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Alfonso Azpiri, el rostro inconfundible del software español
He hablado mucho de él a lo largo de este relato y, llegado el momento, se hace imprescindible dar voz a uno de los grandes personajes de la Edad de Oro. Alfonso Azpiri nunca escribió una rutina, una línea de código, o metió píxel a píxel los colores de una pantalla de carga[167], pero pese a estar tan alejado del desarrollo fue encargado de dar un sello inconfundible a un gran puñado de juegos.
Nos encontramos en lo alto de El Corte Inglés de Callao, en la cafetería, donde un bullicio considerable no apaga la voz de Azpiri. Con sus inseparables gafas de cristales ahumados, un jersey rosa palo y una bufanda azul tirando a celeste, Azpiri es uno de esos ejemplos de que la juventud es una cuestión de actitud ya que es capaz de hablar sin pausa acerca de su aportación a esos años.
Vinculado desde sus inicios al mundo del cómic, la historia de Azpiri con el videojuego comenzó con Dinamic y la anécdota de Pablo Ruiz, muerto de miedo, negociando en el piso del viñetista ante uno de los grandes nombres de la historieta española.
«Recibí una llamada de un chaval, Pablo Ruiz. Yo no sabía quién era, me dijo que se dedicaba a hacer juegos de ordenador y que quería hablar conmigo con la posibilidad de hacer una portada. Le cité en mi casa y cuando abrí la puerta creí que me encontraría un empresario. Y era un empresario, pero pensaba en una persona algo más mayor y me encontré un chaval de dieciocho años. Me quedé sorprendidísimo. Me trajeron unas carátulas de unos juegos. No querían seguir por esa línea, querían hacerlas más interesantes. La primera que hice fue la de Rocky que, como se publicaban en casete, las hacía en un tamaño muy pequeño, en un A4. Fui ampliando con los años: pasé al A3 y al A2. Hay portadas como la de Lorna y Viaje al Centro de la Tierra que son enormes. Hice aquella primera portada con los Ruiz y creo que fue un éxito. Cuando me lo plantearon, era la visión de un trozo de la película. Como no teníamos Internet, me documenté sobre el mundo del boxeo. Vi las películas de Rocky y la idea fue captar el último golpe, el golpe victorioso».
A partir de Rocky, el nombre de Azpiri se ligó indefectiblemente a los grandes lanzamientos de Dinamic. «Empezaron a aumentar las ventas y vinieron las siguientes portadas, la de Abu Simbel, la de Sgrizam, luego Camelot Warriors».
Con Rocky, Azpiri también se enganchó al videojuego desde la faceta de jugador: «Algo conocía, pero muy poco. Sabía que existía. Cuando hice la primera portada me compré el primer Spectrum y empecé a jugar. Alucinaba viendo la transformación del Knight Lore en hombre lobo. Era insuperable, pensaba que no se iba a superar nunca. ¡La rehostia, ya no hay más! Fíjate en lo que se ha quedado todo eso, pero los juegos eran muy interesantes. Recuerdo pasarme horas [alarga exageradamente la o]. Con La Pulga mismo. Con aquel primero, el del tenis, que era lo más simple del mundo. Quién no ha pasado horas y horas delante de la pantalla. Otro al que jugué muchísimo era al West Bank, que hice la portada. Me lo pasaba genial. Pasé a un Spectrum más avanzando con los años, luego al Amiga… Ha habido juegos como el F18[168] que me tenían completamente viciado. Trabajaba todo el día y me acostaba a las seis de la mañana volando».
Eso sí, los años no perdonan y la mejora de las capacidades técnicas de los juegos trajo con ellos un aumento de dificultad que sacó de quicio al ilustrador: “Cuando empezaron con juegos de más calidad, sacaron uno de aviones más avanzado.
—«Este me lo compro».
«Lo compré y… macho, ¡vete a la mierda! ¡Tenía que hacer un curso y no podías despegar el avión de la pista! ¡Yo lo que quería era volar, era lo que me gustaba! Antes los juegos eran jugables, ya no te digo cuando te metías en la Micromanía y sabías lo de las vidas infinitas. Es una época que recuerdo con mucho cariño».
De vuelta a los primeros trabajos de Azpiri, ya he comentado que la labor del portadista en muchos casos era fundamental para que el juego entrara por los ojos al jugador de turno, dadas las limitaciones técnicas de aquellos microordenadores. «Hay portadas que necesitaban hasta diez bocetos. Quería captar la atención del comprador, convencerle para que comprara aquel producto. Los juegos eran muy interesantes, pero gráficamente eran lo que había. Mucha gente me lo recuerda, que compraban y jugaban con lo que yo dibujaba, no con lo que había en el interior. Me decían que veían el personaje y jugaban pensando en eso».
El tiempo que Azpiri le dedicaba a una portada dependía del tamaño de la misma. Al principio, el dibujante tomó el A4 como estándar, pero poco a poco comenzó a gustarse y a meterse en obras de mayor tamaño. «Cuando trabajaba en A4 tardaba menos, cuando me fui a Lorna, Viaje al Centro de la Tierra… Prácticamente tardé una semana en hacerlas, un trabajo enorme. Pero vamos, puedo hacer una en dos, tres días».
A nivel editorial, Azpiri ha sido el primero en plasmar sobre el papel un testimonio de los 8 bits: el suyo. Bajo el título Spectrum, el dibujante publicó en 2009 una antología con todas sus portadas para estos años junto a una buena retahíla de bocetos, un trabajo de arqueología ya que tuvo que recuperar la gran mayoría de aquellas portadas, consideradas hoy piezas de museo.
«Algunas las había vendido y he tenido que recuperarlas. Ir a casas de particulares, coger los cuadros, quitar los marcos, escanearlos y volverlos a enmarcar. De Rocky no existe la portada, no se me devolvió. Nunca llegó a mis manos y alguien se la ha tenido que quedar porque no creo que acabara en la basura».
Volviendo a las portadas en sí, y apoyado en su propio libro que nos acompaña durante la charla, Azpiri explica con devoción algunos de los detalles de sus trabajos. El denominador común suele ser siempre el mismo: el dibujante se acercaba hasta el estudio de turno donde, sin tener ni idea del juego que iba a ilustrar, le hacían un encargo.
“Phantomas fue un personaje que me salió así. Te lo planteas, empiezas a hacer bocetos, a veces salen bien, a veces mal. ¿Se parece algo a lo que había en el interior? Yo creo que sí. Ya no sé si el mío está basado en el de ellos o el de ellos en el mío. ¿Por qué surgía? Yo que sé. Era un milagro, de más de la mitad de los juegos que hice no veía ni las pantallas. Me llamaba Paco Pastor:
—«¡Hay que hacer la portada de Titanic!»
—«¿De qué va el juego?»
—«Del Titanic, ¡te lo estoy diciendo!»
—«Ya, de un barco que está hundido. Hasta ahí llego. Pero… ¿qué pasa?»
—«Pues no sé, habrá un pulpo, yo que sé».
—«¿No tienes nada?»
—«No, pero la semana que viene la necesito porque tiene que salir en Micromanía».
“Pero había que hacer algo más, no iba a dar sólo el barco en el fondo. Buscabas, pensabas… va, pues dibujaré un buceador. Coño, el buceador cogido por un pulpo, pero que no se vea al pulpo, solo los tentáculos. Y entonces te planteabas el estudio del boceto, porque ya te digo que de la mayoría de los juegos no me decían nada. Me pasó algo parecido con Mad Mix Game:
—«Hazme una portada que llame la atención y que sea un comecocos», le pidió Pastor.
—«¿No tenéis otro juego?», bromea Azpiri, al recordar lo difícil que podía ser en algunos casos dar con la imagen que captara la esencia de un título.
Azpiri ha mencionado a Paco Pastor, con el que mantuvo un estrecho contacto a partir del 87, año en el que dejó de trabajar para Dinamic y se pasó a ERBE. El cambio de portadista hizo que algunos trabajos que Azpiri ya tenía preparados para Dinamic nunca vieran la luz, aunque sí aparecieron en revistas[169]. «Con Lorna comenzamos a trabajar, se grabó a la secretaria para las animaciones, se anunció la portada y quedó ahí muerto. Con Dinamic tenía varias portadas: la de Satan, After the War, que luego cogieron a Luis Royo. No pasó nada, pero yo trabajaba para todas las empresas y me llamó ERBE y Opera. Creo que los Ruiz querían una línea, diferenciarse».
Si para Dinamic el hecho de prescindir de Azpiri fue cuestión de no compartir una misma línea con su rival —«lo entiendo, nunca les he culpado de nada», asegura el ilustrador—, para el dibujante fue una cuestión puramente contractual ya que no estaba ligado a ningún estudio. «No tenía contrato, trabajaba por encargo. ERBE me llamó cuando estaba con Dinamic. Su producción era muy grande y comencé con ellos. Eran más productivos. Dinamic hacía un juego de vez en cuando».
Como se puede ver por esta cita, Azpiri trabajó para muchos estudios. Sus primeros años estuvieron dedicados a Dinamic, con portadas ligadas al imaginario colectivo como Abu Simbel Profanation o Army Moves. Pero Azpiri no fue sólo Dinamic, sus trabajos en Topo (Silent Shadow), Opera (Mot) y otras casas más pequeñas como Delta (Sideral War) fueron los que le labraron esa reputación de cara al jugón español.

Portada de Viaje al Centro de la Tierra, uno de los mejores trabajos de Azpiri.
La llegada a Topo ocasionó que Azpiri se reencontrara con un viejo compañero: “Estudié la carrera de piano y soy músico. Cuando terminé la carrera estuve seis años trabajando en un grupo. Tocábamos en las salas de fiesta y coincidía con Fórmula V muchas veces. Paco era mi amigo, él era cantante y yo pianista del otro grupo. Cuando me llamó ERBE, fui a ver al director y me encontré a… Paco Pastor.
—«Tío, ¡qué haces aquí!», ríe al recordarlo.
«Pastor levantó la cabeza y me dijo lo mismo. Yo esperaba a un director que no fuera el de Fórmula V y él esperaba a un dibujante, al que menos se podía esperar era a mí».

Con Lorna, Azpiri pudo desmelenarse y plasmar en una portada a uno de sus personajes icónicos.
De la etapa de Topo, Azpiri recuerda que el trabajo comenzó a salirle por las orejas, especialmente entre 1988 y 1989. No hay que olvidar que el portadista trabajaba en sus propios proyectos además de los videojuegos: «Comencé a hacer portadas con ERBE, a veces tardaba casi una semana. Un trabajo tremendo. Las que no podía hacer se las daba a otros compañeros. Perico Delgado se la ofrecí a un amigo porque yo no podía hacerla, ¡no me daba tiempo! Había comenzado con Mot en el periódico y era una época de trabajo bestial».
Si algo ha distinguido al dibujo de Azpiri en todas sus portadas han sido sus chicas. De curvas infinitas y melenas inacabables, la mujer de Azpiri se convirtió en un clásico, sobre todo a raíz de la portada de Phantis. «Fue la primera donde incluí una chica y siempre me decían que, donde pudiera, pusiera una chavala. Tenía que buscar la fórmula: pirata secuestrando una chica, vale. Tuareg con una chica, vale. Utilizaba ese género porque las portadas se vendían muy bien».
De su trabajo recuerda las dificultades que le supuso Zona Cero y guarda especial cariño a dos portadas. Una de ellas es, posiblemente, de las más recordadas del dibujante: «Me quedaría con dos pero no sabría cuál elegir: Lorna y Viaje al Centro de la Tierra. Lorna es… tiene novios por todos los lados. El color, por mucho que lo veas en papel, no tiene nada que ver con el original. Siempre que hago una exposición la gente ha alucinado. Porque es un color más vivo, más brillante, tiene más luz. La de Lorna es así (extiende los brazos para demostrar el tamaño). Las dos son impresionantes».
Azpiri recuerda que nunca le obligaron a rehacer una obra, siempre trabajó con total libertad: «Jamás [me rechazaron una portada]. Nunca he tenido que cambiar nada ni rehacer. Hablamos de algunos elementos pero nunca me dijeron lo que tenía que hacer. Siempre he tenido libertad. Por ejemplo, la de Satan era sobre el diablo e hice una portada extraña, una visión mía. Nunca me indicaron. Cuando termino una portada, está terminada. Si he rechazado algo he sido yo, si algo no me gusta, lo he hecho de nuevo. Pero nunca me dijeron nada cuando llevaba los originales. Nunca. Jamás. Les dejé satisfecho en ese aspecto».
En esos siete años que van de la aparición de Rocky, en el 85, hasta el fin de la Edad de Oro, en el 92, Azpiri se hizo un nombre que, en muchos casos, ha aumentado su leyenda hasta tal punto que se podría decir que es más conocido por su trabajo en ese corto periodo de tiempo que por el resto de su carrera. Gonzo Suárez, que colaboró con él en Opera y con el que todavía mantiene relación, lo tiene clarísimo: «Azpiri es consciente, curiosamente, que le han dado más rédito sus portadas de videojuegos que todo su pasado —ríe—. Cuando estamos en una feria viene gente para que firme el libro de las portadas o las carátulas de los juegos. El videojuego comenzó a copar mercado en Europa sin molestar a nadie. Pero en España hizo un destrozo en el cómic. En Francia esa tradición sigue viva, en España hizo un destrozo, el friki del cómic se fue al videojuego. Un desplazamiento vertical. España era un gran productor y Alfonso era un gran dibujante. El mundo del cómic conocerá a Azpiri, está claro, pero no tiene parangón con la gente que ha vivido y que ha mamado sus carátulas. Le daba fuerza a la portada y, además, se distinguía de los productos extranjeros que iban más al formato foto, al formato composición. Ahí fue importante el ojo de Pablo Ruiz que fue el que quiso aportar algo nuevo».
Esa novedad para las primeras portadas de Dinamic se convirtió en un icono del videojuego español. Ya lo dice Gonzo, el jugador de videojuegos de los ochenta en nuestro país está ligado, para siempre, al arte de Azpiri.