NOTAS AL PIE AL VOLUMEN I
[1] The Idler, n.º 84, 24 de noviembre de 1759. En este ensayo dice Johnson: «Esas relaciones son… por lo común de gran valor si el escritor relata su propia historia. Que cuente la vida de otro… empece la familiaridad de su relato, y le dificulta el incremento de su dignidad… esforzándose por ocultar al hombre con el fin de presentar a un héroe». <<
[2] La mayor parte de este libro fue escrita aún en vida de sir John Hawkins; reconozco que uno de los objetos de mis críticas era que sintiera él cierta compunción por el tratamiento intransigente e incluso mezquino que dio al doctor Johnson. Desde que tuvo lugar su defunción, he suprimido algunos de mis comentarios sobre su obra. Sin embargo, si bien no es mi deseo «guerrear con los muertos» en términos ofensivos, entiendo que es necesario ser inflexible en defensa de mi ilustre amigo, y no puedo aspirar a serlo sin mostrar una recrudecida animadversión por un escritor que le ha injuriado y le ha calumniado. Permítaseme añadir que, si bien dudo que hubiera sido yo propenso a gratificar a sir John Hawkins mediante ningún cumplido durante su vida, ahora sí estoy dispuesto a admitir con franqueza que, en mi opinión, su volumen, por inadecuado e impropio que sea en cuanto biografía del doctor Johnson, y por desacreditado que esté debido a sus imperdonables inexactitudes en otros aspectos, contiene una colección de anécdotas y observaciones curiosas, que pocos hombres, salvo su autor, podían haber acumulado. —BOSWELL.
«Guerrear con los muertos» está sin duda tomado de la traducción de la Ilíada debida a Pope, VII, 485. —BURNEY. <<
[3] Mus. Brit. 4320, Catálogo de Ayscough, manuscrito de Sloane. —BOSWELL.
Walpole dice de Birch que «es un alma de buen natural, valiosa, industriosa y activa, capaz de ir corriendo de un lado a otro como un joven perdiguero en busca de lo que sea, tanto viejo como nuevo, y carente de facultades, de gusto y de juicio». (Cartas, XI, 122). —HILL. <<
[4] The Rambler, n.º 60, 16 de octubre de 1750. —BOSWELL. <<
[5] Plutarco, Vida de Alejandro. —BOSWELL. <<
[6] The Rambler, n.º 60. —BOSWELL. <<
[7] Bacon, El avance del saber, libro I. —BOSWELL. <<
[8] Diario de un viaje a las Hébridas, 16 de septiembre. —BOSWELL. <<
[9] Extracto de una carta fechada en Trentham, día de San Pedro, 1716, escrita por el reverendo George Plaxton, capellán que era por entonces de lord Gower, que quizá sirva para mostrar la alta estima en que se tenía al padre de nuestro gran moralista: «Johnson, el librero de Lichfield, se encuentra ahora aquí; propaga la erudición por toda la diócesis, e impulsa el saber a su justa altura; todo el clero de por aquí es discípulo suyo, y absorben cuanto pueden de su saber; Allen no es capaz de expedir una orden judicial sin su precedencia, ni nuestro quondam John Evans redactar un reconocimiento sine directione Michaelis». De la Gentleman’s Magazine, octubre de 1791. —BOSWELL. <<
[10] Anécdotas del doctor Johnson, obra de Hester Lynch Piozzi, pág. II. Vida de Johnson, obra de sir John Hawkins, pág. 6. —BOSWELL. <<
[11] Aunque desmentida por pruebas externas e internas, toda esta anécdota del pato, una vez supuesta su veracidad, ha pasado a ser no obstante el fundamento de las ingeniosas a la par que veleidosas reflexiones de la señorita Seward, que se hallan entre las comunicaciones que atañen al doctor Johnson con que ha tenido el gusto de favorecerme y que reproduzco a continuación: «Estos números infantiles contienen la semilla de aquellas propensiones que a lo largo de su vida marcaron su carácter de modo tan fuerte, con lo cual me refiero al talento poético que más adelante iba a dar frutos tan sabrosos y tan plenos, ya que, con la excepción de sus obras de orientación ortográfica, todo cuanto escribió el doctor Johnson fue poesía, cuya esencia no consiste en los números, ni en la musicalidad de la rima y el ritmo, sino en la fuerza y el resplandor de una imaginación, al servicio de la cual se ponen con presteza todas las reservas de la Naturaleza y el Arte, del mismo modo que se administran, así como en la elocuencia con que transmite sus entreveradas ilustraciones en una lengua “más melódica y maleable que las necesidades de la rima o del verso para lograr mayor armonía”.
»Los versitos citados también son muestra del sesgo supersticioso que “aumentó con su crecimiento y se fortaleció con su fuerza” y que sobre todo en sus últimos años tanto le lastimó y tanto menoscabó su felicidad, al ofrecerle la faceta más tenebrosa de la religión, en vez de esa otra cara brillante y vivaz que sobredora el periodo con que la vida concluye mediante la luz de la esperanza piadosa».
Tan bellas son estas conjeturas que no seré yo quien las omita. No obstante, al igual que tantas otras teorías, están deducidas de una mera suposición que, en puridad, es ficticia. —BOSWELL. <<
[12]Plegarias y meditaciones, pág. 27. —BOSWELL. <<
[13] Refiriéndose a la imperfección de uno de sus ojos, dijo al doctor Burney que «este perro cojo nunca sirvió de gran cosa». —BURNEY. <<
[14] De tal opinión era el doctor Swinfen. Muy pronto se descubrió que Johnson tenía complicaciones oculares; para aliviárselas, se le practicó una sangría en el brazo izquierdo. Pasadas diez semanas de su nacimiento, fue llevado a casa por su aya de cría siendo «un pobre niño enfermo, casi ciego». Véase una obra titulada Relación de la vida del Dr. Samuel Johnson, desde su nacimiento hasta su undécimo cumpleaños, escrita por él mismo (1805). —MALONE. <<
[15] Tenía sólo treinta meses cumplidos cuando su madre lo llevó a Londres para que el roce de la Reina lo curase de su mal. Fue en esta visita cuando su madre le compró una pequeña taza y una cuchara de plata. «La tacita —añade con afecto— fue una de las últimas piezas de platería que la querida Tetty tuvo que empeñar en nuestros momentos de estrechez. Ahora conservo la cuchara. Al mismo tiempo adquirió dos cucharillas de té. Hasta que me hice hombre, no hubo otras en casa». Ibid. —MALONE. <<
[16] Anécdotas, pág. 10. —BOSWELL. <<
[17] No tan mínima. El verso está en Enrique VI, parte II, acto IV, última escena: «Espada, yo he de venerarte por esta tu hazaña». —MALONE. <<
[18] Dícese que es el modelo del párroco que aparece en la sátira de Hogarth titulada Moderna conversación de medianoche. —BOSWELL. <<
[19] Al igual que el propio Obispo de Dromore, aunque muchos años después. —BOSWELL. <<
[20] Me informa el señor Héctor de que esto lo compuso casi impromptu, en su presencia. —BOSWELL. <<
[21] Poema que insertó, con bastantes alteraciones, en la Gentleman’s Magazine, 1743. —MALONE. <<
[22] Algunas jóvenes de Lichfield se habían propuesto interpretar La madre afligida, de modo que Johnson les escribió este pasaje y se lo dio a Héctor, que había de transmitírselo en privado. —HILL. <<
[23] Athen. Oxon., edición de 1721, I, 627. —BOSWELL. <<
[24] Oxford, 20 de marzo de 1776. —BOSWELL. <<
[25] Conviene recordar que el doctor Jonhson propendía, en su trabajo literario y en su dimensión moral, a exagerar sus defectos. El doctor Adams me informó de que asistía a las clases de su preceptor y a las clases que se impartían en el salón de actos de su colegio con mucha asiduidad. —BOSWELL. <<
[26] «Reseña poética del carácter literario y moral del doctor Johnson», obra de John Courtenay, miembro del Parlamento. —BOSWELL. <<
[27] La señora Piozzi ha dado una relación extraña, por no decir fantástica, de los orígenes de la fe en nuestra sagrada religión que tuvo siempre el doctor Johnson. «A los diez años de edad su intelecto notó el trastorno de los escrúpulos del descreimiento, que pronto acecharon su espíritu, causándole un gran desasosiego, tanto más porque no se lo reveló a nadie, lo cual fue más grave por ser de natural, como él mismo decía, mohíno y retraído, de disposición reservada. Quiso buscar con diligencia alguna prueba de la verdad de la Revelación, pero su búsqueda no dio frutos; a la larga, recordando un libro que había visto una vez [cuando tenía cinco años, digo yo] en el establecimiento de su padre, titulado De veritate Religionis, etc., comenzó a considerarse sumamente culpable por hacer caso omiso de esa fuente de información, y se aplicó con gran severidad a la tarea de paliar ese pecado, a lo cual añadió muchos actos de penitencia voluntaria. A la primera oportunidad que se le presentó, tomó el libro y quiso leerlo con avidez, si bien, al examinarlo, no hallándose suficientemente preparado para asimilar su contenido, empeñó su corazón a fondo, sin pensar en preguntar siquiera si existiría algún libro en inglés sobre la materia, y siguió dándose a sus entretenimientos de costumbre, considerando su conciencia aliviada del delito. Redobló su diligencia en el empeño por aprender la lengua que encerraba aquella información que deseaba poseer por encima de todo, aunque debido al dolor que la culpa [esto es, haber dejado de leer lo que no entendía] le había causado, comenzó a deducir la inmortalidad del alma [no en vano es la sensación de dolor en este mundo prueba irrefutable de la existencia de otro], punto en el cual se había detenido su fe por vez primera, y como a partir de ese instante resolvió ser un buen cristiano, se convirtió en uno de los más celosos y piadosos que han surgido en nuestra nación» (Anécdotas, pág. 17). He aquí una de las numerosísimas tergiversaciones en que incurre esta vivaracha señora, y que bien vale la pena enmendar, pues si se diera credibilidad a una aseveración tan pueril, irracional y ridícula en torno a los cimientos de la fe cristiana en el espíritu del doctor Johnson, ésta sería mínima. Parece deseosa la señora Piozzi de que el mundo considere que el doctor Johnson también se hallaba bajo la influencia de esa lógica facilona, Stet pro ratione voluntas. —BOSWELL.
El 29 de abril de 1783 Johnson dijo lo siguiente: «La religión desapareció de mi ánimo. Sucedió en una época muy temprana de mi vida. Me la devolvió la enfermedad, y espero no haberla perdido desde entonces ni perderla en adelante». —HILL. <<
[28] Al doctor Burney le dijo que nunca escribió dos veces ni una sola de las obras que dio a la imprenta. Éste, maravillado al ver varias páginas de sus Vidas de los poetas en manuscrito, logró arrancarle esta observación al comentar la práctica inexistencia de tachaduras y enmiendas. —MALONE. <<
[29] Esta anécdota me la relató el doctor Adams, y el doctor Jonhson me la confirmó. Bramston, en El hombre de buen gusto, expone el mismo pensamiento: «A buen seguro, de todos los mentecatos los peores son los eruditos». —BOSWELL.
Lo que Johnson quiere decir es que un erudito que sea un mentecato ha de ser el peor de los mentecatos, porque no tiene excusa. Bramston, por medio de un petimetre ignorante, sostiene que todos los eruditos son unos mentecatos debido justamente a su erudición. —J. BOSWELL, HIJO <<
[30] Véase la Historia de Worcestershire, de Nash, vol. I, pág. 529. —BOSWELL.
A esta lista habría que añadir los nombres de Francis Beaumont, dramaturgo; sir Thomas Browne, cuya vida escribió Johnson; sir James Dyer, juez supremo de la corte del Rey; el lord canciller Harcourt, John Pym, Francis Rous, orador parlamentario en tiempo de Cromwell, y el obispo Bonner. —WRIGHT
Es llamativo que a Boswell se le pasara por alto el nombre de sir Thomas Browne. Johnson, en su Vida de Browne, dice que fue «el primer hombre de verdadera eminencia que se licenció en ese nuevo colegio, al que el celo y la gratitud de quienes mayor amor le profesan poco mejor podrán desearle que seguir por el camino por el que se inició». Johnson, Obras, VI, 476. Aún faltaría Richard Graves, autor de El Quijote espiritual. —HILL. <<
[31] El señor Warton me informa de que «este amigo de Johnson, uno de los primeros que tuvo, ingresó a los diecisiete años como alumno de Trinity College, en Oxford, en 1698; es autor de muchas traducciones del latín, en verso, para la Gentleman’s Magazine (vol. XV, pág. 102). Una de ellas es la traducción de “Mi tiempo, oh, musas, ha pasado felizmente”, etc.». Murió el 3 de agosto de 1751, y en su memoria se ha erigido un monumento en la catedral de Lichfield, con una inscripción escrita por el señor Seward, uno de los prebendados de la misma. —BOSWELL. <<
[32] Véase el Rambler, n.º 103. —BOSWELL.
En otros pasajes, Johnson insiste en el gran valor de la curiosidad. En ese mismo Rambler dice: «La curiosidad es una de las características ciertas y permanentes de un intelecto vigoroso». En la alegoría del Rambler, n.º 105, dice que curiosidad fue «su protectora amada desde antaño», a la que «llaman Verdad sus más fieles seguidores». Y en el n.º 150 señala que «la curiosidad, en una mentalidad grande y generosa, es la primera y última de las pasiones… Quien amplía su curiosidad según las obras de la naturaleza, manifiestamente multiplica las rutas hacia la felicidad». <<
[33] ¿No cabría trazar un paralelismo imaginario entre Poliziano y Johnson? Huetius, al hablar de Paulus Pelissonois Fontanerius, dice: «… in quo Natura, ut olim in Angelo Politiano, deformitatem oris excellentis ingenii praestantia compensavit» [«… en quien, como anteriormente en Angelo Politiano, la naturaleza compensó la fealdad corporal por medio de una gran eminencia intelectual»]. Comment. de reb. ad eum pertin. Edición de Ámsterdam, 1718, pág. 200. —BOSWELL. <<
[34] La señorita Cave, sobrina nieta de Edward Cave, ha tenido la amabilidad de mostrarme los originales de esta y de otras cartas del doctor Johnson a Cave, que fueron publicadas por vez primera en la Gent. Mag. [LV, 3], con notas de John Nichols, el estimable e infatigable director de esa valiosa miscelánea periódica, firmadas «N.»; algunas de ellas las transcribiré ocasionalmente en el transcurso de la presente obra. —BOSWELL. <<
[35] Sir John Floyer, «Tratado sobre los baños fríos». Gent. Mag., 1734, pág. 197. —BOSWELL.
Esta pieza, que es una carta, y no el libro citado por Boswell, pone de relieve qué poco corriente era un baño frío. —HILL. <<
[36] Un premio de cincuenta libras al mejor poema sobre «la vida, la muerte, el Juicio Final, el Cielo y el Infierno». Véase Gentleman’s Magazine, IV, pág. 560. —NICHOLS.
«Cave… a veces convocaba premios literarios sobre un tema fijo… Convencido de que no era escasa la influencia de esas cincuenta libras, daba por supuesto que los primeros autores del reino se presentarían en competencia, pero cuando llegó el momento no vio entre los concurrentes un solo nombre que conociera» (Johnson, Vida de Cave, Obras, VI, 432). <<
[37] Aduce la señora Piozzi la siguiente versión sobre el origen de este poemilla cuando, a raíz de la relación que mantenía con el doctor Johnson, le preguntó si era correcto atribuírselo: «Creo que van a cumplirse ya cuarenta años desde que un joven recibió por obsequio una rama de mirto de manos de la muchacha a la cual cortejaba, y me solicitó algunos versos con los que pudiera corresponder a su generoso gesto. Le prometí ocuparme de ello, le dije que perdiera cuidado, pero se me olvidó, y cuando vino él a reclamármelos en la hora que habíamos convenido, “siéntese, querido Mund —dijo él—, que enseguida le traigo los versos”. Así pues, durante cinco minutos me ausenté para pergeñar esta nonada por la que ahora me viene usted armando tanto alboroto».
En la primera edición de este libro me vi inducido a dudar de la autenticidad de esta versión, debido al siguiente aserto, desde luego que circunstancial, incluido en una carta que recibí de la señorita Seward, natural de Lichfield: «Yo sé de buena tinta que esos versos los escribió para Lucy Porter, cuando de ella andaba enamoriscado en sus años mozos, dos o tres años antes de que conociera a la madre de Lucy, su futura esposa. Los escribió en casa de mi abuelo y se los entregó a Lucy en presencia de mi madre, a la cual se los mostró en el mismo instante. Tenía ella por costumbre repetírmelos de viva voz cuando yo le pedía “los versos que a ella obsequió el doctor Johnson por una ramita de mirto que había hurtado de su seno o le había suplicado”. Todos sabemos que la muy honrada Lucy Porter habría sido de todo punto incapaz de caer en la mezquina vanidad de atribuirse un cumplido que de veras no se le hubiera hecho». Tal fue la aseveración de esta dama, que no tengo duda alguna de que ella supuso correcta; ahora bien, a las claras demuestra cuán peligroso resulta confiar de manera muy implícita en el tradicional testimonio y en la inferencia ingeniosa, pues de un tiempo a esta parte me ha garantizado el señor Héctor que la versión de la señora Piozzi es en este caso la que se ciñe a la verdad, y que fue él la persona para la cual escribió Johnson estos versos, que han sido erróneamente atribuidos al señor Hammond.
En tantos otros casos me veo en la penosa obligación de reseñar las incorrecciones e incluso las tropelías que contiene el relato de la señora Piozzi, que con gran contento aprovecho raudo esta ocasión para dejar constancia de que, si bien muy a menudo se equivoca, no siempre peca de inexactitud.
Habiéndose visto este autor arrastrado a controversia con la señorita Anna Seward, a resultas de la aseveración precedente (que se puede encontrar en la Gent. Mag., vols. LIII y LIV), recibió la siguiente carta de Edmund Héctor sobre este particular:
«Birmingham
»9 de enero de 1734
»Apreciado señor,
»lamento verle enzarzado en disputa con una dama que parece muy remisa a dejarse convencer de sus errores. Sin duda, más inteligente sería otorgar que perseverar.
»Recientemente, revisando unos papeles que me proponía dar al fuego, di con el manuscrito original del “Mirto”, que ostenta la fecha, 1731, y que le adjunto por la presente.
»La verdadera historia (lo podría jurar si fuera preciso) es como sigue: el señor Morgan Graves, hermano mayor de un digno clérigo de cerca de Bath, con el que tenía yo trato, rondaba a una dama de este vecindario, que al despedirse le regaló la rama de mirto. Me la mostró y manifestó un gran deseo de devolverle el cumplido y corresponderle en verso. Recurrí a Johnson, que estaba alojado conmigo, y en media hora me dictó los versos que remití a mi amigo.
»Con toda solemnidad declaro que por entonces Johnson era un completo desconocido de la familia Porter, y que fue casi dos años después cuando lo presenté a Porter, a quien compraba yo por entonces mis prendas de vestir.
»Si se propone convencer a esa obstinada mujer y exhibir en público la veracidad de su narración, goza de entera libertad para hacer el uso que le plazca de esta declaración.
»Confío me sepa perdonar por haberle robado tanto tiempo. Deseándole multos et felices annos, su atento y humilde servidor,
»E. HECTOR»
—BOSWELL. <<
[38] Parece deducirse, por la carta de Héctor, que Johnson la había conocido tres años antes de contraer matrimonio con ella. —MALONE. <<
[39] Que a ojos de Johnson era hermosa bien se ve por el epitafio que ordenó inscribir en su lápida no mucho antes de su propia muerte, y que se puede encontrar más adelante, en las páginas que corresponden a 1752. —MALONE <<
[40] La siguiente relación de la señora Johnson y de su familia está copiada de un documento (relacionado sobre todo con la señora Anna Williams) escrito por lady Knight en Roma, y transmitido a ella por el difunto señor John Hoole, traductor de Metastasio entre otros, gracias al cual se insertó en el número de la European Magazine correspondiente a octubre de 1799.
«La relación que hizo la señora Williams de la señora Johnson fue que gozaba de un buen entendimiento y de gran sensibilidad, aunque era propensa a ser satírica. Su primer marido murió en la insolvencia; sus hijos estuvieron muy disgustados con ella por haber contraído segundas nupcias, tal vez porque entonces se esforzaban por salir adelante en la vida, y les mortificaba pensar que ella se había aliado con un hombre que no disponía de medios visibles de ser provechoso para ellos. De todos modos, siempre conservó su afecto por sus hijos. Mientras los señores Johnson residían en Gough Square, una vez su hijo, oficial del ejército, llamó a la puerta y preguntó a la criada si su señora estaba en casa. Ésta respondió que sí, pero que estaba enferma y tenía que guardar cama. “Ah —dijo él—, en tal caso dígale que su hijo, Jervis, vino a saber cómo se encontraba”, tras lo cual hizo ademán de marchar. La criada le rogó que le diera permiso para subir corriendo a decirle a su señora que su hijo estaba abajo, y sin aguardar respuesta lo dejó allí. La señora Johnson, embelesada al saber que su hijo estaba allí, indicó a la criada que era su deseo abrazarlo. Cuando bajó la criada el caballero había desaparecido, y la pobre señora Johnson quedó muy agitada con este incidente. Había sido la única vez en su vida que su hijo había hecho un esfuerzo por verla. El doctor Johnson hizo todo lo posible por consolar a su esposa, pero dijo a la señora Williams que “su hijo es recalcitrante en el incumplimiento de sus deberes, de modo que llego a la conclusión de que al igual que tantos otros hombres de probada sobriedad tal vez en su vida anterior fuera un borrachín, y en esas condiciones la naturaleza hizo que prevaleciera su orgullo”».
Siguen anécdotas del doctor Johnson anotadas por la misma dama: «Un día vino a mi casa a reunirse con muchas otras personas. Le dijimos que habíamos pensado ir en grupo a la abadía de Westminster. ¿No quería venir con nosotros? “No —replicó—, no mientras pueda seguir estando fuera”.
»Al decirle nosotros que los amigos de una dama habían pasado grandes temores de que ella pudiera contraer matrimonio con determinado caballero, dijo él: “Somos nosotros, amigos del susodicho, quienes hemos pasado grandes temores por él”».
»El doctor Johnson profesaba exaltados principios políticos tanto en lo tocante a la Iglesia como al Estado; deseaba que se mantuviera el poder del Rey y de las cabezas de la Iglesia, tal como han establecido las leyes de Inglaterra, pero sé de buena tinta que le desagradaba el poder absoluto, y estoy muy segura de que desaprobaba las doctrinas de la Iglesia de Roma, porque unas tres semanas antes de venir al extranjero dijo a mi Cornelio: “Vas a ir allí donde la ostentosa pompa de las ceremonias eclesiásticas atrae la imaginación de muchos, pero si desean persuadirte de que cambies has de recordar que con el incremento de tu fe también podrían persuadirte para que te hicieras otomano”. Si no lo dijo con estas mismas palabras, sí fue éste el sentido de lo dicho». —MALONE. <<
[41] Los dos hablaban con gran complacencia de aquel primer viaje que hicieron a Londres. Garrick, con la evidente intención de embellecer un poco sus peripecias, dijo un día, oyéndolo yo, que «cabalgábamos y amarrábamos». Y el Obispo de Killaloe me informó de que en otra ocasión, cuando Johnson y Garrick cenaban juntos con numerosos comensales, y Johnson humorísticamente trataba de establecer la cronología de algún suceso, se expresó como sigue: «Ése fue el año en que llegué a Londres con dos peniques y medio en el bolsillo». Al oírle Garrick exclamó: «¿Qué? ¿Cómo dices? ¿Dos peniques y medio en el bolsillo?». JOHNSON: «Pues sí, Davy: yo llegué con dos peniques y medio en el bolsillo y tú, amigo mío, con tres medios peniques en el tuyo». —BOSWELL. <<
[42] El señor Colson era primer maestro de la Escuela Libre de Rochester. En 1739 fue nombrado profesor de la cátedra Lucas de Matemáticas en Cambridge. —MALONE. <<
[43] Él mismo comunicó una curiosa anécdota a John Nichols. El señor Wilcox, librero, al tener conocimiento por él mismo de que se proponía ganarse la vida como escritor, lo miró de hito en hito apreciando la robustez de su corpulencia y, con intención, le dijo: «Más le valdría comprarse una carretilla para ser mozo de cuerda». Sin embargo, añadió que «Wilcox fue uno de mis mejores amigos». —BOSWELL.
Hawkins (Vida, pág. 43) afirma que a Johnson y Garrick se les agotó rápidamente el pequeño capital con que habían llegado a Londres, y que por sugerencia de Garrick pidieron un préstamo a Wilcox, al cual apenas conocían. «Presentándose tal cual eran, dos jóvenes amigos, oriundos del mismo lugar, recién llegados con la intención de asentarse allí, el librero se sintió tan conmovido por la falta de malicia con que le contaron el cuento que, contra la firma conjunta de ambos, les adelantó todo lo que con su modestia se atrevieron a pedir, cinco libras, que poco después le devolvieron puntualmente». <<
[44] El honorable Henry Hervey, tercer hijo del primer Conde de Bristol, dejó el ejército y tomó las órdenes eclesiásticas. Casó con una hija de sir Thomas Aston, gracias a la cual heredó la hacienda Aston, y adoptó el apellido y el escudo de armas de esta familia. —BOSWELL. <<
[45] Diario de un viaje a las Hébridas, 20 de septiembre de 1773. —BOSWELL. <<
[46] Véase pág. 1358. —BOSWELL. <<
[47] A medida que en el transcurso de mi narración enumere sus escritos, mucho me cuidaré de que mis lectores no queden indecisos, ni suspensos en la duda entre certidumbre y conjetura por lo que a su autenticidad se refiere. A tal propósito marcaré con asterisco (*) aquellas obras cuya autenticidad reconoció Johnson a sus amistades y con daga (†) las que se le atribuyen a tenor de las pruebas internas que presentan. Cuando cualquier otra pieza se le atribuya, aportaré mis razones. —BOSWELL. <<
[48] En la Gent. Mag. del siguiente mes de mayo (vol. VIII, pág. 268) se publicó una traducción de un corresponsal desconocido.
«¡Salud, Urban! ¡Hombre infatigable, | de energía intacta a pesar de tanto trabajo de provecho! | Numerosas calumnias te asaltan en vano; | ninguna vil difamación te ha de frustrar. | Aún florece el laurel en tu frente sabia | con belleza, y así ha de crecer por siempre. | Cuando la chusma servil e imitadora, | cuando sus vanas bravatas y su ruido vacuo | nunca busca, tú con noble finalidad persigues, | invencible ante la cháchara de sus voces venales. | Aún aplicas tu ánimo de estudio a la musa, | feliz en tu temple como en tu industria. | Las insensatas mofas de una lengua altiva | son indignas de tu atención | y pasan sin dejar huella; por mucho mal que te deseen | desquicias con tu viril silencio su rabia. | Tu diligencia y tu constancia confunden a tus enemigos, | irresistible ante la malicia del gentío. | Ejerce tu poder, no flaquees en tu empeño, | que tu fama inmaculada habrá de aplastar sus falsedades: | ejerce tu poder, no temas a los rivales, | que has de sonreír ante sus vanos empeños; | tus desvelos ha de coronar el éxito; | bendiga la ayuda de la musa tu revista. | No hay páginas más agradecidas a las nueve armoniosas | que aquéllas en las que de tus trabajos gozamos, | donde temas solemnes resplandecen en todo su esplendor | (deleitosa mezcla) sumados a los alegres, | donde mejoradas encontramos toda suerte de delicias, | alivio bienvenido para el espíritu hastiado. | Así, cuando las ninfas en un prado verdeciente | de varias flores compongan hermosa corona, | los pétalos de azur, la adorable violeta | añadirá lustre a la rosa encarnada. | Espléndidos iris de variadas tintas | brillan en el éter, y el cielo adornan.
»BRITTON»
—BOSWELL. <<
[49] Desconozco cuánta poesía escribió; me informó sin embargo de que era autor de una bella pieza breve, «El águila y el petirrojo», incluida en la colección de poemas titulada La unión, aunque en ella se dice que es de Archibald Scott, anterior a 1600. La colección la imprimió Allan Ramsay cuando Guthrie tenía dieciséis años; es probable que la composición sea del propio Ramsay. —CROKER. <<
[50] En su Vida de Pope, Johnson dice que «esta modalidad de imitación… se ensayó por vez primera durante el reinado de Carlos II; fueron Oldham y Rochester los primeros, o yo al menos no recuerdo ejemplos más antiguos. Es una suerte de composición intermedia entre la traducción y el esbozo original, que complace cuando los pensamientos resultan aplicables de un modo inesperado y los paralelismos son afortunados. Parece haber sido uno de los entretenimientos preferidos de Pope, que es quien lo ha llevado más lejos que ningún poeta anterior». —BOSWELL. <<
[51] Reconozco que me agradó en su día hallar entre ellos un rasgo propio de las costumbres del Londres del siglo pasado, escudado de las burlas de los ingleses, y que era también práctica común en mi ciudad natal, Edimburgo:
Si cuanto he dicho de la ciudad no te amedrenta,
repara en otros peligros de la noche,
cuando de los pisos de arriba caen cascotes
y orinales vaciados de las guardillas
caen cual lluvias torrenciales.
—BOSWELL.
En el Diario de un viaje a las Hébridas, 14 de agosto, en su primer paseo por Edimburgo Johnson gruñó al oído de Boswell y dijo: «aquí, a oscuras, huele a usted», a lo que Boswell apunta que «una vez pasé una noche en un pueblo de Córcega, en el camino entre Ajaccio y Bastia, donde me aseguraron que esta práctica edimburguesa era universal. Desde luego, era habitual en el hotel». <<
[52] Probablemente, su oda Ad Urbanum. —NICHOLS <<
[53] Un poema publicado en 1737; hay referencia más adelante, en la entrada correspondiente al 30 de abril de 1773. —BOSWELL. <<
[54] La erudita señora Elizabeth Carter. —MALONE. <<
[55] Sir John Hawkins (pág. 86) nos dice que «el acontecimiento está fechado con demasiada anticipación en Londres, el poema, aunque en todos los particulares, salvando esa diferencia de un año, lo que allí se dice de la marcha de Tales es lo que hay que suponer de Savage, y ha de tenerse por historia verdadera». Esta conjetura, entiendo yo, es completamente infundada. Se me ha garantizado que Johnson dijo que no tenía siquiera conocimiento de Savage cuando escribió su Londres. Si la marcha que se menciona era la de Savage, no es que el acontecimiento esté fechado con demasiada anticipación, sino que está predicho, ya que Londres se publicó en mayo de 1738, y Savage no marchó a Gales hasta julio de 1739. Por grande que fuese el ahínco con que Johnson defendía la credibilidad de la clarividencia [véase pág. 474], no se las daba de poseer él personalmente esa facultad. —BOSWELL. <<
[56] Sir Joshua Reynolds, a partir de la información del joven Richardson. —BOSWELL. <<
[57] Es de todos modos digno de nota que emplee el epíteto que sin duda ninguna, desde la unión de Inglaterra y Escocia, debiera servir para denominar a los nativos de ambas partes de nuestra isla: «Pronto aprendió a tener en gran estima los derechos del británico». —BOSWELL. <<
[58] En un billete escrito por el señor Pope al año siguiente, se dice que esta escuela se encontraba en Shropshire, pero como bien se ve en una carta del Conde de Gower, los miembros del consejo de administración eran «unos dignos caballeros de la vecindad de Johnson», y por eso en la primera edición di a entender que Pope tenía que haber escrito Shropshire por error, en vez de Staffordshire. Me encuentro en deuda con el señor Spearing, abogado, por haberme suministrado la siguiente información: «William Adams, con anterioridad dueño de una mercería en Londres y habitante de esta ciudad, fundó una escuela en Newport, condado de Salop, mediante escritura legal fechada el 27 de noviembre de 1656, con la cual otorgaba “la suma anual de sesenta libras a un maestro de escuela capaz y adiestrado en la conversación en sociedad y en la vida recta, que se haya educado en una de las universidades de Oxford o de Cambridge, y que posea el título de licenciado en Filosofía y esté versado en las lenguas griega y latina, de modo que sea nombrado maestro por el susodicho William Adams durante su vida, y luego del fallecimiento de William Adams por los administradores (a saber, el director y los consejeros de la Compañía de Merceros de la Ciudad de Londres) y sus sucesores”. La mansión y las tierras de las que habrán de obtenerse los ingresos necesarios para el mantenimiento de la escuela se hallan sitas en Knighton y Adbaston, condado de Stafford». A partir de la escritura de esta fundación, y en particular por las circunstancias de que el salario fuera de sesenta libras y el título de licenciado en Filosofía fuera cualificación requerida en el caso del maestro, parecía probable que ésta fuera la escuela que se tenía en mente, y que lord Gower erróneamente supuso que los caballeros que eran dueños de las tierras, de las cuales se obtenían los ingresos para el mantenimiento de la escuela, eran de hecho miembros del consejo de administración de la obra de caridad.
Es probable que sólo fuera mera conjetura. Pero en la Gentleman’s Magazine del mes de mayo de 1793 aparece una carta del señor Henn, uno de los maestros de la escuela de Appleby, condado de Leicester, en la que escribe lo siguiente:
«He comparado en detalle el tiempo y las circunstancias, con el fin de precisar si la escuela en cuestión no pudiera ser ésta, la de Appleby. Algunos de los consejeros de la época eran “dignos caballeros de la vecindad de Lichfield”. Y la propia Appleby no está lejos de Lichfield. El salario, el título requerido, junto con el momento de la elección, concuerdan plenamente con los estatutos de Appleby. La elección, como se decía en la carta, “no podía posponerse más allá del 11 del mes entrante”, esto es, el 11 de septiembre, tres meses después de la presentación anual de credenciales en la escuela de Appleby, que siempre tiene lugar el 11 de junio, y los estatutos indican “ne ullius praeceptorum electio diutius tribus mensibus moraretur, etc.”.
»Todo ello me pareció prueba convincente de que mi conjetura no estaba mal fundada, y supuse que en una futura edición de ese libro estas circunstancias pudieran darse por hecho comprobado.
»Pero lo que disipa toda sombra de duda es el libro de actas de la escuela, donde se declara que el puesto de director en aquella época quedó vacante».
No puedo omitir mi agradecimiento a este erudito caballero por la galanura con que en su carta ha tenido la bondad de hablar de esta obra. —BOSWELL. <<
[59] En la Weekly Miscellany del 21 de octubre de 1738 apareció el siguiente anuncio: «Propuesta para la impresión de la Historia del Concilio de Trento, traducida del original italiano del padre Paolo Sarpi, con una vida del autor y notas teológicas, históricas y críticas tomadas de la edición francesa del doctor Le Courayer, a las cuales se añadirán observaciones sobre la historia y notas e ilustraciones tomadas de diversos autores, tanto impresas como manuscritas. Por S. Johnson. 1. La obra constará de doscientos pliegos y será en dos volúmenes en cuarto, impresos en papel de calidad y con buena letra. 2. El precio será de 18 chelines cada volumen, a pagar en media guinea a la suscripción, media guinea a la entrega del primer volumen y el resto a la entrega del segundo en pliegos. 3. Dos peniques a descontar por cada pliego por debajo de los doscientos previstos. Podrá disponerse de la obra en un papel de mayor tamaño al precio de tres guineas, una a pagar a la suscripción, otra a la entrega del primero y el resto a la entrega de los demás volúmenes. La obra se encuentra en prensa, proceso que será diligentemente terminado. Se admiten suscripciones en el establecimiento del señor Dodsley, en Pall-Mall; del señor Rivington, en St. Paul; de E. Cave, en St. John’s Gate y en el domicilio del traductor, en Castle Street n.º 6, junto a Cavendish Square». —BOSWELL. <<
[60] Se publicaron después en la Gentleman’s Magazine, 1738 [col. VIII, pág. 486] con su título correspondiente, «Versos en loor de lady Firebrace, en la sesión del tribunal superior de Bury St. Edmunds». —BOSWELL. <<
[61] La Descripción de China, de Du Halde, la publicaba por entonces Cave en entregas semanales, de las que Johnson debía escoger fragmentos para embellecer las páginas de la Gentleman’s Magazine. —NICHOLS. <<
[62] Aquí se alude al premio de cuarenta libras propuesto para el mejor poema sobre los atributos de la divinidad. —NICHOLS. <<
[63] Los cajistas de la imprenta del señor Cave, que a juzgar por esta carta parecían estar a la espera de que llegara texto para componer. N[ICHOLS]. —BOSWELL. <<
[64] «He leído su traducción del Examen de Crousaz con admiración por la consumada elegancia de su estilo y la adecuación del mismo a tan ardua materia». Col. Birch, Museo Británico, 4323. —BOSWELL. <<
[65] La inscripción y la traducción se encuentran en la London Magazine del año 1739, pág. 244. <<
[66] Diario de un viaje a las Hébridas, pág. 8 (introducción). —BOSWELL. <<
[67] Tal vez la imparcialidad de épocas posteriores sienta tan escasa inclinación como tenía el doctor Johnson a justificar el excesivo e insólito rigor que se ejerció en el caso del doctor Archibald Cameron. Era éste un hombre afable y honrado de veras, y su delito fue debido a un principio del deber sin duda generoso, aunque errado. Obligado después de 1746 a no ejercer su profesión, que era la medicina, y a marchar al extranjero, fue honrado con el rango de coronel en los ejércitos francés y español. Era hijo de la antigua y respetable familia de Cameron, de Lochiel; su hermano, que era el jefe de ese bravo clan, se distinguió por su moderación y su humanidad cuando el ejército de las Tierras Altas marchó victorioso por Escocia. Es digno de mención, a propósito de este jefe, que si bien se manifestó con toda sinceridad en contra de la intentona, por considerarla inviable, era de espíritu tan heroico que no renunció a arriesgar la vida y la fortuna en la causa, cuando se le preguntó personalmente a quién tenía por príncipe. —BOSWELL.
Sir Walter Scott, en su prefacio a Redgauntlet, afirma que el gobierno de Jorge II estaba en posesión de pruebas suficientes de que el doctor Cameron había vuelto a las Tierras Altas no, según se alegó en su juicio, por razones familiares, sino en calidad de agente secreto del Pretendiente, con nuevos planes de rebelión: los jueces prefirieron juzgar a este partisano infatigable sobre la base de su innegable participación en la insurrección de 1745, en vez de ahorrarse la acusación de caer en crueldad excesiva a expensas de que se supiera universalmente que una nueva rebelión se estaba preparando incluso en fecha tan avanzada como era el año de 1752. —LOCKHART.
Fue ejecutado el 7 de junio de 1753. <<
[68] Supongo que en otra compilación del mismo tipo. —BOSWELL. <<
[69] Sin duda, lord Hardwick. —BOSWELL. <<
[70] Col. Birch, Museo Británico, 4302. —BOSWELL. <<
[71] Se me asegura que el editor es el señor George Chalmers, cuyas obras comerciales gozan de suficiente conocimiento y estima. —BOSWELL. <<
[72] Hawkins, Vida de Johnson, pág. 100. —BOSWELL. <<
[73] No se trata de la Royal Society, sino de la «Sociedad para el fomento del saber», de la cual era miembro muy activo el doctor Birch. Tenía por objeto prestar ayuda a los autores en la publicación de obras especialmente caras. Existió entre 1735 y 1746, cuando se disolvió tras haber incurrido en deudas considerables. —BOSWELL. <<
[74] No hay aquí rastro de una borradura, sino un mero blanco. Rellenarlo sería un ejercicio para ingeniosas conjeturas. —BOSWELL. <<
[75] El sentimiento disoluto era que «contar un secreto a un amigo no equivale a un incumplimiento de la fidelidad, ya que el número de las personas en quien se confía no se multiplica, siendo un amigo y otro virtualmente el mismo». Rambler, n.º 13.
Diario de un viaje a las Hébridas, 3.ª ed., pág. 167. —BOSWELL. <<
[76] No he descubierto qué pudiera ser esto. —BOSWELL. <<
[77] Angliacas inter pulcherrima Laura puellas, | Mox uteri pondus depositura grave, | Adsit, Laura, tibi facilis Lucina dolenti, | Neve tibi noceat praenituisse Deae.
[«Laura, la muchacha más bella de Inglaterra, pronto has de librarte de tu enojosa carga. Sea Lucina amable contigo en tus dolores; ojalá no sufras por haber superado en excelencia a una diosa»].
El señor Héctor estaba presente cuando se compuso este epigrama impromptu. El primer verso lo propuso el doctor James, y los circunstantes llamaron a Johnson para que lo terminara, como en efecto hizo en el acto. —BOSWELL. <<
[78] «Al doctor Mead.
»Señor, que el Diccionario médico a usted quede dedicado ha de imputarse únicamente a la reputación que tiene por su muy superior habilidad en aquellas ciencias que he hecho lo posible por explicar y facilitar a los legos; debe usted por lo tanto considerar esta alocución, si en efecto le complace, como una de las compensaciones que son propias del mérito; de lo contrario, será tan sólo uno más de los inconvenientes que tan gran eminencia comporta.
»Al margen del modo en que la acoja, mi intención no se verá decepcionada, porque esta pública apelación a su juicio ha de mostrar que no tengo esperanzas de hallar aprobación en la ignorancia de mis lectores, y temo menos la censura de quien posee conocimientos más extensos y exhaustivos. Soy, señor, su más humilde servidor,
»R. JAMES»
—BOSWELL. <<
[79] Theophilus Levett fue escribano en el ayuntamiento de Lichfield desde 1721 hasta su muerte, acaecida en 1746. Con él hipotecaron Johnson y su madre su casa familiar. —BOSWELL. <<
[80] Como muestra de su temperamento, inserto la siguiente carta que envió Savage a un noble señor [lord Tyrconnel], con el cual había contraído grandes obligaciones pecuniarias y de gratitud en general, si bien, debido a su pésimo comportamiento, se vio obligado a terminar toda relación con él. El original estaba en manos del difunto señor Francis Cockayne Cust, uno de los asesores de Su Majestad en materia legal:
«Diestro y Honorable Bruto y Bobo,
»descubro que deseas (como el señor ——— tiene el gusto de insinuar) abjurar de mi vida, esto es, de la vida de tu acreedor, porque éste te reclama una deuda. Pronto tendrá el público cumplido conocimiento de este proceder, y juzgue entonces si no eres más apto de pasar por un hazmerreír en Irlanda que por un par del Reino de Irlanda. Te desafío y te desprecio. Soy tu resuelto adversario,
»r. s.»
—BOSWELL. <<
[81] Sir John Hawkins quiere hacer entender al mundo que Johnson, «siendo como era un admirador de los modales gentiles, se sintió cautivado por las alocuciones y el porte de Savage, quien al menos en apariencia era, en grado sin duda muy elevado, un prodigio de cortesía y pulimiento» (Vida, pág. 52). No obstante, la idea que sir John pueda tener de la gentileza ha de resultar cuando menos ridícula, pues estatuye la siguiente circunstancia como presunta demostración de que Savage era además un buen espadachín: «Cabe inferir que tenía buen conocimiento del ejercicio del arma propia de un caballero a partir del empleo que le dio en un escabroso incidente tal como se relata en su Vida». La destreza a la que aquí se alude no es otra que ésta: Savage, en una farra nocturna, pendenciero y briago, asesinó a un hombre en una taberna. Juzgado en Old Bailey, fue declarado culpable de asesinato.
Johnson, en efecto, lo describe como un hombre dueño «de un talante grave y varonil, una solemne dignidad en el semblante, que, ante un conocido o un amigo, se ablandaba y adoptaba una cautivadora facilidad de trato». La admiración que le profesaba Johnson por ese conocimiento que él también cultivaba, y la amabilidad con que le trató en todo momento, se ven a las claras en los siguientes versos que se publicaron en la Gentleman’s Magazine de abril de 1738, que tengo la certeza de que son obra de Johnson:
Ad RICARDUM SAVAGE
«Humani studium generis cui pectore fervet
O colat humanum te foveatque genus».
[«Así lo aprecie la raza de los hombres, en cuyo pecho arde el amor por el ser humano»]. —BOSWELL. <<
[82] La siguiente prueba de la extrema indigencia en que vivía Johnson cuando publicó la Vida de Savage fue comunicada al autor por el señor Richard Stow, de Apsley, condado de Bedford, a partir de una información del señor Walter Harte, autor de la Vida de Gustavus Adolphus: Poco después de publicarse la Vida de Savage, Harte cenó con Edward Cave, y tuvo ocasión de alabarla. Poco después, al encontrárselo, Cave le dijo: «El otro día hizo usted muy feliz a un hombre». «¿Cómo es posible —dice Harte—, si estábamos los dos a solas?». Cave le respondió recordándole que se sirvió una fuente de vituallas al otro lado de un biombo, donde se encontraba la mesa de Johnson, quien se hallaba vestido de manera tan andrajosa que prefirió no presentarse, aunque al oír la conversación tuvo una gran alegría con los encomios vertidos sobre su libro. —MALONE. <<
[83] Diario de un viaje a las Hébridas, 19 de agosto. <<
[84] Sospecho que el doctor Taylor pecó de inexactitud en esta aseveración. El énfasis ha de caer por igual en no y en daréis, con el fin de cargar las tintas en la admonición negativa, pero no en falso testimonio, por ser ése uno de los actos que prohíbe el Decálogo, con lo que basta con que se enuncie con toda claridad, al igual que los demás. —BOSWELL. <<
[85] Esta noticia de la Vida de Savage no la escribió Fielding, como se ha supuesto; muy probablemente el autor sea Ralph, quien, según se deduce de las actas de las reuniones de los socios del Champion, en posesión hoy del señor Reed, de Staple Inn, sucedió a Fielding en su participación en el periódico, antes de que se publicara el elogio. —BOSWELL. <<
[86] El difunto Francis Cockayne Cusí, asesor de Su Majestad en materia legal. —BOSWELL. <<
[87] La versión de la que tanto se fía el señor Cust, en el sentido de que Savage supuestamente no era hijo de lord Rivers y lady Macclesfield, sino de un zapatero, que suplantó al hijo verdadero de la dama a la muerte del mismo, tiene sin duda su fundamento en la circunstancia de que lady Macclesfield en 1696, antes por tanto del nacimiento de Savage, había tenido una hija del Conde de Rivers, que murió en su más tierna infancia, y este hecho salió a relucir en el transcurso del juicio por el decreto de divorcio de lord Macclesfield. Son más las ficciones de esta índole que llevan mezclada una pizca de verdad. —MALONE. <<
[88] El compañero de Johnson parece haber persuadido a este hombre altivo de que se parecía mucho a él en tener un orgullo propio de un noble, pues Johnson, tras pintar en vivos colores la trifulca habida entre lord Tyrconnel y Savage, afirma que «el espíritu del señor Savage, en efecto, jamás le permitió buscar por las buenas una reconciliación: devolvió siempre reproche por reproche, y pagó insulto con insulto» [Johnson, Savage, 155]. Sin embargo, el respetable caballero al que he aludido tiene en su poder una carta de Savage, posterior al momento en que lord Tyrconnel lo desheredó, dirigida al reverendo señor Gilbert, capellán de Su Señoría, en la que le solicita, de manera humildísima, que vele por sus intereses ante el Vizconde. —BOSWELL. <<
[89] Fiándose de la información proporcionada por Savage, Johnson representa a este hombre desdichado como si lord Tyrconnel lo hubiera recibido en calidad de acompañante y como si Su Señoría incluso le hubiera dado una pensión vitalicia supuestamente después de la condena y el perdón de Savage. Se me ha asegurado, en cambio, que Savage recibió de manera voluntaria los parabienes de lord Tyrconnel y que éste lo desheredó mucho antes de que se cometiera el asesinato, a la par que Su Señoría fue sumamente decisivo en procurar el perdón de Savage por medio de su intercesión ante la Reina, lograda mediante lady Hertford. Por consiguiente, si hubiera deseado impedir toda publicación por parte de Savage, lo natural es que lo hubiera abandonado a su suerte. Debo reseñar, en efecto, que si bien Johnson señala que el patrocinio con que lord Tyrconnel obsequió a Savage fue sólo «bajo su fiel promesa de dejar a un lado sus planes de exponer ante el mundo la crueldad de su madre» [Johnson, Savage, pág. 99], el gran biógrafo ha olvidado que él mismo dice que el relato de Savage fue referido varios años antes en The Plain Dealer, n.º 73, de donde cita estas duras palabras del por lo demás muy generoso sir Richard Steele, en el sentido de que «la inhumanidad de su madre le había otorgado el derecho de considerar a todo hombre bueno su propio padre». Al mismo tiempo, hay que reconocer que lady Macclesfield y su parentela quizá siguieran estando deseosas de que su historia no recibiera aún mayor atención, y menos por medio de la pluma satírica de Savage. —BOSWELL. <<
[90] La señorita Mason, una vez prescindió del título de lady Macclesfield debido a su divorcio, se casó con el coronel Brett, y se dice que llegó a ser muy conocida en los círculos corteses. Colley Cibber, según tengo entendido, tenía en tan alta estima su gusto y sus juicios que sometió a su supervisión todas las escenas de su obra El marido descuidado, para que ella las revisara y corrigiera. Parece ser que el coronel Brett fue sumamente libre en sus galanterías con la criada de su señora. La señora Brett entró un día en una habitación, en su propia casa, y se encontró al coronel y a la criada completamente dormidos en dos sillones. Amarró un pañuelo blanco al cuello de su esposo, prueba suficiente de que había descubierto esta intriga, pero jamás le hizo saber que estaba al corriente. Este incidente, según me han referido, dio lugar a la muy trabajada escena entre los personajes de sir Charles, lady Easy y Edging. —BOSWELL.
Lady Macclesfield falleció en 1753, con más de ochenta años. Su hija primogénita, habida del coronel Brett, fue amante de Jorge I durante los últimos meses de vida del soberano. <<
[91] En el Universal Visiter, al que Johnson contribuyó a menudo, la marca que se ponía en algunas piezas incuestionablemente suyas también aparece en otras de las que con certeza no era el autor. La marca, por tanto, no asegura qué poemas fueron escritos por él. Éstos probablemente son obra de Hawkesworth, quien se cree que estaba aquejado de gota. —MALONE.
Es sumamente improbable que Johnson escribiera poesía tan pésima como ésta. —HILL. <<
[92] Estos versos son tal vez demasiado severos para la extraordinaria persona que es su figura principal, pues fue de una valentía indudable. Las lindezas que se permitió durante su solemne juicio (gracias al cual, según he oído observar a David Hume, disponemos de uno de los muy contados discursos del señor Murray, hoy Conde de Mansfield, debidamente autenticado) fueron muy dignas de nota, igual que su gallardía. Cuando le pregunté si formuló alguna pregunta a sir Everard Fawkener, uno de los testigos de cargo en su contra respondió: «Tan solo le deseé que gozara de su joven esposa». Y luego fuese condenado a muerte, sentencia que debía ejecutarse en los horribles términos que se dan en los casos de traición, cuando ya se retiraba de la sala, dijo así: «Adiós, señores míos; no todos hemos de volver a vernos en un mismo lugar». Su compostura fue un dechado de corrección incluso en la ejecución, antes de la cual exclamó: «Dulce et decorum est pro patria mori». —BOSWELL.
«Ayer fue ejecutado Lovat —escribió Horace Walpole el 10 de abril de 1747—, y murió extremadamente bien, sin pasión, sin afectación, sin bufonadas y sin timidez. Su comportamiento fue natural e intrépido» (Cartas, II, 267). <<
[93] El 22 de septiembre de 1777, yendo de Ashbourne, condado de Derby, a ver a Ilam Staffs, en el condado de Stafford. <<
[94] Col. Birch, Museo Británico, 4303. <<
[95] Véase la Vida de Johnson, de sir John Hawkins [págs. 171-175]. —BOSWELL. <<
[96] Véase más adelante, el fragmento correspondiente al 10 de abril de 1776. —BOSWELL. <<
[97] Fue después y durante varios años presidente de los juzgados de Middlesex, y con ocasión de pronunciar un discurso ante el Rey aceptó la oferta habitual de un título nobiliario. Es autor de Una historia de la música en cinco volúmenes en cuarto. Al atender a Johnson con asiduidad durante la enfermedad que acabó con su vida, obtuvo el beneficio de ser uno de sus ejecutores testamentarios, a raíz de lo cual los libreros de Londres le encomendaron la edición de las obras del doctor Johnson, así como la tarea de escribir su Vida. —BOSWELL. <<
[98] Sir John Hawkins, con solemne desprecio por la exactitud, da a este poema la dimensión de mera consecuencia de la recepción indiferente que se deparó a su tragedia. Lo cierto es que el poema se publicó el 9 de enero, y la tragedia no se estrenó hasta el siguiente 6 de febrero. —BOSWELL. <<
[99] «25 de noviembre de 1748. Recibí del señor Dodsley quince guineas por las cuales le asigno el derecho a publicar una imitación de la décima sátira de Juvenal que he escrito yo; me reservo el derecho de publicar una edición.
»SAM. JOHNSON».
«Londres, 29 de junio de 1786. Copia del original, de puño y letra del doctor Johnson.
»JAS. DODSLEY».<<
[100] En este poema, uno de los ejemplos de hombres eruditos e infortunados que se mencionan es el de Lydiat: «Oíd la vida de Lydiat y el final de Galileo». La historia de Lydiat es muy poco conocida, de modo que esta crónica que sigue tal vez resulte aceptable para muchos de mis lectores. Se publicó como nota suelta en el suplemento de la Gentleman’s Magazine correspondiente a 1748, en el cual se insertaron algunos pasajes tomados del poema de Johnson, que debiera haberse añadido en las ediciones sucesivas. «Teólogo y matemático de gran erudición, profesor de New College, en Oxford, y rector de Okerton, cerca de Banbury, escribió, entre muchas otras obras, un tratado en latín titulado De Natura cœli, &c en el que atacó las opiniones de Escalígero y Aristóteles por no soportar que se dijera que “hay cosas verdaderas en la Filosofía que son falsas en la Teología”. Compuso cerca de seiscientos sermones en armónica concordancia con los evangelistas. Como no lograse ver publicadas sus obras, estuvo en la cárcel de Bocardo, en Oxford, y en la Real Judicatura de Londres, hasta que el obispo Usher, el doctor Laúd, sir William Boswel y el doctor Pink lo rescataron saldando sus deudas. Solicitó al rey Carlos I que le enviase a Etiopía y a otros lugares para procurarse manuscritos. Tras hablar en pro de la monarquía y los obispos, fue desvalijado por la soldadesca del partido parlamentario y en dos ocasiones hecho preso en su rectoría, tras lo cual no tuvo ni una camisa que ponerse en más de tres meses sin pedirla prestada. Murió en la más absoluta pobreza en 1646». —BOSWELL. <<
[101] La expresión que empleó el doctor Adams es «aplacó». Yo más bien diría que el público quedó impresionado por el brío extraordinario y la dignidad de los siguientes versos:
Sea éste al menos su elogio, su orgullo,
que a suscitar aplauso no se obliga ningún arte moderno:
si abucheos parciales toda su esperanza confunden,
no ordena que fatal trompeta acalle el ruido.
Si el sueño bienvenido alivia el fatigoso ingenio,
no lanza rayos y truenos sobre el adormecimiento;
no extiende añagazas para cautivar a sus jueces,
no soborna vuestros ojos con perjuicio de vuestro seso;
impávido, así se mofen los chuscos ingenios y despotriquen los rivales,
estudioso en complacer, y sin vergüenza de fallar,
se mofa de la mansedumbre del suplicante
sin mérito innecesario, y sin envanecerse;
en Razón, Verdad y Naturaleza osa confiarse;
¡callen los botarates, justos sean los ingenios!
—BOSWELL. <<
[102] Aaron Hill (vol. 11, pág. 355), en una carta al señor Mallet, da la siguiente versión del estreno de Irene, en el que estuvo presente: «Estuve en la anómala función en beneficio del señor Johnson, y la obra me pareció muy representativa de él: fortaleza de sentido sin adorno de dulzura o decoro». —BOSWELL. <<
[103] He oído comentar al doctor Warton que él se encontraba presente en el establecimiento de Robert Dodsley con el difunto señor Moore y algunos amigos más, dándole vueltas al nombre que convendría poner a la publicación periódica que Moore había comenzado a distribuir. Garrick propuso The Sallad, calificativo que, por una curiosa coincidencia, a él mismo aplicó Goldsmith:
Nuestro Garrick es una ensalada, pues en él bien vemos que aceite, vinagre, azúcar y sal concuerdan de lleno.
Por fin, una vez disuelta la reunión y yendo cada cual por su camino, a Dodsley se le ocurrió llamarlo The World. —BOSWELL. <<
[104] Plegarias y meditaciones, pág. 9. —BOSWELL. <<
[105] En la edición original en folio, el último ensayo está fechado el sábado 17 de marzo. Pero el sábado fue en realidad 14. Vale la pena reseñar esta circunstancia, pues la señora Johnson falleció el 17. —MALONE. [El error está corregido en la edición de 1752, en duodécimo]. <<
[106] Diario de un viaje a las Hébridas, 16 de agosto de 1773. —BOSWELL. <<
[107] Hawkins, Vida de Johnson, pág. 268. —BOSWELL. <<
[108] Esta bellísima imagen del engaño a que nos sujeta la perspectiva juvenil no la ha utilizado Johnson en ninguno de los ensayos. —BOSWELL. <<
[109] Sir John Hawkins ha espigado aún más esta exigua colección de materiales, que él denomina «Rudimentos de dos de las entregas del Rambler», pero no ha sido capaz de leer el manuscrito como es debido. Así, escribe (pág. 266), «Sailor’s fate any mansion». [«Es destino del marino cualquier mansión»], cuando en realidad el original dice «Sailor’s life my aversion». [«Aborrezco la vida del marino»]. También ha transcrito de manera inadecuada los apuntes del ensayo titulado El pan del escritor, en el que Johnson descifra dos notables pasajes: el primero en latín, «fatui non famae», en vez de «fami non famae»; Johnson tenía en mente lo que dice Thuanus de Xylandro, erudito alemán experto en antigüedades y lenguas, quien vivía, nos dice, en tal pobreza que en su caso fami non famae scribere; y el segundo en francés, «Degouté de fate [fatu] et affamé d’argent», en vez de «Degouté de fame [vocablo antiguo, por renommée] et affamé d’argent». Como el manuscrito está en una caligrafía sumamente pequeña, es sin duda difícil de desentrañar, pero mejor habría sido dejar espacios en blanco que escribir semejante sarta de monsergas. —BOSWELL. <<
[110] Los ensayos del Rambler al principio apenas llamaron la atención. Smart, el poeta, fue quien primero me señaló su excelencia, antes de que yo tuviera ninguna noticia de su existencia. Cuando fui a Norfolk en el otoño de 1751, encontré a una sola persona, el reverendo señor Squires, hombre de saber considerable, y comprador en general de libros nuevos, que algo sabía de ellos… Antes de marcharme de Norfolk, en el año de 1760, los Ramblers gozaban de gran estima entre las personas de saber y de buen gusto. Hubo otros, desprovistos de ambos, que dijeron que las palabras duras que se empleaban en los Ramblers se debían a que su autor quería que su Diccionario fuera de consulta indispensable. —BURNEY. <<
[111] Se imprimió en la imprenta de Sands, Murray y Cochran con insólita elegancia, sobre papel de escribir, en duodécimo, y gran corrección; el señor James Elphinston adornó cada número con traducciones de los lemas que los encabezaban. Una vez completa, consta de ocho hermosos volúmenes. Se trata incuestionablemente de la edición más bella y más precisa de esta obra, de la que como sólo se hizo una corta tirada pronto escaseó, y se vendió a un precio muy elevado. —BOSWELL. <<
[112] El señor Thomas Ruddiman, erudito gramático de Escocia, de sobra conocido por sus variadas y excelentes obras y por sus muy precisas ediciones de diversos autores. También era un hombre sumamente celoso de su intimidad. Ser acérrimo partidario de la real dinastía de los Estuardo no le disminuyó en la estima del doctor Johnson. —BOSWELL. <<
[113] Al doctor Johnson le gratificó sobremanera que se publicara esta selección, y escribió así al señor Kearsley, librero de Fleet Street:
«El señor Johnson envía sus respetos al señor Kearsley y le ruega el favor de que acuda a verle en cuanto tenga ocasión. Al señor Kearsley se le ruega que traiga en su visita la última edición del volumen que ha honrado con el título de Bellezas. 20 de mayo de 1782».
La correspondencia posterior demuestra que Johnson pidió el libro no porque le gratificase, sino porque se le acusó, sobre la base de una de estas Bellezas, de recomendar el suicidio a sus lectores. El 15 de mayo de 1782, hallándose en el campo, escribió: «El libro titulado Las bellezas de Johnson es producción no sé de quién. Si lo he visto, ha sido mediante casual inspección, y me he considerado completamente ajeno a sus consecuencias… Espero, a lo largo de la semana que viene, que todo se haya rectificado». La carta del 20 de mayo demuestra que a su regreso a la ciudad no perdió tiempo en buscar a Kearsley. <<
[114] Sin embargo, su estilo no salió indemne de los dardos inofensivos que lanza el humor bien entendido, pues el ingenioso Bonnell Thornton publicó un Rambler en son de chanza en el Drury Lane Journal. —BOSWELL.
Murphy (Vida, pág. 157), al criticar la cita de Johnson, dice lo siguiente: «Olvidó la observación de Dryden: “Si son demasiadas las voces extranjeras que se vierten sobre nosotros, parece que tuvieran por fin no ayudar a los nativos, sino conquistarlos”». <<
[115] Idler, n.º 70. —BOSWELL. <<
[116] Horacio, Epístolas, libro II, epístola 2, 110 SS.
Mas, quien desee hacer un poema de acuerdo con la ley,
con recado de escribir y ánimo de íntegro censor,
se atreverá a quitar de en medio cuantas palabras tengan
poco lustre, carezcan de solidez y gocen de honor
indignamente, por más que se resistan a desaparecer,
y todavía sigan refugiándose en el templo de Vesta
Hará bien en desenterrar palabras que por mucho tiempo
no hubiera visto el pueblo, sacando a la luz brillantes
términos que usados por los antiguos Catones y Cetegos
ahora amenazan roña infecta y abandonada vejez.
Agregará los nuevos que haya engendrado el uso.
Impetuoso y fluido, casi un arroyo puro, derramará
caudales y enriquecerá el lacio con su lengua abundosa.
(Traducción de Horacio Silvestre).
En la edición de Chapman y Rogers, Oxford, se reproduce en nota que no es de Boswell la traducción en prosa de Wickman; Birbeck Hill y Powell reproducen en cambio la Imitación de Horacio, de Pope, ejemplo que, como la Eneida de Virgilio tamizada por Dryden, se convierte en una adaptación con valor de original. <<
[117] Horacio, Arte poética, I, 48 SS.
… Si fuere necesario
desvelar lo recóndito con nuevos términos, algo
inaudito para los fajudos Cetegos, habrá que moldear
y se dará permiso, si se usa discretamente; es más,
palabras nuevas y recién moldeadas tendrán crédito
si salen de fuente griega, derivadas sin derroche. ¿Por qué
va a dar el romano a Cecilio y a Plauto lo que quita
a Virgilio y a Vario? ¿Por qué yo, adquiriendo un poco
si puedo, soy envidiado, si la lengua de Catón y Ennio
el habla patria enriqueció y de la realidad nuevos
nombres divulgó? Estuvo permitido y siempre lo estará
acuñar moneda impresa con cuño actual.
(Traducción de Horacio Silvestre).
[118] La observación de que pudiera haber imitado a sir Thomas Browne la han expresado muchas personas, y últimamente ha insistido en ello —ilustrándolo con abundantes citas de Browne en sus populares ensayos— el reverendo señor Knox, maestro de escuela en Tunbridge, a quien tengo incluido en la lista de quienes no sin buen tino han imitado a su vez el estilo de Johnson. —BOSWELL. <<
[119] La siguiente observación de Boswell en su Diario de un viaje a las Hébridas seguramente baste para explicar por qué a ese caballero hoy «apenas escocés lo estiman en el norte de Gran Bretaña», es decir, muchos de sus compatriotas: «Si el doctor Johnson tenía un especial prejuicio contra los escoceses, era porque abundaban a su alrededor; porque consideraba que el medro de los escoceses en Inglaterra excedía la genuina proporción de sus méritos, y porque no podía evitar ver en ellos la nacionalidad que, creo yo, ningún escocés de mentalidad generosa negará jamás». Boswell, en efecto, se halla tan lejos de todo prejuicio nacional que con la misma propiedad podría habérsele descrito diciendo que «apenas escocés lo estiman en el sur de Gran Bretaña». —COURTENAY. <<
[120] Es probable que en otra obra me dedique a defender el mérito de la poesía de Addison, que ha sido injustamente despreciada. —BOSWELL. <<
[121] Probablemente se trata de la señora Williams. —BOSWELL. <<
[122] A fin de que en épocas futuras nadie caiga en el improcedente, rematado absurdo de sospechar que Johnson tuvo parte en el fraude de Lauder, y de que nadie suponga que tenía el más mínimo conocimiento del mismo cuando le auxilió con su pluma magistral, es indicado citar aquí las palabras del doctor Douglas, hoy Obispo de Salisbury, en la época en que descubrió la impostura: «Es de esperar, qué digo, se puede dar por sentado, que el elegante y nervioso escritor cuyos sentimientos juiciosos y estilo inimitable señalan al autor del prefacio y el epílogo que lleva por adorno el libro de Lauder, no vuelva más a permitir que nadie lo emplume con su cálamo, máxime si tan poco merecimiento reunía para disfrutar de su auxilio, auxilio que estoy persuadido de que jamás habría prestado caso de haber existido la más mínima sospecha de estos hechos en cuya transmisión al mundo por medio de estas hojas mi concurso ha sido instrumental» (Milton no Plagiary, 2ª ed., pág. 78). Y Su Señoría ha tenido ahora el placer de autorizarme a decir, con toda la vehemencia que sea preciso, que no existe fundamento ninguno para una reflexión desfavorable al doctor Johnson, que manifestó su más contundente indignación con Lauder. —BOSWELL. <<
[123] En la Gent. Mag. de febrero de 1794 se imprimió una carta que presuntamente era la que escribió Johnson a la muerte de su esposa. Lo cierto es que es mera transcripción del n.º 41 del Idler. Se añadió una fecha ficticia antes de enviar el documento al editor, sólo por dar más color al engaño. —MALONE. <<
[124] Francis Barber nació en Jamaica. Lo trajo a Inglaterra en 1750 el coronel Bathurst, padre del amigo íntimo del Johnson, el doctor Bathurst. Pasó un tiempo en la escuela que regentaba el reverendo señor Jackson, en Barton, condado de York. En su testamento, el coronel le legó la libertad, y el doctor Bathurst se mostró deseoso de que entrase al servicio de Johnson, al cual estuvo desde 1752 hasta la muerte de éste, con dos intervalos de excepción, en uno de los cuales, debido a ciertas diferencias con su señor, se puso al servicio de un boticario de Cheapside, aunque esporádicamente visitaba a Johnson, mientras que en el otro tuvo y satisfizo el capricho de hacerse a la mar. Por deferencia de su señor pasó parte de su tiempo en una escuela del condado de Northampton [en Bishops Stortford, en realidad condado de Hertford], para aprovecharse de la ventaja de recibir cierta educación. Fue duradera la relación entre el doctor Johnson y su humilde amigo. <<
[125] Plegarias y meditaciones, pág. 19. —BOSWELL. <<
[126] Hawkins, Vida de Johnson, pág. 316. —BOSWELL. <<
[127] Plegarias y meditaciones, pág. 20. —BOSWELL. <<
[128] El señor Langton ha recordado el pasaje de manera defectuosa, o así lo ha repetido el doctor Johnson. La estrofa se halla en «Canción de cuna para borrachines», de lord Lansdowne, y dice así:
¡Breve, oh, breve sea, pues, tu reinado
pues tengo prisa por reír y beber a tu lado!
—BOSWELL. <<
[129] Aquí me parece que el autor incurre en un error. Previamente afirma que Johnson había empezado a escribir en el Adventurer el 10 de abril (con el n.º 45), un mes antes de fecharse esta carta a Warton. Los dos ensayos publicados previamente con la signatura «T», y suscritos por Mysargyrus (núms. 34 y 41), son obra, creo, de Bonnell Thornton, quien también aportó todos los textos firmados con «A».
Con respecto al n.º 39, sobre el sueño, aun cuando fuera obra de Johnson no sería del todo incoherente con esta afirmación hecha al doctor Warton, ya que se publicó el 10 de marzo, es decir, casi quince días después de escrita esta carta. Ahora bien, al considerarlo con la debida atención, si bien el estilo ostenta un notable parecido con el de Johnson, yo creo que fue escrito por su amigo, el doctor Bathurst, y retocado quizá aquí y allá por Johnson. Boswell ha observado que «no sólo presenta la textura y coloración generales de su estilo, sino que también los autores en los que estaba especialmente versado son introducidos con presteza por medio de someras alusiones». Los autores citados en ese texto son Fontenelle, Milton, Ramazzini, Mademoiselle de Scuderi, Homero, Barretier, Estacio, Cowley y sir Thomas Browne. Con muchos de ellos, qué duda cabe, tenía Johnson una gran familiaridad, pero mucho dudo que hubiera calificado el estilo de Swift diciendo que era elegante; de la obra de Ramazzini es improbable que tuviera conocimiento. Ramazzini fue un célebre médico que murió en Padua en 1714, y se supone que Bathurst que conocía bien sus obras. Con respecto a Cowley, Johnson sin duda había leído su poema en latín sobre las plantas, pero debido a su profesión es probable que Bathurst lo leyera con mayor atención que su amigo; en cuanto al elogio de Cowley sobre «la amapola», se le ocurriría con mayor presteza a un naturalista y a un médico que a un lector de tipo más general. Creo, a pesar de todo, que el último párrafo, que versa sobre el sueño, y en el que se cita a sir Thomas Browne para dar muestra de lo indicada que es una plegaria antes de conciliar el sueño, es en efecto añadidura de Johnson. —MALONE. <<
[130] El doctor Johnson rebajó y disimuló un tanto su estilo al escribir los ensayos del Adventurer, para que pudieran pasar por obra del doctor Bathurst, al cual cedió las ganancias. Así opinaba Hawkesworth. —BURNEY. <<
[131] El doctor Johnson parece haber obrado con exquisita delicadeza respecto a la circulación de esta carta, pues el doctor Douglas, Obispo de Salisbury, me informa de que habiéndole apremiado hace muchos años para que permitiese le fuera leída al segundo lord Hardwicke, quien estaba sumamente deseoso de conocer su contenido, al tiempo que prometió que no se haría copia, Johnson pareció muy complacido de que hubiera concitado tanta atención en un noble de carácter tan respetable, si bien, tras hacer una demorada pausa para sopesarlo, declinó cumplir tal petición, diciendo, con una sonrisa, «No, señor, que bastante he lastimado ya al perro», u otras palabras del mismo sesgo. —BOSWELL. <<
[132] La siguiente nota me la proporciona el señor Langton. «El doctor Johnson, cuando me dio copia de esta carta, manifestó su deseo de que le fuese aneja la información que él me procuró, en el sentido de que si bien se dice en la carta que “ni un solo acto de asistencia” fue recibido por su parte, en una ocasión sí recibió de lord Chesterfield la suma de diez libras, aunque fue una suma tan insignificante que consideró que la mención de la misma no hallaría lugar adecuado en una carta del estilo de la que había pergeñado». —BOSWELL.
Croker entiende que Langton y Boswell incurren en un error de lectura, y que dicha cantidad le fue abonada a Johnson mucho antes de que dieran comienzo los siete años transcurridos desde el día en que fue repudiado a la puerta de lord Chesterfield. A buen seguro le fueron abonadas en 1747, como muestra de reconocimiento por haber citado a Chesterfield en el Plan. Johnson se había dejado engañar al principio por la amabilidad de Chesterfield, pero ya había abierto los ojos. De ahí el pastor de Virgilio. —HILL. <<
[133] En este pasaje es evidente que el doctor Johnson alude a la pérdida de su esposa. Hallamos esa misma tierna y recurrente recordación en innumerables ocasiones; es posible que nadie haya expresado con tanta fuerza ni con tanta elegancia la verdad de ese sentimiento, como mi amigo, el señor Malone, en su prólogo a la tragedia titulada Julia, o El amante italiano, del señor Jephson [estrenada el 17 de abril de 1787]:
Vanos son de riqueza, fama y fortuna los regalos
si en un pecho cariñoso no compartimos tanto agasajo.
Cuando cada día pasan los desfiles y el bullicio,
es allí, allí tan sólo, donde halla nuestra dicha regocijo.
—BOSWELL.
Tres años antes, cuando estaba muriéndose su esposa, escribió en uno de los últimos Ramblers (n.º 203): «Es necesaria, para la compleción de cualquier bien, que se obtenga a su debido tiempo, pues todo lo que llega al final de la vida llegará ya tarde para dar un gran deleite… Aquello que adquiramos por valentía o por ciencia, por diligencia del entendimiento o del cuerpo, llega al fin cuando ya no podemos comunicarlo, y por tanto no lo disfrutamos». Tampoco pasaba Chesterfield por un buen momento. El mismo mes en que recibió la carta de Johnson escribió (Obras, II, 222): «Durante este último semestre es como si todas las molestias que hayan atacado a nadie se hubieran conjurado para atacarme la cabeza. Ruidos continuos, dolores, mareos y una sordera invencible; no podía inclinarme a escribir, e incluso la lectura, último recurso de los sordos, me resultaba dolorosa». Un año antes escribió así a su hijo (Cartas, II, 336): «La lectura, que siempre ha sido para mí un placer, incluso en mis épocas de mayor disipación, ahora se ha convertido en mi único refugio, y me temo que le dedico demasiado tiempo, a expensas de mi vista maltrecha. ¿Qué otra cosa puedo hacer? No soporto la inactividad absoluta: mis oídos me son cada día más inservibles, mis ojos por tanto cada vez más necesarios. No los he de atesorar como un avaro, y prefiero arriesgarme a perder la vista antes que no disfrutar de ella». <<
[134] Al comparar esta copia con la que me dictó el doctor Johnson de memoria, las variaciones son tan minúsculas que preciso es sumarla a las demás pruebas que dio de la maravillosa amplitud y de la exactitud impecable de su memoria. Para gratificar a los curiosos, he depositado ambas copias en el Museo Británico. —BOSWELL. <<
[135] Poco después de que se publicase Cánones de la crítica, de Edwards [1748], Johnson estaba cenando en casa de Tonson, el librero, con Hayman, el pintor, y algunos otros comensales. Hayman refirió a sir Joshua Reynolds que como la conversación girase sobre el libro de Edwards, los caballeros lo elogiaron sin cortapisa y Johnson reconoció sus méritos. Pero cuando fueron más allá, y pusieron al autor a la altura de Warburton, «Quiá —dijo Johnson—, a buen seguro le ha dado unos cuantos varapalos, pero no hay comparación posible entre ambos, no se les puede nombrar a la par. Una mosca, señor, podrá picar a un hermoso corcel, pero una sigue siendo un insecto, y el otro es un caballo en toda ley». —BOSWELL. <<
[136] No es posible defender esta colección de cartas de la grave acusación de que en algunos pasajes fomenta uno de los vicios más destructivos del buen orden y de la comodidad de la buena sociedad, que Su Señoría presenta como mera galantería a la moda; en otros, inculca la vil práctica del disimulo, a la par que recomienda, con una desproporcionada ansiedad, una perpetua atención a la elegancia externa en los modales. Sin embargo, al mismo tiempo preciso es reconocer que contienen muchos y muy buenos preceptos de conducta, y mucha información genuina sobre la vida y las costumbres, expresada de una manera sin duda feliz; además, tuvo un mérito considerabilísimo prestar tan gran atención a la mejora constante de una persona que dependía por entero de la protección de Su Señoría, en lo cual probablemente no ha sido superado ni siquiera por el padre más ejemplar, y aunque bajo ningún concepto puedo dar mi aprobación a la confusión en la distinción entre la prole legítima y la ilegítima, lo cual es, en efecto, un insulto al establecimiento civil de nuestro país, no puedo menos que considerar laudatorio el mostrar tan afable atención a aquellos de cuya existencia en cualquier caso hemos sido causa. El personaje del señor Stanhope se ha descrito de manera sumamente injusta como una persona diametralmente opuesta a la que lord Chesterfield deseara que fuese. Se le ha llamado tedioso, grosero, torpe, pero yo debo decir que lo conocí en Dresde cuando él era enviado real a esa corte, y si bien no podía jactarse de ser un dechado de elegancia, era en verdad un hombre de correcto comportamiento, sensato y civil en todo. —BOSWELL. <<
[137] Hoy [1792], uno de los principales secretarios de Estado. Luego fue el vizconde Melville. —BOSWELL. <<
[138] Observaciones sobre «Fairy Queene» de Spenser, cuya primera edición acababa de publicarse. —WARTON. <<
[139] Hughes publicó una edición de Spenser. —WARTON. <<
[140] Su Diccionario. —WARTON. <<
[141] Vino a Oxford a pasar quince días y se quedó cinco semanas. Se alojó en una casa llamada Kette-hall, cerca de Trinity College. Durante su visita a Oxford, no recopiló nada entre las bibliotecas de cara a su Diccionario. —WARTON. [Escribiendo desde Oxford el 5 de junio de 1775, dice Johnson: «J’ai epuisé ce lieu, où je n’étudie pas». Cartas, n.º 400]. <<
[142] Comunicación de Thomas Warton, que tenía el original. —BOSWELL. <<
[143] «Deduzco que era pariente del señor Zachariah Williams, que falleció el 12 de julio de 1755. Estando el doctor Johnson conmigo en Oxford, en 1755, hizo entrega a la Biblioteca Bodleiana de un fino volumen en cuarto, de veintiuna páginas, una obra en italiano con una traducción al inglés en páginas encaradas. La portadilla en ingles dice así: “Relación de un intento por calcular la longitud en alta mar, mediante una variación exacta de la aguja magnética, &c. Por Zachariah Williams. Londres, impreso para Dodsley, 1755”. A juzgar por los rasgos internos, la traducción inglesa es sin lugar a dudas de Johnson. En una hoja en blanco, Johnson ha anotado la edad y la fecha de la muerte del autor, Z. Williams, como ya he señalado. En otra hoja en blanco se halla empastado un párrafo de un periódico sobre la defunción y el carácter de Williams, claramente obra de Johnson. Estaba muy ansioso por donar este volumen a la Bodleiana, y por miedo a toda omisión o error, él mismo lo anotó en el gran catálogo de su puño y letra». —WARTON.
Hay en todo esto un ligero error. La relación en inglés, escrita por Johnson, era la original; el italiano era una traducción debida a Baretti. —MALONE. <<
[144] «En procurarle el título de licenciado en Filosofía mediante un diploma de la Universidad de Oxford». —WARTON. <<
[145] «Posteriormente profesor de número de Trinity College, en este momento bibliotecario de Radcliffe Hall en Oxford. Era un hombre de gran erudición y eminente conocimiento de los antiguos, tanto latinos como anglosajones. Murió en 1767». —WARTON. <<
[146] Collins, el poeta, se encontraba entonces en Oxford, visitando al señor Warton, aunque desviviéndose en penosas condiciones de ánimo, y con una salud deplorable. —BOSWELL.
Johnson escribió al doctor Warton el 8 de marzo de 1754, hablando así de Collins: «Lo conocí hace unos años y estaba rebosante de esperanzas y proyectos; era versado en muchas lenguas, de imaginación desbordante, con una gran retentiva. Su potente y afanoso intelecto se halla ahora bajo el gobierno de fuerzas que no serán capaces de comprender ni el más simple de sus planes» (Cartas, n.º 51). En diciembre de 1754: «¡Pobre Collins! Hágame saber si a su juicio le sería placentero que le escriba. A menudo me he visto en un estado cercano al suyo, y lo tengo en gran conmiseración» (n.º 57). Y en abril de 1756: «Ese hombre no representa una pérdida corriente. Los moralistas hablan todos de la incertidumbre de la fortuna y de la transitoriedad de la belleza, pero aún es más pavoroso considerar que el poder del intelecto también está sujeto al cambio, que el entendimiento puede hacer su aparición y abandonarnos, que puede arder con fuerza y agotarse» (n.º 96). —HILL. <<
[147] «Planes de publicar un volumen de observaciones sobre el resto de las obras de Spenser. El estorbo fue debido a que aceptase nuevos alumnos en este College». —WARTON. <<
[148] «Así se llama en Oxford a los jóvenes estudiantes de rango inferior». —WARTON. <<
[149] «Su título había recibido aprobación de acuerdo con los procedimientos habituales, por sufragio entre los directores de los distintos colegios, aunque a la sazón aún no lo había concedido la universidad. La aprobación del mismo se produjo sin un solo voto en contra». —WARTON. <<
[150] Sobre Spenser. —WARTON. <<
[151] Rector de Saint Mary Hall, en Oxford. Trajo consigo el diploma. —WARTON.
El doctor King (Anécdotas, pág. 196) dice que fue uno de los jacobitas que estaban presentes en una recepción al Pretendiente, cuando éste hizo una visita clandestina a Inglaterra en septiembre de 1750. En 1783, el Pretendiente dijo —según sir Horace Mann— que estuvo en Londres en ese mes y año, y que se reunió con cincuenta amigos suyos, entre ellos el Conde de Westmoreland, futuro Canciller de la Universidad de Oxford (Mahon, England, IV, II). <<
[152] Supongo que Johnson quiso decir que mis amables intenciones de ser el primero en darle la buena nueva de que su título le había sido concedido se vieron frustradas, ya que el doctor King se lo comunicó antes que llegara mi carta. —WARBURTON. <<
[153] El doctor Huddesford, rector de Trinity College. —WARTON. <<
[154] Extraída del Registro de Convocatorias, Oxford. —BOSWELL. <<
[155] La parte no formal de este documento es la que sigue:
«Así como nuestros antepasados instruyeron los títulos académicos con la finalidad de que los hombres de genio y cultura sobresalientes pudieran distinguirse mediante titulación; así como el muy culto S. J., de Pm. Coll, se ha dado a conocer de antaño al mundo de las letras con escritos que han conformado los modales de sus compatriotas, y toda vez que ahora trabaja en una obra de la máxima utilidad al adornar y fijar nuestra lengua materna (está próximo a publicar un Diccionario de la lengua inglesa, compilado con grandísima diligencia y gran criterio), por todo ello, el Canciller, profesores y adjuntos hemos nombrado por unanimidad a dicho S. J. licenciado en Filosofía, y le deseamos el disfrute de todos los derechos y privilegios que corresponden a tal título». <<
[156] Es comprensible la altísima gratificación que para Johnson tuvo que suponer la recepción de este diploma de manos del gran doctor King, cuyos principios tanto concordaban con los suyos. —BOSWELL. <<
[157] Obra en mi poder el original. [«Usted me consideraría un desagradecido, y yo también si no acertase a expresar por carta (siendo ésta la forma más anodina de reconocimiento) el gran placer que siento al recibir el honor que (imagino por instigación suya) me concede el Senatus Academicus. Del mismo modo debiera estar agradecido aun cuando no reconociera la amabilidad del hombre excelente que ha puesto en mis manos la prueba de su respeto. Mi placer aún aumenta más gracias a esto, al hecho de verme de nuevo entre ustedes, en una época en la que hombres astutos, aunque mentecatos, se empeñan en disminuir su autoridad y por lastimar el buen nombre de Oxford. Siempre me he opuesto a ellos, en la medida en que puede oponerse un oscuro erudito, y nunca dejaré de hacerlo. Quien quiera que en estos tiempos de turbulencia falle en el cumplimiento de su deber con usted y con la universidad, lo considero como si fallase a su deber con la virtud y la cultura, a sí mismo y a la posteridad»]. —BOSWELL. <<
[158] En cursiva, alusión a un poema del señor Warton, titulado «El progreso del descontento», publicado hace poco. —WARTON. <<
[159] Sir John Hawkins (pág. 341) inserta dos notas como si se las hubieran cruzado Andrew Millar y Johnson, para recalcar lo dicho antes. Se me ha asegurado que no fue así. A manera de comentario casual, fue tan sólo un cruce de palabras en son de chanza. Una nota escrita en tales términos habría sido casi injuriosa. —BOSWELL. <<
[160] El señor Warton tenía entre manos una traducción de Apolonio de Rodas [que nunca se llegó a publicar]. —WARTON. <<
[161] Libreros implicados en su Diccionario. —WARTON. «Lista de decesos. 12 de junio de 1755, el señor Paul Knapton, librero. 18 de junio, el señor Thomas Longman, librero». Gent. Mag., XXV, pág. 284. <<
[162] «Tory. (Término hipócrita, derivado, supongo, de una palabra irlandesa que designa a un salvaje). ‘Quien respalda la antigua constitución del Estado y la jerarquía apostólica de la Iglesia anglicana; opuesto a whig’».
«Whig. ‘Nombre de una facción’». Lord Marchmont afirma que fue Johnson «el primero en introducir whig y tory en un diccionario», aunque en esto se equivoca. En la cuarta edición de la obra del doctor Adam Littleton, Linguae Latinae Líber Dictionarius, de 1703, se traduce whig como ‘Homo fanaticus, factiosus; Whiggism, Enthusiasmus, perduellio’; tory aparece como ‘trotapáramos o ladrón irlandés; Praedo Hibernicus; tory, opuesto a whig, Regiarum partium assertor’. En cuanto a pensioner, o bribed person [‘sobornado’], se traduce por ‘mercenarius’.
«Pensión. ‘Sobresueldo que se da a quien no tiene igual. En Inglaterra se da por entendido que significa el pago que se hace a un contratado por el Estado para que traicione a su patria’. Pensionado es ‘quien tiene por respaldo una asignación o sobresueldo que se paga a voluntad de otro; alguien que depende de ese otro’».
«Avena. ‘Un cereal que en Inglaterra por lo común se da de comer a los caballos, aunque en Escocia es alimento de las personas’». «Muy cierto —dijo lord Elibank al tener conocimiento de esta famosa definición—. ¿Y dónde, si no, va a encontrar uno tales personas, y tales caballos?» (Croker, Correspondencia, pág., 11. 35).
«Excise [impuesto interno]. ‘Odioso impuesto con que se gravan las mercancías, y que estipulan no los jueces ordinarios, sino los condenados a los que se contrata para que recauden dicho impuesto’».
Los comisarios de este impuesto especial, ofendidos por tan severa reflexión, consultaron con el señor Murray, entonces Fiscal General, si era posible exigir una reparación. Ojalá hubiera sido yo capaz de procurar a mis lectores una copia de la opinión que manifestó, y que ahora en justicia podría considerarse historia; sin embargo, el misterioso secreto que envuelve estas agencias estatales no me lo ha permitido. Tengo sin embargo cumplida información, de una autoridad muy fiable, en el sentido de que se llegó a pensar que la entrada del Diccionario podría ser motivo de litigio, aunque sería más prudente que la comisión no pleitease. Johnson nunca hizo la más leve alteración en esta entrada. Conservó intacto su prejuicio contra estos recaudadores de impuestos, pues en el Idler, n.º 65, aparece este extraordinario párrafo: «La autenticidad de la historia de Clarendon, aunque publicada con la sanción de las primeras universidades del mundo, caso de que no se descubriese por fortuna un inesperado manuscrito habría puesto en tela de juicio, con ayuda de la credulidad sesgada y partidista, los dos tipos de ser humano más ínfimos y viles que hay: un escritorzuelo a las órdenes de un partido y un recaudador del impuesto especial interno». Las personas a que hace referencia eran John Oldmixon y el señor George Ducket.
—BOSWELL.
Croker sí obtuvo copia de los documentos legales, que confirman las suposiciones de Boswell, todas ellas de buena tinta. Murray, en efecto, creyó que la entrada constituía una difamación, pero desaconsejó el entablar acciones legales, confiando que Johnson hiciera una modificación… que no introdujo nunca. [a nota c30, vol I] <<
[163] En la tercera edición, publicada en 1773, dejó fuera el inciso «tal vez nunca», y añadió este párrafo: «A veces da comienzo a sílabas intermedias o finales en palabras compuestas, como, block-head [‘zoquete’], o bien derivadas del latín, como compre-hended». —BOSWELL. [En realidad, Boswell debiera haber dicho la cuarta edición. En la tercera, que es de 1765, después de nunca añade «salvo en palabras compuestas»]. <<
[164] Se publicó en la Gent. Mag. de abril de 1755 (XXV, pág. 190), bajo un anuncio del Diccionario. —BOSWELL. <<
[165] El sábado día 12, a eso de las doce de la noche, falleció el señor Zachariah Williams a sus ochenta años de edad, tras una enfermedad que lo tuvo postrado ocho meses y en plena posesión de sus facultades mentales. Hace ya tiempo que era conocido entre filósofos y marinos por sus avezados conocimientos de magnetismo y por su proposición para calibrar la longitud mediante un peculiar sistema basado en las variaciones de la brújula. Era un hombre industrioso, infatigable, de conversación inofensiva, paciente ante la adversidad y las enfermedades, eminentemente abstemio, templado en todo, piadoso y digno de haber puesto fin a sus días con mejor fortuna. —BOSWELL. [Esta nota fue suprimida en pruebas]. <<
[166] Plegarias y meditaciones, pág. 25. —BOSWELL.
Johnson escribió a la señorita Boothby el 30 de diciembre de 1755: «Si vuelvo hacia mí mis pensamientos, ¿qué percibo, salvo un pobre y desamparado ser, reducido por una racha de viento a la debilidad y a la penuria? (…) El señor Fitzherbert mandó hoy recado de que me ofrecía algo de vino; quienes me rodean dicen que debería aceptarlo, por lo que le estaré agradecido si me envía una botella». (Cartas, n.º 78). <<
[167] Plegarias y meditaciones, pág. 27. —BOSWELL. <<
[168] Algún tiempo después de muerto el doctor Johnson apareció en los periódicos y las revistas un ataque cicatero y petulante contra su persona, en forma de epitafio, adscrito al nombre de Soame Jenyns y sin duda muy indigno de tal caballero, quien se había sometido si levantar la voz al azote crítico de Johnson cuando éste aún vivía. Adquirió, como es característico de él, toda la vulgaridad del insulto que ha circulado entre los ignorantes. Fue una muestra inapropiada de resentimiento lastimoso, vertido en un momento en el que él mismo ya era de muy avanzada edad y tenía por tanto próxima perspectiva de descender a su tumba. Me dio verdadera pena, pues no en vano era entonces (como me asegura milord el Obispo de Londres, que tuvo una seria conversación con él sobre esta cuestión) un cristiano confeso y sincero. Difícilmente podía contar con que los numerosos amigos de Johnson soportasen con paciencia que la memoria de su maestro fuera estigmatizada por una pluma tan mezquina, pero lo cierto es que al menos uno replicó en consonancia. Así pues, su injusto y sarcástico epitafio se encontró en el mismo terreno público con una respuesta de ninguna manera suave, tal como tan gratuita y licenciosa provocación había de justificar:
EPITAFIO, PREPARADO PARA UN INDIVIDUO TODAVÍA NO DEL TODO DIFUNTO.
Aquí yace un feo y nauseabundo elfo
que fiado sólo de su desdichado ego
feble intentó, petulante y vano,
El origen del mal poner en claro.
Un poderoso genio con el elfo desplacido
con su crítica potente vapuleó al pillo.
Treinta años guardó cobarde su inquina
hasta que en el polvo el genio dormía:
entonces apestó y titubeó al exhalar un vagido
y pestañeó ante Johnson en su último suspiro.
—BOSWELL. <<
[169] Diario de un viaje a las Hébridas, 19 de agosto. —BOSWELL. <<
[170] Las ha reimpreso Malone, en su prefacio a su edición de Shakespeare. —BOSWELL. <<
[171] El célebre orador, el señor Flood, se ha manifestado de la misma opinión que el doctor Johnson, pues ha donado su hacienda en su testamento, tras la muerte de su esposa, lady Francés, a la Universidad de Dublín, «con el deseo expreso de que inmediatamente recibida dicha hacienda, se designe a dos profesores, uno para el estudio del erse nativo, o lengua irlandesa, y otro para el estudio de las antigüedades y la historia de Irlanda, y para el estudio de cualquier otra lengua europea que ilustre o sea auxiliar en el estudio de las antigüedades o la historia de Irlanda; es también su deseo que se otorguen dos generosos premios de periodicidad anual por dos composiciones, una en verso y otra en prosa, en lengua irlandesa». —BOSWELL. <<
[172] Warton había sido nombrado profesor de poesía en Oxford durante el año anterior. —BOSWELL. <<
[173] «Aunque abatido por la partida de un viejo amigo, estoy de acuerdo con él cuando proyecta fijar su residencia en la desierta Cumas y hacerse paisano de la Sibila». Juvenal, Sátiras y III, I. —BOSWELL. Es, obviamente, el arranque de su Londres. <<
[174] Dodsley, autor de Cleone. —BOSWELL. <<
[175] Esta carta la envió en respuesta a una en la que se adjuntaba un efecto bancario por el pago de algunas suscripciones a su Shakespeare. —BOSWELL. <<
[176] Plegarias y meditaciones, pág. 30. —BOSWELL. <<
[177] Este papel se encuentra en el suplemento de Stockdale a las piezas misceláneas de Johnson. —BOSWELL. <<
[178] Los recibos de Shakespeare. —WARTON. <<
[179] Entonces en Lincoln College. En la actualidad, sir Robert Chalmers, uno de los jueces de la India. —WARTON. <<
[180] Parte de la impresión de Shakespeare, que el doctor Johnson llevó adelante por sus propios medios y publicó por suscripción. La obra se puso en circulación en 1765. —WARTON. <<
[181] Se trata del capitán general Alexander Dury, del primer regimiento de Infantería, que cayó en galante cumplimiento de su deber cerca de St. Cas, en la de sobra conocida y malhadada expedición contra Francia de 1758. Su esposa era hermana de la madre del señor Langton. Dejó un solo hijo, el teniente coronel Dury, destinado a una compañía del mismo regimiento. —BOSWELL.
La expedición intentó la toma de St. Malo a principios de septiembre. Al fallar el intento, las tropas de tierra se retiraron a St. Cas, donde, mientras procedían a embarcar, sufrieron el ataque de los franceses. Fueron hechos prisioneros unos 400 soldados, y murieron o fueron heridos unos 600. <<
[182] Hawkins, Vida de Johnson, pág. 365. —BOSWELL. <<
[183] Se trata de un error. El año es 1759. En la siguiente carta, cometió el mismo error por inadvertencia, aunque lo corrigió. En la carta del día 13 se agrega en otra caligrafía: «Le ruego dé acuse de recibo a vuelta de correo sin falta». —MALONE. <<
[184] Era tenido en tan alta estima que antes que fueran recopilados en varios volúmenes fueron no pocos los editores de periódicos y revistas que lo aprovecharon con avidez y desvergüenza para enriquecer sus publicaciones. Para poner fin a tan injusto proceder, Johnson escribió la siguiente nota para el Universal Chronicle, en la cual tal vez haya mayor pompa y ornato verbal de lo que la ocasión exigía:
«Londres, 5 de enero de 1759. AVISO. Los propietarios de la serie que lleva por título The Idler, habiendo visto que bastantes ensayos pertenecientes a la misma aparecen insertados en distintos periódicos y revistas con absoluto desprecio de la justicia y la decencia, toda vez que el Universal Chronicle en que fueron por vez primera publicados no siempre se menciona, estiman de absoluta necesidad comunicar a los editores de tales colecciones que por mucha que haya sido la paciencia con que hasta la fecha han soportado tales ultrajes, tanto más injuriosos por el desprecio que comportan, han tomado la determinación de no tolerar más estos abusos. A día de hoy han visto ensayos por los que se paga muy alto precio transferidos con la más descarada y grosera rapacidad a varias compilaciones semanales o mensuales, y sus derechos, al menos en la actualidad, vulnerados y usurpados antes de haber dispuesto de tiempo para disfrutarlos. Sin embargo, no es su deseo exigir una mínima sensibilidad por parte de quienes jamás la han mostrado. El pasado ya no tiene remedio, y ha de quedar libre de todo resentimiento. Ahora bien, quienes de este modo se han afanado con sus hoces en los campos cultivados por sus vecinos a partir de ahora han de tomar buena nota de que ha terminado el tiempo de la impunidad. Aquel que sin contar con nuestro permiso ponga las manos ávidas de rapiña en nuestros ensayos, debe contar con que reclamaremos lo que nos es debido, y para ello recurriremos a los medios que la justicia dicta, tal como garantizan las inmemoriales prescripciones que rigen el comercio honrado. Por nuestra parte, habremos de apropiarnos de sus escritos, los despojaremos de la pompa de los anchos márgenes y la tipografía poco precisa, los compactaremos en un minúsculo espacio y los venderemos por un módico precio, aunque no con la intención de enriquecernos por medio de lo confiscado, ya que no nos merece el dinero que se amasa mediante castigos mayor respeto que el amasado mediante delito. Por consiguiente, una vez recuperadas nuestras pérdidas, todo el beneficio restante será donado a las Magdalenas, pues no se nos ocurre a quién se podría gravar con más justicia en beneficio de las prostitutas arrepentidas que a las prostitutas en las que no se ve ni asomo de arrepentimiento ni indicio de vergüenza». —BOSWELL. <<
[185] El doctor Robert Vansittart, de la antigua y linajuda familia de Berkshire. Fue eminente por sus conocimientos y su valía, y muy estimado por el doctor Johnson. —BOSWELL.
Johnson tal vez propuso escapar por el escarpado muro el día en que en University College le vieron trasegar tres botellas de oporto sin que le afectara. [Véase pág 1194]. <<
[186] Gentleman’s Magazine, abril de 1785 [LV, pág. 288]. —BOSWELL. <<
[187] Diario de un viaje a las Hébridas, 31 de agosto de 1773. —BOSWELL. <<
[188] Ibid., 23 de septiembre. —BOSWELL. <<
[189] En mi primera edición, esta palabra se imprimió como Chum, tal como aparece en una de las Misceláneas de Wilkes, por lo que pudo parecer animadversión y puesta en solfa de la ignorancia del doctor Smollett, razón por la cual pido permiso para hacer un gesto propicio a los manes de este ingenioso y benévolo caballero. Chum fue ciertamente fruto de una lectura errónea de Cham, título que ostenta el Soberano de Tartaria y que con justicia se aplica a Johnson, el Monarca de la Literatura. Era un epíteto que de sobra conocía Smollett: véase Roderick Random, cap. 56. Por esta corrección estoy en deuda con lord Palmerston, cuyo talento y consumados logros literarios casan con su respetable abolengo y ejercicio de la abogacía. —BOSWELL.
Publicada la segunda edición de esta obra, al autor le llegó del señor Abercrombie, caballero de Filadelfia, una copia de la carta escrita por el doctor John Armstrong a Smollett, cuando se hallaba éste en Livorno, Italia, que contiene este pasaje: «En cuanto al patriota de la Real Judicatura, es difícil precisar por qué motivo dio a la imprenta una carta suya en la que le pedía un favor de poca monta, relacionado con alguien por el cual se había interesado el gran Cham de la Literatura, el señor Johnson en persona». —MALONE.
En la primera edición, Boswell había dicho así: «De haberse educado el doctor Smollet en una universidad inglesa, habría estado al tanto de que un chum es un estudiante que comparte con otro una habitación. Decir chum de la literatura es una solemne estupidez». Boswell lo añadió en galeradas. —HILL.
Obvio es reseñar que ambas grafías tienen el mismo sonido, aunque si Cham es una variante de Khan, como en Kublai Khan, chum viene a ser ‘compinche’, ‘cuate’, ‘amiguete’: el efecto cómico es notablemente indeseado. <<
[190] Plegarias y meditaciones, págs. 39 740. —BOSWELL. <<
[191] Sir John Hawkins [Vida, pág. 373] ha dado pormenorizado detalle de todo ello, de esa guisa que vulgar pero significativamente se llama «jerigonza», en la que en medio de una ostentosa exhibición de las artes y los artistas habla de «las proporciones de una columna, tomadas de la figura humana y ajustadas de acuerdo con la naturaleza masculina y femenina; en el hombre, sesquioctava de la cabeza, en la mujer sesquinona»; tampoco se ha privado de introducir la jerga de los términos musicales, que no parece corresponderse mucho con el asunto, aunque le sirve para confeccionar un mazacote heterogéneo. Seguir los pasos del caballero en todo esto sería para mí tan inútil como fatigoso, y no poco repulsivo para mis lectores. Por lo tanto, me limitaré a expresar algunos comentarios sobre sus afirmaciones. Parece sentirse exultante por haber detectado que Johnson se procure «de una persona provista de avezado conocimiento de las Matemáticas y los principios de Arquitectura respuestas a una retahíla de preguntas que él mismo había formulado, relativas a la fortaleza comparada de los arcos semicirculares y elípticos». No se me alcanza a mí imaginar de qué otro modo podría Johnson haber actuado con mayor sabiduría. Sir John se queja de que la opinión del excelso matemático, el señor Thomas Simpson, no preponderase a favor del arco semicircular. Debiera haber sido consciente de que por eminente que fuera Simpson en lo más elevado y abstracto de la ciencia matemática, estaba en cambio poco versado en cuestiones prácticas de mecánica mixta. El señor Muller, de la Academia de Woolwich, padre escolástico de todos los grandes ingenieros que en este país se han dedicado a las obras públicas desde hace cuarenta años, zanjó la cuestión pronunciándose a favor del arco elíptico. Se ha dado a entender sin ninguna elegancia que la razón de Johnson para oponerse al plan del señor Mylne quizá estribara en el prejuicio que contra él podría tener en su condición de nativo del norte de Gran Bretaña, cuando la verdad, tal como se ha declarado, es que prestó la ayuda de su muy capaz pluma a un amigo, que era uno de los candidatos. Tan lejos estaba de sentir cualquier antipatía cicatera por el señor Mylne que con posterioridad convivió con este caballero en términos muy cordiales, y llegó a compartir con él mesa y mantel en su propia casa. Sir John Hawkins es quien da en realidad rienda suelta a sus perjuicios insultando el puente de Blackfriars, al que tacha de «edificio en el cual en vano buscará nadie belleza y simetría, y por el cual los ciudadanos de Londres han perpetuado su propia deshonra y han sometido a una nación entera al reproche de los extranjeros». Todo el que haya contemplado, placido lumine, como dice Horacio, esta estructura suntuosa, elegante y leve, en especial cuando se llega a la capital por ese flanco, por fuerza ha de asombrarse ante tan injusta y malhumorada censura; apelo por ello a todos los extranjeros de buen gusto a que se pronuncien sobre si este puente es o no es uno de los ornatos más distinguidos de Londres. En cuanto a la estabilidad de la construcción, es cierto que la municipalidad de Londres tomó todas las precauciones para que se hiciera con la mejor piedra de Portland, pero como quiera que ésta se halla en las canteras que pertenecen al erario público, y que gestionan los lores del Tesoro, se dio el caso de que el interés parlamentario, que tantas veces es lacra del buen emprendimiento, desbarató sus esfuerzos. No obstante este inconveniente, es de sobra sabido que no sólo no se ha hundido jamás el puente de Blackfriars en sus cimientos ni en sus arcos, que fueron objeto de tan acaloradas disputas, sino que todos los desperfectos que pueda haber sufrido por efecto de las heladas ya se han reparado en gran medida con sillares más sólidos, e incluso se sabe que toda obra de renovación que sea necesaria se podrá completar con unos costes muy moderados. —BOSWELL. <<
[192] Plegarias y meditaciones, pág. 42. —BOSWELL. <<
[193] Cuando Murphy conoció al doctor Johnson, tenía unos treinta y un años. Murió en Knightsbridge el 18 de junio de 1805, se cree que a los ochenta y dos años de edad.
En una relación de este caballero, publicada poco después de su muerte, se dice que dijo que «tenía sólo veintiuno cuando tuvo la impudicia de escribir una publicación periódica en la misma época en que Johnson publicaba el Rambler». En una página posterior, en la que Boswell da cuenta de la ocasión en que trabó conocimiento de Johnson, se hallará una asombrosa muestra de la incorrección memorística en que incurre Murphy; la afirmación arriba reseñada, si es que llegó a hacerla, cosa no del todo improbable, proporciona ulteriores pruebas de su inexactitud, ya que ambos hechos afirmados carecen del fundamento. Era ocho años mayor de lo dicho cuando comenzó a publicar en el Gray’s Inn Journal; ese periódico, en vez de ser concurrente con la producción de Johnson, no apareció hasta el cierre del Rambler el 14 de marzo de 1752. El primer número del Gray’s Inn Journal apareció siete meses más tarde, dentro de un periódico de la época llamado The Craftsman, y en esa forma se entregaron al público los primeros cuarenta y nueve números. En 1753 adquirió un nuevo formato, publicándose en un periódico distinto hasta septiembre de 1754. El total está compuesto por ciento un ensayos en la edición en folio. El extraordinario ensayo que se menciona en el texto es el n.º 38 de la segunda serie, y fue publicado el 15 de junio de 1754. Y se trata de una retraducción del Rambler n.º 190 de Johnson. De hecho, fue omitido de la reedición de estos ensayos en dos volúmenes en duodécimo, en la que constan ciento cuatro y en la que no siempre se da la fecha de publicación original, de modo que el lema que se antepone a este relato anglo-gálico y orientalizante, obscuris vera involvens, muy apropiadamente se habría colocado en esta obra cuando se reimprimiese. Murphy no esperó a conocer la opinión de Johnson, entiendo yo, después de la publicación de esta refacción de uno de sus Ramblers, como parece afirmarse en el texto, ya que en su último ensayo, de 21 de septiembre de 1754, hallamos lo siguiente: «Además, ¿por qué no iba una persona a optar por un aire de osada negligencia, en vez de cumplir con la oscura diligencia que adorna a los pedantes y a los escritores de afectada fraseología? Yo por mi parte siempre he pensado que un estilo llano es más adecuado que una dicción pomposa, elevada mediante metáforas, amplificada mediante epítetos, dignificada por inserciones demasiado abundantes de la lengua latina».
Es probable que se trate de una censura del Rambler, y que su autor, al escribirla, no tuviera trato con Johnson, con el cual, nada más conocerlo, quiso reconciliarse a toda costa. Cabe por tanto presumir que su trato no comenzó hasta finales de 1754. Murphy sin embargo había elogiado a Johnson en el año anterior, en el n.º 14 de su segunda serie. —MALONE. <<
[194] La señora Sheridan escribió Memorias de la señorita Sydney Biddulph, una novela de gran mérito, y algunas otras piezas. —BOSWELL. <<
[195] Plegarias y meditaciones, pág. 44. —BOSWELL. <<
[196] Este prefacio data de 1756; 1761 es la fecha de la segunda edición. —MALONE. <<
[197] He encargado en Irlanda las indagaciones pertinentes sobre esta historia, pero no la he podido encontrar recogida en ninguna parte. Si la refiero es amparado por la autoridad del doctor Johnson, a la que cabe sumar la del Diccionario biográfico y la Biographia Dramática; en ambas figura desde hace muchos años. Según observa Malone, lo más probable es que no se publicase una edición con el nombre de Rolt en portada, sino que, siendo anónimo el poema, Rolt aceptase que se le atribuyera su autoría en más de una conversación. —BOSWELL. <<
[198] Tengo ejemplar de ambos libros. Innes fue el clérigo que introdujo a Psalmanazar en Inglaterra, siendo de hecho cómplice de esa ficción extraordinaria. —BOSWELL. <<
[199] Los originales de las tres cartas del doctor Johnson a Baretti, que figuran entre las mejores que jamás escribiera, fueron puestos en conocimiento de los dueños de la elegante e instructiva miscelánea de periodicidad mensual, The European Magazine, en la que se publicaron por vez primera. —BOSWELL. <<
[200] Ésta es una muy justa relación del alivio que proporciona Londres a un intelecto melancólico. —BOSWELL. <<
[201] En una de estas casas solariegas lo encontró por casualidad el doctor Amyat, médico londinense, según me relató. A fin de distraerlo hasta que estuviera listo el almuerzo, lo llevaron a pasear por los jardines. El señor de la casa estimó oportuno introducir algún asunto científico en la conversación, y lo abordó de este modo: «¿Es usted botánico, doctor Johnson?». «No, señor —replicó Johnson—, no soy botánico, y —aludiendo sin duda a su cortedad de vista— si me diera por hacerme botánico, antes tendría que convertirme en reptil». —BOSWELL. <<
[202] «Señora,
»acercarse a las personas más enaltecidas e ilustres ha sido en cualquier época privilegio natural de los poetas, y si bien no pueden los traductores reclamar en justicia ese mismo honor, siguen de manera natural a sus autores en calidad de ayudantes, por lo cual albergo la esperanza de que a cambio de haber yo permitido que Tasso difunda su fama en los dominios británicos se me otorgue el honor de llevarlo a presencia de Su Majestad.
»Tiene Tasso un particular derecho a gozar del favor de Su Majestad, no en vano es seguidor y autor de los panegíricos de la dinastía de los Este, que cuenta con un común antepasado con la dinastía de los Hanover. Al repasar su vida no es fácil prescindir del deseo de que hubiera vivido en tiempos más felices, en los que entre los descendientes de tan noble e ilustre linaje encontrase un patrocinio más liberal y poderoso.
»No puedo menos que observar, Señora, cuán desigual recompensa se adjudica al mérito si reflexiono en que la felicidad que le fue hurtada a Tasso me está reservada a mí, y en que el poema que en su día apenas procuró a su autor un mínimo vislumbre del semblante de la Princesa de Ferrara haya concitado a su traductor la favorable atención de Su Británica Majestad, la Reina.
»De haber sido éste el sino de Tasso, no habría podido celebrar la condescendencia de Su Majestad en un lenguaje más noble, pero no podría haber dejado de sentirla con más ardiente gratitud, Majestad, que vuestro más fiel y devoto súbdito». —BOSWELL. <<
[203] Al igual que los grandes hombres de la Antigüedad, como Escipión «el Africano», vieron adherido un epíteto a sus nombres a consecuencia de alguna célebre acción, a mi ilustre amigo a menudo se le llamaba Johnson «el del Diccionario», por ese magno triunfo del genio y del esfuerzo, su Diccionario de la lengua inglesa, cuyo mérito contemplo cada vez con mayor admiración. —BOSWELL.
Del mismo modo tenemos a Harris «el de Hermes», Melmoth «el de Plinio», Taylor «el de Demóstenes», Jones «el Persa», Bruce «el Abisinio», Baker «el del Microscopio», Glover «el de Leónidas», Cooke «el de Hesíodo», y Boswell «el Corso». <<
[204] Ya dijo Johnson que «los hombres odian con más firmeza que aman, y si alguna vez he dicho algo que haya lastimado a alguno, no lo mejoraré diciendo muchas cosas que le plazcan». [Véase pág. 1095]. <<
[205] Pág. 447. —BOSWELL.
«Hay otro escritor, en la actualidad de fama gigantesca, sobre todo por ser estos tiempos de hombrecillos, que ha querido asear una Vida de Swift, pero que la ha ejecutado de manera tan penosa que sólo le devuelve el reflejo de esa deshonra, que se propuso arrojar sobre el personaje del Deán». Y sigue una larguísimas crítica de la Vida de Swift, de Johnson. <<
[206] Mi postura queda perfectamente ilustrada por lo expuesto por el señor Belsham, de Bedford, en su Ensayo sobre poesía dramática. «La doctrina tan a la moda —dice— entre moralistas y críticos en estos tiempos que corren, a saber, que felicidad y virtud son de continuo concomitantes, da lugar a que se considere una suerte de impiedad dramática sostener que la virtud no tendrá recompensa, y que el vicio no recibirá castigo en la última escena del último acto de toda tragedia. Esta conducta, entre nuestros poetas modernos, es a mi juicio sumamente desatinada, pues propugna una doctrina cuya falsedad cualquiera conoce en la práctica, esto es, que la virtud en la vida real siempre es fuente de felicidad, como el vicio lo es de desdicha. De este modo concluye Congreve la tragedia de La novia enlutada, con este dístico un tanto ridículo:
Que las bendiciones siempre esperan a los actos virtuosos,
y aunque sea tarde siempre llega segura la recompensa.
»Cuando un hombre de virtud eminente, un Brutus, un Catón o un Sócrates por fin ceden y se hunden bajo el peso de los infortunios acumulados, no sólo se nos lleva a sostener un odio más indignado del vicio que si surgiera de la adversidad, sino que inevitablemente se nos induce a preferir con afecto la sublime idea de que un día de retribución futura llegará tarde o temprano, un día en que recibiremos los frutos de una justicia no meramente poética, sino real y sustancial» (Ensayos filosóficos, históricos y literarios, Londres, 1791, vol. II, en octavo, pág. 317).
Está todo esto tan bien razonado como bien expresado. Ojalá, desde luego, que el ingenioso autor no hubiera considerado necesario incluir ningún ejemplo de «hombres de virtud eminente», ya que en tal caso habría rehuido la mención de un rufián como Brutus bajo semejante marchamo. El señor Belsham descubre en sus Ensayos un gran caudal de lecturas y de pensamientos, y una buena mano en la composición, tan es así que lamento que no haya tenido la fortuna de educarse en calidad de miembro de nuestro sobresaliente establecimiento nacional. Si no se hubiese educado en los dogmas del inconformismo religioso, es probable que no estuviera mancillado por esas herejías (como con toda sinceridad, y no sin profundas indagaciones, las considero) tanto de religión como de política, que, si bien leo yo con candor, no puedo leer sin sentirme ofendido. —BOSWELL.
La postura de Boswell la ilustra con mucha mayor fuerza el propio Johnson. «Se han jactado a menudo algunos vanidosos moralistas de que la fortuna de cualquiera depende de su propio poder, de que la prudencia ocupa la sede de todas las demás deidades, y de que la felicidad es consecuencia infalible de la virtud. Pero no cabe duda de que el carcaj de la omnipotencia está surtido de flechas, contra las cuales el escudo de la virtud humana, por resistente que sea y se proclame, en vano ha de alzarse: no siempre padecemos las consecuencias de nuestros delitos, no siempre nos protege nuestra inocencia» (The Adventurer, n.º 120; véase también Rasselas, cap. 27). —HILL. <<
[207] En el n.º 8 exactamente. Se trata del lugar preciso en el que tuve la fortuna de ser presentado al ilustre objeto de esta obra, por lo que merece ser debidamente destacado. Nunca paso por delante sin sentir reverencia y pesar. —BOSWELL. <<
[208] En su Ensayo sobre la vida y el genio del doctor Johnson [pág. 106], Murphy ha hecho un relato de este encuentro que difiere considerablemente del mío, estoy persuadido de que sin ser consciente de su error. Su memoria, al cabo de casi treinta años, sin duda le ha llamado a engaño, y da en suponer que estuvo presente en una escena que probablemente ha oído describir a otras personas con bastante inexactitud. En mis notas, tomadas el mismo día del encuentro, y en las que tengo la certeza de haber consignado todo lo que allí sucedió, no encuentro que se mencione por ninguna parte a este caballero; como es natural estoy seguro de que no habría omitido yo a una persona tan bien conocida en el mundillo literario. Bien se puede suponer que, tratándose de mi primera entrevista con Johnson, hubo de causar, con todas sus circunstancias, una fuerte impresión en mi ánimo, que por fuerza hube de registrar con especial atención. —BOSWELL. [Nota añadida en la segunda edición]. <<
[209] No puede caber la menor duda de que ésta fue una salida de tono pasajera contra Garrick, pues por expreso deseo de Johnson, años antes, éste había dedicado una representación benéfica a favor de esta persona, por medio de la cual recibió una donación de doscientas libras. En todas las demás ocasiones en que estuve con él, Johnson alabó la muy liberal caridad de Garrick. Una vez le comenté lo siguiente: «Es de notar, señor, que ataca usted a Garrick, mientras que no tolera que nadie más hable mal de él». JOHNSON (sonriente): «No me diga, señor. Es muy cierto, si». —BOSWELL. <<
[210] Sheridan daba entonces lecciones de oratoria en Bath, donde Derrick ejercía como maestro de ceremonias o, como se suele decir, era el rey. —BOSWELL. <<
[211] Mi buen amigo, el señor Malone, en su valiosísimo comentario a Shakespeare ha encontrado los disjecta membra de estos versos. —BOSWELL. <<
[212] La crónica es como sigue: «En la noche del 1 de febrero [1762], muchos caballeros eminentes por su rango y carácter se reunieron por invitación del reverendo señor Aldrich, de Clerkenwell, en casa de éste, con objeto de examinar los ruidos que presuntamente hacía el espíritu de un difunto, aprestándose a la detección de un flagrante delito.
»A eso de las diez de la noche los caballeros se reunieron en la alcoba en que había sido alojada la muchacha presuntamente trastornada por un espíritu, con las debidas precauciones, y acostada al cuidado de varias damas. Permanecieron más de una hora sentados. Como no se oyera nada, bajaron la escalera, donde interrogaron al padre de la muchacha, el cual negó con vehemencia que tuviera conocimiento de ningún fraude.
»El presunto espíritu había prometido públicamente, mediante un golpe en sentido afirmativo, que admitiría a uno de los caballeros en la cripta que se encuentra bajo la iglesia de St. John, en Clerkenwell, donde se halla depositado el cuerpo, y dar señal de su presencia mediante un golpe en el ataúd; así las cosas se tomó la decisión de hacer esta prueba de la existencia o la veracidad del presunto espíritu.
»Mientras inquirían y deliberaban, fueron citados a la alcoba de la muchacha por llamamiento de algunas de las damas que la atendían, y que habían oído golpes y arañazos. Entraron los caballeros y la muchacha declaró que había sentido un espíritu cual si fuera un ratón que le corriese por la espalda, por lo que se le pidió que mantuviera las manos fuera de la cama. A partir de ese momento, si bien se le exigió solemnemente que se manifestara y diera prueba de su existencia mediante una aparición o una impresión en la mano o el cuerpo de cualquiera de los presentes, mediante arañazos, golpes o cualquier otro medio, no hubo prueba de ningún poder preternatural.
»Al espíritu se le advirtió entonces con toda seriedad que la persona a la cual se había hecho la promesa de que tocaría el ataúd se encontraba a punto de visitar la cripta, y se le conminó entonces a cumplir dicha promesa. A la una en punto acudió la concurrencia a la iglesia, y el caballero a quien se había hecho la promesa entró con otro en la cripta. Se requirió solemnemente al espíritu que cumpliera su promesa, pero no hubo más que silencio: la persona a la que presuntamente iba a acusar el espíritu bajó con otras más sin que se percibiera mayor efecto. A su regreso examinaron a la muchacha, pero no se obtuvo confesión de ella. Entre las dos y las tres pidió permiso para ir a casa con su padre, que le fue concedido.
»Por lo tanto, es opinión de toda la asamblea que la muchacha tiene alguna artimaña para producir o falsear algunos ruidos, y que no ha mediado la actuación de causas superiores». —BOSWELL. <<
[213] En la Critical Review, donde a veces colaboraba el propio Mallet, se tachó este panfleto de «tosco esfuerzo, producto de la envidia, la petulancia y la presunción». Siendo tres los epítetos, nosotros, los tres autores, nos disputamos humorísticamente cuál era el que nos correspondía. —BOSWELL. <<
[214] «Nada tocó que no adornase». Véase su epitafio en la abadía de Westminster (pág. 1024), escrito por el doctor Johnson. —BOSWELL. <<
[215] En alusión a esto, Horace Walpole, que era admirador de sus escritos, dijo que era «un idiota inspirado»; Garrick lo describió como uno que
… abreviando llaman Noll,
que escribía como un ángel,
y hablaba peor que la pobre Poll.
Sir Joshua Reynolds me señaló que a menudo había oído hablar a Goldsmith con entusiasmo del placer que le producía el gustar, y observar que sería durísimo que la excelencia literaria vedase a un hombre esa satisfacción, que él tenía a menudo; por tanto, sir Joshua quedó convencido de que Goldsmith era intencionadamente absurdo en su declaración, con objeto de rebajarse en el trato social, confiando en que su carácter tuviera respaldo suficiente en sus obras. Si su intención era en efecto parecer absurdo cuando estaba en público, a menudo lo logró con creces. Con la debida deferencia al ingenio de sir Joshua, debo sin embargo decir que su conjetura me parece refinada en exceso. —BOSWELL. <<
[216] Las señoritas Horneck, una de las cuales está ahora casada con el señor Henry Bunbury, y la otra con el coronel Gwyn. —BOSWELL. <<
[217] Esa noche fue a casa a cenar con el señor Burke, y se despellejó la canilla tratando de mostrar a los presentes que sabía saltar por encima de un palo mucho mejor que los títeres. —BOSWELL. <<
[218] Conservo esperanzas de que haya algún error en esta anécdota, aun cuando me la transmitiera un dignatario de la Iglesia. El doctor Isaac Goldsmith, pariente cercano suyo, era Deán de Cloyne en 1747. —BOSWELL. [Esta nota apareció en la segunda edición]. <<
[219] Quizá no sea impropio anejar aquí el relato que hace la señora Piozzi de esta transacción, en sus propias palabras, como espécimen de la extrema inexactitud con que refiere todas sus anécdotas del doctor Johnson o, más bien, las descolora y las distorsiona: «He olvidado el año, pero difícilmente, entiendo yo, pudo ser después de 1765 o 1766, cuando fue bruscamente llamado después del almuerzo, estando en nuestra casa, y regresó al cabo de tres horas, momento en el cual dijo que había estado con un colérico autor cuya casera lo tenía retenido por impago, a la vez que los alguaciles le impedían salir de la casa; que estaba emborrachándose con vino de Madeira para ahogar las penas, y que estaba sumamente agitado con una novela que, cuando la terminase, había de ser toda su fortuna, aunque no era capaz de ponerle fin por pura inquietud, a la vez que no podía salir de la casa para ponerla en venta. En consecuencia, el señor Johnson retiró de en medio la botella y fue a ver al librero, recomendándole que la publicara y manifestándole su deseo de que auxiliara de inmediato a su autor; dijo que cuando le llevó al escritor los dineros, éste llamó a la mujer de la casa para compartir con ella una sopera de ponche y pasar el rato en diversiones». Anécdotas del doctor Johnson, pág. 119. —BOSWELL. <<
[220] El doctor Campbell era un cuentacuentos de circunstancia, entretenido, que a veces embellecía lo que contaba. «Campbell —dijo el doctor Johnson una vez— mentirá como un bellaco, pero nunca sobre el papel». —BOSWELL. <<
[221] Me inclino a pensar que no estaba del todo bien informado sobre esta circunstancia. Reconozco haber tenido celos de mi muy valioso amigo, el doctor John Campbell. Y es que si bien Milton podía ausentarse sin remordimiento de los servicios del culto público, yo no puedo. Muy por el contrario, tengo las mismas impresiones de costumbre en mi ánimo, las mismas de un juez verdaderamente venerable, que dijo al señor Langton: «Amigo Langton, si no he estado el domingo en la iglesia, no me siento cómodo». El doctor Campbell era un hombre sinceramente religioso. Lord Macartney, eminente por su variedad de saberes y por su atención a los hombres de talento, y que lo conoció bien, me dijo que, cuando fue a visitarlo una mañana, se lo encontró leyendo un capítulo en griego del Nuevo Testamento, lo cual informó a Su Señoría de que su práctica era constante. La cantidad de las composiciones del doctor Campbell es prácticamente increíble, y sus trabajos le reportaron grandes beneficios. El doctor Joseph Warton me comunicó que Johnson le había dicho de él: «Es el autor más adinerado de cuantos hayan pastado en el prado común de la literatura». —BOSWELL. <<
[222] El bardo oriundo del norte poco mencionado antes. Cuando pedí al doctor Johnson permiso para presentárselo, dijo amablemente que de acuerdo, aunque añadió con un deje astuto: «Pero que no nos endilgue ni uno de sus poemas». Es notable que Johnson y Churchill, por mucho que difiriesen en otras cuestiones, estuvieran de acuerdo en ésta. Véase «El viaje», de Churchill. Sin embargo, es de justicia al doctor Ogilvie observar que su «Día del Juicio Final» no posee un mérito desdeñable. —BOSWELL. <<
[223] Johnson no toleraba que ninguno de sus amigos llenase los silencios de la conversación hablando del clima: «No hablemos del tiempo que hace». —BURNEY. <<
[224] Cuando le hablé de ese mismo clamor injustificado, años más tarde, dijo sonriendo: «Ojalá mi pensión fuera el doble, para que así hicieran el doble de ruido». —BOSWELL. <<
[225] Diario de un viaje a las Hébridas, 10 de noviembre. —BOSWELL. <<
[226] Le gustaba relatar con mucho humor, a tenor de mi relación con él, esta pequeña historia de mis años mozos, que era literalmente cierta: «En el año de 1745 Boswell era un espléndido muchacho, llevaba una escarapela blanca y rogaba por el rey Jacobo, hasta que uno de sus tíos carnales, el general Cochran, le dio un chelín a condición de que rogase por el rey Jorge, cosa que hizo sin rechistar. Así que ya se ve, decía Boswell, que los whigs de todas las épocas están hechos de la misma pasta». —BOSWELL.
En el Diccionario, bajo whiggismo, Johnson tan sólo aduce una cita, tomada de Swift: «Podría citar cincuenta panfletos hechos sólo de whiggismo y ateísmo». Más adelante, «siempre he dicho que el primer whig fue el demonio». A la sentencia de Johnson cabría oponer la vertida por lord Chatham en la Cámara de los Lores: «Hay algunas distinciones inherentes a la naturaleza de las cosas. Por ejemplo, la distinción entre el bien y el mal, entre whig y tory» Parl. Hist., XVI, 1107). <<
[227] Carta a Rutland sobre el viaje, dieciseisavo, 1569. —BOSWELL.
La carta se contiene en un pequeño volumen titulado Instrucciones provechosas, en donde se describe qué precauciones especiales han de tomar los viajeros por todas las naciones, estados y países, para que sea su estancia ventajosa y placentera. Por los tres admirados Robert, difunto Conde de Essex, sir Philip Sidney y el secretario Davison. Londres. Impreso para Benjamin Fisher, bajo el sello de los Talbot, en Aldersgate, 1633. —HILL. <<
[228] Esta señora Macaulay es el mismo personaje que con posterioridad se dio a conocer como «la célebre historiadora». —BOSWELL. <<
[229] Esta opinión la volvió a expresar en un periodo posterior. Véase Diario de un viaje a las Hébridas, 16 de agosto. —BOSWELL. <<
[230] Tenía plena intención de haber seguido un consejo de tal peso, pero como me quedé mucho más tiempo del que tenía previsto tanto en Alemania como en Italia, y como también había visitado Córcega, descubrí que había excedido el plazo que mi padre me otorgó para viajar, y me apresuré en atravesar Francia en el camino de regreso. —BOSWELL. <<
[231] Diario de un viaje a las Hébridas, 27 de agosto de 1773. —BOSWELL. <<
[232] Ibid., 22 de septiembre de 1773. —BOSWELL. <<
[233] Publicó una obra que contenía escuetas biografías de escritores ilustres, en tres volúmenes en octavo. —BOSWELL. <<
[234] Todo el que tenga familiaridad con la historia de la religión (seguramente la más importante de cuantas afectan al intelecto humano) sabe que la denominación de metodista fue dada por vez primera a una sociedad de estudiantes de la Universidad de Oxford, que en torno al año de 1730 se distinguieron por su afanosa y «metódica» atención a los ejercicios devocionales. Esta disposición de ánimo no es novedosa, ni es peculiar de ninguna secta, sino que se ha dado y aún se encuentra en muchos cristianos de muy diversas denominación. El propio Johnson, de manera muy digna, era metodista. En el Rambler, n.º 110, habla con respeto de «toda la disciplina que constituye la piedad debidamente regulada», y en sus Plegarias y meditaciones abundan los ejemplos de este insistente examen del estado espiritual de su ser. No es posible negar que su honestidad religiosa, y en particular su observancia del influjo del Espíritu Santo, a veces ha degenerado en capricho, y a veces se ha falseado con viles propósitos. Pero no por ello es justo ponerla en solfa cuando obedece a un afán genuino. El principal argumento de la razón y la sensatez en contra del metodismo es que tiende a rebajar la naturaleza humana, y que impide el ejercicio generoso de la bondad mediante la ultraterrena suposición de que Dios no ha de prestar atención ninguna, aunque en las Sagradas Escrituras se dice con toda claridad que «pagará a cada uno conforme a sus obras» [Mateo, 16, 27]. No obstante, me congratula estar en condiciones de hacer justicia a quienes prefieren la ridiculización sin el menor conocimiento de los dogmas, cosa que puedo hacer citando un pasaje de uno de sus mejores defensores, el señor Milner, que así expresa su doctrina sobre este asunto. «Justificado por la fe, renovado en sus facultades, constreñido por el amor de Cristo, el creyente se mueve en la esfera del amor y la gratitud, y todos sus deberes fluyen en mayor o menor medida de este principio. Y aunque se acumulen y le esperen en el Cielo, en un tesoro de bienaventuranzas proporcional a su fe y a sus actividades, y aunque de ninguna manera sea incoherente con sus principios el sentir la fuerza de esta consideración, el amor mismo endulza todos los deberes en su ánimo, y entiende que nada absurdo hay en sentir el amor de Dios, que es el gran principio rector de su vida». Ensayos sobre varias cuestiones religiosas, etc., por Joseph Milner, maestro de la escuela primaria de Kingston-upon-Hull, 1789, pág. 11. —BOSWELL.
La señora Thrale escribió a Johnson en 1780 que «metodista se considera siempre un término de reproche, espero, ya que nunca he oído a nadie que se haga llamar metodista» (Piozzi, Cartas, II, 119). <<
[235] Epigramas, libro 11. «In Elizabeth. Angliae Reg.». —MALONE. <<
[236] Se trata de mi buen amigo, sir Michael Le Fleming. Este caballero, junto con toda su experiencia de la vida alegre y elegante, heredó con la hermosa finca de la familia un no desdeñable amor por la literatura, como el que distinguió a su venerable abuelo, el Obispo de Carlisle. Una vez me dijo del doctor Johnson, con frase felicísima, que «en cualquier ocasión posee una roma dignidad». —BOSWELL. <<
[237] Con estas comillas, Boswell creo que hace referencia a sus Hébridas, donde Johnson dice: «Creo que en ocasiones nadie habla con tanta laxitud como yo». —MALONE. <<
[238] Se trata de la segunda edición. —MALONE. <<
[239] Vida de Johnson, pág. 425. —BOSWELL. <<
[240] De sir Joshua Reynolds. —BOSWELL.
Habiéndose negado el caballero a pagar su porción en la cuenta de la cena, pues por lo común cenaba en casa, Johnson observó que «sir John, señor, es un hombre muy inclubable». —BURNEY. <<
[241] Vida de Johnson, pág. 425. —BOSWELL.
Hawkins también peca de inexactitud. En esta época Johnson no visitaba el club con asiduidad. <<
[242] Plegarias y meditaciones, pág. 50. —BOSWELL. <<
[243] Ibid. y pág. 51. —BOSWELL. <<
[244] Ibid., pág. 58. —BOSWELL. <<
[245] Era habitual suponer en la residencia de los Thrale, cuando Johnson se retiraba a una ventana de la sala, al percibir que movía los labios y oírle murmurar sin articulación discernible, que estaba rezando, aunque no siempre era así, ya que una vez, quizá sin que él no lo notase, me encontraba yo escribiendo en una mesa cercana, tanto que le oí repetir algunos versos de una oda de Horacio, una y otra vez, como si con esa reiteración ejercitara los órganos del habla y a la vez fijase la oda en su memoria:
Audiet cives acuisse ferrum
Quo graves Persae melius perirent,
Audiet pugnas…
«Nuestros hijos han de oír hasta el fin de los tiempos
noticia de los ejércitos romanos destrozados
que fácilmente habrían sometido al enemigo persa…».
[Odas, I, 2, 21].
Sucedió durante la guerra de Norteamérica. —BURNEY.
En su Diario de un viaje a las Hébridas, Boswell anota que «el doctor Johnson a menudo murmura pías jaculatorias, cuando parece hablar consigo mismo; a veces las dice en voz más alta, y se le oyen trozos del Padrenuestro». En el mismo pasaje describe otras «particularidades» y añade en una nota: «Es notable que el doctor Johnson haya leído esta relación de algunos de sus hábitos más peculiares sin decir nada al respecto». <<
[246] Diario de un viaje a las Hébridas, 12 de octubre. —BOSWELL. «El día en que partimos de Talisker, nos indicó que siguiéramos adelante. Él volvió su montura de nuevo hacia Talisker, donde se detuvo un rato; volvió a girar en dirección hacia nosotros y llegó al trote». <<
[247] Hermana de Sir Joshua, por la cual Johnson tenía un afecto muy especial, y a la cual escribió numerosas cartas que he tenido ocasión de leer y que mucho lamento no estar en condiciones de publicar debido a su exquisita naturaleza. —BOSWELL. <<
[248] Plegarias y meditaciones, pág. 61. —BOSWELL. <<
[249] Ibid, pág. 66. —BOSWELL. <<
[250] En el prefacio a una colección posterior de prosas de Hamilton se ha comentado que nuestro autor, según las palabras en general de Johnson, «se vio inducido a suponer que le poseía una pasajera ambición, y de ahí que decidiera aplicar sus pensamientos a las leyes y a la política. Pero Boswell sin duda se equivoca a este respecto, ya que esas palabras aluden tan sólo a que Johnson en aquel momento trabó alguna relación ocasional con Hamilton para proporcionarle ciertas ideas y sentimientos sobre los grandes temas de política que debieran someterse a consideración en el Parlamento». A raíz de esa relación, en noviembre de 1766 Johnson escribió un tratado muy valioso titulado «Consideraciones sobre el maíz», impreso como apéndice a las obras de Hamilton, publicadas por T. Payne en 1808. —MALONE. <<
[251] Plegarias y meditaciones, pág. 67. —BOSWELL. <<
[252] Me informa la señora Burney de que oyó decir al doctor Johnson que «un comerciante inglés es un caballero de nuevo cuño». Es posible que tuviera en mente este pasaje tan ingenioso de Los amantes conscientes, acto IV, escena II, donde el señor Sealand interpela de este modo a sir John Bevil: «Le ruego me otorgue permiso para decirle que nosotros los comerciantes somos una especie de nobleza que ha medrado en el mundo a lo largo de este siglo, y que somos tan honorables y casi tan útiles en todo como ustedes los terratenientes, que siempre se han considerado tan por encima de nosotros, y es que su actividad comercial en verdad no va más allá de una carga de heno, o de un buey bien cebado». A lo cual responde sir John: «¡Son ustedes personas de trato agradable, desde luego! Y como se les ha educado para la pereza, le advierto que la industria es deshonrosa». —BOSWELL.
Los amantes conscientes es de Steele. «Nunca he sabido de ninguna obra teatral apta para que la lean los cristianos —dijo el párroco Adams—, salvo Catón y Los amantes conscientes, y debo reconocer que en ésta hay cosas casi tan solemnes que valdrían para un sermón» (Henry Fielding, Joseph Andrews). <<
[253] Por una carta del doctor Johnson al doctor Warton, al día siguiente de publicado su Shakespeare (9 de octubre de 1765), parece que Johnson pasó algún tiempo con este caballero en Winchester durante este año. No mucho después, en una carta del doctor Warton a Thomas Warton (28 de enero de 1766), aparece un pasaje que tal vez arroje cierta luz sobre algunos pasajes de la edición de Pope que preparó el doctor Warton, relativos todos ellos a Johnson: «Sólo cené con Johnson, quien me pareció frío e indiferente, y que apenas me dijo nada; tal vez hubiera oído lo que dije yo de su Shakespeare, o estaba más bien ofendido por lo que le escribí». Es una carta que no se conserva. —MALONE. <<
[254] Es probable que se propusiera por modelo a esta persona excelente, que por su piedad fue llamado «Seráfico Doctor». —BOSWEL. <<