El día D ha llegado. Salimos de la Orden con destino a Chartres en un coche conducido por uno de los hombres, nada habladores, de Chandra. Solo vamos los tres: Roberto, él y yo. Kassi ha querido quedarse en París investigando sobre el Eudum. Tardamos menos de una hora y el viaje se me hace bastante ameno. Pienso que no se parece en nada a la última vez que lo hice, es como si estuviese aquí por primera vez, ya que han pasado casi ochocientos años, y el paisaje está tan cambiado que solo reconozco las dos torres de la catedral que sobresalen entre los edificios, junto a la melodía y la poderosa atracción que ejerce sobre mí esta asombrosa piedra gigante. La pequeña villa de antaño se ha convertido en una gran ciudad de cuarenta mil almas, tan moderna y actual como cualquier otra de Francia. Está dividida en dos zonas, la baja y la alta, con fábricas a las afueras donde en otro tiempo muy lejano se encontraba la cantera. Veo que algunos edificios mantienen el encanto antiguo, al igual que algunas plazas y rincones, pero no se semeja en nada a la población soleada y tranquila que vi cuando pasé esa tarde tan reveladora y maravillosa que nunca olvidaré. El hombre trajeado que conduce callejea hasta cruzar el río Eure y llegar a la parte alta de la ciudad. Como siempre me ha pasado y a medida que nos acercamos siento más la energía de la catedral. Las calles pasan desiertas por la ventanilla debido al diluvio que está cayendo, aunque eso a mí me da igual, porque cada vez estoy más pendiente de su presencia. Cuando llegamos a la plaza puedo ver que ya no es una explanada, ahora es un trozo asfaltado por donde discurren unas vías muy estrechas con el espacio justo para que circule un solo vehículo. Salimos del coche y Chandra nos indica el camino, pero yo no puedo moverme, me he quedado clavada delante de las dos torres, mirándolas, sintiendo su poderosa energía. A pesar del ruido de los coches y la gente, la melodía cadente que cataliza la grisácea piedra se deja oír por encima de todo, y yo lo único que quiero es entrar y quedarme aquí, que la diosa oscura tallada que se encuentra en sus entrañas me llame de nuevo por mi nombre… Súbitamente me veo arrastrada dentro del templo, subo la escalinata que ahora posee la entrada y traspaso la puerta. Escucho a lo lejos una voz que me llama, pero no hago caso porque solo deseo ir hasta donde está ella. El maravilloso espacio ahora está repleto de gente y bancos de madera, muy cambiado a simple vista, aunque para mí igual que la última vez que lo vi. No veo nada ni a nadie, solo estamos la piedra, la diosa y yo. Comienzo a caminar por la nave principal rozando la fría pared, saludándola, sintiendo y viendo un torbellino de imágenes del paso del tiempo que asaltan mi cabeza como pequeñas descargas eléctricas. Cierro los ojos para retenerlas todas mientras continúo andando hacia el centro de su energía, hasta que unas manos me agarran por los hombros haciendo que salga repentinamente del trance.
—¡Princesa! ¿Qué te ocurre? ¿No me has oído llamarte? —Roberto me zarandea un poco—. ¿Qué es lo que te pasa? ¡Tú no estás bien, Stella!
Tengo que esforzarme para poder contestarle.
—Es el efecto que tiene este trozo de piedra sobre mí, siempre que estoy aquí me precipito a entrar en un trance profundo, es lo que te conté…
Roberto me rodea y me lleva fuera.
—¿Crees que puedes afrontar la activación? Si no, lo dejamos ahora mismo, aún no hemos entrado. Estamos a tiempo, princesa, tú decides.
Le miro y veo la cara de preocupación que tiene. Siempre es tan responsable, siempre siendo mi ángel de la guarda…
—Ya es tarde para marcharse, nuestros socios saben que estamos aquí hace bastante rato. Además, esto no ha sido nada, estoy bien, es solo la pequeña particularidad de este lugar que me afecta de este modo. Vamos, entremos y hagamos lo que hemos venido a hacer.
Me obligo a alejarme para llegar a la puerta del edificio donde nos está esperando Chandra, un poco sorprendido. Nos pregunta qué ha sucedido. Justo cuando termino de explicárselo, se abre la puerta. Como le he dicho a Rober nuestros anfitriones ya sabían que estábamos aquí, seguramente a la vez que pisábamos la acera de la rue de Bethléem al bajarnos del coche. Un hombre inmenso nos invita a pasar y nos conduce por los pasillos de la planta de abajo, que continúan tan austeros como los recordaba. Parece que nada ha cambiado por aquí. Al final de un pasillo aparecen otras dos grandes figuras: son Uriel y Askar, y se me hace un poco extraño verlos vestidos con esas ropas tan modernas. Uriel lleva unos vaqueros azules y un polo gris de algodón con las mangas largas subidas hasta los codos; sigue teniendo el pelo por encima de los hombros, aunque con un peinado más actual, y sus ojos y boca sonríen permanentemente, como de costumbre. Askar está igual también: el pelo, del mismo largo, lo lleva ahora peinado hacia atrás sin recoger; su ropa, un poco más clásica que la de Uriel, son unos pantalones negros de pinzas y una camisa blanca de manga larga que marca su inmensa constitución. Chandra se adelanta y los saluda sonriente, nos presenta a Roberto y a mí con mi verdadero nombre. Entonces es cuando me doy cuenta de que sigo llevando la capucha del anorak puesta y mi cara está en parte tapada. La retiro rápidamente, sonrío y los saludo a ambos; primero a Uriel, que me suelta un «encantado de conocerte de nuevo» seguido de unos pensamientos que surgen de repente en mi cabeza y que me hacen ampliar la sonrisa por sus atrevidas ocurrencias.
«Vaya, sigue siendo preciosa… Qué color de piel tan sugerente, parece un poco mayor que Wanda. Me siguen gustando sus ojos, creo que son del mismo color…»
—¡Lo mismo digo, encantada de volver a verte; y sí, soy un poco más mayor que Wanda y el color de ojos es el mismo!
Comienzo a reírme y él, un poco sorprendido, termina haciéndolo también. Askar se aproxima.
—¡Bienvenida a Chartres de nuevo, querida! ¡Viéndote por fin aquí, estoy tranquilo!
Me da un abrazo y un beso en la mejilla y yo, un poco abrumada entre sus brazos, consigo contestarle.
—…Ya sabes que te lo prometí y siempre cumplo mis promesas. Además, quería que nos conociésemos verdaderamente. Encantada, Askar, es un placer…
Las sensaciones de afecto y empatía que me transmite son totalmente francas, creo que entre nosotros hay una relación de estima y afecto sinceros que surgió desde el primer momento en que nos conocimos. La verdad es que todos ellos me inspiran afecto y me importan. A continuación y sin más, nos invitan a pasar a una estancia donde nos sentamos y hablamos durante un buen rato para ponernos al día. Conversamos de muchos temas, pero nadie lo hace de Assur. Estoy supernerviosa por mi posible reencuentro con él, aunque no quiero demostrarlo ni dejarme llevar por ello. Tengo que admitir que por un lado me apetecía mucho volver a ver a Askar y a Uriel, pero por otro me aterraba encontrármelo, no sabría qué hacer ni qué decir, está todo tan reciente que me hace daño pensar en ello, la verdad. Este comportamiento no es normal en mí, siempre suelo mirar a la vida directamente a los ojos, pero esto me tiene muy confundida y me hace reaccionar de este modo. Después del primer vistazo me tranquilizo al comprobar que no está y que no hay referencias de él. Es muchísimo mejor así para los dos. Todo fue fantástico en el pasado, pero ahora las cosas serían demasiado complicadas y es mejor dejarlo. Quizá en otra vida, a lo mejor en otro tiempo y otras circunstancias… Al final abordamos el tema de la activación y me olvido por el momento de él. Faltan pocas horas y tiene que estar todo listo para la medianoche. Askar nos pide que le acompañemos para mostrarnos el sitio donde tendrá lugar. Comenzamos a bajar como si fuésemos a los sótanos. A medida que lo hacemos empiezo a notar otra vez la fuerza magnética y la vibración musical envolviéndome, tengo que agarrarme a Roberto, que va a mi lado, para calmarme e intentar no precipitarme al trance. Ahora sí que la diosa me está llamando, mi mente ha recorrido el camino y la estoy viendo en este mismo instante, me invita a tocarla como la primera vez, y sé que si lo hago caeré en un letargo del cual no sé si querré regresar. Los demás que nos habían adelantado vuelven para atrás un poco alarmados para ver qué me ocurre. Askar parece darse cuenta y viene hasta a mí para sujetarme suavemente, me pide que me siente al principio de las escaleras que acabamos de bajar. Me indica que respire hondo, ya que así la energía no me afectará tanto, mientras les explica a los demás que algunos tenemos un nivel más profundo de percepción. Seguidamente se pone a contar que hace mucho tiempo conoció a otra persona a la que le pasaba algo muy parecido, era un anciano jefe druida de la Bretaña que aseguraba que cuando estaba en presencia de la diosa la veía tomar forma humana y sonreírle. Rober corrobora esta historia, por lo visto fue un druida muy poderoso y estimado por sus poderes de curación gracias a la diosa negra. Se llamaba Celonio y existió hace más de dos milenios, llegó a ser uno de los más longevos porque vivió doscientos cincuenta años, otro más de los dones que le regaló la diosa. Con las recomendaciones de Askar me estoy recuperando poco a poco. Cuando puedo levantarme y continuar, él se queda conmigo, me coge del brazo e insta a Uriel, Rober y a Chandra a que se adelanten. Entonces noto que está atónito y asombrado. Nos quedamos un poco rezagados y es cuando estamos solos me señala que nunca ha visto nada parecido a lo que me pasa a mí, que cuando le conté en el pasado que escuchaba y sentía la vibración musical sin estar cerca del templo y supo lo que me sucedió la primera vez que estuve aquí, se quedó muy sorprendido.
—Querida, quiero que me digas en todo momento cómo estás, si notas que te vas a desmayar házmelo saber inmediatamente. —Me sonríe tranquilizadoramente y sigue hablando—. Cuando me enteré de lo que te pasó la otra vez me alarmé un poco, no sé qué pasaría si volvieses a desmayarte, nunca hemos sabido de nadie que tenga estas reacciones, Stella. ¿Qué es lo que sientes exactamente?
No quiero alarmarle contándole que yo he ido más lejos que ese anciano druida al que se ha referido antes, así que me quedo en silencio sin saber qué decirle.
—Insisto, querida, me gustaría saberlo; puedes contarme lo que sea.
—Está bien… Primero oigo la vibración musical muy alta, después esta me envuelve y se convierte en una melodía que me resulta familiar, aunque nunca la he oído fuera de aquí; a continuación veo a la diosa, una figura tallada en madera oscura con una serpiente enroscada en una de sus piernas. Noto que respira, que me sonríe y me llama por mi nombre, quiere que me acerque a ella y la toque; eso fue lo que hice la otra vez. Recuerdo que estaba caliente, como si estuviese viva; entonces fue cuando entré en trance y me trasladé a otro lugar, un sitio magnífico y maravilloso…
De pronto nos hemos quedado parados y Askar me mira como si fuese la primera vez que lo hace.
—¿Qué pasa, he dicho algo malo? —pregunto un poco inquieta volviendo a sentir la energía, que me arrastra.
—No, querida, perdona, no quería excitarte. Solo es que me admira que tengas esa conexión con nuestra Señora… No es nada malo, quizá desarrolles las facultades que tenía el druida Celonio o a lo mejor tus virtudes sean más poderosas, tal vez tu tiempo vital se alargue; quién sabe lo que encierran la sabiduría y los dones que otorga la diosa.
—No te ofendas, Askar, pero ese don de la vida eterna no va conmigo. Vivir tanto tiempo y ver morir a la gente que me importa es una cosa que no podría soportar. Además, no quisiera tener siempre de compañera a la soledad.
Me mira pensativo.
—Una vida larga tampoco es tan mala, Stella; tiene sus ventajas.
—Para vosotros sí porque podéis compartirlo, no estáis solos, incluso yo diría que es un beneficio, pero para mí sería diferente.
Me quedo callada pensando en lo triste que sería para mí vivir sola sabiendo que todos aquellos a los que he conocido ya no están.
—Haremos una cosa entonces: si esto llega a ocurrirte, no tendrás que estar sola porque puedes venir aquí con nosotros, sabes que aquí siempre serás bienvenida, Stella.
Me quedo en silencio sin saber qué contestar.
—Querida, te lo digo muy en serio: nos encantaría que vinieses aquí, para nosotros eres muy especial, te hemos cogido mucho cariño, ¡esta es tu casa!
Siento que habla completamente en serio y me emociono. Han sido muy buenos conmigo y siempre tendrán un lugar especial en mi corazón. Reanudamos la marcha. En estos momentos no puedo hablar por la emoción. Disimulando, trato de contenerme para no ponerme a llorar; últimamente estoy de un sensible que no me reconozco… Cuando llegamos junto a los demás Askar nos propone ver el lugar donde está la diosa. Estamos al final de un pasillo con dos bifurcaciones, una a la derecha y otra a la izquierda. Tomamos la de la izquierda para ver la gruta original, allí se halla la figura tallada de madera oscura junto a un manantial de agua y un pozo circular cubierto de cuarzo oscuro, muy parecido al de los espejos, al que llaman Ovalum. Nos encontramos justo a unos treinta metros por debajo de la catedral. Uriel dice que hace más de quinientos años que nadie que no sean ellos baja aquí. La visita transcurre bien, Askar y Rober no se apartan de mi lado, y salvo al principio de entrar, que mi cabeza ha querido precipitarse y buscar a la diosa de nuevo, el resto todo correcto. Es tal como la había visto y recordaba, un sitio muy especial donde se respira paz y armonía junto con una sensación plena de simbiosis; como si todo se mezclase y te hiciese formar parte de algo grande, supremo y absoluto. Cuando regresamos me fijo en que hay una puerta cerrada en un lado que no he visto a la ida. Sin pensármelo, le pregunto a Askar qué hay allí dentro y me doy cuenta cuando ya es tarde de que estoy siendo demasiado curiosa. Me mira enigmático, como si no se hubiese dado cuenta de nada, y en voz baja dice que dentro hay compañeros que están en el letargo del descanso. Por la cara que he debido de poner empieza a explicarme más despacio de qué va eso; por lo visto es un periodo de tiempo que usan para descansar de su vida inmortal…
—Una vida eterna te otorga muchos recuerdos y llega un momento en que hay que parar, se retiran aquí junto a nuestra Señora con su verdadera forma, y permanecen un tiempo suspendidos en un estado completamente inconsciente. Cuando despiertan yo les trasmito los acontecimientos más importantes ocurridos durante su ausencia para que puedan regresar sin ningún contratiempo a la realidad.
—¿Y quién te despierta a ti? —le pregunto de pronto dejándome llevar otra vez por la curiosidad, sin pensar en que a lo mejor estoy poniéndole en un aprieto. —¡Perdona, no debí hacerlo, a veces soy demasiado impulsiva!
Sonríe y hace un gesto con la mano para quitarle importancia.
—No pasa nada, no me importa contártelo; es más, ¿te gustaría entrar y verlo?
No sé qué decir, ¡pues claro que quiero! Todo lo relacionado con ellos me fascina. Solo asiento y me dejo llevar, ya que ha vuelto a cogerme del brazo.
—Será nuestro pequeño secreto, Stella. Yo no necesito retirarme de este modo, lo hago directamente en el Ovalum.
Se para frente a la puerta antes de abrirla y se levanta la manga derecha de la camisa para mostrarme un dibujo grabado con trazos plateados en la piel de su antebrazo; representa una especie de círculo y una serpiente.
—Rozo esta marca con la que tiene el Ovalum en uno de sus bordes y rápidamente me reinicio, como se dice ahora…
Cuando abre la puerta, lo que veo me deja asombrada. Delante hay unas figuras gigantescas, cuatro en total. Miden unos tres metros y representan extraños animales con todo lujo de detalles, son impresionantes y bellísimas, parecen esculpidas por un artista muy diestro que ha sabido captar totalmente la perfección. Están completamente estáticas, aunque siento que respiran, que están vivas. Tengo el impulso de tocarlas, pero me contengo. Ahora sé de dónde ha surgido la idea de esas estatuas feroces que hay en los tejados de las catedrales que construyen, son pequeñas réplicas de sí mismos, como si dejasen su firma personal o algo así.
—¿Te asustan, Stella?
—No, me parecen impresionantes y muy hermosas, tienen una belleza única, son perfectas.
No sé por qué, pero no siento miedo ante ellas. Me resultan familiares, al igual que la melodía de la diosa y todo lo que tiene que ver con ella.
—No me causáis miedo; al contrario, creo que sois fascinantes, aunque no os he visto de cerca con esta forma, sí lo he hecho en otra ocasión… —Y, además, recuerdo haberlos tocado, incluso sentido, pero esto no se lo digo.
Me mira muy intrigado.
—¡Me sorprendes, ¿dónde exactamente?! Este proceso nuestro muy pocos lo conocen, ¿cómo es que tú lo has visto?
—En el lugar al que me trasladé durante el trance que tuve la primera vez que vine aquí. Ese sitio era fantástico, en él había una construcción parecida a una catedral, pero más grande; estaba dentro de una espesa selva, a orillas de una playa con un volcán en erupción que constantemente escupía lava ardiente. En una de las azoteas de este magnífico palacio había un gran número de vosotros en este mismo estado; por lo visto recité unas palabras en vuestra lengua cuando los vi, algo así como… «La piedra forjada del fuego y la fuerza en las entrañas mismas de la tierra es la partícula primigenia y la que perdurará por eones…»
—…El Universo es el azote que golpea nuestras manos, el cincel el que talla y nuestra amada Tierra, la que expone su belleza. Fortaleza, firmeza y tesón.
Termina de recitar él esas palabras, que pensaba que había olvidado y que en realidad tengo grabadas en mi memoria con solo habérselas oído decir una vez a Assur.
—¡Tus dones son sorprendentes, querida!
Permanecemos un rato más aquí, en silencio. Me permite contemplar a mis anchas todo el lugar y cuando salimos lo hacemos todavía callados y nos dirigimos a la otra bifurcación. Entramos en otra sala. Esta es más pequeña y está vacía, solo tiene una plataforma cuadrada de un metro y medio de alto situada en el centro. Allí nos están esperando los demás. Askar se acerca y mete la mano en un mecanismo lateral que me parece igual, aunque más pequeño, que el que tenía el de la puerta subterránea de la Sainte Chapelle. Este se abre de inmediato y deja al descubierto el Amuleto Negro, que resplandece con un halo grisáceo junto a otros dos objetos: un libro que de repente sé que es el Nimzeki, el volumen que encierra toda su sabiduría y que les entregó su diosa, y un prisma de unos veinte centímetros también de piedra negra que intuyo que debe ser el mapa del Laberinto Plateado del que me habló Chandra hace unos días. No me atrevo a preguntarle más porque no quiero abusar, pero me quedo con muchas ganas de hacerlo. Parece que la curiosidad me mata cuando se trata de ellos. Me calmo y me centro en preparar todo para la activación, dejando el resto fuera. Este, por lo visto, será el sitio para ello. Comienzan a llegar más habitantes de Chartres disimuladamente y lo observan todo con gran interés. Momentos antes de comenzar, miro a mi alrededor y me fijo en que están todos allí, los que no caben aquí dentro están fuera, creo que voy a tener espectadores y bastantes en este conjuro. En el instante preciso en el que se alinean todos los planetas del sistema solar, tiene lugar el comienzo del ciclo. Haciendo que las energías se despierten y se conecten para revelar los senderos secretos que nos llevarán hasta el cumplimiento de nuestros cometidos, mi energía al tocarlo se fusiona con la suya y me muestra toda su sabiduría…
De pronto aparezco en un lugar silencioso y en penumbra que parece estar en una fortaleza antigua. Todo a mi alrededor son muros altos de piedra desnuda. Subo por unas escaleras que tengo a mis pies y descubro al final de ellas una estancia totalmente decorada con ornamentados muebles, ricas telas y tapices de vivos colores de estilo oriental. Es un dormitorio. La luz de la luna entra por una gran ventana que da a un balcón desde el cual se abarca a ver todo un vasto valle con unas grandes montañas al fondo. Hay muchas velas alrededor de la gran cama que ocupa buena parte de la habitación, esta está cubierta por un dosel de seda fina donde yace una mujer muy bella, de largos cabellos negros, profundamente dormida. Siento concentradas energías intensas de dos personas que son amantes, la mujer que se encuentra aquí y un hombre que la visita continuamente, este es su lugar de encuentro, un encuentro que obsesiona al hombre y del que depende inmensamente, más de lo que él quiere admitir. Percibo además que el hombre es poderoso y que comparte dos naturalezas, veo de repente cómo la mujer le espera deseosa todas las noches, aunque parece que su alma no se halla con ella totalmente… Es como si estuviese separada en dos mitades, una que anhela y desea y otra que odia con una fuerza brutal. Me sorprendo por la fuerza que tienen estas últimas emociones, voy hasta uno de los lados de la cama, aparto la fina tela y acaricio un mechón oscuro del cabello de la mujer. Súbitamente en mi cabeza brota su nombre. Lía, me lo dice una suave voz que a continuación me pregunta el mío y comienza a contarme que espera a su amado que vendrá como todas las noches a poseerla y a alimentarla. Su alma es pura y muy especial, lo llena todo de luz; su cuerpo, sin embargo, es muy pequeño y aparenta una fragilidad extrema. Me impresiona la devoción que tiene hacia ese hombre, porque sus palabras me suenan un poco extrañas, algo no me cuadra. Acaricio su cara despacio; ella aún no ha abierto los ojos porque está dormida, toda esta conversación está teniendo lugar en mi cabeza y repentinamente una sombra me invade y me llena de desesperación y profunda tristeza… Su misma voz, ahora me pide ayuda con todas sus fuerzas, me dice que quiere morir para abandonar este lugar y no volver junto al ser despreciable que la ha convertido en lo que es ahora, matando toda su humanidad. Su sufrimiento es enorme, desgarrador, siento lo mismo que ella, noto sus emociones y me apeno tanto que creo hundirme junto a ella en la desesperación. Vive sumida en un trance producido por una pócima que la induce a hacer cosas horrendas mientras la minúscula porción de sí misma es testigo de todo. Ese hombre la veja y la maltrata, la tiene retenida contra su voluntad, la ha convertido en un ser dependiente que se alimenta solo de sangre y vida de otras criaturas inocentes a través de él; mancilla su cuerpo violándola de una manera feroz, la mantiene aislada para que nadie la vea ni sepa de su dolor. Anhela morir y me pide que acabe con su sufrimiento, está tan desesperada que no puede soportarlo más, dice que sucumbirá de un momento a otro porque ya no le quedan fuerzas. La pequeña chispa de lucidez y cordura que todavía habita en lo más profundo de su ser se está apagando muy deprisa, cualquier día despertará y ya no estará aquí, y entonces el malvado hombre habrá vencido porque la habrá convertido en la reina de la Oscuridad, en la maldad y la muerte echa carne, tal como él anhela.
Al momento se precipitan otras imágenes en mi cabeza. Es esa misma mujer activando el Amuleto Rojo para continuar el ciclo, ya que ella es la elegida, la siguiente, la poseedora de una psique muy poderosa que usará para combatir el mal. Comprendo al instante que debo encontrarla y sacarla de ese lugar para ponerla a salvo, la traeré junto al talismán al que está unida.
La abrazo para darle fuerzas y le hablo de lo que acabo de ver tratando de infundirle ganas de luchar, le prometo que muy pronto la sacaré de aquí. Se calma un poco e introduzco un pequeño recuerdo para darle ánimos: cuando esté abatida y quiera evadirse de estos horrores, no tiene más que ir hasta ese sitio. No es mucho, pero espero que se aferre a él como si fuese un salvavidas para obtener el consuelo que necesita. Ahora mismo es lo único que tiene, lo único que la separa de ese horror. Es la imagen de un mar azul que baña una pequeña playa de arena blanca solitaria en medio de un espeso bosque verde, con el sol llenándolo todo de luz y vida. El profundo silencio solo se ve interrumpido por el ir y venir de las olas que tocan suavemente la orilla y por la brisa cálida que corretea entre los árboles y palmeras que la rodean. Una figura camina por su orilla mojándose los pies, se siente serena, feliz, en paz consigo misma porque está en su refugio, un lugar que nunca nadie podrá arrebatarle. Siempre que está perdida y que necesita fuerzas para seguir adelante regresa aquí, a su santuario, al único lugar del mundo al que cree pertenecer… El lugar es mi isla, y la persona soy yo. Le introduzco este recuerdo para que tenga un rayo de luz en esa inmensa oscuridad por la que vaga, para que no sienta que está sola. Entonces algo nos interrumpe y nos saca de este dulce momento, es ese malvado hombre, la bestia que la mantiene en el límite de la cordura.
¡¡Maldito monstruo!!
Puedo sentir cómo su oscura energía se acerca y entra en la habitación. Me quedo petrificada porque le reconozco: es Istem, el siniestro líder de los vampiros. Me aparto inmediatamente y le digo a Lía que volveré pronto a buscarla, tengo que hacerlo porque ahora no puedo hacer nada más para ayudarla. Este ser, con su presencia, llena todo el dormitorio de un inmenso frío y temor. Viene a buscar su recompensa, está impaciente y muy ansioso, parece que lleva todo el día aguardando este momento. Se desnuda acuciante y deja al descubierto un cuerpo muy fuerte completamente cubierto de símbolos grabados con tinta negra. A simple vista me parecen grafías de conjuros en tándalo. En la parte delantera siguen una dirección, y en la trasera, otra; le cubren completamente todo salvo la cabeza, el cuello y dos franjas gruesas en cada brazo a la altura de los bíceps. Se tumba al lado de Lía, que se despierta despacio, se deshace de su ropa y la contempla desnuda durante un buen rato, muy excitado. Comienza a besarla hasta que sus besos ansiosos se convierten en mordiscos que abren la fina e inmaculada piel de la mujer con profundas heridas sangrantes, para beber la roja sangre que brota de ellas a la vez que lacera una de sus muñecas y la obliga a beber su espesa sangre negra. Con esto entra en una especie de éxtasis y empieza a poseerla violentamente entre los sollozos casi inaudibles de ella. Aparto la vista, siento como si me lo estuviese haciendo a mí y quiero con todas mis fuerzas huir, aunque no quiero dejarla a merced de ese monstruo, y se me encoge el corazón a cada paso que me alejo. Desaparezco sin más de allí y caigo en una espiral que ha aparecido de repente y se mueve frente a mí a una velocidad vertiginosa. Me atrapa y me traslada a un lugar que parecen las mismísimas entrañas de la Tierra. Estoy rodeada de fuego y roca derretida en lo que parece ser una caldera gigante que escupe llamas resplandecientes; un incesante calor se funde conmigo porque me he caído en un lugar donde brota lava ardiente que me derrite y consume, pero sin dolor físico alguno. Es como si de pronto formase parte de ese líquido candente, noto una fuerte presión que me comprime. Entonces las llamas salen hacia fuera como luz brillante por todos los huecos de mi cuerpo y me convierto en puro e incandescente fuego que respira dentro de mí.
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Creo que Stella es muy especial. Desde que la vi la primera vez lo he sabido; es más, tengo la sensación de conocerla desde siempre, como si tuviésemos algún vínculo que no alcanzo a ver aún. La verdad es que todos hemos llegado a considerarla mucho, a mí mismo me despierta sentimientos que me hacen estimarla como lo más parecido a una hija… Esta misma noche he comprendido que es un ser excepcional y sinceramente me encantaría tenerla aquí, seguramente que los demás también comparten este parecer conmigo, nada más hay que ver cómo la observan, con qué deferencia lo hacen; puedo comprender que esto es debido un poco a su físico, tanto en el pasado como ahora ha sido digno de admirar y al fin y al cabo sabemos reconocer la belleza cuando la vemos, pero hay algo más. Nosotros siempre hemos sido muy celosos de nuestra intimidad, y no dejamos que nada ni nadie irrumpa en nuestro mundo tan fácilmente, excepto unos pocos, que lo han hecho porque los conocemos desde hace mucho tiempo. Con ella, sin embargo y sin previo aviso, nos hemos descubierto totalmente sin que a ninguno nos haya importado. ¡Si hasta yo mismo me he sorprendido enseñándole el lugar donde descansan nuestros compañeros durante el letargo, contándole detalles tan naturalmente como si se los estuviese diciendo a uno de nosotros! Hacerlo, la verdad, me ha parecido lo más natural, como si fuese lo correcto. Todos se han interesado y preocupado por ella desde el primer momento en que la vieron, incluso los que no la conocen ni la han visto personalmente, hablan de ella como si fuese un activo nuestro que hubiese que proteger y cuidar a toda costa. Es muy extraño, pero no recuerdo nada parecido en toda nuestra dilatada existencia. Y luego está ese nexo de unión tan fuerte con nuestra raza y todo lo relacionado con nosotros que ha sabido comprender tan bien, aparte de sus poderes que nos impresionan y sorprenden continuamente. La conexión tan grande que tiene con la diosa es extraordinaria, nos admira porque nuestra señora se le ha revelado como nunca antes a ninguno de nosotros, ninguno la ha sentido como ella lo hace. Personalmente creo que esto tiene algún significado y por eso quiero mantenerla cerca; bueno, por eso y porque a estas alturas le hemos tomado tanto cariño que nos sería muy difícil apartarnos de ella.
Durante la activación todos los presentes hemos quedado deslumbrados por lo que ha ocurrido, sobre todo nosotros; ninguno ha querido perderse este acontecimiento y todos los que estábamos en Chartres hemos asistido. Cuando se ha elevado del suelo y ha comenzado a hablar en nuestra lengua original sobre el fuego creador y la piedra recitando un fragmento del Nimzeki hemos comprendido definitivamente que ella es uno más de los nuestros. Después y para más asombro se le ha formado en el brazo el principio de una marca muy parecida a la mía, aunque con trazos más complicados, una luz cegadora que parecía fuego procedente del interior de su cuerpo la ha envuelto y la ha dejado en un estado de trance muy profundo durante toda la noche, para gran preocupación de todos.
Pienso firmemente que ella tiene algo que ver con nuestra raza, aunque no sé todavía qué, estoy convencido que todo lo que ha ocurrido esta noche es por algo concreto y estoy más que dispuesto a descubrirlo, pero mientras, no dejaremos marchar fácilmente a nuestra hechicera, o por lo menos intentaremos estar cerca de ella, cuidándola para que no la pase nada malo.
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Me despierto en una cama grande con un aroma muy conocido para mí, el sol entra a raudales por los cristales y calienta mi helado cuerpo. Me acurruco bajo las mantas un poco más, para entrar en calor y aspirar de nuevo la fragancia que ha quedado impregnada en la suave tela. ¡Suave como sus manos rozando mi cuerpo, deliciosa como sus caricias! Pero ¿dónde está, por qué no me abraza? ¿Por qué no está aquí tocándome, besándome, haciéndome el amor? Sonrío pensando que a lo mejor está haciéndome de rabiar, ya que noto el cuerpo bastante dolorido, y la muñeca derecha especialmente, pues me arde, y no recuerdo el por qué. Lo único que sé es que cuando la rozo me duele, quizá le he dejado que me atara y que jugase un poco conmigo; cuando estoy entre sus brazos no tengo voluntad. No sé, mis recuerdos están borrosos y lo único que deseo ahora mismo es que venga junto a mí y se quede a mi lado. Me incorporo bruscamente y miro a mi alrededor, veo que esta es la habitación de Assur de Chartres, estoy totalmente confundida. Por unos instantes mi ilusa cabeza ha creído que había pasado la noche con él…
¡Dios mío! ¿Qué me está pasando? ¡Estoy perdiendo la razón!
Nada está igual. Los muebles, aunque dispuestos en el mismo sitio, son diferentes, más modernos; la cama también lo es, las mantas, todo, ni siquiera yo soy la misma que ha estado aquí hace ya tanto tiempo. Aquello pasó y nunca más volverá, pertenece al pasado y tengo que hacerme a la idea cuanto antes. Creo que aún estoy muy vulnerable con respecto a estos sentimientos y por eso me comporto así. Trato de calmarme y regresar a la realidad. Poco a poco voy recordando lo sucedido. Ayer regresé a Chartres para activar el amuleto y entré en una especie de trance que me ha hecho ver y sentir cosas muy extrañas. Miro entonces mi muñeca y descubro un dibujo con relieve de líneas plateadas débilmente marcadas, como si fuese una quemadura. Lo toco despacio y unas imágenes se precipitan dentro de mi cabeza, es un lugar subterráneo donde hay mucho fuego. Me quedo completamente quieta tratando de aclararme y, sin más, los recuerdos del trance surgen de mi subconsciente claros y precisos y me hacen recordar que he contactado con la mujer que deberá activar el Amuleto Rojo, aparte, la marca de mi muñeca es algo así, como una especie de don, que deberé dominar en el futuro. Después de darle muchas vueltas decido levantarme, ya descubriré las respuestas que ahora mismo se agolpan en mi cabeza. En este preciso momento Rober entra y se alegra de verme despierta, quiere hacerme un reconocimiento de los suyos: pulso, fiebre, reflejos, todas esas cosas que saben buscar los médicos. Dejo que lo haga mientras me cuenta lo que ha pasado esta noche. Por lo visto he revelado el nombre de la mujer que activará el siguiente amuleto. Lo he hecho hablando en la lengua de Askar y los suyos, he recitado un pasaje de sus escrituras elevada a un metro del suelo, con una luz rodeándome que me ha procurado esa extraña marca que Rober acaba de vendarme. Me aseo y me visto en el cuarto de baño que han incluido en la habitación, le cuento todo lo que he visto yo. Me ha hecho contárselo de nuevo mientras nos dirigíamos a donde nos estaban esperando los demás. Hemos tardado un poco, ya que parece que todos los habitantes de Chartres han salido a mi encuentro para preguntarme cómo me encontraba y comprobarlo por ellos mismos. Me sorprende mucho esta actitud, pues a muchos de los hombres que se me han acercado no los conozco personalmente, aunque al parecer por su parte es todo lo contrario. Cuando por fin hemos conseguido llegar donde nos esperaban Uriel, Askar y Chandra, estos me han dado la bienvenida efusivamente y me han bombardeado instantes después con un millón de preguntas. Despacio, he ido contestando a todas y al final todo Chartres ha quedado enterado de lo que me ha pasado esta noche. Después, discutiendo largo y tendido sobre el tema, Chandra ha querido regresar a París para empezar a preparar nuestra defensa. Todos sabemos que hemos entrado en guerra porque a estas alturas nuestros enemigos estarán enterados de todo y, por supuesto, tomarán represalias o por lo menos lo intentarán. Trazaremos un plan de ataque para encontrar a Lía y cerraremos filas para protegernos los unos a los otros luchando codo con codo para procurar que todos los que estamos en esto salgamos lo menos perjudicados. Nos uniremos para hacer frente a las fuerzas oscuras que se nos oponen y para encontrar a las mujeres que pueden manejar los talismanes. Ahora tenemos la certeza de que cada vez que se active uno de los amuletos descubriremos a la siguiente mujer hasta llegar al Sarkala, tal como está escrito en el Eudum. No tengo ni idea de cómo vamos a hacerlo, de qué modo vamos a encontrar los amuletos que nos faltan y los lugares donde se supone que están, pero sé que lo haremos, y esto de momento me basta. Yo, al igual que los demás, me dejaré la piel para conseguirlo y hacer que nuestro bando sea el vencedor.
Cuando llega la hora de despedirnos, Askar me desea mucha suerte y me recuerda lo que habíamos estado hablando el día anterior: ellos estarán aquí para cuando quiera, que cuando me apetezca venir a visitarlos o cualquier cosa que necesite que no dude en pedírselo. Me toma de la muñeca, levanta la venda para verme la marca y dice que es muy parecida a la suya y que sospecha que hay algo que se nos escapa relacionado con ellos y conmigo. Me abraza con fuerza, haciéndome sentir diminuta entre su cuerpo y sin saber muy bien qué decir; la sinceridad y efusividad que noto dentro de él me sorprenden y sus últimas palabras me dejan pensativa. Casi en la puerta, Uriel se acerca para despedirse también, ya que es el único que no lo ha hecho todavía, porque todo Chartres ha aparecido para decirme adiós y ofrecerse a ayudarme en cualquier cosa que me surja, igual que Askar. Nos apartamos a un lado y veo que se pone muy serio, tanto que nunca le he visto así. Para mi pesar, descubro pronto el porqué: quiere hablarme de Assur. Dice que está fuera del país trabajando y que no ha querido estar aquí aposta, porque después de casi ochocientos años ha decidido dejarlo estar, piensa que es mucho mejor así. Sin más y después de soltarme esta bomba que me deja paralizada, me pregunta si quiero darle algún mensaje. Durante unos momentos estoy tentada a hacerlo, pero desisto finalmente pensando que si él no ha querido estar aquí es mejor olvidarse de todo cuanto antes. Le digo que no y bajo la mirada muy afectada. Esto sí que no me lo esperaba. Entonces un silencio incómodo nos rodea y Uriel acaba diciéndome que aunque no le he pedido su opinión, cree que tanto Assur como yo estamos completamente equivocados, que nos arrepentiremos si no hacemos nada al respecto. Sin saber qué contestarle, intento mantener la compostura, pero esto ha sido demasiado para mí, y la tristeza y la decepción han hecho presa de mí quedándome completamente noqueada. En el fondo había albergado esperanzas y ahora he comprendido que ya no queda nada entre nosotros. Me despido deprisa y me meto en el coche intentando no alertar a Rober y Chandra con la tormenta emocional que está a punto de desatarse dentro de mí. Cuando llegamos a París estoy en un estado de abatimiento total, un nudo aprieta mi estómago y las lágrimas me invaden sin que pueda remediarlo, y me derrumbo del todo.
Tal como nos anunció Chandra hace unos días, Selene aparece esa tarde y nos dice que nuestra mayor prioridad es encontrar a la mujer secuestrada, Lía, porque ella será la que continúe el camino hacia el Sarkala, lo único en lo que debemos centrarnos, ya que si seguimos este camino las respuestas aparecerán solas. Antes de marcharse, Selene me encuentra en el bucólico jardín del interior del edificio, a donde me he retirado para estar sola y dar por fin rienda suelta a mi tristeza. Nos ponemos a hablar y enseguida me abro y le cuento todo lo que me pasa. Ella me escucha pacientemente y termina diciéndome que no debo rendirme, porque al final del túnel en el que me encuentro veré la luz. La analogía es muy acertada, porque en realidad me siento como si estuviese en un túnel frío y oscuro por el que transito a ciegas tratando de encontrar un poco de consuelo, una chispa de alegría y luz como la que sentía cuando estaba a su lado. Entonces me entrega la carta de mi abuela, un sobre con mi nombre escrito de su puño y letra. En ella, mi querida abuela habla de una promesa que hicieron ella y su familia hace mucho. Selene añade que la extraña marca que ha aparecido en mi muñeca forma parte de ese juramento y que es un nuevo camino que se abre para mí. Finalmente, Selene no quiere que le devuelva la piedra que me entregó al principio, dice que todavía me será de utilidad. Entonces se aleja silenciosa desapareciendo entre los árboles, dejándome más confundida si cabe.
Y del jardín de la Orden regreso a mi maravillosa playa en mi isla, Martinica, para refugiarme. Ahora solo necesito estar sola para pensar y ver qué pasos voy a dar. Los días pasan unos tras otros muy rápidos, me doy cuenta de que la marca sigue formándose y cada día me pongo delante del espejo para comprobar que su superficie se mueve un poco más y durante más tiempo. No puedo decir lo mismo sobre mis avances personales, creo que a medida que el tiempo va pasando tengo más confusión en la cabeza. Mis amigos están muy contentos por mi visita, todos los días nos vemos y aunque no quiero contarles nada para no preocuparlos intuyen que algo no marcha bien. Definitivamente y tras mucho insistir, una noche les confieso lo que me ocurre hablándoles de Assur, por supuesto sin darles todos los detalles, pero sí les cuento cómo ha sucedido todo hasta llegar a este momento en el que he tomado la determinación de no verle más. Mis emociones con respecto a él siguen siendo muy intensas y me hacen sentir cosas que verdaderamente me aterran, los sentimientos híperdimensionados de los que hablaba Rober por la transmutación, no han vuelto a su ser porque no tienen nada que ver con eso. Son los chicos los que me dicen lo que yo llevo tratando de ignorar durante todo este tiempo, y es que Assur me importa demasiado, que aunque me engañe buscando otros motivos, no puedo negar, que estoy enamorada de él. Esta revelación me sacude y me conmociona tanto que pone todo mi mundo más patas arriba. En los veintiocho años que llevo de existencia siempre he sabido cómo lidiar con cada una de mis emociones, pero esta es completamente desconocida para mí, y aunque no me guste admitirlo, tengo muchísimo miedo. Mis amigos me han aconsejado que sea sincera y que le diga lo que siento, pero esto en realidad no es tan fácil. Assur es una criatura inmortal de la cual no he sabido nada durante casi ochocientos años, ni siquiera sé su paradero ahora mismo ni qué está haciendo; tampoco sé si tiene compañía, si sigue pensando en mí como yo en él, y un millón de cosas más de las que seguramente ni me he percatado. Hay veces en que la llama de la ilusión prende en mí y siento que todas esas barreras pueden superarse, incluso creo tener el valor suficiente para buscarle, ponerme delante de él y decirle a la cara lo que siento, aunque el miedo aparece de nuevo cuando recuerdo las palabras de Uriel, y entonces esa pequeña llama se extingue y desaparece, llevándome al callejón sin salida que ya conozco de sobra. Todo fue un maravilloso sueño en un momento robado de tiempo y creo que debo dejarlo como está, la decisión ya está tomada: dejaré las cosas así aunque me cueste y me duela (él ya lleva casi ochocientos años de ventaja…), a lo mejor dentro de un tiempo todo vuelve a la normalidad, o eso es lo que espero con todas mis fuerzas, porque si no, no sé cuánto más podré aguantar.
Uno de los últimos días de mi estancia en la isla tras haber decidido que regresaré para sumergirme completamente en mi cometido de encontrar a Lía, consigo entrar en el espejo. Esto dura unos segundos, por lo menos para mí, aunque realmente estoy veinticuatro horas dentro. Al tomar contacto con la fría superficie, esta se hace líquida inmediatamente. Me desmayo y me despierto cuando la marca se ha completado. Durante el desvanecimiento veo unas imágenes. Soy yo activando el Amuleto Negro junto a otras tres mujeres dentro de un círculo de piedra que debe de ser el famoso Sarkala. Veo sus caras y siento un vínculo muy fuerte con ellas, como si fuésemos hermanas o algo parecido. Yo estoy allí, pero no en estado físico, solo soy energía y puedo moverme por todo el lugar a mi antojo. A continuación, esa imagen desaparece y se queda todo oscuro, entonces una voz llena el espacio y me dice que he comenzado el ciclo y que todo depende de mi éxito o mi fracaso, que debo usar los grandes poderes que me han sido otorgados con esta marca y que los espejos se doblegarán a mi voluntad. Tendré que volver a caminar por el Laberinto Plateado y ayudar a las demás, como está escrito. Entiendo que mi único objetivo es entregarme a mi cometido y afrontar mi destino. Vuelvo a entrar en el espejo al día siguiente. Ahora las palabras brotan de mi boca como si siempre hubiesen estado aquí, los símbolos tallados en el marco se iluminan con una luz plateada según los pronuncio, el significado y la sabiduría que encierran estos antiquísimos trozos de piedra acuden a mi mente. Cuando atravieso el espejo noto que me transformo: soy más alta, más fuerte y poderosa, veo que de mi cuerpo emergen pequeños caracteres parecidos a los que tienen los espejos en sus marcos, y se mueven como si tuviesen vida propia. Comprendo en este instante que son las llaves para entrar en cada uno de los trozos negros de cuarzo que aparecen en este corredor infinito donde me encuentro, una enorme galería aparte donde no transcurre el tiempo ni influyen las tres dimensiones como lo hacen en nuestro mundo, un sitio único donde solo rigen las leyes de estos misteriosos trozos de piedra resplandecientes, que son las puertas de entrada para acceder a los diferentes e infinitos mundos que existen, y yo a pesar de esta transformación siento que soy pura energía y tan ligera como ella. Una suave vibración con sonido musical llena todos los lugares, todo aquí parece respirar. Me fijo en que muchos espejos están cubiertos por una bruma espesa, aunque los siento igual, cuando paso a su lado esa bruma desaparece y vibran para mí con intensidad. Otros se muestran manipulados con magia oscura, sé que han sido los espectros porque tienen sus símbolos rectificados y se muestran de color carmesí. Siento de repente una furia inmensa y resquebrajo todos los que encuentro así a mi paso. Estas piedras jamás se podrán recuperar y por eso las libero de esa aberración haciendo que la energía vuele libre a través del laberinto para formar otras puertas. Algunos de estos espejos son de un tamaño más grande, parecidos al que yo poseo; muchos conducen a otras galerías con más de ellos y otros forman caminos como si fuesen túneles subterráneos que discurren por corredores cóncavos de paredes nacaradas, alumbrados con una tenue luz plateada. El laberinto es eterno, inagotable e ilimitado, toda esta energía se abre paso y cambia a cada instante, expandiéndose y dilatándose al igual que el infinito universo. Solo doy una pequeña vuelta. Poseo el conocimiento y la sabiduría del laberinto dentro de mi cabeza, sé como si fuese parte de mi ser a dónde conduce cada uno de los espejos, conozco cuál es el nombre exacto de cada uno de los símbolos que los abren, además de todo lo concerniente a su magia. Mi cuerpo y mi mente están en simbiosis con este magnífico lugar. Decido regresar atravesando la superficie oscura e inesperadamente me veo reflejada durante unos segundos en el espejo normal de mi habitación. Me sorprendo por la imagen que tengo. Realmente me he transformado, soy más grande, tengo el cuerpo cubierto de pequeños símbolos y la marca de mi brazo palpita; las facciones de mi rostro están completamente endurecidas y muestran una criatura aterradora. Los ojos parecen dos piedras verdes refulgentes. El suave vestido blanco de lino que llevo puesto ahora es oscuro y de una tela brillante que no simula ser ni siquiera tela, tengo el cabello tan espeso y largo que cubre toda mi espalda, pienso realmente que parezco un ángel oscuro, el Ángel Oscuro del Laberinto Plateado. Recupero mi imagen de siempre a los pocos segundos, respiro despacio y permanezco inmóvil asimilando lo que ha pasado. Me doy cuenta de que experimentar este nuevo poder me ha hecho tomar la decisión inamovible de encontrar a la mujer y cumplir mi cometido en esta lucha con total convicción y fuerza.
Mi destino está sellado y no descansaré hasta verlo realizado, no habrá paz para los malvados mientras yo esté en pie.