25
MADDOX siguió abrazado a su amante durante una eternidad, esperando que despertara. No podía soportar pensar en la vida sin ella. Prefería morir.
Lucien y Reyes lo acompañaban en silencio.
—Mandad mi espíritu al infierno para siempre — les gritó a los cielos—. Cualquier cosa menos esto. Devolvédmela, Dejad que yo ocupe su lugar en la muerte.
«¿Para siempre?», preguntó una voz melosa. No era Sabin quien hablaba en aquella ocasión, sino una mujer. «Eso sí que es un compromiso».
Él no titubeó.
—¡Sí! ¡Sí! Para siempre. Para toda la eternidad. No puedo vivir sin ella. Ella lo es todo para mí.
«Me gustas, vaquero, de veras me gustas».
—¿Vosotros también oís a una mujer? —preguntó Lucien con asombro.
—Sí —respondió Reyes, igualmente desconcertado—. ¿Quién eres?
«Vuestra nueva mejor amiga, cariño».
—Entonces, ayúdame —suplicó Maddox.
«Inmortal bobo. Llevo días transgrediendo las normas, lo cual es casi una afición para mí, por ayudaros. No estoy segura de querer seguir haciéndolo, de todos modos. Tu mujer y tú me ocupáis demasiado tiempo».
—Por favor, ayúdala y nunca necesitaré otro momento de tu tiempo. Te lo juro. Devuélvemela. Por favor. Por favor.
«Insultaste a los jefes la semana pasada, Violencia, y eso me gustó. Me di cuenta porque, últimamente, ya nadie rompe el molde. Y que lo haga un Señor... ¡Asombroso! ¿Sabes por qué?
—No.
Y no le importaba.
«Increíble. Ya es hora de que te enteres».
—Ashlyn...
«No va a ir a ninguna parte. Ahora, cállate. Necesito explicar ciertas cosas para que entiendas exactamente qué es lo que estoy arriesgando por ti».
Mientras mecía a Ashlyn, Maddox apretó los labios tratando de reprimir su desesperación.
«Ahora los Titanes tienen el control, los muy desagraciados. Y han decidido que el mundo vuelva a ser como era en los días de su apogeo. Un lugar de paz, de adoración a las divinidades, bla, bla, bla, donde los humanos se inclinen ante ellos y les ofrezcan sacrificios, y todas esas tonterías. Dentro de pocos días, surgirán dos templos del mar. Será el principio del fin, seguro», explicó la voz, e hizo una pausa muy dramática. «No sé si los Titanes os quieren ver muertos o no, pero sé que piensan usaros para conseguir sus propósitos».
—Las mujeres. Danika —dijo Reyes.
«Exacto. Hay algo relacionado con su linaje..., quizá una profecía. Tengo que estudiarlo, porque no estoy consiguiendo nada. Pero entendéis mi dilema, ¿verdad? Al ayudaros, voy a enfadar mucho a la nueva dirección».
—¿Quieres que los mate? —dijo Maddox—. Lo haré. Lo haré.
—Maddox —le advirtió Lucien—. Cállate antes de que atraigas una maldición peor a nuestra casa. Va a ayudarte. Sólo está fingiendo que tiene que negociar. ¿No es así, diosa?
«Oh, un chico listo», ronroneó ella. «Eres muy atractivo, en serio. Sin embargo, no hay tiempo para eso, desafortunadamente. Como iba diciendo, esta mujercita me ha impresionado de verdad. No creía que lo hiciera, pero lo ha hecho. Qué espectáculo, ¿verdad?», dijo, y se rió.
—Diosa. Concéntrate, por favor.
—Maddox —advirtió Lucien de nuevo.
«Anya. Me llamo Anya. Y no soy una diosa, exactamente, sólo la hija de una diosa, así que deja de meterme en la misma categoría que esos idiotas».
—¿Qué puedo hacer? ¡Dímelo! Haré lo que sea.
«Tu mujer ha dado la vida por ti. ¿Estás dispuesto a hacer lo mismo? Porque deberías saber que mis poderes dependen de las acciones de los demás, y yo no puedo hacer nada a menos que lo hagas tú. Ah, y también está el asunto de la compensación».
—Sí. Lo sacrificaré todo por ella. Te compensaré del modo que tú me pidas.
«De acuerdo. Aquí está el trato. Los Titanes me están persiguiendo, no me preguntes por qué. Es una larga historia. Llevan días acosándome. Si alguna vez vengo a pedir ayuda, la obtendré. ¿De acuerdo?
—Sí, sí. Lo que necesites.
«No solo tú. Todos vosotros me ayudaréis».
Durante un momento, ni Lucien ni Reyes respondieron. Maddox estuvo a punto de saltar sobre ellos y cortarles el cuelo. Luego ambos asintieron.
—Sí —dijeron al unísono.
«Muy bien. Hemos hecho un trato. Tu mujer se despertará, y estará ligada a ti. Vivirá tanto como vivas tú. No está mal para una mortal, en realidad. Pero si alguno de los dos muere, los dos moriréis, ¿entendido?
—Sí, sí.
«Si intentas renegar de este trato, te mataré, lo cual la matará a ella también. Os cortaré la cabeza y se las enviaré a los dioses en una bandeja de plata».
—Lo entiendo. Lo acepto —dijo él inmediatamente.
Hubo un ronroneo de satisfacción. De repente, Maddox se vio atrapado en un remolino. El aire le arrancó a Ashlyn de los brazos, y él gritó, intentando recuperarla. Ella permanecía inmóvil, pero parecía que la sangre volvía a su cuerpo.
Maddox regresó a la cama y las cadenas se cerraron alrededor de sus muñecas y tobillos otra vez. Reyes y Lucien caminaron hacia el centro de la habitación, pero estaban caminando hacia atrás.
El tiempo volvió atrás a toda velocidad. Maddox se dio cuenta con profundo asombro. Había visto muchas cosas en su vida, pero nunca aquello.
Reyes se colocó delante de Ashlyn y sacó la espada de su cuerpo, en vez de hundirla. Y, en vez de caer, ella se levantó.
Tan repentinamente como había empezado, el torbellino terminó.
—¿Qué ha ocurrido? —preguntó Ashlyn con incredulidad—. Estaba muerta —dijo ella. Se palpó el abdomen buscando las heridas, pero no encontró nada—. Sé que estaba muerta. Sentí cómo me atravesaba la hoja de la espada. Oh, Dios mío, Maddox, ¿Qué has hecho? ¿Se ha roto la maldición?
—Esto ha sido... no tengo palabras —dijo Reyes, con el ceño fruncido—. La acuchillé.
Todos habían conservado el recuerdo de lo que había ocurrido, pero era como si aquello no hubiera sucedido nunca.
—Liberadme —dijo Maddox—. Las cadenas.
Lucien obedeció.
Maddox se puso en pie de un salto y tomó a Ashlyn en brazos. Le besó la cara y la abrazó tanto como era posible sin aplastarla. Ella se rió y después se apartó para observarlo.
—Pero la maldición...
—Se ha roto. Lo juro. Ya no siento las cadenas. «Que lo paséis bien, chicos, porque ahora vosotros también estáis libres de la maldición de Maddox», dijo de repente Anya. «Sin embargo, no debéis preocuparos. Estoy seguro de que vuestros demonios os mantendrán muy tristes. No olvidéis nuestro trato. Por ahora, adiós».
—Ya no tengo que matar más veces a Maddox — dijo Reyes, exultante—. ¡No siento que la maldición me atraiga hacia él!
—La maldición se ha roto de verdad —dijo Lucien, con la mayor alegría que Maddox hubiera presenciado nunca por parte de su amigo—. Gracias, Ashlyn. Gracias. Eres una mujer maravillosa.
—Me gustaría decir que ha sido un placer —bromeó ella.
—Has muerto por mí. Has muerto por mí —dijo Maddox.
—Y lo haría de nuevo —respondió Ashlyn—. Te quiero.
Él la rodeó con un brazo, y ella rió de felicidad.
—Nunca vuelvas a dejarme.
—Nunca.
—Reyes, Lucien, marchaos —dijo Maddox, sin apartar la mirada de Ashlyn.
Ellos salieron sigilosamente del dormitorio para concederles a Ashlyn y a él la intimidad. Maddox la desnudó y le besó el abdomen, allí donde había sufrido las cuchilladas.
—Te necesito —susurró ella.
Y él la necesitaba también. Siempre. Entró en su cuerpo, incapaz de contenerse, y gimió de placer.
—Te quiero —le dijo, embistiendo lentamente.
—Yo también te quiero —suspiró Ashlyn.
—Gracias. Gracias por lo que has hecho. Pero... nunca te dejes matar de nuevo, ¿entendido?
Ashlyn se rió, pero él se hundió profundamente, exactamente como a ella le gustaba, y su risa se convirtió en un gemido.
—Entonces tú no vuelvas a dejarte maldecir, príncipe mío.
—¿Maldecirme? Mi amor, me han bendecido con un premio muy valioso.
—Y a mí también, Maddox —dijo Ashlyn, y ambos llegaron al clímax—. A mí también.
Al día siguiente, por la tarde, Lucien convocó una reunión.
Ashlyn estaba sentada en el regazo de Maddox, más feliz de lo que hubiera sido nunca. Todos sus sueños se habían convertido en realidad. Podía controlar su habilidad pensando en Maddox, y él podía acallar las voces por completo. El amor verdadero sí lo conquistaba todo, en realidad.
Incluso tenía una familia. Una familia de verdad, con enemistad y todo. Los dos grupos de hombres estaban rígidos y distantes los unos con los otros, aunque se comportaban con amabilidad. Ella estaba decidida a acabar con aquella distancia, como una hermana más.
Desde que había roto la maldición, la mayoría de los guerreros la trataban con afecto, y le hacían bromas sobre el hecho de que estuviera atada a Maddox para toda la eternidad. Salvo Enfermedad, que aún estaba recuperándose de sus heridas. Sin embargo, Torin le guiñó un ojo.
Ashlyn sabía que se sentía muy mal por haber provocado una epidemia. Los efectos eran devastadores, sí, pero la medicina moderna ayudó a contener la plaga. Quizá él pudiera consolarse con eso. Y, cuando se curara, ayudaría a los demás guerreros a reconstruir el Club Destiny y todos seguirían contribuyendo para ayudar a la ciudad.
La vida era buena. Mucho mejor de lo que ella habría imaginado. Sonrió.
Lucien se colocó en el centro de la habitación y dijo:
—He estado hablando con Sabin y, como sabéis, he decidido ayudarlo a buscar la caja. Ya es hora de que encontremos esa maldita caja. Si sigue por ahí, cabe la posibilidad de que los demonios sean succionados a su interior, así que todos estamos en peligro de muerte.
—Malditos Cazadores —dijo Ashlyn, y Maddox la abrazó por la cintura.
—Están muertos. Enfermedad los mató —le recordó Reyes.
Ashlyn negó con la cabeza. -Sólo murieron algunos, no todos. Mclntosh sólo era el vicepresidente del Instituto, yo nunca llegué a conocer al presidente. Me dijeron que nunca aparecía en público. Nunca me lo había planteado, pero ahora me parece sospechoso. Además, hay muchos más empleados por todo el mundo. Y quizá haya otros Cazadores que no estén afiliados al Instituto.
Hubo un murmullo en el grupo.
—Esperábamos que la caja estuviera aquí, en Budapest —dijo Sabin, poniéndose junto a Lucien—. Interrogamos a un Cazador y eso nos trajo hasta aquí. Pero...
—No han encontrado la caja —dijo Lucien—. Y ahora, les gustaría contar con nuestra ayuda.
—Si quieres que yo ayude a buscar esa caja, vas a tener que darme indicaciones —dijo Reyes.
Ashlyn sabía que estaba muy tenso porque Danika se había escapado de la fortaleza aquella mañana. Nadie había ido a buscarla. Ashlyn estaba triste porque había perdido a una amiga, pero sabía que era mejor así.
Tenían que liberar a Aeron en algún momento.
Maddox le había contado a Ashlyn lo que le habían ordenado los Titanes a su amigo. Aquél era el único punto oscuro de la vida de Ashlyn. Sin embargo, Maddox también le había confiado que Reyes estaba decidido a proteger a la mujer, aunque aún estuviera luchando contra aquella necesidad.
Ashlyn quería pensar que Anya ayudaría a Danika como la había ayudado a ella. Si acaso Anya podía ayudar, claro. Maddox también le había contado que Anya sufría la persecución de los Titanes. Era un ser sobrenatural que podía entrar y salir de los edificios, valerse de la invisibilidad y revertir el tiempo, pero temía que la vencieran, lo cual significaba que podía ser vencida.
—No hables en ese tono, Dolor —dijo Carneo, colocándose al otro lado de Lucien—. Estás bajando la moral.
Bueno, dos puntos oscuros, pensó Ashlyn. Cada vez que veía a Carneo, sentía ganas de llorar. Aquella mujer necesitaba amor. Sin embargo, no parecía que ninguno de los hombres se sintiera atraído por ella, pese a lo guapa que era. Todos se mantenían alejados, corno si temieran matarla si se acercaban demasiado. Bueno, no eran los únicos hombres del mundo. Seguramente, alguien se enamoraría de Tristeza.
—Ashlyn ha oído dos versiones distintas —dijo Maddox—. ¿Quieres contárselo?
Ashlyn asintió.
—Una dice que Argo está custodiando la caja. La otra dice que está escondida en las profundidades del océano, custodiada por Hidra, pero no sé dónde.
Todo el mundo gruñó.
—Anya mencionó que iban a surgir dos templos del mar —dijo Maddox—. Esos templos, probablemente, sólo eran para uso de los dioses, y no estarán contaminados ni deteriorados por los humanos. En cuanto surjan, deberíamos registrarlos. Quizá encontremos una pista que nos lleve por el camino correcto.
—Excelente —dijo Lucien—. Alguien tendrá que quedarse aquí con Aeron y Torin, y protegiendo la fortaleza.
—Ashlyn y yo nos quedaremos. Leeremos tomos antiguos.
—Y yo escucharé para obtener información en la ciudad —añadió Ashlyn.
Maddox la abrazó y le susurró al oído:
—Te necesito con toda mi alma.
—Bien —respondió ella con otro susurro—, porque tengo pensado satisfacer todas tus necesidades.
—¿Quieres que nos despidamos y nos marchemos de la reunión? Pueden ponernos al corriente más tarde.
—Me encantaría.
Ambos se pusieron en pie. Y el hombre con el espíritu más violento del mundo la persiguió entre risas hasta que salieron de la habitación, mientras todo el mundo los observaba con alegría y envidia.
Quizá algún día les llegara el turno a ellos...