Las calles de Montmartre están atestadas, como todas las noches a estas horas. Aquí es típico que un mar de gente de todo tipo se mezcle, que haya peleas callejeras e incluso reyertas mayores a la salida de los variopintos locales. Esto es lo que termina de amenizar este ambiente tan peculiar que no se ve en ninguna otra parte de París. Cuando cae la noche, en este particular barrio conviven las diferentes razas que pueblan la oscuridad, y nunca mejor dicho, la verdad, porque aparte de los pijos, góticos, intelectuales, señoritas de compañía, los y las cazafortunas, universitarios, jóvenes revolucionarios que planean movimientos de protesta ciudadanos, delincuentes, fanfarrones de barrios obreros, escritores, modelos, poetas, pintores, financieros, amas de casa, banqueros, travestidos, ricos herederos, miembros de la realeza, turistas y demás gentío, las razas verdaderamente peligrosas pululan acechantes en cada esquina, y los humanos caminan inocentemente sin saber de los constantes peligros a los que se exponen, ajenos a esta plaga que infecta su ciudad.

Después de terminar de comentar la buena noticia, Akos me pone al corriente de los últimos movimientos en nuestro plan mientras caminamos por las atestadas calles y seguimos en la distancia a una figura alta cubierta con un abrigo de cuero negro. Va andando por las estrechas aceras y llama demasiado la atención en la oscuridad de la noche, con su pelo rubio corto casi blanco y su actitud desafiante. Los rasgos de su cara parecen muy atractivos desde esta distancia, hace que casi todas las personas con las que se cruza se giren para mirarla. Es la vampira que nos interesa, Kat, nuestro siguiente objetivo, un pez bastante cercano al tiburón. No le quitamos ojo, nos ponemos en sitios cercanos pero discretos para no perder detalle de los sitios en los que entra. Hemos visitado ya cuatro locales con este. Está, por lo visto, haciendo la ronda de recaudación, aunque parece interesarse más por las personas que por el negocio, sobre todo por las mujeres. Mira y evalúa a todas las chicas guapas que se le cruzan. Por lo visto, y según descubrió ayer Akos, tiene una pequeña red de camellos vampiros que se dedican a surtir de delire en los locales cercanos al Lit Rond, la disco que regenta ella junto a Jacques y Noelle, otros congéneres suyos más conocidos por Jac y Noe. ¡Qué originalidad!

—Después de la recaudación se va de caza, normalmente en el Lit Rond. Ayer sedujo a una estudiante oriental, suele fijarse en mujeres que están solas y de paso por la ciudad, así es más difícil que alguien haga preguntas. A la chica a la que acompañó a su apartamento anoche la ha dejado viva, ha esperado hasta hoy al anochecer para matarla. La ha convencido para ir a dar un paseo y entonces la ha degollado en el bois de Vincennes, y después la ha tirado al lago de las barcas.

¡Maldita!

—Parece que tiene unos apetitos muy feroces y que no puede controlar, porque se toma muchas molestias. Normalmente, los vampiros se reúnen en sus lugares, en los que disfrutan de esos pequeños placeres sin tener luego que molestarse por esos asuntos tan vanos; eso se lo dejan a sus lacayos. En todas las ciudades tienen a algunos miembros del orden público compinchados que les hacen todo ese trabajo sucio. Esta se procura su diversión y comida por su cuenta porque es muy voraz. Desde que la sigo ha estado por lo menos con tres mujeres y le gustan las morenas, así que si queremos acercarnos a ella siento tener que decirte que tú tendrás que ser el señuelo, porque cumples todas sus expectativas…

—¡Qué maravilla, ahora sí que estoy contenta! ¡Soy la fantasía sexual de una vampira ninfómana, camella y drogadicta!

Akos ríe por mi ocurrencia.

—Sabes que de buena gana me cambiaría por ti. Desde que voy tras ella la tengo muchas ganas, pero creo que no le gusto. Ayer pasé por su lado dos veces con intenciones y ni me miró siquiera. Si queremos avanzar, ella es nuestro objetivo, Stella.

Volvemos a seguirla. Parece que regresa al punto de partida, ha terminado la ronda de recaudación y se dispone a buscar la cena y el entretenimiento.

—Cuéntame a qué se dedican los otros dos, sus socios.

—Pues a más de lo mismo. Algún trapicheo de drogas por aquí, un ligue por allá… El tal Jac es el encargado de este sitio; bueno, más bien es el que selecciona a la gente que entra. Él y Noe están liados, o por lo menos eso me pareció ayer, aunque creo que la que realmente le gusta es Kat, porque pasa olímpicamente de él. Nuestra amiga, después, va al club privado donde se reúne la crème de la crème vampira, todas las noches sin excepción, ya sabes, al lugar del que nos hablaron mis contactos, el Le Club, un sitio muy exclusivo al cual no dejan pasar a cualquiera que no tenga un buen contacto allí.

—¿Y Kat lo tiene?

—Sí…

—¿Y quién es, si puede saberse? No, espera, hemos tenido una inmensa suerte y es muy amiguita de Koko.

Niega con la cabeza, pero sin decir nada.

—¿Entonces?

—Es Iskra, parece ser que son amantes…

¡MIERDA!

Hemos dado con lo que buscamos, aunque esto me hace darme cuenta de que de ahora en adelante deberé controlarme más para no echarlo todo a perder si me encuentro con ella. Respiro profundamente y hago un esfuerzo para no pensar más en esto, veo cómo se mete en el local y se acomoda en una de las calles adyacentes para controlar las puertas de entrada, pues tiene dos, la principal y la de atrás, que da a un callejón donde están los contenedores de basura. Akos continúa comentando detalles sobre Kat, pero mi cabeza está pensando a mil por hora la forma de continuar con nuestros propósitos. No podemos confiar en acercarnos a nuestro pececillo sin emplear más tiempo del que disponemos. Tampoco podemos abrir otros caminos por lo mismo. Si tan solo pudiésemos usar a la vampira para que espiase por nosotros, sería fantástico.

¡Un momento, hay una manera de hacerlo, pues claro, jajajajajaja!

—¿Qué te pasa? ¿De qué te ríes, Stella?

—De que acabo de solucionar todos nuestros problemas.

Akos me mira muy extrañado.

—¿A qué te refieres?

—A que nosotros también tenemos una manera muy efectiva de entrar en ese club, e incluso en la mansión esa de las afueras de la que me estabas hablando ahora mismo.

Sigue mirándome sin comprender nada.

—Verás: podemos capturar a Kat y me haré pasar por ella, por supuesto con un tiempo limitado, veinticuatro horas máximo, pero nos servirá; no necesito mucho para espiar y enterarme de los detalles más interesantes. Hay que pulirlo todo, por supuesto, pero lo más gordo está solucionado.

—¡¡Espera, espera, para el carro, Stella!! ¿Me estás diciendo que puedes hacerte pasar por la vampira y que vas a entrar sola en la guarida de esos desalmados, y que permanecerás en ella durante un día? ¡¡¿Has perdido el juicio?!!

—A lo mejor no necesito un día; si me lo propongo, puedo hacerlo en menos.

Empieza a negar con la cabeza, presuponiendo seguro un montón de inconvenientes.

—¡De eso nada, pensaremos otra cosa! ¡No quiero arriesgarme con algo tan comprometido!

—Pero Akos, tengo que pulirlo, ahora parece descabellado y casi imposible, pero…

—No, hechicera, está todo dicho.

¡Mierda!

—¡Pues no sé si se me va a ocurrir nada mejor, que lo sepas!

Discutimos un buen rato más porque no me he dado por vencida y porque Akos solo ve lo negativo. Argumenta, en general, que muchas partes quedan sin control ni vigilancia, completamente al azar, aunque tenemos que dejarlo para más tarde porque parece que empieza la acción en el callejón. Nuestra amiga sale acompañada por alguien, se me ocurre que a lo mejor es el ligue de turno. Si es así, esta chica es muy rápida, aunque Akos enseguida me señala que es la otra vampira, Noe, y me transmite todo lo que dicen. Hablan del negocio de la droga, sobre un camello que les está dando problemas y sobre lo pesado y controlador que se ha vuelto Jac últimamente. La vampira morena trata de apaciguar a nuestra amiga diciéndole que es porque ella no quiere unirse a ellos y pasarlo bien los tres juntos. Kat suelta un insulto contra el hombre y dice que no le interesan los tíos para nada, ni siquiera los de su raza, y a continuación se ríen por algo subido de tono y se ponen a enrollarse. Parece un simple calentón, aunque enseguida pasan a mayores cuando Kat le sube el top y la minifalda a la otra y empiezan a tener relaciones sexuales allí mismo.

—¡Vaya, estas no se cortan! Creo que hoy no va a buscar ligue fuera, hoy cena en casa.

—Pues se les va a acabar la diversión de un momento a otro, porque entra en escena el otro chupóptero…

Me centro de nuevo en las sombras del callejón y veo que Akos tiene razón. Aparece de la nada un hombre que se queda observando, alejado unos cuantos metros, aunque Kat y Noe ya han terminado y están vistiéndose. Entonces es cuando se acerca y las besa a ambas, les dice que estarán más cómodos en su oficina privada. Kat suelta una carcajada bastante histriónica y se burla del hombre, añadiendo que si quiere ver cómo se lo vuelven a montar Noe y ella que no hay problema, pero que jamás se acostarán los tres juntos porque él le da asco. ¡Menudo tacto! Esto, por supuesto, no le sienta muy bien al vampiro, y con las mismas agarra a Noe y empieza a enrollarse con ella tratando de demostrar que no le importa lo que le ha dicho. Kat, por su parte, escupe en el suelo con odio, se da media vuelta y se marcha.

—Luego nos llaman a nosotros animales… —comenta Akos con indiferencia.

Se aleja del local y se mete por la calle de al lado, donde tiene el coche. Akos asegura que se irá al Le Club, y como nosotros también hemos aparcado cerca, rápidamente la alcanzamos, en cuanto llegamos a las amplias y desiertas calles del distrito siete. Aparcamos cerca de la puerta y hago un hechizo para parecer invisibles y pasar del todo desapercibidos, sin problemas. Vemos cómo saluda a los matones de la puerta y se mete en el local, esperamos un rato a ver qué pasa, aunque según Akos es todavía pronto para que ella esté por aquí, ya que a estas horas está divirtiéndose con la víctima de turno en Montmartre.

—Esta noche no debe de estar de humor después de la escenita del callejón.

—Seguro. Oye, Akos, ¿por qué no me cuentas otra vez mientras esperamos los detalles del cuartel general vampiro?

—Como quieras. Es un edificio con muchas medidas de seguridad, está muy cerca del bois de Boulogne, tiene vigilancia las veinticuatro horas del día con circuito cerrado de cámaras, perros y alambrada electrificada. Eso para los humanos; para los no humanos tienen un pequeño ejército vampiro cuyos miembros se parecen a esos dos tipos de la entrada, y cubren todo el perímetro de la casa. —Señala hacia la puerta de la discoteca—. Las ventanas y puertas son blindadas; las dos puertas de entrada al edificio están vigiladas, al igual que una pequeña construcción que hay dentro del extenso terreno de bosque que tiene, que es donde se encuentra el suministro eléctrico que usa la casa. ¡Ah, y se me olvidaba! Completa la seguridad del recinto un escáner de identificación por tacto e imagen. Tienes que ser vampiro para que te dejen entrar sin arriesgar la vida, porque también entran sus lacayos y las víctimas que les suministran estos a cualquier hora. Cambian de lacayos constantemente para no llamar la atención.

Parece un sitio inexpugnable y el plan que se me había ocurrido se me presenta cada vez más factible; cuanto más lo pienso, más me convenzo.

—¿Lo ves, Akos? Tú mismo lo estás diciendo: mi plan es el más viable, ninguna de esas medidas de seguridad sería un problema, tendría total acceso a todo el recinto y estaría libre de sospechas, ya que nadie se olería nada.

—¡Joder, que no! Se te olvida que estarás descubierta, sin protección todo el tiempo que estés dentro. ¡Me niego, Stella, son demasiadas cosas al azar!

Volvemos a discutir.

—Akos, escúchame: aunque lo hiciésemos de otro modo, siempre quedarían cosas al azar. No se puede controlar todo.

Exhala con fuerza, notablemente molesto.

—¡Por eso hay que hallar la manera de controlar todo lo posible, hechicera!

De improviso, para una limusina negra frente a la puerta e interrumpe nuestra discusión. El chófer sale a abrir la puerta trasera, de donde sale una mujer rubia con un traje rosa chicle muy ajustado y una estola negra de piel muy larga que arrastra descuidadamente. El corazón se me acelera y la rabia me sube hasta la garganta.

—¡Maldita zorra! —digo de repente muy enfadada y en voz alta, conteniéndome para no salir.

Akos me pone una mano en el hombro intentando aplacarme.

—Ya llegará el momento, Stella, ten paciencia.

Es ella, Iskra. Podría matarla aquí mismo y acabar con todo esto aunque echase a perder el plan; al fin y al cabo, a esto es a lo que he venido, ¿no? Respiro hondo para hacer regresar al sentido común viendo cómo se contonea mientras sube las escaleras hasta la puerta y desaparece dentro.

—¡Hay que infiltrarse ya, Akos!

Vuelve a resoplar con fuerza.

—Si llevásemos a cabo ese plan tan temerario que has pensado, dime cómo vas a hacer para controlarte cuando la veas y estés cerca de ella. Dentro no puedes dejarte llevar por la furia; si lo haces, harás fracasar toda la misión.

—¡Usando todas mis fuerzas! La verdad y si te soy sincera, es lo único que me preocupa, mi reacción cuando esté cerca de ella.

—Pues puedes apostar que como Kat es su amiguita especial lo estarás, y mucho. Esa es una de las cosas que considero que están completamente al azar. ¿Y si decide que quiere tener un revolcón con ella? ¿Vas a descubrirte? No quiero ser aguafiestas, Stella, sabes que lo odio, pero si te descubre tienes que tener un as bajo la manga para poder escapar sola.

—Improvisaré, Akos; sabes que se me da bien. Además, no nos pongamos tan fatalistas. Intentaré por todos los medios que no suceda eso, mi objetivo es entrar en la mansión y espiar para recabar información, usar a Kat para poder moverme y entrar en sitios a los que jamás tendría acceso de otro modo. En cuanto logre mi cometido, me marcharé lo más rápido que pueda.

Se cubre la cara con las manos intentando pensar apoyándose en el volante.

—¿Y qué pasa con tu seguridad? Solo puedo cubrirte cuando estés fuera, en la calle. Cuando estés aquí dentro o en la mansión, no podré guardarte las espaldas. ¿Qué has pensado para eso?

—Puedo llevar un micro oculto para que oigas todo lo que ocurre y si pasa algo poder intervenir. En la puerta de la mansión no hay detector de micros, ¿verdad, Akos?

—No me vaciles, Stella, esto es muy serio.

—¡No te estoy vacilando, solo animándote un poco porque esta noche estás muy aguafiestas!

Me mira con una ceja levantada, fastidiado.

—No te mosquees hombre, entiendo tus puntos de vista y sé que la ejecución del plan es un poco audaz e improvisada; si no quieres que lo hagamos planearemos otra cosa, la confianza y la seguridad son importantes en nuestro equipo, una de las claves por las que funcionamos tan bien, y si tú no vas a tener ninguna de las dos prefiero pasar de esto y gastar nuestras energías en planear algo que nos convenza a ambos. No quiero discutir más, Akos, ¿entendido?

Le sonrío para que se relaje y le ofrezco un chicle como ofrenda de paz. Lo coge, le quita el envoltorio y se lo mete en la boca más tranquilo, aunque a los dos segundos vuelve a poner mala cara.

—Pero ¿qué es esto? ¿Sandia? ¿Es que quieres matarme? ¡Qué asco! ¿No tienes de otro sabor más normal?

Me echo a reír.

—No, son todos de sandía, pero están buenos, eres un exagerado. ¿Has visto qué aguafiestas estás? ¡La que has montado por un simple chicle!

Se los gané ayer a Uriel al póker, y antes él lo hizo con Kassi. A mí me gustan, son mejores que las galletitas saladas con las que apostamos siempre y de las que empiezo a estar un poco harta, la verdad. De pronto vemos cómo algunas limusinas más llegan y se adentran por la parte trasera del edificio hasta algún garaje privado o algo así. Entonces dejamos nuestra tonta conversación para más tarde, seguramente serán los peces gordos, a lo mejor en una de ellas va el tal Koko. A la vez, sale nuestra amiga Kat acompañada por Iskra, piden el coche y mientras esperan se besan en las escaleras. Después Iskra apura la copa que tiene en la mano, se la entrega a uno de los matones y se mete en el coche sin parar de reír. Materializo el coche de nuevo al instante, así Akos no tiene que esperar más tiempo para arrancar y seguirlas a distancia para que no se den cuenta. Creo que se dirigen a la famosa mansión. Alejados de la entrada, presenciamos cómo traspasan la alambrada y cómo el coche recorre un camino de grava hasta la puerta principal. Está empezando a llover torrencialmente y me ha cambiado el humor al volver a ver a mi enemiga.

—¡Vámonos, Akos, aquí ya no hay nada más que ver!

Da la vuelta y conduce en silencio hasta llegar a la calle de atrás de la Orden. Yo tampoco he dicho nada, me he quedado pensativa, con un talante tan sombrío y desapacible como la noche. Para justo debajo de una farola, junto a la puerta de entrada, y se gira hacia mí.

—Necesitaremos no solo micros, sino algunos hombres de confianza para atacar llegado el momento, y un lugar al que llevar a la chupóptera para hacer el conjuro y mantenerla recluida mientras te infiltras en la mansión. Mañana lo pensaremos todo mejor, vendré a primera hora y hablaremos largo y tendido sobre el tema, quiero dejar concretado todo lo que se pueda, Stella. ¿Estás de acuerdo? —pregunta serio dando a entender que es su última palabra.

Asiento mientras me abrocho la cazadora para marcharme.

—Entonces mañana nos veremos. No hace falta que entres, Akos, caminaré hasta la puerta.

Antes de salir, hace que me vuelva.

—¡Descansa y cambia de chicles, porque estos están asquerosos!

Al final consigo sonreír y saco uno que trasformo con magia convirtiéndolo en uno con sabor a menta, que seguro será más de su agrado. Entonces bajo del coche y entro hasta el gran patio, que parece desierto. Camino despacio, sin importarme en absoluto que a estas alturas esté calada hasta los huesos. El agua está muy fría, pero me despeja. Subo hasta mi apartamento y, sin quitarme nada más que la cazadora, me pongo a preparar la pasta y a poner la mesa para avisar a Assur, pero cuando estoy sacando las copas, unos golpes suenan en la puerta y sé que es él. De pronto me doy cuenta de que me apetece mucho verle, será un antídoto para mi mal humor. Abro y su imponente figura y su media sonrisa me traspasan, haciendo que todo lo ocurrido hasta ahora, quede en un segundo plano.

—¿Qué ocurre, la noche no ha ido bien? —me pregunta a continuación.

—¿Por qué lo dices?

—Estás más seria que de costumbre y tus ojos no brillan como siempre.

Me alucina el poder de observación que tiene sobre mi.

—Nada que no puedan arreglar una copa de vino y una buena compañía. —Cojo la botella y se la doy para que la abra—. Espero que te guste, un pajarito me ha dicho que eres muy entendido. Yo la verdad no tengo mucha idea y he elegido este por intuición, aunque creo que te gustará.

Mira la botella y asiente.

—La cosecha es de un buen año, y junto a ti es perfecto.

La abre con destreza sirviendo el oscuro líquido granate en las copas, me ofrece una.

—Brindemos, pues, porque la velada resulte tan buena como la cosecha de vino —digo sonriéndole.

—Eso seguro.

Doy un trago y me parece que tiene un sabor suave y afrutado.

—Está bueno, parece de los que se suben a la cabeza sin que te des cuenta.

Me mira divertido.

—De eso se trata, Stella. Te daré tu primera lección sobre vino. El vino bien elaborado embota los sentidos porque se bebe fácilmente, eso significa que su sabor tiene los matices adecuados para que le guste al paladar, este es un requisito muy importante.

—¡Vaya, no sé qué pensar! Me acabo de dar cuenta de que voy a ser yo la que acabe embriagada cuando lo he traído para todo lo contrario! Creo que he cometido un error de cálculo, ya que a ti no te afecta nada —respondo bromeando porque sé que por su naturaleza no sucumbe a estas cosas tan mundanas y humanas.

—¿Quién ha dicho eso? En estos momentos estoy tan ebrio como si me hubiese tomado dos cajas.

Acercándose y poniéndose a mi lado me suelta el pelo, que me cae empapado sobre la espalda.

—Desde que te vi la primera vez estoy bajo los efectos de tu sabor, tu olor y tu tacto, como si fueses el mejor de los vinos.

Sonrío turbada por sus palabras. De repente me coge de la barbilla y me besa despacio. Aunque en ese momento suena mi teléfono móvil desde la habitación y nos interrumpe.

¡Mierda! ¡¿Quién será a estas horas?!

—¡Lo siento muchísimo, Assur; juro que hoy no esperaba ninguna llamada!

—No pasa nada, luego te besaré dos veces y asunto arreglado.

Voy hasta el dormitorio sonriendo por lo que acaba de decir. ¿Solo dos veces? ¡Deseo muchísimas más! En cuanto veo el número sé que es desde Martinica y lo cojo preocupada pensando en lo que puede haber ocurrido, ya que no es normal que me llamen a esas horas. Es Marie, para anunciarme su reciente compromiso. Me tranquilizo, vuelvo a sonreír y le presto atención. François, su prometido, le acaba de pedir que se casen. Esto me toma por sorpresa después de la noche que he tenido. Cuando me sitúo un poco, me alegro muchísimo por ella, puesto que sé que a pesar de llevar poco tiempo juntos están muy enamorados.

—¡¡Bueno, le habrás dicho que sí!! ¿O te estás haciendo la dura, cielo? —pregunto, aunque sé la respuesta de antemano.

La verdad es que el chico es encantador y parece que está colado por ella. Con Marie todo es muy sencillo, porque es una persona muy buena, simpática y cariñosa, y se le coge cariño enseguida. ¡Yo la quiero muchísimo! Muy emocionada, añade que no se lo ha puesto muy difícil y me cuenta todos los detalles de cómo se lo ha pedido. Lo que me hace sentarme es la segunda parte de la conversación.

—¡¡Me encantaría que me acompañases ese día, Stí; me haría mucha ilusión!! ¡Te quiero como a una hermana y me haría muy feliz que aceptases ser mi dama de honor!

—Por supuesto que sí, cielo, no me lo perdería por nada del mundo. Yo también te quiero mucho.

De repente, sus palabras me causan una gran conmoción que casi provoca que me ponga a llorar. Últimamente me hace mucha falta saber que pertenezco a un lugar con personas a las que les importo. El resto de la conversación es más llevadera, porque es sobre el vestido que elegirá para Sofie y para mí, la fecha del acontecimiento y los millones de planes que hará su madre en cuanto reciba la noticia. Como es la primera boda en toda regla del grupo, ya que Sofie se casó por lo civil en una discreta ceremonia en los juzgados, esta noticia será un bombazo, sobre todo para el «Terremoto del Caribe». Después de colgar me quedo sentada un buen rato, pensando en lo feliz que me hace sentirla tan contenta, tanto me evado, que creo que la cena que dejé calentando se ha echado a perder, seguro. Me levanto de golpe a ocuparme de ella o lo que a esas alturas quede de ella…

 

¡Si hubiese podido emborracharme tomando esa botella de un solo trago, no hubiese conseguido marearme tanto, como saboreando su boca! La he visto llegar andando bajo la lluvia desde una de las ventanas del pasillo y he querido salir en su busca rápidamente. Aunque no quiero parecer impaciente, ni que note que he estado contando el lento tiempo desde que nos despedimos esta tarde. Además, he escuchado toda la conversación telefónica, pareciéndome de lo más encantadora; y es que no puedo evitar esas cosas, todo lo concerniente a ella me interesa mucho. ¡Realmente no sé casi nada de ella!  Me siento en el sofá después de haber terminado con la cena, imaginándomela con ese vestido que hablaban en la conversación; estará preciosa, eso seguro…

 

 

—¡Perdóname, me he distraído! Soy una anfitriona pésima, he dejado que te encargases de todo.

Dice de pronto apareciendo delante de mí, cogiendo su copa de vino y apurándola.

—Si no te importa, voy a quitarme la ropa mojada y enseguida estoy contigo. ¿Puedes servirme otra?

—Así vas a ponérmelo muy fácil; si te embriagas podré hacer lo que quiera contigo.

La oigo reír desde la habitación.

—¡No creo, tengo bastante aguante con la bebida, además eres demasiado caballero para aprovecharte de mí así, ¿no?!

¡Qué buena opinión tiene de mí! En este preciso momento tengo que hacer verdaderos esfuerzos para no abalanzarme sobre ella. Cuando sale empezamos a cenar, me dice que este plato es su especialidad, tagliatelle al pomodoro e zucchine. Me hechiza ver cómo lo dice, haciendo un pequeño gesto encantador. Después coge la copa y me propone otro brindis.

—Acaban de darme una buena noticia, una de mis mejores amigas se casa, así que brindemos por ella, por que sea muy feliz.

Bebemos mirándonos fijamente.

—¿Crees que la felicidad depende de casarse, Stella?

—Creo que depende más de encontrar a la persona adecuada, lo de casarse es secundario.

—¿La has encontrado?

—No lo sé, creo que soy una persona muy difícil.

—¿Por qué?

—Ya solo por la ocupación que tengo no soy lo que se dice una compañera convencional. Mírame, Assur, ¿qué tendría que decir? Cariño, no me esperes esta noche despierto que volveré tarde, voy a cazar unos cuantos vampiros, pero no te preocupes, que voy con mi compañero, el hombre lobo.

—A mí me lo dices todas las noches y me pareces de lo más normal y deliciosa…

Sonríe adulada.

—¿Me vas a pedir que me case contigo?

—¿Te gustaría que lo hiciese?

—Creo que saldría corriendo —responde bromeando—. Lo del matrimonio no me convence mucho. ¿Sabes una cosa? Prefiero ser la amante antes que la esposa; es más divertido y menos complicado, ¿no crees?

De pronto recuerdo lo que me dijo ayer, que le daba miedo que estuviésemos juntos, pero ¿por qué? Estoy loco por ella.

—¿Stella, por qué te doy miedo?

—¡Vaya, esta noche estás en plan detective! —dice como toda respuesta mientras se levanta y va hasta la nevera para coger algo de dentro.

Hemos terminado de cenar, y regresa con una bandeja llena de pequeñas bolitas negras y blancas que parecen ser de chocolate.

—Es el postre, fresas con cobertura de dos chocolates.

Se sienta y coge la botella, vaciándola en las dos copas, bebe un sorbo y seguidamente toma una pequeña bolita, que mastica despacio sin dejar de mirarme. Me encanta verla hacer esto, es tan sexi que no puedo contenerme y me acerco para besarla. Saboreo el chocolate y el vino en su tentadora boca.

—¡De momento podemos empezar siendo amantes, Stella; estoy seguro de que nos divertiremos mucho más!

—Creo que no sirvo para eso tampoco, ni siquiera podría ser la amante, porque para eso hay que comprometerse y yo no soy capaz de hacer feliz a nadie en ese sentido, y mucho menos a ti.

—Entonces lo que te pasa es que tienes miedo al compromiso.

—Al compromiso en sí no, es más bien a comprometerme contigo.

—¿Por qué? ¡No lo entiendo! —pregunto repentinamente molesto, porque no me ha gustado nada oírla decir eso.

—¡¡Es muy sencillo!! Cada vez que estamos juntos, sacudes todo y pones mi mundo patas arriba. Ahora mismo lo estás haciendo mirándome como lo estás haciendo —responde medio en broma, sonriéndome, aunque yo me he quedado más distante de lo que deseaba.

Parece notarlo e intenta explicarse.

—Assur, te lo digo en serio, se te ve tan seguro de lo que quieres, cuando yo lo único que puedo hacer es tener miedo por las emociones tan intensas que me provocas. No puedo explicarlo, lo único que sé es que me da la sensación de que cuando estamos juntos me entrego demasiado, y esto hace que me sienta muy vulnerable. Eres tan intenso y apasionado, que creo que no sé corresponderte.

—Podemos ir despacio.

—¡Assur, me estás asustando! ¿Qué es lo que te propones, hacer que me comprometa contigo aquí y ahora? Hay muchas razones por las que no puedo, empezando por mi manera de ser y las circunstancias que tengo ahora en mi vida, continuando, porque no soy buena comprometiéndome como ya te he dicho, y terminando por la inseguridad que me causas. Todo esto me paraliza y hace que sea imposible.

Niego con la cabeza porque todo esto no existe, aunque ella insista.

—Me encanta el peligro y la acción, la mayoría del tiempo estoy rodeada de ellos y soy plenamente consciente de que si tienes pareja esto la hace sufrir, me dolería mucho causarte daño, Assur, aunque fuese sin pretenderlo. Te mereces una persona mejor que yo, de verdad, hazme caso.

—Estás totalmente equivocada, Stella. Eres la única persona en el mundo que podría hacerme feliz, solo tenerte así ahora mismo lo hace.

Me sonríe y enreda sus dedos en mi pelo después de soltármelo.

—¡Eres tan adorable, Assur!

—Tu sí que eres adorable, la única mujer que sabe darme lo que deseo en todo momento.

Me quedo unos instantes en silencio, tratando de ordenar mis pensamientos para poder decirle lo que siento.

—Stella, escúchame: sé que no es fácil reconocer sentimientos cuya magnitud desconoces, a mí me ha pasado, pero te digo que eso se supera. Lo que me hace daño de verdad es no tenerte, y no me refiero solo a lo físico, sino a que desaparezcas otra vez de mi lado sin habernos dado tan siquiera una oportunidad. Tienes razón en una cosa, y es que sí quiero que te comprometas conmigo, y para eso estoy dispuesto a darte todo el tiempo que necesites, puedo esperar lo que sea; te prometo que lo haré hasta que estés preparada, porque sé que estás hecha para mí. No me importa que te vayas lejos por las misiones, aprenderé a sobrellevarlo, pero sabiendo que cuando regreses volverás a mí. ¡Déjame demostrarte lo mucho que me importas, consiente que me ocupe de ti, déjame entrar en tu vida, permíteme estar a tu lado!

Me quedo en silencio, mirándola, diciéndole sin palabras todo lo que significa para mí.

—No quiero dejarte marchar, sé que tú también sientes algo por mí, dime qué significo para ti, por favor Stella.

Inmediatamente después de esas palabras, suelta mi mano, se levanta repentinamente, y se pone a andar de un lado a otro del salón. Parece estar librando una batalla interior consigo misma. Al cabo de un buen rato, viene hacia mí, y se arrodilla para hablarme.

 

Se me acaba de declarar…

¡¡Serás idiota, Stella!! ¡¡Díselo, sé sincera y ten un par de ovarios, afróntalo como una verdadera mujer!!

¡Ya que fácil parece todo! ¿Y si esto no funciona? ¿Y si se da cuenta de que no soy lo que busca? ¿Cómo me afectaría eso? ¡Seguramente me moriría!

¡¡Pero no será mejor haber vivido esto una vez en la vida y haber fracasado, que lamentarse por no haberlo intentado siquiera, volverte loca todos los días del resto de tu vida preguntándote qué hubiese ocurrido!! ¡Stella, esta no eres tú, esta no es tu manera de ser! ¿Qué te pasa?

¡Estoy muerta de miedo porque nadie me ha importado nunca tanto como él!

¡¡Pues díselo, háblale sinceramente, di lo que deseas, aunque le descubras tus verdaderos sentimientos!!

 

—Assur, quiero ser sincera contigo porque te lo mereces. Antes me has preguntado si había encontrado a la persona adecuada y te he dicho que no lo sabía. Sí lo sé, la encontré en el pasado, hace ochocientos años, y eres tú. Realmente no sé si eres la adecuada en el sentido normal de lo que esto significa, ya que ni tú ni yo somos lo que se dice corrientes, aunque para mí lo eres y eso es lo único que me importa. Eres el único hombre del que me he enamorado, y mira que he tratado de dejarlo a un lado intentando luchar, pero al final ha sido una batalla perdida, porque siempre has estado ahí, haciendo de mi vida un caos, dejándome sin saber cómo actuar o comportarme, descubriendo que lo único que deseo es estar contigo… Aunque estoy aterrada. Tengo miedo a entregarme y que esto no funcione, que me destroce y me lleve a un lugar del que no sepa volver, pánico a no saber estar a la altura y a no poder corresponderte, terror por descubrir que no sea lo que esperas después de todo y perderte para siempre. ¡No sé vivir en este torbellino de emociones tan intensas que me provocas! Ya te lo he dicho antes, soy una persona complicada, mi manera de ser y de vivir produce dolor en la gente y me muero de pensar en causártelo a ti. ¡No puedo, no soy capaz de hacer feliz a nadie, y menos a ti! Por eso debemos dejar esto ahora, antes de continuar y hacernos más daño. Lo siento, Assur, no tengo nada que ofrecerte. Se me parte el alma, pero debes apartarte de mí antes de que sea demasiado tarde.

Me sonríe triste, conteniendo las lágrimas, con gran pesar va a sentarse a su sitio, apurando la copa de vino mientras las lágrimas inundan sus ojos. Me rompe el corazón verla así. ¡¿Cómo voy a persuadirla y hacerle cambiar de opinión, convencerla de que la única manera de que esto funcione es estando juntos, que solo así los obstáculos desaparecerán sin más?! No estoy de acuerdo con nada de lo que ha dicho, ella está hecha para mí, tengo la certeza porque es el único ser en el universo que me llena de completa felicidad, aunque ahora mismo estemos a miles de kilómetros alejados el uno del otro. La ira me sorprende, no puedo consentir que se aleje de mí, lucharé hasta hacer que vea que está equivocada. ¡Esto solo es el miedo que está hablando por ella! Tengo que tratar de convencerla, porque si no se alejará y me hundirá en la más absoluta desesperación, me obligará a convertirme en un ser muerto.   Me levanto muy enfadado, decidido a hacerle ver que está equivocada.

—¿Y cómo estás tan segura de que no me haces feliz? ¿En qué te basas, si ni siquiera lo has intentado? ¡Eso lo tendré que juzgar yo! ¿No crees, Stella? Lo siento, pero estas pobres excusas no me valen. ¡Te pido que me des una oportunidad! No, no te lo pido, ¡te lo exijo!, ambos nos la debemos.

—…Si lo hago, estaré perdida, porque la oscuridad me devorará cuando te marches, cuando te des cuenta de que te has equivocado conmigo, y no soy tan fuerte para soportar eso. ¡Por favor, Assur, vete ahora que aún estamos a tiempo!

—¡No Stella! Ya es demasiado tarde, tendrás que sacar fuerzas de donde sea porque no voy a marcharme nunca.

Avanzo hacia ella para intimidarla un poco. Continúa mirándome con esas dos estrellas esmeralda, muy sorprendida, sin saber qué hacer ni que decir. De pronto, a su lado y sin poder contenerme, la cubro con mi cuerpo besándola apasionadamente. No se resiste y nuestras bocas se funden, la energía centellea a nuestro alrededor envolviéndonos. Se abraza fuerte a mí y me besa como si fuese la última vez que va a estar así conmigo… La muy testaruda piensa que voy a dejar que se aparte de mi lado. ¡Dioses, cuán equivocada está, jamás me separaré de ella, haré que comprenda que es lo único que necesito, el único ser que puede hacerme feliz! Gime en mi boca y se arquea contra mí, buscándome desesperada. La cojo y la llevo al centro del salón para tumbarla sobre la alfombra, acaricio su cuerpo. Toco sus pechos y su cintura; recorro con mi boca la piel de su cuello, que me embriaga con su maravilloso sabor; me hundo en la cascada suave de su cabello negro. Ella me desabrocha la camisa para acariciarme provocándome exquisitas sensaciones que me trasportan a un universo al que solo ella sabe llevarme. Bajo por su cuerpo despacio, me entretengo en besar cada exquisito rincón, aparto su pantalón y descubro unas pequeñas braguitas negras, casi transparentes, que me nublan la razón. Intento serenarme volviendo a mirarla a los ojos, pero entonces ella se deshace de la chaqueta que lleva puesta, quedándose con una fina camiseta ajustada que marca todos sus contornos como si estuviese desnuda. Esta vez no puedo aplacarme y comienzo a tocarla con urgencia, quiero hacerle sentir el deseo que ella me hace sentir a mí. Llevo mi mano entre sus piernas y hago que jadee cuando mis dedos rozan su clítoris y los introduzco. Es tan perfecto sentirla totalmente entregada pidiéndome más hasta llegar al límite, que cuando explota siento una emoción de plenitud inmensa por volver a tenerla así de nuevo. Sigo besándola y acariciándola hasta que los latidos de su corazón se calman y yo puedo controlarme también. Me incorporo poniéndome a su lado, la miro largo rato, en silencio.  Una determinación de acero me invade. Quiero hacerle saber que ya no hay vuelta atrás, que la decisión está tomada y es inamovible…

—Mi pequeña, estoy tan enamorado de ti…

Me abraza y me besa de nuevo.

—Yo también lo estoy de ti, Assur.

El corazón golpea fuertemente mi pecho.

—¡Dímelo otra vez, iyari, necesito oírtelo decir muchas veces, necesito escuchar que te mueres si no estás conmigo, que si no me ves a tu lado la oscuridad se ciñe sobre ti, que si no me tocas o me besas te sientes incompleta como me siento yo, que si no te entregas a mí no lo harás a nadie más; dímelo, te lo suplico!

Se aparta de pronto, sin decir nada; mirando al vacío.

¡Por todos los dioses, es la mujer más obstinada que he conocido nunca!

—¿Sigues creyendo que no eres suficiente para mí, que no sabes corresponderme, por eso te vas?

—Assur, no voy a negar que físicamente tú y yo nos entendemos a la perfección, pero eso no basta.

Cojo su mano para que toque directamente la piel de mi pecho y sepa lo que siento por ella.

—¡¿Qué es lo que sientes?!

—Assur, eso ahora no es lo importante…

—¡Sí es importante, porque siento lo mismo que tú! Estoy perdidamente enamorado de ti, estamos hechos el uno para el otro. ¡No me dejarás porque no podré soportarlo; si lo haces, será cuando me causarás dolor!

Aparta la cara dejando de mirarme, aunque tomo su barbilla para obligarla a hacerlo.

—¡Dame una razón de peso para retirarme; dámela, Stella! No puedes, ¿verdad? ¡No la encuentras porque no existe!

Trata de apartarse. Puedo oír los latidos de su corazón martilleando con fuerza, está mordiéndose el labio de abajo notablemente contrariada.

—Stella, dime que me necesitas, como yo te necesito a ti.

Entonces se levanta y se aleja, vuelve a pasearse de un lado a otro, muy alterada, con esas braguitas transparentes y esa ajustada camiseta, por todo el salón. Parece estar, además de confundida, muy enfadada. Tras unos cuantos paseos, comienza a gritarme, fuera de sí, demostrándome con esta reacción que está llena de miedo.

—¡¡No, Assur!! ¿Cómo te atreves a pedirme eso? ¡¡Déjame, márchate ahora mismo!!

Trato de calmarla acercándome para abrazarla, pero me aparta de un empujón.

—¡¡No me toques!! Te odio, Assur, ¿me oyes? ¡¡Te odio!!

Intento cogerla de nuevo tratando de desoír sus palabras, aunque me golpea el pecho con todas sus fuerzas. No me aparto, y al ver que no consigue su propósito, con un fuerte tirón se separa dirigiéndose a la habitación. Agarro su muñeca para que no lo haga.

—¡¡Suéltame y vete, Assur, no quiero volver a verte!!

—¡¡No!!

Con un movimiento muy rápido, consiguiendo soltarse, me propina una bofetada. Entonces tomo sus manos y la obligo a escucharme.

—Basta, Stella, escúchame.

—¡¡Te prohíbo que me toques, apártate, no quiero oír nada!!

Forcejea, tiene que tranquilizarse. Sus ojos me taladran, porque está furiosa. 

—¡¡No te das cuenta de que me estás haciendo daño, Assur!! ¡No soy tan valiente como tú, si sigues pidiéndome lo que no puedo darte, me destruirás!

—…Si me apartas de ti será cuando te destruyas, y me arrastrarás contigo, porque no soportaré verte así…

—No es verdad… —responde con la voz quebrada súbitamente, como si hubiese perdido toda la determinación y el enfado.

La suelto y veo cómo se deja caer en el suelo unos cuantos pasos más allá, dentro del dormitorio, llorando y totalmente hundida. Quiero ir a consolarla; sin embargo, dejo que se desahogue, que se libere de ese miedo que no le deja pensar con claridad. La observo durante un buen rato con el corazón en un puño, y sin poderlo resistir un segundo más la tomo entre mis brazos. Me da igual lo que me diga, no me apartaré… Permite que lo haga, que le acaricie el pelo, y que seque sus lágrimas. Permanecemos así bastante tiempo, hasta que se calma completamente. Después la llevo a la cama y me tumbo a su lado sin dejar de abrazarla. Cuando vuelve a mirarme, lo hace totalmente serena, me toca delicadamente el lugar donde me ha golpeado antes.

—Lo siento, Assur, soy una estúpida. Te he hecho daño, ¿verdad?

—Solo cuando me has dicho que me odiabas.

Roza sus labios con los míos.

—No era verdad, estaba muy enfadada. Es lo que me pasa estando a tu lado, que soy una especie de montaña rusa emocional incontrolable. ¿Podrás perdonarme?

Sin dejar que le conteste, suelta una cascada de suaves besos en mi mejilla. ¡Pues claro que la perdono! Comprendo a la perfección lo que acaba de decir porque a mí me pasa lo mismo, yo también soy un huracán sin control cuando se trata de ella.

—¿Y ahora qué se supone que tengo que hacer? Me he dado cuenta de que si me alejo de ti sufriré inmensamente, y si me quedo a tu lado me moriré de miedo. Qué patética soy, ¿verdad? No sé lo que ves tan especial en mí. Me gustaría huir al agujero más lejano y recóndito del universo…

—Si lo haces, te seguiré a donde sea; y si empiezas a enumerar otra vez esas estúpidas razones, tendré que silenciarte haciéndote el amor, y entonces sí que no voy a poder darte el tiempo que te he prometido.

Me mira abrumada.

—Iyari, por favor, confía en mí, deja que te demuestre que la única manera es estar juntos, por lo menos debemos intentarlo. Tu eres mi destino y yo el tuyo.

Su corazón está agitado de nuevo, aunque me acaricia diciéndome lo que llevo queriendo escuchar toda la noche.

—Te prometo que lo intentaré, Assur. No quiero apartarme de tu lado porque estoy completamente enamorada de ti y sé que si lo hago lo lamentaré toda la vida.

Me abraza y me besa, y volvemos a encendernos. ¡Qué complicado va a ser darle ese tiempo que le he prometido, cuando lo único que deseo es perderme en su cuerpo para volver a alcanzar ese estado perfecto de plenitud que he conocido solo en sus brazos! De momento voy a aferrarme a esta maravillosa promesa, y a apelar a todo mi control para no agobiarla y darle tiempo.

—¡No me agobias, Assur; es más, quiero que te quedes esta noche! ¡Necesito que estés cerca de mí!

Durante gran parte de la noche permanecemos abrazados dedicándonos toda la devoción que nos profesamos. Ya no importa nada. Siento la certeza de que nunca más vamos a estar separados el uno del otro. Cuando se duerme, la contemplo ensimismado con la convicción de que esta noche ha sido un antes y un después en mi existencia; ahora soy un ser completo, y nada ni nadie, me va a arrebatar esta felicidad. Ella es completamente mía.

Edum. Tierra Negra
titlepage.xhtml
CR!4Y1ZKCYG6N3X9EBM7ESPTY74HVRP_split_001.html
CR!4Y1ZKCYG6N3X9EBM7ESPTY74HVRP_split_002.html
CR!4Y1ZKCYG6N3X9EBM7ESPTY74HVRP_split_003.html
CR!4Y1ZKCYG6N3X9EBM7ESPTY74HVRP_split_004.html
CR!4Y1ZKCYG6N3X9EBM7ESPTY74HVRP_split_005.html
CR!4Y1ZKCYG6N3X9EBM7ESPTY74HVRP_split_006.html
CR!4Y1ZKCYG6N3X9EBM7ESPTY74HVRP_split_007.html
CR!4Y1ZKCYG6N3X9EBM7ESPTY74HVRP_split_008.html
CR!4Y1ZKCYG6N3X9EBM7ESPTY74HVRP_split_009.html
CR!4Y1ZKCYG6N3X9EBM7ESPTY74HVRP_split_010.html
CR!4Y1ZKCYG6N3X9EBM7ESPTY74HVRP_split_011.html
CR!4Y1ZKCYG6N3X9EBM7ESPTY74HVRP_split_012.html
CR!4Y1ZKCYG6N3X9EBM7ESPTY74HVRP_split_013.html
CR!4Y1ZKCYG6N3X9EBM7ESPTY74HVRP_split_014.html
CR!4Y1ZKCYG6N3X9EBM7ESPTY74HVRP_split_015.html
CR!4Y1ZKCYG6N3X9EBM7ESPTY74HVRP_split_016.html
CR!4Y1ZKCYG6N3X9EBM7ESPTY74HVRP_split_017.html
CR!4Y1ZKCYG6N3X9EBM7ESPTY74HVRP_split_018.html
CR!4Y1ZKCYG6N3X9EBM7ESPTY74HVRP_split_019.html
CR!4Y1ZKCYG6N3X9EBM7ESPTY74HVRP_split_020.html
CR!4Y1ZKCYG6N3X9EBM7ESPTY74HVRP_split_021.html
CR!4Y1ZKCYG6N3X9EBM7ESPTY74HVRP_split_022.html
CR!4Y1ZKCYG6N3X9EBM7ESPTY74HVRP_split_023.html
CR!4Y1ZKCYG6N3X9EBM7ESPTY74HVRP_split_024.html
CR!4Y1ZKCYG6N3X9EBM7ESPTY74HVRP_split_025.html
CR!4Y1ZKCYG6N3X9EBM7ESPTY74HVRP_split_026.html
CR!4Y1ZKCYG6N3X9EBM7ESPTY74HVRP_split_027.html
CR!4Y1ZKCYG6N3X9EBM7ESPTY74HVRP_split_028.html
CR!4Y1ZKCYG6N3X9EBM7ESPTY74HVRP_split_029.html
CR!4Y1ZKCYG6N3X9EBM7ESPTY74HVRP_split_030.html
CR!4Y1ZKCYG6N3X9EBM7ESPTY74HVRP_split_031.html
CR!4Y1ZKCYG6N3X9EBM7ESPTY74HVRP_split_032.html
CR!4Y1ZKCYG6N3X9EBM7ESPTY74HVRP_split_033.html
CR!4Y1ZKCYG6N3X9EBM7ESPTY74HVRP_split_034.html
CR!4Y1ZKCYG6N3X9EBM7ESPTY74HVRP_split_035.html
CR!4Y1ZKCYG6N3X9EBM7ESPTY74HVRP_split_036.html
CR!4Y1ZKCYG6N3X9EBM7ESPTY74HVRP_split_037.html
CR!4Y1ZKCYG6N3X9EBM7ESPTY74HVRP_split_038.html
CR!4Y1ZKCYG6N3X9EBM7ESPTY74HVRP_split_039.html
CR!4Y1ZKCYG6N3X9EBM7ESPTY74HVRP_split_040.html
CR!4Y1ZKCYG6N3X9EBM7ESPTY74HVRP_split_041.html
CR!4Y1ZKCYG6N3X9EBM7ESPTY74HVRP_split_042.html
CR!4Y1ZKCYG6N3X9EBM7ESPTY74HVRP_split_043.html
CR!4Y1ZKCYG6N3X9EBM7ESPTY74HVRP_split_044.html
CR!4Y1ZKCYG6N3X9EBM7ESPTY74HVRP_split_045.html
CR!4Y1ZKCYG6N3X9EBM7ESPTY74HVRP_split_046.html
CR!4Y1ZKCYG6N3X9EBM7ESPTY74HVRP_split_047.html
CR!4Y1ZKCYG6N3X9EBM7ESPTY74HVRP_split_048.html
CR!4Y1ZKCYG6N3X9EBM7ESPTY74HVRP_split_049.html
CR!4Y1ZKCYG6N3X9EBM7ESPTY74HVRP_split_050.html
CR!4Y1ZKCYG6N3X9EBM7ESPTY74HVRP_split_051.html