He llegado a la cantera muy temprano, nada más dejarla en St. Julien, aunque de poco me ha servido, porque mi mente y mi cuerpo se han quedado con ella. No hago más que evocarla, solo puedo oír su voz, que me susurra que la haga mía; sus gritos de pasión; sentir sus manos asiéndome. Llevo impregnado en todo el cuerpo su delicioso sabor, como una marca indeleble. No puedo concentrarme en nada porque mi cabeza vuelve al único sitio en el que está cómoda, que es pensando en ella, la mujer más hermosa, enigmática y apasionada que jamás he conocido. He pensado en un principio ponerme a trabajar en casa, pero lo he desechado inmediatamente, he preferido venir a hacer un poco de ejercicio físico creyendo que quizá con esto pueda poner un momento la mente en blanco y dejar de torturarme, por lo menos hasta esta noche, que iré a buscarla de nuevo. Este proceder se ha convertido en una costumbre y ahora mismo, después de lo que ha sucedido en una necesidad casi vital, lo que ha pasado entre nosotros me ha producido un tremendo impacto y creo que ya nunca nada podrá volver a ser igual que antes. Me quito el jubón y la camisa, cojo unas cuantas herramientas y me dirijo al filón donde se está sacando ahora mismo la piedra. No hay nadie, la cantera está totalmente desierta porque todo el mundo está en la inauguración de la Sainte Chapelle. Emprendo la tarea con ánimo y al principio todo marcha bien, la piedra salta y se rompe por donde la golpeo y esto me mantiene concentrado por unos instantes, me da el consuelo que necesito. Golpeo una y otra vez hasta que tengo dos bloques sueltos de blanca piedra, blanca como su suave piel… ¡Basta! Empiezo a dar forma a uno de estos bloques como si me fuese la vida en ello, no quiero pensar en sus curvas sinuosas, sus generosos senos, que he saboreado hasta el éxtasis, y sus torneadas piernas rodeándome fuertemente… ¡No, solo debo concentrarme en golpear, nada más! Su magnífico cabello rojo derramado en el blanco mármol mientras se arqueaba contra mí, dominada por un intenso placer que la consume… ¡Dioses, esto es una locura! Esos ojos verdes nublados por la pasión mirándome mientras grita mi nombre contra mi boca… ¡Tengo que dominarme, si no tendré que ir a buscarla y poseerla tan salvajemente que me da miedo pensarlo!

—¡Assur! ¿Qué pretendes, volver a cortar piedra para hacer otro templo? ¿Qué te ocurre? Pareces alterado, yo diría incluso que distraído. ¡Mira cómo estás cincelando esa piedra! ¡Torcida…! —dice de repente Uriel sorprendiéndome con su presencia.

Es verdad, estoy tan distraído que estoy destrozando la piedra y además no le he oído acercarse.

—¡No me lo digas, compañero! ¡El motivo tiene el pelo color rojo fuego! —comienza a reírse. —¡No sé si envidiarte por haber conocido a una mujer tan sugerente con la que seguro que no puedes aburrirte o compadecerte por el estado en el que te encuentras desde que la viste por vez primera!

Sigue riendo y bromeando.

—¿Puedo ser sincero contigo, Uriel?

—Puedes y debes. ¿Qué ha pasado, Assur, te ha dejado porque lo ha pensado mejor y le gusto yo más o te ha vuelto a robar a Bungi?

Sonrío unos instantes recordando esa escena que se había producido a escasos metros de aquí. Cuando se vaya sé que mi vida será aburrida, porque durante todo el tiempo que la conozco mis emociones han sido muchas y variadas, pero nunca me he aburrido…

—Me estoy volviendo loco, Uriel. Jamás he conocido una mujer que cause este efecto en mí. Esta noche la he hecho mía y ha sido una experiencia de lo más intensa, y no contento con esto, ahora mismo estoy a punto de salir corriendo a buscarla porque no me retiene ni una buena sesión de ejercicio cortando piedra, la tengo siempre metida en la cabeza.

La risa de Uriel resuena por todas las paredes de la cantera.

—¡Amigo, no puedo hacer otra cosa que felicitarte, esa mujer es para ti! ¡Y pensar que yo podría haberla salvado esa noche para haber hecho méritos y así haber tenido mi oportunidad!

Deja de reír y se pone serio.

—De verdad, Assur, me alegro mucho por ti y pienso que lo que debes hacer es disfrutarlo. Permíteme un consejo aunque no me lo hayas pedido: si yo estuviese en tu lugar, estaría junto a ella el mayor tiempo posible, porque por lo que tengo entendido no ha venido para quedarse, compañero, así que aprovecha el tiempo y no te lamentes. ¿Cuánto tiempo hacía que no estabas con una mujer por falta de interés? Eres tan selectivo que seguro que demasiado, así que ahora que la has encontrado disfrútala y ya está, no pienses en nada más.

Tiene razón, debo disfrutarla ahora que puedo, ya me lamentaré cuando se haya marchado. Me dejo caer pensando en las palabras de Uriel, que son las mismas que me ha dicho ella en varias ocasiones, «solo estar juntos por el mero hecho de querer estar juntos», pues entonces ¿qué estoy haciendo comportándome de esta manera tan ridícula? Wanda es mía ahora y estaré con ella hasta el final.

—¿Ves lo que trato de decirte? Mira cómo me encuentro, es a esto a lo que me refiero con lo de que me estoy volviendo loco.

—Pero eso ya lo sabías cuando decidiste conquistarla, sabias que no era una mujer común; aparte de venir del futuro tiene características que son poco usuales en su género, y creo que eso forma parte de su encanto, ¿no es así, Assur?

—Sí…

—¿Sabes lo que te pasa realmente, amigo?

—No, ¿qué me pasa?

—¡¡Que estás loco, completa y rematadamente, pero por ella!!

Tiene toda la razón, ella es mi pequeña iyari, mi salvaje, apasionada y deliciosa sitar.

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Camino despacio por la oscura y desierta calle pensando cómo se desarrollará el plan que acabo de empezar cuando unos poderosos brazos me agarran desde atrás. Forcejeo intentando soltarme para poder asestar un golpe aturdidor, pero enseguida me calmo al oír en mí oído la voz profunda de Assur.

—No veía el momento de tenerte en mis brazos de nuevo; he estado todo el día pensando en ti…

Me doy la vuelta y me cuelgo de su cuello.

—¡Eres un bandido! ¡Si tanto querías tenerme, haber venido a buscarme antes!

Sonríe por mi respuesta y se queda mirando mi cabello y rostro, entonces me doy cuenta de que se me ha olvidado quitarme el pigmento rojo y el peinado con todo este asunto que me traigo entre manos.

—¿Qué te has hecho? Sabes que no necesitas nada para realzar tu belleza, eres tan hermosa como una diosa, pero solo mi deliciosa y adorable diosa…

Le beso contenta por sus cumplidos, siempre me hace sentir la mujer más bonita del planeta.

—Gracias, pero esto se debe a que acabo iniciar mi plan para robar la cámara.

Me mira un poco extrañado y decido contarle todo lo que he hecho en el día, excluyendo lo de la lectura de cartas y lo que me ha dicho Tibo cuando me ha visto en el poblado, ya que seguramente se marcharía de mi lado para darle su merecido, y la verdad es que le he echado tanto de menos que ahora que estoy entre sus brazos no quiero que me suelte. Termino de hacerlo y veo que se queda pensativo, frunciendo el ceño para decirme seguidamente lo que he estado oyendo todo el día de todo el mundo: que es demasiado peligroso…

—Wanda, ¿qué te parece que ideemos algo juntos para que no asumas tú sola todo el riesgo?

—¡Vaya, de pronto vuelvo a ser Wanda!

No me gusta que me llame así.

—Assur, recuerda que esta fue una de mis condiciones cuando nos asociamos al principio, que las cosas las haría yo y a mi manera.

—Ya, pero ahora eso ha cambiado

—¿Cambiado por qué?

—Porque ahora tú y yo tenemos otro tipo de acuerdo.

Enseguida me doy cuenta de a qué se está refiriendo, y es a nuestro trato particular, nuestra asociación especial.

—Comprendo, pero no debes preocuparte tanto, por favor; no va a pasarme nada, Assur. —Acaricio su cara suavemente—. Ya sabes que soy así, una mujer de acción; esta es mi manera de ser, además de mi obligación…

—Ya lo sé, pero los demás podemos ayudarte y queremos hacerlo, ¿qué hay de malo en ello?

—Nada, solo que ya me habéis ayudado bastante y que de momento puedo apañármelas.

Me quedo mirándole en silencio, sé que puedo contar con él y si tuviese que hacerlo lo haría; él y los suyos están siendo un apoyo muy grande aquí.

—Assur, sé que puedo contar contigo y si te necesito no dudaré en pedírtelo, pero por el momento puedo arreglármelas.

—Perdona, no quería presionarte, ya sabes que no puedo evitar preocuparme; ten paciencia, Wanda, por favor, aunque prométeme que si necesitas algo, cualquier cosa, me lo pedirás. 

—¿Pues sabes lo que quiero ahora? Que no me llames Wanda y que me beses…

Sonríe y me besa, después, alzándome en sus brazos se pone a caminar en dirección a St. Julien, dando por terminada nuestra conversación. Sin darme cuenta, me veo subida en la parte delantera de la silla de Bungi.

—¿Adónde me llevas, Assur? —le pregunto apretándome contra él porque la noche se ha puesto muy fría.

—A mi casa, quiero estar contigo. Te prometo que allí no tendrás frío, no te llamaré Wanda y te besaré todo lo que me pidas —responde en mi sensible oído haciendo que me estremezca—. ¡Por el día puedes ir donde quieras, pero por las noches me perteneces!

Sonrío pensando en lo mucho que me gusta oírle hablar así. No conversamos más en todo el trayecto, solo se limita a besarme y acariciarme hasta que llegamos a las puertas de una casa situada cerca del quartier juif (barrio judío) al lado de la rue du Temple (calle del Temple). Es un edificio de dos plantas. En la lisa fachada de piedra solo hay dos ventanas y una puerta. Pasa esta de largo y se mete por uno de los costados del inmueble, donde está la entrada a un patio interior; allí se encuentra la cuadra donde se aloja Bungi. Me baja, aunque antes me da un suave beso, y se pone a atender al animal. Mientras lo hace, recorro el patio curioseando un poco: la parte de atrás tiene otras dos ventanas y una puerta de entrada; el sitio parece tranquilo, ya que no se oye ningún ruido, debe de ser una barriada de artesanos o algo parecido. Sí, seguro que todos los vecinos serán picapedreros y canteros como Assur; bueno, como él probablemente no, porque él tiene más habilidades y es un verdadero artista en todos los aspectos… Un calor me recorre al ponerme a pensar en esas destrezas con el autor a unos pasos de mí mirándome como lo está haciendo ahora mismo. El calor se convierte en una sensación de vértigo que sacude mi estómago cuando se aproxima y me coge de la mano para invitarme a pasar. La vivienda es sencilla y tiene solo lo imprescindible, por lo menos en la parte de abajo. Hay una chimenea que hace las veces de cocina, una mesa grande y dos sillas. No hay cortinas ni adornos, solo dos lámparas de aceite que enciende mientras yo me quito la capa e inspecciono un poco más. Me indica que suba para continuar la visita, el piso superior es completamente diáfano también, con forma rectangular y mucho más amueblado que el de abajo. Al fondo hay una gran cama junto a un mueble para ropa, una palangana con un jarrón y un espejo precioso grande de cobre apoyado en la pared. Enfrente, junto a la ventana, se encuentra una mesa muy parecida a la que hay en su habitación de Chartres e igual de llena de utensilios y herramientas de esas extrañas que solo debe saber usar él. Hay trozos de piedra de diferentes tamaños y colores, cinceles y martillos, un tintero y una pluma, pergaminos escritos y libros abiertos con los mismos símbolos raros que tienen los pergaminos. Justo en medio de la habitación, pegada a la pared, hay una gran chimenea; ni adornos ni cortinas tampoco, muy minimalista, como se dice en el futuro. El sitio le define a la perfección, a simple vista parece que muestra todo lo que hay hasta que te acercas y compruebas que la superficie solo tiene una pequeña muestra de lo interesante que encierra…, y a la parte de mí que le chiflan los desafíos, se muere de ganas por desvelar todos los secretos de este magnífico hombre que me atrae tanto. Sonrío de repente por las imágenes que asaltan mi cabeza cuando toco algunas de sus cosas, le veo tallando piedra, escribiendo y dibujando planos, leyendo esos libros y tomando notas en los pergaminos con una letra menuda y firme, tumbado en la cama medio desnudo, muy pensativo, intentando probablemente poner solución a esos problemas matemáticos y geométricos con los que debe toparse tan a menudo en las obras de arte que crea… De pronto quiero tocarle, acariciarle, besarle mientras hace todas esas cosas, que me cuente sus preocupaciones e inquietudes, que sepa que estoy a su lado escuchándole… Salgo de mi cabeza y regreso a la realidad porque noto su mirada fija en mí.

—¿Por qué sonríes, qué es lo que has visto? Espero que nada que te asuste o te haga salir huyendo, porque ya es muy tarde para eso… —Su expresión es muy significativa—. Estás encerrada en mi casa bajo llave y solo yo sé dónde está escondida… —añade provocador.

—¿Quién dice que cuando me asusto quiero salir huyendo? Nunca, eso jamás; lo que hago es enfrentarme a ello hasta que lo domino, ¿y sabes por qué, Assur?

—¿Por qué?

—Porque soy muy persuasiva.

Repentinamente se acerca y me abraza.

—Entonces espero darte muchísimo miedo…

Sin más, se quita el jubón y desabrocho algunos botones de su camisa tocando la piel caliente y suave de su pecho, besando despacio el negro vello que huele tan bien. De pronto quiero tumbarle en la cama y acariciarle a placer. Para seguir provocándole y jugar un poco, empiezo a desnudarme yo. Quiero que me mire mientras lo hago. Me quito la ropa poco a poco y me contempla deleitándose muy complacido, intentando agarrarme para poder acariciarme, aunque me zafo unas cuantas veces entre sensuales risas. Está muy travieso y risueño, hasta que ve las marcas de la noche anterior y entonces su expresión cambia, se pone muy serio apartándose bruscamente de mi lado.

—Soy un tremendo bruto, no tengo excusa. Te he hecho daño, algo que dije que no haría…

—Eso no es verdad, Assur —respondo inmediatamente para calmarle.

—Si quieres irte y no verme más lo entenderé…

—¿Quieres que haga eso?

Niega con la cabeza.

—¿Cuál es ese daño, Assur? Que yo recuerde, solo he sentido placer contigo, si eso que dices fuese cierto no estaría aquí, porque no me gusta el dolor ni estar con maltratadores.

—Pero mira las señales que te he hecho, ¡soy un patán, una bestia sin control…! —se reprocha con desprecio.

—¡Las mismas que te hice yo, con la diferencia de que las tuyas desaparecen más deprisa!

Me acerco para cogerle las manos y traerle a mi lado.

—Debes aprender de mí que me gusta que me igualen siempre, si salgo al encuentro quiero que me correspondan de la misma manera. Ya te lo dije al principio, estoy aquí libremente y nada ni nadie me lo va a impedir, ni siquiera tú.

Relaja un poco su expresión y clava sus oscuros ojos en los míos, siento en mi cabeza sus emociones, lo especial que cree que soy para él. En realidad, cuando estamos juntos su manera de tratarme con esa mezcla de posesión, dulzura y protección me hace sentir tan femenina como nunca antes. Aunque jamás he consentido que ningún hombre llegue a afectarme de esta manera, él ha calado muy hondo en muy poco tiempo sorprendiéndome de tal modo, que estoy completamente pasmada por cómo me comporto cuando estoy con él. ¡La verdad es que no me entiendo a mí misma! He descubierto, además, que me encanta ese maremagno de sensaciones que me provoca, esas maneras suaves y a la vez rudas con las que me trata al hacerme el amor, igual que esa erótica lucha de dominación y sumisión que mantenemos cuando estamos juntos. Con este hombre estoy descubriendo cosas de mí que nunca he sabido y que ni siquiera sospechaba, si me lo hubiesen dicho hace tan solo unos días jamás lo hubiese creído.

—¡Así que ven y márcame, domíname, porque como has dicho antes, por las noches te pertenezco completamente!

 

¡DIOSES! Solo ella puede decirme esas cosas y hacerme el hombre más feliz del mundo. Uriel tiene razón, soy muy afortunado por haberla encontrado y no dejaré que se vaya de mi lado, por lo menos todavía no, quiero complacerla hasta que muramos los dos de puro éxtasis, hacerle sentir tan bien como ella me hace sentir a mí… La cojo entre mis brazos, la deposito suavemente sentándola encima de la cama, me arrodillo y quedo justo a la altura de su boca, que muerdo con ansiedad. Llevo todo el día queriendo hacer esto. Sonríe y me suelta el pelo alborotándomelo, entonces la beso apasionadamente hasta que se olvida de todo y un lánguido velo de deseo cubre sus magníficos ojos. Voy a saborearla entera, a dominarla y marcarla como si fuese mía. Mi lengua comienza a recorrer su perfecto cuerpo y se pierde en él, lamo su oreja, su garganta, sus senos, hago que gima y diga mi nombre, suplicante. Se recuesta y sigo bajando por su terso vientre, me paro de vez en cuando para oírla reír por las cosquillas que dice que le provoco, su piel brilla por donde mi lengua pasa y parece de mismísimo nácar, de resplandeciente porcelana acrisolada. Llego hasta donde empieza el sedoso vello en su monte de venus, que es del mismo color rojo intenso que su preciosa melena. Vuelve a gemir y se abre para mí, entonces me acerco a su sensible punto muy despacio y lo acaricio con mis labios. Esto hace que se arquee completamente y me pida más; sabe dulce, es como paladear un néctar exquisito que embriaga los sentidos y que quita la razón. Sujeto sus caderas, quiero perderme para siempre en este delicioso lugar atrayéndola un poco más. Jadea a la vez que me ase del cabello con las dos manos y entonces le introduzco dos dedos y noto lo mojada, caliente y apretada que está, recorro muy lentamente ese delicioso camino que lleva al mismísimo paraíso. Su cuerpo, mis dedos y mi boca se acompasan haciendo que quiera liberarse. Subo la intensidad porque yo también quiero que lo haga, que se abandone a mí para verla con ese rubor que la hace estar más bella cuando ha quedado saciada completamente en el placer. De repente, su respiración se torna más fuerte y entrecortada, el corazón le late más deprisa, su cuerpo se contrae y grita avisándome de que ha alcanzado el clímax. Me incorporo y beso sus labios, la contemplo ensimismado soltando su gloriosa melena, disfrutando con este soberbio espectáculo que es tenerla así y que he soñado desde que la vi la primera vez: contemplarla de esta manera en mi cama, desnuda, llena de deseo y ganas, me hace ponerme tan duro que casi no acierto a terminar de desnudarme. Deseo fundirme con ella, tenerla como nadie nunca la ha tenido, un sentimiento de propiedad se ha alojado en mi pecho y quiero demostrárselo, hacerle saber que es completamente mía para que no deje que ningún otro la tenga así jamás… La estrecho fuertemente, ella me abraza y yo me hundo dentro de su cuerpo sin poder esperar más, perdiendo casi el juicio. Levanto una de sus piernas porque quiero que me rodee las caderas para acoplarme plenamente. Grita mi nombre estrechándome más fuerte, el ritmo frenético que nuestro deseo nos impone nos lleva hasta la locura y nos hace explotar casi juntos. Mucho tiempo después permanecemos unidos y sin movernos, intentando asimilar las maravillosas sensaciones que han ocurrido entre nosotros.

—Iyari, solo tú me haces sentir completo.

Susurro en su oído a la vez que mi cuerpo vuelve a despertarse sintiendo lo apretada y húmeda que está, deseoso de volver a tenerla. No puedo dejar de anhelarla, es superior a mí, siempre tengo ganas de ella.

—¡No puedo dejar de desearte! ¡Eres tan tentadora y hermosa!

Ríe seductora, mirándome con esas dos esmeraldas brillantes.

—Assur, cuando me dices esas cosas me haces sentir la mujer más irresistible del mundo…

Sonríe juguetona apartándome un poco hacia atrás para moverse y colocarse bocabajo. De pronto la tengo bajo mi cuerpo, dándome esa maravillosa espalda, rozándome con su redondo trasero, haciéndome desearla tan intensamente que me duele… Le mordisqueo el cuello y se curva frotándose contra mí. Agarro sus sublimes senos desde atrás, abro sus piernas a la vez que ella vuelve a moverse sugerentemente rozándome el pene. Algo estalla dentro de mi cabeza y hace despertar mi parte salvaje, mi instinto animal. Me aprieto contra su cuerpo y la penetro de una sola vez. Millones de sensaciones me recorren y me hacen perder el control cuando la oigo tan excitada y salvaje como lo estoy yo, pidiéndome más con auténtico frenesí. Es una maravillosa tortura enterrarme en su cuerpo tan caliente y apretado una y otra vez, deseo poder parar el tiempo y permanecer así durante toda la eternidad. De súbito quiero verla cuando se rompa de placer, me he prometido que no dejaré de mirarla nunca, y menos cuando la estoy colmando con mi cuerpo. Entonces sujeto su estrecha cintura cambiando de posición, gime por el movimiento y la variación de la presión y nuestras miradas se encuentran en el sugerente reflejo del espejo… Veo a mi apasionada pantera arrebatada de delirante pasión mordiéndose el labio de abajo, deslizándose una y otra vez sobre mí agarrando mis manos para que no la suelte. Cuando alcanza el delicioso éxtasis, jadea mi nombre de una manera tan perturbadora que yo solo puedo sepultarme en el mismísimo centro de su ser y sentir cómo me derramo y alcanzo la cima de un placer que jamás he sentido… Nos quedamos sin movernos y en silencio, mirándonos a través del espejo, ligados y encajados. Nuestros cuerpos se van relajando y la dicha nos invade, sobre todo a mí, porque verla tan complacida me hace sentir el hombre más feliz de la creación. La acuesto enseguida a mi lado, diciéndola lo hermosa que es y lo mucho que me hace sentir. Puedo oír su corazón latir enérgicamente cuando me escucha decirle todas estas cosas; además, siento su piel erizándose por el roce de mis labios en su oído. Es tan pequeña y delicada, tan frágil y joven que me inspira una ternura y protección que nunca he sentido por nadie, como si realmente estuviese hecha para mí. El sueño va venciéndola acurrucada contra mi pecho, rodeada por mi calor; es una criatura muy sensible a la temperatura, me pregunto cómo será verdaderamente y cómo vivirá en el futuro, seguro que es una mujer fuerte, alegre y muy apasionada, una guerrera de los pies a la cabeza, probablemente la más hermosa de todas. Tiene que serlo por la energía que desprende, aunque en realidad eso a mí no me importa demasiado, ya que una de las cosas que más me atraen de ella es su personalidad. Mi pequeña es tan rebelde, tan libre e indomable, tan valiente a la vez que humilde y modesta, tan comprometida y responsable, tan maravillosa y asombrosa que creo que no he conocido nunca a nadie como ella. Al final se queda dormida profundamente durante lo que queda de noche y eso me hace sonreír. Esta es la primera vez que traigo a alguien a mi casa, que duerme en mi cama y que además me paso la noche velando su sueño, pero es que no puedo dejar de hacerlo, aunque con ello se me encienden las ganas cada vez. Durante la noche solo me atrevo a besarla y acariciarla suavemente para que mantenga el calor corporal y no molestarla. Cuando amanece no quiero irme de su lado, pero voy a prepararle el desayuno y me aparto casi maldiciendo. La cubro bien con los cobertores y echo leña al fuego casi extinguido de la chimenea, dejo el bonito chal a su lado por si se despierta, para que se cubra con él. Será una imagen digna de ver, totalmente desnuda y con el pelo alborotado, con las marcas de la sublime pasión de esta noche en su cuerpo y solo cubierta por esta tela tan fina, transparente y sugerente.

¡¡Estoy deseándolo!!

¿Dónde me encuentro? ¡No me suena de nada este lugar! Miro alrededor y mi cabeza no puede recordar nada. Cierro los ojos y me dejo llevar por un calor muy agradable que está a mi lado y que se extiende sobre mí con un halo de protección. Me muevo yendo hacia esa fuente de calor y me topo con una pared dura de músculos y piel suave; entonces mi cabeza enlaza a la velocidad del rayo y lo recuerda todo… Estoy en la cama de Assur después de una magnífica noche de placer, ¡cómo olvidar la sensación tan asombrosa de calidez que emana de él y las caricias tan intensas que me ha hecho y que aún no puedo dejar de evocar! Vuelvo a cerrar los ojos aspirando el olor que me rodea deseando perderme en él. Un fuerte brazo me agarra desde atrás estrechándome y yo no puedo hacer otra cosa que abandonarme, me niego a abrir los ojos por temor a verme fuera de este lugar tan maravilloso…

—Pequeña, ¿tienes frío?

Niego con la cabeza y me acurruco más contra él. Reacciona estrechándome con los dos brazos.

—¿Entonces qué te ocurre? —pregunta besándome en la oreja.

Me tomo un poco de tiempo para contestar porque quiero alargar infinitamente esto.

—Solo quiero que me abraces para seguir disfrutando de mi paraíso privado…

Me aprieta más y me lame el cuello, despacio.

—¡Dioses, si me dices esas cosas tendré que poseerte de nuevo!

Sonrío cuando noto contra mi trasero aquello a lo que se refiere, ¡no estaría mal volver a repetir lo de anoche, aunque esta vez durante todo el día! Mi cuerpo también reacciona enseguida y tengo que frenarme para no suplicarle que haga lo que ha dicho… ¡A lo mejor solo un poquito! ¡Con este hombre siempre me siento insaciable! Abro los ojos definitivamente y la claridad que entra por la ventana me hace preguntarme de repente qué hora es, aunque esto en realidad me da un poco igual, porque no me espera nadie… ¡¿Qué me pasa?! Creo que me estoy convenciendo para quedarme. Esto es increíble, son sorprendentes los subterfugios que utiliza el cerebro para salirse con la suya. Me echo a reír por lo absurdo de mi conversación mental cuando noto a Assur, que vuelve a besarme el cuello.

—¿Y ahora de qué te ríes, traviesa sitar?

—Me haces cosquillas… —respondo disimulando.

—Si quieres puedo hacer que esas cosquillas se conviertan en gritos de placer.

¡Tengo que parar esto si no quiero acabar como él dice!

—De eso nada, ya es de día y ahora soy libre, esta noche volverás a tenerme… —digo soltándome mientras me levanto mirándole risueña.

¡Es una gran mentira, me muero de ganas por volver a él, aunque a veces hay que marcarse un pequeño farol en el juego de la seducción, no seré yo la primera que me descubra hablándole de mis verdaderos sentimientos! Me pongo de pie y camino hasta la ventana asomándome para ver en qué lugar del cielo está el sol, parece por la mañana todavía y entonces es cuando mi estómago ruge como una bestia salvaje para recordarme el hambre que tengo. Me giro para localizar mi ropa porque tengo que regresar a St. Julien. La veo doblada sobre la silla del escritorio, debajo del chal escarlata. Me pongo seria pensando en que ya no quiere tenerlo más…

—¿Me devuelves el chal, Assur, ya no lo quieres?

—No, solo lo he sacado por si te lo querías poner para estar más cómoda aquí —sonríe—, creo que no te lo voy a dar aún, será tu ropa para cuando estés aquí y no te esté haciendo el amor, porque cuando te estoy poseyendo me gusta que estés completamente desnuda para disfrutar de toda tu belleza.

Me gusta la idea. Sonrío un poco turbada por las palabras tan directas que acaba de decirme y me dirijo hasta la silla para coger la combinación y empezar a vestirme, disimulando así mi azoramiento.

—¿Adónde vas?

—A St. Julien, Marcus no sabe nada de mí desde ayer y es mejor que me marche.

—Pensé que te apetecería desayunar conmigo y quedarte un poco más, tengo pastelillos del barrio judío… —dice esperanzado de convencerme, de pie a mi lado—. Me gustaría que te quedases; todavía es pronto y seguro que Marcus no está preocupado. Además, huidiza iyari, sigo teniendo yo la llave y no puedes salir de aquí sin mí, es más, no dejaré que lo hagas…

—Te olvidas de que poseo magia y que puedo abrir cualquier puerta, Assur, ¡aunque si me das un pastelillo podemos negociarlo!

Se me hace la boca agua de pensarlo, creo que me quedaré un rato más. Aparte de ser muy buen amante es detallista, de esos que se preocupan en prepararte el desayuno y todo, un verdadero tesoro. Cojo el famoso chal y me hago un vestido. No me tapa mucho a pesar de su gran tamaño porque la tela es muy translúcida. A continuación me acerco a la chimenea para calentarme, Assur vuelve a mi lado sonriendo, complacido por mi vestido improvisado y acariciándome el trasero.

—¡Pequeña sitar, estás tan encantadora…! Este color te sienta muy bien, pero ven y espérame aquí.

Me coge en brazos llevándome hasta la cama.

—¿Sabes una cosa, iyari? Me encanta contemplarte así, medio desnuda y en mi cama.

Y a mí también me gusta contemplarle como está ahora mismo, mostrándome ese magnífico cuerpo desnudo, tan masculino y bien hecho; es tan guapo, tan atractivo y encantador que no puedo apartar los ojos de él. Desaparece por las escaleras para al poco subir con un montón de comida que hace rugir mi estómago, loco de contento. Él casi no come porque está más pendiente de que yo lo haga dándome la comida, sugiere que puedo desayunar todos los días aquí con él. Como hasta hartarme, y cuando terminamos vuelve a levantarse y desaparecer de nuevo. Cuando regresa trae una bañera gigante que debe de pesar una tonelada por lo menos, la deposita frente a la chimenea y la llena con dos calderos de agua también enormes que sube sin ningún esfuerzo.

—Iyari, no son las termas, pero mientras volvemos a ir me encantará que te des un baño conmigo.

Le sonrío sin decir nada. Este hombre es una caja de sorpresas. Me quito el improvisado vestido y voy directamente hacia la bañera. El agua caliente está deliciosa y me llega hasta el pecho cuando me siento. Assur me sigue y se mete a continuación, lo que hace subir considerablemente el nivel y que me sienta casi como en las termas. Nos sentamos uno frente al otro, con las piernas entrelazadas, y comenzamos a conversar de cosas triviales durante un rato. Es la primera vez que lo hacemos y me gusta mucho sentir esa normalidad con él. Parece que también podemos charlar como dos personas civilizadas sin querer devorarnos continuamente, aunque está tan atractivo mojado que al instante quiero ir a su lado y tocarle. En un arrebato lo hago, me acerco, me siento sobre sus piernas y quedamos cara a cara, muy juntos. Mojo su pelo mientras él me contempla atento. Es tan irresistible que me pierdo en sus ojos y le beso de repente. La temperatura sube y hace que comencemos a hacernos el amor. Vuelvo a sentirle dentro de mí haciéndome experimentar un millón de sensaciones deliciosas otra vez, me aprieta contra él y me besa muy excitado. Me digo a mí misma que solo voy a permanecer un poco más así, puesto que no puedo llevar esto hasta el final. Dejo de besarle porque quiero ver su cara, muevo mis caderas sugerentemente y le provoco un jadeo que me encanta. O paro ya o estaré horas así para que siga haciendo esos sonidos tan encantadores… Acaricio sus labios con mis dedos y los lame sensualmente. Después pasa a hacerlo con mis pechos, que están justo a la altura de su boca. Respiro hondo y me prometo que solo me moveré un poco más. Agarra mi cintura y se aprieta contra mí, le siento de lleno, me muevo más fuerte y otro encantador gemido vuelve a sonar. ¡Solo un poco más, lo prometo! Nos fundimos en un placentero abrazo y ambos jadeamos. Le doy un beso y me aparto despacio, para dejarlo aquí. Esta noche regresaré y continuaremos en este mismo punto.

—Buenos días, Assur.

—Buenos días…

Río cuando le oigo hacer otro sensual ruido.

—¡Me encanta verte con esa cautivadora cara llena de deseo por mí por las mañanas! Cuando venga esta noche quiero encontrarte tal como estás ahora.

Vuelvo a sentir su provocativa boca sobre mis pechos y creo que voy a perder la voluntad. Intenta abrazarme para terminar lo que hemos empezado, pero con un rápido movimiento y sin pensármelo demasiado me levanto dejándole sentado, mirándome con cara desilusionada. Le anhelo demasiado, pero salgo de la bañera para ponerme fuera de su alcance.

—Eres perversa…

—Y tú guapísimo. Me voy ahora para que pienses durante el día en algo que merezca la pena. Yo estaré pensando en ti así, deseando que llegue esta noche para continuar lo que dejamos aquí.

Me seco y me visto, me demoro para deleitarle, porque se ha quedado dentro de la bañera observándome muy fijamente. Cuando termino de recoger mi pelo, sale de la ensoñación y me dice que le espere, que me acompaña, pero acercándome y cogiendo su barbilla, le beso mordisqueándole los labios impidiendo que se levante. Velozmente se entusiasma y la temperatura vuelve a subir, me aparto antes de que los dos cambiemos de opinión y en un arrebato me meta de nuevo en la bañera sin que me importe absolutamente nada.

—Nos veremos esta noche, Assur.

—¡Que sepas que en cuanto se ponga el sol pienso ir a buscarte!

—Eso espero…

Le dedico otra sonrisa provocativa y un guiño, me doy la vuelta y bajo las escaleras sonriendo aún. Me pongo la capa y me dirijo hasta la puerta, dispuesta a abrirla con magia, pero me doy cuenta de que tiene la llave puesta y que se abre fácilmente al girarla. ¡Este Assur se ha quedado conmigo, en ningún momento hemos estado encerrados, todo ha sido una pequeña treta! Vuelvo a sonreír mientras salgo a la soleada mañana pensando con qué travesura le haré pagar esto. Me siento llena de energía, capaz de hacer cualquier cosa, aunque un poco afectada todavía por el episodio de la bañera. Bueno, esta noche regresaré y tendré más escenas en la bañera, todas las que se me ocurran; total, el día pasa volando.

 

Mi traviesa sitar se ha marchado y me ha dejado más deseoso y hambriento de ella que de costumbre, como si evocarla no me causase bastante desasosiego ya. Encima hoy tendré que controlarme el doble para no salir a buscarla desesperado… ¡Pero es que es tan hermosa y cálida, tan apasionada, tan dulce, misteriosa e hipnótica, que la sola idea de tenerla otra vez me hace desearla desesperadamente! Si le hubiese hecho el amor no la habría dejado marchar; quizá es mejor así, más incómodo pero más sencillo… Me deleito pensando en las cosas que le haré esta noche; a lo mejor consigo que al día siguiente no quiera irse tan pronto…

 

Durante la apasionada noche en la casa de Assur, en la cripta de la Sainte Chapelle ha ocurrido algo, un suceso muy conveniente para nosotros y que nos dará la superioridad que necesitábamos sobre nuestros enemigos. Mi reciente socio don Mago Oscuro, cumpliendo con lo acordado, por fin ha robado el cofre. Akos y Lucan, que han sido testigos directos de lo ocurrido, han visto a un individuo encapuchado vestido totalmente de negro que irrumpía en plena madrugada por la puerta principal del silencioso templo sin que ningún guardia le viese. Por lo visto, los dejó literalmente congelados, y cuando salió se paseó por los alrededores con el cofre bien a la vista para que todo el que se encontrase presente le viese bien. Después desapareció sin más, tras un fogonazo muy potente de luz. Seguro que estos acontecimientos han parado en seco los planes de los vampiros y han frustrado todas sus intenciones: en estos momentos no sabrán qué hacer ni dónde buscar, porque mi socio ha estado muy acertado con esta maniobra. La verdad es que tengo que reconocérselo, Safan y los demás que colaboran con él deben de estar furiosos, porque sus infalibles planes han fracasado estrepitosamente. Aparte, y para terminar de poner la guinda al pastel, Assur me ha contado que algunos de sus compañeros que vigilaban a Baruc le siguieron a través de los túneles subterráneos en una pequeña excursión hasta la entrada de la Sainte Chapelle sin ningún éxito para su antiguo camarada, debido al conjuro de sangre que no hemos anulado todavía del mecanismo y que creo que habrá que invertir brevemente. Baruc, sin otro remedio, ha tenido que retirarse sin conseguir nada tampoco, seguro que tan enfadado que ese ha sido el motivo para que saliese a toda prisa de la ciudad. Asimismo, el rey, alertado por sus guardias cuando se «descongelaron» del hechizo, ordenó una investigación exhaustiva y comprobó que solo faltaba uno de los cofres de su preciado tesoro y el menos relevante; así y todo entró en estado de shock y reemplazó a todos los miembros de su guardia por un contingente de bien adiestrados caballeros templarios, y dio por zanjado el asunto, que prohibió que trascendiese a la opinión pública. Marcus me ha dicho que su excelencia Guillaume de Sonnac está muy contento por este importante encargo que le pone a la cabeza de la custodia de las reliquias y de hacer méritos frente a su majestad, quien cree que han sido los infieles sarracenos, acérrimos enemigos que se ha granjeado en las cruzadas por méritos propios, convencido de que el verdadero objetivo es la corona de espinas, aunque primero han querido dar un aviso sustrayendo este cofre sin valor. Y como el gran maestre sabe lo que ha pasado de verdad y tiene la certeza de que no volverá a haber ningún intento de robo más, a ojos del rey será un gran mérito suyo y ganará muchos puntos… Ese insufrible y vanidoso hombre, sin esfuerzo y valiéndose indirectamente de la magia y de las criaturas que tanto desprecia, ha salido muy beneficiado, parece que todos los tontos tienen suerte… Pero bueno, lo importante es que todo se ha arreglado y ha salido bien para nosotros, y que gran parte de mi misión está casi completa. Solo falta concluir la última, que si sale como espero pronto habré finiquitado con éxito también. Por primera vez desde que comenzó todo esto, tengo grandes expectativas de futuro.

 

Me estoy pintando los ojos y la boca delante del espejo de cobre de la habitación de Assur. Llevo puesto el atrevido vestido verde que le compré a Yolara, y mi apasionado y detallista caballero está muy atento mirándome. La verdad es que es muy provocativo y original, la tela brilla y tiene un color verde que hace juego con mis ojos, el escote es muy marcado tanto por delante como por detrás y es tan ceñido que se pega mucho al cuerpo. Cuando termino, guardo los cuchillos en mis botas haciendo unos cuantos movimientos para comprobar la movilidad que tengo.

—¿Cómo estoy, Assur? —le pregunto de repente, dándome la vuelta, porque está muy callado. Me mira de arriba abajo varias veces, me rodea despacio, su rostro está superserio, muestra a la perfección el estado de desacuerdo y enfado que tiene.

Por la mañana hemos vuelto a discutir otra vez por este tema. No quiere que vaya sola al burdel y está completamente empeñado en acompañarme, y yo me imagino haciéndolo y tras el más mínimo detalle que no le guste destrozándolo y convirtiéndolo todo en polvo. Al final parece que le he persuadido, aunque no sé cuánto va a durar esto.

—Demasiado irresistible y tentadora, seguro que todos querrán tenerte en cuanto te vean… —dice crispado con mirada asesina—. ¡¡Si osan tan solo rozarte, los mataré!!

Lo que me temía. Su estado no es muy civilizado y parece que está contemplando de nuevo la posibilidad de acompañarme. Me acerco y le acaricio la cara para persuadirle, porque no quiero volver a discutir. Noto cómo bullen dentro de él las emociones encontradas y le sonrío para calmarle.

—Assur, tranquilo, sé unos cuantos trucos para defenderme si alguien intenta algo. Además, se te olvida que poseo magia. La verdad es que si tienes que temer por alguien es por los otros, el vestido es solo un complemento para darle credibilidad al personaje, tengo que parecer una prostituta, si no, no podré llegar a mi objetivo. ¿Se te ha olvidado que lo que busco está en un burdel?

—¡¡Ya, pero eso no me tranquiliza!!

—Descuida, nadie me va a tocar un pelo, y menos en el sentido que estás pensando…

Respira con intensidad y hace un gran esfuerzo para calmarse.

—Así y todo quiero que sepas que estaré vigilando desde fuera el maldito lugar hasta que salgas. Si necesitas ayuda, llámame. ¿Entendido?

Asiento. Me atrae hacia él para besarme con un posesivo beso. A continuación bajamos de la mano por las escaleras, en silencio, me ayuda a ponerme la capa, pero cuando me dispongo a salir por la puerta me mareo y tengo que apoyarme en la pared un momento para recuperarme. Es un mareo diferente, la cabeza me da vueltas muy deprisa y no encuentro nada que me alivie. Entonces la fuerza de todos mis músculos se esfuma y caigo al suelo. Creo que esto es el principio del fin, el primer aviso para que abandone el barco. Mi tiempo aquí se está acabando y tengo que terminar cuanto antes para marcharme si no quiero perderme en los espacios interdimensionales por no tener suficiente energía para regresar a mi cuerpo. Además, dejaría a Wanda como una muñeca de trapo: rota, sin conciencia y completamente ida. Desecho inmediatamente esta idea porque no pasará nada de esto, esta noche terminaré con éxito la misión y me dispondré a marcharme después. ¿Cuántos días llevo aquí realmente? Si no me equivoco, casi dos semanas, aunque como el tiempo no transcurre igual en todos los lados no estoy segura del todo, pero como he dicho antes no voy a pensar que llevo más de lo recomendable. No, no lo voy a hacer. Además, si fuese así Rober ya habría hecho algo al respecto y yo no podría estar aquí tan campante…

—Iyari, ¿qué te pasa? ¡¿Te encuentras bien?!

Me coge para levantarme, aunque se lo impido porque el mareo aún no ha cesado y necesito que lo haga para poder abrir los ojos por lo menos. Pasado un rato lo hace.

—Ha sido solo un mareo sin importancia…

—¿Por qué no lo dejas y cuando estés mejor continúas? ¡Venga, voy a subirte a la cama para que descanses!

Poniéndose a caminar hacia las escaleras con el propósito de subirme, tengo que ponerme seria para impedírselo. La verdad es que de buena gana lo haría, descansar y no pensar en nada más. Pero no puedo hacerlo, tengo que seguir con el plan y terminarlo. Cuando me baja me siento en uno de los peldaños de las escaleras, donde me pongo a respirar profundamente varias veces, concentrándome en buscar dentro de mí mi poder. Lo encuentro chisporroteando con una intensa y brillante luz azul y esto me tranquiliza, porque sé que aún poseo suficiente magia para mis propósitos. El desmayo seguramente ha sido una especie de fallo de conexión o algo así, ya que tener dos cuerpos físicos alimentados por una misma conciencia y energía durante tanto tiempo puede producir este tipo de cosas. ¡Lo mejor en estos casos es calmarse, poner música y dejarse llevar! Empiezo a escuchar música en mi cabeza, abro los ojos y veo la cara de ansiedad de Assur, que me está mirando bastante angustiado. Le sonrío y a continuación me levanto yo sola para demostrarle que estoy bien y que todo ha pasado.

—Ya te dije que no es nada, estoy estupendamente, Assur. ¿Me acompañas hasta donde tengo que ir?

—¿Y si te vuelve a ocurrir? Sigo pensando que deberías quedarte y descansar.

—Mi guapo guardián, te estás preocupando más de la cuenta. Soy más fuerte de lo que parece y te aseguro que un pequeño mareo no va a apartarme del juego.

Intentando devolverme la sonrisa, me toma de la mano un poco más tranquilo y salimos de su casa. Llegamos a la calle de atrás de la pensión donde me ha citado Justine antes de darnos cuenta, me vuelvo hacia él y me echo en sus brazos para silenciarle por unos instantes, porque se ha pasado todo el camino intentando convencerme para que abandone y regrese con él a su casa.

¡Se preocupa tanto!

—Assur, no sé qué hubiese hecho sin ti estos días, siempre eres tan atento conmigo… Te prometo que no me pasará nada, será como dar un pequeño paseo, y cuando te des cuenta estaré a tu lado de nuevo compensándote como te gusta por haberte preocupado tanto. ¿Sabes? Hoy me aplicaré mucho para hacerte olvidar esto que te he causado…

Sin dejar que me conteste, me pongo de puntillas para susurrarle al oído lo que tengo pensado hacerle cuando hagamos el amor la próxima vez. Una satisfecha y pícara sonrisa copa su bonita boca y volvemos a besarnos. De repente, se aparta y me pregunta muy sorprendido.

—¡¿Qué es esa melodía que suena dentro de ti?!

Me echo a reír, porque no me he dado cuenta que con esta deliciosa distracción he dejado que la música saliese de mi cabeza, y para un oído tan sensible como el de Assur es audible.

—Es la música de la que te he hablado otras veces, la que oigo en mi cabeza, ¿te gusta? Esta melodía, como tú dices, es de AC/DC, un grupo que escucho para animarme antes de emprender la acción, porque me da fuerzas. La canción se llama «Highway to hell». Me encanta este grupo, porque las letras de sus canciones son muy sugestivas y la música me inyecta adrenalina…

Me mira un poco confundido.

—Iyari, a veces no puedo seguirte en tus explicaciones; eres tan inquieta, tienes tanta energía que si te pasase algo no sé lo que haría. Vuelvo a repetirte que si me necesitas no dudes en llamarme; prométeme que no te arriesgarás demasiado…

—Te lo prometo. Esto solo es un pequeño paseo. Espérame por los alrededores de St. Eustache, ¿vale?

Asiente y me alejo rápidamente. En la pensión la mujer está esperándome; por lo que veo vamos a ir solas, ya que aquí no hay nadie más. Me mira de arriba abajo y me aparta la capa para ver lo que llevo puesto. Su mirada es de ligera aprobación cuando ve el vestido tan ceñido.

—El verde te sienta muy bien, muchacha. —Aunque se acerca y baja el escote para que mis pechos sobresalgan más—. Hay que enseñar la mercancía, si no, no te la querrán comprar.

Asiento inocentemente y pienso en lo que diría Assur al respecto, ¡unas cuantas cosas desagradables, seguro! Disimuladamente la toco y veo todo lo que está pensando… No hay ninguna otra porque el motivo soy solamente yo, parece que le ha hablado muy positivamente a la tal Coral de mí, y yo me alegro porque es lo que quería, aunque me da asco por las pretensiones que tienen ambas. Si no estuviese en una situación tan delicada, les daría a estas dos su merecido para que no volviesen a traficar con mujeres.

¡¡Malditas usureras!! Solo me consuela el golpe que voy a asestar a sus pagadores esta misma noche, nada más.

Salimos a la fría y oscura calle y nos ponemos a andar hacia el burdel. En poco tiempo estamos cruzando sus puertas y esperando en una salita decorada completamente en rojo a que aparezca la otra usurera, una mujer bastante alta, delgada y entrada en años, que por su agrio gesto parece ser peor que Justine. Tiene una cara dura que simula estar calculando siempre los beneficios, como un ave de rapiña, escudriñando la muy mezquina la carroña que se va a llevar… Me aparta bruscamente la capa para ver la mercancía, como ha dicho su socia antes, me rodea varias veces y me manosea a su antojo. Finalmente, comienza otro desagradable interrogatorio personal. Respondo a todas sus preguntas dócilmente haciéndome un poco la ignorante, ya que tengo que aparentar estar encantada de la gran oportunidad que me brindan. Me coge bruscamente de la barbilla y me hace abrir la boca para verme los dientes; aguanto lo más estoicamente posible y me centro en ver qué tiene esta dentro de la mollera. Esta es mucho peor que la otra, porque suministra a sus amos fácilmente lo que quieren sin hacer preguntas e intentando sacar el máximo beneficio, incluso más que el que le corresponde, por eso lleva aquí tanto tiempo logrando sobrevivir. La muy psicópata se lo toma además como algo personal, siente tanto odio hacia las chicas porque son jóvenes y guapas que cree que se merecen el horrible destino que les aguarda en manos de los vampiros, está convencida, además, de que es lo único para lo que valen. Y por supuesto conmigo no es distinto, la rabia y el odio no le dejan casi respirar, tengo que hacer un gran esfuerzo para controlarme y seguir sonriendo como una tonta. Si pudiese, me destrozaría la cara, aunque se domina pensando en la cantidad de monedas que va a obtener y en lo complacido que va a quedar Farés en cuanto me vea… Siento chafarle el plan a la vieja bruja Cara Rancia esta, pero no pienso contribuir en nada; es más, si puedo intentaré perjudicarles a ella y a la otra.

—Harás lo que se te diga sin rechistar, y si no te echaré a los perros para que te follen gratis, ¿me has entendido? —dice sintiendo cada una de las palabras.

—Sí, señora…

¡Zorra usurera! ¡Ya veremos a quién se van a terminar follando gratis!

 

Nos encontramos frente a una gran puerta de caoba en el último piso del edificio. Esta, según creo, es la vivienda de Farés. Hemos subido por unas escaleras dejando la parte pública del local en las dos plantas de más abajo. En mi cabeza voy recordando el camino y situando cada lugar donde le corresponde, porque ya lo vi hace dos días en la cabeza de Justine cuando nos conocimos. Los salones del burdel son tres, dispuestos en dos plantas: uno abajo, que es el principal, y dos arriba, contiguos, donde están también las habitaciones. Justo en el principal es donde se encuentran las escaleras que bajan hasta los sótanos, dos pisos más abajo concretamente. En el último tramo de escaleras que hemos subido nos hemos topado con un hombre haciendo guardia, un vigilante que evita que nadie moleste al patrón y al que Cara Rancia ni se ha dignado en saludar cuando hemos pasamos. Llama a la puerta y una voz grave de hombre nos manda pasar. El gesto de Cara Rancia cambia al instante y pasa a ser miss Complacencia y Simpatía, parece hasta más joven y atractiva. Me presenta diciéndole a Farés mi nombre y guiñando un ojo pícaramente cuando se refiere a que soy una joya sin pulir, dado que no he trabajado nunca en otro local. Esto parece agradarle y creo que debe de ser lo más parecido a ser virgen en el gremio, no sé… Farés se levanta, me mira con gran interés y deseo. Es un hombre tirando a alto, calvo y un poco gordo, este detalle se aprecia más ahora que cuando le vi de lejos en la calle el otro día. Su negro bigote y cetrino color de piel me hacen adivinar su origen, que debe de ser árabe y al que se refiere su nombre. Me fijo en la mirada lasciva que tiene y descubro con ello que este es su verdadero punto flaco, debilidad que los vampiros han sabido aprovechar muy bien, porque este desgraciado es otro juguete en las manos del astuto y taimado Safan, que siempre sabe explotar a su favor las debilidades ajenas. Me rodea mientras examina alguno de los mechones de cabello que caen sobre mi espalda aspirando el aroma con hosquedad. Entonces yo le sonrío seductoramente para conseguir que Cara Rancia se largue, para deshacerme cuanto antes de él y comenzar el plan que me ha traído hasta aquí.

—¡Me complacen mucho las mujeres de pelo rojo porque son muy fogosas; además, hueles muy bien, chica. Tú y yo vamos a ser muy buenos amigos!

A continuación me da un azote en el trasero y me atrae hacia él. Con su otra mano, sube por mi cintura hasta llegar al escote, me toca los pechos sin delicadeza. Sonrío disimulando el asco que me da, intentando no respirar su aliento agrio de cerveza y ajo.

—¡Coral, lárgate, ya te pagaré mañana. Ahora no quiero que nadie me moleste en toda la noche! —dice riendo socarronamente al terminar la frase.

Cara rancia vacila y veo cómo cambia su gesto fingido por el suyo propio, nos echa una mirada de odio antes de salir y cerrar la puerta, seguro que tragándose la furia que le devora las entrañas ahora mismo por no haber conseguido el dinero que pensaba.

¡Por fin tendré un poco de acción!

—Pensé que iba a quedarse ahí toda la noche a mirar…

Hago un mohín sugerente y le pregunto a la vez que le toco el pecho:

—Cariño, ¿quieres que me desnude para ti? Si quieres, puedes tumbarte en la cama mientras lo hago.

Quiero distraerle para que me sea más fácil manejarle y dejarle fuera de juego.

—No.

Contesta bruscamente, me coge y me arrastra hasta la cama. A continuación, se sienta y me coloca entre sus piernas, para tocarme a su antojo por encima del vestido.

—Lo haré yo, mujer; no me gustan las mujeres parlanchinas, y mucho menos cuando me las voy a follar. Sé buena chica y cállate si no quieres que le haga sangre a esa bonita cara tuya.

Intenta deshacer el lazo del escote, pero el trenzado se le resiste, así que mete sus manos impaciente por debajo de la falda, me toca la piel de los muslos y me los pellizca.

—¿Te gusta, perra? —Vuelve a reír socarronamente—. Pues claro que sí, a todas os gusta que un hombre os ponga en vuestro sitio.

Ahora que nuestras pieles se tocan directamente, puedo ver la clase de hombre que es, un miserable y un machista que usa la fuerza para compensar la impotencia física que padece. Suspiro tratando de no perder los estribos. Me está haciendo daño, así que con un rápido movimiento cojo sus manos por encima del vestido para inmovilizárselas.

—¡¿Quién te ha mandado hacer eso, zorra?! —pregunta perdiendo los estribos.

De repente me empuja y me doy contra el escritorio que está detrás cuando intento agarrarme para no caerme al suelo. Su exagerada reacción me ha cogido por sorpresa. Se levanta de la cama, viene hacia mí y me aprisiona con su grueso cuerpo, pone una mano en mi cuello intentando estrangularme a la vez que me sube el vestido con la otra. No quiero llevar esto tan lejos, pero parece que no quiere darme otra opción; al final creo que tendré que ponerle en su sitio y darle su merecido.

—Cálmate o me obligarás a causarte dolor.

Digo con la voz entrecortada por la presión de su mano en mi cuello. Ríe con una carcajada histriónica e intenta levantarme más insistentemente el vestido.

—¡Cállate, puerca! No quiero oírte más. ¡Haré lo que me plazca y tomaré de ti lo que quiera y como me apetezca, y tú harás lo que yo te diga, si no quieres que te raje en canal, puta!

Me quita la mano del cuello para darme una bofetada con todas sus fuerzas. Ladeo la cabeza por el fuerte golpe. ¡El muy bastardo se ha atrevido a pegarme, esto ha llegado al límite! Muy despacio, levanto la cabeza y le miro a los ojos, desafiándole…

—No me gusta oír tu afeminada voz porque delata los pequeños atributos que tienes bajo los pantalones y me dan risa. Suéltame ya porque no volveré a repetírtelo.

Sus ojos se abren, bastante sorprendidos por el insulto, y vuelve a agarrarme del cuello más fuerte con las dos manos.

—¡¡Ramera!!

Escupe rojo de ira, a punto de explotar.

Esto se acabó… Sujeto sus muñecas y con un movimiento preciso y contundente le disloco una de ellas. Afloja entonces sus manos y deja pasar un poco de aire por mi garganta. A continuación, flexiono una pierna y con toda la rodilla le golpeo en la entrepierna. Aúlla de dolor y se aparta encogido. Me pongo en pie y le doy dos bofetadas que le dejan un poco aturdido, aunque vuelve a arremeter contra mí a la desesperada, con el puño en alto y el propósito de golpearme de nuevo en la cara.

—¡Sucia perra asquerosa! ¡Te arrepentirás de lo que has hecho!

Esquivo su puño dándole otra patada en la entrepierna, esta vez lo hago con todas mis fuerzas. Se retuerce de dolor y me lanza toda clase de insultos. Me estoy cansando de este fantoche, así que con un empujón le hago caer en la cama y me lanzo sobre él, sorprendiéndole y sujetándole del cuello para que no se levante. Esquivo sus manos. El muy estúpido se está jugando que le rompa la nariz, pero me contengo en el último momento porque no quiero estropear todo el plan dándole la paliza que se merece. Para acabar con este bochornoso espectáculo, oprimo con la mano el punto que corta el flujo de sangre y oxígeno al cerebro, y al instante deja de forcejear y se desploma. Respiro hondo y me calmo antes de hacerle el conjuro para dejarle inconsciente durante toda la noche. De repente se me ocurre una idea para que ninguna otra chica caiga en las garras de este depravado repulsivo, por lo menos durante un tiempo, y de paso para hundir a las dos arpías que se las proporcionan… Susurro en su oído los hurtos que le hace Cara Rancia junto con su socia y lo adorno con algunas otras mentiras, que aunque no estoy segura de que las hayan cometido, tengo la certeza que las han pensado. ¡Estas dos mañana tendrán que buscarse otro lugar, y sin dinero, porque le he revelado también dónde guarda la vieja bruja el dinero que le estafa! Me ha sido muy fácil descubrirlo, porque Cara Rancia no deja de pensar en ello durante todo el rato; su avaricia la hace estar rumiando la cantidad de monedas que tiene guardadas debajo de la piedra del suelo, junto a la chimenea, dentro de su habitación. ¡Lo siento, pero no aguanto las injusticias y los abusos delante de mis narices! Después de hechizarle me centro en lo que he venido a hacer y empiezo a preparar la habitación para procurarme una coartada. Saco el saquito negro que le compré a Moussa y que he llevado oculto en un bolsillo cosido a la falda del vestido, echo la mitad de su contenido en una jarra de barro con cerveza y lo mezclo. Dejo también el saquito encima de la mesa, para hacer evidente que Farés ha sido drogado y no noqueado con violencia física y magia. Seguidamente busco una sábana para guardar algunos objetos de valor, elijo dos candelabros pequeños, un puñal y tres cuchillos que no son muy buenos pero tienen las empuñaduras de oro y rubíes; además, cojo su bolsa de monedas y algunas piedras preciosas que parecen esmeraldas, junto con más monedas que hay en una gran arca al lado de la mesa, que he abierto con la llave que lleva colgada al cuello mi predecible anfitrión. Todo esto aparte de un tapiz de brillantes colores que parece oriental y que era el que cubría el arca, que añado al alijo para envolver los cuchillos y el puñal. Esta será mi coartada, el motivo que explicará mi presencia aquí: el robo. Por la mañana, cuando se descubra el suceso, parecerá un simple desvalijo a ojos de todo el mundo, salvo a los de Farés, claro, que será el único que sabrá la verdad…, pero me guardará el secreto si no quiere que todos se enteren de que ha sido noqueado, burlado y vencido por una mujer. ¡El único inconveniente es que montará en cólera y pagarán los platos rotos las desafortunadas personas que se encuentren cerca de él, pediré fervientemente que sean las dos arpías y no ninguna mujer inocente! Termino el arreglo de la escena tirando algunas cosas al suelo y desordenando toda la estancia para darle más realismo. De pronto me reflejo en un pequeño espejo que hay junto a una palangana con agua y me doy cuenta de que tengo las señales del bofetón y del intento de ahogo, que se ponen moradas por momentos… ¡El muy bruto se ha pasado, tendría que haberle dado esa paliza! Cuando acabo, me dispongo a bajar a los sótanos. Me pongo la capa, me hago invisible y me dirijo directamente a la cámara. En mitad de las escaleras del primer piso casi me doy de frente con una pareja que sube y que se ha parado de sopetón en todo el medio.

—Gatita, si te portas bien tal vez te elija la próxima vez, ¿sabes? Soy un hombre muy importante y puedo hacer que vengas conmigo; eso sí, si eres una buena chica y me complaces lo suficiente.

La voz me resulta familiar, y al rodearlos con mucho cuidado para no tocarlos miro la cara del hombre y me sorprendo al ver que es su ilustrísima y estirada excelencia Guillaume de Sonnac, haciendo uso de su vanidad además de sucumbir en los pecados de la carne. ¡Vaya, me asombra cuánta virtud posee este hombrecillo! Paso de largo dejando a la apasionada pareja atrás para entrar en el salón principal del burdel. Está decorado en rojo y negro, muy iluminado por los numerosos candelabros barrocos encendidos, aparte de atestado de gente. En los mullidos sofás carmesís que parecen recién sacados de un decorado de tercera de Las mil y una noches, veo a Cara Rancia llegando a un acuerdo económico con dos hombres. Tengo que esforzarme bastante para no tocar a nadie, aunque al final llego hasta el extremo donde se encuentra una estatua de dudoso gusto y calidad que representa a Afrodita, y que es lo que oculta la entrada a las escaleras que bajan a los sótanos. Ando deprisa por el pasillo que se extiende delante de mí y llego hasta las siguientes escaleras, noto la gran energía que desprenden las cuatro paredes de piedra donde voy a parar y que señalan el final del camino. Me materializo entonces, porque ahora no necesito la invisibilidad, y echo un vistazo para descubrir dónde se halla la puerta de entrada. Me fijo en que no hay nada salvo una antorcha colgada que alumbra este hueco vacío, pero enseguida me viene a la memoria lo que dijo don Mago Oscuro: que Safan entra a través de magia… Toco de arriba abajo las paredes hasta encontrar lo que busco. A simple vista no se ve nada; sin embargo, en la pared del fondo hay una cerradura que sobresale unos milímetros, que representa un dragón o algo así, y me acuerdo repentinamente de dónde he visto eso antes, y ha sido en Quarface, por supuesto, colgado del cuello de Safan: el hortera y exagerado colgante con el murciélago lleno de piedras rojas brillantes. ¡Vaya, qué poco previsor! ¡Mi nuevo socio vuelve a tener razón, creer que ostentan el poder les hace ser muy descuidados! Examino la cerradura y sonrío triunfal porque me va a resultar muy fácil abrirla. Cojo la antorcha y la anaranjada luz ilumina la cámara cuando entro y cierro la puerta. El lugar es de tamaño mediano, tiene dispuestas alrededor mesas con diferentes piezas encima. Voy alumbrando una por una cada mesa para echar un vistazo. Hay varios manuscritos en lenguas desconocidas con símbolos extraños y algunos talismanes. El primero lo conforman dos pirámides, una dorada y otra rojiza, creo que es alquímico o algo así. A su lado hay una botella de cristal muy finamente tallado, con un líquido de color marrón oscuro dentro. Junto a ella, un escrito con símbolos árabes que ojeo y en el que descubro la palabra Exeer Al-hayat, que significa «elixir de la vida». ¡No lo puedo creer! ¡¿Para qué querrán unas criaturas muertas el elixir de la inmortalidad si ellos ya lo son?! Vuelvo a acordarme de don Mago Oscuro porque la respuesta ya me la dio él…, la verdad es que esta noche me estoy acordando mucho de él… En las mesas siguientes hay más escritos y algunos me parece que están en lengua china e hindú. En otra hay un amuleto que simboliza una estrella de jade, además de una copa de ónix verde que parece un grial, próximo a un gran caldero del mismo material. ¡¡MIERDA!! Son las famosas y antiguas reliquias druidas perdidas, de las que tantas veces me ha hablado Rober. El grial creo que da grandes poderes y acentúa la bondad o la maldad de la persona que lo use, y el caldero otorga clarividencia… Esto tendré que contárselo a Roberto y a la Hermandad, ya que estarán muy interesados en saberlo. Al otro lado de la sala están repartidos algunos libros más, entre los que hay varios tratados de astrología y cosmología con símbolos que parecen egipcios. ¿Pudiese ser que estos fuesen el Libro de los Muertos, el mismo que posee conjuros y sortilegios para recorrer el inframundo? ¡¡Menudo alijo tienen aquí!! Cuando miro hacia el fondo de esta última fila, veo un montón de hojas apergaminadas más grandes que un folio que no acierto a reconocer en un principio, pero cuando me acerco y las examino durante un rato, distingo que su escritura es tándalo[12]  y creo que estoy frente al famoso Eudum. Sin pensármelo mucho, dejo la antorcha en el suelo y me quito la capa para envolverlo, porque no quiero tocarlo directamente; me lo llevaré y lo examinaré más tarde, cuando haya regresado a St. Julien. Compruebo que posee energía pero sé que puedo sacarlo de aquí valiéndome de nuevo de la invisibilidad, porque su magia no anulará la mía. ¡Siento un gran alivio por ello, porque si no tendría que haberlo dejado y eso hubiese sido desastroso y una verdadera desilusión para Marcus! Recorro otra vez la cámara y vuelvo a mirar despacio, una por una, cada mesa, por si me he saltado algo, aunque veo que no. No localizo por ningún sitio la piedra que me ha encargado mi socio, y por unos instantes me altero y doy cien mil vueltas a la cabeza creyendo que esto es una trampa o que alguien se ha enterado de mis propósitos. Al darme la vuelta hacia la puerta, reparo en un lugar en el que no he mirado aún: debajo de la primera mesa hay una caja oscura, no muy grande, que pasa inadvertida por las sombras. Me acerco y la saco, tiene grabados símbolos y dibujos incas que simbolizan a algunos dioses de su mitología, entre los que se encuentra Pachakamaq, el gran espíritu de la tierra, dios del fuego y controlador del equilibrio entre los mundos; Supay, dios del mundo de los muertos; Catequil, dios del rayo y del trueno, y un jaguar mitad humanoide mitad animal que los incas usaban como imagen del poder para transformar la energía… Siempre me han llamado la atención las civilizaciones de Mesoamérica, leo mucho sobre ellas y he dibujado unas cuantas veces a sus deidades para diversos proyectos cuando estuve en la universidad. Dentro hay otra caja más pequeña, de madera, con una especie de serpiente con patas, muy extraña, que nunca he visto y que no me suena de ninguna mitología… La abro y encuentro dentro una piedra pálida, redonda, sin color definido, con un ligero fulgor a su alrededor. Esta debe de ser la famosa Tuyakal. Arranco un trozo de mi falda para envolverla y la guardo en mi escote sin pensármelo mucho. Vuelvo a dejarlo todo como estaba y echo un último vistazo para valorar si me llevo algo más. Al final desisto, porque ya llevo muchas cosas: entre el Eudum y los objetos de arriba que tengo que llevarme por obligación no puedo cargar con más; es una verdadera lástima. Pensando en esto me sorprende otro mareo que hace que se me nuble la vista y que mis piernas se queden totalmente sin fuerza, casi caigo al suelo de rodillas… ¡Dios mío, esto se está convirtiendo en una costumbre muy molesta! Intento relajarme y controlo la respiración recostándome contra la puerta, para descansar un poco, pero siento que los ojos me pesan una tonelada y que las fuerzas no regresan a mis músculos. Entonces mi cabeza toma esto como una pausa y se desconecta completamente.

 

¡Estoy peligrosamente preocupado, si no la veo aparecer pronto entraré en ese condenado antro y lo echaré abajo hasta convertirlo en escombro!

Contente, ten paciencia y confía en ella, sabes que es muy capaz de realizar esto sola, sin tu ayuda ni ninguna otra…

¡Pero esto es tan difícil para mí en estos momentos! Solo quiero que vuelva a mi lado para que me calme con su suave voz y me haga olvidar la angustia que corroe ahora mismo mis entrañas…

Oteo la gran plaza por enésima vez para ver si la veo desde mi escondite en las alturas. Lleva dentro media noche, aguzo al máximo mis sentidos, pero no consigo captar su voz por encima de las otras dentro del edificio.

¡¿Y si la han capturado?! No, seguramente a estas alturas habría escapado ya, como cuando lo hizo conmigo en la cantera. ¡A lo mejor no encuentra la cámara! Tampoco, mi iyari es muy despierta y astuta. ¡No quiero pensar en lo que ha estado martirizándome silenciosamente todo el tiempo, y es que ese degenerado de Farés esté abusando de ella!

¡¡Sí solo la toca un cabello, morirá de la forma más atroz y cruel que pueda imaginar!!

En este momento hay movimiento en la entrada del burdel, una mujer rubia pide paso y exige ver a ese desgraciado. Me quedo totalmente paralizado al reconocerla, ya que es la acompañante de Baruc, la mujer con la que apareció unas semanas atrás aquí en París.

¡¡Dioses, esto es grave!!

¡¿Y si verdaderamente la han capturado y Farés ha mandado llamar a esta mujer?! Wanda la llamó Iskra, también dijo que es bruja y que colabora con los espectros…

Veo cómo la dejan pasar y quiero impedírselo, pero no puedo, porque pondría en mayor peligro a mi pequeña. Respiro hondo y de pronto y sin poder controlarlo comienzo a transformarme. La criatura oculta que hay en mí quiere salir y no puedo hacer nada para impedirlo, mi cuerpo empieza a prepararse, el instinto se apodera de todo mi ser, el resplandor plateado de mis ojos es lo único que veo, mis sentidos se potencian al máximo, mis manos se convierten en fuertes y grandes garras que despedazarán como afiladas espadas lo que se me ponga por delante. Mi piel, ahora grisácea y dura, desprende un enorme calor, mis músculos se hacen más grandes y mi estatura aumenta hasta los tres metros, me hago colosal. Siento, por último, cómo las inmensas alas toman forma y se extienden detrás de mi ancha espalda…

¡Ya es demasiado tarde, la metamorfosis se ha completado y el salvaje ser animal ahora domina al hombre!

 

Un sonido aterrador sale de mi garganta…                                                                                                                               

Y un tremendo rugido rompe la noche.

 

Un ruido muy fuerte que parece un alarido atronador me saca del desmayo y me invade una sensación de peligro muy intensa. Recupero las fuerzas y me levanto literalmente de un salto. Me he despejado sin más recordando dónde me encuentro. Salgo de la cámara lo más deprisa que puedo, con la adrenalina subiéndome por la garganta. Dejo la antorcha en su sitio y me hago invisible otra vez para recorrer el camino de vuelta hasta las dependencias de Farés. Subo las escaleras pasando por el salón rojo que ahora está menos concurrido y un poco más silencioso. No tengo ni idea del tiempo que he estado abajo sin sentido, aunque intuyo que me he puesto en peligro; tengo esa certeza que golpea en mi cerebro sin cesar. Sorteo a algunas personas y me encamino hacia las escaleras principales, pero en el vestíbulo, frente a la entrada, de pronto me encuentro con Iskra. Quedamos separadas tan solo por unos centímetros la una de la otra, mirándonos. Bueno, en realidad solo yo lo estoy haciendo, porque ella no me ve. El potente ruido que a mí me ha sacado del desmayo parece que a ella la ha dejado paralizada. De repente parece notar mi presencia, porque fija como un águila sus azules ojos en el espacio vacío que ocupo, olfatea el aire maliciosamente; entonces su curiosidad por el extraño sonido pasa a un segundo plano y tengo que esquivar su mano, que corta el aire con un brusco y rápido movimiento, que casi me descubre. Me enderezo para recuperar la postura intentando no respirar siquiera y salir corriendo escaleras arriba antes de que lo piense mejor y haga un hechizo para desenmascararme… Ahora no tengo tiempo para estos jueguecitos con la pérfida y traidora Iskra. Lo deja estar y vuelve a centrarse en el ruido, retrocede hasta la puerta para ver si puede descubrir algo fuera. Acelero el paso tratando de no pensar que quiera subir a ver a Farés; si es así, estaré en graves apuros. Un minuto después, como si el destino estuviese burlándose de mí, exige a Cara Rancia, que ha salido a recibirla, ver a su patrón. ¡¡Mierda!! Tras oír el empiece de las explicaciones de Coral y la contestación cortante de Iskra, me doy más prisa para intentar ganar algún tiempo más. Paso por encima del hombre que vigila, que está dormido sobre los peldaños, y llego hasta la puerta. Entro deprisa y echo la llave para ponerle más trabas a Iskra, porque la oigo que está comenzando a subir. ¡¡Mierda, mierda y mil veces mierda!! Vuelvo a hacerme visible procurando no hacer ruido, meto el Eudum envuelto en mi capa en el hatillo que he dejado preparado y me aseguro, además, de que la piedra todavía sigue dentro de mi escote. Seguidamente, abro la ventana de par en par pensando por dónde será mejor bajar, y sin más me coloco el hatillo a la espalda, subo al bordillo y me preparo para saltar al tejadillo de la casa de enfrente, que parece ser el mejor lugar para ascender. Sin prisa pero sin pausa, voy descolgándome por los balcones de la fachada del inmueble. Siento a Iskra cada vez más cerca, o por lo menos tengo esa sensación. Cuando toco el empedrado del suelo corro veloz hacia la primera esquina, para ocultarme. El corazón se me va a salir por la boca cuando la noto a mi espalda. Está asomada, escrutando la calle para ver si descubre al culpable de la grotesca escena del último piso de St. Eustache. No me atrevo a moverme y me quedo así durante unos momentos, calmándome. Cierro los ojos para relajarme y recuperar el resuello, aunque súbitamente una fuerza enorme me arranca del sitio y me deja paralizada. Como puedo me agarro sintiendo unas emociones muy agitadas que vuelven a contagiarme la sensación de peligro, que me recorre todo el cuerpo. Inmediatamente reconozco a Assur. Sé con certeza que es él aunque se encuentra en un estado muy extraño. Intento apaciguarme y dejar que me lleve a donde sea que se dirige. Las calles pasan tan deprisa que estoy confundida y no sé adónde vamos, así que cierro los ojos y me dejo llevar. Cuando nos paramos, estamos frente a la puerta de su casa, que abre bruscamente para meternos dentro. Todo aquí está completamente a oscuras. Creo oír cómo cierra con llave y me sube deprisa por las escaleras. Entonces me deja en el suelo. Hay una lámpara de aceite que emite una escasa luz, la suficiente para ver que su ropa está hecha girones y que su pelo se ha soltado y está revuelto. Nos miramos unos segundos. Sus ojos tienen tal intensidad que me sobrecogen; además, refulgen con luz plateada. Me sorprende: da unos pasos hacia mí y con un movimiento ultrarrápido me arranca el hatillo que llevo a la espalda, aferrando a continuación el vestido por el escote y rasgándolo entero de arriba abajo. La piedra salta e impacta contra el suelo. La poca tela que queda cubriéndome resbala ligeramente hasta caer también. Quedo totalmente desnuda y expuesta a este ser salvaje que parece ser Assur. No tengo miedo, solo estoy totalmente alerta, todos los poros de mi piel transpiran adrenalina en estado puro. Su voz cuando habla suena amenazadora por toda la habitación.

 

¡Mataré a ese bastardo por haberte tocado…!

 

Seguidamente y sin decir nada más, me abraza, me arrasa con un feroz beso y me lleva hasta la cama.

Edum. Tierra Negra
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