1. Njála: La más excelsa de las sagas

En primer lugar, Njála es la pintura de una época. Del mismo modo que Guerra y Paz incluye dentro de su mundo no sólo a los Bezukhovs, los Rostovs, los Bolkonskis y los Kuragins, sino también al campesino, al soldado, al oficinista y a la costurera, a Brethier y a Kutuzov, al zar y al emperador, e incluso a Platón, el perro de Karataev; del mismo modo Njála contiene espacio no sólo para Njal y sus hijos y para las familias del sur que son sus amigos y sus enemigos, sino también para todos los caudillos de Islandia, Snorri Godi, Gudmund el Magno, Skapti Thoroddsson y, más allá, para los reyes y los condes de Noruega, Dinamarca, las Órcadas e Irlanda; para los buhoneros, las mendigas, los granjeros y marinos e incluso para el sabueso Sam, cuyo quejido de muerte le anunció a Gunnar su próximo ocaso. Hay unos veinticinco personajes perfectamente retratados, y a su alrededor veintenas de personajes de menor importancia delineados con perspicacia, y entre todos nos proporcionan la auténtica imagen de los grandes días de la República. La pintura no se limita, en modo alguno, a una sociedad cerrada. Cierto que los jóvenes islandeses son hijos de granjeros, pero muchos de estos príncipes campesinos se codean con los reyes y la nobleza sin desmerecer a su lado. La tierra madre de la saga es Islandia, desde las profundas hendiduras de Thingvellir hasta el casquete de hielo meridional; pero los acontecimientos se extienden por la Europa Septentrional y occidental. Paradójicamente, es más islandesa cuanto más consciente del mundo exterior. La tierra madre se muestra más fiel a sí misma al destacarse sobre los amplios horizontes.

De esto se deduce que Njála es un libro completo. Nunca se interrumpe el tema principal: la quema de Njal, todo lo que la precedió y todo lo que forzosamente vendría después, se aparece ante nosotros desde las primeras frases hasta la última. Pero esta secuencia de causa y efecto se ve enriquecida por muchas más cosas. La masiva certidumbre de Njála prospera en el contrapunto de sí y no, de esperanzas que nacen, se sopesan, que renacen y acaban por desecharse. ¡Qué fácil hubiera sido que Gunnar viviera! ¡Con qué facilidad se hubiera podido evitar la matanza de Hoskuld! Hay muchos momentos en que la acción trágica semeja detenerse y parece que puede evitarse. «Con sólo que», decimos, «con sólo que…». Y es que se trata de la vida misma, moviéndose ante nosotros, en el momento difícil de determinar, cuando lo casual se convierte en certidumbre. En otro aspecto Njála es la saga de la ley por excelencia; se nos presenta rica en historia constitucional; y el relato de la conversión al cristianismo halla amplia cabida. La Ley, la Constitución y el cambio de fe son resortes esenciales en las historias privadas de los personajes. Njála no es una tesis histórica que requiere protagonistas humanos; es una obra de ficción realista que usa la historia con soberbia habilidad para sus propios propósitos de creación. En último término trata de algo que trasciende los hechos históricos o tradicionales, y eso es el destino humano. De modo que son precisas la antigua religión y la nueva, y la profecía y lo sobrenatural, junto con los ingredientes nobles y los mezquinos, inteligentes y estúpidos, importantes e insignificantes, a veces ambiguos. Éstos nos son presentados directamente por medio de seres humanos, sus pensamientos, motivos y acciones. En su mayor parte la saga es heroica o trágica y, no obstante, de vez en cuando la nota se hace familiar o cómica, con un punto y contrapunto de lo más delicado. Lo que hacen los hombres, y por qué lo hacen, y las cosas que les pasan; éstos son los problemas involucrados y los resultados expuestos. Njála partió, no sólo de una mano experta, sino también de una mente copiosa. El autor era buen conocedor en general de las sagas anteriores; estaba bien versado en los datos históricos, tanto genealógicos como narrativos, nativos como extranjeros; conocía los libros de leyes con los ojos cerrados, y tenía un extremo conocimiento de la patrística y otros aspectos de la literatura religiosa. A este conocimiento de la literatura le era posible añadir un tesoro de tradiciones orales cuyo volumen y variedad sólo ahora estamos comenzando a apreciar.

Ya hemos dicho que el libro trata principalmente del destino humano. El héroe del primer tercio de la saga es Gunnar, uno de los hombres más nobles que jamás hayan vivido en Islandia. Fue su fortuna (y su desgracia) casarse con la bella, mimada y liosa de Hallgerd. «Tenía un pelo precioso, y le crecía tan abundante que le era posible ocultarse tras él; mas era pródiga y bravía». Muchos hombres habían muerto por su culpa, a causa de esta doncella peligrosa que empeoró tras su casamiento; y Gunnar fue el sacrificio más preciado a su temperamento imperioso y enigmático. Le complicó contra su voluntad en tantas disputas que al final sitiaron su casa dos grupos de enemigos. Sólo su mujer y su madre estaban con él, pero los mantuvo a raya hasta que se cortó la cuerda del arco. Fue entonces cuando le pidió a su mujer dos rizos de su largo cabello, para hacer con ellos una nueva cuerda; y fue entonces cuando ella, con su lengua de víbora, le negó su petición burlonamente. Pronto cayó muerto, tras una de las defensas de inolvidable memoria en la literatura heroica; pero Hallgerd siguió viviendo para embrollar a los hijos de Njal incluso más profundamente en una nueva disputa que alcanzaría su punto culminante con un desastre aún mayor.

Njal era el mejor amigo de Gunnar, un hombre de mayor edad que él con una familia de hijos turbulentos, incluyendo al repugnante brujo y homicida Sharphedin. Una y otra vez consiguió salvar a Gunnar de los desastres que le amenazaban por culpa de la vanidad y codicia de Hallgerd. Era hombre prudente y amante de la paz, leal y magnánimo, favorecido y atormentado al mismo tiempo por su habilidad para leer el futuro. Eso no significa que fuera un fatalista ciego: sabía que los hombres podían escoger la acción a emprender, pero una vez hecha la elección Njal conocía lo que venía después. Así pues, previo la muerte de Gunnar en caso de que éste no aceptara el destierro en el extranjero, y llegó un momento en que previo la suya propia. El tormento más insoportable que cayó sobre él, a causa de su sabiduría y sus premoniciones, le vino a la mente cuando su hijo Skarphedin se llegó a casa para decirle que había matado a su hermano de leche Hoskuld.

—Amarga noticia es ésta —dice Njal—, muy poco agradable de oír, ya que este dolor me afecta tan íntimamente que creo hubiera sido mejor perder dos de mis hijos con tal de que Hoskuld viviera.

—Es hasta cierto punto comprensible en tu caso —dice Skarphedin—, porque eres viejo. Era de esperar que te afectara bastante.

—De tanta importancia como mi edad —dice Njal— es el hecho de que sé mejor que tú las consecuencias de esto.

—¿Cuáles serán las consecuencias? —pregunta Skarphedin.

—Mi muerte —dice Njal— y la muerte de mi esposa, y la muerte de todos mis hijos.

El deber de vengar a Hoskuld recayó en Flosi, y porque era hombre de fibra heroica lo cumplió. Pero incluso durante la quema, intentó perdonar a todos excepto a los asesinos de Hoskuld. Llama a las mujeres y los niños y a los criados para que salgan y salven la vida, y les deja marchar. Luego, mientras el salón arde, le ruega a Njal que salga también.

—No deseo salir —contesta Njal—, ya que soy un hombre viejo y con pocas fuerzas para vengar a mis hijos, y no quiero vivir una vida de vergüenza.

Entonces Flosi le habló a Bergthora (la mujer de Njal): «Salga, señora, por nada del mundo la dejaría que se quemase ahí dentro».

—Me dieron a Njal cuando era joven —dijo Bergthora— y le prometí que compartiríamos la misma suerte.

Y así, aceptando su destino, como Gunnar y Flosi habían aceptado el suyo respectivo, perecieron por el fuego, y todos sus hijos, hombres fieros y terribles, perecieron también. Y sin embargo, la quema de Bergthorshvoll, como el mismo Flosi bien sabía, fue «un acto grandemente desafortunado» que no logró resolver nada. Los platillos se inclinaron de nuevo, y ahora es Kari, el yerno de Njal cuyo hijo pequeño también había muerto en el incendio, quien hereda el deber sagrado e ineludible de una venganza sangrienta. Durante años Kari buscó a los incendiarios en Islandia y en el extranjero. Todos los demás aceptaron reparaciones con el tiempo, pero él no aceptó ninguna. La reparación se produjo, al fin, cuando su nave naufragó contra la costa cerca de Svinafell. Llegó a casa de Flosi en medio de una tormenta, un hombre indefenso tratando de ponerse a salvo; y en el momento en que entró en la casa, su enemigo le reconoció y se puso en pie para recibirle, le besó y le hizo sentar en el sitial a su lado. Y sabemos que toda la gran orquestación de la saga ha estado encaminada a esta última y vibrante nota de reconciliación. Sólo falta explicar una cosa: cómo murió Flosi. Muchos años más tarde emprendió viaje a Noruega en busca de madera de construcción, y al regreso se hizo tarde a la mar. «Algunas personas le advirtieron que su nave no estaba en condiciones de navegar, mas Flosi replicó que era lo bastante buena para un viejo en sus últimas». Se hundió con todos los de a bordo en algún punto entre Noruega e Islandia. «Y aquí terminó la Saga de la Quema de Njal».