NOTAS AL PIE AL VOLUMEN III
[1] Anécdotas de Johnson, pág. 176. —BOSWELL. «Qué difícil, por no decir dificilísimo —dijo él—, es que un hombre enfermo no pase por bribón sin remedio». <<
[2] De ningún modo es falacia, sino argumento sólido y racional. Quien goza de buena salud y tiene aprensión por el estado de otra persona que se encuentra lejos sabe con certeza que los temores de esa persona por su salud son imaginarios y engañosos; de ahí que tenga un fundamento racional para suponer que sus propias aprensiones, en lo tocante a la salud de los ausentes, sea su esposa o un buen amigo, son igualmente infundadas. —MALONE <<
[3] Ese giro, «irritantes pensamientos», me parece que es muy expresivo. Me ha resultado familiar desde mi infancia, pues ya se encuentra en los Salmos en metro que se empleaban en las iglesias de Escocia, o más bien debería decir kirks [kirk, y no church, es como se designa a la iglesia, tanto edificio como institución, en el inglés de Escocia]. Por ejemplo, el Salmo 43, 5:
¿Por qué estás abatida, alma mía?
¿Y qué es lo que tanto te desazona?
¿Qué irritantes pensamientos tienes
para que así me agites y me inquietes?
Sin duda, hay que tener en cuenta lo poco definitivas que son las primeras impresiones. Ahora bien, en un periodo más maduro de la vida, tras examinar varias versiones métricas de los salmos, me he convencido de que la versión empleada en Escocia es en conjunto la mejor de todas, y reconozco que es muestra de vanidad pensar siquiera en tener una mejor. Posee en general la sencillez y el carácter de unción que tiene la poesía sacra; en muchos momentos se ha trasfundido de manera admirable. —BOSWELL <<
[4] El doctor Adam Smith, que durante un tiempo fue profesor de la Universidad de Glasgow, ha expuesto en su Riqueza de las naciones ciertas reflexiones sobre este particular que ciertamente carecen de fundamento y que parecen fruto de la envidia. —BOSWELL <<
[5] El doctor Goldsmith había fallecido antes de que Maclaurin hijo descubriese tan descabellado error. En cambio, Nourse, el librero, propietario de los derechos de explotación de la obra, al ser interpelado en este sentido por sir John Pringle, accedió de muy buena gana a que la hoja que contenía tal dislate fuese suprimida y el libro se reimprimiera sin ella, todo a sus expensas. —BOSWELL
En la segunda edición, publicada cinco años después de muerto Goldsmith, ese relato aún figura en la página correspondiente; sólo en una nota al pie se dice que el profesor no padecía el defecto que se comenta. —HILL <<
[6] Lo que ha dicho aquí el doctor Johnson es sin ningún género de dudas una muestra de total sensatez, a pesar de lo cual me temo que la ley, que lord Coke ha querido definir como «la perfección de la razón misma», no está totalmente de su parte, ya que en los libros se sostiene que cualquier ataque contra la reputación, incluso de un difunto, puede ser castigada por ser difamación, porque tiende a perjudicar la paz reinante. Sin embargo, tengo para mí que no existe ni un solo caso moderno que se haya resuelto en tal sentido. En la Real Judicatura, trimestre de Trinity, 1790, surgió la cuestión con motivo de una acusación, el caso llamado «El Rey contra Topham», quien, en su condición de propietario de un periódico llamado The World, fue declarado culpable de difamación contra el Conde de Cowper, ya difunto, debido a ciertas acusaciones injuriosas contra Su Señoría que se publicaron en dicho periódico. Solicitado un aplazamiento del juicio, el caso suscitó después una solemne discusión ante el tribunal. Mi amigo el señor Const, al cual me deleita tener ocasión de elogiar como merece no sólo por su probada capacidad, sino también por sus modales, siendo un caballero cuya ancestral sangre germánica se ha templado en Inglaterra, y del cual puede en puridad decirse que ha sabido como nadie aunar al barón con el letrado, formó parte de la defensa del señor Topham. Hizo un gran despliegue de sus conocimientos y de su ingenio sobre la cuestión en general, que, sin embargo, no llegó a resolverse, pues el tribunal concedió un aplazamiento debido sobre todo a la informalidad en que incurrió la acusación. No hay hombre que tenga mayor respeto y reverencia por las leyes de Inglaterra que yo, si bien, con toda la debida deferencia, no puedo dejar de pensar que el procedimiento de la acusación, si al acusado no se le permite justificarse, ha de ser a menudo opresión insufrible, a menos que los jueces, a quienes cada vez más tengo por portavoces de la ley, así como jueces de los hechos, se opongan con la debida resolución. Últimamente se ha aprobado un decreto del Parlamento en el que se declara el pleno derecho del uno sobre el otro en materia de difamación, y comoquiera que la propuesta fuera hecha por un caballero muy popular, muchos integrantes de su propio partido han cantado en términos sumamente exagerados las alabanzas de la maravillosa adquisición que representa para la libertad de prensa. Yo, por mi parte, siempre he sido de la opinión de que este derecho era inherente a la constitución misma de un jurado, y en cierto modo y por razones obvias era inseparable de la importante función que todo jurado desempeña. Establecerlo, por tanto, mediante un estatuto de ley, es, creo yo, estrechar la base en la que se fundamenta, que es amplia y tiene hondas raíces en la Ley Común. ¿No vendría a debilitar el derecho de primogenitura, o cualquier otro derecho ya antiguo y universalmente reconocido, caso de que la actual legislatura aprobase una ley a favor del mismo? En mi Carta al pueblo de Escocia, escrita en contra de la disminución de los lores en los tribunales ordinarios y publicada en 1785, consta el siguiente pasaje, que es una evaluación concisa y yo diría que justa, espero, de la situación en que se halla la cuestión, por lo cual me tomo la libertad de citarme: «Los jurados de Inglaterra son jueces tanto de ley como de hecho, en toda suerte de juicios civiles y en todos los criminales. Con el fin de que mi principio de resistencia no sea mal interpretado, y como ya hice respecto del principio de sumisión, sostengo que sería yo el último hombre del mundo que animase a los miembros de un jurado a contradecir de manera áspera, veleidosa o perversa la opinión de los jueces. Muy por el contrario, mi afán es más bien que atiendan con el debido respeto el consejo que puedan recibir de la Judicatura, mediante el cual muchas veces podrán formarse su propia opinión, siendo ésta, “y no otra”, la opinión que están obligados a dar por juramento. En cuanto a que tras la debida atención que se preste a todo lo que el juez de turno deba decir sean los miembros del jurado de una opinión radicalmente distinta de la suya, no sólo posee el jurado el poder y el derecho, sino que además se halla obligado en conciencia a dictar un veredicto en consonancia». —BOSWELL
The World lo describe Gifford en su Baviad and Mæviad como un periódico fundado por «una pandilla de petimetres… y dirigido a complacer el gusto de la ciudad». Se publicó de 1787 a 1790. El «popular caballero» era Fox, cuya ley sobre la difamación fue aprobada en la Cámara de los Lores en junio de 1792. —HILL <<
[7] Un caballero que, a partir de su extraordinario saber en toda clase de materias, ha sido tachado de omnisciente. Johnson, creo que con mucha propiedad, lo dejó en «sabelotodo», siendo el otro término un verbum solemne, apropiado para el Ser Supremo. —BOSWELL <<
[8] Este señor Ellis, según creo, fue el último de los profesionales a los que llamaba «escribientes», que fueron uno de los gremios de Londres, sólo que ya no desempeñan el oficio por separado e individualmente, sino que se han asociado con abogados y otros profesionales para realizar sus transacciones. Era un hombre de gran saber literario, y de gran talento. Fue autor de una versión «hudibrástica» del Canto de Maphaeus, añadido a la Eneida, así como de algunos poemas incluidos en la antología de Dodsley y de varias piezas menores, pero como era un hombre sumamente modesto nunca quiso poner su nombre en ninguno de sus escritos. Me mostró una traducción que había hecho de las Epístolas de Ovidio, con notable donosura. Existe un buen retrato suyo, grabado por Pether a partir de un óleo de Fry, colgado en el salón de la Compañía de los Escribanos. Le visité el 4 de octubre de 1790, cuando tenía noventa y tres años, y su juicio me pareció preciso y claro, aunque su memoria aparentaba estar un tanto desvaída, de modo que le fallaba ocasionalmente, si bien me aseguró, y en efecto corroboré, que era capaz de servirse muy bien de ella con un pequeño esfuerzo. Fue agradable observar que estaba libre del descontento y de la vacilación que tan a menudo nos molestan en la vejez. Durante el verano de aquel año fue a pie a Rotherhithe, donde almorzó, y volvió caminando al atardecer. Falleció el 31 de diciembre de 1791. —BOSWELL <<
[9] Lord Macartney, que amén de otras cualidades distinguidas es notable también por su cortesía, me dijo que se había encontrado con Johnson en casa de lady Craven, y que pareció mostrarse celoso de toda interferencia, «por lo cual —dijo Su Señoría sonriendo— me mantuve al margen y me retiré con discreción». —BOSWELL
La señora Montagu, el 17 de mayo de 1778, escribe así: «Lady Craven canta y actúa de manera tan admirable, y es tan bella y tiene una vivacidad tan afrancesada, que todo París estaría como loco por ella si en vez de ser una noble de Inglaterra fuese una cantante de ópera francesa». —HILL <<
[10] Thomas Ballow fue autor de un excelente Tratado sobre la igualdad, impreso anónimamente en 1742 y reeditado posteriormente con muy valiosas adiciones por John Fonblanque. Murió repentinamente en Londres el 26 de julio de 1782, a los setenta y cinco años de edad, y aparece en la Gentleman’s Magazine correspondiente a ese año como «un gran erudito y conocedor del griego, famoso por su saber de Filosofía antigua». —MALONE <<
[11] En vano me he esforzado por averiguar qué partes puedan corresponder a Johnson. Tal vez los médicos de profesión puedan precisarlas. —BOSWELL <<
[12] Patrick lord Elibank, que murió en 1778. —BOSWELL <<
[13] «Nunquam enim nisi navi plena tollo vectorem». Lib. II, C, VI [«Nunca llevo pasajeros hasta que está la nave bien abastecida»]. —BOSWELL <<
[14] En la Monthly Review del mes de mayo de 1792 aparece una corrección sobre este pasaje que me sentiría muy culpable si no refrendase. «Esta versión de los hechos es harto inexacta. Tenemos la certeza de que la siguiente versión de los hechos obedece plenamente a la verdad en todas las circunstancias del caso. Shiels fue el principal compilador de los materiales de que consta la obra, pero muy escasa fue su aportación en cuanto a la autoría, por tratarse de un escritor de prosa sumamente informe y plagada de giros exclusivamente escoceses. Cibber, que era un hombre de inteligencia vivaracha, y que por entonces solicitaba empleo entre los libreros, fue contratado para que corrigiera de arriba abajo el estilo y la dicción de la obra en su totalidad, de la que entonces sólo estaban previstos cuatro volúmenes, y para ello se le dotó de plenos poderes para alterar, suprimir o añadir cuanto estimara oportuno. Asimismo, debía hacer acopio de las notas ocasionales, en especial las que hicieran referencia a los poetas dramáticos con los cuales mantuvo una relación estrecha. También se comprometió a escribir varias de las Vidas, cosa que, según se nos ha dicho, llevó a cabo a pedir de boca. Fue de crucial utilidad en la posterior eliminación de los sentimientos jacobitas y tories que Shiels había esparcido industriosamente en cada ocasión en que le fue posible colarlos de rondón, y como quiera que el éxito de la obra a fin de cuentas pareciera harto dudoso, se contentó con recibir veintiuna libras por sus desvelos, además de unos cuantos ejemplares del libro para repartir entre sus amistades. Shiels había recibido casi setenta libras, además de gozar con la ventaja de haber confeccionado muchas de las mejores Vidas, que le fueron comunicadas por amigos de los interesados nada más acometer la empresa; por todo ello, Shiels gozó de la misma consideración que por todo lo demás, pagándosele a tanto el pliego por el total del trabajo desempeñado. No obstante, montó de tal modo en cólera con su supervisor, claramente whig (el cual, al igual que su padre, era virulento partidario de los principios políticos que prevalecieron durante el reinado de Jorge II), por haber mutilado su obra de manera tan inmisericorde, y por eliminar todo rastro de su postura política, que desafió a Cibber por escrito, si bien el editor del volumen impidió que le hiciera llegar el reto, pues con justicia se le rió a la cara ante tamaño enfurecimiento. Al final, también los propietarios quedaron descontentos debido a la inesperada industria con que trabajó Cibber, ya que sus correcciones y alteraciones en las galeradas fueron tan numerosas, y tan voluminosas, que el impresor hubo de cargar un oneroso añadido a su factura; con todo ello, a la postre todas las partes quedaron insatisfechas. En conjunto, la obra no devengó el menor beneficio a los que la emprendieron, quienes se habían puesto de acuerdo para que, en caso de que tuviera éxito, se recompensara a Cibber con unas veinte guineas más de las ya recibidas, añadido por el cual su factura se halla ahora en manos de los libreros. Se nos ha garantizado, por añadidura, que de hecho percibió una cantidad adicional. Cuando, poco después, ya en el año de 1758, tuvo la desgracia de embarcarse con rumbo a Dublín contratado por uno de los teatros de la ciudad, el barco en que navegaba naufragó, y perecieron todos los que iban a bordo. Eran en total unos sesenta pasajeros, entre los cuales figuraba el Conde de Drogheda y muchas otras personas de relieve y de fortuna. [Gent. Mag., 1758, vol. XXVIII, pág. 555].
»En cuanto a la presunta intención de hacer pasar la compilación por obra del señor Cibber padre, las acusaciones parecen basarse en una urdimbre cuando menos poco caritativa. Se nos ha garantizado que la idea no la contemplaron los propietarios, que todavía viven; tenemos la esperanza de que tampoco se le ocurriese a quien tuvo la idea original de la obra, que fue asimismo quien la imprimió, y que es hombre de carácter intachable.
»Nos hemos sentido inducidos a entrar de manera circunstancial en todo el detalle que antecede sobre los hechos relacionados con las Vidas de los poetas, compilación de los señores Cibber y Shiels, movidos por el sincero respeto que nos inspira el sagrado principio de la verdad, que con tanta firmeza inquebrantable y rigor absoluto profesó el doctor Johnson; creemos que ninguna consideración, de ninguna clase, le habría llevado jamás a vulnerar ese sagrado principio. Con respecto a esta cuestión, que ahora desechamos, él se llevó sin duda a engaño debido a una información tan parcial como errónea: Shiels fue amanuense del doctor; había reñido con Cibber; es natural suponer que le relató la historia en sus propios términos; es seguro, por último, que no era “un moralista muy recio”». [La cita está tomada del Viaje a las islas occidentales, ed. de 1924, pág. 108]. Esta explicación se me antoja muy satisfactoria. Sin embargo, preciso es observar que la historia, tal como la contó Johnson, no se basa exclusivamente en mi versión de su conversación, no en vano él mismo la ha publicado en su Vida de Hammond, donde dice que «el manuscrito de Shiels hoy obra en mi poder». Es harto probable que se fiase de la palabra de Shiels, y que nunca se tomase la molestia de compararlo con las Vidas de los poetas, tal como se publicaron con el nombre de Cibber. Desconozco qué fue del manuscrito. Mucho me hubiera gustado examinarlo. Supongo que debió de ser arrojado al fuego en la impetuosa combustión de papeles que Johnson llevó a efecto, creo que de manera precipitada, estando ya moribundo. —BOSWELL <<
[15] Hogarth vio a Garrick en el papel de Ricardo III, y a la noche siguiente lo vio en el papel de Abel Drugger, personaje de El alquimista, obra de Ben Johnson. Quedó tan asombrado que le dijo: «Está usted en su elemento, tanto cuando se embadurna de suciedad como cuando se mete hasta los codos en una charca de sangre». —MALONE <<
[16] Se trata de un notorio bandolero y salteador de caminos, que juzgado y declarado inocente en varias ocasiones fue al final condenado a la horca. Era famoso por su vestimenta de petimetre, y por llevar en particular un ramillete de dieciséis cordones en la rodilla de los bombachos. —BOSWELL <<
[17] Véase un ingenioso ensayo sobre esta cuestión, obra del difunto doctor Moor, profesor de griego en Glasgow. —BOSWELL
Véase asimismo una nota erudita sobre este pasaje aristotélico, obra de Twining, en su admirable traducción de la Poética, en la que considera varias explicaciones de otros críticos y comenta de manera especial el ensayo del doctor Moor. —J. BOSWELL HIJO <<
[18] Aquí tenemos involuntario testimonio de la excelencia de este escritor admirable al cual hemos visto previamente que el doctor Johnson de manera directa concedía pocos méritos. —BOSWELL
Johnson parece haber estado especialmente complacido con el personaje de la heroína que da título a la novela. «La atención que prestaba a la veracidad —dice la señora Piozzi— no tenía parangón; cuando comenté que Clarissa era un personaje perfecto, me dijo: “Al contrario, bien puede observar que siempre hay algo que prefiere antes que la verdad. La Amelia de Fielding es la heroína más grata de todas las novelerías, aunque esa penosa nariz partida, al no sanarle jamás, arruinó seguramente la venta del único libro que, impreso por la mañana, antes del anochecer ya necesitaba de una nueva edición”». Anécdotas, pág. 221. —MALONE <<
[19] La del señor Romney, el pintor, que hoy goza de merecida y altísima reputación. —BOSWELL
Cumberland le dedicó sus Odas al poco de regresar de terminar sus estudios en Roma. «Curiosa obra podría escribirse —dice Croker—, sobre el renombre de los pintores… Hayley dedicó su lira (tal cual era) a Romney. ¿Qué vale hoy un cuadro de Romney?». La rueda da una vuelta completa, y la nota de Croker resulta tan curiosa como la obra que sugiere. —HILL <<
[20] Se publicó en 1743. Lamento que no haya memoria del reverendo Robert Blair, autor de este poema. Era el representante de la linajuda familia de Blair, natural de Blair, Ayrshire, en Escocia, aunque la hacienda pasó a manos de una mujer, y de ahí al hijo de su esposo, habido en otro matrimonio. Fue predicador de la parroquia de Athelstaneford, donde le fue a suceder el señor John Home, de modo que puede en verdad considerarse territorio clásico de veras. Su hijo, llamado como él, y hombre eminente por su talento y su erudición, es ahora, mediante aprobación universal, fiscal general de Escocia. —BOSWELL <<
[21] Los señores Tyrwhitt, Warton y Malone. —BOSWELL
Johnson escribió el 16 de mayo que «Stevens parece tener relación con Tyrwhitt de cara a la publicación de los poemas de Chatterton; quiso saber con gran ansiedad el resultado de nuestras indagaciones, y aunque dice que siempre los había considerado falsos, no está ni mucho menos contento al vernos tan plenamente convencido» (Cartas, n.º 479). <<
[22] Tal vez sea oportuno señalar que el señor Malone, en su valiosísima edición de Shakespeare, ha reivindicado de pleno la opinión del doctor Johnson, eximiéndole de las infundadas censuras a que ha dado pie la primera de estas notas. Malone ha demostrado que la interpretación del otro pasaje, del que reconoce el propio doctor Johnson que pueda ser dudoso, es de todo punto errónea. —BOSWELL
La primera nota hace referencia a Hamlet, acto V, escena 2: «And many such like as’s of great charge». Dice Johnson (1773): «Se propone un objetable juego de palabras entre as, la partícula condicional y comparativa, y ass, la bestia de carga [asno]». Sobre esta nota comentó Steevens: «Tiene Shakespeare tal cantidad de objeciones propias que hay quienes en puridad opinan que no se le debe acusar de otras que no se propuso hacer».
La segunda nota se refiere al inicio del monólogo de Hamlet, acto III, escena I: «Ser o no ser, ésa es la cuestión». Lo parafrasea Johnson de este modo: «Antes de poder formarme ningún plan de acción racional bajo la presión a que estoy sujeto, es necesario decidir si, una vez pase nuestro actual estado, hemos de ser o no hemos de ser».
De todas las traducciones consultadas, sólo dos mantienen el juego de palabras de la primera nota: Luis Astrana Marín (1932) opta por una concatenación «dado que… dado que…», y termina con «dados de alta puntuación»; Ángel Luis Pujante (1994) prefiere «puesto que… puesto que», y remata la serie con «puestos bien colmados». <<
[23] Prueba del extraordinario poder que tenía el doctor Johnson en la composición es que, según se corrobora en el manuscrito original de esta disertación magnífica, de la cual dictó los primeros ocho párrafos el 10 de mayo y el resto el día 13, hay en total sólo siete correcciones, o más bien variantes, que no son de mucha consideración. Tales eran en tiempos las vigorosas a la par que precisas emanaciones de su intelecto. —BOSWELL <<
[24] No deja de ser curioso que lord Thurlow, tal vez por deferencia al norte de Gran Bretaña, haya empleado aquí un vocablo propio de la ley escocesa, que para un lector inglés quizá requiera explicación: cualificar un daño consiste en señalarlo y establecerlo. —BOSWELL <<
[25] Ha corrido esta respuesta como si en efecto la hubiese dado Johnson; la verdad es que se trata de algo que sólo supuse yo. —BOSWELL
Jack Ketch, muerto en 1686, era el verdugo al servicio del rey Carlos II. Era o muy torpe o muy sádico al administrar la pena capital, de ahí que su nombre designe, en el acervo popular, bien la horca, bien la muerte misma. <<
[26] [Véase pág. 943 de este volumen]. —BOSWELL <<
[27] Foote me dijo que Johnson había dicho de él que «en provocar la risa escandalosa y sonora, indomeñable, no conozco quién le pueda igualar». —BOSWELL <<
[28] Owen M’Swiney, que falleció en 1754 y legó sus bienes a la señora Woffington, la actriz. Fue director del Teatro de Drury Lane, y luego lo fue del Teatro de la Reina, en Haymarket. Fue también dramaturgo, y publicó una comedia titulada El embaucador, o el amor es la medicina, en 1705, así como dos óperas. —MALONE <<
[29] [Véase pág. 371]. —BOSWELL <<
[30] Mi propio y muy complaciente y buen amigo, así como otras personas capaces de recordar las historias de antaño, sin lugar a dudas quedarán sorprendidos cuando observen que John Wilkes aquí se manifiesta claramente inscrito en la escuela warburtoniana. Es no obstante muy cierto, como bien se ve en el elegantísimo comentario y notas del doctor Hurd, Obispo de Worcester, a la Epistola ad Pisones. Para una justa consideración de esta cuestión, es necesario mantener a la vista y elucidar todo el pasaje en el que aparecen estas palabras:
Si quid inexpertum scense committis et audes
Personam formare novam, servetur ad imum
Qualis ab incepto processerit, et sibi constet
Difficile est proprie communia dicere: tuque
Rectius Iliacum carmen deducis in actus,
Quam si proferres ignota indictaque primus.
Publica materies privati juris erit, si
Non circa vilem patulumque moraberis orbem,
Nec verbum verbo curabis reddere fidus
Interpres; nec desilies imitator in artum
Unde pedem proferre pudor vetat aut operis lex.
[«Si encomiendas a la escena algo original y te atreves
a crear un personaje nuevo, que se mantenga hasta el fin
igual que cuando hizo su entrada y sea consistente.
Difícil es decir con propiedad lo que es común; así
harás mejor si hilas tu drama a partir del cantar de Troya
que si ofreces en primicia temas ignotos e inauditos.
La pública materia de tu derecho privado será, si
no te quedas dando vueltas a un ciclo vil y trillado,
ni te preocupas por reproducir palabra por palabra,
cual fiel intérprete, ni te lanzas a un callejón de donde
el apocamiento impida salir o la ley de la obra».
(Traducción de Horacio Silvestre)].
El «comentario» de esta manera lo ilustra: «Y es que la formación de personajes novedosos es una labor de gran dificultad y mucho riesgo, ya que no existe un arquetipo en general aceptado y fijo sobre el cual trabajar, pues cualquiera juzga de acuerdo con el derecho común, en función del extremo y la capacidad de comprensión de su propia idea; en consecuencia, aconseja trabajar y rehacer a los personajes y temas de antaño, sobre todo aquellos que son conocidos y tienen autoridad gracias a la práctica de Homero y de los autores épicos».
En cuanto a la «nota»: «Difficile EST PROPIE COMMUNIA DICERE». El comentario de Lambin reza así: «Communia hoc loco appellat Horatius argumenta fabularum a nullo adhuc tractata: et ita, quae cuivis exposita sunt et in medio quodammodo posita, quasi vacua et a nemine occupata». Y ése es el verdadero sentido de communia, evidentemente fijado por las palabras ignota indictaque, que lo explican; de ese modo, el sentido que se da en el comentario es incuestionablemente el sentido recto. Con todo, y no obstante la claridad del caso, un crítico de época reciente propone este extraño pasaje: «Difficile quidem esse proprie communia dicere, hoc est, materiam vulgarem, notam et e medio petitam, ita immutare atque exornare, ut nova et scriptori propria videatur, ultro concedimus; et maximi procul dubio ponderis ista est observatio. Sed omnibus utrinque collatis, et tum difficilis, tum venusti, tam judicii quam ingenii ratione habita, major videtur esse gloria fabulam formare penitus novam, quam veterem, utcunque mutatam, de novo exhibere». (Poet. Praei, V. II. pág. 164). Ahí, tras haber introducido primero una construcción errónea sobre la palabra communia, la emplea para introducir una crítica impertinente. ¿Dónde prefiere el poeta la gloria de rehacer los temas de antaño antes que la de inventar otros nuevos? Es lo contrario lo que se da a entender cuando insiste en la mayor dificultad de lo segundo, de la cual disuade a sus compatriotas, sólo con respecto a la capacidad de los mismos y a su inexperiencia en estas cuestiones, y con objeto de cultivar en ellos, que es la intención primordial de la Epístola, el espíritu de la corrección, remitiéndoles a los temas de antaño que trataron los autores griegos.
Por mi parte, y con la debida deferencia al doctor Hurd, quien cree que el caso está claro, considero que el pasaje que dice «Difficile est proprie communia dicere» es el meollo de la cuestión para todo crítico que se ocupe de Horacio.
La explicación que milord de Worcester trata con tanto desprecio es la misma que afronta una autoridad que hallo citada en el erudito Baxter, en su edición de Horacio: «Difficile est proprie communia dicere, h. e. res vulgares disertis verbis enarrare, vel humile thema cum dignitate tractare. Difficile est communes res propriis explicare verbis. Vet. Schol». Mucho me decepcionó hallar que ese gran crítico que es el doctor Bentley no aporta nota alguna sobre este dificilísimo pasaje, ya que de su vigoroso y esclarecido intelecto habría esperado yo recibir más satisfacción de la habida hasta la fecha.
Sanadon lo trata de este modo: «Proprie communia dicere; c’est à dire, qui’il n’est pas aisé de former à ces personnages d’imagination, des caractêres particuliers et cependant vraisemblables. Comme l’on a eté le maitre de les former tels qu’on a voulu, les fautes que l’on fait en cela sont moins pardonnables. C’est pourquoi Horace conseille de prendre toujours des sujets connus, tels que sont par exemple ceux que l’on peut tirer des poèmes d’Homere».
Y Dacier observa al respecto que «Apres avoir marqué les deux qualités qu’il faut donner aux personnages qu’on invente, il conseille aux Poêtes tragiques, de n’user pas trop facilement de cette liberté quils ont d’en inventer, car il est três difficile de reussir dans ces nouveaux caractêres. Il est mal aisé, dit Horace, de trait er proprement, c’est à dire convenablement, des sujets communs; c’est à dire, des sujets inventés, et qui n’ont aucun fondement ni dans l’Histoire ni dans la Fable; et il les appelle communs, parce qu’ils sont en disposition à tout le monde, et que tout le monde a le droit de les inventer, et qu’ils sont, comme on dit, au premier occupant». Véanse sus observaciones en general sobre esta expression y la que sigue.
A fin de cuentas, no logro disipar del todo ciertas dudas en torno a que las palabras «Difficile est proprie communia dicere» tal vez no las haya introducido Horacio con el objeto de formar un artículo separado en una «elección de las dificultades» con que un poeta ha de encontrarse si elige un tema novedoso, en cuyo caso por fuerza ha de ser incierto cuáles de las diversas explicaciones es la acertada, y si todo lector tiene derecho de decidir tal como se le antoje. Y caso de que estas palabras sean interpretadas como en general lo son, relacionadas tanto con lo que antecede como con lo que sigue después, el sentido exacto no podrá elucidarse por completo; por ejemplo, si con proprie se pretende señalar «de manera apropiada», como lo entiende el doctor Johnson, o bien, como a menudo lo emplea Cicerón, «con propiedad, con elegancia». En resumidas cuentas, se trata de una extraordinaria muestra de un defecto en la perspicacia de un escritor admirable, que casi en cualquier especie de excelencia alcanza cotas de calidad inigualable. La longitud de esta nota tal vez requiera disculpa: muchos de mis lectores sin duda reconocerán que una discusión crítica en profundidad de un pasaje clásico que uno tiene entre sus preferidos resulta apasionante. —BOSWELL
El francés de Boswell, en esta farragosa nota, queda tal como él lo dio a la imprenta. —HILL <<
[31] No sería de recibo que abundara yo sobre este punzante comentario, en el que se condensa todo un cúmulo de significados. —BOSWELL <<
[32] Estas palabras debían de estar en la otra copia, pues no figuran en la que eligieron. —BOSWELL <<
[33] Se trata de un error, que no se descubrió tras erigir el monumento. Goldsmith había nacido el 29 de noviembre de 1728, por lo que murió a los cuarenta y seis años. —MALONE <<
[34] Este prelado, con posterioridad trasladado a la sede de Limerick, falleció en Wimbledon el 7 de junio de 1806. El original del Memorial en rueda quedó en su poder; el papel que sir William Forbes facilitó a Boswell era una mera copia. —MALONE <<
[35] Sin embargo, al ver el nombre del doctor Warton en la sugerencia de que el epitafio debiera escribirse en inglés, Johnson comentó a sir Joshua: «Me pregunto cómo es posible que Joe Warton, todo un erudito, sea tan tarugo». También dijo: «Siempre habría supuesto que Mund Burke tenía un poco más de seso». Langton, uno de los presentes en casa de sir Joshua, se negó resueltamente a firmar el Memorial en rueda. El epitafio se encuentra grabado sobre el monumento a Goldsmith sin ninguna alteración. En otra ocasión, cuando alguien se empeñó en defender que debería estar en inglés, Johnson dijo: «La lengua del país del que fue nativo un erudito no es la lengua idónea para este epitafio, que debe estar escrito en una lengua antigua y perenne. Considere, señor, cómo iba usted a sentirse si viese en Rotterdam un epitafio de Erasmo en holandés». Por mi parte, creo que lo mejor sería escribir los epitafios en una lengua culta y en la lengua del país, de modo que fuesen universalmente entendidos, al tiempo que se garantizase la estabilidad clásica que requieren. No puedo, por el contrario, ser sino de la opinión de que no es suficientemente fino. Aplicar a Goldsmith por igual los epítetos «Poetæ, Historici, Physici» es cuando menos desacierto, pues en cuanto a su afirmación de que era merecedor del último, al propio Johnson le oí decir que «Goldsmith nos daría un libro espléndido sobre ese asunto, aunque si atina a distinguir entre un caballo y una vaca, creo que a mucho más no llega su conocimiento de la Historia natural». Su libro es sin duda un trabajo excelente, aunque en algunos casos parece haberse fiado de Buffon en demasía, el cual, con todo su ingenio teórico y su extraordinaria elocuencia, sospecho que disponía de escasa información auténtica sobre la ciencia acerca de la cual escribió de manera tan admirable. Por ejemplo, nos dice que la vaca renueva sus cuernos cada dos años, craso error que Goldsmith transfiere fielmente a su libro. Es una maravilla que Buffon, que tanto tiempo vivió en el campo, en su noble mansión solariega, haya incurrido en una pifia semejante. Supongo que confunde la vaca con el ciervo. —BOSWELL <<
[36] Tras cuadrar nuestra cuenta de gastos sobre el viaje a las Hébridas, el balance me resultó favorable, y el doctor Johnson quiso saldar la deuda pendiente enviándome libros. —BOSWELL <<
[37] Baretti me dijo que Johnson se había quejado de que yo le escribiera cartas demasiado largas cuando me encontraba de viaje por el continente europeo, lo cual era cierto fuera de toda duda, pero parece que mi amigo no lo recordaba. —BOSWELL <<
[38] Hijo de un viejo amigo de Johnson, William Drummond (véanse págs. 492 y ss.). Era un joven tan distinguido que fue nominado para ocupar una de las cátedras de Medicina en la Universidad de Edimburgo sin haberlo solicitado, cuando se encontraba en Nápoles. Como tenía otros planes, no aceptó el honor, y murió poco después. —BOSWELL <<
[39] Noble florentino al que menciona Johnson en sus «Notas de un viaje por Francia». Tuve el placer de tratarle en Londres durante la primavera de este mismo año. —BOSWELL <<
[40] Plegarias y meditaciones, pág. 151. —BOSWELL <<
[41] Samuel Patterson, antiguo librero, posteriormente subastador, conocido por su destreza en la confección de catálogos de libros. Murió en Londres el 29 de octubre de 1802. —MALONE <<
[42] No alcanzo a entender por qué Su Señoría emplea el epíteto «grato» cuando habla de una pieza de raciocinio sumamente grave. No obstante, cada cual tiene su propio concepto de lo que es grato. Una noche, casualmente, estuve sentado en la Ópera de Londres junto a un caballero que en el momento en que compareció Medea presa de la mayor de las agonías ante la idea de matar a sus propios hijos, se volvió hacia mí muy sonriente y me dijo: «No me diga que no es gracioso». —BOSWELL <<
[43] El doctor Johnson me dijo más adelante que a su juicio cualquier clérigo tenía ese derecho. —BOSWELL <<
[44] Su criada. —MALONE <<
[45] Por esta y otras cartas del doctor Johnson al señor Levett, estoy en deuda con un antiguo conocido mío, el señor Nathaniel Thomas, cuya valía e ingenio desde hace tiempo son conocidos en un círculo respetable, aunque no muy extendido. Su colección de medallas sería de gran credibilidad para personas de opulencia mucho mayor. —BOSWELL
Nathaniel Thomas, director durante muchos años del St. James’s Chronicle, falleció el 1 de marzo de 1795. —MALONE <<
[46] Plegarias y meditaciones, pág. 155. —BOSWELL <<
[47] Ibid., pág. 158. —BOSWELL <<
[48] Para un retrato de este hombre tan acogedor, véase el Diario de un viaje a las Hébridas, 17 de agosto. —BOSWELL <<
[49] Debido a la velocidad del correo de entonces, mi larga carta del día 14 aún no le había llegado. —BOSWELL <<
[50] Historia de Felipe II. —BOSWELL <<
[51] Johnson es la formación patronímica más común en inglés a partir del nombre de John, mientras que en escocés lo es Johnston. Mi ilustre amigo observó que muchos británicos del norte pronunciaban su apellido a la manera de su tierra. —BOSWELL <<
[52] Debido a sus diferencias en materia de religión y de política. —BOSWELL <<
[53] Ninguna de las personas citadas completó la obra que tenían en mente. El valioso libro de Walton ha tenido una acertada reedición en cuarto y en octavo, con notas e ilustraciones del reverendo señor Zouch. —MALONE <<
[54] Plegarias y meditaciones, pág. 155. —BOSWELL <<
[55] El comedimiento de Johnson al exigir una cantidad tan reducida es extraordinario. De haber exigido un millar, o incluso mil quinientas guineas, los libreros, que bien conocían el valor de cambio que tenía su nombre, sin duda se lo hubieran concedido de buen grado. Es probable que ganaran cinco mil guineas con la comercialización de esta obra en el transcurso de veinticinco años. —MALONE <<
[56] Joseph Cooper Walker, del Tesoro, en Dublín, quien tuvo la amabilidad de comunicarme esto, además de facilitarme una carta anterior del doctor Johnson al mismo caballero[véase pág 294], me ha escrito como sigue: «Tal vez le agrade recibir una descripción del señor O’Connor. Es un venerable, anciano, culto y acogedor caballero, de medios independientes, que reside en Belanagar, en el condado de Roscommon; es un escritor que goza de admiración y es miembro de la Academia Irlandesa. La carta adjunta es la que se alude en el prefacio a la segunda edición de su disertación, pág. 3». O’Connor falleció a los ochenta y dos años de edad. Véase un buen retrato suyo en la Gentleman’s Magazine de agosto de 1791. —BOSWELL <<
[57] Esto es, la Vida de Richard Savage, del doctor Johnson. —BOSWELL <<
[58] Véanse págs. 965-966. —BOSWELL <<
[59] El doctor Johnson no fue el editor, o director, de esta colección de los poetas ingleses; meramente proporcionó los prefacios biográficos con los que se enriquece la obra, como bien se afirma en una página posterior.
Sin duda, debido a virtuosos motivos, recomendó la inclusión de las obras de cuatro o cinco poetas (a los que ha llamado por su nombre), pero no es de ninguna manera responsable de ninguno de los que en ella figuran, ni de los que fuesen omitidos de la misma. Los poemas de Goldsmith (cuya vida sé que se propuso escribir, no en vano recopilé algunos materiales de la misma por expreso deseo suyo) fueron omitidos a consecuencia de un mezquino y exclusivo interés en algunos por parte del señor Carnan, un librero. —MALONE <<
[60] El doctor Johnson había hablado por su cuenta de que visitáramos juntos la ciudad de Carlisle. Encumbrado era una de sus palabras preferidas para designar a una persona de alto rango. «Señor —me dijo—, creo que podemos encontrarnos en casa de una dama de Cumberland, católica romana ella, que es una dama muy encumbrada». Con posterioridad supe que se refería a la señora Strickland, hermana del señor Charles Townley, cuya muy noble colección de estatuas y cuadros ya no se puede admirar, tal como también nos falta su extraordinaria y muy cortés presteza en mostrarla, las cuales tuve, junto con varios amigos, grata ocasión de apreciar. Quienes están en posesión de valiosos medios de gratificar a las personas de buen gusto y educación deberían ponerlos en práctica impartiendo ese placer a los demás. Hago constar aquí mi agradecimiento al señor Welbore Ellis Agar, por la liberalidad con que le complace mostrar su exquisita colección de pintura. —BOSWELL <<
[61] Como tan gran honor les ha hecho el doctor Samuel Johnson, aquí las inserto:
«Al señor Samuel Johnson
»Domingo, 30 de septiembre de 1764
»Mi siempre estimado y muy respetado señor,
»bien conoce usted el solemne entusiasmo de mi ánimo. Por él me tiene usted afecto y por él me respeto yo, pues en eso me parezco al señor Johnson. Se sorprenderá de un modo agradable cuando conozca la razón por la cual le escribo la presente. Me encuentro en Wittemberg, Sajonia. Exactamente, en la vieja iglesia en la que por vez primera se predicó la Reforma, y donde yacen enterrados algunos de los más preclaros reformistas. No me resisto al grave placer de escribir al señor Johnson desde la tumba de Melancthon. Apoyo en estos momentos este papel sobre la lápida de tan gran y buen hombre, que fue sin duda el más valioso de todos los reformistas. Quiso que se reformasen los abusos que habían proliferado en la Iglesia, pero sin buscar jamás la satisfacción de un resentimiento particular. Tan manso era de carácter que, cuando su anciana madre le consultó angustiada sobre las desconcertantes disputas que se dirimían en su época, le aconsejó que “fuera fiel a la religión de antaño”. Sobre esta tumba, ¡mi siempre estimado y respetado amigo!, le juro afecto eterno. Será mi ocupación constante hacer cuanto esté en mi mano para que su vida discurra en felicidad; si falleciera usted antes que yo, me desviviría por honrar con denuedo su memoria; elevado siempre por su noble recuerdo de usted, persistiré en la nobleza de la piedad. Ruego a Dios, progenitor de todos los seres, que le dé su bendición; así quiera usted mantener intacto su afecto por su más afectuoso amigo y devoto servidor,
»JAMES BOSWELL»
«Al doctor Samuel Johnson
»Wilton House, 22 de abril de 1775
»Mi querido señor,
»cada escena de mi vida confirma la verdad de lo que usted me ha dicho: no existe la certeza de la felicidad en este estado del ser. Aquí me encuentro, en medio de todo cuanto usted conoce, en la residencia de lord Pembroke, y estoy sin embargo hastiado y entristecido. Parto enseguida a casa de un viejo amigo en el condado de Devon, y no regresaré a Londres hasta dentro de una semana. Me dijo usted el pasado Viernes Santo, con una cordialidad que me llenó de calor el corazón, que si me afincase en Londres tendríamos que fijar un día a la semana para encontrarnos y charlar libremente. Pensar que me considera usted digno de tal privilegio no puede menos que exaltar mi ánimo. Durante esta presente separación de usted, no obstante la alegría natural que reconoce usted en mi poder, si bien me ensombrecen el ánimo nubes pasajeras, le ruego no deje de enviarme unas líneas, sólo unas cuantas líneas, con su bondad, un viático hasta que vuelva a verle. En su Vanidad de los deseos del hombre y en el Contento de Parnell halló el único medio seguro para disfrutar de la felicidad o, cuando menos, de la esperanza de la felicidad. Soy, siempre con reverencia y afecto, su fidelísimo amigo,
»JAMES BOSWELL» <<
[62] El señor William Seward, miembro de la Royal Society, editor de las Anécdotas de algunas distinguidas personalidades, etcétera, en cuatro volúmenes en octavo, conocido de numerosas y valiosas personas por sus saberes de literatura, su amor por las bellas artes y sus virtudes en sociedad. Estoy en deuda con él por varias comunicaciones relativas a Johnson. —BOSWELL <<
[63] La carta precedente. —BOSWELL <<
[64] Este justísimo comentario espero sea tenido en consideración de continuo por aquellos padres que tienden en general a regalarse con facilidad en el cariño excesivo por sus hijos a expensas de sus amigos. La habitual costumbre de presentarlos tras el almuerzo es sumamente desaconsejable, por insensata. Bastante agradable es que comparezcan a cualquier otra hora; ahora bien, no se les debe consentir que envenenen los momentos de festejo atrayendo la atención de los presentes, y obligándoles a decir lo que de ninguna manera piensan, sólo por elemental cortesía. —BOSWELL <<
[65] Por un error inconcebible, en las tres primeras ediciones de la Vida hallamos en este verso una lectura que bajo ningún concepto hubiera suscrito el doctor Johnson, toda vez que dice: «To virtue, fortune, wine, and woman’s breast», poniendo wine [‘vino’] donde debiera decir time [‘tiempo’]. El error probablemente tuvo su origen en una transcripción errónea de la carta de puño y letra de Johnson, pues su caligrafía era tremendamente difícil de descifrar. El otro desvío que aparece al comienzo del verso (virtue [‘virtud’] en vez de nature [‘naturaleza’]) hay que atribuirlo a un engaño del que le hizo víctima su memoria, por lo cual no requiere enmienda.
El verso citado es el último de un soneto de Sydney cuya versión más antigua, creo yo, es la que se encuentra en la traducción de Ariosto que hizo Harrington (1591), en las notas al libro undécimo. «Por consiguiente —dice—, los excelentes versos de sir Philip Sydney en su primera Arcadia (que desconozco por qué desliz quedó fuera del volumen impreso en cuarto, en 1590) son a mi juicio dignos de elogio y consejo que vale la pena seguir al pie de la letra para tomar por esposa a una mujer buena y virtuosa»:
xxxQuien desee que casta su esposa sea,
antes será fiel, pues fiel a fiel apela;
luego, será tal que de él sea digna ella;
siempre entero, la honrará si persevera.
xxxNingún devaneo, ni rigor sin causa;
ni pensamiento inquieto, ni razón negada;
ni secreteos ni espías, ni ciego a las fallas;
nada de mano dura, nada de rienda larga.
xxxLejos de toda falta, de toda experiencia vana,
ha de aplicarse uno, y el otro subyugarla:
permitir buenas compañías, alejar las malas
y huir de las malas lenguas, que en el vicio se solazan.
xxxHecho esto, nada más hagas, y deja el resto
a la naturaleza, la fortuna, el vino y de la mujer la falda.
Aprovecho esta ocasión para añadir que en el Parnaso de Inglaterra, colección de poemas publicada en 1600, el segundo dístico aparece corrompido de modo que pone words [‘palabras’] donde dice worth [‘digna’], variación que me parece importante señalar y que no quiero pasar por alto, porque las lecturas del libro se han hecho no pocas veces en un tono triunfal, cuando por pura casualidad coinciden con las sofisticaciones de la segunda edición en folio de las obras de Shakespeare de 1632, como si añadieran no sé bien qué grado de autoridad y de autenticidad a esta última, esto es, como si las corrupciones de un libro (y son abundantes, sumadas a las más groseras falsificaciones de los autores de cuyas obras se toman los extractos) pudieran darse alguna suerte de respaldo entre sí, con lo que en cada página aparecen más adulteraciones e infidelidades. Véase el Shakespeare de Steevens, vol. XX, pág. 97, 5ª ed., 1803. —MALONE <<
[66] Parece ser que Johnson, a sus sesenta y ocho años, estaba seriamente a favor de llevar a cabo nuestro proyecto de viajar por el Báltico, que había comentado yo por encima cuando estábamos en la Isla de Skye; de hecho, así escribe a la señora Thrale (Cartas, vol, I. pág. 366 [n.º 545]):
«Ashbourne, 13 de septiembre de 1777
»Boswell, tengo entendido, está a punto de llegar. Habla de llegar hoy mismo; me alegraré de verle, aunque se escabulle de la idea de realizar una expedición por el Báltico, lo cual, creo yo, constituye el mejor plan que tenemos ambos a nuestro alcance. Desconozco cuál pueda ser la alternativa que se nos ocurra a los dos. Él desea ver el País de Gales, y, con la salvedad de los bosques de Bachycraigh, ¿qué hay que ver en Gales, qué se nos ha perdido allí que pueda colmar el hambre de la ignorancia o saciar la sed de la curiosidad? Tal vez atinemos a forjar algún plan del tipo que sea, aunque, según el dicho de Hockley in the Hole, es una lástima que no tenga un mejor fondillo».
Un ánimo tan ardiente, y semejante vigor de hombre emprendedor, es admirable a cualquier edad, pero lo será tanto más si se piensa en la época de su vida a la que Johnson ya había llegado. Ahora lamento que no insistiera yo en llevar a buen puerto nuestro plan. Además de los demás objetos de curiosidad y observación, haber visto a mi ilustre amigo en una recepción, tal como muy probablemente habría sido el caso, por parte de un príncipe tan distinguido por su talento y sus logros como era el difunto Rey de Suecia, y por parte de la Emperatriz de Rusia, cuya capacidad, información y magnanimidad extraordinarias con justicia asombran al mundo, me habría supuesto un asunto de contemplación y un motivo de crónica tanto más noble. Es posible que esta reflexión resulte visionaria en exceso entre los más sedados de mis lectores, o entre los que tienen más sangre fría, a pesar de lo cual reconozco, pues no veo por qué habría de ocultarlo, que con frecuencia me doy a considerarla con sincera e implacable tristeza. —BOSWELL
En el n.º 436 del Spectator, se describe «Hockley in the Hole» como «un lugar de no poco renombre para la galantería de los británicos de las órdenes inferiores». Fielding lo menciona en Jonathan Wild, libro I, cap. 2. En la Ópera del mendigo, acto I, la señora Peachum dice a Filch: «Tendrías que orearte por Hockley in the Hole y visitar Marylebone, chiquillo, a ver si aprendes qué es el valor. Esas son las escuelas en las que lo han mamado tantos hombres hoy valientes». Hockley in the Hole estaba en Clerkenwell. Que a Johnson no le faltaba valor lo demuestra dos años antes, cuando escribió a la señora Thrale a propósito de una cuantiosa suma, 14 000 libras esterlinas, que los Thrale acababan de percibir, diciéndole: «Si tuviera dinero suficiente, ¿qué haría? Pues quizá, si usted y el señor no me tuvieran tan sujeto, iría a El Cairo, y por el Mar Rojo me llegaría al Golfo de Bengala, y me daría un viajecito por la India. ¿No sería mejor que construir y plantar? Sin duda que sería más variado de ver, y daría por tanto mayor amplitud al intelecto. Con la mitad de catorce mil emprendería yo viaje dispuesto a ver otras formas de existencia, y con eso mismo me bastaría para volver y contarlo». Cartas, n.º 417. El calificativo de difunto se añadió al «Rey de Suecia» en la segunda edición, pues Gustavo III fue asesinado en marzo de 1792. —HILL <<
[67] Así fue. La carta me fue reexpedida a mi domicilio de Edimburgo. —BOSWELL <<
[68] Como de forma inesperada, gracias al favor del señor Stone, de London Field, Hackney, he tenido a la vista el original de puño y letra de Johnson de la «Solicitud de la ciudad de Londres a Su Majestad en favor del doctor Dodd», aquí la presento a mis lectores incluyendo los pasajes omitidos, que pongo entre corchetes, y los añadidos o enmiendas en cursiva.
«Que William Dodd, doctor en Leyes, ahora encerrado y condenado a pena de muerte en la cárcel de Newgate, de Su Majestad, por el delito de falsificación, ha sentado durante la mayor parte de su vida un ejemplo provechoso y loable de diligencia en el cumplimiento de su vocación, [y como tenemos razones para pensar que ha ejercido su ministerio con gran fidelidad y eficacia,] que en muchos ejemplos ha producido el efecto más feliz que se pudiera esperar.
»Que ha sido quien primero ha instituido, [o] y quien con toda seriedad ha promovido honestamente varios modos de caridad de beneficio, y [que] por tanto [puede y] debe considerársele benefactor en infinidad de ocasiones del público en general.
»[Que cuando se tiene en consideración su vida pretérita, están deseosos de suponer que su delito no ha tenido la consecuencia que tiene la depravación al uso, sino que fue mera sugestión de una tentación súbita y violenta].
»[Que] los solicitantes por tanto consideran este caso, y algunas de sus circunstancias, como algo carente de precedentes, sumamente peculiar, y animados por la conocida clemencia de Su Majestad con la máxima humildad recomiendan que el mencionado William Dodd sea tenido en la más graciosa consideración de Su Majestad, con la esperanza de que se le tenga a la postre no del todo [inadecuado e] indigno de ser ejemplo de la preclara misericordia real». —BOSWELL <<
[69] Se refiere a su alocución ante el tribunal del Old Bailey, cuando fue declarado culpable. —BOSWELL <<
[70] Véase la última opinión del doctor Johnson en lo tocante al doctor Dodd, en este mismo volumen, el 18 de abril de 1783. —MALONE <<
[71] El doctor Gisborne, médico de Su Majestad, ha tenido la bondad de comunicarme una relación más completa de este asunto que la que llegó en su día al doctor Johnson. El caballero afectado era el difunto John Gilbert Cooper, autor de una Vida de Sócrates y de algunos poemas recogidos en la antología de Dodsley. El señor Fitzherbert lo encontró una mañana al parecer en tal estado de violenta agitación, debido a la indisposición de su hijo, que parecía inasequible a todo consuelo. A la postre, sin embargo, exclamó: «Escribiré una elegía». Como el señor Fitzherbert se dio por satisfecho con esto de la sinceridad de sus emociones, añadió con astucia: «¿Y no sería preferible que tomara un coche correo y fuese a visitarlo?». Fue la astucia de la insinuación lo que dio amplia circulación a la historia. —BOSWELL
Escribe Malone que «Gilbert Cooper fue el último de los benevolistas, o sentimentalistas, que estuvieron muy en boga entre 1750 y 1760, y que con gran ternura de palabras se ocuparon de la general admiración que había de suscitar la virtud. Sus espléndidos sentimientos se evaporaban en el momento de expresarlos, pues no tenían ninguna relación con su práctica cotidiana» (Malone, de Prior, pág. 427). —HILL <<
[72] Diario de un viaje a las Hébridas, 22 de septiembre. —BOSWELL <<
[73] El doctor Taylor estuvo absolutamente dispuesto a reconocerlo, porque el partido con el que tenía afinidad no se hallaba en el poder. Algo de verdad hubo en ello, debido a la pertinacia del clamor de los facciosos. Si hubiera seguido vivo a día de hoy, le habría resultado imposible negar que Su Majestad cuenta con el más caluroso afecto de su pueblo. —BOSWELL <<
[74] Thomas Coxeter (1689-1747) reunió materiales para la biografía de los poetas; poseía una curiosa colección de dramas antiguos; señaló a Theobald muchos de los libros de referencia con que éste ilustró su edición de Shakespeare. Johnson ayudó financieramente a su hija cuando quedó huérfana. —HILL <<
[75] Como cabe la posibilidad de que a algunos de mis lectores les gratifique la lectura del preciso progreso de esta pequeña composición, lo inserto a partir de mis notas. Cuando el doctor Johnson y yo estábamos sentados tête-a-tête en la Taberna de la Mitra, el 9 de mayo de 1778, dijo de pronto: «Habría sido mejor “¿Dónde la dicha?”, se lo aseguro». Añadió entonces una estrofa ridícula, pero no la quiso repetir, no fuera que pudiera yo registrarla por escrito. Era más o menos como sigue; del último verso estoy seguro:
Mientras yo así | como un recluso | |
certeza | ||
el hirsuto sabio | repuso, | |
Ven, mozo, y tómate una cerveza |
En la primavera de 1779, hallándose de mejor humor, remató la segunda estrofa tal como queda en el texto. Solamente hubo una variación, introducida después de que le sugiriese yo cambiar «hirsuto», en el tercer verso, por «sonriente», tanto por evitar la igualdad con el epíteto del primer verso como para describir al eremita de manera más grata. Entonces sí mostró su complacencia de que yo lo conservara. —BOSWELL <<
[76] Cuando mencioné el comentario del doctor Johnson a una dama de admirable sensatez y gran presteza de entendimiento, hizo esta observación: «Es muy cierto, todo esto no excluye sino un único mal, pero ¿qué parte de bien es la que admite?». A esta observación se han rendido con justicia no pocos elogios. Permítaseme, pues, el honor de nombrar ahora a la dama que la hizo, y que no es otra que la difunta Margaret Montgomerie, mi valiosísima esposa y afectuosísima madre de mis hijos, que, si heredan sus buenas cualidades, no tendrán razón para quejarse de su suerte. Dos magna parentum virtus. —BOSWELL
El final de la nota aparece por primera vez en la segunda edición. La cita es de Horacio, Odas, III, 24: «Por dote más preciada las virtudes | de antepasados tienen, | del padre la virtud, y de la madre la fama». —HILL <<
[77] Me congratulo ahora al saber que John Home, quien galantemente estuvo en el campo de batalla por la familia hoy en el trono, y participó en esa sin duda interesantísima guerra, ha tenido la generosidad suficiente de hacer justicia al bando contrario, y prepara para la prensa una relación de lo acaecido. —BOSWELL <<
[78] Era por entonces médico practicante en Derby. Después se mudó a Londres, donde falleció en 1805. Es autor de varios tratados de medicina. —MALONE <<
[79] Véase la Historia de Derby, de Hutton, un libro que goza de merecido prestigio por la información que contiene, la exactitud de la misma y la bondad de su narración. Ciertamente, la época en que vivimos se distingue con eminencia por su excelencia en la topografía. —BOSWELL
Según Hutton, a comienzos del siglo XVIII los italianos tenían en exclusiva «el arte de las hilanderías de la seda». Lombe viajó a Italia, y mediante sobornos logró entrar en una de las mejores sederías. Cuando dominó el secreto, regresó a Inglaterra con dos de los obreros. En torno a 1717 fundó una gran hilandería en Derby. Murió joven, envenenado, se dice, por una italiana que fue enviada a Derby para acabar con él y con sus malas artes. En esa hilandería, de niño, Hutton había soportado «intolerables severidades». —HILL <<
[80] Young. —BOSWELL. Universal Passion, sátira VI, 205. <<
[81] Este régimen, sin embargo, lo practicaba el obispo Ken, del cual Hawkins (no sir John), en su vida de tan venerable prelado, nos dice: «y para que ni el estudio fuera el agresor de sus horas de instrucción, ni lo que entendía por su deber le impidiera la mejora, y para que ni lo uno ni lo otro le estorbaran a la hora de tratar en la intimidad con su Dios, se acostumbró estrictamente a dormir de una sola vez, lo cual le obligaba a levantarse a la una o a las dos de la mañana no pocas veces, e incluso antes; tan habitual se hizo esta práctica que la mantuvo hasta la última enfermedad que sufrió. Y tan vivaz y tan animado era su temperamento que sabía ser entretenido y belicoso con sus amistades en cada velada, aun cuando era de ver que sólo con grandes dificultades lograba permanecer con los ojos abiertos, y se retiraba a descansar sin otro propósito que el de recuperar el vigor y la alegría para entonar sus himnos matinales, que por entonces cantaba a la vez que tañía su laúd antes de ponerse la vestimenta diurna». —BOSWELL <<
[82] Cuando el doctor Blair publicó sus Charlas, fue objeto de envidiosos ataques por haber omitido su censura del estilo de Johnson, al cual, por el contrario, ensalzó mucho. Pero ya antes se habían publicado las Vidas de los poetas, en las que Johnson hace gala de un estilo considerablemente más fácil del que mostró en el Rambler. Por consiguiente, habría sido deshonesto por parte de Blair conservar sus críticas, aun suponiendo que fueran justas. —BOSWELL <<
[83] «Nos adentrábamos por esa ilustre isla, que fue otrora luminaria de las regiones de Caledonia, donde los clanes asalvajados y los bárbaros itinerantes campaban a sus anchas y se beneficiaban del saber allí atesorado, así como de las bendiciones de la religión. Abstraer el ánimo de todas las emociones locales habría sido tarea imposible, caso de que se emprendiera, y habría sido dislate caso de ser posible. Todo lo que nos aleje del poder de nuestros sentidos, todo lo que haga que el pasado, la distancia o el futuro se enseñoreen del presente, nos lleva a avanzar en la dignidad del ser pensante. Lejos de mí, y de mis amigos, quede tan frígida filosofía que aspire a llevarnos, indiferentes, inconmovibles, sobre cualquier terreno que haya dignificado la sabiduría, la valentía o la virtud. Poco ha de envidiarse al hombre cuyo patriotismo no adquiera fuerza renovada en la llanura de Maratón, o cuya piedad no se refuerce entre las ruinas de Iona».
Si nuestra gira sólo hubiera dado por resultado este pasaje sublime, el mundo tendría que reconocer que no se emprendió en vano. Sir Joseph Banks, en la actualidad respetable presidente de la Royal Society, me dijo que se había quedado tan pasmado al leerlo que unió ambas manos y guardó durante un buen rato esa actitud de callada admiración. —BOSWELL <<
[84] A esta censura, que se ha vertido con total falta de cuidado, con total descuido me sumé yo. Pero por hacer justicia al doctor Kippis, quien con ese viril, claro y sincero buen temple que define su carácter supo enderezarme, ahora con placer me retracto de lo dicho. Y deseo que se observe muy en particular, tal como él me señaló, que «las nuevas vidas de los teólogos de la disensión, en los primeros cuatro volúmenes de la segunda edición de la Biographia Britannica, son las de John Abernethy; Thomas Amory; George Benson; Hugh Broughton, erudito puritano; Simon Browne; Joseph Boyse de Dublín; Thomas Cartwright, erudito puritano, y Samuel Chandler. La única duda que alguna vez di en sugerir es si convenía que hubiera un artículo del doctor Amory. Pero estaba convencido, y sigo estándolo, de que tenía pleno derecho a una entrada, debido a la realidad de su sabiduría y a la excelencia y sinceridad de sus escritos prácticos.
»Las nuevas Vidas de los clérigos de la Iglesia anglicana, en esos mismos cuatro volúmenes, son las que siguen: John Balguy; Edward Bentham; George Berkley, Obispo de Cloyne; William Berriman; Thomas Birch; William Borlase; Thomas Bott; James Bradley; Thomas Broughton; John Brown; John Burton; Joseph Butler, Obispo de Durham; Thomas Carte; Edmund Castell; Edmund Chishull; Charles Churchill; William Clarke; Robert Clayton, Obispo de Clogher; John Conybeare, Obispo de Bristol; George Costard y Samuel Croxall. “Que yo sepa —dice el doctor Kippis—, ninguna parcialidad hubo en la realización de la obra. De buen grado no habría yo incluido a ningún ministro de la disensión que no mereciera con toda justicia la debida mención, tal como tampoco habría omitido a ningún clérigo de la Iglesia establecida que no lo mereciera. Al mismo tiempo, nada me disuadirá de introducir a los ministros de la disensión en la Biographia, siempre y cuando esté convencido de que tienen pleno derecho a tal distinción en razón de sus escritos, sabiduría y merecimiento”».
Permítaseme añadir que la expresión «amigo de la constitución en la Iglesia y en el Estado» no la empleé, al igual que ninguna otra reflexión sobre este reverendo caballero, cual si fuera enemigo o detractor de la constitución política de esta nación, como se estableció en la revolución, sino que, debido a mi firme y juramentada predilección por cualquier tory, era cita del Diccionario de Johnson, donde se define así dicha distinción. —BOSWELL
En su Diccionario, la voz tory se define así: ‘Quien respalda la antigua constitución del Estado y a la jerarquía apostólica de la Iglesia anglicana’. <<
[85] Observaciones sobre la locura, de Thomas Arnold, doctor en Medicina. Londres, 1782. —BOSWELL <<
[86] Leemos en los Evangelios que los pobres desgraciados que estaban poseídos por espíritus malignos (cosa que, a fin de cuentas, creo que es la causa más probable de la locura, como ya me hizo ver mi respetado amigo, sir John Pringle) habían recurrido al dolor, lacerándose e incluso lanzándose a veces a las llamas, a veces al agua. El señor Seward me ha proporcionado una anécdota muy digna de nota, que viene a confirmar la observación de Johnson. Un comerciante que en Londres había amasado una gran fortuna se retiró del negocio y marchó a vivir en Worcester. Como no tuviera su entendimiento la ocupación habitual, ni nada que ocupara su lugar, éste se volvió contra sí mismo, de modo que la mera existencia se le tornó tormento. A la postre tuvo piedras en el riñón; un amigo que lo halló presa de uno de sus más severos ataques, como expresó su preocupación, se encontró con esta respuesta: «No, no, no se apiade de mí, se lo ruego: lo que ahora siento es llevadero en comparación con esa tortura del ánimo que jamás afloja». —BOSWELL <<
[87] En la actualidad, quince años después de que tuviera lugar esta conversación, las observaciones que he tenido sobrada oportunidad de hacer en Westminster Hall me tienen persuadido de que, por cierta que pudiera ser hace años la opinión del amigo del doctor Johnson, por patente su conocimiento de la legalidad en aquel entonces, la misma certeza del éxito no puede ahora augurarse a un mismo y meritorio desempeño. Las razones del rápido ascenso de unos y de la desilusión de otros, no obstante, son tales que podría parecer envidia reseñarlas, y además exigirían una serie de pormenores cuya extensión no sería la propia de esta obra. —BOSWELL <<
[88] Eclesiástico o Sirácida, cap. XXXVIII, V. 25. Se puede leer todo el capítulo como una ilustración admirable de la superioridad de los intelectos cultos sobre los groseros y analfabetos. —BOSWELL <<
[89] Segunda edición, pág. 53. —BOSWELL <<
[90] Página 89. —BOSWELL <<
[91] Véase Plott, Historia del condado de Stafford, pág. 88, y las autoridades que cita. —BOSWELL <<
[92] Lo cual habría sido innecesario, pues ya lo hizo a comienzos de siglo Jacob Tonson. —MALONE <<
[93] Tengo entendido que Horace, Conde de Orford, ha recopilado una colección de bon-mots, o dichos de personas que jamás dijeron sino uno. —BOSWELL <<
[94] Me informa el señor Langton de que hace muchísimos años estuvo presente cuando se debatió la cuestión entre Johnson y Burke; ambos, al decir de Johnson, «se emplearon al máximo», Johnson a favor de Homero, Burke de Virgilio. Bien cabe suponer que hubo de ser una de las polémicas más sesudas y brillantes que jamás se hayan cruzado. Cuánto hemos de lamentar, pues, que no se conservase nada. —BOSWELL
En la Vida de Dryden (págs. 303 y 304), tras decir que éste «emprendió quizá el trabajo más arduo en su especie, una traducción de Virgilio», prosigue diciendo: «En la comparación de Homero y Virgilio, la excelencia en la discriminación de Homero es elevación y es comprensión del pensamiento, mientras que la de Virgilio es elegancia y esplendor de la dicción. Las bellezas de Homero es por tanto difícil que se pierdan, mientras que las de Virgilio es difícil que se conserven». —HILL <<
[95] En la Zopenquíada (IV, 342), Pope dice «estirado en el potro de un sillón demasiado cómodo». Pero recuerdo en cambio un dístico muy cercano a la cuestión que tocó en «Virtud, una epístola ética», bello e instructivo poema de autor anónimo, que data de 1758; refiriéndose al trato del placer en exceso, dice:
hasta que languidez, en el potro de la dicha,
confiese que el hombre para esto no se hizo. —BOSWELL
Boswell cita el mismo dístico en sus ensayos del Hypochondriack, IV. <<
[96] [Véase pág 1017] de este volumen. —BOSWELL <<
[97] Gray, Elegía, 68. —BOSWELL <<
[98] Acababa de nacer una hija suya. —BOSWELL <<
[99] La señora Aston. —BOSWELL <<
[100] Véase Juicios de Estado, vol. XI, pág. 339, y la argumentación de Hargrave. —BOSWELL <<
[101] El lema responde a una acertada elección: «Quamvis ille niger; quamvis tu candidus esses».
No puedo dejar de señalar una circunstancia no por extraña menos cierta, y es que un colega abogado de considerable práctica, pero del cual ciertamente no cabe decir que «Ingenuas didicit fideliter artes», preguntó al señor Maclaurin con expresión de displicencia «¿Son suyas esas palabras?». —BOSWELL
Muestra Scott dónde radica el humor del lema. «El abogado de la parte contraria —escribe— era el célebre Wight, abogado excelente, pero de presencia muy doméstica y rasgos muy marcados, ciego de un ojo, que le sobresalían mucho de la cuenca, una barriga caediza y cojera». A él aplicó Maclaurin los versos de Virgilio:
Quamvis ille niger, quamvis tu candidus esses,
O formose puer, nimium ne crede colori.
[«Aunque era negro, y eres tú de blancura celestial,
mucho no te fíes de ese rostro encantador»].
Virgilio, Églogas, II, 16. —HILL
[102] La amistad existente entre el señor Welch y él permaneció intacta. El señor Welch falleció no muchos meses antes que Johnson, legándole en su testamento cinco guineas, valor de un anillo que éste recibió con ternura, como una suerte de amable memorial. Tuvo atención constante por las hijas de su amigo, el señor Welch, de las cuales Jane casó con el señor Nollekens, el escultor, cuyo mérito es de sobra conocido y no requiere alabanza por mi parte. —BOSWELL <<
[103] El doctor Percy, Obispo de Dromore, observó humorísticamente que Levett se desayunaba con la corteza de un panecillo, que Johnson, tras quedarse con la miga, arrojaba a su humilde amigo. —BOSWELL
Es posible que la palabra arrojar sea aquí demasiado fuerte. El doctor Johnson nunca trató a Levett con el menor desprecio; bien se ve en toda clase de circunstancias que tenía una gran amabilidad con él. —MALONE
Hawkins, en la Vida (pág. 397 n.) dice que «el doctor Johnson ha observado a menudo que Levett estaba con él en deuda tan sólo por el uso de una habitación, su parte en el panecillo del desayuno, y, de vez en cuando, la cena de un domingo». En una carta a la señora Thrale, Johnson describe a Levett y a la señorita Williams como «acompañantes familiares y domésticos, a los que se puede visitar o llamar a voluntad, o bien dejar y despachar, y que no estorban con ceremonias ni destruyen la indolencia con el menor esfuerzo». —HILL <<
[104] Véase el comentario a esta cuestión en [págs. 1342-1343], el 3 de mayo de 1779. —BOSWELL <<
[105] Alusión a un verso de su Vanidad de los deseos del hombre, en e] que describe al cardenal Wolsey en su estado de elevación: «A través de él resplandecen los rayos de augusta magnanimidad». —BOSWELL <<
[106] Hija del doctor Swinfen, padrino de Johnson, y viuda del señor Desmoulins, maestro de caligrafía. —BOSWELL <<
[107] La primera edición es de 1492. Entre aquel año y 1792, según ese cálculo, se hicieron 3600 ediciones. Esto es altamente improbable. —MALONE
Johnson aquí olvida emplear su cura preferida contra toda exageración: «Los números redondos —dijo— siempre son falsos». En realidad, la editio princeps la imprimió Günther Zainer en Augsburgo hacia 1471; la primera edición fechada es la de Venecia, 1483. La colección Copinger de la Imitatio Christi, en la Biblioteca del Harvard College por obsequio de James Byrne desde 1921, hoy [1929] consta de 1808 ediciones, traducciones, adaptaciones y perífrasis, muchas de las cuales son posteriores a 1778. —HILL <<
[108] [Véase pág. 965]. —BOSWELL <<
[109] Literary Magazine, 1756, pág. 37. —BOSWELL <<
[110] El siguiente consejo sobre esta cuestión, verosímil y sin embargo prudente en exceso, lo da un escritor italiano citado en Rhedi de generatione insectarum, con el epíteto de «divini poetæ».
Sempre a quel ver ch’a faccia di menzogna
De l’uom chiuder le labbra fin ch’el pote
Però che zenza colpa fa vergogna.
—BOSWELL
Es extraño que Boswell no llegara a descubrir que son versos de Dante, Inferno, XVI, 124. —CROKER, 1848 <<
[111] Lord Bolingbroke, quien por detestable que fuera en tanto metafísico hay que reconocer que poseía un talento admirable como escritor político, describe así la Cámara de los Comunes en su «Carta a sir William Wyndham» [1753, pág. 33]: «Conoce usted bien la naturaleza de tal asamblea; toman cariño, como los lebreles, al hombre que les levanta la caza, y a quien les azuza con su voz». —BOSWELL <<
[112] Pope refiere la historia de este modo:
Fe en tal caso, si habéis de litigar,
que sea sir Godfrey quien lo haya de fijar,
por algo dejó libre al ladrón de un dinero,
castigando a quien lo puso en su esmero.
Imitaciones de Horacio, libro II, epístola 2.
—BOSWELL <<
[113] Todo lo contrario que la historia de Combabus, acerca de la cual David Hume contó a lord Macartney que un amigo suyo había escrito una tragedia. Sin embargo, es posible que peque yo de inexactitud en mi percepción de lo que relató el doctor Johnson, y que él hablase del asunto grotesco y trágico que el señor Hume había comentado. —BOSWELL
La historia de Combabus, originalmente referida por Luciano, se encuentra en el Diccionario de Bayle. —MALONE <<
[114] El difunto Duque de Montrose, según se rumoreaba, vivió con grandes inquietudes por ese motivo, pero estoy en condiciones de contradecir esa información basándome en la propia autoridad de Su Señoría. Como solía admitirme en su presencia y trabar muy llana y suelta conversación conmigo, una vez me tomé la libertad de comentar esta cuestión. Su Señoría me dijo que cabalgaba una noche por los alrededores de Londres cuando fue asaltado por dos bandoleros a caballo, contra uno de los cuales disparó en el acto, y a esto el otro se largó al galope. Su criado, que era un consumado jinete, propuso emprender la persecución para apresarlo, pero Su Señoría dijo que no: «Bastante sangre ha corrido; espero que el otro viva y se arrepienta». Como dio por sentado que iba yo a formularle la pregunta, Su Señoría me aseguró que en ningún momento se le nublaron las ideas por algo que había hecho en defensa propia. —BOSWELL <<
[115] Cuando se lo relaté a la señorita Seward, sonrió y repitió con admirable presteza unos versos de «Acis y Galatea»:
Traedme de ancho tallo al menos un centenar de cañas
y que de mi bocaza sea digna flauta tamaña.
—BOSWELL <<
[116] Lord Macartney sobre este pasaje observa que «le he oído relatar muchas cosas, que si bien quedan embellecidas por el modo en que las relata, tenían su fundamento en la verdad, pero no recuerdo que nunca relatara nada que se acercara a esto. Si lo hubiera puesto por escrito, yo habría dado en suponer que algún bromista habría puesto el uno antes del tres». No obstante, estoy absolutamente seguro de que el doctor Campbell fue quien me lo contó, y presté una atención particular a lo que contaba, siendo como soy un amante del vino, y por tanto curioso de saber todo lo que sea digno de saberse en lo que toca a la bebida. No puede caber duda de que algunos hombres pueden beber sin sufrir daño alguno cantidades que a otros parecerán increíbles. Pero justo es añadir que el doctor Campbell me dijo que invertía un tiempo muy considerable en esta desmedida consumición, y he oído al doctor Johnson decir que «si un hombre bebe muy despacio, y si deja que un vaso se evapore antes de beber el siguiente, yo no sé cuánto tiempo podría estar bebiendo». El doctor Campbell mencionó a un coronel de la milicia que estuvo sentado con él en todo momento y que bebió otro tanto. —BOSWELL <<
[117] No alcanzo a entender qué quiso decir mi amigo con estas palabras referidas al afable filósofo de Salisbury. Otro amigo sugiere que Johnson consideraba afectada su manera de escribir, mientras que al mismo tiempo no compensaba el asunto del cual escribía por esta falta. En resumidas cuentas, se propuso hacer un comentario muy distinto de aquel que hizo un célebre caballero en torno a un médico muy eminente: «Es un petimetre, aunque un petimetre satisfactorio». —BOSWELL
Dice Malone (1799) que el célebre caballero era Gerard Hamilton. En el Diario de un viaje a las Hébridas (3 de noviembre), Johnson dice que «consideraba a Harris un petimetre»; véanse también págs. 686-687. <<
[118] La primera edición es de 1765. —MALONE <<
[119] El señor Anthony Chamier; miembro del Club Literario y subsecretario de Estado. Murió el 12 de octubre de 1780. —MALONE <<
[120] [Véase pág. 461]. <<
[121] En las páginas 202-203 Boswell explica que Johnson una vez le dijo que «había forjado su estilo a partir de sir William Temple, y sobre la Propuesta de Chambers, el llamado “padre de las enciclopedias”, para su Diccionario. Desde luego, estaba en un error, o si en un principio supuso que remedaba el estilo de Temple lo hizo con franco desacierto, pues no hay nada tan disímil como la simplicidad de Temple y la riqueza y abundancia de Johnson».
A primera vista, esta observación de nuestro autor parece perfectamente justa, pero si se examina más a fondo resulta, a mi entender, que se basa en un error de apreciación. Boswell tomó a Johnson demasiado al pie de la letra. No quiso dar a entender, considero, que se esforzase por imitar el estilo de Temple en todos sus componentes, sino que formó su propio estilo a partir de él y de Chambers (es posible que el ensayo publicado en 1737, relativo a su segunda edición, con el título de Consideraciones… etc.), tomando de cada uno lo que era más digno de emulación. El pasaje que tenemos delante, entiendo yo, muestra que aprendió de Temple la modulación de los periodos, y sólo en ese sentido lo tomó por patrón. Según esta apreciación no hay complejidad alguna. Pudo aprender de Chambers lo compacto, la fuerza, la precisión (por oposición a la laxitud de estilo que durante mucho tiempo prevaleció), y de sir Thomas Browne (que fue sin duda uno de sus arquetipos) la pondera verborum, el vigor en la expresión, y de Temple la disposición armoniosa, la debida elección de las palabras y otras artes y elegancias de la composición que aquí se enumeran. Con todo, a fin de cuentas, su estilo no sostiene un parecido reseñable con ninguno de estos autores, aun cuando de todos ellos se beneficiase. —MALONE <<
[122] Se titulaba El cerco de Aleppo. El señor Hawkins, su autor, fue profesor de poesía en Oxford. Está impresa en sus Misceláneas en tres volúmenes en octavo. —BOSWELL <<
[123] La historia es veraz, como se demuestra en la correspondencia de Garrick (II, 6). Hawkins escribió así a Garrick en 1774: «Rechazó usted mi obra El cerco de Aleppo porque “era un error de confección”». Y añadió que su obra «fue honrada por la íntigra aprobación del juez Blackstone y del señor Samuel Johnson».
No le faltaba razón a Garrick al usar la palabra «confección». Dryden la emplea en su prefacio a Edipo rey. —MALONE <<
[124] Cuando Johnson relató esta anécdota a sir Joshua Reynolds, comentó una circunstancia omitida en esta ocasión: «Caramba —dijo Garrick—, si está rojo como la grana». —BOSWELL <<
[125] Deseoso de averiguar cuál era la observación de los antiguos a que aquí se hace referencia, recurrí a sir William Scott, pero no guardaba memoria de lo dicho. Mi viejo y muy culto amigo Michael Kearney, antes profesor de Trinity College, en Dublín, y en la actualidad Archidiácono de Raphoe, en Irlanda, ha elucidado felicísimamente el pasaje. Me señala que «aquí, al señor Boswell debe de haberle engañado la memoria; la observación del señor Scott debió de ser: “En el caso mencionado, el señor Fox podría considerarse el reverso de Phæax, del cual, como refiere Plutarco en la Vida de Alcibiades, dijo Eupolis, el dramaturgo: ‘Cierto que sabe hablar, a pesar de lo cual no es un orador’”».
Si este hallazgo lo hubiera hecho un escoliasta sobre un autor de la Antigüedad, ¡con qué ardor y exuberancia lo habrían reseñado Bentley o Taylor! Sir William Scott, a quien comuniqué el apunte del doctor Kearney, se da perfectamente por satisfecho con el acierto del mismo. Algunas observaciones adicionales me las ha comunicado el mismo caballero. Cualquier lector del periodo clásico lamentará que no sean más numerosas. —MALONE <<
[126] En vano he examinado la antología de Dodsley en busca de los versos a que se refiere, tampoco he podido precisar el nombre del autor. La canción a que se alude comienza diciendo «Bienvenido, bienvenido, hermano deudor». Consta de varias estrofas, en una de las cuales se dice: «Cada isla es una cárcel». —MALONE
Tampoco Hill ha encontrado la referencia. <<
[127] Los versos de Smith tratan sobre Edward Pococke, el gran lingüista experto en lenguas del Oriente, que viajó, desde luego, aunque es Richard Pococke, después Obispo de Ossory, que publicó sus Viajes por Oriente, el que es habitualmente conocido como «el gran viajero». —KEARNEY <<
[128] Diario de un viaje a las Hébridas, 17 de septiembre. —BOSWELL <<
[129] Véase todo esto, descrito con exactitud, así como la descendencia de su familia, de los Condes de Northumberland, deducida con toda claridad en la excelente obra del reverendo doctor Nash, Historia de Worcestershire, vol. II, pág. 318. El doctor adjunta una nota en la que dice que «el editor vio y examinó con todo esmero las pruebas de todos los particulares antes expuestos, que ahora obran en poder del reverendo Thomas Percy».
Las mismas pruebas las he examinado yo con el debido detenimiento, y he visto algunas adicionales, que se han aportado después de que se publicara el libro del doctor, y tanto en mi condición de abogado, acostumbrado a la consideración de las pruebas, como por ser un experto en genealogía bien versado en el estudio de los linajes, quedo plenamente satisfecho. No puedo pasar por alto la observación, por ser una circunstancia que tiene su peso, de que en el rastro de la genealogía del Obispo de Dromore fue esencial la ayuda que prestó la difunta Elizabeth, Duquesa de Northumberland, heredera de tan ilustre casa y dama no sólo de alta dignidad de espíritu, como corresponde a la nobleza de su sangre, sino también de excelentes luces y vivo talento. Con el debido orgullo puedo jactarme de haber tenido el honor de gozar de la correspondencia de Su Señoría, muestras de la cual adornan mis archivos. —BOSWELL <<
[130] Título de un libro que tradujo el doctor Percy. —BOSWELL [Se trata de la Introduction à l’Histoire de Dannemarc, de M. Mallet, 1770]. <<
[131] Esta es la hipocresía al uso que se esgrime contra la biografía fiel. ¿Quiere decir acaso el digno caballero que yo, que aprendí a discriminar el carácter de las personas gracias al propio Johnson, debiera haber omitido todas sus fragilidades y, dicho en breve, haberlo esclarecido tal como el muy digno caballero ha esclarecido Escocia en su descripción? —BOSWELL
Al decir «por acatamiento a sus temores», Pennant cita la Elegía de Gray, o bien se hace eco de la última estrofa:
Acabe aquí el empeño
en desvelar su mérito
o en mostrar sus defectos
por acatar sus miedos.
[132] Véanse el Viaje a las islas occidentales, del doctor Johnson, pág. 296; su entrada en el Diccionario sobre la voz avena; mi Viaje a las Hébridas, I.ª ed.; el Diario de Boswell, 6 de septiembre. —PENNANT <<
[133] El domingo 12 de abril de 1778. —BOSWELL <<
[134] Aunque el Obispo de Dromore tuvo la amabilidad de contestar a las cartas que le envié, relativas a los primeros años del doctor Johnson, por hacerle la debida justicia creo que es adecuado añadir que la relación de la conversación precedente y de las transacciones posteriores, así como algunas otras conversaciones en las que se le menciona, se dan aquí al público sin previa comunicación con Su Señoría. —BOSWELL
[Esta nota apareció en la segunda edición, sin duda por petición expresa del Obispo]. <<
[135] [Véase pág. 1045 n.]. —BOSWELL <<
[136] Johnson tenía razón al suponer que esta clase de poesía obtiene su nombre de maccherone. Teófilo Folengo (que firmaba con el sobrenombre de «Merlín Cocai»), que llevó esta clase de versos a su perfección, escribe en la Apologética antepuesta a la segunda edición, en 1521, de su Macaronicorum Opus: «Ars ista poetica, nuncupatur ars macaronica, a macaronibus deriuata; qui macarones sunt quoddam pulmentum, farina, caseo, butyro compaginatum, grossumque, rude et rusticanum. Ideo Macaronica nil nisi grossedinem, duridatem et vobaculazzos debet in se continere». —MALONE <<
[137] El doctor Johnson, al describir sus bordados en una de sus cartas a la señora Thrale (vol. I, pág. 326), utiliza el cultismo sutil, que la señora Thrale toma cual rábano por las hojas, convirtiendo la frase en una injuria al hablar de sus «bordados fútiles». —BOSWELL <<
[138] Así como a los médicos se les llama «la Facultad» y a los asesores legales «la Profesión», a los libreros de Londres se les denomina «el Gremio». Johnson no vio nunca con buenos ojos estas denominaciones. —BOSWELL (Aunque el propio Johnson la emplea una vez al menos, [véase pág. 405]. <<
[139] [Véase pág. 472], donde se comenta este mismo asunto. —MALONE <<
[140] Si a alguno de mis lectores le inquieta esta espinosa cuestión, permítame recomendarle la carta 69 de las Cartas persas, de Montesquieu, y la respuesta del difunto señor John Palmer, de Islington, a los argumentos mecánicos del doctor Priestley a favor de lo que absurdamente denomina «necesidad filosófica». —BOSWELL <<
[141] Véase Carta a W. Mason, de parte de J. Murray, librero en Londres, 2ª ed., pág. 20. —BOSWELL <<
[142] La señora Knowles, que en modo alguno satisfecha con la fama de sus labores de encaje, las «sutiles imágenes» de las que habla Johnson, tarea en la que en efecto ha hecho despliegue de una gran destreza, ha alcanzado además la fama por sus facultades de raciocinio, muy superiores a lo que es habitual en las mujeres, como creo que he mostrado con justicia, me comunicó un diálogo de longitud considerable, que al cabo de muchos años puso por escrito, entre el doctor Johnson y ella con motivo de esta entrevista. Como no guardaba yo el menor recuerdo del mismo, y como no hallo ni rastro de que sucediera de hecho en mis anotaciones del momento, no podría con la debida coherencia atestiguar con mi firma la autenticidad de lo que refiere, y no puedo por consiguiente insertarlo en mi obra. Se ha publicado sin embargo en la Gentleman’s Magazine de junio de 1791. Hace referencia sobre todo a los principios de la secta que llaman cuáquera, y a buen seguro se presenta la señora de manera ventajosa frente al doctor Johnson, tanto en sus argumentos como en la expresión de los mismos. Por lo que acabo de estatuir, y por la evidencia interna del documento, todo el que sienta la curiosidad de examinarlo más a fondo juzgará si ha sido un error por mi parte descartarlo, por más gratificante que hubiera sido para la señora Knowles incluirlo. —BOSWELL
Johnson mencionó las «sutiles imágenes» en una carta fechada el 16 de mayo de 1776, en la que describe la cena en casa de los señores Dilly. «Estaba presente —escribió— la señora Knowles, la cuáquera que fabrica las sutiles imágenes…». <<
[143] Creo, sin embargo, que seguiré el dictado de mi propia opinión, pues en muchas ocasiones el mundo se ha mostrado muy halagador en su parcialidad con mis escritos. —BOSWELL <<
[144] Plegarias y meditaciones, pág. 164. —BOSWELL <<
[145] Después me dijo Johnson: «Señor, si me respetaban era por mis conocimientos de literatura, que no eran copiosos, salvo en comparación con los suyos. Es de ver, señor, qué poco se sabe de la literatura en el mundo». —BOSWELL <<
[146] Este verso con frecuencia se ha atribuido a Dryden, en la época en que estudió en King’s, en Westminster, pero ni Eton ni Westminster tienen en verdad derecho a considerarlo suyo, ya que se trata de un préstamo, con un mínimo cambio, de un epigrama de Crashaw (Poemata et Epigr., 1670, pág. 29; Poems, 1927, pág. 38):
JUAN 2,
XXXXXXXXXAquae in vinum versae.
Unde rubor vestris et non sua purpura lymphis?
Quae rosa mirantes tam nova mutat aquas?
Numen, convivæ, præsens agnoscite numen,
Nympha pudica DEUM vidit, et erubuit.
—MALONE
«¿Qué dio a tus manantiales una luz que no era suya?
¿Con qué rosa tan rara se arrebolaron las aguas?
La mano del Cielo, mis comensales, aquí bien se ve:
ha visto a Dios la coqueta ninfa de la fuente y se ha sonrojado».
—HILL <<
[147] No estoy absolutamente seguro, pero creo que ésta fue sugerencia mía, si bien concuerda fielmente con el carácter de Edwards. —BOSWELL <<
[148] En el verano de 1792, como se introdujeran decoraciones adicionales y más caras, el precio de la entrada aumentó a dos chelines. No lo puedo ver con buenos ojos. Es posible que la concurrencia sea más selecta, pero me temo que buen número entre el común de los ciudadanos honestos queda excluido, y se le imposibilita de este modo compartir un entretenimiento elegante e inocente. Se ha contrarrestado con eficacia un intento de abolir el pago de un chelín en la galería del teatro. —BOSWELL <<
[149] No estoy totalmente libre de sospechas de que Johnson tal vez sintiera una envidia momentánea, pues nadie amaba las cosas buenas de la vida tanto como él, y por fuerza había de ser consciente de que merecía en ellas una participación mucho mayor de la que había tenido. En un periódico traté de hacer un comentario sobre el pasaje citado a la manera de Warburton, de quien preciso es reconocer que ha demostrado un insólito ingenio en dar al texto de cualquier autor el sentido que él decidiera que portaba. [Véase pág. 503, n.]. Como esta imitación seguramente entretendrá a mis lectores, aquí la introduzco: «Ninguno de los dichos del doctor Johnson ha estado sujeto a mayores malentendidos que su aplicación al señor Burke, nada más ir a visitarlo a su espléndida residencia de Beaconsfield, de ese Non equidem invideo; miror magis. Los dos célebres hombres habían sido amigos desde muchos años antes de que el señor Burke emprendiera su carrera de parlamentario. Eran, los dos, escritores, miembros los dos del Club Literario; cuando, así las cosas, el doctor Johnson vio al señor Burke en una situación mucho más espléndida de la que él mismo había alcanzado, no quiso manifestar que le pareciera la suya una desproporcionada prosperidad, sino que, en calidad de filósofo, hizo valer su exención de la envidia, non equidem invideo, al tiempo que con las palabras del poeta se manifestó miror magis, dando de ese modo a entender bien que estaba ocupado en admirar lo que tanto le alegraba ver, o bien, quizá, que teniendo muy en mente la suerte en general de los hombres de capacidad superior, le asombraba que Fortuna, a la cual se representa ciega, en este caso hubiera obrado con tanta justicia». —BOSWELL
En su juventud, Johnson había traducido así las palabras de Virgilio (Églogas, I, II): «My admiration only I exprest, | (No spark of envy harbours in my breast)», es decir, «Mi admiración tan sólo expreso, sin asomo de envidia en mi pecho». «Oh no, no envidia; pasmo es más bien lo que al mirarte siento», en traducción de Aurelio Espinosa Pólit. <<
[150] [Véase pág. 1224]. —BOSWELL
No está ni mucho menos claro por qué menciona Boswell a este caballero, a la vista de que nada de lo que dice se reproduce en su texto. Tal vez diera ocasión al ataque de Johnson contra los americanos. No deja de ser curioso que tanto aquí como en el relato que se da del almuerzo con el doctor Percy no se mencione su nombre. En presencia de este caballero desconocido, Johnson atacó violentamente primero a Percy y después a Boswell. —HILL <<
[151] Samuel Musgrave, doctor en Medicina. Editor de Eurípides y autor de Disertación sobre la mitología griega, entre otras, publicada en 1782, postumamente, a cargo del erudito señor Tyrwhitt. —MALONE <<
[152] En esto, el doctor Johnson tiene toda la razón, y le respalda el uso del vocablo en autores anteriores. Así, en Musarum deliciæ, una colección de poemas en octavo, de 1656, el autor habla de la obra de Suckling titulada Aglaura, e impresa en folio:
Este voluminoso panfleto puede pasar por una pieza
en que es como otras, pero con más pelo que cabeza.
—MALONE
En su Diccionario, Johnson define panfleto como ‘un libro de pequeño tamaño; propiamente, un libro que se vende sin encuadernar, solamente cosido’. <<
[153] Véase esta cuestión tratada a fondo en las notas a mi Diario de un viaje a las Hébridas, 15 de agosto. Aquí, en mi condición de abogado que tiene muy presente la máxima Suum cuique tribuito, no puedo pasar por alto la mención de que la nota adicional que comienza diciendo «Veo que desde la edición anterior» [en pág. 32 de dicha obra] no es de mi cosecha, sino que me la proporcionó amablemente el señor Malone, que tuvo la bondad de visar la impresión mientras yo me hallaba en Escocia y comenzó a imprimirse la primera parte de la segunda edición. No me ha permitido él atribuirle la autoría debidamente, pero como se trata de una muestra exquisita de agudeza y elegancia aprovecho esta oportunidad, sin su conocimiento, para hacerle justicia. —BOSWELL <<
[154] En esto, o estaba equivocado o tenía tal vez un concepto muy distinto de lo habitual en lo que se refiere a una copiosa venta, pues lo cierto es que cuatro mil ejemplares de esa obra excelente se vendieron bastante pronto. Desde su muerte se ha impreso una nueva edición, además de la que se halla en la recopilación de sus obras. —BOSWELL <<
[155] Según la fraseología escocesa debiera haber dicho «el señor John Spottiswoode, el joven, del lugar homónimo» (of that ilk). Johnson conocía muy bien ese sentido del vocablo, que de hecho ha explicado en su Diccionario, donde puede leerse que la voz ilk: «“También significa ‘lo mismo’, como en Mackintosh of that ilk, que denota un caballero cuyo apellido y título de su hacienda son el mismo”». —BOSWELL <<
[156] Se observa en la Vida de Waller, según la Biographia Britannica, que sólo bebía agua, y que si se hallaba en compañía de quienes bebían vino «tenía la destreza de acomodar su discurso al volumen de los demás, a medida que aumentaba». Si se hace referencia al exceso en el beber, el comentario es muy justo y atinado. Sin embargo, es cierto que un consumo moderado de vino produce una alegría de ánimo que los bebedores de agua desconocen. —BOSWELL
«Waller pasaba el tiempo en compañía de los más encumbrados, ya fuera por rango, ya por ingenio, de la cual ni siquiera su obstinación en la sobriedad le pudo excluir nunca. Aunque sólo bebía agua, su fertilidad de intelecto le permitía acrecentar el regocijo de las reuniones y bacanales de mayor jolgorio, y el señor Saville llegó a decir que “ni un solo hombre debería hacerle compañía sin beber, salvo si se tratase de Ned Waller”». Johnson, Vida de Waller, pág. 72. —HILL <<
[157] Este experimento, que madame Dacier probó en vano, se ha intentado llevar a cabo después en nuestra lengua, como es el caso del editor de Osián, y debemos de tener en muy baja estima su capacidad, o bien reconocer que el doctor Johnson tenía toda la razón. El señor Cowper, hombre de verdadero genio, ha fracasado rotundamente en su traducción en versos blancos. —BOSWELL <<
[158] La señora Piozzi señala con plena seguridad que esto sucedió en Escocia. Anécdotas, pág. 62. —BOSWELL
Y añade la señora Piozzi: «Me sobresaltó pensar en cómo tuvo [Johnson] que disgustarle [a Robertson]». Bien podemos pensar que no sintió ella más sobresalto que disgusto sintió Robertson. <<
[159] Johnson claramente quiso dar a entender (como el autor a menudo ha reseñado en otros pasajes) que carecía por completo de esa apatía característica de la vejez, que desplegaba la misma actividad y la misma energía de ánimo y el mismo intelecto que en su madurez, y no es que un hombre de sesenta y ocho años pueda ponerse a bailar en una reunión pública con la misma propiedad con que lo haría a los veintiocho. Siendo su conversación producto de grandes y variados saberes, de una grandísima agudeza, de un ingenio extraordinario, se hallaba igual de ajustada a cualquier periodo de la vida, y así como en su juventud probablemente no hizo gala de una levedad inapropiada, es muy cierto que en sus últimos años estuvo completamente libre de las verborreas querulantes de la senectud. —MALONE <<
[160] Johnson sentía una admiración extraordinaria por esta señora, a pesar de que era una encendida whig. En respuesta a sus grandilocuentes discursos en pro de la «libertad», le dedicó el siguiente epigrama, del que ofrezco mi propia traducción:
Liber ut esse velim, suasisti pulchra Maria,
Ut maneam liber, pulchra Maria vale.
[«Adiós, María, ya que libre me prefieres,
pues quien tus encantos contemple
esclavo ha de ser para siempre»].
Un corresponsal de la Gentleman’s Magazine, que firma con el nombre de «Sciolus», y con el cual estoy en deuda por varios comentarios excelentes, observa que «el sesgo de los versos que dedica el doctor a la señorita Aston, cuyos principios whig claramente combatía él, me parece tomado de un ingenioso epigrama de la Menagiana (vol. III, pág. 376, edición de 1716) sobre una joven que se presentó en un baile de máscaras, habillée en Jésuite, durante el feroz contencioso entre los seguidores de Molinos y de Jansenius sobre el libre albedrío»:
On s’étonne ici que Caliste
Ait pris l’habit de Moliniste.
Puisque cette jeune beauté
Ote à chacun sa liberté
N’est-ce pas une Janseniste?
—BOSWELL <<
[161] En la ampliación de esa Carta que hizo Horne Tooke, y que ha publicado con el título de Ἔπεα πτεροευτα o Diversiones de Purley, hace mención de este elogio, como si el doctor Johnson en vez de «varias» de sus etimologías hubiera dicho «todas». Como con su rememoración lo magnifica, bien se ve cuánto ambicionaba la aprobación de tan gran hombre. —BOSWELL <<
[162] La hoja de papel en la que hizo esa corrección la he depositado yo mismo en la noble biblioteca a la que hace referencia, y a la que he legado otros manuscritos suyos. —BOSWELL
La hoja en cuestión, así como «otros manuscritos suyos», se han perdido. Sea como fuere, no se encuentran depositados en la Biblioteca Bodleiana. —HILL
Sin embargo, el manuscrito de Johnson sí contiene esa alteración. <<
[163] El doctor Johnson de ningún modo prestó atención a la exactitud minuciosa en sus Vidas de los poetas, pues a pesar de que yo detectara ese fallo no lo llegó a corregir. —BOSWELL <<
[164] Tercera edición, pág. III (28 de agosto). —BOSWELL <<
[165] Cuando una vez, en el tribunal, expresé al general Hall mi agradecimiento por el gran honor que había rendido a mi amigo, contestó con cortesía: «Señor, el honor fue mío». —BOSWELL <<
[166] Sospecho que se trata de una errata, y que Johnson escribió «sin ánimo de afectar la doctrina estoica», pero como la carta original se quemó con otro montón de papeles en Escocia, no me ha sido posible verificar si mi conjetura tiene o no fundamento. Sin embargo, la expresión podría estar justificada en el texto. —MALONE <<
[167] Aquí, el doctor Johnson se refiere a su valioso amigo, Bennet Langton, por su rango de capitán de la milicia del condado de Lincoln, en la que ha sido con todo merecimiento ascendido con posterioridad al rango de comandante. —BOSWELL <<
[168] Vol. II, pág. 38. —BOSWELL <<
[169] La señorita Carmichael. —BOSWELL <<
[170] En su Vida de Watts. —BOSWELL <<
[171] Envió un juego completo, encuadernado y sobredorado, de gran elegancia, que fue recibido como un bello obsequio. —BOSWELL <<
[172] [Véase pág. 1132]. —BOSWELL <<
[173] [Véase pág. 173]. <<
[174] Mauritius Lowe, pintor, en cuyo beneficio Johnson años después escribió una amable carta a sir Joshua Reynolds. —MALONE <<
[175] [Véase pág. 191] y [pág. 1239]. —BOSWELL
[El dicho es de Diógenes Laercio, libro V, cap. I, y se le atribuye a Aristóteles]. <<
[176] [Véanse págs. 1296 y ss.] <<
[177] «No veo yo —dice el señor Malone— ninguna complicación en este pasaje, y me pregunto qué es lo que al doctor Johnson pudo resultarle inexacto. El ermitaño, conviene resaltar, no tenía experiencia real del mundo, de ninguna clase; todo su conocimiento del mundo lo había obtenido de dos maneras: bien a través de los libros, bien por medio de las relaciones con esos mozos del campo, a los que había visto un poco. El sentido, por tanto, es bien sencillo: “Se trata de despejar sus dudas acerca de la Providencia, y de obtener algún conocimiento del mundo mediante una experiencia real, y de verificar si las relaciones que le proporcionaban los libros, o bien la comunicación oral con los mozos, eran justas representaciones del mismo, ya que su información oral o viva voce acerca del mundo la había obtenido sólo mediante esa parte del género humano”. La palabra sólo, en el tercer verso, no hace referencia a la totalidad del verso anterior, como se ha dado en suponer, sino, mediante una licencia corriente, a las palabras “de la humanidad entera”, que se sobreentienden, “y a las cuales restringe”». Justo es reconocer que el señor Malone ha dado sobradas muestras de un gran ingenio crítico en su explicación de este pasaje. Su interpretación, sin embargo, me parece algo traída por los pelos. El sentido del pasaje puede sin duda ser cierto, pero la expresión es un tanto confusa, y una de sus partes contradice a la otra. —BOSWELL
[Esta nota se incluye por vez primera en la tercera edición]. <<
[178] Que yo le comuniqué a tenor de lo dicho por Su Señoría, pero que no se ha publicado aún. Guardo copia. —BOSWELL
Las contadas noticias referentes a Dryden que había recopilado lord Hailes, su autor se las dio después al señor Malone. —MALONE.
En 1800, Malone publicó The Critical and Miscellaneous Prose Works of John Dryden; with an Account of the Life and Writings of the Author. <<
[179] En uno de sus diarios manuscritos se halla la siguiente entrada, que demuestra una curiosa y minuciosa atención: «26 de julio de 1768. Me rebané la uña por accidente al afilar el cortaplumas, más o menos a un octavo de pulgada de la base y a un cuarto del borde. Lo mido para tener constancia del crecimiento de las uñas; el total es de unos cinco octavos de pulgada». El 7 de agosto de 1779 encontramos otra del mismo tipo: «Partem brachii dextri carpo proximam et cutem pectoris circa mamillam dextram rasi, ut notum fieret quanto temporis pili renovarentur». Y el 15 de agosto de 1783, «corto de la parra 41 hojas, que pesan cinco onzas y media, y ocho sarmientos: los dejo sobre los anaqueles, por ver qué peso pierden cuando se hayan secado». —BOSWELL
En The Idler, n.º 31, hallamos en el señor Sober un retrato de Johnson dibujado por él mismo. «El arte está en llenar el día de pequeñas ocupaciones, en tener siempre a mano algo que pueda despertar la curiosidad, pero no una gran solicitud, y en mantener el intelecto en estado de actividad, pero no de esfuerzo. Es un arte que desde hace muchos años practica mi viejo amigo, Sober, con magnífico rendimiento… El mayor de sus placeres es la conversación; es inagotable su charla o su atención, y hablar o escuchar le resulta igual de placentero, pues aún se supone que enseña o aprende algo, y por el momento está libre de sus propios reproches. Pero llega la hora, de noche, en que ha de irse a casa, en que sus amigos han de dormir, y otro momento por la mañana en que el mundo entero parece rechazar toda interrupción. Estos son los momentos en los que el pobre Sober tiembla sólo de pensarlo. Pero la desdicha de esos cansinos intervalos la alivia de múltiples maneras… Su entretenimiento diario es la química. Posee un hornillo que emplea en la destilación, que desde hace mucho ha sido un solaz en su vida. Extrae aceites y aguas, esencias y licores que sabe que no tienen ninguna utilidad; se siente y cuenta las gotas a medida que brotan de la retorta, y olvida que, mientras cae la gota, un momento pasa volando». <<
[180] El reverendo doctor Law, Obispo de Carlisle, en el prefacio a su valiosa edición de los Ensayos sobre el origen del mal, del arzobispo King [edición de 1781, pág. XVII], menciona que los principios que sostiene son los que adopta Pope en su Ensayo sobre el hombre, y añade que «no obstante ese desmentido (el del obispo Warburton), este hecho podría verificarse de manera sumamente estricta por medio de un testimonio inobjetable, a saber, el del difunto lord Bathurst, quien vio el mismo sistema de la το βελτιον (tomado del Arzobispo) de puño y letra de lord Bolingbroke sobre la mesa del señor Pope mientras éste componía su Ensayo». Se trata de una prueba respetable, pero la del doctor Blair es aún más directa de la fuente de la que mana, además de ser más completa. Permítaseme añadir a lo dicho lo que dice el doctor Joseph Warton: «El difunto lord Bathurst me aseguró en repetidas ocasiones que había leído todo el plan del Ensayo sobre el hombre escrito de puño y letra por Bolingbroke, recogido en una serie de proposiciones que Pope iba a versificar e ilustrar» (Ensayo sobre el genio y los escritos de Pope, vol. II, pág. 62). —BOSWELL
En la breve cita de Law hay dos paréntesis. Según Paley, el Obispo se mostró impaciente ante la lentitud de su impresor, en la ciudad de Carlisle. «¿Por qué no aparece mi libro de una vez?», dijo al impresor. «Señoría, lo siento profundamente, pero hemos tenido que encargar en Glasgow una libra de paréntesis» (Best, Memorials, pág. 196). —HILL <<
[181] Desde luego que arde mejor el fuego: al repeler el aire, proyecta un chorro de aire caliente en el fuego, y en cierto modo cumple la función de un fuelle. —KEARNEY <<
[182] «El Spleen», poema. —BOSWELL
El autor es Matthew Green. Antología de Dodsley, I, 145. <<
[183] I. Exeter Street, frente a Catherine Street, Strand; 2. Greenwich; 3. Woodstock Street, cerca de Hanover Square; 4. Castle Street, Cavendish Square, n.º 6; 5. Strand; 6. Boswel Court; 7. Strand, de nuevo; 8. Bow Street; 9. Holborn; 10. Fetter Lane; 11. Holborn, de nuevo; 12. Gough Square; 13. Staple Inn; 14. Gray’s Inn; 15. Inner Temple Lane, n.º 1; 16. Johnson’s Court, n.º 7; 17. Bolt Court, n.º 8. —BOSWELL <<
[184] Hoy, señora del barón sir Henry Dashwood. —BOSWELL <<
[185] Este caballero sobrevivió muchos años a su hermano David, falleció en Lichfield el 12 de diciembre de 1795, a los ochenta y seis años de edad. —A. CHALMERS <<
[186] Hermana soltera de la favorita de Johnson, Molly Aston, que se casó con el capitán Brodie, de la Marina. —MALONE <<
[187] La señorita Laetitia Barnston. —BOSWELL <<
[188] Tengo una valiosa colección compilada por mi padre, que con algunas adiciones e ilustraciones de mi propia cosecha me propongo dar a la imprenta. Me asiste el derecho hereditario de tenerme en cierto modo por experto en las cosas de la Antigüedad, y no sólo por mi padre, sino también por descender, por parte de madre, del muy capaz y erudito sir John Skene, cuyo mérito con creces desafía a todos los empeños que se hayan hecho por rebajar su fama. —BOSWELL <<
[189] Su regimiento fue después destinado a Jamaica, adonde lo acompañó, y casi perdió la vida a causa del clima. Esta orden imparcial me parece refutación suficiente del infundado rumor de que «aún había tras el trono algo más grande que el trono mismo». —BOSWELL <<
[190] En la cual me solicitaba que hiciera indagaciones en torno a la familia de un caballero que por entonces rendía sus respetos a la señorita Doxy. —BOSWELL <<
[191] [Véase pág. 1320]. —BOSWELL
El 16 de noviembre escribió así: «En casa no reñimos mucho, pero tal vez cuanto menos riñamos más nos odiamos. La malignidad que hay entre nosotros es toda la que puede subsistir sin pensar en recurrir a las dagas o el veneno» (Cartas, n.º 647). <<
[192] El honorable Topham Beauclerk murió el 11 de marzo de 1790. Su biblioteca se vendió por subasta pública en abril y mayo de 1781, por un monto de 5011 libras. —MALONE <<
[193] Debido a un incendio que se declaró en Northumberland House, donde tenía sus aposentos, en los que pasé muchas y muy gratas horas. —BOSWELL <<
[194] Apodo familiar de la primogénita de la señora Thrale; por llamarse Esther, se le podía comparar con una reina. —BOSWELL <<
[195] Me he tomado la libertad de suprimir algunos renglones. —BOSWELL <<
[196] Vol. II, pág. 143 y ss. He seleccionado pasajes de distintas cartas, sin referir la fecha de las mismas. —BOSWELL <<
[197] Esto no es del todo cierto. Sir John Fielding, creo, ya había fallecido entonces. La casa que se saqueó fue la del juez Hyde, sita en St. Martin s Street, adyacente a Leicester Fields, y fueron sus pertenencias las que se quemaron en la calle. —BLAKEWAY <<
[198] Durante estos desórdenes, lord George Gordon y sus partidarios lucieron cintas azules en los sombreros. —MALONE <<
[199] Vol. II, pág. 163. La señora Piozzi ha omitido el nombre, ella sabrá por qué. —BOSWELL <<
[200] Ahora asentado en Londres. —BOSWELL <<
[201] Yo había estado cinco años ausente de Londres. —BEATTIE <<
[202] Se refiere a sus entretenidos Recuerdos de David Garrick, de los que Johnson, como me apunta Davies, escribió la primera frase, dando, por así decir, la clave de su ejecución. Es en efecto muy característica de su autor; comienza por una máxima a cuya ilustración procede: «Toda excelencia tiene derecho a quedar consignada en los anales. Por consiguiente, me parece superfluo disculparme de escribir la vida de un hombre que, mediante un insólito ensamblaje de virtudes privadas, adornó la más excelsa eminencia de una pública profesión». —BOSWELL <<
[203] Ojalá hubiera omitido la suspicacia que aquí expresa, si bien creo que su intención sólo era jocosa, ya que, aunque a veces tuvimos nuestras diferencias de parecer, bien sabía cuánto lo quise y cuánto lo reverencié. —BEATTIE <<
[204] Sin duda es de notar cómo evita las tierras rebeldes de América. Esto me recuerda una anécdota cuyo conocimiento debo a mi valioso y sociable amigo, el gobernador Richard Penn: «En una de las reuniones habidas en casa de la señorita E. Hervey, el doctor Johnson la seguía de una punta a otra de la sala, a lo cual lord Abington comentó que “es mucho el cariño que le tiene su gran amigo; a ningún sitio puede ir sin que la siga”. “Así es —repuso ella—; me seguiría a cualquier rincón del mundo”. “En tal caso —dijo el Conde—, pídale que vaya con usted a América”». —BOSWELL <<
[205] Ensayos sobre la historia de la humanidad. —BOSWELL <<
[206] El doctor Percy, Obispo de Dromore. —BOSWELL <<
[207] Aún no conocía yo sus Cartas a la señora Thrale. —BOSWELL <<
[208] Margaret, hija segunda y una de las coherederas de Arthur Cecil Hamilton. Se casó en 1741 con Thomas George, tercer Barón y primer Vizconde de Southwell, con el cual vivió en la más perfecta felicidad conyugal hasta septiembre de 1780, cuando falleció lord Southwell, pérdida que su viuda nunca dejó de lamentar, hasta la hora misma de su propia disolución, a sus ochenta y cinco años, el 16 de agosto de 1802. El «ilustre ejemplo de piedad y fortaleza» a que alude el doctor Johnson fue que se sometiera, pasados los cincuenta años de edad, a una operación quirúrgica extremadamente dolorosa, que soportó con extraordinaria compostura, sin permitir que se le atase a la silla, sin emitir un solo quejido. Este sencillo homenaje de afecto a la memoria de dos amistosas y excelentes personas, que no menos se distinguieron por su piedad, beneficencia y caridad ilimitada que por una suavidad de modales por la cual se hicieron apreciar entre cuantos los conocieron, es de esperar que sea perdonado en quien tuvo el honor de gozar de su amabilidad y de su amistad desde su propia niñez. —MALONE <<
[209] Thomas, segundo lord Southwell, nacido el 7 de enero de 1698 y muerto en Londres el 18 de noviembre de 1766. Johnson tuvo trato estrecho con este noble señor y dijo que «era el hombre de más alta cuna que, sin asomo de insolencia, jamás haya compartido conmigo su tiempo». [Véase más adelante, 23 de marzo de 1783]. Su hermano menor, Edmund Southwell, vivió en trato íntimo con Johnson durante muchos años. Murió en Londres, el 22 de noviembre de 1772.
Frente a la desfavorable representación que de este caballero da sir John Hawkins, habida cuenta de que a él debo mi presentación a Johnson, me tomo esta oportunidad para añadir que siempre me pareció un hombre piadoso, propenso a llevar la conversación por asuntos de religión. —MALONE <<
[210] Plegarias y meditaciones, pág. 185. —BOSWELL <<
[211] Por mediación de lord Thurlow, Macbean fue admitido en la Cartuja en abril de 1781. Portaba una carta de presentación del doctor Johnson. —MALONE <<