NOTAS COMPLEMENTARIAS AL VOLUMEN I

[c1] Publicada por fin el 16 de mayo de 1791, la Vida venía anunciándose desde comienzos de 1789. Al aparecer la obra magna de Boswell eran ya seis las vidas de Johnson que circulaban por las librerías de Inglaterra. La intrahistoria de la ciclópea tarea que llevó a cabo Boswell, ese «presuntuoso afán» a que hace referencia en el primer párrafo, está relatada en Adam Sisman, Boswell’s Presumptuous Task: the Making of the Life of Dr. Johnson, Londres, Hamish Hamilton, 2000. <<

[c2] Dice Boswell: «Estoy absolutamente seguro de que mi manera de escribir la biografía, que comporta no sólo una historia de los progresos visibles de Johnson en el mundo, y de sus publicaciones, sino también una representación precisa de su espíritu por medio de sus cartas y sus conversaciones, es la más perfecta que cabe concebir, y será más verdaderamente una “vida” que cualquiera de las obras hasta la fecha publicadas» (Cartas, n.º 248, II, pág. 344). <<

[c3] Alexander Pope, prólogo al Catón de Addison, 4. <<

[c4] En el Diario de un viaje a las Hébridas. La primera edición data de 1785; llegado el momento, comprobará el lector que Boswell tenía este volumen por un anticipo de la Vida de Samuel Johnson. <<

[c5] Se trata del sector más cercano a la liturgia y los ritos católicos. <<

[c6] Obvio es señalar que la traducción que de Virgilio hace Johnson se pliega a la métrica y la rima más comunes de la época: son dísticos heroicos. Así como en otros casos he intentado mantenerla, cuando se trata de una traducción parece más aconsejable utilizar alguna de las autorizadas, en este caso la de Aurelio Espinosa Pólit. <<

[c7] Traducción de Bonifacio Cuadra. <<

[c8] Se celebraba la llamada «conspiración de la pólvora», única aportación laica al calendario de festividades religiosas en la Inglaterra protestante. El 4 de noviembre de 1605, Guy Fawkes introdujo en los sótanos del Parlamento un gran cargamento de pólvora con la intención de proceder a la voladura del edificio, del monarca y los parlamentarios de ambas cámaras. La conjura fue inspirada por un grupo de católicos de provincias para poner fin a las cruentas persecuciones de que eran objeto entonces los católicos, aunque las implicaciones de la intentona, incluso en el plano de la política internacional, resultan mucho más ramificadas y complejas. Boswell parece olvidar, por ejemplo, las críticas de Johnson a los ejercicios que hacía Milton en fecha tan señalada. Y John Donne escribió un sermón en 1622 sobre el trato que convendría dar a los católicos. <<

[c9] Según se dice, llegó a decir lo siguiente: «El autor de este poema dejará un interrogante para la posteridad, a saber, si es el suyo o el mío el original». Hawkins, Vida de Johnson, pág. 13. —HILL <<

[c10] «Poeta por genio ajeno, mero versificador por el suyo». <<

[c11] Escribe a Hector ya en su vejez y le dice: «Desde que cumplí veinte años, mi salud ha sido tal que rara vez me ha permitido gozar de un solo día de sosiego». Hawkins, por su parte, dice que una vez le dijo que «desconocía qué era estar completamente libre del dolor» (pág. 396). —HILL <<

[c12] Cincuenta kilómetros en total. Southey comenta que en 1732, los Wesley, para «ahorrarse más dinero y dar más limosna a los pobres», comenzaron a hacer los viajes a pie. Añade: «Era tan poco frecuente por entonces que los hombres de su rango recorriesen a pie cualquier distancia, que les pareció todo un descubrimiento que se pudiera cubrir a pie sin mayores complicaciones unos treinta kilómetros en un día» (Wesley, I, 42). —HILL <<

[c13] «De las incertidumbres de nuestra condición actual, la más horrible y alarmante es la dudosa continuidad de la razón» (Rasselas, cap. 43). Es en el Siglo de las Luces cuando la locura deja de ser pecado o hechizo. Hasta 1769, el manicomio de Londres, Bedlam, fue uno de los lugares de diversión más populares: era posible visitarlo y reírse de los internos, insultarlos y sobrecogerse con ellos. En 1751, el doctor William Battie fundó el primer hospital psiquiátrico; Battie publicó su Tratado sobre la locura meses antes que el Rasselas de Johnson. <<

[c14] «A estas semillas corresponde un flamígero vigor de origen celestial». Eneida, VI, 730. <<

[c15] «Pero algunos han revisado mi liberalidad, más ofendidos por la presteza con que advertía sus necesidades que complacidos con mi disposición para acudir en su socorro» (Rasselas, cap. 25). En el Rambler, n.º 87 («Razones de que los consejos sean ineficaces»), dice Johnson que «hay espíritus que soportan tan mal la inferioridad que su gratitud es una suerte de venganza, y devuelven favores no porque su retribución les cause placer, sino porque sentirse obligados les produce dolor». En su Vida de Savage también rechaza éste algunos obsequios cuando se halla en la miseria. <<

[c16] «Haud facile emergunt quorum virtutibus obstat | Res augusta domi»: «no salen a flote con facilidad aquellos cuya valía contiende con el estorbo de un patrimonio familiar escaso». Juvenal, Sat., III, 164. Johnson lo parafrasea en su Londres: «Apenas medra la valía si la pobreza la oprime». <<

[c17] Cuando el señor Thrale le preguntó una vez cuál había sido la época más feliz de su vida, respondió que «fue en el año en que pasó toda una velada con M—— y As——n. No es que fuera felicidad, dijo, sino que fue embeleso, aunque pensar en ello endulzó todo un año. Debo añadir que la velada a la que alude no fue un tête-à-tête, sino que transcurrió en escogida compañía, y entre los presentes se encontraba lord Killmorey. Molly (dice el doctor Johnson) era una belleza y una mujer culta, ingeniosa y whig; hablaba siempre en defensa de la libertad» (Piozzi, Anécdotas, pág. 157). <<

[c18] Lucas, 6, 35. <<

[c19] «Un día contiene la totalidad de mi vida». <<

[c20] «Los poemas latinos de Angelus Politianus, editados por Samuel Johnson, con notas, una historia de la poesía en latín de Petrarca a Poliziano y una vida de Poliziano más extensa de las que hasta la fecha se han escrito». El libro había de constar de más de treinta pliegos, al precio de dos chelines y seis peniques en el momento de abrirse la suscripción, y de dos chelines y seis peniques a la recepción de un libro perfectamente impreso en manos de papel. <<

[c21] «Preceptores complacientes dan galletas a los niños para que quieran aprender las primeras letras». Horacio, Sat., I, I, 25-26. <<

[c22] El reverendo Samuel Ford. <<

[c23] Ofellus, o más bien Ofella, es el «rusticus, abnormis sapiens, crassaque Minerva» de la Sátira II, 2, 3, de Horacio. Lo que allí se dice lo expresa sucintamente Pope en su Imitación, II, 2, 1:

Qué gran virtud, y qué arte,

vivir contento sin apenas parte

(sabia doctrina, aunque no amena):

charlemos, amigos, pero antes la cena.

En 1769 se publicó un poema sin ningún valor, titulado El arte de vivir en Londres, en el que se daban instrucciones a «quienes viven en una guardilla y pasan las tardes en una taberna» (Gent. Mag., col. XXXIX, pág. 45). A ello hace Boswell referencia. —HILL <<

[c24] Seguramente Michael Ford (muerto hacia 1759), según sugiere el profesor J. B. Kirby. <<

[c25] La traducción de Le Courayer se publicó en Londres en 1736, en dos volúmenes en folio. Se emprendió el trabajo a petición de la reina Carolina, a la que está dedicada. La otra versión francesa a la que Johnson hace referencia es la de Amelot de la Houssaye, 1683. La versión inglesa de sir N. Brent se publicó en 1620. —HILL <<

[c26] Pope, Imitación de Horacio, II, V, 71. <<

[c27] Hamlet, acto III, escena 4. <<

[c28] Seis años después escribe Johnson sobre El enante de Savage: «De un poema tan diligentemente trabajado y tan bien rematado, cabría esperar razonablemente que percibiera una cantidad ventajosa; por eso no es posible decir sin cierta medida de indignación que vendió el derecho por diez guineas» (Vida de Savage, 126). En 1788 la señora Piozzi vendió los derechos de su colección de cartas de Johnson por quinientas libras. —HILL <<

[c29] Por ejemplo, far con air, que aparece dos veces, o vain con man y despair con bar. <<

[c30] Como es sabido, tories son los conservadores y whigs los liberales. Véase pág. 273, nota correspondiente a la entrada del Diccionario. [Véase nota a pie 162, vol. I] <<

[c31] Parece que Boswell trastoca dos citas: «the busy hum of men», o «el afanoso zumbar de los hombres», es de Milton, L’Allegro, V. 118; «the chearful haunt of Men», o «la bulliciosa guarida de los hombres», es de Thomson, Summer, V. 1072. <<

[c32] «Sic fatus senior, telumque imbelle sine ictu Conjecit». «Habló el anciano así y disparó sin brío su lanza inofensiva». Eneida, II, 544. <<

[c33] Según sir Joshua Reynolds, «todo el que le conociera [a Johnson] tuvo que haber observado que en el momento en que se quedaba al margen de una conversación, ya fuera por su sordera, ya fuera por otra causa, a los pocos minutos de estar sin hablar y sin escuchar nada parecía que su intelecto se aprestara. Entraba en una ensoñación, en la que se acompañaba de gesticulaciones extrañas y sin tino, cosa que jamás hacía si estaba con todo su entendimiento pendiente de una conversación. A estos ataques se les llamaba de forma impropia… convulsiones, lo cual implica una contorsión involuntaria, mientras que bastaba con dirigirle una palabra para que recuperase toda la atención. A veces, desde luego, pasaba casi un minuto sin que diera respuesta, como si trajinase con tal de aplicar su intelecto a la cuestión pendiente» (Leslie y Taylor, Reynolds, II, 456). «Yo pese a todo sigo convencido —escribió Boswell— de que esos gestos eran involuntarios, ya que de no haber sido ésa la causa se habría abstenido de hacerlos en la vía pública» (Diario de un viaje a las Hébridas, Introducción, n.º 4). El doctor T. Campbell, en su Diario de una visita a Inglaterra (pág. 33), escribe el 16 de marzo de 1775 que «tiene [Johnson] el aspecto de un idiota, carente del más tenue rayo de sensatez en cualquiera de sus facciones, y es de una torpeza proverbial, y gasta una peluca gris sin empolvar, cargada sobre un lateral de la cabeza; anda en todo momento bailoteando una jiga endemoniada, y a veces hace esfuerzos denodados con tal de insuflar a silbidos algún pensamiento en sus paroxismos de ausente». La señorita Burney así lo describe en su primer encuentro, en 1778: «Poco después nos sentamos y entró este gran hombre. Tengo verdadera veneración por él, tanto que sólo de verlo me inspira a la vez deleite y reverencia, no obstante las crueles enfermedades y achaques a que está sujeto, pues tiene movimientos casi perpetuamente convulsos, sea de las manos, sea de los labios, de los pies o de las rodillas, y a veces de todo el cuerpo a la vez». Madame d’Arblay, Diario, I, 63. —HILL <<

[c34] Esta pieza con certeza no es de Johnson. Contiene más de un error gramatical. Es imposible creer que escribiera frases como las que contiene. —HILL <<

[c35] El comprador tiene derecho a elegir. <<

[c36] The Plain Dealer se publicó en 1724. Contenía una relación de Savage. <<

[c37] La carta sigue así: «espero proceder después con regularidad». Se ve que a Boswell se le pasó volver la hoja, donde hubiera encontrado lo que falta, así como la firma. —HILL <<

[c38] No es fácil pensar que Boswell haya leído este ensayo, pues en lo que escribió Johnson no hay ni ápice de metafísica. Dos terceras partes del ensayo son una traducción de Crousaz. Boswell no parece distinguir entre el original de Crousaz y el texto de Johnson. Y ésta es muestra del modo en que Cave a menudo trataba a sus lectores. Una tercera parte del ensayo aparece en el número de marzo; el resto, en el correspondiente a noviembre. —HILL <<

[c39] «Johnson me ha contado que pasó noches enteras deambulando con Savage… por las plazas de Westminster, la de St. James en particular, cuando todo el dinero que juntaban entre los dos era insuficiente para que pudieran permitirse el refugio y la sórdida comodidad de un sótano donde guarecerse» (Hawkins, Vida, pág. 53). ¿Dónde vivía entonces la señora Johnson? Tal vez sea ésta la época en que, como escribió Johnson, empeñaron una taza de plata que le había regalado su madre cuando era niño. A pesar de todo, no es fácil entender que si ella tenía un cobijo él tuviera que pasar la noche al raso. Es posible que se alojase en casa de amistades. Hawkins (pág. 89) nos asegura que hubo «una separación provisional del matrimonio». E insinúa que la separación fue debida a las desavenencias «causadas por la indiferencia de Johnson en el cumplimiento de las domésticas virtudes». Es mucho más probable que se debiera a la pobreza. En aquel entonces, las calles de Londres, en plena noche, hervían de ladronzuelos y asaltantes armados. Era peligroso incluso salir del teatro según a qué hora.

Esta época de la vida de Johnson, la mala vida que llevó en compañía de Savage (cuando éste no estaba en prisión), está relatada con nitidez absoluta en R. Holmes, Dr. Johnson & Mr. Savage, Londres, Hodder & Stoughton, 1993. <<

[c40] «Examinar el modelo de la vida y las costumbres sugeriré». Horacio, Ars Poetica, I, 317. <<

[c41] Quien falsea un punto, los falsea todos. <<

[c42] «Que una vez te amaran y te honrase mal te avale si, en fin, relacionado con quién o engendrado por quién sabe…».

Pope, Elegía en memoria de una infortunada dama, V. 72. <<

[c43] Al decir «Prefacio», Boswell sin duda se refiere a la introducción, que en ediciones posteriores se ha titulado Ensayo sobre el origen y la importancia de los tratados breves y las piezas fugaces. Entre los nombres de los libreros de provincias suscritos a la Miscelánea Harleiana, se encuentra el de «Sarah Johnson, de Litchfield». —HILL <<

[c44] Seguramente se refiere a Malone. Dice Croker que «Johnson en su Diccionario define indiferentemente en el sentido de ‘sin preocupación’, y aduce un ejemplo tomado de Shakespeare, “Y miraré a la muerte indiferentemente”». Sin embargo, Johnson aquí define indiferentemente como ‘en un estado neutral, sin apetencia ni aversión’, lo cual no equivale a ‘sin preocupación’.HILL <<

[c45] «En esta misma época [marzo de 1747] tuvo lugar otra ejecución que suscitó una condena universal, y que entiendo que es reflejo de gran deshonra para lord Hardwicke. Radcliffe, cuando era poco más que un niño, había tomado parte en la rebelión de 1715, y una vez condenado logró escapar de la prisión de Newgate… Durante la insurrección de Escocia, capturado a bordo de un barco francés que iba con rumbo a ese país, volvió a aplicársele la sentencia original, dormida desde antaño. El único juicio que se le concedió fue el celebrado para confirmar su identidad… No había precedente de una cosa así, salvo en el caso de sir Walter Raleigh, que trajo la vergüenza al reino de Jacobo I». Campbell, Chancellors (ed. de 1846), V, 108. —HILL <<

[c46] La obra, «casi una traducción de la Andrómaca de Racine», es de Ambrose Philips. <<

[c47] Hill desestima la atribución del poema a Johnson basándose en su pésima calidad. <<

[c48] Por el pasaje a que Boswell hace referencia, parece deducirse que fue deseo de Pope que Johnson emprendiera la compilación del Diccionario. Johnson, al mencionar a Pope, dice así: «Del cual tal vez tenga yo justificación si afirmo que, caso de seguir con vida, solícito como siempre fue por el buen desenlace de esta obra, no le habría contrariado que yo la emprendiera» (Obras, V, 20). <<

[c49] Durante el tiempo dedicado a trabajar en la obra recibió en distintas ocasiones la cantidad estipulada por contrato; cuando los libreros le mostraron en una cena en una taberna los recibos, resultó que se le habían pagado cien libras por encima de lo convenido. Véanse Murphy, Johnson, pág. 78, y Hawkins, Vida, pág. 345. —HILL [Véase nota c101, vol. I]. <<

[c50] Aquí, Boswell se extralimita en lo que dice, como demuestran estos pasajes del Plan: «A tenor de esta vista general, ¿quién se atreverá a desear que estos átomos fundamentales de nuestro discurso puedan obtener la firmeza e inmutabilidad de lo primigenio, de las partes constituyentes de la materia? (…) Aquellos traductores que, por falta de un buen entendimiento de las diferencias características de las lenguas, han formado un dialecto caótico de frases heterogéneas (…) En una parte, el refinamiento se hará sutil más allá de la exactitud, y la evidencia se dilatará en otra más allá de la perspicacia» (Obras, V, 12, 21, 22). <<

[c51] «¿Por qué iba yo a decir que no puedo con lo que él me considera capaz?» Ausonio, Epigramas, I, 12. <<

[c52] «Aunque éstas son minucias». <<

[c53] «Cuando repaso el Plan que he expuesto ante Su Señoría, no puedo por menos, milord, que confesar que me llena de temores su amplitud y, como los soldados de César, contemplo Gran Bretaña como un nuevo mundo, que casi sería locura invadir» (Obras, V, 21). <<

[c54] El papel lo interpretó de hecho el señor Barry, mientras que Garrick hizo el de Demetrius, aunque es probable que en este momento aún no estuviera asignado el reparto. <<

[c55] Murphy (Vida, pág. 53) dice que años más tarde, cuando supo que Johnson pasaba estrecheces, preguntó a Garrick por qué no montaba otra tragedia para su amigo de Lichfield. La respuesta de Garrick fue notable: «Cuando Johnson escribe tragedias, ruge la declamación y la pasión se adormece: cuando Shakespeare escribía, mojaba la pluma en su propio corazón». <<

[c56] Gemís irritabile vatum, o «género irritable de los vates». En la traducción de Francis que se manejaba en la época, «enconada tribu de los poetas rivales». Horacio, Epístolas, II, 2, 102. <<

[c57] Gracias a la recuperación de los papeles de Boswell hoy sabemos qué es lo que dijo Johnson en verdad cuando por fin renunció a visitar a Garrick y compañía en los camerinos y salas ad hoc, como era la llamada Green Room. La versión que aporta Boswell está escrita en el más puro lenguaje «johnsonés», como cabía esperar en la época, y era muy del gusto de Macaulay y otros comentaristas de la era victoriana. Lo que dice Johnson en verdad seguramente hoy nos satisface bastante más: «No, David, ya nunca volveré, pues las blancas tetas y las medias de seda de vuestras actrices me soliviantan los genitales». Johnson hablaba siempre con un exquisito sentido de la ocasión. Véase Paul Fussell, Samuel Johnson & the Life of Writing. Londres, Chatto & Windus, 1971, págs. 79-80. <<

[c58] Rambler es, desde luego, ‘paseante’, ‘excursionista’, ‘caminante’, ‘vagabundo’, y en España ha sido habitual la misma traducción literal que ridiculiza Boswell en el caso italiano.[a nota c173, Vol. III] En el sentido en que lo emplea Johnson para su periódico más bien valdría traducir por ‘El divagador’. <<

[c59] «La taimada sombra se desplaza sobre el reloj de sol, y ni el ojo más veloz podrá descubrir si acaso que ya no está» (Glanville, Scepsis Sci., XI, 60; lo cita Johnson en el Diccionario). <<

[c60] Del Arte poética de Horacio toma el lema de este ensayo:

Multa ferunt anni venientes commoda secum,

Multa recedentes adimunt.

«Entran las bendiciones a espuertas con la marea llena de la vida; menguan cuando desciende la marea de la vida». <<

[c61] «Nunca aparecen —dice Swift— más de cinco o seis hombres de verdadero genio en una época, pero si se unieran ni siquiera el mundo podría hacerles frente» (Johnson, Adventurer, n.º 45). <<

[c62] En las tres primeras ediciones hay considerable vacilación en esta cita. Más adelante (pág. 1240), Johnson dice que «como dice un viejo proverbio griego “quien tiene amigos no tiene un amigo”»; en pág. 1337 aún insiste en que «[Garrick] tenía amigos, pero no un amigo». <<

[c63] «Gravesque Principum amicitias»: «Y fatales amistades de los culpables». Horacio, Odas, II, 1, 4. <<

[c64] La carta está fuera de lugar por error o inadvertencia de Boswell; debe de estar escrita entre noviembre de 1751 y julio de 1752. <<

[c65] N.º 59, 17 de octubre de 1750. <<

[c66] También es probable que la experiencia de la señora Hardcastle en la diligencia, en Ella se rebaja para la conquista, de Goldsmith, tenga su origen en el Rambler, n.º 34. En éste, un joven caballero describe el terror de una dama durante un viaje nocturno. «Toda nuestra conversación versó acerca de peligros, cuitas, temores y consuelos, con historias de damiselas arrastradas por el fango, obligadas a pasar la noche entera en un páramo, ahogadas en un río, quemadas por un rayo… Pasamos por una escena de terror y todo hombre que ella viera era un ladrón, y a veces nos vimos obligados a azuzar a los caballos, no fuera que un viajero al que vimos al pasar nos alcanzara; otras veces tuvimos que detenernos, no fuera que topásemos de pronto con otro parecido que viniera de frente. Alarmó ella a muchos hombres honestos a los que suplicó le perdonaran la vida a medida que pasábamos en la diligencia». <<

[c67] Eclesiastés, 7, 4. <<

[c68] El personaje de Próspero, sin ningún género de dudas, tiene su origen en la ostentosa exhibición de muebles y de porcelana de Dresde que hacía Garrick en su domicilio. Es sorprendente que, si Garrick era en efecto la diana de la sátira, su severidad no pusiera fin a la amistad y al trato más elemental entre ambos hombres. Próspero trata al autor, que visita su casa, con absoluto desdén y con insolencia supina. «Me marché —dice— sin la menor intención de volver a verle, a no ser que algún infortunio le devolviera la razón». Según la señora Piozzi (Anécdotas, pág. 49), Garrick nunca le perdonó la ofensa. <<

[c69] Más adelante dice Johnson que «Temple fue el primer escritor que dio cadencia a la prosa en lengua inglesa». No pocos pasajes de los escritos de Temple muestran una cierta similitud de estilo. Por ejemplo: «Ésta es una enfermedad demasiado refinada para este país, y así hay personas que están bien cuando no están enfermas, y satisfechas cuando no se hallan preocupadas; están contentas, en suma, porque apenas se paran a pensar en ello, y buscan la felicidad en las comodidades corrientes de la vida, o en el incremento de la riqueza, sin entretenerse con los afanes más especulativos de la pasión o con los refinamientos del placer» (Obras, pág. 170). <<

[c70] «Un grandísimo personaje» es añadido de la segunda edición. En su Diario de un viaje a las Hébridas, 28 de agosto, Boswell se refiere a Jorge III como «un grandísimo personaje». En su segunda Carta al pueblo de Escocia (1785) recurre al mismo superlativo para referirse al Rey. —HILL <<

[c71] «Los vocablos que han introducido nuestros autores gracias a su conocimiento de lenguas extranjeras, o por ignorancia de la propia, sea por vanidad o sea por terquedad gratuita, por plegarse a la moda o por ansia de innovación, los he consignado tal como iban dándose, aunque por lo común con objeto de censurarlos, y de advertir a otros en contra de la estupidez que es el naturalizar inútiles términos extranjeros en perjuicio de los nativos… Nuestra lengua, desde hace casi un siglo, debido a la concurrencia de varias causas se ha ido alejando gradualmente de su original carácter teutónico, desviándose cada vez más hacia una estructura y fraseología galas, de las cuales debiera ser nuestro empeño rescatarla, convirtiendo nuestros volúmenes de antaño en los cimientos del estilo… A partir de los autores surgidos en la época isabelina debiera ser posible forjar una lengua adecuada a todos los propósitos del uso y de la elegancia» (Johnson, prefacio al Diccionario).

Si Johnson no pocas veces se permitía cierto «brownismo», era también mucho lo que le parecía censurable en el estilo de Browne. «Su estilo, qué duda cabe, está tejido de muchas lenguas; es una mezcla de voces heterogéneas, aglutinadas a partir de procedencias muy remotas, con términos en origen adecuados a un arte, y traídos con violencia para ponerlos al servicio de otro. Preciso es sin embargo reconocer que amplió notablemente nuestra dicción filosófica… Sus innovaciones son a veces placenteras, sus temeridades son felices» (Obras, VI, 500). «Es digno de reseñar que la pompa en la dicción que a menudo se objeta en Johnson se viese por vez primera en el Rambler. Como estaba compilando su Diccionario al mismo tiempo, a medida que fue ganando familiaridad con términos técnicos y escolásticos dio en suponer que el grueso de sus lectores también poseía esa erudición, o supuso al menos que admiraría el esplendor y la dignidad de ese estilo repujado» (Murphy, Johnson, pág. 156). —HILL <<

[c72] Αὐτὦν εκ μακάρων άνταξιος ἔιη ἀμοιβή.

«Poderes celestiales que la piedad contempla,

de vosotros esperan mis desvelos lo que les compensa».

La traducción no se halla en la edición original de Rambler. El verso en griego, modificado, se halla grabado en el pergamino de piedra que adorna el monumento a Johnson en la catedral de St. Paul. <<

[c73] «Johnson convirtió su casa —escribe Macaulay— en un lugar donde halló refugio una multitud de personas ya entradas en años, desdichadas, incapaces de encontrar otro cobijo; tampoco pudieron, con sus malos humores y su ingratitud, agotar su benevolencia» (Ensayos, 235). En su Johnson, el mismo ensayista apunta que las mejores cartas de recomendación de la señorita Williams «eran su ceguera y su pobreza». No cabe duda de que en las cartas de Johnson a la señora Thrale abundan entretenidas crónicas de la discordia y las rencillas de los recogidos en su casa; sin embargo, es más que evidente que en compañía de la señorita Williams halló solaz durante muchos años. Pocos meses después de su muerte escribió así a la señora Thrale: «Más de una vez se ha extrañado usted de mis quejas por la soledad, cuando tenía noticia de que eran abundantes las visitas. Inopem me copia fecit. Los visitantes no son compañía adecuada en la cámara de la enfermedad… Las diversiones y los consuelos de la languidez y la depresión nos los confieren los acompañantes familiares y domésticos… Ésa fue la clase de trato en sociedad que tuve yo con Levett y con Williams» (n.º 921). A la señora Montagu escribió así: «Desde hace treinta años, y más, ella ha sido mi acompañante, y su muerte me ha dejado en la desolación» (n.º 884). Boswell dice que «su desaparición ha dejado un gran vacío en la casa» (pág. 1625). «Con la muerte de la señorita Williams quedó sumido en un estado de destitución, que nadie salvo Frank, su criado negro, supo paliar en sus momentos de mayor angustia» (Murphy, Johnson, pág. 122). Hawkins (Vida, pág. 558) dice que «no sólo cuidó ella de él en su soledad, y le ayudó a pasar con holgura esas horas que, de lo contrario, le habrían sido molestas y fatigosas, sino que también le alivió de las cuitas domésticas y vigiló los gastos de la casa». «De haber tenido buen humor —escribió Johnson—, y presteza de elocución, su curiosidad universal y sus conocimientos hubieran hecho el deleite de todos los que la conocieron» (Cartas, n.º 883). Añade Murphy (pág. 72) que «poseía un talento poco común, y a pesar de ser ciega tenía una alacridad que daba grato sabor a su conversación, siendo incluso deseable». Según Hawkins (págs. 322-324) «había adquirido un rebozo de francés e italiano, e hizo grandes progresos en literatura… Era una mujer de entendimiento ilustrado…». Johnson encontró en ella una asesora muy capaz, y rara vez dio mejores muestras de su sabiduría que cuando él buscaba sus consejos. La señorita Mulso (señora Chapone) dice así: «Me encandiló el trato que da el señor Johnson a la señorita Williams, que es como el de un padre cariñoso con su hija… Es muy sensata, muy modesta e incluso humilde, y está dotada de una gran paciencia y vivacidad a pesar de su infortunio» (Obras póstumas, 1807). Hannah More la consideraba encantadora; Boswell se queja en más de una ocasión de su mal humor. La señorita Williams disponía de una renta de 35 ó 40 libras al año; Johnson convenció a Garrick y a la señora Montagu de que le adjudicaran una pequeña pensión. La primera mención que hace Johnson de la señorita Williams se halla en una carta a Richardson de 1754 (n.º 51): «Entiende de Química y de otras cuestiones en las que las señoras apenas tienen conocimiento… Puedo en verdad decir que merece todo el respaldo que se le pueda dar, pues se trata del ser más puro y libre de vicios que jamás he conocido». <<

[c74] En la penúltima entrega escribió así: «Cuando hemos dado comienzo a la faena, el consuelo que nos permite resistirla es la perspectiva de que termine… Quien se fatiga pronto ha de fatigar al público. Mejor será que deje en suspenso la tarea, sea ésta cual fuera, quien ya no es capaz de ejercer la actividad de antes con la atención de antaño; que no se empeñe en lidiar con la censura, que no infeste con obstinación la escena, hasta que un abucheo general le conmine a marcharse». <<

[c75] La señora Johnson falleció el 17 de marzo según el Sistema Antiguo y el 28 del mismo mes según el Nuevo. El cambio de datación se introdujo en septiembre de 1752. Por tanto, pudo fijar el aniversario en cualquiera de las dos fechas. Del mismo modo, aunque nació el 7 de septiembre, con el cambio de sistema mantuvo el 18 como fecha de su cumpleaños. <<

[c76] La noticia que se da de Levett en Gent. Mag., LV, 101, demuestra que era un hombre fuera de lo común. De lo contrario no habría concitado la atención de unos cirujanos franceses. El autor de la noticia dice: «El señor Levett, aun siendo inglés de pura cepa, llegó a ser en su mocedad camarero en un café de París. Los cirujanos que lo frecuentaban, al hallarlo de naturaleza inquisitiva, y atento a sus conversaciones, reunieron en su beneficio una bolsa y le instruyeron en los rudimentos de su profesión. Después le proporcionaron los medios de adquirir otros conocimientos al facilitarle ingreso gratuito a lecciones de Farmacia y Anatomía a cargo de los mejores profesores de la época». Viviendo con Johnson, «pasaba buena parte del día dedicado a atender a sus pacientes, que eran por lo general comerciantes de muy baja estofa. El resto del tiempo lo dedicaba a aprender y aprovechar las ocasiones de mejora que se le presentaban con tal de que fueran gratuitas». «Todos sus conocimientos de medicina, al decir de Johnson, y no eran poca cosa, los obtuvo de oídas. Aunque compraba libros, rara vez los examinaba, así como tampoco ha revelado poseer ningún poder por el cual pudiera supuestamente juzgar el mérito de un autor… El doctor Johnson ha observado a menudo que Levett estaba con él en deuda sólo por su habitación en su casa, por su panecillo a la hora del desayuno, por alguna que otra cena de domingo… Levett dio siempre valiosas y reiteradas pruebas de honradez, ternura y gratitud hacia su benefactor, así como de una infatigable diligencia en el ejercicio de su profesión. Su único defecto era alguna que otra ocasional desviación de la sobriedad habitual. Johnson observó que tal vez se tratara del único individuo que llegó a embriagarse por elemental prudencia. Reflexionaba que si rehusara la ginebra o el coñac que le ofrecían algunos de sus pacientes, nada podría haber ganado con la cura de los mismos, ya que muchos no habrían podido remunerarle sus prestaciones de ninguna otra manera. Esta costumbre de aceptar el pago en especie, fuera la que fuese, nunca la dejó siguiendo consejo de nadie… Se tragaba también lo que no le gustaba, e incluso lo que era consciente de que iba a hacerle daño, con tal de no volverse a casa con la idea de haber ejercido su profesión sin la debida recompensa… Aunque aceptaba cuanto se le ofrecía, nada exigía a los pobres». El autor de la noticia añade que «Johnson nunca quiso que se le tuviera por alguien inferior, ni le trató como si de él dependiera». Dice la señora Piozzi: «Cuando Johnson recaudaba aportaciones dinerarias para algún escritor en apuros, para algún ingenio que pasaba estrecheces, a menudo nos compensaba con entretenidas descripciones de la vida que llevaban en recónditos rincones, donde no los visitaba nadie más que él y el extraño cirujano que tenía en su casa para que atendiese a sus pensionados, y del cual decía con verdad sublime que era “en las más míseras covachuelas conocido”» (Piozzi, Anécdotas, pág. 118). «Levett, señora, es un individuo brutal, pero lo tengo en gran estima, pues su brutalidad es de modales, no de ánimo» (madame d’Arblay, Diario, I, 115). «Todo el que visitara a Johnson a mediodía se lo encontraba desayunando con Levett, Johnson en déshabillé, como si acabara de levantarse de la cama, y Levett sirviendo el té a su patrón o a sí mismo, sin que entre ambos mediara conversación» (Hawkins, Vida, pág. 435). La estima en que tenía a su pobre amigo bien la mostró a su muerte. [Véase pág. 1533]. <<

[c77] «Dulce dignidad». Horacio, Odas, I, 1, 2. <<

[c78] Topham Beauclerk era hijo único de lord Sidney Beauclerk, quinto hijo del primer Duque de St. Albans; por tanto, biznieto de Carlos II y de Nell Gwynne. Nació en diciembre de 1739. En Dr. Johnson: His Friends and his Critics, G. Birbeck Hill ha reunido abundantísima información acerca de Langton y Beauclerk. <<

[c79] Pope, Ensayos morales, II, 275. <<

[c80] De Enrique IV, acto V, escena 4. <<

[c81] En su Diario de un viaje a las Hébridas (18 de agosto), Boswell dice que al emprender viaje en Edimburgo Johnson dejó en un cajón, en su propia casa, «un volumen que contenía un diario de su vida cuyas páginas estaban bastante llenas». Parece que ésa es la porción que transcribe. <<

[c82] New Style, o calendario gregoriano, que en Inglaterra se implantó por ley en 1751. A partir de 1752, el año comienza el 1 de enero, y no el 25 de marzo, como antes. Durante el siglo XVIII es frecuente que las fechas aún indiquen mediante la abreviatura O. S. o N. S. según cuál sea la notación que emplean. <<

[c83] Parece que Boswell haya leído el pasaje con cierto descuido. Se hace mención de Estacio, pero es Cowley quien ha escrito los versos latinos, traducidos por C. B. <<

[c84] Malone dice que «Johnson le tuvo aprecio, pero con el tiempo reconoció que Hawkesworth, hombre modesto y humilde en principio, fue uno de tantos a los que había estropeado el éxito en la sociedad mundana. Sir Joshua Reynolds me dijo que era un petimetre afectado e insincero, muy petulante en el vestir, sin conocimiento de la literatura». <<

[c85] Posiblemente, la señora Chapone. Johnson, Cartas, n.º 46. Malone piensa en cambio que se trata de Henry Fielding y su hermana Sally. Fielding se hallaba en su momento de máxima popularidad; Amelia, novela publicada en 1751, agotó toda la tirada en un solo día; Sally era una escritora de probada vivacidad e ingenio. <<

[c86] Tratándose de Johnson, quien calla no por fuerza otorga. —HILL <<

[c87] Si leyó lord Chesterfield el último número del Rambler (marzo de 1752), difícilmente pudo frotarse aún las manos con estas halagüeñas expectativas. Johnson, tras decir que no se prestaría a soportar las censuras de la crítica debidas a la influencia de un mecenas, añade lo siguiente: «A un autor ninguna súplica aún le ha aliviado del olvido que le espere, y aunque la grandeza algunas veces haya sido escudo de la culpa, no podrá procurar protección a la ignorancia o al tedio. Habiendo hasta la fecha intentado sólo propagar la verdad, no la violaré a la postre con la confesión de terrores que no me embargan; habiéndome además esforzado por mantener la dignidad de la virtud, no la degradaré con la mezquindad de una dedicatoria». <<

[c88] Con estos dos artículos Johnson más bien se habría ofendido sobremanera. Su anónimo autor confía en que sus lectores no le tengan por «un escritorzuelo a sueldo, interesado en dar jabón a su obra». «Solemnemente protesto —sigue diciendo— y aseguro que ni el señor Johnson, ni ninguna otra persona a la que él haya contratado, ni librero o libreros concernidos en su buen resultado, me han ofrecido los cumplidos al uso, ya sea un par de guantes, ya sea una botella de vino». Es una bonita ironía que un noble acaudalado jure solemnemente no haber sido sobornado por un autor bastante pobre, al que siete años antes repudió en la puerta de su propio despacho. Ahora bien, lord Chesterfield aún llegó a cotas peores. Al recomendar una obra de tamaña erudición y que tantos desvelos había costado, refiere una absurda historia acerca de una cita «fallida entre un buen caballero y una buena dama». La carta que se cruzó entre ambos estaba escrita con errores de ortografía, de modo que cada cual acudió a una casa distinta. «Tales ejemplos —escribe— en realidad nos hacen temblar, y estoy convencido de que darán a mis semejantes y a sus partidarios súbditos todos de Su Majestad la convicción de que es preciso conformarse escrupulosamente y adaptarse a las normas ortográficas que dicte el señor Johnson». The World, núms. 100 y 101. —HILL <<

[c89] Paraíso perdido, II, 112. <<

[c90] Johnson dijo a Garrick: «Larga y dolorosa ha sido mi navegación alrededor del planeta de la lengua inglesa, y ahora que arribo a buen puerto ¿me envía dos barquichuelas para remolcarme?». —HILL <<

[c91] Boileau, Art poétique, III, 272. <<

[c92] Égloga VIII, 43. <<

[c93] Probablemente George, segundo Conde de Macclesfield. —CROKER <<

[c94] En otra obra (El doctor Johnson: sus amigos y sus críticos, pág. 214), G. Birbeck Hill demuestra que el «respetable hotentote» de lord Chesterfield no era Johnson. Desde comienzos de 1748 hasta finales de 1754, Chesterfield no tuvo trato de ninguna clase con Johnson. En ningún momento existió la más mínima intimidad entre el gran noble y el pobre escritor. <<

[c95] Pope, Eloísa a Abelardo, V. 38. <<

[c96] «Ved las nubes aromáticas que ascienden del Saron». Pope, I, 27. <<

[c97] De Quincey (Obras, XIII, 162), tras decir que Johnson no entendía el latín «con la exactitud que se precisa para realizar una edición crítica de un clásico latino», sigue diciendo que «si bien poseía menos que eso, también poseía algo más: poseía la lengua de una manera tal que ningún conocimiento crítico puede conferir a quien lo haya desarrollado. Escribía de una manera genial, no como quien traduce denodadamente del inglés, sino como quien lo utiliza cual si fuera el órgano original de su pensamiento. Y en versos latinos se expresaba con la energía y la libertad de un antiguo romano». —HILL <<

[c98] «¡Ay! ¿Y de qué el lamento? Ha nacido el hombre para penar». Se trata de un verso de Belerofonte, una de las tragedias perdidas de Eurípides [Fragmentos de Eurípides, 302]. —CHARLES BURNEY <<

[c99] Orlando Furioso, C, XLVI, 2. <<

[c100] Lucrecio, I, 23. <<

[c101] Véase antes, [véase nota c49, vol I]. <<

[c102] Un día, hablando del patronazgo que los grandes a veces afectan prodigar a la literatura y los literatos, «Andrew Millar —dijo Johnson—, es el mecenas de nuestro tiempo». Walpole, el 18 de mayo de 1749 (Cartas, II, 384), dice que «Millar, el librero, ha sido muy generoso con Fielding; al ver que Tom Jones, por el cual le había pagado seiscientas libras, se vendía a las mil maravillas, le ha dado otras cien». [Dueño de los derechos de una comedia de la señora Sheridan titulada El inocentón, por la que pagó cien libras, al ver que fracasaba en escena le envió otra orden de pago por cien libras, diciendo que «la demanda de su pieza en mi establecimiento ha sido tan insólitamente alta que, sólo por los derechos, me permite presentarle el billete adjunto»]. Croker (en su Boswell, pág. 630) dice que Millar es el librero al que se describe más adelante (pág. 1339), como «habitual y sobradamente borracho». Creo que está en un error. —HILL <<

[c103] En el Plan de un diccionario de la lengua inglesa (Obras, V, 16), escribiendo sobre la voz «perfección», Johnson dice así: «Aunque en su sentido filosófico y exacto puede resultar de poca o ninguna utilidad entre los seres humanos, a menudo se halla tan degradada de su significado original que los académicos han insertado en sus obras el concepto de la perfección de una lengua, y, apurando sólo un poco más la licencia, podrían haber añadido que existe la perfección de un diccionario». En el aviso a la cuarta edición escribe: «Quien emprende la compilación de un diccionario emprende aquello que, si abarca toda la plenitud del plan trazado, sabe que sera incapaz de rematar con bien». <<

[c104] Define ambos términos como ‘de cara al viento’. Las definiciones persistieron sin cambios en la cuarta edición, última de las corregidas por Johnson, y en la tercera de la versión abreviada, hecha igualmente por él. «La contrariedad de su carácter —escribió Reynolds— consiste en los prejuicios que sostiene sobre nimios cimientos; da una opinión primero, quizá al azar, pero cuando se le contradice se siente obligado a respaldarla y, si no puede, al menos insiste en no dar su brazo a torcer. Recuerdo un ejemplo a cuento de un defecto u olvido de su Diccionario; le pregunté cómo era que no lo había corregido en la segunda edición, y me dijo: “No; han armado tal alboroto que no me adularía yo cambiándolo ahora”» (Leslie y Taylor, Reynolds, II, 461). <<

[c105] En el prefacio se adelanta a los errores y las burlas. «Las contadas pifias que contenga, y los absurdos risibles, de los que nunca estuvo libre una obra de tan vasta multiplicidad, de vez en cuando darán ocasión a las carcajadas, y endurecerán la ignorancia hasta darle grosor de desprecio». En una carta de 21 de agosto de 1784 (n.º 998), dice así: «Los diccionarios son como los relojes: el peor es mejor que ninguno, y el mejor no puede esperarse que sea fiel del todo». <<

[c106] Network [Red]. No llega Johnson a definir el término, como se ha dicho, diciendo que es ‘una colección de agujeros sujetados por una cuerda’; propone, en cambio, ‘cualquier cosa reticulada o tramada a distancias iguales, con intersticios entre cada una de las intersecciones’. Reticulated, naturalmente, se define así: ‘hecho de redes, formado de vacuidades intersticiales’. <<

[c107] Definió favorito como ‘persona que un superior escoge por compañero; desdichado y mezquino cuyo único cometido no es otro que complacer’; revolución, ‘cambio en el estado de un gobierno o un país’. Y en la cuarta edición incluye una segunda definición de patriota: ‘A veces se emplea para designar a un revoltoso partidario del gobierno’. <<

[c108] Considera Croker que en este puyazo pudo más el intento de Johnson por hacer un juego de palabras, y que escribió el nombre del noble señor tal como se pronuncia, Go’er. Es improbable, pues Johnson era poco propenso al juego de palabras, ya que «tenía gran desprecio por esa manifestación de ingenio». [Véase pág. 703]. <<

[c109] Véase Pat Rogers, Grub Street: Studies in a Subculture, Londres, Methuen, 1972. <<

[c110] Por grande que fuera su depresión, pudo decir en su prefacio, en honor a la verdad, que «el abatimiento hasta la fecha nunca ha llegado a postrarme tanto que peque yo de negligencia». —HILL <<

[c111] Macbeth, II, 3. <<

[c112] Llama poderosamente la atención que en la enunciación de este reparo esté contenida una excepción que lo desmiente: en el original, «H seldom, perhaps never, begins any but the first syllable», donde ya tiene cabida una hache intercalada. <<

[c113] Cuarenta fueron los académicos de número de la Academia Francesa que tomaron parte en la compilación de su Dictionnaire. <<

[c114] Del prefacio al Diccionario. Malone (1811) dice al respecto: «Parece que Johnson pasó este año grandes apuros pecuniarios, e incluso fue detenido por impago de sus deudas, ocasión en la cual Richardson acudió en su auxilio». Aduce una carta que se halla entre la correspondencia de Richardson:

«Al señor Richardson

»Martes, 19 de febrero de 1756

»Apreciado señor,

»le doy las gracias más sinceras por el favor que tuvo a bien hacerme hace un par de noches. Tenga la bondad de aceptar este librito, que es cuanto he publicado en este invierno. Ha vuelto la inflamación a molestarme en el ojo, de modo que puedo escribir poca cosa. Soy, señor, su más agradecido y humilde servidor,

»SAM. JOHNSON»

El librito, al contrario de lo que Croker supone, no es la Longitud de Williams, sino la Moral cristiana, de sir Thomas Browne, o bien la versión abreviada del Diccionario. Dice Murphy (Vida, pág. 86) que tiene delante «una carta manuscrita del doctor Johnson en la que manifiesta la inquietud y la tristeza en que vivía el hombre que había escrito el Rambler y había terminado la gran obra de su Diccionario». A 16 de marzo aún escribió otra carta a Richardson, también pidiéndole que lo avalase para así salir de la cárcel en que se encontraba por adeudamiento; dice haber solicitado ayuda antes a Strahan («que no se encontraba en su domicilio») y tener miedo de «no encontrar tampoco al señor Millar».

En la European Magazine, VII, 54, aparece una anécdota en este mismo sentido (la autoridad es de Steevens): «Recuerdo haber escrito a Richardson —dijo Johnson— desde la cárcel, y tan seguro estaba de que iba a acudir en mi auxilio que antes de recibir su respuesta amable y generosa me permití bromear con el bellaco que me tenía a su custodia, cosa que hice con una pinta de mal vino adulterado, que en aquellos momentos carecía de dinero para pagar». A juicio de Hill, es improbable que la carta estuviera escrita desde prisión, donde la situación de los reclusos, así fuera por impago, era de una penuria mucho mayor que la insinuada tan jovialmente. <<

[c115] Los vituperó en más de una ocasión. En Una apelación al público, que escribió para la Gent. Mag. en 1739 (Obras, V, 348), dijo así: «Nada es más delictivo, en opinión de muchos de ellos, que el que un autor disfrute de más ventajas de sus propias obras que las que ellos están dispuestos a concederle. Éste es entre ellos un principio tan asentado, que podríamos señalar a algunos que amenazaron a los impresores con el mayor de los enconos sólo por haber impreso libros para quienes los habían escrito». En la Vida de Savage, pág. 128 (escrita en 1744), habla de «la avaricia con que los libreros a menudo se ven acuciados a oprimir al genio que les da sostén». En la Vida de Dryden, pág. 187 (escrita en 1779), señala una cierta mejoría. «El comportamiento general de los comerciantes era en aquel entonces mucho menos magnánimo que en nuestros tiempos; sus puntos de vista eran más estrechos, sus modales más groseros. A la callosidad mercantil de esa raza quedaba expuesta la delicadeza del poeta». <<

[c116] En Irlanda no existía una limitación por ley de la legislatura parlamentaria. Durante todo el reinado de Jorge II hubo un solo parlamento, que duró treinta y tres años. El doctor Lucas, medico dublinés, al atacar otros males de Irlanda vituperó esta realidad. En 1749 podría haber sido elegido parlamentario, pero fue encarcelado por orden de la Cámara de los Comunes. Huyó a Inglaterra, que era lo que deseaba el gobierno, y ejerció la medicina en Londres. En 1761 le fue devuelta la carta de ciudadanía de Dublín y fue elegido concejal del municipio. <<

[c117] El señor Hanway habría contado con el respaldo del padre de Johnson, quien, como escribe su hijo, «consideraba el té muy caro, y disuadía a mi madre de que hiciera compañía a las vecinas, de que les hiciera visitas o las recibiera. Llegó ella a decir, muchos años después, que si volviera a vivir no se plegaría a exigencias tan antisociales». Los metodistas, diez años antes que Hanway, habían declarado la guerra al té. Sin embargo, en su réplica al señor Hanway dijo Johnson: «Admito que el té es una superfluidad estéril, ni medicinal ni nutritiva, que no da fuerza, no alivia la fatiga, no anima y no cura las penas». «Recuerdo —escribe Cumberland en sus Memorias— cuando sir Joshua Reynolds, en mi casa, señaló al doctor Johnson que se había tomado once tazas, a lo que éste dijo: “Señor, si no he contado yo sus copas de vino, ¿por qué cuenta usted mis tazas de té?”. Riendo, con perfecto buen humor, añadió: “Señor, habría soltado yo a la dama y le habría ahorrado toda ulterior complicación de no haber sido por su comentario, pero me ha recordado usted que quiero yo una docena, por lo cual pediré a la señora Cumberland que me sirva una más”».

En esta reseña, Johnson admite ser «un encallecido y desvergonzado bebedor de té, que a lo largo de veinte años ha diluido sus comidas sólo con la infusión de esta planta fascinante; mi tetera apenas ha tenido tiempo de enfriarse; con el té entretengo las veladas, con el té me solazo a medianoche, con el té saludo a la mañana». En cambio, es dudoso que «nunca haya sentido la menor inconveniencia por la ingesta de té». Casi siempre pasó malas noches. Durante su viaje por Gales, el 4 de agosto de 1774 dejó escrito que «ayer noche dormí con un sueño llamativamente tranquilo… No sé si por la fatiga del caminar o por haberme privado del té». <<

[c118] «Al perder, gana, porque su nombre quedará ennoblecido por la derrota de quien conmigo ose contender». Metamorfosis, XIII, 19. <<

[c119] En lo que dice Johnson de la lentitud con que progresaba Pope en su traducción de la Ilíada es harto probable que tuviera a la vista su propio caso. «La indolencia, las interrupciones, los asuntos propios y los placeres, todos ellos se turnan en retardar el trabajo, y toda obra de notable longitud se alarga más si cabe por un millar de causas que pueden y otras diez mil que no pueden detallarse. Es muy posible que jamás se haya llevado a cabo una actuación polifacética dentro del plazo originalmente acordado para ello incluso en el ánimo de quien la emprende. Quien corre contra el Tiempo se las ve con un antagonista que no está sujeto a sufrir bajas». Vida de Pope, pág. 89. —HILL <<

[c120] Hawkins (Vida, pág. 440) dice que «Reynolds y algunos otros amigos, más preocupados de lo que él parecía estar por su propia reputación, se las ingeniaron para enzarzarle en una apuesta, o mediante otro arreglo de índole pecuniaria, para que diera por terminada a plena satisfacción la tarea en un lapso convenido». Tal como a Johnson le agobiaba el compromiso contraído para editar su Shakespeare, así estaba Cowper con su compromiso para editar su Milton. «La conciencia de que es mucho lo que aún queda por hacer es una carga que no soy capaz de sobrellevar. Milton es en especial lo que me pesa, y bien podría estar asediado por su espectro, que me recriminara de continuo por no prestarle la debida atención» (Cowper, Cartas, ed. de Wright, IV, 314). —HILL <<

[c121] «Los honores cambian las costumbres». <<

[c122] La señorita Jones vivía en Oxford y a menudo participaba de nuestras reuniones. Era una poetisa muy ingeniosa, que publicó un volumen de poemas; era una mujer en conjunto sensata, agradable de trato, amistosa. Era hermana del reverendo River Jones, cantor de la catedral de Christ Church, y Johnson la llamaba «la Cantora». A menudo le oí interpelarla con este pasaje de «Il penseroso»: «A vos, cantora, en los bosques arrullo», etc. Murió siendo soltera. —WARTON <<

[c123] Mucho distaba de ser llevadera la existencia de Johnson. En febrero fue detenido por una deuda que ascendía a cuarenta libras, situación de la cual lo libró, previo pago, Jacob Tonson III. —HILL <<

[c124] La datación de esta carta es errónea. Fue escrita en enero de 1759, no en 1758. Johnson dice que tiene cuarenta y nueve años. En enero de 1758 tenía cuarenta y ocho. Habla de la representación de Cleone, que fue a finales de 1758, y se refiere al próximo estreno del Huérfano de China, de Murphy, que se estrenó en la primavera de 1759. —HILL <<

[c125] La señorita Reynolds al principio se entretenía pintando retratos en miniatura, arte en el cual fue muy admirada. En sus intentos por pintar al óleo no cosechó éxito, por lo que Reynolds dijo en broma que sus cuadros hacían reír a los demás y a él le hacían llorar. Como no veía con buenos ojos que ella pintara, lo hacía a escondidas. —HILL <<

[c126] Epístola familiar [de Bolingbroke] al hombre más impúdico de la tierra, 1749. <<

[c127] Durante los dos años en que Johnson escribió para esta publicación, se produjeron muchos cambios. El primer Idler apareció en el n.º 2 de la Universal Chronicle, o Weekly Gazette, que publicaba no Newbery, sino J. Payne. Con el n.º 5, del 6 de mayo, la revista adquirió la cabecera de Payne’s Universal Chronicle. El 6 de enero de 1759, retomó la antigua cabecera aunque la publicaba R. Stevens. El 5 de enero de 1760, cambió la cabecera por la de Universal Chronicle and Westminster Journal, y pasó a ser publicada por W. Faden y R. Stevens. El 15 de marzo de 1760 pasó a publicarla R. Stevens solo. La revista constaba de ocho páginas. El Idler, que era de extensión variable, era el primer artículo y se imprimía en cuerpo mayor que el resto. Los cambios de cabecera y propiedad parecen indicar que a pesar de las colaboraciones de Johnson no fue una publicación de éxito consolidado. —HILL <<

[c128] En el índice del Idler, el n.º 58 figura como «Frustración del placer esperado». En la edición original del Idler no se da título a los ensayos. En éste muestra que «nada es más fácil de torcerse que un plan conducente a la distracción». —HILL <<

[c129] «Pocas cosas hay —escribe— que no sean puramente perversas, y de las que uno pueda decir sin emoción, sin inquietud, que esto ha terminado… El secreto horror de lo último es inseparable de un ser pensante, cuya vida está limitada y cuya muerte es temible». <<

[c130] Addison, Catón, acto I, escena 4. <<

[c131] Johnson explica cómo es que los ingleses hablan de un modo tan consuetudinario del clima reinante, y dice: «Tal es la razón de nuestra práctica habitual, ¿y quién habrá de despreciarla? Seguro que no será el cortesano, cuyo cometido no es otro que observar la apariencia de otro ser tan débil y tan hazmerreír como él, y cuya vanidad máxima estriba en contar los nombres de los hombres que podrían disiparse en la pura nada sin dejar siquiera un vacío… El clima es un tema de conversación más noble y de mayor interés». —HILL <<

[c132] Podríamos aplicar a Johnson en su comportamiento con su madre lo que él dijo de Pope sobre su comportamiento con sus padres: «Fuera cual fuera su orgullo, con ellos fue obediente; fuera cual fuera su irritabilidad, con ellos fue amable. Entre sus sosiegos y apacibles consuelos, la vida puede dar pocas cosas mejores que un hijo así» (Vida de Pope, 161). Tanto en el Idler del 27 de enero de 1759 (n.º 41) como en Rasselas, publicado en abril, Johnson da cumplida muestra de su pesar por la pérdida. <<

[c133] Escribe así al señor Hector, su amigo de Birmingham, el 7 de octubre de 1756: «He pensado durante todos los meses en ir al campo, pero siempre me he encontrado con inconvenientes y estorbos. De aquella melancólica indisposición que me afectaba cuando vivíamos juntos en Birmingham nunca me he visto libre del todo, aunque siempre he puesto en contra de ella mi salud y mi vida con más o menos violencia. Tengo la esperanza de ver a mis amigos, a todos los que me quedan, antes que pase mucho tiempo» (Cartas, n.º 103). No cabe duda de que su pobreza constante y la necesidad de hacer provisiones para el día a día tuvieron mucho que ver en el hecho de que no hiciera el viaje a Lichfield. En una de las cartas se ve que en 1772 una diligencia tardaba veintiséis horas en llegar de Londres a Lichfield. —HILL <<

[c134] Las siete cartas que siguen las añade Malone en la cuarta edición (1804), puesta al día con ayuda de James, hijo de Boswell. <<

[c135] Rasselas se publicó en dos volúmenes y se puso a la venta por cinco chelines. Fue reseñado en la Gent. Mag. de abril, págs. 184-186 [se publicó el 19 de ese mismo mes]. El nombre de Rasselas lo tomó Johnson del Viaje a Abisinia, de Lobo, en cuya pág. 102 menciona a «Rassela Christos, teniente general del Sultán Segued». En la pág. 262 explica el significado: «Hay ahora un generalísimo que ostenta el título de Ras, o Jefe». El título aún se emplea hoy. El general Gordon habla del Ras Arya y del Ras Aloula. La palabra Ras, corriente en las lenguas amhérica, arábiga y hebrea, significa ‘cabeza’, y de ahí que sea príncipe, jefe o capitán. <<

[c136] Hawkesworth percibió seis mil libras por su revisión de los Viajes del capitán Cook; [véase pág. 711]. <<

[c137] Eclesiastés, 1, 14. <<

[c138] Parece ser que el Cándido de Voltaire se publicó en la segunda quincena de febrero de 1759. La carta de Johnson a Strahan, el 20 de enero de 1759 (n.º 124), demuestra que escribió Rasselas semanas antes de que Cándido se publicara. <<

[c139] La señora Piozzi sugiere (1897) que se trata de la propia señora Boswell. <<

[c140] Ésta es la segunda vez que Boswell entrecomilla «mórbida melancolía»; [véase pág. 57]. Es posible que haga referencia a un pasaje de Hawkins (Vida, pág. 287), en el que éste habla de la melancolía de Johnson tachándola de «mórbida afección, como él mismo la llamaba». <<

[c141] Mademoiselle Emetulla: véanse las Cartas de Boswell, n.º 25, I, 51. <<

[c142] Hebreos, 2, 10. <<

[c143] Gray, On a Distant Prospect of Eton College. —HILL <<

[c144] Tal vez «Van», es decir, Robert Vansittart. —HILL <<

[c145] Me informa lord Stowell de que [Johnson] se enorgullecía de ser, en sus visitas a Oxford, primorosamente académico; vestía la toga casi con ostentación. —CROKER <<

[c146] Juvenal, Sat., I, 85. <<

[c147] Johnson, Obras, VI, 81. Johnson describe a María Estuardo como «reina tal… como aquella por la que más habría sacrificado la vida cualquier hombre de gallardía y espíritu». «Hay tres acontecimientos en nuestra historia —dice Hume— que pueden tenerse por piedras angulares del partidismo de algunos: un whig inglés que insista en la veracidad de la trama de los papistas; un católico irlandés que niegue la matanza de 1641; un jacobita escocés que defienda la inocencia de la reina María Estuardo. Los tres han de considerarse hombres más allá del alcance de la razón. Preciso es dejarlos en manos de sus prejuicios». Historia de Inglaterra, ed. 1802, V, 504. <<

[c148] Actuaba entonces en la compañía de Garrick, sobre todo las noches en que éste no se presentaba. Johnson critica más adelante su estilo de actuación, su oratoria y su arte de leer. <<

[c149] Del prólogo de la adaptación que hizo Dryden de La tempestad. <<

[c150] Baretti llevó a Edward Southwell de Inglaterra a Venecia pasando por Lisboa, Madrid, Barcelona, los Pirineos y Génova. No lo menciona en su Journey en versión inglesa, pero su nombre aparece a menudo en la versión italiana, Lettere familiari ai Fratelli. Véase Giuseppe Baretti, Viaje de Londres a Génova, publicado en 1770; hay traducción de Soledad Martínez de Pinillos Ruiz en Reino de Redonda, 2005. <<

[c151] Hawkins (Vida, pág. 319) dice que Johnson le dijo que «en toda su vida, jamás fue capaz de discernir ni el menor parecido de ninguna clase entre un cuadro y el objeto que presuntamente representaba». Debe de tratarse de una exageración por parte de Hawkins o del propio Johnson, si bien no parece que sintiera una gran admiración por la pintura o la escultura. <<

[c152] Jueces, 5, 20; Salmos, 19, 2 y 104, 19. <<

[c153] «Se casó… con una mujer de la ciudad que le había convencido (a pesar de que el lugar de sus ayuntamientos no era otro que un cobertizo para el carbón que había en Fetter Lane), de que era pariente cercana de un hombre de fortuna, que la tenía injuriosamente al margen de sus posesiones… Ella creyó que era un médico que ya tenía una concurrida consulta… No llevaba ni siquiera unos meses casado cuando le fue presentada una denuncia por deudas en las que había incurrido su esposa. Se refugió en lugar secreto, y sus amigos le procuraron la protección de un embajador extranjero. Poco después ella lo abandonó, y fue juzgada en el tribunal de Old Bailey (providencialmente, en opinión de él) por carterista. Su marido fue difícilmente persuadido para que no acudiera al juicio. Ella defendió su acusación y fue absuelta; se produjo entonces la separación de esta malhadada pareja» (Gent. Mag., 1785, LV, 101). —HILL <<

[c154] En carta a la señora Thrale, el 20 de julio de 1767, dice que «la señorita Lucy [Porter] es más amable y más atenta de lo que esperaba, y se ha granjeado mi estima con muchas excelencias muy nobles y resplandecientes, aunque la descolora un tanto la vetusta virginidad. Todo lo demás me recuerda mis años mozos, en los que me propuse lo que mucho me temo que no he cumplido, alegrándome con placeres que no he hallado» (Cartas, n.º 190). <<

[c155] Un pasaje de su Vida de Savage seguramente muestre qué gran suma tuvo que ser ésta a ojos de Johnson. Savage, dice, fue recibido en el seno de la familia de lord Tyrconnel, y se le otorgó para sus gastos una pensión de doscientas libras al año. «Su presencia —escribe Johnson— bastaba para que cualquier lugar de entretenimiento público fuese popular; su aprobación y su ejemplo marcaban la moda. ¡Qué poderoso es el genio cuando se viste con el relumbrón de la riqueza!» En su último verano de vida, refiriéndose a las posibilidades de que su pensión se doblase, dijo que con seiscientas al año «un hombre tendría plenas garantías de pasar el resto de su vida en absoluto esplendor, sin importar cuánto llegase a vivir».

Respecto a que la pensión de Johnson diera por resultado que escribiera menos de lo que habría escrito caso de no disponer de ella, es asunto que se puede poner en tela de juicio. Es verdad que en los diecisiete años que siguieron hizo poco más que terminar su edición de Shakespeare y escribir su Viaje a las islas occidentales, así como dos o tres panfletos políticos. Lo cierto es que desde que escribió la última entrega del Idler en la primavera de 1760 había escrito poco. Por decirlo con Murphy (Vida, pág. 80), «su intelecto estaba fatigado por el constante desempeño y el trabajo en exceso», y no había recobrado su tono. Es probable que sin la pensión no hubiera vivido lo necesario para escribir la segunda de sus obras magnas, las Vidas de los poetas. —HILL <<

[c156] El material de sus Islas Malvinas «se lo proporcionó el Primer Ministro» (pág. 596). «El patriota lo pidieron mis amigos políticos» (pág. 750). «No tengo duda de que Gravámenes, no tiranos, fue escrito por deseo expreso de quienes se encontraban en el poder», escribe Boswell (pág. 777). «Se quejó a un amigo de que… otorgada una pensión por su reputación literaria, la administración le solicitó que escribiera panfletos de carácter político» (pág. 781). ¿Se contradicen todas estas afirmaciones con lo que dijo lord Loughborough, y con la afirmación de Boswell, en el sentido de que «Johnson ni pidió ni recibió del gobierno ninguna compensación por sus trabajos políticos»? Creo que no. Creo que de no haber tenido Johnson la pensión que tenía, y de haberle pedido el Ministerio que escribiera estos panfletos, los habría escrito. Le habría adulado el cumplido, y en cuanto a la remuneración se habría confiado a las ventas de los mismos. Hablando de los dos primeros, pues el tercero aún no se había publicado, dijo que «salvo lo que recibí del librero, no me dieron un chavo por ellos» (pág. 610). Tampoco le costaron un gran esfuerzo. La falsa alarma la escribió entre las ocho de una noche y las doce de la noche siguiente. Tuvo tres ediciones en menos de dos meses. El patriota lo escribió en un sábado. En cualquier caso, Johnson había percibido su pensión durante más de siete años antes de realizar ningún trabajo por encargo o sugerencia del Primer Ministro. —HILL <<

[c157] Los preliminares del tratado de paz entre Inglaterra y Francia se habían firmado el 3 de noviembre de aquel año. <<

[c158] El 2 de marzo 1754 (y no en 1753), el público pidió que se repitieran unos versos dirigidos contra el gobierno. «Diggs, el actor, se negó siguiendo la orden de Sheridan, director del teatro, a repetirlos; Sheridan no quiso comparecer en escena para justificar la prohibición. En un visto y no visto, el público demolió el interior del teatro, dejándolo reducido a escombros». Walpole, Memorias del reinado de Jorge III, I, pág. 389. <<

[c159] Horace Walpole dice de lord Bute que fue un hombre que pasó la vida en soledad, y que era tan altivo que sólo permitía un trato formal a una docena de estúpidos autores y aduladores, como sir Henry Erskine, poeta militar, o Home, un sacerdote que escribía tragedias. —HILL <<

[c160] Milton, L’Allegro, V. 134. <<

[c161] «Vosotros lo transformasteis». Metamorfosis, I, 2 <<

[c162] James Macpherson. Boswell Papers, XI, pág. 206; XIII, pág. 218. <<

[c163] «Según Charles Fox, la novela de la señora Sheridan, Sidney Biddulph, era la mejor de todas las novelas modernas. Por cierto que [R. B.] Sheridan declaraba a menudo que jamás la había leído» (Rogers, Charlas de sobremesa, pág. 90). En una nota a este pasaje se dice que «el incidente, en La escuela del escándalo, por el cual sir Oliver se presenta a sus parientes disfrazado, está tomado manifiestamente de la novela de la madre de Sheridan». —HILL <<

[c164] De Henry Home, lord Kames, 3 vols. Edimburgo, 1762. [Véase pág. 549]. <<

[c165] Wilkes, según el Diario londinense de Boswell, 1763. <<

[c166] «Señor —dijo a Reynolds—, cualquiera podría escribir esas nonadas, bastaría con que abandonara su intelecto a la tarea». <<

[c167] Mateo, 6, 16. <<

[c168] El homónimo del doctor era un artista circense. «Una guerra —escribe Walpole en sus Cartas, el 12 de junio de 1759— que asolara desde Moscú hasta Alsacia, y desde Madrás hasta California, no habría dado lugar a un artículo ni la mitad de largo que los dedicados al señor Johnson, que monta tres caballos al tiempo. Poseo un curioso grabado a la punta de cobre que muestra al tal Johnson con un pie sobre un caballo, el otro en un segundo, guiando a un tercero al galope. Lleva por fecha noviembre de 1758». <<

[c169] «En 1757 Gray publicó El progreso de la poesía y El bardo, dos composiciones ante las cuales los lectores de poesía al principio sólo pudieron quedarse boquiabiertos. Algunos dieron en confesar que no podían entenderlas… Garrick escribió unos versos elogiándolos. Algunos tercos adalides quisieron rescatarlas del desprecio, y al poco se dieron por contentos al mostrar las muchas bellezas que contenían, y que no eran fáciles de ver» (Johnson, Vida de Gray, 14). Goldsmith atacó a Gray por considerarlo «entre los desencaminados innovadores», de los que dijo en su Vida de Parnell que «han adoptado un lenguaje de su propia invención, y exigen admiración de todos. Quienes no los entienden callan; quienes entienden se desviven por hacerles elogios, para así manifestar que entienden» (Obras, 1854, IV, 141). —HILL <<

[c170] Así en el original. La caricatura comienza así:

Pomposo, insolente y vocinglero,

ídolo vanidoso de escribanos en grey,

cuyo propio nombre inspira respeto,

cuya palabra misma es contundente ley…

Churchill, El espectro, II, versos 653-656, pág. 49. <<

[c171] El 2 de febrero de 1762 escribe Walpole (Cartas, V, 169): «Podría enviarle varios volúmenes sobre el fantasma, y creo que aún si me quedara un poco más podría enviarle su vida, dedicada a milord de Dartmouth, de puño del canónigo ordinario de Newgate, sus dos grandes valedores. Un párroco borrachuzo [W. Parsons] puso en marcha la historia por vengarse, los metodistas la han adoptado, toda la ciudad de Londres no piensa en otra cosa… Fui a oírla, ya que no se trata de una aparición, sino de una audición… Fui con el Duque de York, lady Northumberland, lady Mary Coke y lord Hertford, todos en un carruaje… Llovía a cántaros, pero la callejuela estaba llena a rebosar de curiosos, y en la casa era imposible entrar». —HILL <<

[c172] [Véase págs. 1044-1045]. Véase págs. 1044-1045. Fue Graham quien insultó a Goldsmith diciéndole: «No es a usted a quien me refiero, doctor Menor, sino que hablo de ése, del doctor Major». <<

[c173] Dice lord Shelburne que «tras la revolución, los partidos tory y jacobita habían terminado por ser casi idénticos debido a su conjunta oposición a la corte por espacio de tantos años, y aún más debido a la persecución que padecieron en común, pues fue política de sir Robert Walpole confundirlos tanto como fuera posible, para que el odio a los jacobitas se extendiera a todo aquel que se opusiera al gobierno» (Fitzmaurice, Shelburne, I, 27). Lord Bolingbroke (Obras, III, 28) se queja de que los autores partidarios del Primer Ministro «a menudo insisten en que todo el que sea amigo del Pretendiente es enemigo de Walpole». —HILL <<

[c174] Boswell (Boswelliana, pág. 210) afirma que el «insolente individuo» es Macpherson. <<

[c175] «Golpea de modo que se sienta morir». Suetonio, Calígula, cap. XXX. <<

[c176] Johnson (Vida de J. Philips, 31) cita este pasaje de Edmund Smith, escrito hacia 1708: «A la posteridad le ha de resultar cuando menos anómalo que en una nación en la que prima la cortesía, en una época ilustrada, bajo la dirección de los más sabios y mejor informados, de los que con más generosidad fomentan el saber en el mundo, la propiedad de un artesano esté mejor garantizada que la de un estudioso; que las más elementales operaciones manuales se tengan en más valor que los más nobles productos del cerebro; que sea delito robar a un zapatero un par de zapatos y que no se condene la privación, en el mejor autor, de todo su medio de subsistencia; que no haya nada que dé a un hombre el título de propiedad de sus propios escritos, nada, salvo las estupideces que contengan». Véase A. S. Collins, Authorship in the Days of Johnson, Londres, Robert Holden, 1927 <<

[c177] El Tribunal de la Real Judicatura, bajo la presidencia de lord Mansfield, sentenció en el caso Millar v. Taylor, en 1769, que Thomson tenía derecho probado, por la ley común e independientemente de la ley de 1709. Al reimprimir el poema, Donaldson había vulnerado esa decisión. Becket, que entretanto había obtenido una participación en los derechos del poema, interpuso denuncia contra Donaldson (1772). Donaldson apeló a la Cámara de los Lores, y en 1774, mientras por diez a uno los lores sentenciaban que antes de 1709 un autor tenía, por ley común, el derecho de actuar contra todo el que hubiera publicado su obra sin su consentimiento, también se decidió por seis a cinco que ese derecho había dejado de tener vigencia y que lo sustituía un derecho estatutario. En consecuencia, se revisó el decreto de la Cancillería y se aprobó la apelación de Donaldson; [véase pág. 736]. El 27 de febrero de 1774 lord Shelburne describió humorísticamente la escena vivida en la Cámara de los Lores en carta al Conde de Chatham: «Lord Mansfield… quedó como el mayor capitán Bobadil, el mayor fanfarrón que haya existido en la vida real… Tal vez pueda usted imaginarse al Obispo de Carlisle, anciano y metafísico rector de un colegio, leyendo una hoja, no un discurso, tomada de un viejo sermón, con muy mala vista, apoyado en la mesa, y a lord Mansfield sentado ante ella, mirándolo con inocultable melancolía, a sabiendas de que los del Obispo eran los únicos ojos en toda la cámara que no podrían mirarle a él a los suyos; los jueces, a sus espaldas, encolerizados por haberse visto arrastrados a expresar tan absurda opinión, y abandonados en ella por su cabecilla; el despertar de los obispos en el momento anterior al voto, sobresaltados al darse cuenta de que algo estaba pasando, mientras lord Townshend insistía en que el señor Dunning se calzara los anteojos y mirase al presidente de la justicia criminal» (Chatham Corresp., IV, 327).

En carta a Strahan del 7 de marzo de 1774, no recogida en las Cartas, Johnson se pronuncia en contra de la cesión a perpetuidad y a favor de que el autor retenga sus derechos sobre su propia obra de por vida (Johnsonian Miscellanies, ed. de G. Birbeck Hill, Clarendon, Oxford, 1907, págs. 402 y SS.) <<

[c178] Discours sur l’origine et les fondemens de l’inégalité parmi les hommes, 1755. <<

[c179] Johnson dijo al doctor Burney que según Goldsmith, cuando empezó a escribir, resolvió poner sobre el papel sólo aquello que fuera nuevo, pero que después descubrió que lo nuevo era falso en general, y desde entonces dejó de ser tan solícito con las novedades. —BURNEY

Forster (Vida de Goldsmith, I, 421) observa que esta nota es «un nuevo ejemplo de… las muchas y dudosas formas en que las anécdotas sobre Johnson y Goldsmith tienden a presentarse en cuanto perdemos de vista al fidedigno Boswell». <<

[c180] Parece probable que fuera Dempster. En carta a Temple del 23 de julio, Boswell dice que «el miércoles cené con el señor Johnson y con Dempster… Tuve una prodigiosa satisfacción al ver que los sofismas de Dempster (que ha aprendido en Hume y en Rousseau) eran demolidos con el vigoroso razonamiento de Johnson… Dempster se mostró tan contento como pueda estarlo un polemista vencido». Volvemos a encontrar a Boswell, Johnson y Dempster cenando juntos el 9 de mayo de 1772. —HILL <<

[c181] Hume, según la misma carta. <<

[c182] El primer volumen es de 1756; el segundo, de 1782. <<

[c183] Warton, por emplear sus propias palabras, «no creía que Pope fuera el más destacado de su profesión. Dicho de otro modo, en ese género poético en el que tanto sobresalía es superior al resto de la humanidad; tan sólo me limito a decir que ese género no es el más excelso que se ha dado en el arte de la poesía» (Essays, I, pág. IV). Dispone a los poetas ingleses en cuatro apartados, en el primero de los cuales sólo figuran Spenser, Shakespeare y Milton. «En el segundo grupo debieran figurar los que poseen verdadero genio poético en un grado más moderado, aunque también poseen un noble talento para la poesía moral, ética y panegírica». En este grupo, en su segundo volumen, dice que «podríamos aventurarnos a colocar a Pope, junto a Milton, por encima de Dryden. Sin embargo, para tomar esta decisión con firmeza hemos de olvidar por un momento la divina Oda musical de Dryden, y tal vez muchos se vean obligados a confesar que si bien Dryden posiblemente posea un genio mayor, es Pope mejor artista» (ibid., II, pág. 411). —HILL <<

[c184] Croker cree que es una referencia a Joseph Warton. Su padre, empero, fue profesor en Magdalen College, Oxford, y después fue vicario de Basingstoke y Cobham, y profesor de poesía en su propia universidad, de modo que no puede decirse que sea «de origen harto humilde». La suposición se debe sin duda a la costumbre de Boswell, que introduce en párrafos consecutivos a la misma persona, una vez con su nombre, la segunda de manera anónima; en tal caso, el autor que disgustaba a Boswell, mencionado antes de Warton, tal vez sea el propio Warton. —HILL <<

[c185] Escribe Boswell así: «Cuando estuve en Ferney en 1764, comenté a Voltaire cuáles eran nuestros planes. Me miró como si le hubiese hablado de ir al Polo Norte, y dijo: “No pretenderá usted que yo les acompañe, ¿eh?”. “No, señor”. “En tal caso, estoy muy deseoso de que vayan ustedes”». <<

[c186] Croker compara el pasaje con otro del Spectator de Addison (n.º 50), en el que un jefe indio dice de la catedral de St. Paul: «Probablemente era en principio una roca enorme y amorfa que había en lo alto de la colina, que los nativos de este país, luego de cortar en forma de figura regular, ahuecaron con increíbles e industriosos trabajos». <<

[c187] Burke, según la señora Thrale y una alusión en el Diario de un viaje a las Hébridas, 15 de agosto. <<

[c188] Con toda certeza, el propio Boswell, según el Diario londinense de 1763. Existe traducción española de José Manuel de Prada, Ediciones del Bronce, 1997. <<

[c189]

¿No ha reservado a los pobres el cielo piadoso

un erial ilocalizable, una orilla ignota?

¿Siquiera una isla secreta en el océano anchuroso?

¿Un desierto apacible que España aún no reclame?

(Londres, VV. 170-173).

Johnson consideraba el descubrimiento de América un infortunio para la humanidad. En Gravámenes, no tiranos (Obras, VI, 233), dice en efecto que «ningún lugar del mundo ha tenido aún motivo de regocijarse de que Colón por fin hallase recepción y empleo a cargo de un monarca. Ese mismo año, un año por tanto desastroso para la humanidad, los portugueses descubrieron el pasaje a las Indias y los españoles arribaron a las costas de América». El 4 de marzo de 1773 escribió así: «No deseo grandes bienes a los descubrimientos, pues siempre me da miedo que acaben en conquista y en saqueo» (Cartas, n.º 299). <<

[c190] «El saber es sin duda una de las fuentes del placer, como testimonia el deseo natural que todo intelecto experimenta de aumentar sus ideas… sin saber por qué, siempre que aprendemos nos sentimos alegres, y nos aflige olvidar» (Rasselas, cap. XI). <<

[c191] «Y en los bosques resuena el nombre de Amarillis». <<

[c192] Milton, L’Allegro, V. 118. <<

[c193] Es probable que Vindication of Natural Society, que Burke publicó en 1756, cuando tenía veintiséis años. —CROKER <<

[c194] El 17 de agosto de 1773 escribió Johnson: «Esta mañana vi en el desayuno al doctor Blacklock, el poeta ciego, que no recuerda haber visto la luz del día. Un pobre estudioso le lee en latín, en griego y en francés. También él fue un pobre estudioso. Lo miré con reverencia» (Cartas, n.º 320). Spence publicó una Relación de Blacklock, en la que con mezquindad omite toda mención de la generosidad de Hume con el poeta ciego. Hume preguntó a Blacklock si era capaz de relacionar colores y sonidos. «Respondió que como tan a menudo ha topado con los términos que expresan colores, se había formado algunas asociaciones falsas, que le ayudaban cuando leía, hablaba o escribía sobre los colores, aunque eran asociaciones de índole intelectual. La iluminación del sol, por ejemplo, se le antojaba similar a la presencia de un amigo». —HILL <<

[c195] Este ensayo trata más sobre las prácticas de los parásitos que sobre la gula. Se titula «El arte de vivir a costa de otros». <<

[c196] Hawkins (Vida, pág. 355) señala «la gula con que comía, su total desatención al resto de los comensales, su profundo silencio a la hora de la refección».

Cumberland (Memorias, pág. 262) dice así: «Comía con muy buen apetito, pero no con voracidad, y era extremadamente cortés en sus elogios de cualquier platillo que complaciera a su paladar». <<

[c197] En el último año de su vida, cuando era consciente de que su apetito estaba mermado por sus achaques, escribió a la señora Thrale: «Ahora tengo una inclinación al lujo que ni siquiera en la mesa de usted se excitaba antes, pues hasta ahora hablaba más de lo que pensaba sobre los platos. Recuerdo que usted me elogiaba por parecer contento con las cenas cuando usted redujo las viandas que se servían a su mesa; puedo decirle en honor a la verdad que nunca me di cuenta de que se había iniciado dicha reducción, y ni siquiera la habría notado caso de no decírmelo usted. Ahora pienso a diario en lo que comeré mañana. También espero que este achaque se me cure» (Cartas, n.º 953). <<

[c198] Posiblemente, lord Elibank. —HILL <<

[c199] Posiblemente, la señora Boswell. —HILL <<

[c200] La señora Piozzi (Anécdotas, pág. 102) dice que «las ideas de Johnson a propósito del buen comer distaban mucho de ser delicadas. Sus platos predilectos eran una pierna de cerdo cocida hasta que la carne se desprendiera del hueso, un pastel de ternera con ciruelas y azúcar o la contratapa de un lomo de ternera en salazón». Cradock vio a Burke, que cenaba en una taberna, enviar a Johnson una porción muy pequeña de un pastel, hecho de la peor mantequilla. «El doctor Johnson… devolvió el plato pidiendo más. Sin pensarlo dos veces, Burke exclamó: “Me alegro de que sea usted tan capaz de paladear este pastel de ternera”. Johnson, nada satisfecho de que lo que él comiese llamara jamás la atención, replicó al punto: “Hay una época en la vida, señor, en que un hombre precisa del gusto de la buena mesa”». Un pasaje de la Italia de Baretti (II, pág. 316) parece indicar que la comida en Inglaterra no era precisamente delicada. «Una vez oí a un francés jurar —escribe— que odiaba a los ingleses, parce qu’ils versent du beurre fondu sur leur veau rôti». <<

[c201] Claude Buffier (1661-1737), autor del Traité des premières vérités et de la source de nos jugements. <<

[c202] Mackintosh (Vida, I, 71) dijo que «el tratado de Burke sobre lo sublime y lo bello es buena prueba de que no tenía el intelecto formado para la Filosofía pura, y si hemos de dar crédito al vivaz y dramático biógrafo de Johnson, en el sentido de que tenía Burke la intención de polemizar por escrito con Berkeley, podemos estar seguros de que no habría salido con bien del empeño de dar respuesta a este gran especulador; por decirlo con más corrección, no habría descubierto la verdadera naturaleza de las cuestiones en liza, y sólo habría dado respuestas coherentes con los límites de las facultades humanas». <<

[c203] Goldsmith, Retaliation. Se refiere a Burke. <<

[c204] «Intención original de Johnson —escribe Hawkins (Vida, pág. 423)— era que los miembros de su club no pasaran de nueve; el señor Dyer, miembro del Club de Ivy Lane, que había pasado unos años en el extranjero, hizo aparición entre nosotros y se le recibió cordialmente». Nueve eran los miembros del Club de Ivy Lane. Johnson, es de suponer, consideraba el nueve como el número más clubable. Según el doctor Percy, en 1768 no sólo Hawkins había presentado su renuncia formal, pues también Beauclerk había abandonado el club por otro más a la moda. «El club acordó entonces… incrementar el número a doce. Los nuevos miembros serían elegidos por votación secreta, y bastaría una bola negra para la exclusión del candidato. El señor Beauclerk deseó ser restituido a la sociedad, y los nuevos miembros fueron presentados el lunes 15 de febrero de 1768: sir R. Chambers, el doctor Percy y el difunto George Colman».

La intrahistoria y el significado del Club Literario, con abundantes anécdotas, se hallan recogidas en el libro de L. P. Curtis y H. W. Liebert que lleva por título el lema del propio club, Esto Perpetua. Nueva York, The Shoe String Press, 1963. <<

[c205] Pope, Ensayos morales, III, 242. <<

[c206] Dice Malone que es Boswell quien le dio esta versión de la entrada de Garrick en el club, y que él la supo de labios de Reynolds. Añade que «Johnson apoyó con entusiasmo la candidatura de Garrick, pues era en realidad un hombre muy afectuoso. Tan sólo le ofendía la presunción del actor». Y sigue diciendo: «Es probable que en la primera parte de esta anécdota fundamentase sir John Hawkins su versión de que Garrick nunca perteneció al Club Literario, y por eso afirmase que Johnson dijo que nunca debiera ser miembro. De este modo, el biógrafo mentecato y la más frívola y maliciosa señora Piozzi han dado tintes inexactos a casi todas las anécdotas que han querido contar del doctor Johnson» (Prior, Malone, pág. 392). Garrick fue el sexto miembro elegido. Hannah More (Memoirs, I, 249) afirma que «a la muerte de Garrick, fueron innumerables las solicitudes que se hicieron para sucederle en el club, pero Johnson fue sordo a todas ellas. “No —dijo—, no podría haber un digno sucesor de ese hombre”. E insistió en que hubiera un año de luto antes de una nueva elección». —HILL <<

[c207] Murphy (Vida, pág. 98) dice que el conocimiento que trabó Johnson con los Thrale «contribuyó más que ninguna otra cosa a eximirle de las cuitas y solicitudes de la vida». Luego rememora la parte que le tocó testimoniar en esa casa con evidente contento, pues conoció la ternura con que se trató a Johnson en Streatham, «lo que sin duda sirvió para prolongar una vida valiosa». La relación de Johnson con los Thrale fue, en efecto, tan estrecha que en ocasiones más pareció alianza en toda regla. —HILL <<

[c208] Anécdotas de la señora Piozzi, pág. 279. <<

[c209] Más adelante, Kenrick escribió sendos y muy groseros libelos contra Goldsmith y Garrick. Cuando se inició el proceso por difamación en su contra, ante la Real Judicatura, reconoció de manera abyecta su sumisión y se retractó en el acto. Existe una carta de Garrick, que no se llegó a enviar, en la que éste le dice: «De buena gana le hubiera honrado y le habría dado la satisfacción de un caballero, como dice Shakespeare, si hubiera tensado usted su valor hasta el punto en que se tuviera firme». —HILL <<

[c210] Parece ser la referencia más antigua a la sordera de Johnson, con lo cual viene a confirmar el relato de la señora Piozzi (Anécdotas, pág. 9), en el sentido de que «sus órganos auriculares… nunca cumplieron debidamente su función» ya desde que ella lo conoció. Boswell dice que en abril de 1775 era «duro de oído», afección de la que se aprovechó Gibbon para murmurar sus «sarcásticas lindezas» a expensas de Johnson en voz queda. En septiembre del mismo año el propio Johnson supone que «si oyera mejor, aprendería francés más deprisa», y en octubre se queja de que «ni vio ni oyó» una comedia francesa. La señora Piozzi dice en cambio (Anécdotas, pág. 276) que «oía todo lo que se dijera dentro de un carruaje, cuando era mi turno en cambio de quedarme sorda», pasaje que hace pensar en que padecía esa sordera patológicamente denominada paracusis Willisii, cuyo síntoma característico es que el paciente oye bien en una situación ruidosa. <<