IX
Después de que Judith recitara con pasmosa desenvoltura los versos de La vida es sueño, Paula se ha acomodado otra vez en su silla. Aquel nuevo enfoque, aunque para ella carezca de credibilidad, ha tenido la virtud de calmarla.
—Si tu hipótesis fuera la correcta —dice Robert retomando la palabra— no habría por qué preocuparse; todo quedaría aclarado en cuanto nos despertáramos. Sin embargo, por lo que pueda ocurrir, recomiendo que sigamos actuando como si esto fuera la realidad, igual que hizo Segismundo.
—Estoy de acuerdo —convino Rómulo chasqueando la lengua.
Ante estos pueriles comentarios, las dos mujeres se miran con cara de circunstancias y sin añadir nada deciden quedarse a la expectativa. En lo referente a la comida, a los cuatro se les ha pasado el hambre y han parado de picotear.
—Bien. Siendo así, hay dos cosas de las que debemos ocuparnos —prosigue el investigador—. La primera es ir a hablar con Sebastián y pedirle que nos deje oír la grabación que esta misma mañana os ha dicho que tiene. Quizá no exista y resulte fácil apretarle las tuercas.
Judith y Paula asienten con un gesto pero siguen obstinadas en mantener su expresivo mutismo.
—¿Te viene bien mañana? —pregunta Rómulo, que tiene claro que deben ser ellos dos quienes se encarguen de conferenciar con el portero.
—Sí, esta tarde te confirmo la hora.
—Perfecto.
—La segunda tarea nos corresponde a Paula y a mí —dice mirando a la joven con una falsa actitud de reconciliación—. Se trata de averiguar hasta qué punto los asesinatos con los que sueñas son ciertos y si existe algún tipo de vínculo entre ellos. Hay unos hechos que coinciden y otros que no; nuestra misión es intentar penetrar en su lógica. Puede ser que ese detalle acabe resolviendo el enigma.
Tras su intervención, Robert mira expectante a las dos mujeres, pero no parece que tengan intención de despegar los labios, como si con su silencio estuvieran reprobando de forma categórica su actitud anterior.
—Ahora debo irme —se arranca a decir al ver que nadie abre la boca. Paula, ¿podrías venir conmigo y contarme todo lo que has soñado? Quiero investigarlo a fondo.
«¿A fondo? —piensa la joven para sus adentros—, tú lo único que quieres hacer hasta el fondo es metérmela, capullo.» Pero cuando la chica, tras pensar esto, ya está a punto de mandarle a tomar viento, recapacita y decide cooperar. Como se sabe inocente, piensa que cuanto antes se esclarezcan los hechos, antes se sabrá que ella no es la culpable.
—Todo lo que he soñado, y todo lo que sigo soñando —dice por fin haciendo énfasis en la segunda parte de la frase—. La historia no se ha detenido en el séptimo crimen, sino que continúa su curso y sigue enmarañándose.
—Justo como en la realidad, o como en este sueño que pensamos que es la realidad —interviene Judith, que con estas palabras sale del letargo en el que parecía abismada.
—Exacto —corrobora Robert levantándose y haciendo una seña a Paula para que lo imite. No quiere llegar tarde a su reunión y está ávido de quedarse a solas con la mujer. Sigue pensando que la única posibilidad de que Sebastián conozca, como afirma, el secreto de Judith, es que ella se lo haya chivado. «Ya verás cómo al final acaba confesando.»
Después de despedirse de Rómulo y Judith y de darle las gracias al propietario del bar, Paula y Robert han cogido un taxi para dirigirse de vuelta al edificio de la calle Miguel Ángel. Durante el trayecto, cargado de una notoria tirantez, Rodríguez ha recibido una llamada en la que le han comunicado que su reunión se ha pospuesto unas horas, circunstancia que una vez en la sede de la Europol han aprovechado para encerrarse en el despacho y repasar los hechos.
Mientras hablan y una cierta normalidad se va instalando poco a poco entre los dos, Robert ha confeccionado una tabla. En ella, los siete supuestos crímenes ocurridos en los sueños de Paula aparecen en la primera columna, y las seis muertes correlativas que se han constatado, en la segunda.
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Sueños |
Realidad |
Crimen 1 |
11/09 - Hans Mayer. Hannover, Alemania. Propietario de un taller. A la espera de juicio por pegarle una paliza a su mujer. Muerto de una puñalada en el escroto. |
Fecha, nombre y lugar correctos. Propietario de un taller asesinado por lo que se sospecha fue una venganza personal. Muerte por puñalada asestada en el bajo vientre. Víctima con antecedentes de violación y maltrato. |
Crimen 2 |
11/10 - Wouter Nielsman. Gent, Bélgica. Pastelero. Acusado de pegarle a su mujer con una manga pastelera. Retirados los cargos. Muerto de una puñalada en el escroto. |
Fecha, nombre y lugar correctos. Pastelero de profesión asesinado también por lo que se sospecha fue un robo. Muerto por herida de arma blanca en sus partes. Víctima sin antecedentes o sospechas de maltrato. |
Crimen 3 |
11/11 - Mirko Kovasevic, Pula, Croacia. Director de sucursal bancaria. Acusado de pegarles palizas a su mujer e hijas. En espera de juicio pero con posibilidades de salir libre. Muerto de una puñalada en el escroto. |
Fecha, nombre y lugar correctos. Director de sucursal bancaria muerto de un ataque al corazón. Sin antecedentes o sospechas de maltrato. |
Crimen 4 |
11/12 - Jonas Olsson. Copenhague, Dinamarca. Propietario de un puesto de gambas. Acusado de pegarle palizas a su mujer. Muerto de una puñalada en el escroto. |
Fecha, nombre, lugar y profesión correctos. Muerto de un disparo mientras sufría un atraco. Sin antecedentes o sospechas de maltrato. |
Crimen 5 |
11/01 - Nombre desconocido. Barcelona, España. Recluso cumpliendo pena por maltrato. Cambia el modus operandi y lo asesina con una cápsula de cianuro. Se desconoce el motivo. |
Recluso muerto el 13/12 por apuñalamiento a manos de su mujer durante un vis a vis. Etnia gitana. En prisión por tráfico de estupefacientes. Parece que en este caso la maltratadora era la esposa. |
Crimen 6 |
11/02 - Talo Mäkinen. Helsinki, Finlandia. Propietario de una peletería. Pillado por la asesina maltratando a su hija. Muerto de una puñalada en el escroto. |
Nombre y lugar correctos. Fecha incorrecta (8/12) De profesión contable. Supuestamente asesinado por su propia hija en su casa por herida de arma blanca en sus partes pudendas. Bajo investigación. Se sospecha que la hija miente. |
Crimen 7 |
11/03 - En este sueño no se facilitan los datos de la víctima. La asesina tan sólo hace en él una disquisición sobre la violencia de género. |
Sin datos. Hay que investigar posibles coincidencias. |
—Esto es lo que tenemos —dice Robert sin dejar de pensar ni un minuto en cómo llevar a término su plan—: siete hipotéticos crímenes y seis fallecimientos que parecen corresponderse en diferentes grados.
—¿Puedo echarle un vistazo?
—Sí, claro —responde pasándole la libreta—. Cinco de las muertes de la segunda columna han sido violentas —explica él mientras ella examina la imagen—, tres fueron por heridas de arma blanca en los genitales o zonas cercanas, una por causas naturales, otra producida por un disparo y otra por una puñalada a manos de la propia esposa del occiso.
Paula mira con atención la hoja en la que el detective ha dibujado el cuadro y ha escrito los pormenores de cada caso. Le sorprende que haya podido trazar líneas tan rectas a mano alzada sin ninguna guía y que su letra sea tan bonita. «De todas formas no por ello voy a olvidarme de sus acusaciones», piensa dándole vueltas a la manera en que todo pueda cobrar sentido. Después de un par de minutos, sin saber muy bien de dónde le ha salido la idea, comenta en voz alta:
—Parece como si mis sueños estuvieran basados en hechos reales que hubieran sido modificados por mi subconsciente, o por la persona que me los haya inducido, con algún propósito.
—¿Qué has dicho? —pregunta Robert con un principio de excitación en su voz. Hay algo en sus palabras que intuye podría llevarlo en la dirección de lo que está buscando.
—¿Sobre qué? —replica ella sin entender muy bien la pregunta.
—Eso de que alguien haya inducido tus sueños. ¿Podría ser —continua sin dejarla intervenir—, que una persona te los hubiera provocado, no con el fin de que nos conociéramos los cuatro, según nuestra segunda hipótesis, sino para poder chantajear a Judith? —inquiere el policía según va perfilando su siguiente pregunta.
Paula entrecierra los ojos y rebusca en su mente; hay algún elemento de esa suposición que le chirría.
—Admitiendo que alguien tuviera la capacidad de imbuirme todas esas imágenes —dice una vez ha encontrado el factor discordante— ¿por qué haría algo tan complicado? Hay maneras mucho más sencillas de conseguir lo mismo.
—Ya —responde Robert, quien por supuesto esperaba esa obvia objeción. ¿Y si ése no hubiera sido el motivo original? ¿No podría ser que el propósito hubiera sido otro y que en el transcurso de los acontecimientos, digamos que, como un efecto colateral, se hubiera desvelado lo que Judith guardaba con tanto celo?
—Me parece un poco rocambolesco, ¿no crees? Además, eso no elimina el problema, puesto que para que sea cierto lo que dices debe de existir alguien en este lado de la realidad, aparte de mí —y esto lo recalca Paula con extrema vehemencia—, que sepa lo del asesinato de Tomás.
Rodríguez, cuyas anteriores preguntas han sido instintivas y ni siquiera sabe muy bien lo que significan ni cómo se le han ocurrido, en este momento respira triunfante. «Ya te tengo dónde yo quería. Ahora veremos si puedes escaparte», piensa estudiando con cuidado su siguiente paso. Al final, para que la mujer no se cierre en banda y evitar tener que recurrir a métodos más bruscos, decide abordar el tema mediante una maniobra envolvente, como le gustaba hacer a Napoleón en todas sus batallas.
—¿Tú crees a Judith cuando dice que no le ha contado a nadie, excepto a Rómulo en sus propios sueños y en los tuyos, que ella fue la que provocó el accidente?
—Sí, claro que la creo, ¿por qué no habría de hacerlo?
—Por lo que acabas de mencionar de que es necesario que alguien más lo sepa para que todo encaje. En general, la teoría más evidente es la que suele resolver la mayor parte de los delitos. ¿Tú se lo contaste a alguien? —pregunta al fin intentando pillarla por sorpresa.
—¿Yo? ¿Ya estamos otra vez? —replica ella dando señales de una incipiente irritación. Después, tras meditar durante unos segundos, niega con la cabeza y añade:
—Se lo conté a Jai, pero ella no es de esas personas que van chismorreándolo todo por ahí.
—¿Qué Jai?
—Pues mi amiga Jai, Alejandra Márquez es su nombre completo.
Al escuchar ese patronímico, Robert Rodríguez se queda estupefacto. Se acaba de dar cuenta de que ha cometido un grave error.
—¿Hablas de Alejandra Márquez, la tratante de cuadros?
—¿No jodas que la conoces?
—Pues da la casualidad de que sí. La estamos investigando por la desaparición de un retrato atribuido a Velázquez. Ella afirma que se lo robaron del almacén, pero todo apunta a que se lo ha vendido a un coleccionista británico por una jugosa cantidad. Su marido Teófilo Quiñones parece que también está metido en el tomate. Los dos, supuestamente, forman parte de una red internacional.
—¡Joder…!