2. El único rey que reposa en Islandia
Estos dos capítulos de Ólafs Saga Helga cuentan los últimos episodios de las relaciones entre el rey Olaf y su enemigo y pariente Hrœrek, uno de los cinco reyes de Upplandia. Olaf los capturó a todos, hizo arrancar la lengua de uno, los ojos de Hrœrek, y desterró a los otros. Después de esto nunca perdió de vista a Hrœrek, si bien le trató suficientemente bien. Sin embargo, Hrœrek buscaba constantemente la revancha en todo momento, y antes del comienzo de esta porción de la historia había intentado el asesinato y la escapatoria.
Al islandés Thorarin Nerjolfsson se le conoce no sólo por su intento fallido de llegar a Groenlandia con el rey Hrœrek, sino también por una famosa travesía desde (Stad in) Mœr en Noruega hasta Eyrar (esto es, Eyrarbakki) en el suroeste de Islandia. Cubrió la distancia de unas 730 millas náuticas en cuatro días y cuatro noches; la travesía más rápida que se ha registrado.
84
Ocurrió el día de la Ascensión (15 de mayo de 1018) que el rey Olaf fue a misa mayor. El obispo caminó en procesión alrededor de la iglesia, precediendo al rey y, cuando regresaron a la iglesia, el obispo condujo al rey hasta su asiento al norte del coro. Como siempre el rey Hrœrek estaba sentado junto a él; se ocultaba la cara con el sobretodo. Una vez que el rey Olaf se hubo sentado, el rey Hrœrek puso la mano en su hombro y lo palpó. «Llevas unas ropas excelentes ahora, pariente», dijo. «Ésta es una gran fiesta», contestó el rey Olaf, «que se celebra en recuerdo de la Ascensión de Jesucristo de la tierra al Cielo». «No entiendo bien», dijo el rey Hrœrek, «lo que me hablas acerca de Cristo, de modo que pueda grabarlo en mi mente. Mucho de lo que me dices me parece difícil de creer, si bien en aquellos tiempos seguramente ocurrían muchos milagros».
Al empezar la misa, el rey Olaf se puso en pie, levantó las manos por encima de la cabeza e hizo una reverencia hacia el altar, y se le cayó la capa de los hombros por detrás. El rey Hrœrek se puso en pie de un salto y agredió al rey Olaf con un cuchillo de la clase llamada «rytning». La capa recibió el impacto a la altura de los hombros al tiempo que el rey se inclinaba hacia adelante; las ropas quedaron destrozadas, pero el rey salió ileso. Cuando el rey Olaf se dio cuenta de esta agresión, se lanzó de cara al suelo. El rey Hrœrek le agredió nuevamente con el cuchillo, pero no le alcanzó. «¿Acaso huyes, Olaf Digri?», gritó, «¿de mí, un ciego?». El rey ordenó a sus hombres que le prendieran y que le sacaran de la iglesia, cosa que hicieron.
Como consecuencia de este incidente, se aconsejó al rey que ordenase matar a Hrœrek. «Es jugar con vuestra buena suerte, rey, tenerle a vuestro lado y perdonarle la vida, a pesar de las maquinaciones que se trae. Día y noche no piensa en otra cosa más que en quitarte la vida, mientras que si le perdéis de vista, no sé quién podrá vigilarle para que no tenga ocasión de escapar. Y si se escapa, levantará un ejército rápidamente y causará grandes daños».
—Lo que dices es bien verdad —contestó el rey Olaf—. Muchos hombres han hallado la muerte por provocaciones menos graves que las de Hrœrek. Pero no tengo ganas de empañar la victoria que obtuve sobre los reyes de Upplandia, cuando en una mañana los capturé a todos y me apoderé de sus reinos. Sin causar la muerte de ninguno de ellos, pues todos son parientes míos. De momento no sabría decir si Hrœrek me pondrá o no en una situación en que no tendré más remedio que matarle.
Hrœrek había puesto la mano en el hombro del rey Olaf para averiguar si llevaba una camisa de malla.
85
Había un hombre llamado Thorarin Nefjolfsson, un islandés cuya familia vivía en el norte. No era de buena cuna, pero estaba lleno de sentido común y sus palabras eran prudentes, siempre dispuesto a decir lo que pensaba en presencia de las personas más distinguidas. Era un gran viajero y había pasado mucho tiempo en el extranjero. Thorarin era muy feo, principalmente a causa de la deformidad de sus miembros. Sus manos eran grandes y feas y sus pies eran mucho peores.
Thorarin se hallaba en Tunsberg cuando tuvieron lugar los acontecimientos que acabamos de narrar. El rey Olaf y él no se conocían. En aquel tiempo Thorarin estaba aparejando la nave mercante de la que era dueño, pues se proponía navegar en el verano a Islandia. El rey Olaf trató a Thorarin como huésped durante unos cuantos días y tuvo muchas cosas de que hablarle. Thorarin dormía en el aposento del rey. Ocurrió que una mañana temprano el rey se había despertado mientras los demás estaban dormidos en la habitación. Acababa de salir el sol, y había dentro bastante luz. El rey alcanzó a ver cómo Thorarin había sacado un pie de debajo de la ropa de cama. Estudió el pie un rato, luego los de la habitación se despertaron.
—He estado despierto un rato —dijo el rey a Thorarin— y he visto algo que vale la pena ver, el pie de un hombre tan feo que no creo que haya otro más feo en esta ciudad. Y les dijo a los demás que echasen un vistazo, a ver si pensaban lo mismo; y todos los que miraron juraron que era cierto.
Thorarin comprendió perfectamente de qué hablaban. «Hay pocas cosas», replicó, «cuyo equivalente es imposible de hallar y muy probablemente ocurre lo mismo en este caso».
—Por mi parte —dijo el rey—, estoy convencido de que no es posible hallar un pie tan feo, desde luego que no, aunque tuviera que apostar a ello.
—Estoy dispuesto a apostar con vos que seré capaz de encontrar aquí en la ciudad un pie más feo —dijo Thorarin.
—En ese caso, quien tenga razón podrá pedir lo que guste al otro —dijo el rey.
—Así sea —respondió Thorarin, y sacó el otro pie de debajo de la ropa de cama. No era ni pizca más agradable que su compañero, y le faltaba el dedo gordo—. Ved por vos mismo, rey, otro pie más feo, pues le falta uno de los dedos. He ganado la apuesta.
—No, no —dijo el rey—, el otro pie es más feo, pues ése tiene cinco dedos repugnantes, y éste sólo cuatro. De modo que tengo que pedirte algo.
—En mucha estima tengo la palabra del rey —dijo Thorarin—. ¿Y qué es lo que deseas?
—Esto —dijo—, que lleves al rey Hrœrek a Groenlandia y lo entregues a Leif Eiriksson.
—Nunca he estado en Groenlandia —respondió Thorarin.
—En ese caso —dijo el rey— ya es hora de que vaya un viajero como tú.
Al principio Thorarin apenas hizo comentario sobre el asunto, pero cuando el rey siguió insistiendo sobre su demanda, no evadió la cuestión del todo, pero dijo esto: «Voy a deciros, rey, lo que había pensado pediros, si hubiera ganado la apuesta. Era esto: Quería pediros que me incluyerais entre vuestros hombres. Si me concedéis esto, me sentiré más en el deber de no perder tiempo en llevar a cabo lo que me pedís».
El rey dio su conformidad a esto y Thorarin entró a su servicio. Se encaminó a su nave, y cuando estaba preparado para largar velas, se hizo cargo del rey Hrœrek. Mientras se despedía del rey Olaf, le pidió: «Señor, como no es improbable y ocurre bastante a menudo, en caso de que no podamos completar la travesía hasta Groenlandia y que debamos dirigirnos a Islandia o cualquier otro país, ¿qué deseáis que haga con este rey?».
—Si arribas a Islandia —dijo el rey— debes entregarlo personalmente a Gudmund Eyjolfsson o Skapti el Portavoz de la Ley, o a algún otro cabecilla que desee aceptar mi amistad y los favores que la acompañan. Pero si te ves dirigido a otras tierras más cerca de nuestro país, entonces asegúrate de que el rey Hrœrek jamás vuelva con vida a Noruega. Pero haz esto sólo en el caso de que no haya otra salida.
Cuando Thorarin estuvo preparado y había buen viento, tomó el rumbo exterior hasta más allá de las islas y al norte de Lidandisnes se internó en alta mar. Durante algún tiempo no topó con buen viento, mas se esforzó en no dirigirse a tierra. Navegó al sur de Islandia, entonces supo dónde se hallaba, así que dobló al oeste del país hacia el mar de Groenlandia. Allí se topó con grandes tormentas y mucho oleaje y al final del verano arribó a Islandia, a Breidafjord. Thorgils Arason fue la primera persona de importancia que se dirigió a ellos y Thorarin le comunicó el mensaje del rey, su oferta de amistad y los favores relacionados con la custodia del rey Hrœrek. Thorgils se mostró amistoso a su vez, invitando al rey Hrœrek a que viniera a su casa, donde permaneció con Thorgils el resto del invierno. Mas no le gustaba estar allí y le pidió a Thorgils que le llevaran a Gudmund. Le había parecido oír, dijo, que Gudmund era quien vivía más a lo grande en Islandia y era a él a quien le habían enviado. Así que Thorgils accedió a su petición y le proporcionó gente que le condujeron a Gudmund en Modruvellir. Gudmund le recibió bien, debido al mensaje del rey, y allí fue donde pasó el segundo invierno. Más adelante tampoco le gustó estar allí, así que Gudmund le buscó sitio donde vivir en una pequeña alquería llamada Kalfskinn, donde había muy poca gente, y allí pasó el tercer invierno. Y dijo que, desde que perdió su reino, allí es donde prefería estar, porque allí se le tenía por el primero de la casa. Al verano siguiente Hrœrek cogió la enfermedad que le causaría la muerte, así que, según se dice, es el único rey que reposa en Islandia.