6
UN puñetazo, un gruñido de dolor. Esquivar el golpe, otro puñetazo.
Maddox le dio un fuerte golpe a Aeron en la mejilla y este se tambaleó hacía un lado con otro gruñido. Sin embargo, un segundo después, se vengó con un buen gancho de izquierda en la mandíbula de Maddox, al cual le rechinaron los dientes y se le llenó la boca de sangre. El gusto era metálico pero dulce, y en parte, sació la sed del espíritu.
Estaba sonriendo cuando le clavó la rodilla en el estómago a su contrincante. El guerrero se dobló hacia delante, resollando. Más. Necesitaba infligir más daño. Antes de que Maddox pudiera darle con el codo en la cabeza, Aeron se echo hacia adelante con un aullido salvaje, rodeó a Maddox con los brazos y lo tiró al suelo. Rodaron para conseguir la posición dominante; volaron los puños, chocaron las rodillas. Los codos se golpearon.
Maddox silbó cuando Aeron volvió a golpearlo en la boca. La sonrisa se le borró de los labios y el interior de la mejilla se le desgarró. Noto otro chorro de sangre por la garganta.
—¿Era eso lo que querías? — rugió Aeron.
Maddox atrapó el cuello de su amigo con una mano y Aeron jadeó. Su piel comenzó a ponerse de color azul.
—¿Era esto lo que querías? — preguntó a su vez Maddox.
Aeron estaba luchando por respirar y el aprovechó que lo tenía inmovilizado para darle otros cuatro golpes, todos ellos en el rostro. Uno en el ojo, otro en la nariz, otro en la mandíbula, el último en la sien. «No más Violencia por hoy», se decía inútilmente a cada golpe. «No más Violencia».
«¿Estás seguro?», preguntó el espíritu de un modo seductor.
Maddox entrecerró los ojos y lanzó otro puñetazo «mátalo».
—¡No! — gritó, y sólo entonces se dio cuenta que no había domesticado en absoluto al demonio. Ni siquiera un poco. Se quedó inmóvil, jadeando, sin saber qué hacer. No podía ir así al encuentro de Ashlyn, sediento de sangre y más agresivo de lo que era generalmente.
—Oh, sí.
Lleno de cortes y magulladuras. Aeron rugió y le hundió el puño a Maddox en el ojo derecho. El dolor le explotó en la cabeza cuando los añillos de Aeron golpearon una vena. La visión se le oscureció momentáneamente. Algo húmedo comenzó a derramársele por la cara y finalmente, la voz sádica se acalló.
Quizá necesitara someter al espíritu a golpes. Feliz de complacerlo, abrid los brazos para aceptar el siguiente golpe.
Aeron no lo decepciono. El guerrero le dio una patada en el estomago y Maddox cayó hacia atrás. En cuanto toco el suelo, Aeron se coloco sobre él, y le su-jeto los hombros con las rodillas con una expresión de demoniaca satisfacción en los ojos, mucho más amenazante que el tatuaje que tenía en el cuello.
—¿Quieres más? —pregunto.
—Mas.
Un puñetazo. La cabeza de Maddox se giro brusca-mente hacia la izquierda. Puñetazo. Vuelta hacia la derecha. Puñetazo. El cartílago de su nariz crujió.
«¡Golpéame! ¡Más fuerte! ¡Más fuerte!».
A cada golpe, el espíritu se hundía más y más. Ira contra Violencia, pensó Maddox, y Violencia se había acobardado. La idea de vencer a Violencia le producía casi un clímax sexual. Sonrió, pensando que así debía de sentirse Reyes cuando se infligía heridas a sí mismo para sentir dolor. Feliz en el sufrimiento. Desesperado por conseguir más.
Al recibir otro golpe, los dientes le mordieron la lengua. La lengua se le hincho.
«Ahora no podre besar a Ashlyn», se dijo.
«No tienes que besarla para acostarte con ella», le dijo el demonio, y fue suficiente para provocarle un ataque de furia.
«¡Ya basta!». El quería besar a Ashlyn. Quería probar su sabor en la boca mientras ella se retorcía contra él. Y lo conseguiría. Mientras lo devoraban las llamas, aquella noche interminable, no había podido pensar en otra cosa.
Otro puñetazo.
—i Aeron! ¿qué estás haciendo?
Maddox oyó la voz de Lucien desde el pasillo. —Darle a Maddox lo que necesita. Puñetazo.
—¡Basta!
—No.
El golpe siguiente se hundió más fuerte y más profundamente en la sien de Maddox, haciendo que le retumbara el cerebro.
—No pares — dijo Maddox a Aeron. Un poco más, y quizá el espíritu se mantuviera escondido durante el resto del día.
—¡Basta! —repitió Lucien—. Ahora mismo, o esta noche te llevare al infierno con Maddox.
Al instante, cesaron los puñetazos. Era una amenaza que Lucien podía cumplir con facilidad.
Aeron estaba jadeando, y Maddox también. Estuvo a punto de agarrar a Aeron por la muñeca y obligarlo a que siguiera golpeándolo. Quería, necesitaba más. No podía arriesgarse. Si debía recibir golpes hasta que no pudiera moverse, se dejaría pegar.
No quería hacerle daño a Ashlyn.
Todavía no, al menos.
De mala gana, Aeron se levanto y le ofreció la mano a Maddox para ayudarlo a incorporarse. Con la misma renuencia, Maddox la acepto y pronto estuvo en pie. Juntos, se enfrentaron a Lucien.
No había ninguna emoción en los ojos de Lucien mientras los observaba. Maddox se paso la mano por la cara golpeada y encontró cortes que deberían haber sido suturados si hubiera sido humano.
—¿Quiere decirme alguien que ha pasado?
—Estamos probando una nueva técnica de lucha — dijo Maddox, con los labios hinchados. Por una vez, el espíritu se mantuvo callado. El casi se sentía normal. Darse cuenta de ello le resulto tan maravillosamente increíble que sonrió.
—Exacto. Una nueva técnica — dijo Aeron, y le paso un brazo por los hombros. Tenía uno de los ojos cerrados, y el labio inferior partido.
Maddox sabía que en menos de una hora, sus heridas estarían totalmente curadas. La inmortalidad tenía sus ventajas.
¿Volvería Violencia a su cuerpo cuando estuviera sano?
Lucien iba a responder, pero Maddox alzo la palma de la mano.
—No quiero oír tus quejas. Dejasteis a Ashlyn en el calabozo. Deberías darles gracias a los dioses de que no me tire a tu garganta.
—Hicimos lo necesario para que se mostrara mas dócil —dijo Lucien, y en su tono de voz no había ningún animo de disculpa.
Maddox se puso tenso al notar una oleada de ira. Sin embargo, era una ira muy normal, que no le obligaba a hacer cosas terribles. Milagroso.
—Te pedí solo dos cosas. Y no has hecho ninguna de las dos.
—Me pediste que la mantuviera con vida e intacta. Ambas cosas se han cumplido — replico Lucien.
Cierto, pero ella estaba asustada y helada, y por algún motivo, eso le hacía mas daño que los puños de Lucien. Era tan menuda, tan delicada...
—Yo no podía ocuparme de sus necesidades. Deberías haberlo hecho tú — le dijo a su amigo.
—Mira, en este momento tu mujer no importa — dijo Lucien—. Desde tu última muerte han ocurrido muchas cosas...
—¿Que no importa? Si se enferma...
Los bordes de su ira se convirtieron en puntas afila-das que provocaron al espíritu. Después de todo, no debía de estar completamente vencido, porque Maddox se dio cuenta de que su cuerpo se tensaba y se preparaba para la guerra.
Al demonio le gusto. «Mátalo. Quiere quedarse con lo nuestro».
Si, necesitaba matar. La sangre le hervía. Su piel se estiraba sobre los huesos.
—No te escucha — le dijo Aeron a Lucien, y le dio a Maddox un empujón—. ¿Me oyes a mí?
—Si —respondió Maddox entre dientes.
—¿Cuánto tiempo piensas tener aquí a la mujer? «Todo lo posible», respondió su mente por voluntad propia.
«Lo que sea necesario», corrigió el.
Tenerla en la fortaleza era peligroso para ella, para él y para los otros Señores. Él lo sabía, pero no iba a liberarla. No tenía la voluntad ni el deseo. No había nada más importante que descubrir las delicias que prometía su cuerpo.
De repente, alguien le dio un puñetazo en la nariz y su cabeza exploto de dolor. La furia se desvaneció. La excitación también. Maddox parpadeo con confusión y miro a Aeron.
—¿Por qué has hecho eso?
—Tu cara no era tu cara, sino la de Violencia — le dijo Lucien, sacudiendo la cabeza. Tenía una expresión Cansada—. Estabas a punto de estallar.
—Tienes que controlarte, Maddox —dijo Aeron con exasperación—. Eres como una espada de Damocles, preparada para caer en cualquier momento y cortarnos a todos.
—Eso suena gracioso viniendo de ti — respondió Maddox secamente.
—¿Donde está la chica ahora? — quiso saber Lucien.
—En mi habitacion —respondio Maddox.
—¿La has dejado sola en la habitacion? — inquirió Aeron, y lanzo los brazos al aire—. ¿Por que no le da un cuchillo y le dices que nos apunale?
—La encerre. No puede causarnos problemas.
—Puede que sepa forzar la cerradura — dijo Lucien, mientras se frotaba la nuca—. Quiza en este mismo momento este dejando pasar a los Cazadores.
—No. Yo los mate.
—Pero puede haber más.
Lucien tenia razón, y Maddox lo sabía.
—Está bien. Comprobare que sigue donde la deje, y sola.
Cuando comenzó a andar, Lucien y Aeron lo siguieron. Por el rabillo del ojo, vio que Aeron sacudía los brazos y un par de cuchillos caían en sus manos.
No se había dejado dominar por su demonio durante la pelea, después de todo. Maddox se dio cuenta de que, de lo contrario, su piel estaría hecha jirones en aquel momento.
Sintió una punzada de culpabilidad. ¿Había luchado Aeron solo para ayudarlo?
—Nadie toca a la chica —dijo él, y su culpabilidad se intensificó. Debería ser más leal con sus amigos—. No importa lo que averigüemos, es mía. ¿Entendido? Yo me encargare de ella.
Hubo una pausa tensa mientras los otros dos hombres pensaban en su respuesta.
—De acuerdo —dijo Lucien con un suspiro.
Aeron permaneció en silencio.
—Es mi habitación. Puedo entrar solo y dejaros fuera...
—Está bien —dijo Aeron—. Es tuya. Aunque se que no vas a hacer lo que deberías... Pero los Cazadores serán ejecutados al momento.
—De acuerdo.
—¿Que ha hecho ella para que sientas tanta lealtad?
Pregunto Lucien con curiosidad.
Maddox no conocía la respuesta. Ni siquiera quería conocerla.
—Creo que a nuestro amigo se le ha olvidado que el sexo es sexo —dijo Aeron—. La persona que lo ofrezca no importa. Esa mujer no es nada especial. Ninguna lo es.
De repente, Maddox sintió otra oleada de furia y miro a Aeron fijamente. Aeron le devolvió la mirada y entre ellos hubo una gran tensión.
—No hables así de ella.
—Hablare como quiera.
Maddox sabía que, si volvía a oír hablar a su amigo sobre Ashlyn de una manera tan despectiva, saltaría.
—Por la razón que sea —dijo Lucien—, esa chica es un detonador. Dile que no volverás a hablar de ella, Aeron.
—¿Y por qué? La última vez que lo comprobé, todavía tenía derecho a expresar mis opiniones.
—Aeron, tienes que estar cansado de limpiar la sangre de los suelos —dijo Lucien—. Piensa en cuanta sangre correrá si los Cazadores están intentando invadir ahora nuestra casa y no les impedimos entrar. Díselo.
—Está bien. No volveré a hablar de la chica. ¿Contento?
Si. Maddox se relajo al instante.
—No voy a decirlo, pero sabes lo que estoy pensado, ¿verdad? —pregunto Aeron con ironía.
Si. Lo sabía. Era peor que Paris.
—¡Niños! —dijo Lucien, poniendo en blanco los ojos.
—Mama... —respondió Aeron con sorna.
Finalmente, los tres hombres se pusieron de nuevo en camino hacia el dormitorio. Cuanto más se acercaban, mas percibía Maddox el olor a miel de Ashly Aquel olor era suyo; no era de un jabón ni de un perfume, sino suyo. Maddox noto que se le endurecía: cuerpo. Tuvo la sensación de que llevaba toda la eternidad esperando probar aquella miel.
Miro a sus compañeros. No parecía que ellos percibieran aquel olor dulce que impregnaba el aire. Bien. El quería a Ashlyn por completo, en exclusiva.
Cuando llegaron al umbral, los tres se detuvieron. Aeron se puso tenso y preparo uno de sus cuchillos. Su cara se convirtió en una máscara dura, como si se estuviera preparando para hacer lo que fuera necesario. Lu-cien también sacad un arma: un revolver del 45 cargado y preparado.
—Mirad bien antes de atacar — advirtió Maddox entre dientes.
Ellos asintieron.
—A la de tres. Uno — susurro, y escucho atentamente.
Al otro lado de la puerta no había ningún sonido. Ni el chapoteo del agua del baño, ni el suave entrechocar de un plato en una bandeja. ¿Se habría escapado Ashlyn de verdad? Si lo había hecho...
-Dos...
Se le encogió el estomago. Apretó con fuerza la empuñadura de su cuchillo.
—Tres.
Giro el pomo y abrió la puerta de par en par. Los tres hombres entraron rápidamente, en silencio, preparados para cualquier cosa. Maddox pasó la mirada por la habitación, asimilando todos los detalles. No había huellas en el suelo. Las ventanas estaban cerradas. La bandeja de comida, intacta. Había ropa suya fuera del armario, tirada por el suelo.
¿Donde estaba Ashlyn?
Aeron y Lucien se separaron mientras el avanzaba sigilosamente junto a la pared del armario, con los sentidos en alerta. Entonces las mantas de la cama se movieron y se oyó un suave gemido.
—Bajad las armas — ordeno Maddox con un susurro fiero. La sangre le había hervido al oír el sonido de aquel suspiro femenino.
Al acercarse a la cama, encontró a la Bella Durmiente. Ashlyn. Ángel, destrucción.
Su pelo color ámbar estaba extendido por la almo-hada blanca. Las pestanas, un poco más oscuras que el pelo, proyectaban sombras picudas sobre sus mejillas, todavía manchadas de la porquería del suelo del calabozo. No se había bañado, no había comido. Debía de haberse quedado dormida en cuanto el la había dejado sola.
—Guapa — dijo Aeron con una admiración reticente.
«Exquisita», lo corrigió Maddox para sus adentros. «Mía». Tenía los labios rojos y deliciosamente hincha-dos. ¿Se los habría mordido de preocupación? Observo el movimiento ascendente y descendente de su pecho y, sin poder evitarlo, alargo el brazo para tocarla. Sin embargo, apretó el puno antes de rozarla. De nuevo, su cuerpo se había endurecido como una roca y la necesidad borboteaba en su interior. Una necesidad oscura, intensa, más poderosa incluso que Violencia.
¿Cómo era posible que ella consiguiera aquella res-puesta de él, solo con un suspiro?
Finalmente, extendió los dedos y le acaricio la mejilla con la suavidad de una pluma. Su piel era suave, pero a él le produjo un cosquilleo eléctrico y, al instan-te, la temperatura de su cuerpo subió otro grado.
Ashlyn abrió los ojos de golpe, como si ella también hubiera sentido el cosquilleo.
De golpe, se incorporo, y la melena le cayó en cas-cada por los hombros y la espalda. Con ojos somnolientos, lo miro.
—Maddox — susurro.
Se echo hacia atrás hasta que toco el cabecero de metal, y las cadenas repiquetearon contra los lados de la cama. Eran las cadenas con las que lo ataban todas las noches.
—Maddox —repitió ella. Asustada, alucinada..., ¿feliz?
Maddox, Lucien y Aeron dieron un paso atrás al unísono. El sabía por que se movía; había visto su ruina en los preciosos ojos de Ashlyn cuando sus miradas se habían encontrado. Sin embargo, no sabía por qué los otros reaccionaban así.
—¿Que... que estás haciendo? — pregunto ella—. ¿Y qué te ha pasado en la cara? Estas sangrando.
Entonces miro a los otros y gimió.
—¡No fue suficiente con matarlo anoche! ¿Habéis tenido que golpearlo hoy también? ¡Salid de aquí, asesinos!, ¡Fuera!
Salto de la cama y se interpuso entre Maddox y ellos, tambaleándose ligeramente mientras abría los brazos para mantenerlos alejados. ¿Para protegerlo?
¿Otra vez? Con los ojos muy abiertos, Maddox miro a sus amigos, que también tenia expresión de asombro.
Los actos de Ashlyn eran los de alguien inocente... P de alguien que fingía ser inocente. De todos modos, Maddox noto que quería tocarla otra vez. ¿Para sentir consuelo? No, no podía ser. Tenía que ser por deseo. Eso tenía sentido. El era un hombre, ella era una mujer. La deseaba.
Pero, ¿se haría aquel deseo más oscuro, tal y como temía?
La tomo del brazo y tiro para que se colocara tras él. Compartió una mirada de confusión con Lucien, y después se volvió a mirarla. Antes de que pudiera pronunciar una sola palabra, ella dijo apresuradamente:
—¿Vas a llevarme a la ciudad ahora? Por favor.
¿Y no volver a verla?
—Come — le ordeno—. Lávate. Volveré pronto —dijo. Después, les ladro a sus amigos —Vamos. Y salió al pasillo. Ellos vacilaron un momento antes de seguirlo. Después de cerrar la puerta con llave, Maddox apoyo la frente contra el muro de piedra y res-piro profundamente.
«Esto tiene que parar».
—Nos has traído el problema a casa —dijo Aeron—. ¿De verdad estaba intentando protegerte de nosotros?
—No puede ser.
Sin embargo, era la segunda vez que lo había hecho, y Maddox estaba más confundido en aquel momento que antes.
Se irguió y se paso la mano por la cara.
—Déjame marchar, Maddox — pidió Ashlyn a través de la puerta—. Me equivoque al venir. Si sirve de algo, te prometo que no se lo contare a nadie.
—Se que he traído problemas —reconoció Maddox a Aeron.
Su amigo arqueo una ceja.
—¿Y no te vas a disculpar?
Aquello era lo peor de todo, no lo lamentaba.
—Olvida a la mujer por ahora —dijo Lucien, agitando una mano en el aire—. La has visto, está bien. No parece que haya dejado entrar a los Cazadores, al menos todavía.
Ahora tenemos algo más importante de lo que hablar. Antes intente decirte que los dioses... no son quienes piensas.
—Maddox, tenemos que hablar contigo —dijo una voz áspera, que corto cualquier respuesta que el hubiera podido dar.
Lucien bajo los brazos con exasperación y Maddox se dio la vuelta. Reyes se acercaba junto a Paris y Torin. Los dos primeros tenían el ceno fruncido. El tercero sonreía, como el loco que era.
—Tu mujer tiene que marcharse —rugió Reyes—. La he estado oliendo toda la noche, y no puedo soportar otro instante más de esa esencia de tormenta.
¿Tormenta? Ashlyn olía a miel.
—Se queda —dijo Maddox lacónicamente.
—¿Quien es, por que esta aquí y puedo verla desnuda? —pregunto Paris, moviendo una ceja.
—Alguien debería matarla — sentencio Reyes.
—¡Nadie la va a tocar!
Aeron cerró los ojos y sacudió la cabeza.
—Ya estamos otra vez.
—Al contrario que Reyes, a mi no me importa su presencia —dijo Paris, frotándose las manos—. Solo me importa que no quieras compartirla. Me gustaría...
Maddox empujo a Paris antes de que este pudiera terminar la frase.
—No digas nada más. Se lo que te gustaría hacerle, y antes moriré.
Entonces Paris frunció el ceno y su piel pálida enrojecida.
—Apártate, idiota. No he estado con ninguna mujer hoy, así que no estoy de humor para tonterías.
Torin permanecía en la esquina, sonriendo.
—¿A nadie más le parece divertido esto? Es mejor que escuchar a los brokers cuando las acciones bajan en picado.
Maddox lucho por dominar su temperamento y quilarse a Ashlyn de la cabeza. Como mujer, como humana, como posible cebo, era la última persona que debería suscitarle aquel sentimiento de protección.
Debería, debería, deberia. ¡Aj! «Termina con esto». Finalmente. Pronto. Ya.
—¡Ya basta! —grito Lucien.
Todo el mundo quedo en silencio y miro a Lucien con sorpresa. Rara vez gritaba.
—¿Había Cazadores en la ciudad? —pregunto a Paris y a Reyes.
Reyes sacudió la cabeza.
—No encontramos ninguno.
—Bien. Eso está bien. Quizá Maddox los matara a todos —dijo Lucien, y asintió con satisfacción—. Pero Maddox no sabe nada de los dioses todavía. Tenemos que contárselo. Y hay más. Aeron y yo... hicimos algo anoche.
—¿Que está ocurriendo? —pregunto Maddox —.
Quiero saberlo. ¿Qué pasa con los dioses? Sé que llamaron a Aeron, pero estaba muy distraído como para preguntar antes por los detalles. ¿Que querían de él?
—Más tarde — contesto Torin a Maddox, sin apartar los ojos de Lucien—. ¿Qué habéis hecho, Muerte?
— Explícate —exigid Reyes.
—Una explicación no será suficiente. Necesito enseñároslo — dijo Lucien, y comenzó a caminar por el pasillo—. Seguidme.
No podía ser nada bueno, pensó Maddox. Lucien nunca se había mostrado tan misterioso. Confuso, intrigado, preocupado, miro hacia la puerta tras la que se encontraba Ashlyn antes de seguir a sus amigos.