Capítulo 18

Race

 

Cuando Brysen se desmayó entre mis brazos, se me detuvo el corazón y estuve a punto de dejarla caer. Le grité a uno de los paramédicos que rodeaban a Booker mientras lo tumbaban en una camilla. Titus había anunciado el fallecimiento de Drew, así que los servicios de emergencia no le dedicaron mucha atención. Dejé a Brysen en el suelo y respiré aliviado al ver que abría los ojos.

Pretendía dejarla allí para que los paramédicos pudieran hacerse cargo, pero no me soltaba el cuello. Ahora que empezaba a disminuir el miedo, me di cuenta de que tenía un golpe en la sien y otro en la mejilla.

—Me duele la cabeza. —Sonaba como si hubiera pasado un mes comiendo cristal y vi que tenía la mirada desenfocada.

—Lo sé. Deja que estos chicos te echen un vistazo, Bry. Tienes que volver al hospital. —Me volví hacia el joven paramédico que estaba más cerca de ella—. Sufrió una conmoción hace un par de días.

El chico asintió e intentó atender a mi chica, pero ella no me soltaba.

—Probablemente haya que hacerle otro TAC.

Brysen gimoteó y yo sentí como si me hubieran dado un puñetazo en el estómago. De nuevo la había decepcionado y no había estado presente cuando me necesitaba. Stark me había llamado mientras Bax y yo trasladábamos los bienes incautados desde Spanky’s hasta el taller.

Nassir había echado el cierre. Siempre se comportaba con frialdad, como un reptil, pero, ahora que había una amenaza desconocida merodeando a su alrededor, se había convertido en un depredador violento. Quería venganza, quería sangre y muertos, y no había nada que fuese a impedirle conseguir su objetivo. No parecía muy preocupado porque Bax y yo estuviéramos llevándonos casi dos millones de dólares. Quien pensara que no se ganaba dinero con el crimen obviamente nunca había intentado ganarse la vida al margen de la ley. El crimen daba mucho dinero, por eso abundaba en el mundo moderno. Pensé que sería mejor dejar las cosas claras con el negocio mientras esperábamos a que Stark nos diese la información que le había pedido. Cuando supiera todo lo necesario sobre Drew Donner, tenía intención de ir directo a la universidad.

Stark me dijo que no había nadie llamado Drew Donner. El tipo no existía antes de presentarse en la universidad un año antes. Era como si hubiera salido de la nada. Le pedí a Stark que buscara a algún Drew o Andrew que pudiera tener relación con Brysen y con su familia. Tardó apenas un segundo en dar con Andrew Bohlen, hijo del tío al que la madre de Brysen había matado cuando conducía bajo los efectos del alcohol. El cabrón tenía razones para perder la cabeza, pero eso no significaba que tuviera derecho a hacerle daño a mi chica.

Lo dejé todo, le dije a Bax que teníamos que irnos y nos dirigimos hacia el apartamento. La tensión se multiplicó cuando ni Brysen, ni Karsen, ni Booker respondieron al teléfono. Pensé que Bax iba a clavar el pedal del acelerador en el suelo cuando llamó a Dovie no una, no dos, sino hasta diez veces y en todas ellas saltó el buzón de voz. Algo iba mal y, cuando llegamos al edificio de apartamentos y nos encontramos el coche de Dovie aparcado de mala manera y con las puertas abiertas, solo pude imaginar que mi hermana y mi chica estarían tiradas en el suelo en mitad de un charco de sangre porque yo no había estado donde debía estar.

Al ver a Karsen llorando junto a Booker mientras la sangre brotaba de los agujeros de bala de su espalda me quedé helado. Bax no dudó en avanzar y cruzar el umbral. Yo tuve que obligarme a buscar a Brysen, aterrorizado por lo que pudiera encontrarme.

Brysen temblaba y parecía un fantasma, pero estaba de pie y solo sangraba por algunos cortes que tenía en la cara y la cabeza. Miraba a Dovie perpleja y, cuando Bax le quitó la pistola a su chica y se la guardó, entendí por qué. Era evidente que mi hermana había recibido una paliza, pero, en vez de parecer derrotada, parecía cabreada. Como si salvarle la vida a Brysen y recibir una paliza a manos de un hombre dos veces más grande que ella fuese un ligero contratiempo y un día ajetreado. Cuando miró a Bax y le dedicó una sonrisa irónica, me di cuenta de lo bien que se había integrado mi hermana en un lugar así. Formaba parte de La Punta tanto como Bax.

Mientras yo tomaba a Brysen en brazos y ella temblaba, supe que en algún momento tendría que decidir qué parte de sí misma estaba dispuesta a entregarle a aquel lugar. Igual que había hecho mi hermana.

—No me sueltes.

Su voz sonó tan suave que pensé que lo había soñado, así que me agaché para darle un beso y le dije:

—Jamás.

Titus estaba dando órdenes e intentando dirigir el tráfico mientras trasladaban a Booker y a Brysen a las ambulancias. Me dijo que iba a necesitar la declaración de las chicas y se llevó la pistola de Bax mientras un grupo de personas con cazadoras de forense se unía al caos. Yo lo ignoré todo y me subí a la ambulancia con Brysen y con Karsen. La pequeña Carter quería ir con Booker, pero Brysen me dirigió una mirada, así que le dije a su hermana que no y la acompañé hasta nuestra ambulancia. No sabía si Booker sobreviviría o no, pero no me preocupaba. Él sabía cómo funcionaban allí las cosas y aun así se había arriesgado.

Brysen soltó un leve gemido cuando la ambulancia empezó a moverse, así que me puse a su lado y le agarré los dedos helados. Karsen se acurrucó a mi lado y ambos nos quedamos mirando a la persona a la que queríamos.

Suspiré y le pasé un brazo por los hombros a su hermana.

—Debería haberme quedado en casa. Debería haber estado allí. —O al menos debería haberle dicho a Brysen que había dejado sobre la nevera la pistola que Booker me había dado para que tuviera algo con lo que protegerse de su asaltante.

Brysen abrió la boca para decir algo, pero le salió un quejido incoherente. El paramédico me miró y después se dirigió a ella.

—Quédate quiera y no hables. Tienes un fuerte golpe en la sien y me he fijado en que se te han saltado algunos puntos de la cabeza. Intenta relajarte hasta que te vea un médico.

Le apreté la mano y miré a Karsen cuando me dijo:

—No puedes vivir tu vida así. Brysen ha pasado un año intentando protegerme del hecho de que nuestra familia se desmoronaba. No soy ciega ni estúpida. Claro, que ella volviera a casa retrasó lo inevitable, pero las cosas malas iban a ocurrir con o sin ella. Lo mismo pasa contigo. Si hubieras estado allí hoy, tal vez ese tío no hubiera aparecido, tal vez hubiera esperado a que Brysen estuviera sola en clase y la hubiera metido en un coche como hizo con Dovie. Tal vez hubiera intentado atropellarla de nuevo, o la hubiera empujado desde unas escaleras más altas. Las cosas malas ocurren y tenemos que aprender a afrontarlas cuando sucedan. Él quería hacerle daño y hubiera pasado por encima de ti igual que ha pasado por encima de Booker. Esto no es culpa tuya, no es culpa nuestra. Me niego a ser responsable porque mi madre, que es una adulta, tomara la decisión de conducir borracha y arruinarle la vida a la familia de ese chico. Eso es lo que ocurre cuando la gente mala toma las decisiones difíciles. No es justo que Brysen tuviera que pagar por los errores de otra persona.

Vi que Brysen abría los ojos para mirar a su hermana y las lágrimas resbalaban por sus mejillas. Dejé escapar el aliento sin saber que había estado aguantándolo.

—¿Es normal que seas tan cínica a los dieciséis años? —pregunté en broma, aunque lo decía en serio.

Karsen resopló junto a mí.

—No soy cínica. Soy realista.

Podía llamarlo como le diese la gana. Era demasiado perceptiva y se daba demasiada cuenta de cómo funcionaba el mundo para ser una joven de las afueras de la ciudad.

La ambulancia se detuvo y llevaron a Brysen a urgencias. Yo la seguí y vi que Karsen miraba frenéticamente a su alrededor.

—Probablemente lo hayan llevado a quirófano —le dije.

Ella se sonrojó y se retorció un mechón de pelo con el dedo, como hacía Brysen.

—¿Tú no quieres saber si está bien? Le han disparado porque intentaba protegernos.

Yo no conocía bien a Booker, pero sabía de qué estaba hecho. Del mismo acero que Bax. Los tíos como Booker no recibían un balazo porque fueran caballerosos o altruistas o valientes. Los tíos como él se ponían delante de una bala porque pensaban que al final iban a acabar ahí de todos modos. Asumían ese riesgo cada vez que salían a la calle, era una parte de ellos, pero yo no estaba seguro de poder explicarle eso a una chica de dieciséis años que se había colgado de su guardaespaldas. Además tampoco sabía si me creería en caso de encontrar las palabras adecuadas. Veía el corazón brillando en sus ojos cuando me hablaba de Booker.

—No voy a dejar a tu hermana, pero seguro que no le importará que vayas a ver cómo está Booker. Pero no tardes demasiado, ¿quieres? Cuando sepamos que Brysen está bien, tengo que ponerme en contacto con Titus para que puedas prestar declaración de lo ocurrido.

Estaba bastante seguro de que había sido en defensa propia, pero supongo que, al haber un cadáver, Titus tenía la necesidad de seguir el protocolo en esa situación. No me preocupaba que fuese a prolongarlo más de lo necesario, no cuando Dovie se había visto implicada en otro tiroteo. Titus no se arriesgaría a enfurecer a Bax molestando a mi hermana. Karsen asintió con la cabeza y salió corriendo hacia el mostrador de las enfermeras.

Yo fui a la zona en la que habían puesto a Brysen y descorrí la cortina justo cuando una enfermera le clavaba una aguja en el brazo. Ella puso cara de dolor y me miró.

—Tienen que volver a revisarme el cerebro.

—Probablemente eso sea bueno. —Me acerqué a la cama, le puse la mano en la barbilla y le acarició la mejilla con el pulgar—. ¿Te ha golpeado con la pistola?

—Sí, y yo no he podido hacer nada por evitarlo. Mi hermana pequeña me lo ha tenido que quitar de encima y mi mejor amiga ha tenido que salvarme la vida. Es patético. Yo no he hecho nada y he dejado que todos acudieran en mi ayuda.

Parecía disgustada. Le solté la barbilla y pasé suavemente los dedos por los hematomas que tenía alrededor del cuello. Creía que, si me fijaba atentamente, podría ver las marcas de los dedos de ese cabrón en su delicada piel.

—Te has mantenido con vida y, cuando he entrado en esa habitación, estaba claro que te habías puesto entre tu hermana y él. Has hecho lo que has podido y has salido de una pieza. Eso es lo que importa.

Ella me agarró por la muñeca y se llevó mi mano a la boca para darle un beso en el dorso y después colocarla de nuevo sobre su mejilla.

—Entonces eso es lo único que importa para ti también. Tu trabajo no es salvarme, Race, y tampoco lo es salvar a La Punta. Sé que te presentaste por voluntad propia a ambos puestos, pero no es necesario.

Suspiré.

—No paro de decirte que cuidaré de ti y, sin embargo, parece que estoy haciendo justo lo contrario. Nunca estoy cuando suceden las cosas.

Ella puso los ojos en blanco y frunció el ceño.

—No, pero me sacaste de un tiroteo en una fiesta, me llevaste a casa para limpiarme y que Karsen no se asustara, me compraste un ordenador nuevo, solucionaste el problema con mi profesor, me arreglaste el coche, le ofreciste a mi madre la ayuda que yo nunca habría podido permitirme, me buscaste un lugar donde vivir y haces que me sienta una persona normal y feliz, cosa que nadie había logrado en muchísimo tiempo. No necesito un héroe, Race. Solo necesito que desees estar conmigo y que me quieras. Necesito a alguien que esté a mi lado cuando pasen las pequeñas cosas, porque así es la vida real. No siempre habrá un acosador o una crisis de vital importancia, pero siempre habrá altibajos porque eso es lo que pasa cuando estamos juntos. Pero tenemos que desearlo lo suficiente para hacer que funcione.

Le sonreí y vi que su mirada se iluminaba cuando el hoyuelo apareció en mi mejilla.

—Bry, esto es La Punta. Se alimenta de cosas como crisis y lunáticos que buscan venganza. Entiendo lo que me dices. Las pequeñas cosas importan tanto como las grandes. Siempre elegiré estar contigo, Brysen, pero no puedo alejarme de lo que estoy haciendo aquí, aunque eso signifique que no puedas quedarte. —Ella me miró con la boca abierta y se apartó el flequillo de la frente con un soplido—. Te quiero y necesito que me impidas convertirme en algo que odio, pero no puedo pedirte que te entregues a las calles, a esta vida, si no es lo que deseas.

Ella entornó los párpados y frotó los labios contra la palma de mi mano.

—Entonces no me lo pidas.

Sentí un nudo en el estómago y algo en el pecho que me impedía respirar con normalidad.

—De acuerdo, no lo haré. —Aunque aquello estuviese matándome.

—Bien. Y, cuando esté allí, en las calles de esta ciudad, cuando esté allí siempre que vuelvas a casa, sabrás que ese es el único lugar en el que deseo estar. Estaré donde tú estés, Race.

Estuve a punto de desmayarme del alivio, pero me incliné sobre ella y la besé de un modo probablemente inapropiado, teniendo en cuenta el estado en que se encontraba.

Me aferraría a ella con todo lo que tuviera y me aseguraría de que siguiera siendo como era. Nunca daría por sentadas las pequeñas cosas y, del mismo modo que pensaba aferrarme a ella, me aferraría a aquel lugar oscuro y peligroso que era mi hogar. Ambos eran míos y renunciaría a cualquier cosa con tal de mantenerlos en mi vida.

—No es un lugar que nadie quiera considerar como su hogar, pero, si me das algo de tiempo, si me permites buscar soluciones, te convertiré en la reina de mi reino roto. Puedo convertir esto en un lugar donde no sea tan terrible vivir. —Era una promesa bastante atrevida y sabía que tendría que enfrentarme a muchos obstáculos para poder cumplirla. Bax estaba dispuesto a ver como la ciudad ardía y se devoraba a sí misma por Dovie. Yo deseaba justo lo contrario. Deseaba reconstruirla, darle piernas, convertirla en un lugar del que estar orgulloso.

—Hay cosas buenas en esas calles. Sé que es por eso por lo que luchas, aunque tengas que hacerlo de un modo poco convencional.

—¿Cómo has podido darte cuenta de eso con todo lo que te ha pasado desde que empezaste a juntarte conmigo? ¿Por qué no sales huyendo? —Habría sido lo más sensato por su parte desde que la besé. Su destino había quedado sellado en aquel instante.

—Las cosas malas no han sido tu responsabilidad. Como ha dicho Karsen, las cosas malas ocurren y tenemos que aprender a afrontarlas, y me doy cuenta porque llevo mucho tiempo observándote, Race. Sé exactamente quién tienes que ser y quién deseas ser.

Si hubiera podido arrancarme el corazón del pecho y habérselo entregado para que me lo cuidara, lo habría hecho. Durante mucho tiempo había evitado acumular cosas, había evitado sentir apego por nada por miedo a que me lo arrebataran después. A juzgar por la mirada de Brysen, nada me arrebataría a aquella chica, y eso me hacía estar convencido para arriesgarlo todo por ella.

—No seguiré diciéndote que voy a cuidar de ti. Pero de ahora en adelante me encargaré de que puedas cuidar de ti misma. Tienes fuerza en tu interior, solo tenemos que darte algunos trucos callejeros.

Ella arqueó una ceja y la conversación fue interrumpida por el médico cuando al fin apareció. La examinó hasta que Brysen lo miró con rabia y le dijo que, en efecto, quería hacerle otro TAC en la cabeza.

El golpe que tenía en la sien parecía preocuparle al médico, pero mientras se mantuviera despierta y me mirase, yo no me asustaría.

Antes de que aparecieran un par de enfermeras para llevársela a radiología, me dirigió una sonrisa muy parecida a la que Dovie le había dirigido a Bax y me preguntó:

—¿Me darás una corona si me convierto en tu reina?

Yo me carcajeé y las enfermeras me miraron con reprobación.

—Te daré lo que deseas. —Y así sería, hasta que las dos partes del hombre que yo era se quedaran sin cosas que dar.

Nadie habría apostado por nosotros, pero a mí me gustaba pensar a largo plazo y siempre apostaba por eso. Albergaba la esperanza de que el hecho de estar enamorados aumentara nuestras probabilidades de ganar.

 

 

Querían dejar a Brysen una noche en el hospital. El TAC no presentó nada raro, pero les preocupaba el golpe de la sien, así que querían dejarla en observación. Dado que solo había sitio para uno de nosotros en la habitación a la que fue trasladada, permití que Karsen se acurrucara en el sillón para pasar la noche y yo fui a ver qué había pasado con Booker.

Karsen me había informado de que había recibido dos disparos en el pecho. Una bala le había atravesado el hombro y la otra había quedado alojada en una costilla, cerca del pulmón. Al parecer, como los disparos se habían producido a través de la puerta, la fuerza había disminuido lo suficiente para impedir que las balas causaran daños irreparables. El gigantón se recuperaría en cuanto saliese del quirófano y le hubieran sacado la bala. Seguía en el posoperatorio cuando localicé el ala del hospital en la que se encontraba y, como no era familiar suyo y además seguía inconsciente, no me dejaron entrar a verlo. Me molestaba, pero lo entendía, y creo que sorprendí a la enfermera con la que estaba hablando al decirle que quería que me pasaran a mí todos sus gastos médicos.

Los ex convictos que se ofrecían como matones para otros delincuentes no eran el tipo de hombres que tenían seguro médico y, aunque hubiera actuado por interés, Booker había recibido un balazo por mi chica cuando yo no estaba. Pensaba recompensarlo de la única manera que podía. Además me caía bien; me recordaba a Bax y entendía sus motivos, las cosas que le afectaban. Era la clase de hombre que quería tener a mano en el futuro.

Pasé la noche en la sala de espera. No estaba dispuesto a dejar a Brysen allí sola, aunque supiera que su amenaza directa ya no existía. Debí de quedarme dormido allí sentado, porque me desperté con un respingo cuando alguien me golpeó el brazo sobre el que tenía apoyada la barbilla y dejé caer la cabeza de golpe. Levanté la mirada y vi a Titus frente a mí con dos tazas de café. Parpadeé, bostecé y acepté la taza que me ofrecía con el ceño fruncido.

—¿Has dormido así sentado?

Bostecé de nuevo y sacudí ligeramente la cabeza para terminar de despertarme.

—Sí. Solo podía quedarse uno en la habitación con ella y dejé que fuera su hermana. ¿Qué haces aquí tan temprano?

Titus dio un trago a su café y me miró por encima de la taza.

—Necesitaba las declaraciones de las chicas y, ahora que Booker está despierto, tengo que hablar con él también. Parece un caso claro de intento de secuestro y de asesinato. No creo que tenga problemas para archivarlo como un tiroteo en defensa propia.

Giré la cabeza sobre los hombros hasta que el cuello me crujió tan fuerte que probablemente pudieron oírlo al otro lado del hospital.

—Bien. Estaba obsesionado con ella. Le echaba la culpa de que su madre se hubiera chocado contra sus padres mientras conducía borracha. Estaba apuntando con su ira hacia la persona equivocada. Brysen no tuvo nada que ver con eso.

Titus resopló y se ajustó la corbata.

—Siempre hay alguien que tiene que pagar por los pecados de sus padres.

Yo no conocía todo el pasado de Titus, pero sí sabía que su madre tenía un serio problema con la bebida y se iba a la cama con hombres muy peligrosos. El padre de Bax era un gánster sanguinario y el viejo de Titus cumplía cadena perpetua por una oleada de asesinatos que incluía a tres policías entre las víctimas. Mi padre había dejado un legado de mentiras y falsedad con el que no quería que me asociaran, así que entendía lo que Titus quería decir.

—Nunca será fácil, ¿verdad? —Parecía derrotado y me imaginé que para él sería mucho más duro, intentando luchar siempre por el bien en un lugar podrido como aquel. Ya había tenido que dejar a un lado su ética al fingir que no sabía a qué nos dedicábamos Bax y yo, y no sabía cuánta tensión más podría soportar la cuerda floja sobre la que caminaba antes de partirse bajo sus pies.

En ese momento Karsen apareció por una esquina empujando la silla de ruedas de Brysen. Tenía un aspecto desaliñado, pero se le iluminaron los ojos al verme. Me puse en pie y le di una palmadita a Titus en el hombro.

—No. Nunca será fácil, pero algunas cosas y algunas personas hacen que librar la batalla merezca la pena.

Me acerqué a las chicas y primero le di un beso a Karsen en la mejilla antes de darle uno a Brysen en la coronilla.

—¿Estás lista para largarte de este lugar?

Ella asintió y miró a su hermana.

—Justo estábamos hablando de eso. ¿Dónde vamos a ir exactamente? El apartamento está hecho un desastre y no sé si el banco le ha quitado la casa ya a mi padre. Y en el loft no hay espacio suficiente para todos.

Yo me froté la nuca con la mano y lo pensé durante unos segundos.

—Vosotras podéis quedaros con Bax y con Dovie. Tienen una habitación de invitados y podéis quedaros allí hasta que limpien el apartamento.

Brysen negó inmediatamente con la cabeza.

—No. ¿Dónde vas a ir tú?

—Volveré al taller y pasaré allí una semana. Primero tengo que limpiar de sangre el apartamento.

Titus hizo un ruido detrás de mí y yo lo miré por encima del hombro.

—Parece que se ha convertido en tu trabajo —me dijo—. Limpiar la sangre.

Era cierto que tenía que hacerlo con más frecuencia de la que me gustaría admitir. Aunque no tenía ninguna intención de decirle que tenía razón.

—¿Por qué no te llevas a Karsen a casa de tu hermano y yo me quedo con Brysen en la ciudad hasta que encuentre una solución más permanente? —Miré a las chicas—. ¿Eso os parece bien?

Brysen se quedó mirándome durante unos segundos y después miró a Karsen.

—La casa de Bax y Dovie está más cerca del instituto, así que creo que es buena idea, a no ser que quieras ir a ver si papá sigue en casa. —Su tono de voz indicaba que no tenía mucha fe en que su padre siguiese por allí después de que hubieran destapado sus actividades ilegales.

Una vez más, Karsen demostró ser demasiado lista y consciente para su edad.

—No. Me iré con Dovie durante un tiempo. Creo que ahora mismo estoy un poco saturada de mamá y papá.

Tras decidir aquello, firmamos los papeles del alta y nos fuimos en direcciones opuestas al llegar al aparcamiento. Ayudé a Brysen a montarse en el Stingray y respondí a sus preguntas sobre el estado de Booker y de Dovie. Parecía mucho más preocupada por el bienestar de los demás que por el suyo propio, pero estaba alerta y decía que, a pesar de tener algunas magulladuras y un enorme moratón en la sien, se encontraba bien. No temblaba, no parecía triste por el hecho de haber sido atacada o porque hubieran asesinado a un hombre delante de sus narices. De hecho, me pidió si podía llevarla a algún sitio a que le arreglaran el pelo y parecía dispuesta a seguir viviendo como si nada importante hubiese ocurrido.

Yo no me lo tragué ni por un segundo. Dovie había hecho lo mismo al principio después de que Novak la atacara. Pasaron unos días hasta que comenzaron las pesadillas, y después ese momento de silencio en el que resultaba evidente que estaba reviviendo en su cabeza el terror de lo que había vivido. Iba a tener que prepararme para cuando la tormenta golpeara a mi hermosa rubia.

Pero la llevé a la peluquería, donde acabó con un corte aún más provocador y de estilo años veinte, y la llevé a comer algo, y de vuelta al loft para que se diera una ducha y pudiera dormir un poco, y aun así seguía sólida como una roca. Al día siguiente me pidió que la llevase a comprar algunas cosas básicas, quiso pasarse por el restaurante para explicar por qué había faltado a trabajar y para asegurarse de que seguía teniendo trabajo, y también quiso ir a la universidad para ponerse al día con sus profesores. Esa noche se acurrucó a mi lado y se quedó dormida como si no tuviera ninguna preocupación en la vida. Al día siguiente, quiso que la llevara a casa de Dovie para poder darle las gracias y ver a su hermana. La dejé allí con un beso e imaginé que acabaría emocionalmente alterada teniendo en cuenta que Dovie seguía dolorida y que había matado a un hombre por ella, pero, cuando regresé a buscarla después de hablar con Nassir y con Bax sobre cosas de negocios, estaba tranquila como siempre y me sorprendió al lanzarse sobre mí en cuanto llegamos al loft.

Yo nunca rechazaría a Brysen cuando deseaba acostarse conmigo, pero me sorprendía, porque intentaba tratarla con cuidado y delicadeza teniendo en cuenta su situación, pero ella no quería. Empujó, tiró, besó, succionó, arañó y se retorció contra mí hasta que acabé perdiendo el control y la poseí como hacía normalmente. Al terminar, me quedé casi sin respiración, con ella acurrucada, desnuda y satisfecha. Tenía una media sonrisa muy sexy en los labios y los párpados hinchados mientras deslizaba la mano perezosamente por mi pecho. Yo quería preguntarle cómo estaba, que me contara cómo se sentía, pero, antes de poder pronunciar las palabras, se quedó dormida de nuevo junto a mí, mientras yo reflexionaba sobre su reacción o, mejor dicho, su falta de reacción.

Cuando se despertó una hora más tarde, se sentó a horcajadas encima de mí y me miró con las manos apoyadas en mi pecho. Sus ojos azules siempre me recordaban a un bonito día de verano e, incluso con la cara magullada, seguía siendo la chica más guapa que jamás había visto. Su manera de aguantar y su resistencia la hacían más asombrosa a mis ojos y la envidiaba por ello. Después de que los matones de Novak estuvieran a punto de acabar conmigo, me escondí en aquella fortaleza durante meses y meses, temiendo perder algo más en aquel juego al que estaba jugando con La Punta. Ella era mucho más valiente y fuerte que yo.

—Mañana quiero empezar a arreglar las cosas en el apartamento. Deberíamos hacer que quiten la moqueta y la sustituyan por un suelo de madera. —Me miró con una ceja levantada y me dirigió una sonrisa sardónica—. Es más fácil quitar la sangre de la madera que de la moqueta.

Me quedé mirándola hasta que me agarró las manos y las colocó sobre sus pechos desnudos.

—Deja de comportarte como si fuese a derrumbarme, Race. Al principio resultaba mono, pero empieza a molestarme.

Apreté sus pechos y le acaricié los pezones hasta que se le pusieron duros.

—No creo que vayas a derrumbarte necesariamente, pero has vivido una situación traumática y eso te habrá afectado. Solo quiero estar a tu lado si me necesitas.

Ella agachó la cara, me dio un beso y frotó su nariz contra la mía.

—No me encuentro mal. Es una pena que Dovie tuviera que disparar a alguien, es una pena que Booker resultara herido, es una pena que Karsen tuviera que presenciarlo todo, y es una pena que mi madre se emborrachara e iniciara todo esto, pero Drew estaba loco y no me siento culpable porque haya muerto y los demás sigamos vivos.

Se incorporó, echó el brazo hacia atrás y me agarró el pene, que era más listo que yo y ya parecía dispuesto a hacer lo que ella quisiera.

—Race, si vamos a hacer que esto funcione, si voy a ser tu reina, entonces tendrás que confiar en que sepa afrontar estas cosas. He sobrevivido a duras penas a un acosador lunático que se pasó un año fingiendo ser mi amigo. Mi madre está en rehabilitación. Mi padre es un ludópata y probablemente esté huyendo de mi novio, mi mejor amiga es Annie Oakley y vive con un ladrón de coches, y mi hermana pequeña está colgada de un exconvicto con cara de pocos amigos. Puedo afrontar eso y afrontaré cualquier cosa que se me ponga por delante. ¿De acuerdo?

—De acuerdo… —Me salió más bien como un gemido ahogado, porque Brysen había empezado a mover la mano arriba y abajo y a restregar el pulgar por la punta de mi erección. Si ella podía afrontarlo, entonces yo también y, si aquel era el resultado final, no volvería a oír mis quejas.

Se echó a un lado para quedar arrodillada junto a mí, siguió masturbándome y me dirigió una mirada que hizo que se me disparase el corazón.

—Pero el hecho de que quieras estar a mi lado, de que te preocupes por cómo estoy, me excita mucho y me da ganas de hacerte cosas muy sucias.

Eso me hizo reír, pero estuve a punto de atragantarme cuando sus labios calientes sustituyeron a sus manos y se metió mi miembro en la boca.

Empecé queriendo que fuera un poco sucia, que dejara a un lado parte de esa frialdad que parecía acompañarla a todas partes. Ahora, mientras me estimulaba, volviéndome loco con cada movimiento de su lengua, entendía que era perfecta tal y como estaba y que no hacía falta que se volviera más sucia. Solo necesitaba que yo despertara eso en ella.

Yo hacía que se volviese atrevida. Y no podía más que darle las gracias a quien fuera que hubiera estado cuidando de nosotros todo ese tiempo, porque, mientras se movía sobre mí, mientras jugaba conmigo y me atormentaba hasta casi hacerme perder el control, no dejó de mirarme un solo momento, y supe que aquella chica no solo era mi equilibrio y mi brújula, sino también la horma de mi zapato en todos los aspectos. No solo aceptaba lo que yo le daba, sino que era igual de generosa y me entregaba todo lo que tenía.

Añadió sus manos a la ecuación, las deslizó entre mis piernas, me agarró el pene por la base mientras rozaba con los dientes mi parte más sensible y yo dejé de pensar, di las gracias y me dejé llevar mientras ella me sujetaba.