PREFACIO
El tema de este libro son los viajes de los vikingos desde sus hogares, en la continental Escandinavia, hacia occidente a través del norte del Atlántico en busca de nuevas tierras «habitables y hollables». Trata de los viajes de descubrimiento y exploración a Islandia, Groenlandia y la costa este de Norteamérica en su intento de colonizar esas tierras. Es, en todo momento, una historia de grandes tentativas y de esperanza; de dura, pero recompensada supervivencia en Islandia; en Groenlandia, de resolución y persistente infortunio; en América, de aventura y renuncia forzada. En los tres territorios, los nórdicos llegaron cerca o incluso fueron más allá de los límites de supervivencia del europeo medieval, pero en dos de ellos no consiguieran establecerse. Y, sin embargo, debemos pensar detenidamente antes de usar la palabra «fracaso». La expedición a Vinlandia demuestra lo que ahora vemos como verdad evidente, que dos centenas de europeos de los comienzos del siglo XI, con tenues comunicaciones y armas no muy superiores, no podían conquistar un continente hostil. Pero el hecho de que, cuando menos, se las ingeniaron para llegar allí y continuaron visitándolo a lo largo de muchos siglos, por muy intermitentes que fueran esas visitas, es prueba irrefutable de la temeridad y los recursos de los vikingos. El que los islandeses colonizasen la costa sudoeste de Groenlandia y la conservaran durante quinientos años, antes de que los últimos supervivientes pereciesen tan misteriosamente, es un fracaso en la misma medida que el viaje de Scott al Polo Sur, con su costo en vidas humanas, pueda considerarse como tal. Y en lo referente a Islandia, si tenemos en cuenta las letras y la peculiar cultura de la república, el veredicto ha de ser forzosamente de un éxito brillante, aun cuando no sin dificultades.
De dos maneras se han estudiado los viajes y asentamientos occidentales; a saber: por medio de libros enteros, grandes o pequeños, dedicados a un solo país o a un solo aspecto, o a parte de este territorio; o bien dedicando capítulos, o a veces párrafos nada más, a Islandia, Groenlandia y Vinlandia en los libros que tratan de la Edad de los Vikingos. Así pues, al parecer, existía razón suficiente para intentar la presentación de este tema de una forma concreta, a través de un relato continuo que incorporase los resultados de las investigaciones más recientes y una traducción de los más importantes documentos antiguos; ya que, cualesquiera que sean las aportaciones efectuadas por la arqueología, historia, geografía y sus ciencias auxiliares, nuestra atención debe volver siempre a los primeros testimonios literarios. Asimismo, parece el momento apropiado para escribir dicho libro. El interés por los vikingos y sus múltiples proezas se ha visto incrementado en estos años y ha dado lugar a publicaciones en inglés tales como The Vikings de Johannes Brøndsted, 1960; The Vikings de Holger Arbman, 1961 y The Age of the Vikings de P. H. Sawyer, 1962. De otro lado, tres acontecimientos en particular han avivado, tanto el interés general como el erudito, acerca de los viajes y las colonias atlánticas. En 1956, Jørgen Meldgaard hizo un viaje a Vinlandia y en 1960, 1961, 1962 tuvieron lugar las renovadas exploraciones de Helge Ingstad (una más se halla en curso mientras escribo, julio de 1963) en busca de los asentamientos nórdicos en Terranova y Labrador. La extensión y duración precisa de los viajes hacia el sur de Vinlandia continuará siendo objeto de conjeturas durante largo tiempo, pero al menos se puede afirmar con certeza que un área en el norte de Terranova es el «Promontorium Winlandiæ» de la tradición geográfica nórdica y que parte de los primeros viajes del descubrimiento son ahora identificables. En el otoño de 1961 se descubrió la iglesia de Thjodhild cerca de la granja de Erik el Rojo, en Brattahlid, Groenlandia, y en 1962 se efectuó una excavación parcial del lugar. No es necesario destacar la importancia que para el arqueólogo y el historiador poseen la primera iglesia y cementerio cristianos edificados en el hemisferio occidental más allá de las costas de Islandia. Para nosotros es una satisfactoria confirmación de cierta parte de Eiríks Saga Rauða y de la tradición de Groenlandia-Vinlandia en general. Por si esto fuera poco, en 1962 se extrajeron cinco barcos nórdicos de las aguas del Roskilde Fjord en Dinamarca, cuyos ennegrecidos y empapados maderos nos proporcionan los primeros ejemplos de los diferentes tipos de knerrir o «trasatlánticos» que transportaron a los nórdicos en sus viajes comerciales y de exploración por mares imponentes hasta su desembarco en puntos conocidos y desconocidos de las playas de «los países insulares del Norte». Gracias a la amabilidad de los investigadores daneses he obtenido un conocimiento directo de la iglesia de Thjodhild y de los knerrir, y en lo que se refiere al «Promontorium Winlandiæ» me he beneficiado de las repetidas conversaciones con Jørgen Meldgaard, del Museo Nacional de Dinamarca, y de la generosa información que me han proporcionado los islandeses Kristján Eldjárn y Thórhallur Vilmundarson, que tomaron parte en las excavaciones que Helge Ingstad dirigió en 1962 en el área de Sacred Bay, Terranova.
Las traducciones, en mi libro, son recientes y he vuelto a escribir la historia del principio al fin, con excepción de los párrafos de las páginas 58-63 que tratan de la literatura islandesa antigua y el Apéndice sobre «Njála: la más excelsa de las Sagas». A este respecto, debo agradecer al Times Literary Supplement, a la «American-Scandinavian Foundation» y a la «Oxford University Press», por haberme permitido reproducir o adaptar palabras que aparecieron por primera vez en diferente, si bien familiar, contexto.
Para la historia y la traducción he usado la versión anglicanizada corriente de los topónimos y nombres propios que aparecen en las sagas, por ejemplo: Gudbrand, Thorhall y Reykjavik; en referencias más recientes he usado formas modernas: Guðbrandur, Thórhallur y Reykjavík. Comprendo que es importante aplicar un método consistente para la nomenclatura, pero dicha consistencia sólo se logra a costa de otras dificultades, en particular para el lector profano, mientras que el especialista, en todo caso, puede discernir con conocimiento de causa. En cuanto a las traducciones, espero que familiaricen al lector no sólo con el tema, sino también con el marcado interés humano que los textos originales poseen.
Se me han dispensado muchas atenciones durante la confección de este libro, incluyendo hospitalidad, facilidades de información publicada y sin publicar y ayudas de tiempo y dinero. Quedo en deuda de gratitud con varias instituciones: a la Universidad de Gales por haberme enviado a Islandia, una vez más, en 1961; al Museo Nacional de Dinamarca y su director, por invitarme a que formara parte de su grupo en Qagssiarssuk-Brattahlid, en 1962; a los conservadores de Leverhulme, por la beca de investigación que me permitió pasar el fin de la primavera y el verano allí y en Dinamarca y Noruega; y a mi propio «College», por concederme permiso de ausencia en un momento difícil. Estoy muy agradecido a muchas personas, en especial al «Museumsinspektør» Jørgen Meldgaard, quien, con otros miembros de su grupo, hizo mi estancia en Groenlandia tan instructiva como agradable, y me ayudó, en todo momento, con su conocimiento de las civilizaciones nórdica y esquimal, y al Dr. Kristján Eldjárn, director del Museo Nacional de Islandia. Entre otras personas que me hicieron objeto de atenciones quisiera mencionar al Dr. Harald Andersen, Prof. E. G. Bowen, Prof. Norman Davis, Dr. H. D. Emmanuel, «Museumsinspektør» Bent Fredskild, Prof. Anders Hagen, Frú Guðrún P. Helgadóttir, Isak Heilmann, Helge Ingstad, arquitecto Knud Krogh, Prof. Sigurður Nordal, «Museumsinspektør» Olaf Olsen, Dr. Aage Roussell, Sir Graham Sutton, Prof. Einar Ól. Sveinsson, Sir Ben Bowen Thomas, «Museumsinspektør» C. L. Vebæk, Prof. Thórhallur Vilmundarson, y al Pastor Michael Wolfe, O. M. I., de Godthaab. Gott ey gomlum monnum, gott ey œrum monnum! En lugar adecuado hago mención de los artistas e instituciones a quienes debo mis grabados; aquí me limito a expresarles mi agradecimiento. Finalmente, a quien quedo más agradecido es a mi esposa, Alicia, por haberme alentado y dado confianza y por su acertado consejo y ayuda en cada etapa de mi libro.
GWYN JONES