Capítulo 6

Race

 

No había podido dormir nada. Seguía notando el sabor de Brysen en la lengua y revivía a cámara lenta tras mis párpados cerrados las luces de aquel coche que se dirigía hacia ella. Yo era un tipo lógico por naturaleza y no me gustaba que las cosas no encajaran. ¿Por qué una chica inocente, una estudiante universitaria sin relación con algo escandaloso o peligroso, se veía de pronto inmersa en una situación amenazadora? Para mí no tenía sentido y no había cosa que soportara menos que no entender cómo funcionaban las cosas.

El olor a café recién hecho se me metió por la nariz y me hizo arrugarla. Tenía un brazo tapándome los ojos y estaba tirado en el sofá, que era como solía dormir. No había oído a nadie subir las escaleras y supuse que las dos únicas personas que se aventurarían a entrar en mi santuario serían Bax o mi hermana. Solté un gruñido, me incorporé para estirarme y aliviar la contractura que se había formado entre mis omóplatos y parpadeé sorprendido al ver que mi visitante no era ninguna de las dos personas que habría imaginado. Me pasé las manos por el pelo, que estaba revuelto, y bostecé con tanta fuerza que me crujió la mandíbula.

—¿Qué estás haciendo aquí, Titus?

El detective se parecía tanto a mi mejor amigo que era innegable que eran hermanos. Titus era más grande y sus ojos eran azules en lugar de negros, pero tenía la misma cara de rasgos duros, los mismos labios apretados y el mismo pelo negro. Titus tenía veintimuchos años, pero aparentaba un poco más y siempre parecía cansado. Incluso tenía una pequeña mata de pelo blanco en la sien que había aparecido justo después del enfrentamiento decisivo con Novak. Ser policía en un lugar como aquel era un trabajo desagradecido y parecía que ya empezaba a pesarle sobre los hombros, ya de por sí sobrecargados.

—¿Qué estás haciendo tú aquí, Race? —preguntó él.

Se acercó desde la diminuta cocina y me entregó una taza de café humeante. Me quedé mirándolo y no respondí a su pregunta.

—¿No acabo de hacerte yo la misma pregunta? ¿Cómo has entrado?

Él resopló y se sentó en el otro único mueble que había en aquel espacio yermo.

—A Bax se le da bien el allanamiento de morada, pero a mí se me da mejor. ¿Vas a decirme que tienes los papeles de todos los coches que hay aparcados en el taller y en el patio de abajo?

Le dirigí una sonrisa y me recosté en el sofá para poder apoyar el cuello en los cojines.

—¿Es necesario? ¿Han denunciado el robo de alguno de ellos?

Nos quedamos mirándonos durante un minuto largo y tenso, porque él sabía que no habían denunciado ningún robo. Esa era la ventaja de llevarse el coche de un jugador, que mis clientes estaban tan metidos que era más fácil dejar que me llevara el coche que intentar recuperarlo. El vicio siempre ganaba y yo siempre cubría pérdidas.

Titus soltó un gruñido y me miró con los párpados entornados.

—¿Tienes idea de lo que estás haciendo, Race? ¿Hasta dónde estás dispuesto a llegar? Si las cosas se ponen feas, ¿crees que podrás hacer lo que hizo Bax? ¿Cumplir condena entre rejas, dejar a Dovie sola? ¿Has pensado en el final de todo esto?

Yo di un trago al café y me encogí de hombros.

—Dovie no estará sola mientras Bax esté con ella, y yo aprendí por las malas que, aunque tenga planeado un final perfecto, La Punta siempre tiene otra idea. Estoy dispuesto a llegar hasta donde haga falta para evitar que alguien como Novak acabe al frente de todo esto.

—¿Y eso no significa que corres el riesgo de convertirte en alguien como él, Race?

Eso era algo a lo que me enfrentaba todos los días. Cómo meterme en la mierda, cómo ensuciarme las manos y no permitir que eso cambiara al hombre que yo era.

—Sí, pero es un riesgo que tengo que correr.

—Sabes que en algún momento comenzará el juicio del resto del equipo de Novak. ¿Qué tipo de testigos vas a buscar? Bax sigue robando coches, tú diriges una empresa criminal y Nassir es tan resbaladizo que solo un idiota se fiaría de él. ¿Qué pasará cuando Benny y los demás salgan de prisión y quieran recuperar la ciudad?

Capté la indirecta.

—Entonces tendrán que arrebatárnosla a nosotros, ladrillo a ladrillo.

Nos quedamos mirándonos un rato más y vi que su pecho subía y bajaba al ritmo de su respiración profunda.

—Meter a Bax en la cárcel fue una mierda, Race, pero lo hice. Espero que sepas que, si das un mal paso, o si cometes un error, haré lo mismo contigo y no me sentiré mal por ello.

Lo sabía. Contaba con ello. Saber que un tipo recto y con moral me vigilaba constantemente era uno de los salvavidas con los que contaba para evitar que mi alma se corrompiera con las cosas que estaba haciendo.

—Es lo justo. ¿Para qué has venido en realidad?

Dejó el café en el suelo junto a sus pies porque yo no era lo suficientemente civilizado como para tener si quiera algo tan básico como una mesita auxiliar o de café en el loft. Se puso en pie y volvió a la cocina a por una carpeta de manila en la que yo no había reparado. Me la lanzó sobre el regazo y la señaló con el dedo.

—¿Reconoces a alguno de esos tipos?

Yo lo miré sin comprender, dejé mi taza entre mis pies descalzos y abrí la carpeta. Un fuerte escalofrío recorrió mi cuerpo y sentí la bilis en la garganta al ver la imagen situada sobre los papeles de la carpeta. Un cuerpo roto y retorcido. Tenía el cuello torcido de manera antinatural, la piel azulada y llena de moratones. Tuve que parpadear un par de veces para que dejara de darme vueltas la cabeza y tardé algunos segundos en tomar aliento y pasar a la segunda imagen. De nuevo un cuerpo torturado, golpeado, y en esta ocasión tenía un agujero sangriento entre los ojos sin vida. Me quedé mirando las fotos e intenté decidir si sería mejor mentir o decir la verdad. Teniendo en cuenta que se trataba de Titus, era probable que ya supiera la respuesta a la pregunta que me había hecho.

—El del cuello roto es un chico que lo perdió todo en un partido de la universidad Texas A&M la semana pasada. Cuando fui a cobrar el dinero, perdió los nervios y sacó una pistola en una fiesta llena de gente cerca de la universidad. Yo me largué porque apareció la policía. El otro se propasó con Honor en el Spanky’s y, la última vez que lo vi, Chuck le había dejado muy claro por qué eso era una mala idea. Cuando me marché aún respiraba. Sangraba y le faltaban algunos dientes, pero sin duda respiraba.

Aparté las fotografías y me fijé en el documento que había debajo. Ambos hombres habían sido encontrados con pocas horas de diferencia, ambos detrás de diversos clubes que Nassir tenía en unos almacenes. Solté un silbido entre dientes y cerré la carpeta. Titus tenía su mirada azul puesta en mí.

—No creerás que yo he tenido algo que ver con esto, ¿verdad?

Lo pregunté, aunque era evidente que no. Si hubiera pensado que yo estaba implicado, aquella conversación habría incluido esposas, no café.

—No, pero sabía lo de la fiesta y la pistola, y el tipo del club intentó presentar cargos, pero vimos la cara de la bailarina y lo mandamos a su casa. Además Nassir es muchas cosas, pero tonto no es una de ellas. Dejar no uno, sino dos cuerpos detrás de tu propio club es algo que él nunca haría. Pero me da la impresión de que alguien está intentando enviaros un mensaje… y será mejor que le hagáis caso. Algunos coches desaparecen, hay intercambio de dinero, todo eso es fácil de pasar por alto. Pero empieza a morir gente y es más difícil que la ley ignore eso.

Yo asentí sin pensar y me froté la nuca con la mano.

—¿Tienes idea de quién podría estar intentando enviar este mensaje en particular?

Se encogió de hombros.

—¿Quién sabe? ¿Alguien que esté intentando poner a prueba los límites del tipo de acuerdo al que hayas llegado con Nassir? ¿Alguien que pretenda quitaros de en medio? ¿Alguien que te guarde rencor y crea que puede tenderte una trampa? En este lugar, los sospechosos siempre son demasiados como para llevar la cuenta, así que será mejor que juegues para ganar.

Bueno, perder no era una opción y yo siempre jugaba para ganar. Me puse en pie y estiré los brazos por encima de la cabeza. Solté un quejido al oír que me crujía la columna. Titus me miró y puso los ojos en blanco.

—¿Por qué sigues viviendo en este lugar?

—Porque aquí me siento cómodo.

No volvería jamás a la mansión palaciega que mis padres tenían en La Colina. No iba a fingir que lo que hacía tenía cabida en un barrio tranquilo, como hacían Bax y Dovie, además vivir en un apartamento cochambroso no era muy distinto a dormir en el loft. Y la seguridad allí era mejor.

—¿Cómo puedes sentirte cómodo? Ni siquiera tienes muebles. ¿Qué haces cuando traes a una chica? ¿Le dices que te dé cinco minutos mientras te pones un preservativo y sacas la cama del sofá? Ni siquiera tú tienes tanta labia, chico guapo.

Se equivocaba. Tenía labia suficiente para venderle eso y más a cualquier chica que pasara por allí. El problema era que, desde hacía más tiempo del que querría admitir, no había habido nadie a quien me interesase venderle nada. Salvo Brysen, y con ella no necesitaba una cama, no necesitaba prácticamente nada para crear atmósfera. Solo el movimiento de sus pestañas y la forma de su boca eran suficientes para que me entraran ganas de hacer que las cosas sucedieran. Si no hubiera sonado su teléfono el día anterior, estaba casi seguro de que habría acabado bautizando el suelo del cuarto de baño de la manera más espectacular.

Resoplé y alcancé los vaqueros que había dejado tirados la noche anterior.

—¿Por qué te importa tanto dónde duerma? Bax está jugando a las casitas, tiene una buena vida y una buena chica. ¿Estás intentando convertirme en tu proyecto ahora que tu hermanito tiene la vida resuelta?

Soltó un taco y se acercó al hueco que conducía al pasillo situado sobre el taller. Me miró por encima del hombro con el ceño fruncido.

—Sé que no eres un mal tipo, Race. Te jodieron la vida, pero eso es lo mismo que nos ha pasado al resto. Sí, tuvo que ver con las decisiones que tomaste, pero respeto que hicieras lo que sentías que tenías que hacer para proteger a tu hermana. Pero me pregunto cuánto tiempo podrás seguir siendo un tipo con las manos manchadas que asegura querer llevar una vida intachable.

Yo no tenía respuesta para eso, y tampoco pensaba que fuese posible, pero iba a hacer todo lo que estuviera en mi mano para lograrlo.

—Me lavo las manos cuando llego a casa, Titus.

Él soltó una carcajada amarga.

—Ojalá fuera tan fácil.

Lo seguí hasta las escaleras y pregunté:

—¿Qué harías si tuvieras una amiga a la que crees que están acosando?

Él se detuvo y se volvió sobre los escalones para mirarme.

—¿Por qué piensas eso?

—Ha estado recibiendo mensajes extraños y anoche alguien intentó atropellarla con un coche. Es una chica normal. Va a la universidad, vive en las afueras, cerca de Dovie y de Bax. Incluso vive en casa de su familia. No es una chica que debiera sentirse amenazada y asustada. No tiene cabida en el tipo de vida que lleva.

—¿Tiene algún exdespechado o algo que puedas investigar? —preguntó con cara de preocupación.

Me encogí de hombros porque no sabía si el profesor cabreado o una legión de pretendientes molestos podrían estar lo suficientemente despechados para resultar peligrosos.

—No lo sé. Hay un tipo que me debe un favor o seis que la está vigilando de momento, pero no me gusta. No me cuadra, y eso significa que me atormentará hasta que lo solucione.

—Tienes que cuidar de ti mismo. Si añades a una chica guapa a la mezcla, acabarás con un punto vulnerable que cualquiera podrá ver. Pregúntaselo a mi hermano.

—No sé, Titus. Bax empezó a salir con Dovie y de pronto encontró la energía para enfrentarse al resto del mundo por ella. A mí me parece que, cuando añades a una chica guapa a la mezcla, es cuando le das a un hombre peligroso algo por lo que ser realmente peligroso.

Él ladeó la cabeza.

—Puede ser. Si consigues alguna información fiable, un nombre, un número, una matrícula, llámame y veré si puedo averiguar algo.

Le di las gracias y lo vi desaparecer por el taller. Estaba seguro de que estaría tomando nota mental de las matrículas de todos los coches para poder cotejarlas con cualquier denuncia por robo. Titus era un buen hombre, pero primero era policía. Quizá nos dejara escapar a Bax y a mí sin pruebas concluyentes, pero, si alguna vez le dábamos razón para ello, no dudaría en meternos entre rejas, y yo sabía que, en su mente, estaría haciéndolo por nuestro propio bien.

Me arrastré hasta la ducha del demonio y, después de una noche en vela llena de frustración sexual, decidí que aquel día sería una ducha helada y no ardiendo. Los crujidos de mi cuello daban fe del hecho de que tal vez debiera buscarme una cama para la casa. Y la verdad era que sabía que las cosas con Brysen no habían hecho más que empezar, y no quería ser el idiota que intentara acostarse con ella en un lugar que solo tenía una silla, un sofá desplegable y una botella de whisky escocés en el congelador. Ella se merecía algo mejor. Yo podía ofrecerle algo mejor, pero ¿entonces qué? Ella se marcharía y yo tendría que fingir que no llevaba esta vida en la que me encontraba siempre alerta, siempre pensando con antelación.

En realidad, una de las razones por las que vivía de manera tan espartana, tan libre de restricciones, era que sabía lo que era perderlo todo. Había tenido toda la opulencia, todas las cosas materiales que cualquier persona podría desear para llevar una vida materialista y derrochadora. Perder todo aquello no me había dolido ni la mitad que darme cuenta de que la familia, la ilusión que lo proporcionaba todo, estaba hecha de humo y de espejos. Mi padre era casi un asesino y tenía las manos tan manchadas como yo. Mi madre… bueno, no sabía lo complaciente que se mostraba con todo, y hacía un esfuerzo consciente por no averiguarlo realmente. Al menos podía soportar estar con ella en la misma habitación, aunque mi padre no lo permitiera. Desde que me desheredara, mi contacto con ellos se había visto limitado a algunos mensajes de texto de una sola palabra.

Cuando no tenías mucho, perderlo no te parecía tan malo.

Me vestí para empezar el día, me comí un bollo rancio para tener algo de energía y me dirigí al piso donde estaba el taller. Quería pasarme por donde Nassir y ver qué se jugaba él con los cadáveres. Si teníamos un enemigo común, teníamos que unir nuestras fuerzas y descubrir quién podría ser. Además ese fin de semana había noche de pelea y yo quería saber cuáles eran las probabilidades de ganar de sus luchadores. Nassir nunca hacía algo tan simple como permitir que dos hombres con igual fuerza se enfrentaran el uno al otro; siempre tenía algún as en la manga para que las cosas fueran más interesantes y, ahora que estábamos juntos en el negocio, tenía qué saber cuáles eran esos ases para asegurarme de sacar el mayor potencial a las apuestas.

Bax estaba hablando con uno de los mecánicos legítimos que trabajaban para él. El negocio del taller desde que él tomara las riendas se había convertido en una empresa viable para ganar dinero. Nadie conocía los coches antiguos como Bax, y el producto que manejaba no tenía comparación en cuanto a calidad. No era necesario que me ayudara como hacía, pero yo le estaba agradecido.

Me saludó con la barbilla y un brillo en sus ojos oscuros.

—¿Has visto a Titus?

—Sí, y ahora voy a ir a hablar con Nassir.

—¿Crees que podría haberle pegado un tiro al tipo que se propasó con Honor?

—Sé que podría haberlo hecho, pero yo estaba allí y el tipo estaba vivo cuando me marché. Nassir no mataría a un tío y después lo tiraría por la puerta de atrás. Está loco, pero no tanto. Y el chico… —Negué tristemente con la cabeza—. Eso era innecesario. No era más que un crío idiota que perdió una apuesta; no había razón para que acabara en un callejón con el cuello partido.

—Sea quien sea quien esté detrás, creo que esto no ha hecho más que empezar.

—Lo sé.

—¿Podrás hacerte cargo?

—La gente no para de preguntarme eso. No sé qué otras opciones tengo. Si lo dejo pasar, otra persona se hará cargo de la ciudad y volverá a estar donde lo dejó Novak. Por no mencionar que, si hago eso, les demostraré a todos que no soy más que un niño rico aburrido jugando a ser un delincuente. Mi ego no lo permitirá.

Él se rio.

—He visto el BMW en el vídeo de anoche. La rubia de hielo y tú, ¿eh?

Arqueé una ceja y le di un puñetazo en el hombro.

—Si hubiera sido así, estaría de mejor humor ahora y no habría permitido que Titus se quedara tanto tiempo como se ha quedado. Ella tiene problemas y solo quiero ayudarla. ¿Dovie ha mencionado si ha visto que alguien intentara molestar a Brysen?

Él enarcó una ceja y se frotó el borde de la mandíbula con el pulgar. La estrella que tenía tatuada junto al ojo se arrugó cuando entornó los párpados pensativo.

—Creo que no, pero no escucho todo lo que dicen. Creo que vive con sus padres o algo así. Es difícil tener un hombre si no puedes darle algo por lo que le apetezca volver a casa.

Yo estaba de acuerdo, pero, después de esa llamada telefónica la noche anterior, empezaba a creer que sus razones para vivir en casa de sus padres eran tan complejas y profundas como mis razones para querer mantener el control sobre La Punta.

—Cierto. No sé qué está pasando, pero pienso averiguarlo. Podrías decirle a mi hermana que su amiga tiene un admirador no deseado y pedirle que mantenga los ojos bien abiertos cuando estén juntas.

Bax apretó los labios y sus ojos adquirieron un siniestro tono oscuro.

—Si a Dovie le pasa algo porque alguien la tiene tomada con su amiguita, destruiré a cualquiera que esté implicado.

Bien. Eso era justo lo que quería oír.

—Ninguno de nosotros vive en una burbuja, amigo mío. Tenemos que cuidarnos los unos a los otros porque a nadie le importa una mierda que salgamos con vida.

Él murmuró a modo de respuesta y se volvió hacia el Jaguar al que estaba quitando el motor. Bax siempre había sido un hombre de pocas palabras.

Me metí en mi Mustang y conduje por la ciudad hasta llegar a la vieja fábrica de comida para perros que se había convertido en principal base de operaciones de Nassir. Era el club grande, el que atraía a muchachos de todas partes de la ciudad. Estaba oculto, era difícil de encontrar, imposible entrar a no ser que conocieras a alguien, y totalmente distinto por fuera y por dentro. A plena luz del día, parecía un edificio abandonado y embargado. Pero, de noche, cuando se ponía el sol y salían a jugar los malhechores, era un hervidero de actividad y estaba a la altura de cualquier club nocturno de cualquier metrópoli importante del mundo.

Algunas noches era una rave. Algunas noches era una discoteca. Algunas noches era un club de peleas brutales. Algunas noches era un antro de sexo y perversión. Lo que pidieran y desearan las masas, Nassir se lo daba… eso y más. Era un hombre de negocios brillante además de un asesino frío y calculador y un monstruo desalmado.

Bajé varios tramos de escaleras desvencijadas que parecían incapaces de soportar mi peso. Al final había una enorme puerta metálica que tenía un teclado de entrada similar a los que tenía instalados en el taller. Introduje el código y esperé la aprobación de quien fuera que estuviese encargado de la seguridad desde el interior para que abriese la puerta. Los pasillos estaban vacíos y olían a sudor y a sexo. Como si todas las cosas malas que habían tenido lugar entre aquellas paredes se hubieran filtrado por el hormigón e inundado todo el local. Pasé otra puerta de seguridad, recorrí el piso vacío de la fábrica, que tenía un aspecto industrial y descuidado durante el día, me metí detrás de la barra y subí unas escaleras de hierro forjado que conducían a la zona VIP, que en realidad eran las antiguas pasarelas suspendidas de la fábrica, hasta llegar al despacho trasero en el que sabía que Nassir pasaba gran parte del día.

El despacho no tenía nada que ver con el aspecto ruinoso y desolado del resto del almacén. La estancia estaba envuelta en paredes de cristal ahumado de visión unilateral que sabía que eran a prueba de balas e insonorizadas. Tenía monitores que ocupaban toda la pared de detrás de su escritorio y que hacía que el sistema de seguridad de mi taller quedara a la altura del betún. Su escritorio era una mesa mastodóntica lacada en negro que descansaba sobre un suelo de mármol. Nassir era un tipo ostentoso, pero también un depredador letal. Nadie que entrara en aquel despacho se engañaría pensando que había ido allí para una simple reunión de negocios.

Me dejé caer en uno de los sillones de orejas que tenía delante y me quedé mirándolo mientras hablaba por teléfono. Tenía el ceño fruncido y el pelo revuelto, como si hubiese estado pasándose las manos por la cabeza, en vez de peinado como de costumbre. Apoyé el tobillo sobre la rodilla y comencé a tamborilear con los dedos un ritmo al azar mientras él me miraba con rabia. Nassir no se llevaba bien con los demás y, ahora que había una cantidad desconocida en la ecuación, nuestra incómoda tregua podría ser demasiado para él.

Gruñó algo en un idioma que yo no entendía y lanzó el teléfono sobre el escritorio con bastante más fuerza de la necesaria. Se reclinó en su silla y me miró muy seriamente.

—Si me preguntas si disparé a ese tío, puede que te meta un puñetazo en la cara.

Eso me hizo sonreír.

—¿Tienes idea de quién podría estar detrás de todo esto?

—Alguien torpe y evidente. Fue algo estúpido y gratuito.

—Lo del chico fue un exceso.

—Lo del chico fue una manera de demostrar algo.

Descrucé las piernas y me incliné hacia delante con los antebrazos apoyados en las piernas.

—¿Qué quieres hacer al respecto?

Murmuró algo que no entendí y se pasó los dedos por la melena oscura.

—Uno de mis chicos está revisando las grabaciones de seguridad de ambos clubes para ver si encuentra algo. Tenemos que saber a quién buscar antes de decidir lo que queremos hacer al respecto.

—De acuerdo.

No creí que fuéramos a ponernos de acuerdo, pero por el momento me bastaba. Cierto, no confiaba en Nassir, pero, hasta que me diera razón para dudar de su criterio, me parecía bien abordar el tema paso a paso. Era lo lógico.

—Ahora hablemos de las peleas de este viernes por la noche.

Nassir apretó los labios y sus ojos color caramelo se afilaron.

—¿Qué es lo que hay que hablar? Llevo organizando noches de pelea desde que tú recorres las calles. No es nada nuevo.

—Sí, pero estoy repasando las probabilidades y quiero saber qué truco vas a hacer para tener un ganador garantizado. Si vas a jugar sucio, quiero que eso se refleje en las probabilidades.

—No es así como se gana dinero, Race.

—No, pero sí es como se hace una apuesta limpia.

—¿A quién le importa una apuesta limpia?

—A mí —respondí llevándome el pulgar al pecho.

Él frunció el ceño más aún y vivimos un momento tenso en el que ambos nos quedamos mirándonos sin hablar.

—Esto es ingenuo y absurdo. Esta colaboración no va de eso.

—Mira, te vi tender una trampa a mi mejor amigo contra unos tipos que estaban drogados, tipos con cuchillos, tipos que luchaban por sus vidas porque amenazaste con matarlos a ellos o a sus seres queridos si perdían, y yo no hice nada al respecto. Si quieres decantar la pelea a favor de cierto luchador, eso es cosa tuya, y sabemos que a la gente le encanta esa mierda. Pero, cuando se trata de dinero, será una apuesta limpia basada en probabilidades reales. Las ganancias serán mayores, pero también lo serán las apuestas. Confía en mí.

Nassir no quería ceder. Lo veía en su cara y en su postura, pero, por alguna razón, había decidido que era más fácil trabajar conmigo que siempre contra mí, así que agachó la cabeza y asintió.

—Kenmore está convaleciente de una rotura del ligamento cruzado anterior. Cree que está bien para pelear, pero el contrincante sabe lo de la lesión y hará lo posible por aprovecharse de ello. Pero no puedes descartar a un tipo como Kenmore; pelea porque le encanta, no por el dinero.

Eso significaba que las probabilidades debían de estar sesgadas a favor del otro luchador, pero, si Kenmore lograba ganar, las ganancias serían inmensas para aquellos que fueran lo suficientemente valientes para apostar por el supuesto perdedor.

—Entendido. Te veré el sábado.

Me levanté del sillón y me volví para mirarlo cuando me llamó al llegar a la puerta.

—Sé que estás en esto conmigo, Race, pero, si se derrama sangre, ¿estás sinceramente preparado?

Como ya dije, no sabía mucho sobre el pasado de Nassir, solo que había aparecido en escena más o menos en la misma época en la que Bax y yo nos enredamos con Novak. Principalmente proporcionaba entretenimiento a La Punta y lograba cosas que nadie más parecía lograr. En realidad yo nunca le había visto ponerle las manos encima a nadie, nunca le había visto mover un dedo para herir a otra persona, pero había algo en él, una cualidad innata que fluía bajo la superficie de aquellos extraños ojos y que hacía adivinar una tendencia violenta y caótica que esperaba ser liberada.

—Yo soy más de aceptar las cosas tal como vienen, Nassir. Haré lo que tenga que hacer para que las cosas salgan bien y que todo funcione como considero apropiado. No puedo decirte para qué estoy preparado y para qué no, porque este lugar y su manera de retorcerse sobre sí mismo son siempre una sorpresa. Has de creerme cuando te digo que haré lo que crea que haya que hacer.

—¿Crees que será suficiente?

—Tendrá que serlo.

Cerré la puerta del despacho detrás de mí y dejé escapar el aliento, que ni siquiera era consciente de haber contenido.

No era inmune a la violencia, a las peleas necesarias para triunfar en La Punta. Solo albergaba la esperanza de que, si se ponía al volante un hombre que valoraba su cerebro más que sus músculos, parte de aquella violencia diaria desaparecería. No había contado con que la propia naturaleza de la ciudad, el pulso de La Punta, pidiera la sangre de todos pese a mis esfuerzos por calmar a la bestia.