13

ASHLYN miró la puerta que Maddox acababa de cerrar ante sus narices para dejarla atrapada en otro dormitorio. En otra prisión. ¡Oh! Aquel hombre era exasperante. Le había dado placer con ternura; después se había convertido de nuevo en un guerrero duro y decidido, y la había encerrado en una habitación con otras mujeres a las que ya tenía encerradas. Un comportamiento vergonzoso, sin duda.

Pese a todo, ella lo deseaba. Sabía que era bueno y considerado, y lo mejor que nunca le hubiera ocurrido a su cuerpo. Ah, sí. Además, estaba el silencio. Eso, Ashlyn no podía olvidarlo.

—¿Quién eres? —le preguntó una voz femenina de repente.

Ashlyn se dio la vuelta y vio a Danika y a otras tres mujeres, cuyas edades debían oscilar entre los setenta y los veinte años, que la estaban observando con preocupación y miedo. Dios Santo, ¿Maddox tenía encerradas a cuatro mujeres? ¿Iba a ser aquello un harén para inmortales?

Danika se adelantó.

—Es la que estaba enferma. La que yo... cuidé

—Gracias por hacerlo —dijo Ashlyn suavemente.

Danika asintió.

—Tienes mejor aspecto —comentó, y después de mirar a Ashlyn con suma atención, entornó los ojos recelosamente—. De hecho, estás milagrosamente mejor.

—Ojalá pudiera explicártelo, pero no puedo. Cuando se me pasaron las náuseas, recuperé las fuerzas. Parece que las pastillas hicieron efecto, después de todo. Tú también tienes mejor aspecto. Ya no estás de color verde.

—Bueno, es la primera vez que voy volando con un hombre a recoger unos analgésicos —replicó Danika y se puso en jarras—. ¿Y por qué estás tú en este castillo tétrico? ¿También te han secuestrado?

Ashlyn no tuvo tiempo de responder.

—¿Quiénes son? —preguntó una versión de Danika ligeramente mayor—. ¿Qué son? Danika dice que uno tiene alas.

Sin pausa, la mayor del grupo inquirió:

—¿Conoces alguna salida?

Las cuatro mujeres iban rodeándola mientras hablaban. La miraban con esperanza, como si ella tuviera la respuesta y pudiera salvarlas de un destino horrible.

Ashlyn alzó las manos para contenerlas.

—Tranquilas —dijo.

Danika había mencionado que estaban secuestradas. ¿Por qué habría hecho Maddox algo así?

—¿Alguna de vosotras es Cazador o cebo? — les preguntó. Cada vez que Maddox le decía una de aquellas dos palabras, su voz tenía un tono de disgusto.

—¿Qué quieres decir? ¿Que si somos buscadoras de tesoros? — Danika estaba muy confusa, pero tenía un brillo duro en los ojos verdes—. No, no somos nada de eso. ¿Qué significa?

—No lo sé. Esperaba que alguna de vosotros lo supiera.

Las voces del pasado comenzaron a abrirse paso en su mente. Una conversación tras otra.

—No, no, otra vez no.

Notó que palidecía porque sintió frío en la cara. «Respira hondo. Respira», se dijo.

—Creo que se está poniendo enferma otra vez — murmuró Danika con preocupación—. ¿Puedes llegar a la cama? —le preguntó a Ashlyn.

—No... no. Sólo quiero sentarme.

De repente, un par de manos se posaron sobre sus hombros y la ayudaron a sentarse. Ashlyn se dejó llevar. Estaba demasiado débil como para resistirse. Se estremeció e inspiró profundamente.

«Van a matarnos».

«Tenemos que escapar».

«¿Cómo?».

«Si tenemos que saltar por la ventana, saltaremos. Quieren contagiarnos una enfermedad».

«Si saltamos, nos mataremos».

«Si nos quedamos, nos matarán».

Ashlyn se dio cuenta de que las voces pertenecían a aquellas mujeres. Todo lo que habían hablado en aquella habitación iba a reproducirse en su mente. Maldición, ella ya se había acostumbrado al silencio. Había pensado que tendría paz siempre y cuando estuviera fuera del calabozo. Tuvo la esperanza de que no hubieran estado allí el tiempo suficiente como para tener demasiadas conversaciones.

«Echo de menos al abuelo. Él sabría lo que hacer».

«Bueno, pero no está aquí. Tendremos que dar nosotras con la solución.».

Alguien le dio un panecillo y un vaso de zumo de manzana.

—Toma —le ofreció Danika con gentileza—. Quizá con esto te sientas mejor.

«¿Quién está hablando? ¿Quién ha dicho eso?».

«¿Con quién estás hablando, Danika?».

«Eh... con nadie».

Ashlyn aceptó lo que le ofrecía y lo tomó con las manos temblorosas. Las conversaciones continuaban y continuaban. Algunas veces, era como en el calabozo; las conversaciones parecían monólogos. No oía n quien estuviera hablando con las mujeres; sólo sabía que estaban hablando con alguien más que entre ellas.

Oyó a Danika diciendo:

«Sí... Si soy médica, ¿me prometes que se salvarán mi madre, mi hermana y mi abuela? No han hecho nada malo. Hemos venido a Budapest a olvidar, a despedirnos de mi abuelo. Nosotras...».

Sin embargo, no oyó el comentario anterior. Ni el siguiente. ¿Por qué?

Los hombres eran inmortales, pero ella ya había oído hablar a criaturas inmortales más veces. Vampiros, duendes, cambiadores de formas... ¿Por qué no oía a los demonios en el castillo? Ellos tenían que ser los interlocutores de Danika.

Ashlyn mordisqueó el pan y tomó un poco de zumo, intentando abstraerse de las conversaciones. Canturreó, Meditó. Las mujeres intentaron entablar conversación con ella, pero Ashlyn no podía responder. Había demasiadas voces exigiéndole atención.

Una por una, las mujeres se rindieron. Ella no supo cuánto tiempo pasaba, cuántas veces estuvo a punto de llamar a Maddox aunque consiguiera reprimirse mordiéndose la lengua. Él tenía cosas que hacer, según le había dicho. Además, no quería ser una carga. Una molestia.

«Pero para eso viniste aquí», se dijo. «Para pedirles a estos hombres que te enseñaran cómo controlar tu poder, aunque te convirtieras en una molestia para ellos».

Sin embargo, eso era antes de que Maddox entrara en su vida. A partir de aquel momento, había querido que él fuera su amante, no su enfermero. Otra vez.

«¿Oyes voces mentalmente?».

«Sí».

«¿Y no será tu propia voz?».

«Seguramente. No lo sé».

Por suerte, los murmullos cesaron, terminaron en el mismo momento en que había entrado Ashlyn. Se sintió aliviada, y tuvo que admitir que había averiguado algunas cosas nuevas: la primera, que Danika había oído hablar de los Cazadores y se lo había contado a su familia.

—Cazadores —dijo Ashlyn, alzando la vista.

Danika estaba mirando por la única ventana de la habitación, una ventana que ninguna de las mujeres había conseguido abrir. Ashlyn les había oído intentarlo y fracasar.

—¿Dónde están? No me mientas esta vez, por favor.

Danika dio un respingo y se volvió hacia ella con la mano en el corazón.

—Estás mejor otra vez, ¿eh? ¿Por qué tengo que confiar en ti? Puede que trabajes para esos hombres. Quizá te hayan enviado para que averigües cosas sobre nosotras, y cuando las sepas, entrarán y nos matarán.

—Cierto —dijo ella—. Sin embargo, tú me salvaste. ¿Por qué iba a querer hacerte daño?

Danika la miró fijamente, pero no dijo nada.

—Tendrás que confiar en mí. Estamos en el mismo barco.

—¿Y qué pasa con el que se enfada tanto? Maddox Tú estás con él.

—Quizá. ¿Y qué?

—Eso te convierte en una de ellos.

—No —insistió—. Acabo de llegar a este castillo Llegué ayer, de hecho.

Danika abrió unos ojos como platos.

—Ahora sí sé que estás mintiendo. Él te quiere, eso es evidente. Un hombre no demuestra tanta preocupación por una mujer a la que acaba de conocer.

Sí, él había sido compasivo. Amable. Tierno. Dulce. El hombre más fiero al que había conocido en su vida le había limpiado la frente y la cara.

—No puedo explicarlo, pero no estoy mintiendo.

Pasó un minuto de silencio.

—Muy bien —dijo Danika, y se encogió de hombros—. Si quieres saber algo de esos cazadores, te Id diré. Aunque de todos modos, no es información crucial. Cuando el hombre de las alas, Aeron, me llevó a la ciudad, vio a un grupo de hombres. Iban armados; como soldados y merodeaban por los callejones, como si no quisieran que los vieran.

Eso no le decía nada a Ashlyn.

—Aeron murmuró la palabra cazadores entre dientes, y sacó una daga. Creo que los habría atacado de no llevarme a mí. Dijo que esos hombres habían venido a matarlo a él y a sus amigos. Yo quería que lucharan para que Aeron se distrajera y poder escapar, pero no ocurrió. Ellos no nos vieron.

Ashlyn frunció el ceño. Cazadores de los inmortales. ¿No era aquello lo que ella hacía para el Instituto? Escuchaba conversaciones para encontrar, dar caza, a aquellos que no eran humanos.

No. El Instituto observaba, estudiaba y ayudaba mando era necesario, y tomaba medidas extremas sólo cuando existía una amenaza.

Ella se consoló con aquello. Los empleados eran científicos, no depredadores. Aunque con ella no siempre habían sido justos; le tenían desconfianza, algunos la rechazaban e incluso había sufrido intentos de agresión por escuchar conversaciones comprometedoras para algunos de los empleados. Mclntosh siempre había hecho todo lo posible por protegerla, pero algunas veces eso no era suficiente, así que ella había aprendido a confiar sólo en sí misma. Lo cual hacía que su súbita necesidad de apoyarse en Maddox le causara confusión.

—Aeron... eh... habló mal de ti —dijo Danika, sacándola de su ensimismamiento.

Ashlyn parpadeó de la sorpresa.

—¿De mí? ¿Por qué?

—Dijo que eras un cebo, sea lo que sea.

A ella se le hundieron los hombros.

—Maddox también me llama cebo. Todavía no sé lo que es...

¿Cómo iba a negar que era algo que no entendía? A menos que... Si ella tenía razón acerca de que aquellos cazadores que acosaban a los inmortales, significaba que el cebo era un señuelo, algo para atraer al inmortal a la trampa del cazador.

¡Maddox pensaba que ella trabajaba para sus enemigos! Ella había ido allí a pedir ayuda, no a facilitar que lo asesinaran.

—¡Idiota! —exclamó.

—No me insultes —dijo Danika.

—No estaba hablando de ti, sino de mí misma.

Durante esos momentos íntimos que había pasad con Maddox, éste seguía pensando que ella era capa/, de semejante traición. Y seguramente también pensaba que era una mujer fácil, de ahí su sorpresa cuando había descubierto que todavía era virgen.

A ella se le llenaron los ojos de lágrimas.

—¿Te han engañado? —le preguntó Danika con suavidad.

Ella asintió. ¿Maddox la había deseado, aunque < sólo fuera un poco, o sólo quería seducirla para sonsacarle información sobre sus planes? Ashlyn sospechaba que lo cierto era lo último, y eso le hizo daño. La atravesó el alma. ¿Cuántas veces la había mirado él con recelo, con una acusación en los ojos?

—Háblame sobre la voz que has escuchado —le pidió a Danika. Cualquier cosa con tal de borrarse n Maddox de la mente, antes de ponerse a llorar de decepción y resentimiento.

Danika se quedó helada.

—No te he mencionado ninguna voz. Nos han estado vigilando, ¿verdad? ¿Hay una cámara oculta?

—No lo sé —respondió Ashlyn—. Podría ser que tuvieran una cámara, pero no es así como yo he sabido I lo de la voz. Cuéntamelo todo, por favor. Estamos juntas en esto. Podemos ayudarnos la una a la otra.

—No hay nada que contar —dijo Danika—. Me estoy volviendo loca, ¿es eso lo que quieres que admita? Un tipo ha comenzado a hablarme mentalmente este I mañana. Hemos tenido conversaciones muy estimulantes.

—¿Qué te ha dicho?

—Me pidió información sobre nuestros secuestradores.

—¿Como qué?

—Sus hábitos diarios, qué armas tienen y si el castillo tiene sistema de seguridad —respondió Danika, y emitió una carcajada seca, sin humor—. Creo que es el modo alocado que tiene mi mente de enfrentarse a lo que está sucediendo.

Ashlyn no lo creía. Aquellas preguntas eran demasiado específicas. Eran la información que querría conocer un soldado sobre sus enemigos.

Así que... si no era Danika la que quería información sobre aquellos hombres, ¿quién era? ¿Y quién tenía el poder de pedirla sin la ventaja de un cuerpo?

—Me estoy cansando de todo esto — refunfuño París—. Por una vez, hoy me gustaría quedarme en la ciudad a relajarme después de haber estado con una mujer, en vez de tener que volver corriendo aquí. Yo puedo transportarme en un segundo, como Lucien.

Se dejó caer en el sofá que había ante la tele, tomó el mando de la consola de los videojuegos y comenzó una pelea de mujeres desnudas en el barro. Tenía buen color, y la tensión se le había borrado del semblante. —¿De qué va la reunión esta vez? —preguntó—. i Ah, y para vuestra información, no vi a ningún Cazador. —Porque tú sólo ves posibles compañeras de cama —respondió Aeron.

—¿Y qué tiene eso de malo? —preguntó París, sin alterarse.

—Dejad de discutir —dijo Lucien—. Tenemos cosas de las que ocuparnos, y no creo que a nadie le guste lo que va a oír.

Maddox se sentó en el sofá y se pasó la mano por la cara. Violencia le estaba golpeando por dentro, con más fuerza y más rabia de lo normal. Parecía que no le gustaba estar lejos de Ashlyn. Él la había dejado en la habitación de Lucien, después de apartar la barricada, que en su opinión era excesiva, porque había una buena cerradura en la puerta, y había ido a limpiar la suya, Cuando había terminado, lo habían avisado para que acudiera a la sala de entretenimiento, donde parecía que iban a darles a todos malas noticias.

—Díselo, Aeron —dijo Lucien con un suspiro.

Hubo una pausa.

—Estoy sintiendo los primeros movimientos de Ira. No es nada drástico todavía. Puedo controlarlo, pero i no sé durante cuánto tiempo podré.

—Ahora puede oler a las humanas, y sus olores no se le quitan de la nariz —explicó Reyes.

Maddox se sorprendió al percibir furia en la voz de su amigo.

París palideció.

—Vaya, eso sí que ha sido rápido.

—Nadie lo sabe mejor que yo —respondió Aeron. No sé cuánto tiempo voy a soportar sin hacerles daño —dijo, y se frotó la nuca—. Ya veo sus cuerpos ensangrentados y me gusta.

—¿A nadie se le ocurre una idea? —preguntó Reyes, que lanzó el cuchillo al aire, lo atrapó y volvió a lanzarlo—. ¿Algo para poder salvarlas?

Silencio.

—Hablar de ello no servirá de nada — dijo Torin por fin—. Nos estamos atormentando al intentar dar j con una solución que no existe. No podemos ponernos en contacto con los Titanes, nos impondrán otra maldición. No podemos dejar libres a las mujeres y decirles que se escondan. Aeron se vería obligado a seguirlas. Así que... yo opino que lo mejor es dejar que lo haga.

Reyes le clavó una mirada fiera.

—Eso es un poco cruel incluso para ti, Enfermedad —dijo mientras se sentaba junto a Maddox—. Yo digo que esperemos un poco más. Por ahora, Aeron tiene al espíritu controlado, aunque se esté despertando.

—Estoy de acuerdo —dijo Lucien con una expresión oscura—. Vamos a esperar un poco, aunque no creo que podamos dar con una solución. Maddox, me gustaría que les contaras a los demás lo de la voz que has oído.

Maddox no quería cargarles con más preocupaciones, pero sabía que no tenía otro remedio.

—Muy bien. Alguien se comunicó conmigo mentalmente, y me ordenó que os enviara a todos al cementerio esta noche, sin armas.

Lucien se acercó a Aeron.

—Tú conoces a esos nuevos dioses mejor que nadie. ¿Qué piensas? ¿Te parece algo propio de los Titanes?

—No soy un experto en ellos, pero no, no me lo parece. Ellos no tendrían por qué preocuparse de las armas. Aunque sean útiles para luchar contra los Cazadores, no lo serían para luchar contra los dioses.

—Supongamos que esa voz es de un Cazador — dijo Lucien—. Eso significa que nos enfrentamos a un Cazador que tiene una habilidad formidable. Y como es improbable que trabaje solo, tenemos que preguntarnos si sus amigos tienen poderes parecidos.

Aeron dijo:

—Somos más fuertes que los mortales, con poderes o sin ellos. Podemos vencerlos.

—Sí, si somos más listos. ¿No te acuerdas de lo que ocurrió en Grecia? Los Cazadores no eran tan fuertes como nosotros, pero pudieron hacernos daño una y otra vez. Ahora, lo más seguro es que nos hayan tendal do una trampa en el cementerio —dijo Maddox, mieras los miraba uno por uno—. Yo no podré ir, porque estaré muerto, pero todos los demás podéis. Debéis hacerlos caer en su propia trampa y matarlos.

Lucien sacudió la cabeza.

—A medianoche, Reyes y yo estaremos aquí contigo. Eso quiere decir que sólo podrán ir París y Aeron, porque Torin tampoco» puede salir. No podemos dejar que vayan solos a luchar cuando no sabemos a lo que se enfrentan.

—Entonces vayamos ahora —dijo Maddox. Odiaba salir del castillo, pero lo haría. Por proteger a Ashlyn, haría cualquier cosa, y si aquella nueva raza de Cazadores pretendía hacerle daño...— Todavía quedan siete horas hasta la medianoche. Eso es tiempo de sobra para que yo pueda luchar y volver.

Los demás lo miraron con sorpresa. Él nunca se había ofrecido para ir a la ciudad.

—Alguien tiene que; quedarse a proteger a las mujeres —dijo Reyes.

—Es cierto —convino Maddox.

—No estoy de acuerdo —dijo Lucien con una sonrisa de disculpa para ambos—. Matar a los Cazadores es más importante que proteger a las mujeres.

Reyes apretó los puños. Maddox apretó los dientes.

—Alguien tiene que quedarse —dijo—, o luchad sin mí.

Quizá Aeron fuera Ira, y Lucien fuera Muerte, pero nadie luchaba como Violencia. Llevarlo a él a una batalla era casi una garantía de victoria.

—Iremos sin ti —dijo Lucien con rotundidad.

Muy bien. No iba a dejar a Ashlyn sin protección.

—Entonces, decidme lo que pensáis hacer.

Hubo una pausa. Lucien y Aeron intercambiaron una mirada tensa. Antes de que él pudiera hacer algún comentario, Lucien tomó un mapa de una estantería y lo extendió sobre la mesa de billar.

Los demás se acercaron.

—Como veis, es un mapa de la ciudad. Antes, cuando estábamos planeando el ataque y vosotros estabais ocupados en otras cosas, decidimos poner una trampa en esta zona abandonada —explicó, y dibujó un círculo con la yema del dedo alrededor de una parte del sur de la ciudad—. Hay colinas y no hay casas, lo cual significa que es el sitio perfecto para atacar. Esperaremos aquí y dejaremos que los Cazadores se acerquen a nosotros.

—¿Ése es tu plan?

—Bueno, eso y matarlos —dijo Lucien. La fragancia de flores se intensificó mientras le brillaban los ojos amenazadoramente—. A mí me parece un buen plan.

—Quizá no vayan. Quizá estén en el cementerio.

—Vendrán —dijo Lucien.

—¿Cómo lo sabes?

Él hizo una pausa y miró a Aeron de nuevo.

—Tengo ese presentimiento.

Maddox soltó un resoplido.

—Puede que te equivoques. Al menos, deberíamos asegurar nuestra colina antes de que os vayáis, para que nadie pueda acercarse mientras vosotros estáis fuella y yo estoy muerto.

—Muy bien —dijo Lucien con un suspiro—. Pongámonos a trabajar.