cuando, al extraer los aparatos del interior del OVNI, los científicos encontraron una placa de un material dorado en la que habían sido grabados unos extraños signos, así como las figuras de un hombre y una mujer, totalmente desnudos.
El hombre aparecía en actitud de saludo, con su brazo derecho en alto.
«¡Y parecen seres similares a nosotros...!, exclamaron con asombro los científicos y militares de aquel mundo.
Aquella placa —según pudieron descifrar los expertos— contenía el símbolo del hidrógeno, el elemento más común en el Universo. Y también otros 10 signos que, según los astrónomos, podían representar algún Sistema Solar, similar al nuestro.
Del tercero de esos planetas partía una nave espacial. Un OVNI que, precisamente, había llegado hasta su mundo.
Y aunque no supieron leerlo, los habitantes de aquel planeta pudieron contemplar en el interior del OVNI una extraña inscripción que decía textualmente:
«PIONEER 11.»
Desde entonces, los «hombres» de aquel mundo supieron que no estaban solos...
(El«Pioneer 11» fue lanzado al espacio
desde el incrédulo planeta Tierra en una
clara tarde de abril de 1973 desde
Cabo Kennedy. Hoy viaja por el Cosmos,
habiendo abandonado ya nuestro Sistema Solar.)