5.— Sentido racional
Lo que Jibia me dijo antes de morir.
Hizo estas observaciones en momentos de lucidez, aunque no siempre resultaban del todo coherentes. Las he corregido en algunos puntos para conferirles sentido racional. Creo que ella deseaba que lo tuvieran, y que sólo la debilidad física le impedía dárselo por sí misma. Hubo, no obstante, ocasiones en las que ella pensó que yo era El Cuervo. Tal vez lo era, no lo sé. Pero con El Cuervo aún hablaba de manera racional, y he dejado constancia de sus frases junto con las palabras que me dirigía a mí cuando sabía que era Marfil.
«Marfil, querido Marfil, cuando te pertenecía, te amaba. Cuando me hiciste libre, creí necesario ser también libre de ese amor. Si la guerra no hubiese comenzado durante aquellos meses que pasamos en las Murallas del Amor, puede que lentamente hubiese logrado hallar un nuevo amor por ti, querido mío, que no hubiese dependido de la bondad que me demostrabas cuando era de tu propiedad. Tú sabes que fui «transportada» sólo por culpa de la guerra... La diosa, El Cuervo, alguien me sacaba de allí y me llevaba a África, donde todos eran libres..., al menos libres de la Urbe..., para que yo pudiera volver y «tomar» la Urbe.
«Antes de marcharme te diré por dónde hay que tomar la Urbe. Es un chiste, querido Marfil: ríete de él. No quiero partir sin haberte visto reír otra vez. Quiero hablar con El Cuervo. Estaba aquí hace poco, no puede haberse ido sin despedirse. Ah, ahí está.
«Señor, conseguí pronunciar todo el discurso de Darío sin quedarme en blanco y sin que me fallara la lengua; lo logré. Ya sé que siempre dijiste que las largas oratorias masculinas sobrepasaban mi capacidad, pero si hubieses estado allí y me hubieras oído, tendrías que reconocer tu error. No, señor, no estoy poniendo en tela de juicio tus años de experiencia. Estabas allí cuando comencé el discurso; si tú no me hubieses hecho entrar en él, jamás podría haberlo iniciado... si realmente me hubieses creído inadecuada para la tarea, no habrías hecho eso. Señor, haré como dices, y en el futuro te dejaré a ti los reyes y las sombras de Esquilo. Pero para aquel público, ¿qué otro discurso era posible? Estabas allí, pero no quisiste pronunciarlo tú mismo, así que tuve que hacerlo yo. Te pido disculpas, pero no me golpees por eso; ahora ya soy demasiado veterana en la profesión para que vuelvas a pegarme. Incluso tú tienes que admitirlo: soy diestra en mi arte. Te cubrirías de vergüenza si intentaras golpear a una artista de mi categoría, ya lo creo que si.
»Señor, dormí voluntariamente contigo, en gratitud para la paciencia que tuviste con mi persona desde que me compraste en Antioquia. Te engañé con Marfil porque me había encontrado defendiendo tus intereses contra sus trapazas. Y así fue como me fijé en él, un hombre bastante joven, con una pierna lesionada y todo, que me hizo reír de tu pomposidad, me hizo poner en tela de juicio las exigencias de la gratitud que sentía hacia ti. Hacer que mi cuerpo te engañara fue liberar a mi alma de ti. Aprenderme los grandes personajes de los poetas también fue liberarme de ti. Te encolerizaste por lo primero, y alentaste lo segundo. No es lógico; y eso inflamaba mis partes secretas, ya lo creo que sí, cada vez que miraba a Marfil. Pero tú eras consciente de tu carencia de lógica ya que, ¿por qué otro motivo habrías escrito ese testamento?».)
Ahora, escucha, Marfil, con atención: tú tienes que entender esto correctamente. El me dio las tablillas de arcilla... si no puedes leerlas te diré lo que dicen. Búscalas, enséñamelas... Dios, aquí dentro está muy oscuro... palparé las letras con los dedos, así, así. Esta palabra es Lanuvium. ¿Dónde está Lanuvium? Es un poblado, creo, hacia el norte. El archivero del templo acudió allí con el bebé que quedó atrás cuando todos tuvieron que huir.
Tenía amigos en Lanuvium, fue el último en marcharse... y lo último que hizo antes de ponerse en camino... fue apuntarlo todo en la tablilla; quería que los registros estuviesen actualizados para que alguien los descubriera después de la guerra. Era un hombre consciente. ¿Por qué no iba a ser igual de cuidadoso para atender a mi bebé? Sé que es mi bebé por el número que ha anotado, no hay nombre, sólo el número que le adjudicó el templo, y ese signo significa niña. Ahora, cotéjalo con esta otra tablilla: otra vez el mismo número y la misma fecha de nacimiento.
Aquí dice: «La mujer etíope, encontrada por el pastor del templo en la ladera del Monte no-sé-qué; sin nombre; ha perdido la razón; y el bebé que lleva dentro es de nueve meses ya y se encuentra cabeza arriba; cirugía experimental; total éxito».
Y luego, después de eso, este signo, cinco marcas como pétalos de flor. Significa que conservaron a la niña en el orfanato para educarla como sacerdotisa. Si pudiera recordar, seguro que recordaría que la entregué al templo, en recompensa para la diosa por habernos salvado la vida a las dos. No sé si existe un bebé. Intenta encontrarla. Lanuvium. Trata de encontrarla, y en Lanuvium mira a ver de qué forma puede pagarse la deuda contraída con la diosa por su vida. Inténtalo.
Marfil, esa niña es tu hija. El Cuervo dice que es suya. Esto, por favor, no debe ser causa de disputa entre vosotros. Si os parece bien, ha tenido dos padres, comedia y tragedia.
Cuando me marche, iré a África. Los hombres de las barcas pequeñas me han dicho que me recibirán de buena gana. Saben que yo he demostrado que, sólo con nuestra existencia, podemos entre todos hacer pedazos el regocijo de la Urbe. Eso no los hará felices, pero evitar que piensen que no somos nada más que tontos negros desnudos en estúpidas barcas. Lo mismo vale para Furia de Caballo; en su campo de manzanos tienen el mismo conocimiento. Su trabajo aún no ha terminado.
Furia de Caballo está con El Mulero. También, muy pronto, Esperanza Divina estará con El Mulero. Y yo estuve con él. Entre nosotros tres, os diré que El Mulero habrá roto en pedazos el regocijo de la Urbe. Si puedes ayudarlos, ayúdalos. Si tienes demasiado miedo, entonces mantente a salvo; oh, querido mío, no quiero hacerte correr ningún otro peligro. Ya has hecho tu parte, llevaste al Mulero a tu barco.
Irene todavía está danzando. En el bosque verde; he estado mirándola otra vez. Cuando entraste en su cuerpo, entraste también en el mío. Mi hija es su hija. Si te parece bien, tiene dos madres, la libertad y la servidumbre.
Marfil, tómame de la mano. Bésame, apenas puedo verte.
Andrómaca, despidiéndose de Héctor, patética, llena de reproches, solía decir tan bien ese monólogo... Pero, Héctor, despídete de Andrómaca... la respuesta, o media respuesta..., nunca lo he intentado con esa parte. Escucha.
Si como un cobarde huyera
del obligado combate,
¿cómo podría enfrentarme con los mudos reproches
de los hombres de Troya?
¿Cómo encararme con la adoración decepcionada
de las bellas mujeres de flotantes peplos?
Debería pervertir mi corazón, oh, gran debilidad,
porque siempre he sabido pelear,
como luchador, para hallar sitio
en las primeras filas o en ninguna parte,
por mis parientes, por el país,
para cumplir mi deber, por mi propio contento...
Pero mi tremendo temor no es tanto por mi propia suerte
como por la tuya que, sin mi, llevada a Grecia,
arrastrada salvajemente como esclava
a Argos para que te afanes en el telar de otra mujer,
o acarrees agua de una fuente extranjera
muy contrariada, con fatigas.
¡Pero ojalá se me conceda que la tierra se amontone
sobre mi tumba
y me cubra por siempre, antes de que pueda contar
el número de tus clamores mientras te raptan!31
Estoy hastiada hasta la náusea de todos estos poetas que no escriben nada más que ruegos de las mujeres a sus hombres para que se mantengan fuera de la lucha, cuiden de su casa, las defiendan. ¿Es que nunca sucede lo contrario? Pregúntaselo a Irene.
Marfil, ¿sabes lo que he visto estos últimos días, en esas montañas que son guarida de lobos? Que has perdido toda la gordura. Si no fuera por la pierna, tendrías aspecto de adorable actor joven, si dejamos a un lado tu calva cabeza. Está s todavía más delgado de lo que estaba yo cuando El Mulero guiaba su vida según mis palabras. Siete consulados, recuerda, los tendrá; observa lo que suceda, pero mantén a Lanuvium fuera de su camino. Sé que lo intentarás. Bésame, no puedo verte. Tómame la mano, adorado mío, métetela debajo de la ropa... mi mano, no la de Irene. Así, eso trae buena suerte.
Marfil, cuando la encuentres, llévatela muy lejos de aquí, fuera de Italia... no a Asia, ni con los piratas, a algún lugar fuera de aquí, fuera, fuera... allende el confín del mundo; quizá s a los campos de manzanos o a los anchos, anchos ríos.., ellos se mantienen de pie sobre una sola pierna en sus pequeñas barcas, los brillantes pájaros los rodean por todas partes. Cluc-cluc, dicen, cluc...