¡Maldita sea, las cosas se han complicado demasiado!
Después de hablar largo y tendido con Marcus y explicarle todo lo que me han contado las chicas, hemos decidido llevar a cabo un plan de emergencia, un plan secundario que hemos trazado sobre la marcha y que no sé si va a servirnos de algo. La prioridad, por supuesto, es intentar salvar los amuletos, y es lo que estoy haciendo. Iré a buscar las réplicas a Chartres, tanto si están terminadas como si no, para sustituirlas esta misma noche. Será complicado, porque esto lo cambia todo. Tendré que hacerlo en la capilla de San Nicolás en vez de en la Sainte Chapelle, y eso supone despedirse de todas las ventajas que teníamos… ¡Adiós al acceso subterráneo tan conveniente, al conjuro de sangre, a la discreción y a tener controlado el plan!
¡Mierda, mierda y mil veces mierda!
Todo se ha ido al traste… ¿Quién diantres será ese hombre? ¿Cómo me habrá descubierto? ¿Por qué tiene tanta información? Ahora solo me queda improvisar y confiar en que todo se solucione… Si el tipo este se va de la lengua, los vampiros se nos echarán encima, y yo aquí no estoy en una posición conveniente para hacerles frente. Tendría que marcharme a toda prisa y perderlo todo, aunque antes de dar por perdido nada quiero intentarlo. ¡Si tengo suerte, cuando la maniobra se descubra no habrá que lamentar tanto! Quiero confiar y agarrarme a esta posibilidad, por lo menos ganar un poco de tiempo hasta que nos encontremos mañana… Esa es otra, no me queda otro remedio que presentarme a la cita, por eso estoy haciendo esto a la desesperada y me he despedido de las chicas cerciorándome de que estén bien después de marcharme. Marcus me ha prometido ayudarlas dándoles dinero y sacándolas de la ciudad, no quiero que las relacionen con nada de esto. Sé que, en cuanto los vampiros se enteren, Safan provocará una masacre e irá a por todos los que hayan tenido algo que ver. A ellas nadie podrá relacionarlas conmigo, salvo este hombre que ha aparecido de repente, y esto es lo que me asusta… La cabeza me va a estallar de tanto darle vueltas al asunto, ni el aire de la noche que hiela todo mi cuerpo mientras cabalgo sirve de mucho para aliviar la presión que noto dentro de ella. Espoleo a Alder para que se dé más prisa, he preferido venir sola dejando a Marcus en St. Julien por si llegan más noticias. Nada más saber lo de este tipo ha puesto en marcha su red de información, como la ha llamado él, para ver si puede descubrir algo más. Una y otra vez viene a mí lo que me han contado las chicas hace poco más de un rato, por más que lo pienso no descubro la más ligera pista de quién es este individuo…
Esta misma tarde, después de regresar del bosque, he decidido ir hasta la pensión de las chicas para hacerles una visita y llevarles comida. Cuando he entrado en el pequeño cuarto que comparten, jamás hubiese pensado que las compungidas caras que mostraban fueran por mi culpa.
—Sí. estoy segura, Wanda. No le había visto nunca. Yo creo que por la pinta no es de por aquí, aunque hablaba sin ningún acento y parecía un caballero educado… Se nos acercó en la calle mientras buscábamos trabajo esta mañana. ¿A que sí, Michelle? Al principio creímos que era un futuro cliente, pero lo primero que nos dijo fue tu nombre y que quería que te diésemos un mensaje. Eso nos sorprendió, aunque le hicimos caso por lo de tu nombre, ¿sabes? ¡A veces te vienen con el cuento de hacer de recaderas y luego son fantoches que intentan engañarte porque quieren que les trabajes gratis! Pero este no parecía de esos… —Suspira fuertemente mirando, distraída, al techo desconchado—. Este es muy guapo, Wanda. Tiene los ojos de un color gris plata como nunca los he visto antes; es muy alto, con el pelo negro, e iba vestido totalmente de oscuro, con ropas caras. Tiene un aire misterioso que le hace parecer muy apuesto, y además es joven, aunque no sabría decirte exactamente su edad… ¡A mí, sinceramente, no me hubiese importado hacérselo gratis, chica; seguro que es de esos a los que les gusta hacértelo pasar bien!
Vuelve a soltar un suspiro.
—¿Y estáis seguras de que se refirió a mí? Yo aquí no conozco a casi nadie, y menos con esa descripción ¿Qué fue lo que dijo exactamente?
—Pues que quería que fueses mañana por la tarde al bosque de Vincennes, que tiene que proponerte un negocio de gran interés para ti, que te conoce porque te vio en la carreta de los cestos… ¡Esto fue lo más chocante, chica! Nos insistió mucho y nos lo hizo repetir varias veces para ver si nos había quedado claro, aparte de pagarnos diez escudos de oro a cada una por decirte el mensaje —añade Michelle enseñándome las monedas.
—¿Y cuál es ese mensaje? —pregunto con recelo sin saber qué esperar de todo esto.
—Que si te interesa que llegue a buen puerto todo y que no caiga en las manos de Quarface, que deberías cooperar presentándote ante él sin ningún truco mañana en el bosque de Vincennes… Nos dijo, además, que sabe todos tus movimientos… ¡Y ahora viene lo chocante, chica, lo que nos hizo repetir tantas veces!
Juliette carraspea y sorbe con energía por la nariz para aclararse la voz.
—El fulano dijo que te preguntásemos si era bonito el pajarillo que revoloteaba en la capilla. Además, nos dio esto.
Se saca del generoso escote una cosa doblada que parece un trozo de pergamino.
—No sabemos qué pone porque ninguna de las dos sabe leer, pero yo creo que son dibujos, a mí me recuerdan a los que tienen las cartas que te echan las gitanas… ¡No sé, el fulano es atractivo y eso, aunque todo esto me da mala espina, chica! ¿Y si es uno de esos vampiros?
Dice casi en un susurro, santiguándose dos veces seguidas. Cojo el papel y lo desdoblo, tienen razón; la mayoría son dibujos con unas palabras escritas debajo. Son los símbolos que tienen grabados los amuletos, cada uno por lo visto representa un elemento, y hay cinco: los tres que se encuentran en el famoso cofre y dos más: Tierra (Amuleto Negro), dibujado con dos serpientes entrelazadas; Metal (Rombo Metálico), dibujado con un rayo en el centro; Fuego (Amuleto Rojo), dibujado con una llama, y los dos que ha añadido: Aire (Amuleto Morado), dibujado con unas líneas onduladas en posición vertical y en el centro, y Agua (Amuleto Azul), dibujado también con unas líneas onduladas en el centro, pero en posición horizontal. Debajo hay escrita, con letra muy impersonal, una pregunta: ¿Te gustaría conseguirlos y saber dónde están los otros dos que faltan?
Comprendo al instante que tendré problemas si le ignoro y que si esto que asegura es verdad, entonces este individuo tiene más información que yo y puede ser peligroso. Mi instinto me dice que quiere proponerme algo en lo que él va a sacar bastante tajada y que tendré que seguirle el juego para quitármelo de encima cuanto antes. ¡Una catástrofe, vamos! De todas las cosas malas que podían haber sucedido, esta es una de las peores. ¿Qué será lo que querrá que negociemos? No imagino qué puede ser. Lo del pájaro de la capilla es magia típica de druidas, suelen hacer estos conjuros controlando elementos de la naturaleza. ¡A lo mejor el dichoso pájaro me ha seguido por todo París estos días, o quizá lleva haciéndolo desde el futuro; si sabe tantas cosas es posible! Pero ¿quién es entonces ese tío que puede moverse entre dimensiones tan fácilmente? Los druidas no tienen esos poderes, ni nadie que yo sepa, la verdad, salvo los espectros y Selene, pero no me cuadra nada. Tal vez las chicas tengan razón y sea una trampa de los vampiros, algún colaborador renegado buscando venganza, aunque ¿cómo sabe toda esa información? No, esto tampoco encaja ni responde las preguntas. Tendré que ir a la cita para salir de dudas y crear un nuevo plan para cubrirme las espaldas.
—¿Qué significan los dibujos? Te has quedado muy callada, Wanda —pregunta Juliette sacándome de mis pensamientos.
—No tengo ni idea, por más que intento recordar no se me ocurre nada; no sé quién es ese hombre y no sé a qué se refiere con todo esto. Lo único que puedo decir es que hace una semana más o menos fui en una carreta de cestos al cementerio. El dueño, un buen hombre, accedió a llevarme porque estaba lejos y me ahorró una buena caminata; seguramente fue ahí donde me vio ese hombre, pero no sé nada más.
Miento porque no puedo revelar nada que las exponga más al peligro, bastante preocupada estoy ya pensando cómo ha dado el misterioso hombre con ellas.
—¡No vayas, Wanda! ¿Y si es una trampa de los mismos que mataron a tu hermana? —dice alterada Michelle.
—Tranquilas, no va a pasar nada. Creo que lo mejor es ir a averiguarlo y descubrir qué significan todas estas cosas que os ha dicho. Sé cuidarme sola… Haremos una cosa, chicas: si dentro de dos días no he vuelto por aquí, esperad a un hombre llamado Marcus, que es un primo lejano mío, que os ayudará a salir de la ciudad para que no vuelvan a encontraros ¡Prometedme que haréis eso, por favor!
Asienten, pero poco convencidas.
—¡¡¿Pero qué te va a pasar a ti?!! —dice del todo angustiada Juliette.
—Eso, dinos qué significa esto. ¿Significa que estás en peligro de muerte? —pregunta Michelle.
—¡¡Te van a matar esos bastardos miserables!! ¡No vayas, Wanda, hazlo por tu hermana!
Juliette se acerca y me sujeta con firmeza por los hombros.
—¡Ellos son más fuertes! ¡Déjalo y vente con nosotras, sal tú también de aquí!
—No va a pasar nada de eso. Si no vuelvo por aquí es que yo también he tenido que escapar de París porque mi plan no habrá podido llevarse a cabo, pero ninguna de esas cosas tan macabras que os estáis imaginando. Insisto, quiero es que me prometáis en serio que haréis lo que os estoy pidiendo.
Dicen que sí las dos a la vez, un poco más calmadas.
—Bueno, queridas, y ahora me tengo que ir. Tened cuidado, si no volvemos a vernos, que tengáis mucha suerte en todo, y si todo sale bien vendré antes de dos días a contaros lo que quería de mí ese hombre.
Se ponen tristes y a Juliette se le humedecen los ojos, me abrazan y me dan un sentido beso cuando me despido de ellas.
—No lloréis y ensayad lo que os he ensañado con los cuchillos, a la más ligera sospecha de peligro haced lo que hemos estado probando. ¡Adiós, chicas, cuidaos!
—Adiós, Wanda. Te has portado muy bien con nosotras, que tú también tengas suerte…
Estoy llegando a Chartres. Espero que Askar y los suyos estén en casa. Mi primera reacción ha sido avisar a Assur, hasta que he caído en que no sé dónde vive en la ciudad y entonces he pensado en ir hasta la cantera, pero he llegado a la conclusión de que venir aquí sería mucho más rápido y directo. Veo a lo lejos la maravillosa catedral y comienzo a notar su energía de inmediato. ¡Nunca olvidaré esta extraordinaria piedra mientras viva y me quede un ápice de memoria! Bajo del caballo de un salto y lo dejo atado en una especie de abrevadero que se encuentra en el lado derecho del gran edificio donde habitan nuestros socios. Antes de llamar, la puerta se abre sin más, como si estuviesen detrás de ella esperándome. Es el mismo hombre que nos abrió a Marcus y a mí la primera vez. Le explico que tengo que ver a Askar porque traigo noticias importantes y me hace pasar después de mirarme de arriba abajo varias veces; debe de ser por mi atuendo, me he puesto de nuevo el jubón y las calzas porque me son mucho más cómodos. Comienzo a subir las grandes escaleras detrás de él cuando oigo una puerta que se abre en el primer piso junto a un sonido muy amortiguado de pasos. Miro hacia arriba donde termina el primer tramo y veo por encima de la barandilla el rostro de Assur con gesto de sorpresa, que al instante se convierte en profunda preocupación.
—¡Wanda! ¿Qué haces aquí? ¿Estás bien? ¿Ha ocurrido algo?
—Hola, de momento no ha ocurrido nada, pero va a suceder. Tengo que hablar con vosotros.
Respondo cuando llego arriba y estoy a su lado. El hombre que me ha acompañado mira a Assur, se da media vuelta y se retira silencioso. Assur viste unas calzas negras y una camisa blanca abierta hasta la mitad del pecho. Tiene el pelo recogido en su habitual coleta, aunque algunos mechones le caen sueltos alrededor de la angulosa cara. Está guapísimo, como siempre. En ese momento aparece Askar bajando por el siguiente tramo de escaleras y Uriel se asoma por una de las puertas de este primer piso.
—¿Qué ocurre, Wanda? —pregunta Askar inquieto y muy serio.
—Hablemos en privado, por favor.
Me conducen a una sala que se encuentra al fondo de este mismo pasillo. Tiene una mesa grande y bastantes sillas alrededor. La chimenea está apagada y la sala carece de ningún adorno salvo varias lámparas de aceite y velas que Uriel inmediatamente enciende. No quiero hacerles esperar más y en cuanto se ilumina la última vela empiezo a contarles todo lo que ha ocurrido, incluido el plan que hemos creado Marcus y yo.
—¿Están listas las réplicas?
—Me falta terminar la escarlata —dice Assur—, estaba en ello cuando has llegado.
—Entonces ¿las demás están acabadas? —pregunto más aliviada.
—Sí, la primera que acabamos fue la negra, y esta mañana terminé la plateada, que llevó un poco más de trabajo porque había que grabarla para que pareciese metálica. Te las voy a traer para que las examines —dice Uriel levantándose y desapareciendo por la puerta.
—Assur, ¿cuánto crees que puedes tardar en terminar con la que falta?
—Unas dos horas.
—De acuerdo, esperaré entonces para llevármelas todas —digo decidida.
Aparece Uriel con las otras dos réplicas. Son totalmente exactas, parecen las originales. Quedo impresionada por el trabajo tan bueno que han hecho.
—Son igualitas, parecen los verdaderos. Muchas gracias por vuestro talento y rapidez —les digo, mirándolos a los tres agradecida.
—Wanda, ¿cuándo vas a hacer el cambio? —pregunta Askar preocupado.
—Esta noche, en cuanto llegue a París. Debo aprovechar la oscuridad, ya que no tengo otro acceso más que el principal en San Nicolás, ¡por eso, Assur, te pido que no te demores. Por favor!
—No te preocupes, me pondré ahora mismo—responde levantándose para marcharse.
—Wanda, deberíamos acompañarte a Vicennes esta noche y mañana al bosque a ver a ese hombre. Podemos ayudarte además de protegerte. Si ese individuo es un espectro, no podrás hacer nada contra él, y encima sabe de tu presencia aquí. No sé, creo que a partir de ahora debes guardarte muy bien del peligro.
Askar tiene razón, aunque por otra parte pienso que si hubiese querido hacerme algo ya lo habría hecho, porque ha tenido algunas oportunidades para ello. Asiento sin decir nada. Voy a necesitar toda la ayuda que me ofrezcan, aunque no me convenza mucho lo de la protección.
—De acuerdo, estaremos preparados para ir contigo —concluye Askar dando por terminado el asunto.
Assur, que se ha quedado para escuchar, se marcha entonces y me mira fijamente al salir, demostrando que él también está preocupado. Les digo a Uriel y a Askar que no hace falta que se queden conmigo, que descansaré durante la espera; así podrán volver a lo que estuviesen haciendo antes de mi interrupción. Tengo que insistir bastante, aunque después de cerciorarse de que estoy bien y de que no necesito nada, se marchan. Debo comenzar a planear lo que voy a hacer para entrar en la capilla del castillo… Lo de usar mi magia, descartado, como ya comprobé en Vincennes. Tendré que idear algo al modo tradicional y «manual», por lo de mi particular situación aquí. ¡Ya descubrí lo que me pasa si toco directamente los amuletos! Tal vez lo único que haga sea cambiarlos y esconderlos hasta que haya pasado todo. Los ocultaré en la capilla y los recuperaré cuando San Nicolás ya no tenga vigilancia. Sí, esto me parece una buena opción y bastante posible, solo tengo que pensar un buen escondite que nuestros enemigos no puedan descubrir. Estoy tan ansiosa que no puedo dejar de andar de un lado a otro de la habitación. No sé en qué ocupar mi cabeza para distraerme, necesito entrar en acción ya y esta espera me está matando… De pronto se me ocurre que si voy donde está Assur y me deja mirar cómo trabaja seguramente se me pase el tiempo más rápido. Abro la puerta y salgo en dirección al cuarto de donde le he visto salir antes. Llamo con unos ligeros golpes y me contesta de inmediato, empujo la pesada puerta y asomo la cabeza para mirar dentro.
—Perdona que te moleste, me preguntaba si te molestaría que me quedase aquí contigo… ¡Es que creo que voy a subirme por las paredes sin tener nada que hacer! ¿Te importa, Assur?
—Claro que no, pasa —dice sonriéndome.
Entro y quedo sorprendida de lo grande que es todo aquí… ¡Se me había olvidado por un momento que en esta casa todo es de grandes dimensiones, como sus habitantes, y me doy cuenta de que Assur también lo es, algo que después de nuestro acercamiento de esta tarde no me parecía tan evidente! Solo hay una cama, un armario en uno de los lados, dos sillas altas de madera y una mesa de piedra, que es donde está trabajando. Todo, por supuesto, sin adornos, igual que el resto de la casa, solamente una lámpara de aceite y una vela que están encendidas, aparte de los extraños artilugios y herramientas de metal esparcidas por toda la mesa. Cojo la silla que sobra, que por cierto pesa una tonelada, y la acerco a la mesa. Poco tiempo después me doy cuenta de cuánto me relaja el sonido del cincel y el martillo golpeando contra la piedra y de cómo me gusta verle trabajar con tanta destreza y dedicación, con esas manos tan fuertes y diestras. Es estupendo, está tan concentrado que él mismo parece una prolongación de dura y resistente piedra perfectamente esculpida. De repente mis ojos soñadores se cruzan con su mirada, divertida, y me sonríe con esos sensuales labios; me desarma totalmente. Siento cómo me sube el pulso y la respiración se me agita. Entonces me pongo de pie para alejarme, porque no quiero que note nada con sus supersentidos… Voy hasta el otro lado de la habitación y me pongo a mirar por la ventana, disimulando. Fuera. la oscura noche envuelve la majestuosa catedral y me quedo escuchando su música para calmarme. Al cabo de un rato me desabrocho la capa y me siento en la cama. Parece que estoy consiguiéndolo, porque un letargo muy agradable hace que me recueste para contemplar el trozo de cielo estrellado que se ve desde aquí. Salgo de la grata modorra cuando el golpeteo sobre la piedra cesa y oigo la profunda voz de Assur.
—Iyari, si llego a saber que para traerte a mi cama solo tenía que ponerme a tallar las réplicas, lo hubiese hecho mucho antes…
Sonrío porque dice la verdad, me he tumbado en su cama sin pensarlo, descaradamente. La verdad es que estoy muy cómoda y no pienso levantarme. Vuelvo a sonreír por el pequeño acto de provocación que estoy a punto de cometer y que no puedo remediar.
—¡Alguien tiene que usarla, ya que tú me dijiste que no necesitas dormir, y no me vayas a decir ahora que para otras cosas sí que la usas, porque esta tarde me has demostrado que improvisas en cualquier sitio!
Se echa a reír antes de volver a retomar su tarea. No sé cuánto tiempo pasa, pero salgo del letargo repentinamente, notando que tengo la capa echada y que un gran peso tira de mí hacia el otro lado.
—Pequeña, despierta.
Una cálida mano acaricia lentamente mi hombro. Abro los ojos, pero vuelvo a cerrarlos porque no quiero despertar y salir de este grato descanso.
—Despierta, iyari. ¡Cómo me gustaría dejarte descansar toda la noche y velar tu sueño, estás tan preciosa dormida!
¡No quiero irme, deseo quedarme y sentir ese agradable calor y esa hipnótica voz susurrándome en el oído! Me esfuerzo por despejarme…
—¡Seguro que no solo velarías mi sueño, travieso Assur!
Solo haría lo que tú me pidieses… ¿Sabes, pequeña? ¡Me vuelve loco oír cómo me pides que te haga cosas!
Siento cómo me atrae hacia él y comienza a lamerme la oreja y el cuello. Mi cuerpo responde inmediatamente a tan inmenso placer, deseo volver a cerrar los ojos y dejarme llevar por esta deliciosa sensación. Bruscamente para y se queda quieto como, si escuchase algo en la distancia.
—Iyari, hay alguien en la puerta que pregunta por ti, lo manda Marcus.
Me levanto de un salto y dejo la languidez que me rodea en una mera ilusión. Me pongo la capa y bajo lo más rápido que mis piernas me dejan. Efectivamente, es un mensajero de Marcus que trae un importante recado para mí, el pergamino que me entrega dice que Marcus se ha enterado por el secretario del gran maestre templario de que las reliquias cristianas han sido trasladadas esta misma tarde por orden expresa del rey Luis a París, que lo han hecho en el más puro secreto y por los continuos incidentes de los últimos días en los alrededores del castillo. El preciado tesoro ahora se encuentra en la Sainte Chapelle, bajo llave y en la cripta, llave que solo poseen el rey y dos personas más, entre ellas su excelencia Guillaume de Sonnac. No obstante, dentro de unos días se simulará su traslado oficial. Río de pura alegría, porque al final se me está arreglando la noche. Pienso, además, que tendré que ir a contarles esta importante información a Akos y Lucan, y lo haré en cuanto haya terminado mi cometido. Comunico las buenas noticias a mis socios y les anuncio que partiré de inmediato para dejar, por fin, este asunto zanjado, que me está levantando dolor de cabeza. Mañana cuando vaya a encontrarme con el misterioso hombre al bosque tendré asegurada gran parte de la misión… ¡Por fin algo está saliendo como es debido! El mensajero de Marcus bebe un poco de cerveza que le ofrecen nuestros anfitriones y sale a continuación con un nuevo mensaje para el bueno de Marcus. Le he avisado que el cambio se realizará esta misma noche y que cuando nos veamos de nuevo tendremos en nuestro poder los amuletos.
—Wanda, aunque todo haya cambiado debemos acompañarte, alguien deberá guiarte a través de los túneles y abrirte el mecanismo como hablamos, aparte de ir contigo mañana al bosque para protegerte—anuncia Askar, determinante, recordándomelo.
—Sí, claro; y ese voy a ser yo… —responde Assur repentinamente, preparado por si se me ocurre poner alguna pega al respecto.
No lo hago, los necesito, así que vuelvo a asentir en silencio y la tensión se disipa. Assur se prepara rápido y yo, mientras, envuelvo cada réplica en un trozo de tela y las guardo en una bolsa. La que acaba de terminar Assur es tan perfecta como las otras dos, les doy las gracias de nuevo y les digo que en cuanto tengamos los originales en nuestro poder le entregaré a Assur el que les pertenece para que lo pongan a buen recaudo. Partimos de inmediato. Cabalgamos a un ritmo frenético para poder ganar un poco de tiempo. Debe de ser madrugada cuando llegamos, Antes de adentrarnos en la ciudad, Assur para en el bosque y dice que debemos dejar allí los caballos y continuar a pie. Yo cojo la bolsa con las piedras y él una lámpara de aceite que ha traído desde Chartres. Andamos primero por el bosque hasta que llegamos al puerto, y después, a la isla de la Cité, a la cual accedemos por un puente que tiene varios accesos, porque esta isla es lo único que une las dos riberas del gran río y conecta las dos partes de la ciudad. Todo está desierto, salvo por un borrachín con el que nos cruzamos, procedente de la única taberna abierta a estas horas en la zona de los muelles. Realmente el Sena posee numerosas islas, pero la más importante es esta, por ser la más grande y el centro administrativo y religioso de la ciudad. Allí se encuentran los templos religiosos de Notre-Dame y la Sainte Chapelle, recién construida; el Palais de Justice, que en el siglo veintiuno se sigue utilizando para lo mismo que ahora, y el Palacio Real, que aunque es la residencia oficial de los reyes no la usan como tal.
—¿Sabes que en este mismo lugar es donde nació la ciudad original…? —me señala Assur mientras caminamos por las calles oscuras cercanas al puerto.
—Este río, en la Edad del Bronce, era una de las rutas comerciales principales del continente, sobre todo de estaño, y la isla fue uno de los primeros poblados que se crearon. Los romanos la llamaron Lutetia Parisiorum, y a partir de entonces fue creciendo hasta extenderse como se conoce hoy. El suelo que ahora mismo estás pisando, iyari, es el centro exacto de París.
Nos dirigimos a una pequeña plaza donde hay algunas casas que parecen ser utilizadas por los pescadores como almacenes. Caminamos hasta la que está más alejada de todas. La fachada está un poco deteriorada y necesita unas cuantas manos de pintura, no tiene ventanas y la puerta sufre el deterioro típico de la madera cuando está cerca del agua. Assur saca una llave y abre la puerta, entramos y cierra dejándonos completamente a oscuras. Oigo unos ruidos a mi lado y de pronto se hace la luz, ha encendido la lámpara de aceite que ha traído. Miro alrededor y veo que el espacio está lleno de aparejos de pesca. Entonces, sin decir nada, me coge de la mano y me guía a través de todos ellos hasta el fondo. Me lleva hasta una trampilla de madera que hay en el suelo de tierra que sube.
—Los túneles de esta parte de la ciudad son los más incómodos porque son muy húmedos y hay goteras, y además hace mucho calor en ellos, por eso he traído la lámpara en vez de una antorcha, que da más luz y es más fácil de manejar. No quiero estar cada dos pasos encendiéndola, quiero que veas por dónde pisas en todo momento.
—¿Cuando bajas aquí no llevas luz, Assur? —pregunto asombrada, a veces se me olvidan sus cualidades sobrehumanas.
—No, iyari, veo perfectamente en la oscuridad.
—¡Vaya, pues que sepas que acabas de perder una oportunidad estupenda para tenerme a tu merced a oscuras! —río—. ¡Ya sabes, por lo de nuestra apuesta particular a ver quién seduce antes a quién!
—No creas que no lo he pensado, pero he pensado que cuando te haga el amor lo haré con luz, porque no querré perderme ni un solo detalle de ti…
Contesta con voz seductora y yo sonrío mirándole con intención, pero sin decir nada. Seguidamente se adelanta por las escaleras y me ayuda a bajar, nos encontramos de pronto rodeados por un infinito túnel de unos dos metros y medio de alto por uno y medio de ancho, con el suelo de tierra y las paredes completamente oscurecidas por el moho. No suelo ser miedosa y me adapto a todo rápidamente, pero un escalofrío me recorre el cuerpo cuando pienso en los diversos animales que pueden andar muy cerca de mí. Cierra la trampilla y quedamos dentro del laberinto de piedra, tierra y humedad.
—Hay otra entrada cerca, aunque esta es más cómoda. Por la otra había que meterse en el agua hasta la cintura, y aunque dijiste que te encanta nadar y que lo haces todos los días, creo que el agua helada del río no te habría gustado mucho, iyari.
Andamos un buen rato. Assur va delante y yo detrás, me lleva cogida de la mano todo el tiempo. Pienso entonces que si hubiese tenido que venir yo sola y moverme por aquí, lo hubiese tenido un poco crudo y habría tenido que emplear magia a montones. Estoy completamente perdida, no sé dónde me encuentro, la humedad y el calor son bastante agobiantes y empieza a sobrarme la mitad de la ropa. Agradezco las pequeñas gotas que caen de las famosas goteras, ya que están heladas y cuando me mojan me alivian un poco el bochorno, por supuesto sin plantearme de dónde provienen… Nos paramos frente un muro de piedra y Assur anuncia que hemos llegado. Me fijo en que la piedra de esta parte es muy nueva, porque contrasta con la de alrededor, que es casi negra. Tengo que acercarme para ver el imperceptible relieve que delimita la puerta y poner mucha atención para descubrir el mecanismo que se encuentra justo en el centro. Parece ser un rectángulo que mide unos treinta centímetros con una hendidura en el centro cubierta con un dibujo muy complicado labrado, casi invisible. Está tallado muy delicadamente y da la sensación de no parecer piedra, sino de algo más ligero, como una aleación metálica, aunque muy extraña, porque nunca la he visto antes. Assur se agacha haciendo que yo también lo haga, pone la lámpara en el suelo y empieza a dibujar en la tierra un mapa del templo.
—Cuando entres, lo primero que verás serán unas escaleras con veinticinco peldaños, súbelos y acércate a la entrada que hay unos pocos metros más adelante. Solo hay un camino, así que no hay pérdida. En esa entrada verás que hay un espacio grande, una sala de unos veinte metros: pásala y sigue hasta la siguiente entrada. Allí hay otra sala un poco más pequeña, que es la cripta, con dos puertas abovedadas a cada lado; la de tu derecha es el mausoleo, y la de la izquierda, el relicario, tu objetivo. De frente verás otra entrada que va a dar al templo. Probablemente habrá varios hombres apostados allí, vigilando; lo más seguro es que también los haya haciendo una ronda de vigilancia dentro de la iglesia y en las puertas que dan a la calle. Yo por lo menos así lo habría dispuesto si quisiese impedir que alguien entrase aquí. Las puertas, tanto del mausoleo como del relicario, se abren con llaves normales porque las cerraduras son simples, pero tu puerta tiene dos que son iguales. El relicario es una sala de treinta y dos metros de largo por diez de ancho, sin ventanas; a los lados tiene plataformas de piedra de un metro de alto, que será donde hayan dispuesto todas las reliquias, aunque hay un compartimento empotrado en la pared, muy ornamentado, que está bajo llave también y que nos hicieron construir para guardar algo importante, seguramente la corona de espinas.
El gran tesoro religioso lo componen la corona de espinas, el hierro de la lanza de Longinos, un trozo de la cruz, la esponja y algunos clavos.
—Las dificultades que yo veo son los guardias. Debes entrar sin llamar su atención para que no te vean. ¿Qué opinas, crees que puedes hacerlo? Si quieres, puedo acompañarte.
—No puedo mantenernos ocultos a los dos ahí dentro, ya has hecho suficiente, Assur. Me las apañaré, no te preocupes.
¡Claro que puedo hacerlo, es pan comido! El único inconveniente que veo es que para entrar puedo hacerlo con invisibilidad y no habrá problema, pero para salir llevaré los verdaderos amuletos, y eso me obliga a buscar otra manera. Tengo que encontrar una distracción para que me dé tiempo a salir y largarme de la cripta sin que los guardias me vean. Me quito la bolsa y la capa y las dejo en el suelo mientras pienso en algo. Comienzo a caminar de un extremo a otro delante de la puerta, muy concentrada. De pronto, mirando en dirección al suelo de tierra, se me ocurre la solución…
—¡Maniobra de despiste con ruido y luz! —digo en voz alta contenta por haber encontrado la respuesta tan rápido.
Cojo la lámpara y busco por el suelo algunos guijarros medianos. Assur me mira sin comprender nada, aunque yo sigo a lo mío. Hallo unas pocas piedrecitas en un rincón, que parecen fuertes y que resistirán el impacto; selecciono cuatro, las que parecen más robustas.
—¿Qué te propones hacer con eso? —me pregunta muy intrigado.
—Mira, Assur…
Abro la mano donde las tengo y hago que se conviertan en bolas metálicas, que froto y que provocan ruido y unos destellos azulados brillantes. Esto mantendrá a los de dentro dándole vueltas al asunto toda la noche. Las bolas, cuando choquen contra el suelo y hagan su cometido, volverán a su forma original para no dejar pruebas.
—Entraré siendo invisible y para salir me valdré de este truco…
—¿Por qué no puedes salir siendo invisible, igual que cuando entres?
—Porque la energía de los amuletos limita el uso de mi magia aquí; bueno, más bien y hablando claro, creo que la elimina. La verdad es que no quiero comprobar qué sucedería realmente si fuerzo esto en la situación especial en la que me encuentro respecto a mi energía. Puede suponer cualquier cosa, Assur, ya viste lo que me pasó en la catedral. No quiero experimentar, y menos en estos momentos tan decisivos de la misión, así que me limitaré a transportarlos y nada más.
—Entonces lo de las piedras es muy acertado, tienes mucha imaginación y eres muy valiente, iyari.
Se me queda mirando durante unos instantes con una especie de beneplácito que no sé interpretar muy bien. Más alterada de lo que me hubiese gustado admitir, me dirijo a la puerta de piedra y pongo la mano encima porque quiero ver por mí misma cómo es el camino. Es tal como lo ha explicado y dibujado Assur, pero con más luz por las múltiples antorchas que están encendidas. Hay guardianes, como también ha dicho; los que a mí me importan son tres, dos en la entrada principal de la cripta y otro que recorre el templo y pasa cada cierto tiempo por delante de los primeros. Van armados con espadas y puñales, vestidos con el uniforme de la guardia real y supongo que con órdenes muy concretas sobre lo que deben hacer si descubren a alguien, algo seguramente no muy agradable.
¡Bueno, ese es el riesgo y hay que tomárselo como un aliciente para poner emoción! ¡La verdad es que me gustan las cosas difíciles y arriesgadas, no puedo evitarlo!
—Assur, sabes que tengo que hacerte ahora el conjuro de sangre. ¿Estás preparado?
—Sí, iyari, y espero que no me duela mucho —añade con diversión.
Tomo su mano y cierro los ojos para concentrarme y recitar el hechizo en voz baja; a continuación, me dirijo al mecanismo y hago lo mismo.
—Pensé que vuestra raza no conocía el dolor físico… —respondo mientras cojo mi cuchillo del cinto y le hago un corte profundo en el dedo índice, que sangra dos segundos porque se cierra rápidamente, con lo que solo me da tiempo a humedecerme levemente los dedos para poder terminar el hechizo yo misma en el mecanismo.
—Ya está, Assur; solo tú puedes manipularlo a partir de ahora.
Sigue mirándome con expresión traviesa.
—¡Nunca imaginé que un simple corte fuese tan sugerente!
A continuación, me coge la mano que tengo manchada con su sangre y lame los dedos despacio, provocándome.
—Iyari, una pregunta, si mi sangre ha hecho que yo sea el único que puedo abrir el mecanismo y tú también la tienes en los dedos, ¿significa este detalle que tengo exclusividad sobre ti, que nadie más puede tenerte?
Vuelve a lamerme despacio, con una sonrisa seductora en su boca. Como me estoy descontrolando mucho con estos jueguecitos, intento persuadirle y cambiar de tema. ¡Este hombre tiene un poder grandísimo sobre mí!
—Son dos preguntas, Assur. Si lo deseas, cuando terminemos puedo explicártelo más detenidamente.
—Es que quiero que sepas que no quiero que inviertas el conjuro, me gusta mucho la idea de ser solo yo el que tenga tu exclusividad…
¡Si seguimos así acabaremos devorándonos en el suelo de ese húmedo, oscuro y siniestro túnel!
Nos obligamos a calmarnos, sobre todo yo. No sé si es por la emoción de antes de comenzar o por qué exactamente, pero estoy un poco agitada, con una sensación de vértigo en el estómago cuya causa no acabo de encontrar. Assur suspira ruidosamente y me coge la cara, para que le mire, habla en un tono totalmente distinto; parece de repente bastante preocupado.
—A la más mínima señal de peligro, sal corriendo y ponte a salvo, yo estaré esperándote con la puerta abierta. Si no lo conseguimos, ya se nos ocurrirá otro plan, pero sobre todo ten mucho cuidado, te lo pido por favor, iyari.
—Tranquilo, no tengo intención de fallar ni de volver aquí nunca más. Confía en mí —le respondo a la vez que me cuelgo la bolsa con las réplicas.
Ha llegado el momento. Me concentro en lo que tengo que hacer y comienzo a escuchar en mi cabeza música. Respiro hondo y le doy la señal a Assur para que active el mecanismo. El gran muro de piedra se mueve haciendo un pequeño zumbido y muestra durante unos instantes la forma de su mano dibujada con sangre y un destello de luz azulada que corrobora el conjuro. Acto seguido me desmaterializo haciéndome invisible y me adentro en el templo. Llego a la primera entrada: es una sala grande, no hay nadie y la cruzo rápidamente; llego a la siguiente, que es la que me interesa. Esta es más pequeña, con dos puertas abovedadas y un pequeño pasillo a cada lado. Hay dos hombres de espaldas, mirando hacia el otro lado, justo al principio. Sujeto la bolsa contra mi cuerpo para que las réplicas no se muevan demasiado y hagan ruido mientras corro hacia mi objetivo. Respiro tranquila cuando compruebo desde el pequeño pasillo que los guardias no han notado nada, y sin más abro las dos cerraduras que tiene la puerta con un hechizo; me dispongo a llevar a cabo la segunda parte del plan. Paso dentro del relicario y veo los seis cofres que vi en la capilla de Vincennes. Pienso entonces que si dejo entornada la puerta ganaré tiempo y no correré el riesgo de hacer ruido al abrirla otra vez. Un chicle hubiese sido de gran ayuda para pegarlo en el marco y que hubiera hecho las veces de tope, pero tengo que conformarme con una de las mangas de mi justillo, que arranco. La coloco de tal forma que no se ve, por si a alguno de los guardias se le ocurriese venir hasta aquí, para que le parezca que la puerta está cerrada. El relicario está menos iluminado que lo de fuera, solo hay una antorcha. Escudriño a mi alrededor para que mis ojos se adapten y localizo el objetivo, que ocupa el último lugar en la fila de la derecha. Voy hasta él mientras siento su gran energía, lo llevo haciendo desde que Assur abrió la puerta. Saco las réplicas y cojo los trozos de tela en los que vienen envueltas para guardar en ellos los amuletos y no tocarlos. Los poderosos talismanes resplandecen. Los introduzco con mucho cuidado en la bolsa y como último paso hechizo las réplicas para que simulen tener magia. Ya está hecho. Vuelvo a colgarme la bolsa y siento la fuerte energía por todo mi cuerpo, noto su fuerte peso y la gran atracción que ejercen sobre mí. Es extraño, pero siento que quiero tocarlos, sobre todo el negro, aunque desecho inmediatamente estas raras sensaciones y me insto a marcharme de aquí cuanto antes. Solo falta la tercera parte del plan. Del pequeño saquito que cuelga de mi cinturón saco las cuatro piedrecillas que he cogido en el túnel. Me quedo muy quieta y agazapada contra el muro del pasillo abovedado, esperando el mejor momento para hacer la maniobra de despiste; tendrá que ser cuando el guardia que hace la ronda por el templo acabe de pasar, para cerciorarme de que el truco lo ven los tres hombres y se mantienen distraídos hasta que yo salga. El alto y delgado centinela tarda mucho tiempo en completar la vuelta, o a mí me lo parece, ¡tengo la adrenalina al máximo! En el preciso momento, aprieto contra mis labios las piedras y digo el conjuro; las transformo y las lanzo convertidas en esferas; veo cómo ruedan pasando a toda velocidad entre las piernas de los guardias, chocando y desprendiendo la luz delante de los tres. Se produce una gran consternación que les hace desenvainar las espadas en la dirección de donde ha surgido el espectáculo, acudiendo amenazantes y dispuestos a enfrentarse a lo que sea. Esta es mi señal para salir corriendo. Recorro todo el camino de vuelta sin mirar atrás, paso junto a Assur como una exhalación, freno en seco en cuanto toco el suelo de tierra del túnel y me giro velozmente después para tocar la puerta de piedra, ya cerrada, y comprobar si alguien me ha visto. Veo que dos de los guardias están todavía mirando sin creérselo y el tercero ha ido a comprobar la cripta para asegurarse de que todo sigue en perfecto orden. Han aparecido tres hombres más, ya sin las espadas levantadas y sin la alarma del principio. Oigo que uno de ellos dice que lo que ha sucedido es un milagro, y los demás le dan la razón afirmando que es por la gran reliquia. Me aparto y me dejo caer en el suelo, aliviada y contenta por el éxito de la maniobra; tengo la respiración entrecortada por la carrera y la adrenalina me recorre todo el cuerpo. Me quito la bolsa y cierro los ojos tratando de calmarme.
—¡Iyari! ¿Estás bien? ¿Qué le ha pasado a tu manga? ¿Te han hecho daño? ¡No habrán osado tocarte!
Se levanta con brusquedad, con los puños apretados en dirección al mecanismo, para abrirlo de nuevo y entrar. Se lo impido agarrándole de la ropa, porque no puedo aún hablar para explicarle lo sucedido. Le indico con un gesto que se tranquilice y que me deje hacerlo a mí.
—No, Assur, todo ha salido bien; lo de la manga me lo he hecho yo misma, estoy perfectamente, solo un poco agitada, nada más…
Se vuelve a agachar a mi lado y me acaricia el pelo.
—¿Estás completamente segura? —me pregunta, aunque en un tono más relajado.
Asiento y me levanto buscando en la bolsa mi manga arrancada para pegármela con magia. Después me pongo la capa y me preparo para marcharnos de aquí, mientras pienso en lo agradable que es que muestre ese interés por mí y que quiera darles su merecido a esos guardias… ¡Muy galante por su parte, muy de caballeros de la época, la verdad! A lo mejor estoy equivocada y sí han existido estos gentileshombres y hasta el futuro solo han llegado las historias inspiradoras de ellos.
—Eres muy amable y me halaga que te preocupes tanto por mí, aunque ahora lo que quiero es salir de aquí; luego responderé a todas tus preguntas.
Pero me abraza de repente atrapando mi boca. Es un beso que causa en mí un efecto devastador y solo puedo dejarme arrastrar a esa pasión descontrolada que noto dentro de él. Siento cómo mis sentidos se aguzan como si hubiese despertado de un largo sueño, noto todo más intensamente, descubro nuevos matices en su sabor y su tacto, nunca he percibido esta pasión tan fuerte… Seguro que es por la adrenalina que aún circula por mi cuerpo mezclándose con el deseo, haciendo que me comporte como una bomba de feromonas a punto de estallar. ¡Esto debe de ser el erotismo del peligro que dicen por ahí! Quiero saborear un poco más este momento aunque acabe desnuda sobre la tierra de este tétrico túnel. Sé que estoy tentando a la suerte provocándonos a ambos de esta manera para luego apartarme, pero es que es tan tentador e irresistible, le deseo tanto que no puedo alejarme. Siento toda su energía alrededor de mí, envolviéndome, ciñéndome, abarcando todo mi ser; todo menos una pequeña fracción que está en un lado alejada, observándome. Deseo atraerla porque la quiero toda para mí, aunque esa minúscula porción se resiste. Solo me mira fijamente desde la espesa negrura, con unos ojos desconocidos, con unos ojos plateados muy brillantes… ¡De repente todo cobra sentido! Aparto con un fuerte empujón a Assur y le dejo muy sorprendido. Él intenta cogerme del brazo, pero me zafo, saco con un rápido movimiento mi cuchillo y le espeto, antes de lanzarme hacia el lugar de donde viene esa extraña energía, que se largue lo más deprisa que pueda…
—¡Assur, coge la bolsa y empieza a correr fuera de aquí, rápido, ya!
Me quedo cara a cara con ella. Ha tomado forma y se ha convertido en un gato callejero de pelaje sucio y áspero que me mira con unas pupilas muy dilatadas. Lo agarro instintivamente y, al hacerlo, noto en mi cabeza cómo una fuerza intenta meterse… Es un fuerte poder que pretende doblegarme a su voluntad… Lucho y súbitamente me transporto al espacio vacío donde antes he visto esos ojos plateados brillantes mirándome… No voy a dejarla entrar en mi cabeza, que es lo que busca, así que apretando más el pescuezo del escuálido animal reúno todas mis fuerzas y su mente pronto cede…
Surgen atisbos de pensamientos que me revelan cosas… Esta mente encierra mucho poder y sabiduría, obtenidos de magia oscura, aunque su naturaleza es otra, diferente… Es un ser muy antiguo que viene de la anterior edad, puede moverse a través del tiempo a su antojo. Siente dentro de él emociones atormentadas, soledad, pérdida, impotencia, dolor, mucho e irremediable dolor, a la vez que una sed inagotable de venganza que no le deja ni un momento de paz. Busca algo muy importante, un objeto que es la clave para resarcir todo su sufrimiento contra alguien oscuro y tenebroso… Todo desaparece y sé que lo estoy perdiendo, noto cómo lucha dentro de su cabeza y quiere echarme; forcejeamos, es muy fuerte y está furioso conmigo por mi intromisión… Una voz masculina, cavernosa y dura, que me pone los pelos de punta, surge dentro de mí y me insulta…
¡¡¡Maldita hechicera asquerosa, fuera de mi cabeza!!!
A continuación, siento que me desconecto y que el famélico gato me asesta un arañazo en la mano acompañado de un sonoro bufido. Mi cuerpo golpea con fuerza contra el suelo después de volar unos cuantos metros por encima del suelo del túnel.
—¡¡Hijo de perra!! ¡¡Como vuelvas a espiarme, me meteré en tu cabeza para volverte loco!!
Me caigo a los pies de Assur, que no me ha hecho caso y no está corriendo como le dije. En el fondo no sé si estarle agradecida, porque me cuesta moverme. Intento ver dentro de la oscuridad, pero ya no puedo, lo único que siento es una gran concentración de energía en ese lado, aunque ya no oigo la voz masculina dentro de mi cabeza. Pretendo levantarme e ir hacia allí, estoy tan enfadada que casi no puedo respirar. Saco mi otro cuchillo para enfrentarme a ese bastardo y darle su merecido…
—¡Da la cara y pelea conmigo como lo haría un hombre de verdad!
En ese preciso instante siento que me elevo y me alejo muy rápido de aquí, escuchando a Assur, que me advierte de que no es el momento para un enfrentamiento. Me agarro con fuerza intentando no perder los cuchillos; miro su cara y lo único que veo es un resplandor de luz plateada en sus ojos, que me estremece, aunque aún sigo muy enfadada y alterada. Mis emociones bullen como fuego líquido, quiero descargar mi furia contra ese malnacido, pero ya no siento su energía y de repente tomo consciencia de que estoy muy lejos, perdida en este laberinto de túneles, rodeada de oscuridad y de ese resplandor tan turbador. Noto la ira y la conmoción que están luchando dentro de Assur, quiere sacarme de allí para ponerme a salvo. Me tranquilizo un poco y dejo que lo haga. No sé cuánto tiempo pasa, solo sé que me parece una eternidad lo que llevamos moviéndonos en esta oscuridad, y entonces me abrazo a él, porque su cercanía es lo único que apacigua un poco mis emociones. Salimos a la luz y al aire de la noche. No lo hemos hecho por donde entramos, parece que ya no estamos en la isla. Hemos salido al bosque, estoy empapada y me doy cuenta de que las gotas que me han mojado son la prueba de que hemos atravesado el río. Assur me deja en el suelo despacio y me mira detenidamente.
—Iyari, estás herida.
—No, estoy perfectamente —respondo mientras me palpo para comprobarlo.
—Pero huelo tu sangre.
Entonces noto que mi mano derecha palpita y recuerdo que el gato me arañó, este es el origen de la turbación de Assur. La furia vuelve a bullir dentro de mí para acabar saliendo descontrolada a la superficie…
—¡¡Ese asqueroso gato me arañó con todas sus fuerzas!! ¡¡Maldito engendro podrido, cuando pille a ese malnacido se va a enterar!!
Comienzo a andar de un lado a otro maldiciendo y diciendo todo tipo de barbaridades. ¡Cómo he sido tan tonta y no he caído antes! ¡Ese repugnante mirón me ha estado espiando por toda la ciudad para luego chantajearme! ¡Quiero darle su merecido, hacerle pagar esta afrenta! Assur me mira en silencio, su expresión es menos dura que antes y sus ojos ya no resplandecen con esa luz plateada.
—Necesito estar unos momentos a solas para calmarme…
Me doy la vuelta y me alejo, respiro hondo muchas veces hasta que noto que me voy tranquilizando. No puedo dejarme llevar por estas explosiones, hacía mucho que no lo hacía. ¡Mierda! ¡Desde que estoy aquí soy una bomba de relojería a punto de estallar! ¡Otra vez empieza! Respiro hondo muchas veces hasta que consigo relajarme del todo, aunque pasa bastante rato hasta que consigo dominarme. ¡Me da vueltas la cabeza! Pronto va a amanecer y quiero regresar a St. Julien para poner a buen recaudo los amuletos e ir a informar a Akos y Lucan sobre las novedades. Me dirijo a donde le dejé, ahora está sentado bajo un árbol, pensativo. Me disculpo por mi comportamiento y le digo que coja el talismán que les pertenece y se lo lleve a Chartres.
—Sin ti no lo habría conseguido, la noche ha sido rara y deseo acabarla lo antes posible, mañana me espera un día aún más largo. Creo que tendré que verle la cara a ese indeseable, aparte de querer partírsela tendré que dejarle hablar primero para ver qué tiene que decir, quién sabe si la táctica de mirón que usa no la ha utilizado con otros y conoce algo interesante.
—Estás perdonada, pero antes de irme quiero acompañarte para ponerte a salvo; además, me gustaría ir mañana contigo. Aunque he podido comprobar que ese individuo no es un espectro, he percibido energía oscura y no sabemos de qué talante estará después de lo que acaba de ocurrir, quizá te haga daño; no sé, a lo mejor es un compinche de Drom, por eso no quiero dejarte ir sola.
—¡Creo que si ese malnacido me quisiese muerta ya me habría matado! Ha tenido infinidad de oportunidades, mi instinto me dice que busca otra cosa y voy a llegar al fondo de todo este asunto le guste o no.
Me pongo a andar sin saber la dirección, porque necesito moverme.
—Assur, no quiero discutir contigo respecto a lo de acompañarme, estoy muy cansada para hacerlo…
—Sabia decisión lo de no discutir. —Me agarra del brazo y frena mis pasos de pronto—. Es para el otro lado, iyari. Si quieres vuelvo a cogerte para que no te canses, porque quiero insistir en lo de acompañarte.
Sonríe con esa bonita boca tratando de engatusarme y yo se la devuelvo a la vez que tomo la dirección que se supone que es la correcta, pero a continuación noto que mis pies no tocan el suelo y siento sus poderosos brazos rodeándome. Cuando abro la boca para protestar, me silencia de inmediato.
—Lo he pensado mejor y así iremos más rápido.
Durante todo el trayecto me habla sobre las ventajas de acompañarme a la cita del bosque enumerándolas una a una, tratando de persuadirme. Es muy insistente. No digo nada porque ya he decidido que iré sola y no quiero discutir, como le he dicho. Intuyo que a pesar de lo sucedido en los túneles será mucho más fácil que hablemos a solas ese tipo y yo. Esto parece ser una cita de negocios. Él quiere algo de mí y a mí a lo mejor me interesa lo que tiene que decirme. Además, ya le he puesto en su sitio advirtiéndole y diciéndole que yo también soy peligrosa, así que creo que se lo pensará un poco antes de volver a hacerme algo. Todo apunta, como le he dicho antes a Assur, a que no quiere dañarme, y esto me vale de momento para seguir adelante. Marcus sale a nuestro encuentro en cuanto nos oye en las cuadras. Está frenético, el mensajero que mandó detrás de mí hacía unas cuantas horas que había regresado; para tranquilizarle tengo que repetirle dos veces la hazaña de esta noche y mostrarle los amuletos. Entonces es cuando queda en silencio y comprende que tenemos en nuestro poder, al fin, los talismanes. Los pone a buen recaudo y Assur promete hacer lo mismo cuando se lleve el suyo. Después, Marcus, como todos los que lo saben, se ha sumado para persuadirme al respecto de ir al encuentro del famoso espía. Discutimos largo y tendido sobre el tema, Assur y él se unen, aunque finalmente quedamos en tablas, aunque creo que Assur no ha dicho su última palabra todavía y se está dando un descanso para regresar pronto al ataque. El plan seguirá de momento igual; hasta que me reúna con el espía, continuaremos manteniendo las apariencias y vigilando como si no hubiese pasado nada, para no levantar sospechas en los vampiros, eso sí, sin dejar de estar preparados para desaparecer y no dejar rastro si se complican las cosas. Al fin y al cabo ya he cumplido mi cometido y puedo regresar sin problemas cuando quiera, pero no lo voy a hacer hasta que no deje todo sin cabos sueltos. Tengo que averiguar quién es ese hombre que sabe tanto de mí y de los amuletos, y qué es lo que se propone.
—Y hablando de vigilancia, debo ir inmediatamente a ver a Akos y Lucan, tengo que contarles lo que ha pasado… —digo acordándome de pronto de este asunto, mientras cojo mi capa y me la pongo.
—¡Wanda, deberías descansar! —dice Assur tenso al oír mis intenciones.
—Tengo todo el día para hacerlo; además, es justo que sepan lo que pasa, ellos también forman parte de esto.
—Está bien, entonces te acompaño, y no tienes elección.
—No hace falta, de verdad; tardaré poco y después me vendré directamente a dormir. Assur, ya has hecho bastante por mí esta noche, te vuelvo a dar mil veces gracias, pero esto puedo hacerlo sola.
Se acerca y me bloquea el paso rodeándome con todo su cuerpo, habla con voz muy baja para que solo yo oiga sus palabras, aunque con tono autoritario.
—Sobre cuán agradecida estás y cómo vas a darme las gracias ya discutiremos más tarde, pero quiero que sepas que para mí tu bienestar es primordial, y no me supone demasiado. ¡Solo quiero que no me hagas preocuparme tanto por ti, iyari!
Sus palabras me hacen pensar… Assur tiene un corazón bueno y generoso, y no quiero causarle por nada del mundo daño alguno. Una sensación de aprensión me invade, creo que me angustia hacerle sufrir. Me da pánico pensar que todo esto sea doloroso y que ambos padezcamos. ¿Y si todo esto no ha sido una buena idea? ¿Y si estoy equivocada? A lo mejor el deseo que siento por él no me deja pensar con coherencia: no sé, estoy demasiado cansada para recapacitar sobre esto ahora. Obligándome a centrarme y sin decir nada, me aparto y voy hacia la puerta. Entonces es cuando advierto que nos hemos quedado solos ya que Marcus se ha retirado discreto. Antes de salir, Assur vuelve a preguntarme e insiste.
—¿Qué te ocurre, porqué te has quedado tan callada?
—Por nada, ahora tengo que irme.
Salgo deprisa con Assur siguiéndome muy de cerca. Nos dirigimos a los alrededores del campamento rom en silencio, por lo menos y de momento ha dejado el interrogatorio, así que me centro en Lucan y Akos, que pasarán pronto por aquí al regresar de su cacería nocturna. Miro al cielo y veo que el sol está despuntando en el horizonte. No se hacen esperar mucho y los interceptamos muy cerca del campamento. Al momento me reconocen, aunque se ponen a la defensiva al ver a Assur. Los saludo y me bajo del caballo en un apartado del camino, fuera de miradas no deseadas; hacen lo mismo, aunque expectantes y sin quitar ojo a mi acompañante. Hago las presentaciones oficiales rápidamente y los tres hombres se miran con recelo, tanteándose despacio… ¡No tengo tiempo para esto!, así que voy directa al grano y les cuento todo lo que ha sucedido, ignorando sus recelos. Convenimos que lo mejor será seguir vigilando Vincennes para no levantar sospechas y que también patrullen por los alrededores de la Sainte Chapelle para ver si Safan o alguien diferente que no controlamos se ha enterado de las últimas novedades. Con esto, todos los posibles puntos de acción quedan cubiertos y vigilados; si algo se mueve abajo en los túneles, arriba en las calles o en el bosque, lo sabremos.
—Wanda, solo hay algo que falta…
—¿El qué, Akos?
—¿Cómo vamos a movernos por la ciudad sin ser reconocidos? Una cosa es merodear en campo abierto y actuar con la ventaja de la sorpresa, y otra muy distinta hacerlo por la ciudad sin ser detectados. Es muy difícil, los chupópteros son muy astutos respecto a eso, aunque no me guste reconocerlo.
—Tienes razón, pero eso se puede remediar; puedo hacer un hechizo para ocultar vuestra verdadera identidad, que os dará total anonimato y libertad de movimiento.
Ambos me miran intrigados.
—¿Y eso se puede hacer? —pregunta Lucan—. No es que dude de tus facultades, pero anular nuestras fuertes naturalezas es imposible.
—No voy a anularlas, solo voy a ocultarlas… ¿Os acordáis de cuando me presenté la primera vez ante vosotros diciendo que nos conocíamos del futuro? Bueno, pues dejadme que os diga que en una de esas misiones en las que colaboramos tuvimos que entrar de incógnito en pleno territorio vampiro y oculté del mismo modo a Nerkal. Durante varios días, pudo moverse como pez en el agua y ningún chupóptero sospechó nada. ¡Si pude ocultar la poderosa naturaleza de Nerkal, podríais darme un voto de confianza por lo menos!
—¿Conoces a Nerkal? —me pregunta Akos muy sorprendido—. ¿Cuánto tiempo le mantuviste oculto?
—Sí, le conozco y es un gran hombre, además de buen guerrero y compañero en la lucha. Tres días, que era lo que requería aquel plan, aunque podría haberlo hecho durante más tiempo, incluso indefinidamente. Mirad, vamos a hacer una cosa para que os quedéis tranquilos: mi amigo —señalo hacia el sitio donde se encuentra Assur— puede decirnos si os reconoce por vuestras naturalezas después de haceros el hechizo, a la vez que vosotros mismos comprobáis que seguís teniendo todas vuestras facultades intactas, ¿os parece?
Les propongo esto para convencerlos, porque aún noto que tienen dudas. ¡Siempre que hablo de disimular, ocultar o enmascarar atributos con personas del género masculino pasa esto!
¡Dichosos hombres, ellos y sus descomunales egos!
—¿Te parece bien, Assur?
Le pregunto directamente a él tratando de disimular la poca paciencia que me queda y suspirando silenciosamente, pensando en la manera de concluir con esto pronto. Asiente con un casi inapreciable movimiento y tengo la certeza de que desde que estamos en compañía de los lobos no está muy contento…
¡Argh, hombres ¿Quién quiere tratar de entenderlos? Yo no, por supuesto, y menos en estos momentos!
—Muy bien, pues cuando estéis listos, empezaremos…
El hechizo es sencillo, así que no tardo mucho; una sombra azulada los cubre momentáneamente, y eso es todo, en esto consiste, en cubrir con magia durante un tiempo concreto sus naturalezas. Podría haberles hecho el conjuro de otra manera más sencilla, por ejemplo hechizando un objeto personal de cada uno de ellos que los ocultaría cada vez que lo llevaran encima, pero prefiero que el hechizo expire dentro de unos días, como va a hacer, desapareciendo sin más, que entregarles un objeto con magia que podría tener consecuencias en el futuro. Tengo que procurar no cambiar el orden de las cosas establecidas. Tanto Akos como Lucan piensan que van a notarse diferentes en algo, como que les va a disminuir la fuerza o el valor o simplemente que se van a quedar azulados… Se miran el uno al otro largo rato, intentando descubrirse algo distinto sin hallar nada que señalar. Assur corrobora que no nota nada de sus naturalezas y entonces doy por concluida la reunión. Quiero marcharme a descansar porque estoy empezando a sentir un gran agotamiento.
—¿Ya está? ¡Si ni siquiera he notado nada especial!
—¿Qué querías notar, Lucan?
—No sé, ¿de verdad que seguimos manteniendo nuestras facultades? —pregunta un poco desconfiado todavía.
—Sí, solo tienes que comprobarlo, ¡por supuesto, sin transformarte, claro!
¡Lo que me faltaba, transformaciones delante de Assur, otra criatura que también puede transformarse!
—Es verdad, Lucan —dice entusiasmado Akos—, puedo oler desde aquí el encendido de las hogueras del campamento Rom que comienza a despertarse, el aroma de las primeras flores del bosque e incluso el perfume embriagador de esa mujer gitana que me cautiva… ¡Somos los mismos de siempre!
Se pone a reír a carcajadas.
—Pues doy por terminada la reunión, seguiremos en contacto por las novedades que vayan surgiendo.
De repente. Akos se aproxima a mí y, apoyando ligeramente su mano en mi hombro, empieza a hablarme sobre su propósito de acompañarme al bosque esta misma tarde.
¡Otro más que se propone protegerme!
Assur reacciona inmediatamente acercándose amenazador, a punto de saltar sobre él. se miran, desafiándose largos instantes que a mí me parecen siglos, para que al final Akos tenga que retirar la mano y continuar nuestra conversación receloso, mirando todo el rato de reojo a Assur, que no se ha movido un ápice y que intuyo que está aún planteándose abalanzarse sobre mi amigo. Le repito pacientemente los mismos razonamientos que he dicho en las últimas horas un millón de veces y les doy las gracias por su ofrecimiento. No se queda muy convencido, pero no vuelve a insistir, aunque antes de despedirnos recalca e insiste bastante en que está a mi entera disposición a cualquier hora para lo que desee… Conozco lo suficiente a Akos para saber que lo ha hecho aposta para molestar y provocar a Assur, que parece una malvada gorgona a punto de lanzar un rayo por los ojos y convertirle en piedra.
¡¿Cuándo se darán cuenta de que no quiero ser el motivo para sus demostraciones de machos alfa de la manada?!
Hago como si no hubiese notado su provocación y me despido sin más, quitándole importancia; nos alejamos en direcciones opuestas. Cuando cojo las riendas de Alder y pongo el pie en el estribo para subirme a la montura, noto cómo me fallan las piernas y la cabeza se me nubla completamente, lo que me hace caer. Al instante, Assur está a mi lado arrodillado muy preocupado, tratando de comprender qué es lo que me sucede.
—¡Dioses, ¿qué te ocurre?! —Me alza el rostro para que le mire—. ¡Estás pálida y pareces enferma, no tenías que haber venido! ¡Que Marcus hubiese mandado a alguien para avisarlos!
—Creo que he abusado de mi energía esta noche, a veces me olvido de que este no es mi verdadero cuerpo y me extralimito…
—Imprudente iyari… Ven, yo te llevaré.
Me sube a su caballo y ata a Alder detrás. Abrazándome, me frota para darme calor y reponerme. Dejo que lo haga sin rechistar porque no tengo fuerzas, aparte quiero que su preocupación disminuya. Tardamos poco en llegar. Cuando pasamos por la puerta del patio montado a Bungi. Sorprendemos a Philipe y a los demás caballerizos que hay en las cuadras. Yo ya me he recuperado y voy a hacérselo saber a Assur, aunque no me da ninguna opción y me ignora.
—¡¿Qué le pasa a la señorita Wanda?! —pregunta Philipe mirando el pequeño bulto que ocupo en los brazos de Assur.
—Solo está cansada. ¿Dónde se encuentran sus aposentos?
Assur espera impaciente a que Philipe le indique, entra en el edificio, y en un abrir y cerrar de ojos sube, entrando en mi habitación llevándome hasta la cama. Aquí me quita la capa, las botas y el cinturón junto a los cuchillos; después me obliga a tumbarme y se sienta a mi lado con el trozo de tela humedecido de mi palangana para limpiarme la sangre de la mano. Mientras lo hace está en silencio, muy concentrado, rozándome despacio para no hacerme daño. Cuando termina, devuelve el trozo de tela a su sitio y regresa a mi lado para deshacerme la trenza, contemplándome muy serio, en silencio.
—¿Ya estás contento o vas a cantarme una nana para que me duerma?
—No, no estoy contento porque esta tarde vas a ir sola al bosque sin dejar que te acompañe, porque eres testaruda y te expones demasiado, porque buscas pelea con hombres que te doblan en fuerza y tamaño y porque me haces morir de preocupación en un momento y al siguiente subir al séptimo cielo… ¡A veces te adoro y otras me dan ganas de matarte! ¿Y quién es ese maldito Nerkal? ¡Creo que me estás volviendo loco, no sé a qué atenerme contigo. Wanda!
Yo tampoco sé a qué atenerme con él, en cierto modo siento lo mismo y además me atormenta causarle sufrimiento, aunque no quiero pensar en eso ahora, solo deseo que me abrace.
—¡No te atengas a nada, solo acéptame porque te gusto así; si no, no te habrías fijado en mí y estarías con otra mujer! Eres libre de buscarla, pero cuando me haya marchado, aunque te aviso desde ahora de que esto te va a resultar muy difícil, porque suelo dejar huella, y con todo esto te prometo por lo menos entretenimiento y diversión, ¿qué más puedes pedir, Assur?
Le sonrío y él me acaricia la cara.
—Ahora puedes darme un beso de dulces sueños y terminar esta complicada noche en las puertas del séptimo cielo, como tú dices, ¿o tal vez quieres matarme?
—No, solo besarte…
Se acerca a escasos centímetros de mi boca y cuando creo que va a hacerlo vuelve a la carga para preguntarme quién es Nerkal.
—¡¿Qué significa iyari?!
—Es una palabra cariñosa, como pequeña o sitar; en realidad significa «luz», pero no me cambies de tema.
—Nerkal es el poderoso líder de su raza, ¿estás contento ya?
—¿Te gusta?
—¿A qué viene eso, estás celoso?
—Siempre lo estoy contigo, y mucho más de todos esos hombres que te conocen antes que yo y que son tan maravillosos.
—No es mi tipo.
—¿Y quién es tu tipo, Akos o Lucan?
La conversación está yendo por derroteros que empiezan a no me gustarme, y más cuando me pregunta lo siguiente:
—¿Wanda, estás arrepintiéndote de todo esto?
—¿Por qué dices eso?
—Porque quiero saber la verdad, no quiero que hagas nada que no quieras, si tienes dudas me apartaré; antes te has quedado muy pensativa y a lo mejor es por mi manera de tratarte; no sé, quizá busques otra cosa…
—¡No estoy arrepintiéndome de nada! No quiero que te apartes, lo que pasa es que cada vez me provocas más cosas que no puedo explicar. Si soy totalmente sincera, no quiero alejarme de ti, aunque creo que yo sí debería hacerlo, porque te causo sufrimiento y no me gustaría que esto nos trajese consecuencias. Esto ha sido libremente y por pura diversión; si se convierte en algo diferente para cualquiera de los dos, será cuando debamos dejarlo… Si soy yo la culpable, prefiero saberlo ahora… ¡Assur, por favor, dime si deseas continuar con toda esta aventura!
Me besa despacio como toda respuesta, robándome la razón.
—¡Lo deseo con todas mis fuerzas, nada va a impedir que seas mía, ya te lo dije; aunque tenga que luchar con todos los hombres de París, incluyendo a esos lobos y a su líder!
Volvemos a besarnos y nos perdemos en ese deseo.
—Ninguno de los lobos me gusta, incluyendo a Nerkal; creo que me gustan un poco más mayores, así como tú, con dos o tres milenios de más… —río—; siempre me ha gustado que los hombres tengan experiencia, ¿sabes? Para que me enseñen cosas nuevas y tengan conversación interesante.
Respondo después de recomponerme un poco intentando retomar el ambiente distendido de antes. Quiero verle relajado y sin pensar que me estoy arrepintiendo de todo esto, para nada quiero que se aparte, estaría loca si le dejase escapar, es el hombre más interesante que he conocido en mucho tiempo. Suavemente cojo una de sus manos y comienzo a rozársela insinuante con mis labios, deja que lo haga mientras me mira con deseo.
—¿Te has dado cuenta de que eres demasiado mayor para mí? ¡Seguro que lo que quieres es pervertirme!
—¡Síííí, traviesa sitar, quiero pervertirte, seducirte, enloquecerte; deseo tenerte completamente subyugada entre mis brazos pidiéndome más, entregándote, diciéndome que eres solo mía!
Me incorporo excitada acercándome a él, insinuante.
—¡Soy solo tuya!
Me mira entre complacido y divertido.
—Por supuesto que lo eres, aunque todavía no me has respondido a la pregunta.
—¿Qué pregunta?
Digo traviesa
—¿Quién es el hombre que más te gusta?
—No sé, Assur, quizá seas tú…
—¡Traviesa iyari!
—Sí, claro, tú eres el único hombre al que deseo…
Me da un cachete en el trasero y a continuación suelta una carcajada atrayéndome hacia él por la cintura.
—Dímelo otra vez, quiero oírtelo decir muchas veces.
—Assur, tú eres el que más me gusta, el hombre en el que pienso todo el tiempo y el único con el que quiero estar.
Muerdo sus labios despacio y entonces me acaricia el trasero.
—¡Dioses, estás tan hermosa con el cabello alborotado y la piel enrojecida marcada por mis besos que me robas la razón!
Sin más, se abalanza sobre mí y me tumba en la cama, se pone encima. Me mira un momento y me recorre de arriba abajo para a continuación besarme haciendo que me agarre con fuerza a él, jadeando, muy excitada. Me dejo llevar por estas maravillosas sensaciones. De pronto para y se incorpora, dejándome totalmente encandilada y sin poder reaccionar.
—Debes descansar, pequeña, y yo marcharme para dejarte hacerlo.
—¡Lo haré si me besas de nuevo!
—Está bien, pero entonces quiero oírte decir otra vez lo que me has dicho antes…
—¿El qué, que me gustas o que soy tuya? —contesto jugando de nuevo.
Me sonríe y seguidamente me arrasa la boca volviendo a transportarme a ese maravilloso lugar donde solo existimos los dos dándonos placer. Cuando nos separamos, me mira unos instantes complacido, se levanta y se dirige a la puerta para irse. Antes de cerrar, asoma la cabeza para volver a añadir, divertido.
—¡¡Que duermas bien y que sueñes que te estoy pervirtiendo, iyari!!
Después desaparece y hace que me dé cuenta de que difícilmente voy a poder dormir con esta fiebre recorriéndome por todo el cuerpo.