Mis pasos retumban con fuerza por todo el pasillo. Me dirijo al despacho de Marcus, a la reunión que me dirá si voy a tener aliados o me las voy a tener que componer yo sola. Acabo de llegar del bosque, después de marcharse Marcus no he subido a mi habitación como pensaba, me he ido a caminar sin rumbo para pensar, para aclarar las ideas y esbozar un plan alternativo si este sale mal. Cuando he regresado he visto fuera varios caballos atados y un par de hombres que portaban en sus túnicas las cruces rojas templarias haciendo guardia en la puerta. Entonces me he apresurado, porque ya habían llegado todos. Abro la puerta y, con una mirada rápida, barro la sala. Hay cinco hombres sin contar a Marcus y de repente pienso que son demasiados…, ¿no iban a venir solo el gran maestre templario y el líder de las gárgolas? Extrañada, actúo como si tal cosa y disimulo. Todos están dispuestos alrededor de la mesa de madera, sus caras no me son conocidas, salvo dos de ellas, la de mi atractivo captor de anoche y la de su descarado compañero. Durante unos momentos veo que sus rostros muestran gran asombro, el mismo que siento yo; es más, parece que mi secuestrador se ha llevado la sorpresa de su vida, me mira por unos instantes, casi consternado, como si me hubiesen salido cuernos y rabo de pronto. Tratando de serenarme, digo un buenos días resueltamente y con paso decidido, tragándome el estupor, me dirijo a la silla vacía que hay junto a nuestro anfitrión. Cuando me quito la capa y me siento, vuelvo a hacer un barrido a todos los presentes, que no me han quitado ni un momento los ojos de encima. Aparte de los rostros ya conocidos, que dicho sea de paso a la luz del día me parecen mucho más jóvenes y atractivos, sobre todo mi secuestrador, supongo que el individuo que está a su lado debe de ser su líder, un hombre también muy grande y de edad indefinida, con pelo castaño recogido, ojos pardos, nariz alargada y boca firme. Caigo en que lo de la complexión y la edad deben ser rasgos comunes en todas estas criaturas, porque mirándolas más detenidamente parecen más jóvenes e impresionantes. La forma de la cara es angulosa, pero su expresión es tranquila, viste casi de negro, salvo por la camisa blanca; la ropa es muy austera y sobria, hay algo en él que irradia confianza y seguridad, como la que transmite un profesor o un tutor. Parece un buen hombre, un poco serio y reservado, pero con el que se puede contar. Espero no equivocarme, porque necesito aclarar el malentendido de anoche para que sepan que mi comportamiento no ha sido intencionado para perjudicarles. Los otros dos hombres que hay son templarios y además parecen ser harina de otro costal, sobre todo el altivo, el que por su actitud intuyo que es el gran maestre, un individuo flaco y nervudo con cara demasiado larga, ojos pequeños y juntos, nariz prominente y aguileña, y labios tan finos que parecen no haber conocido nunca la risa. Nuestras miradas se cruzan y veo que me dedica un gesto frío y reprobatorio, debe de estar acostumbrado a hacer su voluntad y a ostentar poder, además de ser poco proclive a dar explicaciones. Su juicio y criterio son lo único que le vale a este hombre. Una corazonada me asalta inmediatamente y tengo la certeza de que me dará problemas… El otro templario, que supongo que es su ayudante por la posición más retrasada que ocupa en la mesa, es más pequeño y macizo, sin llegar a estar obeso; su cara redonda tiene ojos grandes, nariz menos marcada y boca más llena. No lleva barba como el otro, su pelo es castaño canoso y lo lleva suelto, sin peinar, hacia atrás. Me está mirando con gran curiosidad y timidez a la vez, debe de ser por mi atuendo, todavía llevo puestas las ropas de anoche. Marcus hace las presentaciones señalando a cada uno a medida que dice sus nombres según están colocados.
—Su excelencia, el gran maestre Guillaume de Sonnac, y su precepto, André de Louson; los maestros canteros artesanos: maese Uriel, maese Askar y maese Assur.
Todos hacen un gesto con la cabeza a modo de saludo.
—Ella es Wanda Müller, de Germania.
—Señores.
Sonrío ligeramente porque hay que causar buena impresión y porque me gusta mucho el nombre de Assur. Después de una breve conversación trivial, Marcus aborda directamente el tema. Empieza contando todo lo importante dando solo los detalles significativos, desde quién soy yo en realidad, la misión que he venido a hacer, hasta cómo se encuentra la situación y la de nuestros enemigos; por último les muestra los dibujos que hice de los amuletos y el cofre. Veo que hay algunos gestos de sorpresa cuando escuchan lo de mi procedencia del futuro, sobre todo por parte del maese Uriel, el descarado de la cantera. El maese Assur disimula un poco más su interés, al igual que su líder; sin embargo, cuando miro al gran maestre veo que pone cara de desprecio directamente, demostrando que no le gusta nada mi presencia aquí. Lo dejo estar y me centro en la reunión, ahora están mirando los bocetos que hice y noto que el maese Askar se detiene en el negro, el amuleto que les pertenece, con reconocimiento en sus ojos. Entonces Marcus, muy convenientemente, comienza a explicarles el plan que hemos trazado para hacernos con los amuletos, y es cuando surgen los problemas. A pesar de enumerar las ventajas explicándolas detenidamente y valorándolas como las mejores que tenemos para conseguir nuestros propósitos, siento que se abre una brecha entre nuestros futuros socios y nosotros que parece no tener arreglo. El primero en expresar su desacuerdo y muy mordazmente es Guillaume de Sonnac.
—No puedo permitirme ningún contingente de hombres para vigilar las reliquias en el castillo, ya que su alteza ya ha dispuesto su guardia personal para ello; es una pérdida de tiempo, Marcus.
—Pero Guillaume, esa guardia no sirve de mucho, Wanda consiguió entrar sin impedimento hace unos días y nuestros enemigos lo harán empleando formas menos pacíficas, eso es lo que queremos evitar a toda costa, violencia y derramamiento de sangre gratuitos. Todos tenemos intereses, así que debemos hallar una forma que sea satisfactoria y que cumpla nuestros objetivos.
Si el templario hubiese podido clavarle un cuchillo a nuestro anfitrión lo hubiese hecho.
—¿Durante cuánto tiempo sería eso? Solo puedo disponer de unos pocos hombres por un tiempo muy limitado, tengo que prestárselos a su alteza para el traslado del tesoro, que es lo verdaderamente importante. Hay que defender las reliquias, pero de amenazas reales, no de fantasías y quimeras. En cuanto a toda esta sandez, deberíamos dejarlo estar, puesto que si esos amuletos forman parte del tesoro ya están a salvo, su majestad no dejará que les pase nada. Te lo puedo asegurar, Marcus. ¡Esto que he indicado es lo mejor y el único plan que voy a apoyar con mis recursos!
Sus palabras quedan en el aire y terminan de estropearlo todo, el gran maestre nos mira desafiante, impertérrito, disfrutando de lo que sabe que ha causado. Las gárgolas, sin inmutarse, le devuelven el cumplido en forma de gélida indiferencia, cosa que parece irritarle bastante. Marcus intenta suavizar las cosas mediando con sus prudentes argumentos y yo solo le aguanto la mirada lo más tranquila que puedo al indeseable templario. He decidido quedarme callada hasta haber escuchado todo lo que tienen que decir estos hombres, aunque no pasan ni cinco minutos cuando el gran Guillaume de Sonnac corrobora mis sospechas… ¡El muy estúpido se ha propuesto chafarnos el plan! Personalmente creo que es porque no soporta no llevar la voz cantante, además de despreciar todo lo que tenga que ver con la magia.
—Guillaume, eso no es factible. Si actuamos así les estaremos dando en bandeja a nuestros enemigos los amuletos… Lo mejor es proceder rápido valiéndonos del anonimato, si esta información se hace de dominio público nos costará mucho conseguirlos, ¿por qué levantar tanto revuelo cuando podemos actuar sin que nadie se percate? Además, eso que propones requeriría mucho tiempo y Wanda no dispone de tanto; es más, el tiempo no está a nuestro favor, para ninguno esta vez…
Súbitamente e interrumpiendo la réplica que el templario está a punto de lanzar, es el líder de las gárgolas, con voz grave y buscando mi mirada, el que comienza a hablar.
—Nosotros comprendemos los términos del plan, pero no sabemos qué esperar de él. Anoche, mientras Assur vigilaba la mansión de Quarface, la vio a usted infiltrándose a hurtadillas en ella. Seguidamente la interceptó cuando salió y la retuvo para pedirle explicaciones, y usted no quiso dárselas y huyó a la primera oportunidad que tuvo. Con esto quiero decir que si colaboramos ¿usted lo hará con nosotros? ¿Cómo podemos fiarnos? ¿Puede darnos alguna garantía? Hace mucho hicimos el juramento de enfrentar el mal para mantener el equilibrio de las fuerzas y eso hacemos y lo seguiremos haciendo hasta que desaparezcamos, pero tenemos ciertos puntos que necesitamos aclarar y es mejor hacerlo ahora antes que más tarde.
Sin mirarle, siento que el maestre se regodea con lo que acaba de decirme el líder de las gárgolas, incluso casi puedo ver la mueca que hace burlándose de mí. Marcus enseguida sale en mi defensa.
—Askar, por favor, la confianza es una cualidad, no un…
Pero me levanto bruscamente para hablar y ser yo personalmente la que aclare las cosas.
—Tranquilo, Marcus, el maese Askar tiene razón, no pueden confiar en mí ni yo tampoco hacer nada para que eso cambie de momento, no nos conocemos y siento tener que recordarles que no hay tiempo para eso. Señores, creo que vamos a tener que llegar a un acuerdo lo más satisfactorio y rápido posible para todas las partes e intentar dejar las sospechas a un lado fiándonos los unos de los otros. Pienso que deberíamos exponer cada uno los puntos que consideramos importantes para que los demás sepamos a qué atenernos. Si les parece, como ya he comenzado a hablar seré yo la primera que lo haga.
Me quedo callada esperando que alguno quiera añadir algo, aunque no lo hacen.
—Bien, estoy aquí en términos de colaboración por una causa que se viene dilatando en el tiempo mucho antes de que a los hombres les fuese cedida esta edad. No sé realmente quién es el que está en la sombra orquestándolo todo, hay muchas criaturas mágicas que quieren el poder y el control, aunque lo único que sé con certeza es que nuestros rivales más inmediatos y a los que debemos plantar cara ahora mismo son vampiros, brujas y espectros, porque buscan lo mismo que nosotros. Para compensar los bandos y tener algo con lo que luchar, lo más acertado es conseguir los amuletos, y creo que podemos hacerlo contando con la ventaja que nos ofrecen el anonimato y la sorpresa, por eso el plan tiene que hacerse de esta forma y en este momento, porque es lo más inteligente, rápido y efectivo. Los amuletos tienen mucho poder y precisamente el que les pertenece, maese Askar, empieza un ciclo que tiene que ser activado en el futuro durante una alineación planetaria concreta.
Yo seré la que lleve a cabo ese ritual y por eso he viajado hasta aquí, porque voy a encontrarlo y a ponerlo a buen recaudo para poder usarlo dentro de ochocientos años. Puedo hacerlo porque poseo magia y poder suficiente, aparte de la capacidad necesaria para llevar a buen término esta misión. Por eso me gustaría, ya que todos compartimos los mismos intereses, que hubiese cooperación, porque esta es la única manera que tenemos de triunfar. Mis condiciones son las siguientes: no se cambiará nada de lo planeado; todo se hará bajo mi total supervisión, puesto que soy yo la que va a llevar a cabo la parte más difícil y arriesgada, que es hacerme con los talismanes. Además, si cooperan, precisaré toda la información posible y la ayuda que puedan darme. Lo que ofrezco es la ejecución total del plan, la entrega de los amuletos originales e información importante que poseo de mis investigaciones como la de anoche, una maniobra de espionaje dentro de la mansión a la cual accedí desde su tejado, y que una vez conseguida, con gran riesgo de mi integridad, no pensaba revelársela a nadie, y mucho menos coaccionándome.
Le echo una mirada acusadora aposta al maese Assur que él me devuelve más intensa si cabe, lo dejo estar de momento porque quiero terminar mi exposición.
—Cuando tenga los amuletos en mi poder, tienen mi palabra de que se los entregaré para que los guarden hasta que haya que usarlos de nuevo, a usted, maese Askar, el suyo y los otros dos a Marcus. Antes me cercioraré, claro, de que me los volverán a prestar para su activación. Les prometo que no interferiré en ninguna otra cosa ajena a mi misión, como en el tema de las reliquias cristianas, por ejemplo; eso no me interesa, su excelencia, o en alguna otra cosa que tengan pensado hacer con el amuleto, maese Askar, puesto que les pertenece y están en su derecho. Si no llegamos a ningún acuerdo, yo buscaré otras opciones y caminos. Solo les pediría que, si se diese el caso, no se entrometiesen en mi camino. No deben temer nada porque estoy aquí para ayudar nada más, yo también llevo luchando toda esta edad para mantener el equilibrio, y lo seguiré haciendo. Solicito un poco de cooperación y el beneficio de la duda hasta que nos conozcamos un poco más, solo eso.
Regreso a mi asiento y espero a que asimilen la información. El primero en poner pegas es, cómo no, el maestre templario.
—¿Y si no llegamos a un acuerdo? Posees poderes, como has dicho, ¿debemos temer tus represalias?
—Mis represalias no deben preocuparle, excelencia; yo en su lugar temería más las acciones de sus verdaderos enemigos, que están más cerca de lo que piensa, ya que de un solo golpe pueden arrebatarle todo lo que conoce hasta ahora si les regalamos la más mínima oportunidad. Si ignora esto, y no se lo digo como una amenaza personal, en poco tiempo en vez de ir a luchar a las Cruzadas estará peleando en un combate mucho más letal y apocalíptico contra criaturas que los destruirán sin más. Créame cuando le digo que la batalla ya está ganada de antemano porque no tienen nada para hacerles frente.
Veo cómo se le pone la cara lívida por el atrevimiento que he tenido y bruscamente y perdiendo casi el control me grita.
—¡¡¿Qué es lo que necesitas entonces de mí?!! ¡¡No puedo perder más tiempo, tengo asuntos más importantes que requieren mi atención y estoy perdiendo la paciencia con tanta charlatanería!!
El precepto se mueve en su asiento, incómodo por el desacertado arrebato de su superior, y me mira silencioso, disculpándose, Marcus, sin poder contenerse tampoco y bastante molesto, quiere intervenir en mi ayuda, pero otra vez se lo impido con un leve movimiento de cabeza, quiero ser yo la que le diga unas cuantas cosas a este estirado. Poniendo una de mis cándidas sonrisas, voy a por él.
—No hace falta que grite porque le oigo perfectamente, excelencia… Como muy bien ha dicho antes, señor, basta ya de perder el tiempo, por eso voy a intentar ser lo más clara posible a ver si me entiende de una vez. Necesitar lo que se dice necesitar no necesito nada que me pueda procurar su excelencia. Respecto a su ofrecimiento del principio, le digo que solo con los pocos hombres que tan mezquinamente nos ha ofrecido será más que suficiente, para lo demás ya me las apañaré sin su baldía contribución. No quiero alejarle de esos asuntos tan importantes que requieren de su atención, así que si le parece bien y para no importunarle más, puede irse ahora mismo, puesto que mi intención era la de informar, que no pedir su permiso, no se equivoque su excelencia, y esto ya ha sido efectuado. De ahora en adelante trataré con su precepto, que parece un hombre bastante más docto, válido y educado. ¿Me he explicado con suficiente claridad o he divagado para su gusto, excelencia? Bien, si esas son todas sus condiciones, me doy por enterada. Ahora podemos pasar a lo siguiente.
Sin dejarle responder dirijo mi atención a los otros miembros de la sala, que están sorprendidos por lo que ha pasado. Creo que nadie se ha atrevido nunca a hablarle así a este hombre y alguna vez tenía que ser la primera. ¡Así tendrá algo más interesante en lo que pensar que no sea su estirado y arrogante trasero! Como he estado totalmente calmada y he sonreído varias veces durante la reprimenda, además de rabioso y rojo de ira está confundido y no sabe muy bien cómo contraatacarme. ¡Ya me he cansado de tanto desprecio, que le den morcillas, demasiado es que se lo he dicho usando ciertos modales! Me fijo en que el maese Uriel está pasando graves apuros para contener la risa, pero vuelvo a concentrarme en el asunto, que es lo que me interesa solucionar.
—Retomando el tema que nos importa, me gustaría oír ahora sus condiciones, maese Askar.
A las gárgolas se las nota muchísimo más relajadas después de mis aclaraciones. Se miran entre ellos y finalmente Askar, de nuevo, toma la palabra.
—Nosotros ofreceremos la ayuda solicitada y apoyaremos todo lo planeado, fabricaremos las réplicas de los talismanes si así se precisa, facilitaremos los planos de la Sainte Chapelle para el cambio y demás informaciones que sean importantes, y ayudaremos en todo lo que sea necesario. A cambio pedimos ciertas premisas, que son estar totalmente informados de los avances y los pasos que se siguen, además por supuesto, de la entrega del amuleto para su custodia total y definitiva cuando se consiga.
—Maese Askar, si por cualquier circunstancia que en estos momentos desconozco se volviese a necesitar el talismán aparte de para la activación, ¿lo volverían a prestar? —pregunto de repente.
—Por supuesto, como he dicho antes, nosotros estamos con la causa y colaboraremos en todo lo preciso.
Me parece un trato justo.
—¡¿Cómo sabemos que la información que tiene puede interesarnos y no es una artimaña para conseguirla ella de nosotros?!
El que ha dicho eso es mi secuestrador, parece que está aún molesto con todo lo sucedido. Quizá no me perdone que le haya robado el caballo y por eso no se fía de mí. No tengo ni idea de lo que tengo que hacer para demostrarle que puede confiar, por lo menos lo justo para llevarnos bien y colaborar sin problemas, entonces se me ocurre de pronto una idea que tal vez le dé una prueba de mi buena fe. Le pido a Marcus papel, pluma y tinta, y me pongo a dibujar las caras del corpulento hombre de la mansión, que sé que es de los suyos, junto con la del espectro, y escribo debajo sus nombres, demostrando con esto que es verdad lo que digo y que no soy ninguna tramposa en busca de información gratuita. Mientras tanto, el maese Askar ha estado disculpándose por las sospechas de su compañero diciendo que tendrán que mostrar buena voluntad y confiar sin más; en el fondo presiento que quiere estar en lo cierto y no equivocarse conmigo. Yo también lo quiero, la verdad, y a lo mejor es ser demasiado ilusa, pero creo que hemos avanzado un poco y que no estamos tan alejados como al principio.
—Tengo información importante, sé quiénes son y qué están haciendo aquí. Desde que he llegado, con mis métodos he recabado mucha información importante; a lo mejor mis formas no son poco ortodoxas pero sí efectivas, y vuelvo a decirles que cuando me siento amenazada me protejo. Siento, maese Assur, mis maneras; si hubiese podido evitarle alguna de las molestias que le he causado lo hubiese hecho, pero no tuve más opción. Actué como lo hice pensando que era lo mejor para mantener el anonimato y alterar la situación lo menos posible. No es una excusa y asumo mis culpas, lo siento de veras, me disculpo por mi actuación de anoche y le garantizo que no se volverá a repetir.
El maese Assur no responde, se queda callado mirándome fijamente, asintiendo sutilmente. Creo que por fin ha aceptado mis disculpas, queda sumido inmediatamente después en sus pensamientos. Los demás están mirando y remirando los retratos, sobre todo el maese Uriel y el maese Askar con el de Baruc. Al final se deciden a hablar y compartir con el resto lo que saben. Lo hace el maese Askar.
—Este hombre es de los nuestros y es por lo que estamos vigilando Quarface, le seguimos desde que llegó a la ciudad hace unos días acompañado de una mujer.
—La mujer es vampira y bruja, se llama Iskra… —digo sin poder contenerme, sintiendo cómo me aguijonea la rabia al decir su nombre.
—Él, un traidor… —El maese Askar se queda mirando al vacío cuando dice estas últimas palabras—. El espectro es un viejo conocido, un ser despreciable y sin escrúpulos, como todos los de su raza.
—Bien, señores. Llegados a este punto creo que estamos perdiendo el tiempo, por mi parte sus requisitos están claros y los acepto. ¿Ustedes aceptan los míos?
Se miran entre ellos nuevamente durante unos instantes.
—Sí, aceptamos.
Me levanto y, por encima de la mesa, alargo el brazo para tenderle la mano a su líder y así cerrar esta colaboración.
—Trato hecho, entonces.
Noto su energía cuando le toco. Como pensaba, es un hombre noble, sincero y muy antiguo, con mucha experiencia y responsabilidad a sus espaldas, espera haber hecho lo correcto con todo esto. Le miro fijamente y le trasmito que así ha sido. De pronto me sonríe y seguidamente lo hago yo. Por unos instantes siento que piensa en mí como en una hija y sonrío más pensando lo mucho que me agrada este hombre.
—Y pueden llamarme solo por mi nombre ahora que nos hemos asociado…
—Igualmente, Wanda.
Después y sin más esperas les cuento todo lo que he descubierto desde que llevo aquí, tanto en la mansión como fuera, incluyendo además lo del extraño espejo por donde vi escabullirse al espectro.
—¡Me pregunto qué serán esos objetos que parecen espejos!
Digo en voz alta casi sin darme cuenta, y Askar automáticamente empieza a hablarme de ellos.
—Son puertas para pasar a los otros mundos que nos rodean. Nosotros podemos pasar a través de ellos sin que nos afecten debido a nuestra naturaleza, y además podemos portar objetos mágicos a la vez.
—¿Afecten? ¿A qué te refieres?
—A que no todo el mundo puede hacerlo, solo los que tienen una doble naturaleza. Estos trozos de piedra muestran la verdadera índole de los seres, allí dentro, el cuerpo físico tal como se conoce es una barrera.
¡Aah, qué interesante y revelador!
—Pero hace muchos milenios que nosotros no podemos hacerlo porque Baruc nos robó la llave para acceder a ese laberinto infinito, la Madyama, una pulsera que proporciona a quien la porta el poder de abrir las puertas de piedra negra. La que teníamos nos fue entregada por nuestra diosa Dankina, señora de la Piedra, la Tierra y la Roca, creadora de esta extensa e infinita red conocida como el Laberinto Plateado, además de la Madyama y del Amuleto Negro. En realidad estos espejos de cuarzo negro son trozos de piedra repartidos por las diferentes dimensiones, aunque muchos están desactivados, anulados u olvidados, y otros malogrados por los espectros, que los llevan contaminando desde hace mucho para sus viles propósitos. Por eso has visto a Drom en este lado, con su magia calesisen mancillan estos trozos de piedra y los destruyen quitándoles la energía pura de la Madre Tierra. La diferencia que existe con los creados por nuestra señora se puede ver en los símbolos tallados en el marco, que son diferentes, y en la luz que refulge de ellos. Los nuestros brillan con luz plateada, y los suyos, con luz roja.
¡Pues claro, el de la mansión estaba conjurado con esa magia calesisen, porque brillaba con luz rojiza!
—Baruc está colaborando con ellos, pero no alcanzo a ver el verdadero motivo. Los espectros son nuestros mayores adversarios y no se me ocurre nada que pueda hacer que uno de nosotros esté con ellos; es una aberración, va contra el equilibrio de las cosas.
Noto la mezcla de tristeza, vergüenza y confusión que siente mientras habla de su antiguo compañero, Uriel y Assur han bajado la cabeza y tienen una dureza en la mirada que impresiona, sobre todo Assur, intuyo que aparte de estar indignados hay algo más, quizá algo personal.
—¿Pudiera ser que ese maestro que nombran y que parece ser el que orquesta todos sus movimientos sea el líder, jefe, o lo que sea de esos espectros? —pregunto intrigada tratando de aclarar conceptos.
—No, los espectros tienen tres dirigentes y Drom es uno de ellos; los otros dos son Valiem y Mistar. Seguramente que ese maestro que los está guiando tiene que ser más fuerte y poderoso que ellos, porque no suelen ceder fácilmente. Son seres malvados que solo conocen y aceptan una cosa, y es la fuerza bruta, solo son leales a alguien que pueda destruirlos.
Eso entonces nos hace volver al punto de partida, debemos averiguar, y pronto, quién es ese maestro y descubrir sus verdaderas motivaciones y propósitos. Mientras tanto nos pondremos manos a la obra con lo que tenemos entre manos y ya llegará el momento de desenmascarar a los malvados.
—¿Por qué ese tal Baruc os traicionó?
El que ha hablado tan inoportunamente ha sido el maestre templario, que después de nuestro desafortunado encuentro no había vuelto a intervenir y nos habíamos olvidado de él, por lo menos yo, aunque él no deja que lo hagamos con sus desatinadas e improcedentes preguntas. Askar le mira con gesto duro dando a entender que no quiere hablar del tema, pero parece que hace un esfuerzo para no poner más tensión en los lazos de cooperación que acabamos de forjar.
—Hace muchos siglos, cuando aún vivíamos en la tierra donde aparecimos en esta edad, él quiso seguir un camino diferente al nuestro. Todo por lo que luchamos y consideramos importante y para lo que estamos destinados dentro del orden natural de las cosas en el universo dejó de interesarle. Se alejó de nosotros, desapareció y estuvo muchos milenios perdido gracias a la Madyama que nos arrebató, aunque cuando regresa a este lado le seguimos los pasos muy de cerca, porque es lo único que podemos hacer. Esto puede parecer excesivo, pensaréis que deberíamos dejarle seguir su camino y olvidarnos del asunto, pero esto sería muy peligroso. Nuestro linaje traspasó a esta edad con un pacto que cumplir y que nunca debe de ser violado pase lo que pase. Somos un grupo muy reducido en comparación con otras razas para estar en equilibrio, siempre hemos utilizando nuestros poderes para proteger y servir sin intervenir en nada que concerniese a la humanidad directamente, cumpliendo así nuestro compromiso, pero Baruc sí lo ha intentado, sin éxito de momento, y no podemos dejar que lo consiga, por eso queremos capturarle.
—¿Cómo sería tan desastroso si él es uno solo? ¡No lo entiendo! —vuelve a insistir con su pregunta el impertinente maestre.
—Porque los poderes que poseemos superan cualquier intento de defenderse de los hombres. Si incumpliéramos el pacto, se desequilibraría todo y nuestros enemigos, los espectros, se beneficiarían. El equilibrio es lo importante, por eso tenemos que conseguir nosotros antes el amuleto. Si no, habrá caos y destrucción, porque utilizarán la poderosa magia que contiene para hacer el mal. La verdad, Wanda, que lo que has dicho antes es muy cierto, una cruenta guerra por el poder se está librando desde tiempos inmemoriales. Si dejamos que el equilibrio se rompa, no habrá ninguna posibilidad para la humanidad ni para el resto, capitularemos todos.
Marcus asiente dándole la razón, ese pacto ha sido la única razón por la que la magia había traspasado a esta edad de los hombres, para ponerla al servicio de ellos y protegerlos. Para que la magia blanca equilibre a la magia negra, para que lobos, grifos-gárgolas, guardianes, druidas y hechiceras compensemos a espectros, vampiros, brujas y magos. Todo está nivelado para preservar ese equilibrio con el fin de conservar este mundo y a los que vivimos en él.
Nos quedamos en silencio pensando en las lúcidas palabras de Askar. De momento está bastante claro el papel de cada uno de nuestros enemigos más inmediatos en esta trama, y eso me vale por ahora para impedir sus acciones. El plan que consiste en cambiar los amuletos, es el más viable; nos haremos con ellos cambiándolos por unas copias. Después dejaremos que nuestros enemigos los cojan, y cuando se enteren del engaño estaremos lejos de su alcance, o eso intentaremos, porque aún no tengo esta parte del plan muy pensada…
Marcus rompe el silencio.
—Pues creo que lo más importante está dicho, deberíamos ponernos manos a la obra. Su excelencia, si le parece bien puede mandar al castillo de Vincennes unos diez hombres de confianza bien entrenados para que sean ellos los que vigilen la puerta de la capilla. Como usted es una persona a la que su majestad tiene en mucha consideración, seguramente si se lo comenta lo verá lógico y lo acogerá como un buen consejo, con mucho acierto.
—Por supuesto, Marcus, no tengas ninguna duda de que su majestad me tiene en gran consideración y si le hago esa petición me la concederá sin dudar. Nuestro vínculo de amistad y compañerismo se ha forjado en las Cruzadas, donde los hombres de bien luchan por la cristiandad.
Responde hinchado de vanidad, como un pavo real, a la vez que se levanta de su asiento para marcharse, hace una señal con la cabeza a su callado precepto y me dedica una última mirada de desprecio. Sale por la puerta sin despedirse de nadie. Marcus se encoge de hombros, incómodo, disculpándose en silencio con los que quedamos aquí.
—¡Mira, Marcus, no te preocupes! ¡Tú no tienes la culpa de que sea un maleducado vanidoso! ¡Que tanta paz lleve como la que deja aquí! —digo sin poder callarme intentando quitar tensión—. ¡No me extraña que vaya de Cruzada en Cruzada, con ese tacto y diplomacia que se gasta lo que me asombra es que no haya provocado ya una guerra mundial!
Uriel vuelve a disimular un ataque de risa y los demás calman un poco los agitados ánimos.
—Askar, ¿te parece bien que busquemos nosotros las piedras y te las entreguemos para que las talléis después?
—Como veáis más conveniente. Nosotros nos retiramos también. Si nos necesitáis, ya sabéis dónde encontrarnos; de todos modos, Uriel o Assur se pasarán periódicamente para enterarse de los avances que vas haciendo en la misión, Wanda.
Busca mi mirada, y yo asiento porque me parece bien.
—Ha sido una reunión muy interesante, y espero que productiva en un futuro inmediato —añade como despedida.
Los tres hombres se levantan de sus sillas casi al tiempo. Por primera vez con la luz que entra por el ventanal puedo ver la magnitud corporal que poseen, son gigantescos…, de pronto Assur se vuelve y se me queda mirando, levantando las cejas a modo de llamada de atención. Esto al principio me parece extraño, pero inmediatamente caigo y sé a qué se refiere. ¡Con tanta conversación se me había ido el santo al cielo!
—Maese Assur, si me espera un momento fuera solucionaré nuestro malentendido de anoche.
Asiente satisfecho y sale por la puerta. Espero a que Marcus y yo nos quedemos solos.
—¡Por lo menos no he tenido que pegarle un puñetazo a ese estirado de templario, y al final hemos conseguido la colaboración que buscábamos!
—La verdad es que no pensé que nos fuese a ir tan bien, Wanda, si hubiese sabido antes que eras tan persuasiva como una hábil y sagaz espía hubiese tenido más fe. —Me sonríe—. Yo que tú no haría esperar mucho al maese Assur.
—Tienes razón.
Cuando salgo está apoyado en la pared con los brazos cruzados sobre su ancho pecho. Voy hasta su lado y se pone a hablarme directamente como si nos conociésemos de toda la vida.
—Debí haber supuesto que eras una hechicera, todas tus proezas de anoche resultarían impensables para una mujer de tu naturaleza si no es con ayuda de magia…
—¿Ah, sí? ¿Y cuál es mi naturaleza, si puede saberse?
Hago que me siga en dirección a los establos.
—Eres delicada y pareces casi etérea. ¡Si eres una muchacha aún! ¿Cuántos años tienes?
—Los suficientes para saber que los hombres no preguntan esas cosas, ¡es de mala educación, ¿lo sabías?! Para esta época tengo ¿cómo se dice?, estoy en edad casadera, mi edad verdadera, por supuesto, no te la voy a decir, como seguramente no me dirás tú la tuya. Y dime, ¿conoces a muchas hechiceras? ¿Has presenciado mucha magia?
—No, pero no hay que ser muy listo para saber que ayer por la noche te serviste de ella y no dejaste de usarla en todo momento.
Nos paramos y me quedo mirándole fijamente; él me devuelve la mirada con gesto desafiante, parece que volvemos a enfrentarnos.
—Comprendo, aunque ¿sabes lo que creo que te pasa? Que estás picado porque no te esperabas que la noche fuese a desarrollarse así. Además, entérate de una cosa; si hubiese utilizado magia, te habrías dado cuenta mucho antes, porque a la primera de cambio hubieses acabado en el suelo.
—¿En el suelo?
—Sí, en el suelo; te habría tumbado, vamos.
Volvemos a caminar, salimos al patio y entramos en las cuadras. Aquí se encuentra el gran caballo negro que le pertenece. Alder, cuando me ve, relincha ruidosamente para llamar mi atención. Philipe me saluda y viene a mi lado para decirme que no ha tenido nada de tiempo para hacer sus quehaceres porque lo único que hace Alder es relinchar para que le preste atención. Añade que le ha dado unas cuantas manzanas para distraerle, pero que no han surtido mucho efecto. Sigue contándome todo lo que ha hecho para que el revoltoso y celoso Alder se calme como si estuviésemos solos, hasta que se da cuenta de que no lo estamos y cambia rápidamente de actitud, poniéndose tímido.
—¿El gran caballo es del señor, Wanda? —pregunta ruborizado.
—Sí, viene a llevárselo, así que ya no tendrás que sufrir más los tormentos de Alder —digo revolviéndole el pelo para tranquilizarle, ya que se ha quedado muy impresionado al ver al maese Assur.
Se pone más rojo, pero me sonríe. Mi gesto parece que le hace tomar confianza y mira más directamente y crecido a nuestro imponente invitado.
—¡Entonces ya no hay que preocuparse más, Wanda!
Con expresión complacida, se aleja a sus tareas y el enorme visitante, más pendiente de nuestra conversación que de la presencia del chico, vuelve a retomarla.
—¡¿Picado?! ¿No crees que exageras en eso de tumbarme? Hacen falta unos cuantos hombres fuertes para hacerlo, solo con magia de una pequeña mujer, por muy hechicera que sea, no es suficiente.
Me mira fijamente tratando de intimidarme.
—Admítelo, cometiste un error al subestimarme, pensaste que por mi aspecto y por ser mujer era inofensiva, como estás volviendo hacer ahora. —Hago una pausa—. Permite que te dé un consejo: nunca subestimes a una mujer atrapada, porque tenemos cantidad de recursos, seamos hechiceras o no, y no trates de intimidarme mirándome así, porque eso no funciona conmigo tampoco…
De repente se echa a reír y me sorprende con ese gesto que le hace parecer más guapo, el sonido de su risa es muy agradable.
—¡Me sorprendes, hechicera, tienes una imaginación inmensa y unas agallas que muchos hombres querrían, pero no creo ni una palabra de lo que estás diciendo!
—Pues es una lástima, si lo llego a saber te hubiese dicho mi verdadera edad.
Bromeo para quitar tensión a nuestra conversación.
—La próxima vez utilizaré magia para adelantarme a tus pensamientos y para que me creas, ¿qué te parece? ¿No es así como piensas que actúo?
Me adelanto porque su caballo se pone nervioso al notar la presencia de su amo. Le toco la cabeza y le acaricio las orejas para calmarle, poniéndose zalamero, busca en mi otra mano si tengo algo para él, y como no encuentra nada, se acerca a mi cara a olfatearme la mejilla. Le digo unas palabras cariñosas en voz baja y se anima a darme toquecillos suaves en la cara haciéndome cosquillas con los pelillos de su nariz. Me acerco al cesto de manzanas y le ofrezco una, que se come goloso; su dueño, que está observando la escena, se queda perplejo.
—¡Bungi, eres un traidor, unas horas lejos de mí y te has convertido en un potro mimado! ¡Es increíble, has hechizado a mi caballo! ¡No sé si pensar en ti como en una hechicera buena o malvada!
—¿Y si piensas en mí como en una aliada? Ya que vamos a colaborar juntos, me gustaría que nos llevásemos bien. Sé que no hemos empezado con buen pie y te vuelvo a pedir perdón por todas las molestias que te he causado; además, te sugiero una cosa…
—¿Qué cosa?
—Que comencemos de nuevo, ¿qué te parece?
Le tiendo la mano y se la queda mirando unos instantes, pensativo.
—Está bien, empecemos desde el principio…
Busca debajo de su chaleco y saca el cuchillo que me quitó esta noche entregándomelo; seguidamente me coge la mano y la besa despacio.
—Encantado de conocerte, Wanda Müller, es un inmenso placer…
—¡El placer es mío, maese Assur!
—Solo Assur, por favor.
—Vale, pues el placer es mío, Assur…
Sonríe, y yo intento disimular la corriente eléctrica que ahora mismo está recorriendo todo mi cuerpo. Los pensamientos que atraviesan su mente son muy satisfactorios, parece que está muy complacido conmigo.
¡¡No sé por qué motivo, pero este hombre me desconcierta y me agita bastante!!