CAPÍTULO DIECINUEVE

Lloyd despertó de un sueño profundo al amanecer, a causa de un calambre en la pierna. Rascándose la pantorrilla, miró por la ventanilla; vio el chalé y el Mercedes, que seguía aparcado igual. Olfield estaba dentro. Tenía tiempo de ir a casa, pedir refuerzos para que le ayudaran en la vigilancia y en una posible incursión.

Dio vuelta al matador y se acercó al Mercedes; le cogió la matrícula y llamó por radio a Investigación pidiendo datos del coche y de su dueño; después de tres minutos de ruidos estáticos, la voz de la telefonista le contestó: FHM 353. Ninguna multa; ningún requerimiento judicial; ningún antecedente. Desanimado y agotado, a pesar de lo que había dormido, se dirigió a casa pensando en un afeitado, una ducha y litros de café.

En el porche le esperaba un montón de tres días de periódicos. El Times de la víspera decía: «Asesinato de un policía en Malibú». Y en otra línea, al lado: «Muerte estilo ejecución de un teniente de LAPD». Lloyd los apártó de un puntapié y abrió la puerta, viendo al instante unas páginas grapadas de papel oficial en el suelo. Las cogió y empezó a leer:

Mensaje para: Lloyd.

De: Holandés.

«Léelo ahora mismo»

¿Donde has estado metido? ¿Dando tumbos? Pensé que te habías reformado. Soy tu enlace, y deberías estar en contacto diario conmigo, ¿recuerdas? Esta información viene directa.

—Busca y captura de Martin Bergen: Sin resultados por ahora.

—Registro del Big Orange Insider: autorizado y realizado.

Resultado, cero. Editor jovenzuelo idiota mandó destruir contenido de mesa de Bergen después de tu última visita. Amenaza con demanda por «brutalidad policial».

—Interrogatorio intensivo vecinos zona Cañón del Mescal/PCH. Cero.

—Llamadas recibidas sobre Christie: hasta ahora sólo chalados (ningún testigo).

—Sangre en el pavimento; definitivamente de Christie.

—Hallados en la playa fragmentos de cráneo y balas aplastadas (357 punta teflón). Esto + informe forense, «Muerte causada por masiva destrucción neurològica por disparos a quemarropa», indican que lo mataron con su propia arma.

—Telefonista de noche MVD Sacramento: llamó y dijo que Christie llamó a las 8,30 de la noche, por datos de una matrícula. Le dio la información, pero no recuerda ni la persona ni el coche. Interesante, porque el forense dice que murió a esa hora.

—La tarde de su muerte, Christie fue visto rondando la sección de Archivos de Avonoco. Le dijo a la secretaria que iba a verse en la playa con un «enterado». Cuando ella preguntó para qué, se cerró como una ostra. Dijo que parecía contento y excitado.

—Ref.: Interrogatorios Asuntos Internos: Rolando, limpio; Kayser, Tucker, Murray: bajo protección; parecen también limpios.

¡¡¡IMPORTANTE!!! Mientras Asuntos Internos registraba la Junior Miss un guarda se asustó e intentó huir. Atrapado y detenido (hierba). Gaffaney convencido de que sabe algo. El hombre (un tal Hubert Douglas, 39 años) clama tu presencia (te portaste de primera cuando hace diez años le detuviste). «Sólo hablará contigo.» Preséntate en Central Parker ya (órdenes de Gaffaney), antes que a Douglas le fijen fianza o consiga orden judicial.

¡¡¡Llámame!!! P. H.

Lloyd no se molestó en ducharse, afeitarse y mudarse; con la ropa de obrero se fue derecho a una licorería; recordaba a Douglas, un borrachín, y un litro de Jack Daniels era lo mejor para tranquilizar su espíritu y desatar su lengua. Lo compró y se fue a todo gas a la Central.

Hubert Douglas estaba en un cubículo para interrogatorios contiguo al despacho de Fred Gaffaney. Lloyd miró por el cristal de una dirección y le vio sentado a una mesa frente al capitán, con un uniforme lleno de hombreras y galones dorados y un cinturón de guarda. El altavoz de la esquina retumbaba con su relato sobre Ven-Sam-Chin, un chupapollas chino. Gaffaney le oía con la cabeza ladeada mientras acariciaba el pasador.

Lloyd entró justo cuando Douglas contaba el meollo del chiste, coreado por sus propias carcajadas y dando golpes en la mesa.

—¡Qué bueno! ¿No caes en ello? —Se levantó al verle y le tendió la mano—. ¡Hola, Hopkins, mi hombre!

Lloyd le estrechó la mano.

—Hola, Hubert. ¿Te tratan bien mis compañeros?

Douglas asintió mirando a Gaffaney, quien levantó la vista hacia Lloyd.

—Aquí el menda no para de preguntar, y yo no paro de decirle que sólo contigo, y él venga a decirme que no dan contigo y que seguro andas por ahí «pelando un conejo».

—Conozco mis derechos. Llevo retenido casi veinticuatro horas. O me plantáis acusación formal en veinticuatro horas o me soltáis.

Lloyd miró a Gaffaney y luego volvió la vista a Douglas.

—Ni zorra idea, Hubert. Hoy es sábado. Te podemos trincar hasta el lunes. Siéntate. Vengo después de hablar con el capitán.

Gaffaney se levantó y siguió a Lloyd. Le miró de arriba a abajo con desdén.

—Necesita un afeitado y su ropa está asquerosa. ¿Dónde ha estado metido?

—Robando por ahí. ¿Qué pasa con Hubert?

Gaffaney cerró la puerta del cuartito.

—Estaba en Cosméticos Júnior Miss con un ayudante. Acabábamos de saber que Christie anduvo por Archivos poco antes de morir. Mi instinto dice que Murray está limpio de sospecha y así lo manifesté. Douglas limpiaba ventanas en la habitación de al lado. El ayudante me dijo que estaba receloso con nosotros y parecía sospechoso, no quitaba ojo. Cuando empezamos a hablar de archivos echó a correr y mi ayudante le atrapó con hierba en el bolso. Sabe algo, Hopkins. Consiga saber lo que es.

Lloyd hizo funcionar las ruedecillas de su mente.

—Capitán, ¿han dejado caer el nombre de Thomas Goff a la telefonista de DMV que habló con Christie?

—Sí. Yo mismo hablé con ella. Dijo que Goff «no» era el nombre que preguntó Christie. También le di la matrícula y la descripción del coche de Goff. Negativo también. ¿Qué va a…?

Lloyd silenció al capitán poniendo una mano en su hombro.

—¿Ha visto Douglas las fotos de Goff?

—No.

—Entonces consiga una copia y un informe de ordenador sobre este otro: Richard Brian Olfield, blanco, unos treinta, Windermere 4109, Hollywood. Mercedes blanco, FHM 363. No tiene ni requerimientos ni mandamientos judiciales, pero necesito todos los datos que se pueda conseguir.

Gaffaney asintió.

—¿Qué anda pescando?

—Se lo diré después de hablar con Douglas. ¿Puede tener la foto ahora?

El capitán entró en el despacho enrojecido desde el cuello hasta sus pelos al rape. Salió con las fotos en la mano; le advirtió:

—No le prometa ningún tipo de indulgencia.

Lloyd compuso la más inocente de sus sonrisas.

—No, señor.

Cuando Gaffaney regresó a su oficina entró en el cubículo y apagó el altavoz. Plantó la botella en la mesa frente a él.

—Hagamos un trato. Me cuentas lo que sabes y te largas. O empiezas a tocarme los cojones y subo como un tiro a narco, les birlo un kilo, lo pongo encima de la bolsa que te afanó Asuntos Internos y te empaqueto por tráfico y posesión. ¿Cuál de los dos va a ser?

Douglas cogió la botella y de un trago la dejó casi mediada.

—¿Tengo cara de idiota, Lloyd?

—No. Pareces inteligente, guapo y con savoir faire. Vamos a llevar esto con la menor mierda y camelos. Los sabuesos de Asuntos Internos creen que sabes algo sucio sobre los archivos de Júnior Miss. Tira desde ahí.

Douglas tosió y apestó con su aliento de bourbon a Lloyd.

—¿Y qué si esa sucia mierda tiene que ver con otra mierda en la que estoy metido?

—Te largas igual.

—¿En serio?

—Si miento, que me jodan. Larga el rollo, Hubert.

Douglas pegó otro trago y se limpió los labios.