2. El declive y la caída

La colonia groenlándica, como comunidad distinta del Estado groenlándico o de la nación, sobrevivió hasta comienzos del siglo XVI. Las causas de su declive han sido objeto de numerosas conjeturas. La colonia groenlándica era la más remota avanzada septentrional de la civilización europea, y su extinción en unas playas lejanas, en un país casi olvidado, en unas condiciones climatológicas cada vez peores y en circunstancias tan macabras, ha sido considerada por muchos de los que la estudiaron como la tragedia más conmovedora en que se ha visto envuelta una colectividad nórdica.

Ahora, una vez conocidos los resultados, vemos claramente que todo lo concerniente a los asentamientos nórdicos en Groenlandia gozaba de una base muy exigua. Hubieran podido sobrevivir sólo en el caso de que las cosas se hubiesen mantenido tal como estaban. En Islandia el europeo medieval se había deslizado tan al norte como le era posible sin abandonar un modo de vida escandinavo. Groenlandia estaba más allá de todo eso. «La Iglesia de Gardar», escribió el Papa Alejandro VI en 1492, «está situada al fin del mundo», y el camino hasta allí era, evidentemente, per mare non minus tempestuosissimum quam longissimum. En consecuencia, el requisito principal de los groenlandeses consistía en que poseyeran buenas naves marineras de su propiedad, si es que deseaban controlar su propio destino. Pero en poco tiempo les faltó tanto la riqueza como el material para hacerlas. Tras su sometimiento a Noruega se les prohibió el poseerlas, de modo que a partir de ese momento las condiciones de supervivencia no dependían de ellos mismos. Los cambios políticos y económicos en el extranjero, sin que mediase falta u ofensa por su parte, podían destruirles, por lo que la negligencia habría de resultar tan fatal como la acción ofensiva. Por otra parte, eran un pueblo peligrosamente reducido en número, con toda probabilidad nunca más de 3000 almas. La población de Islandia en el año 1100 fue aproximadamente de 80.000. El fuego, el hielo, la peste y el abandono la redujeron a 47 000 para 1800 —un atroz desgaste en una raza de elevado índice de natalidad—. Groenlandia no poseía reservas tan cuantiosas de sacrificios humanos. Y, por último, de todas las comunidades europeas ésta era la más vulnerable a los cambios climatológicos. Para los demás europeos una racha de inviernos fríos y veranos malos representaban un agravio y una vejación; para los groenlandeses sonaba a toque de difuntos.

Durante el período del siglo IX al XII el clima de todo el norte de Europa resultó comparativamente cálido[30]. De no haber sido así, mal podríamos hablar de los viajes groenlándicos de Gunnbjorn y de Erik el Rojo, y menos aún de los viajes de Bjarni Herjolfsson, Leif Eiriksson y Thorfinn Karlsefni a Vinlandia. En las condiciones en que se encuentran hoy día las zonas heladas (de ningún modo las más severas que se hayan registrado), habría sido imposible, por ejemplo, que Erik llegase a realizar los viajes que hizo. Se encontraría hoy con hielo, tanto frente a la costa este de Groenlandia como de Eystribyggd, en el oeste. Y, sin embargo, parece que él se movió con libertad absoluta. Aunque sólo catorce de las veinticinco embarcaciones de colonos de la armada del año 986 arribaron a Groenlandia, no hay mención alguna de que el hielo hiciera retroceder a las demás. Los Anales Islandeses (Konungsannáll) dan 1126 para una breve anotación, Steingrímr í ísum: «Steingrim en el hielo». Y no hay duda de que este islandés es el Isa-Steingrim que se puso, incondicionalmente, de parte de los mercaderes noruegos en el Asentamiento Occidental en el año 1130 (véase pág. 214, abajo). El Einars Tháttr también registra que en este mismo verano de 1130, el hielo penetró en los fiordos del sudoeste e impidió salir a los noruegos. No obstante, el cerco fue breve, ya que el hielo desapareció pronto por donde había penetrado. Aparte de esto, donde las sagas relatan los viajes a Groenlandia y Vinlandia no se hace mención de hielo en el mar. En el caso del naufragio de Thorgils Orrabeinsfostri en la costa este, citado ya, vale la pena señalar que la nave naufragó en la misma costa, i vík nökkuri vid sandmöl, en cierta bahía contra una duna o pequeña colina, y que ocurrió justamente una semana antes del invierno. Sin que busquemos forzadamente una conclusión favorable, es justo admitir que la evidencia proporcionada por las sagas apunta a la conclusión de que, alrededor del año 1000, manejar siguiendo el paralelo desde Snæfellsnes a la región de Angmagssalik no presentaba problema alguno al navegante, bien porque no se encontraban témpanos a la deriva frente a la costa este o, con mayor probabilidad, porque la cantidad de témpanos no era intimidante. En otras palabras, en la Groenlandia Oriental no se daba nada parecido al hielo a la deriva de los siglos posteriores. Está confirmado por las instrucciones de navegación que se conservan en el Landnámabók, por Ivar Bardarson y por la Navigatio Vetus del mapa Holar del obispo Guðbrandur Thorláksson.

Está comprobado también gracias a las investigaciones modernas con referencia a la historia del clima europeo. Hay abundante evidencia de varias clases, que permite a los científicos modernos afirmar que durante el «Óptimo Climático» de 1000 a 1200 la temperatura media estival del oeste y centro de Europa, era, por lo menos, 1º C más elevada que hoy día; y que en el sur de Groenlandia las temperaturas medias anuales eran de 2º C a 4º C más altas que en la actualidad; y que las temperaturas del mar en la parte más septentrional del Atlántico se hallaban en la misma proporción con respecto de ahora, con todo lo que esto supone para el Archipiélago Canadiense y el área de Baffin Bay. La zona de hielo perpetuo se extendía al norte de 80º N, los témpanos a la deriva debían de escasear al sur de los 70º N y, muy raramente, existirían en cantidades peligrosas al sur del Círculo Polar Ártico. No hay, por tanto, razón alguna basada en el clima para dudar de los viajes nórdicos a Groenlandia y al continente de Norteamérica.

Pero en lo que se refiere a la colonización de Groenlandia lo importante no es dejar sentado que el «Óptimo Climático» fuera algo más cálido que nuestro propio período cálido, sino que a continuación hubo un período decididamente más frío, un período fatal para la marcha de los acontecimientos. En este caso, también toda evidencia literaria, histórica, arqueológica y (en su más amplio sentido) meteorológica y climática conduce a la misma conclusión: que después de 1200 el clima del hemisferio septentrional descendió progresivamente durante doscientos años o más y que hacia 1430 Europa había entrado en «La Pequeña Edad Glaciar». Los hielos comenzaban a avanzar sobre la mayor parte de Europa, la línea de la flora retrocedió, la vegetación y las cosechas disminuían a causa del frío; pero lo peor para los groenlandeses (si bien Islandia les acompañó en sus sufrimientos) fue que las temperaturas marinas descendieron, causando un gran incremento de los témpanos a la deriva que se mueven hacia el sur con la corriente de Groenlandia Oriental hasta el Cabo Farvel y después vira al noroeste como si fuera a abrazar primero el Asentamiento Oriental y luego el Occidental. Con respecto a las condiciones glaciares hacia mediados del siglo XIII, poseemos el testimonio del Konungs Skuggsjá (El Espejo del Rey):

Tan pronto como uno ha pasado sobre la parte más profunda del océano, se encontrará con tales masas de hielo en el mar, como no he conocido igual en ninguna otra parte de la tierra. A veces estos campos de hielo son tan llanos como si se hubieran helado en el mismo mar. Tienen unos cuatro o cinco palmos de espesor y se extienden tan lejos de la tierra que acaso se inviertan cuatro o más días de viaje para cruzarlos. Hay más hielo hacia el noroeste y norte del país que hacia el sur, sudeste y oeste; en consecuencia, quien desee arribar a tierra firme, debe navegar alrededor hacia el sudoeste y oeste, hasta que haya rebasado todos los lugares donde es posible encontrar hielo, y acercarse a tierra firme por ese lado. Con frecuencia ha ocurrido que algunos hombres han tratado de desembarcar demasiado pronto y, de resultas de ello, se han visto aprisionados por los hielos flotantes. Algunos de los aprisionados han perecido; pero otros se han abierto camino otra vez, y nos los hemos encontrado y oído sus relatos e historias. Mas todos los que se han visto aprisionados por los témpanos han adoptado el mismo plan: han tomado los botes y los han arrastrado por encima del hielo con ellos, y de esta manera han intentado alcanzar tierra firme; pero la nave y todo lo demás de valor hubo de abandonarse y se perdió. Algunos han tenido que pasar cuatro o cinco días sobre el hielo antes de alcanzar la tierra, y algunos incluso más.

Estos hielos flotantes tienen costumbres peculiares. A veces yacen inmóviles como muertos, si bien separados por ensenadas o grandes fiordos; otras veces viajan a velocidades tan grandes y violentas que una nave con buen viento de popa no resulta más rápida; y, una vez en movimiento, lo mismo viajan cara al viento que a favor de éste. Hay también hielo de una forma diferente, que los groenlandeses llaman icebergs. Por su aspecto parecen altas montañas que salen del seno del mar; nunca se mezclan con otra clase de hielo, sino que se alzan por sí solos[31].

Las consecuencias más obvias que tales condiciones glaciales presentan al navegante se hallan expresas en las instrucciones que Ivar Bardarson estableció cien años más tarde (h. 1360) para la navegación.

Otrosí, de Snæfellsnes de Islandia, donde se halla la travesía más corta a Groenlandia, el viaje es de dos días y dos noches navegando en dirección oeste, y allí se hallan los Gunnbjarnarsker, a mitad de camino entre Groenlandia e Islandia. Ésta era la vieja ruta, pero hoy día el hielo ha bajado del noreste a la salida del golfo del mar[32] tan próximo a los mencionados skerries, que nadie es capaz de navegar por la vieja ruta, sin riesgo de su vida, con la esperanza de que se vuelvan a tener noticias suyas… Otrosí, cuando se navega desde Islandia, uno debe tomar su rumbo desde Snæfellsnes… y después navegar en dirección al oeste un día y una noche, luego ligeramente al sudoeste(variante, luego virar hacia el sudoeste) para evitar el hielo antes mencionado que se encuentra a la altura de Gunnbjarnarsker; y a continuación un día y una noche en dirección noroeste, y así uno se sitúa justamente debajo de la elevación mencionada Hvarf en Groenlandia, bajo la cual se encuentran los aludidos Herjolfsnes y Sandhavn[33].

No se suponga que creamos que no hubo períodos amargos durante los buenos tiempos, ni excelentes momentos durante los malos. No es así como se comporta el clima en el mundo. Pero volviendo a las exiguas garantías de los asentamientos groenlándicos debemos tener en cuenta que incluso en unas condiciones decididamente menos severas que las que concurrieron los habrían mutilado y finalmente destrozado. En las latitudes altas la formación de hielo marino con temperaturas descendentes es un proceso ineludible, por ley natural. La baja de temperaturas calculada para todas las aguas al norte de 50º N en «La Pequeña Edad Glaciar» es de 1º a 3º por debajo de las actuales, lo que significa de 3º a 7º por debajo de las que prevalecían en los dos primeros siglos de la colonización. Hasta los más prudentes cálculos bastan para explicar la mortal capa de hielo a la deriva a la altura de la costa oriental de Groenlandia, tal como lo describe El Espejo del Rey, el subsiguiente taponamiento de los fiordos del Asentamiento Oriental y la reaparición en la costa occidental del esquimal o skræling[34].

Cuando Erik el Rojo y sus compañeros establecieron los asentamientos oriental y occidental hacia fines del siglo X, encontraron huellas de antiguos ocupantes en ambos lugares. Eran esquimales de la Cultura de Dorset, que para entonces habían perecido o emigrado a otras partes. Cuando los nórdicos llegaron a un contacto directo con los esquimales en la segunda mitad del siglo XIII, bastante al norte del Asentamiento Occidental, se trataba de una nueva ola de esquimales, gentes de la Cultura Thule, que moviéndose desde Alaska a través del Canadá, penetraron en Groenlandia hacia 1200 y luego, como las gentes de Inugsuk, procedieron a ocupar todas las zonas habitables. Algunos descendieron a lo largo de la costa oeste. Alcanzaron Vestribyggd a principios del siglo XIV y se hallaban a las afueras de los límites navales de Eystribyggd para 1350-1400[35], así pues presionaron hacia el Cabo Farvel dejando Eystribyggd como un solitario e inquieto puesto avanzado nórdico muchas millas a su espalda. Otros se desplazaron hacia el norte más allá de los alrededores de Thule y con el paso de generaciones llegaron a las regiones que ahora se conocen como Tierra de Nansen y Tierra de Peary, desde donde se encaminaron hacia el sur en dirección a la Bahía de Scoresby. Pero a nuestro estudio esta doble saga de exploración y supervivencia solamente le interesa en la parte que afectó las colonias nórdicas en la costa oeste. Los esquimales que heredaron la costa este no las afectaron lo más mínimo[36].

Al parecer el frío creciente y el clima más seco después de 1200 ayudó a situar al esquimal hacia el sur. A medida que el hielo se extendía cada vez más abajo por la costa oeste de Groenlandia, las focas lo iban siguiendo, y los esquimales, a su vez, siguieron a las focas, ya que su vida entera dependía de este mamífero. Los esquimales consideraban bienvenidos el narval y la ballena, el caribú y el oso, la chocha y la umbra, cada animal en su temporada correspondiente, pero se sentían atados a la foca como por un cordón umbilical. Así que, con el nórdico atraído al norte por la buena caza y la madera de deriva, y el esquimal al sur en busca de las focas, los encuentros entre unos y otros eran inevitables. Es difícil decir cuántos de estos encuentros produjeron derramamientos de sangre, pero es indudable que tanto el hombre nórdico como el esquimal se jugaban mucho en la empresa y es casi seguro que se daban cuenta de ello. Con todo, la variación del tiempo vendría a demostrar que el futuro estaba en manos de quienes se adaptaran mejor al clima. El esquimal, autosuficiente gracias a la foca, magníficamente abrigado contra el frío, móvil sin ser nómada, con su tienda para el verano y casa para el invierno y su magnífico kayak, estaba admirablemente equipado para la supervivencia. En cambio, el nórdico, conservadoramente europeo en su indumentaria hasta el final de la colonización, dependiente del hierro, atado a su ganado y sus rebaños y a los pastos en disminución, no podría sobrevivir su fimbulvetr, ese largo y terrible invierno sin recompensa, cuya acometida, en aquellos momentos (¡de haberlo sabido!), anunciaba el fin de su mundo.

Por lo visto, el groenlandés blanco tardó un tiempo en darse cuenta de esto. Su reacción natural ante aquellos fardos humanos, pequeños, oscuros, malolientes y envueltos en pieles sería similar a la de los exploradores groenlandeses de América ante los habitantes de Vinlandia. Se consideraría como superior, los trataría como «nativos» e intentaría explotarles. Le parecería natural codiciar las placenteras mujercitas, si bien hasta el momento no se ha encontrado rastro alguno de la mezcla de sangre nórdica y esquimal en ninguna parte ni época durante la colonización.

El Asentamiento Occidental estaba en sus postrimerías a finales de 1342. Los datos de cómo sucedió son escasos y discutibles. La entrada para este año, en los anales del obispo Gísli Oddsson, dice: «Los habitantes de Groenlandia abandonaron la verdadera fe y la religión cristiana voluntariamente, habiendo abandonado previamente todos sus buenos modos y auténticas virtudes, y se juntaron con el pueblo de América (ad Americœ populos se converterunt)». También consideran algunos que Groenlandia se halla muy junto a las regiones occidentales del mundo. De ello resultó que los cristianos dejaron de hacer viajes a Groenlandia[37]. Para el obispo, «el pueblo de América» era sin duda alguna el esquimal, el mismo tipo de esquimales con que los groenlandeses se habían topado en Marklandia y Vinlandia y sus palabras deben interpretarse como dando a entender que para 1342 algunas personas consideraban que los groenlandeses nórdicos se habían vuelto nativos en costumbres y religión. Con la intención posiblemente de examinar la naturaleza y extensión de esta apostasía, un año antes, en 1341, el obispo Hakon de Bergen había enviado al sacerdote Ivar Bardarson en una expedición que se hizo famosa. Es una pena que la descripción que hizo Ivar de su visita al Asentamiento Occidental se haya conservado en manuscritos tardíos, de segunda o tercera mano, y en traducciones. Además, está expresada en unos términos que se prestan a inacabables debates:

Otrosí, del Asentamiento Oriental al Occidental son doce leguas marinas y todo deshabitado. Allá arriba, en el Asentamiento Occidental, se alza una gran iglesia que se llama iglesia de Stensnes (Sandnes). Esta iglesia fue, durante un tiempo, catedral y sede de un obispo (sic). Hoy día los esquimales poseen todo el Asentamiento Occidental. Cierto que existen caballos, cabras y ovejas, pero todos salvajes, y ninguna persona cristiana ni pagana.

Otrosí, todo lo que está anotado arriba nos fue dicho por Iffuer Bort (Ivar Bardarson), un groenlandés que por muchos años fue camarero de la casa del obispo en Cardar, Groenlandia: de cómo él había visto todo esto y fue uno de los escogidos por el Laugmader (lögmaðr, el legislador, el funcionario principal) para ir al Asentamiento Occidental contra los esquimales, con el propósito de expulsarlos del Asentamiento. Pero cuando llegaron no encontraron ni un solo hombre, ni cristiano, ni pagano, simplemente algún ganado salvaje y ovejas. Hicieron uso de este ganado y ovejas para provisiones, tanto como las naves podían llevar y con esto emprendieron el regreso, y el mencionado Iffuer formaba parte del grupo[38].

Estas frases, aparentemente sencillas, se han interpretado de varias maneras: como si significaran que el Asentamiento Occidental había sido exterminado violentamente por los esquimales; como si la población blanca, hombres, mujeres y niños, se hubiera marchado a pescar o cazar, con la horrible consecuencia de que los que venían de Eystribyggd para rescatarles hicieron inevitable su muerte por inanición el invierno siguiente, al llevarse los animales; como si los blancos se hubieran mezclado hasta tal punto con los esquimales que hubiesen abandonado el pastoreo y un asentamiento fijo; como si los blancos, bien por sí solos, o bien en compañía de los esquimales, hubieran emigrado a Baffin Island o el Labrador, dando de esta forma un sentido literal a las palabras del obispo Gísli Oddsson, Ad Americœ populos se converterunt[39]; como si Ivar Bardarson hubiera sido un cobarde, un mentiroso o un asno, que echó una mirada superficial a uno de los fiordos occidentales, o incluso a un caserío, y salió disparado «a vela y remo» hacia la seguridad de Eystribyggd, donde con el consentimiento de toda la tripulación mantuvo durante más de veinte años su historia, tan fácil de refutar.

Algunos de los detalles han dado bastante que pensar. Es la primera y única vez que oímos atribuir la iglesia de Sandnes como la sede de un obispo. Se ha tenido por inexplicable la presencia de animales domésticos en un asentamiento del que faltaban los seres humanos, si bien es probable que hubieran sobrevivido un año o dos sin ayuda humana. Pero, aun concediendo que se dieran falsificaciones e inexactitudes en las versiones existentes del informe de Ivar, llegamos a una conclusión en la que no hay nada refutable y sí mucho de probable: que el Asentamiento Occidental se había extinguido para la fecha cuando se produjo la visita. Sabemos que los pastos de este asentamiento se habían estropeado antes de dicha visita a causa de una invasión de la peste Agrotis occulta, quedando tan mermados en calidad y extensión que el mantenimiento de animales se haría mucho más difícil. Por otra parte, a principios del siglo XIV el comercio groenlandés se vio seriamente perjudicado por la intensificación del tráfico de pieles y cueros desde Rusia, por el incremento del comercio de los paños ingleses y holandeses en perjuicio de las lanas groenlandesas y porque los talleres franceses preferían el marfil de África o Asia a los colmillos de narval, de inferior calidad. El Asentamiento Occidental ya no ofrecía una economía viable. Y a medida que el clima se hacía más frío, sus efectos se dejaron sentir allí más que en Eystribyggd. Es casi seguro que la colonia se fue debilitando durante décadas antes de llegar a su fin y que la llegada de los esquimales fue decisiva. Primero se abandonaron las granjas de los alrededores; la colonia se encerró en sí misma; saldrían para Eystribyggd pequeños grupos, cargados no sólo con sus mercancías, sino con terribles noticias del irresistible avance de los hombrecitos que iban haciendo la vida imposible, primero a la gente de los cazaderos septentrionales y luego, a los granjeros, cruelmente puestos a prueba, desde Lodinsfjord hasta Lysufjord. Algunas de las noticias, no siempre bien comprendidas y a veces oscuramente desfiguradas, llegarían hasta Islandia, Noruega y otros lugares más distantes en Europa y convencerían a los oyentes de que algo muy extraño y desagradable ocurría en Groenlandia, de que los nórdicos se «estaban pasando» a los esquimales y abandonando la fe cristiana y que se debía de hacer algo para evitarlo. Pero, para cuando Ivar Bardarson llegó a Groenlandia, una de dos: o bien los últimos supervivientes del Asentamiento Occidental habían retrocedido hacia el sur a lugar seguro, o bien los esquimales los habían derrotado y exterminado. En cualquier caso: «En la actualidad los esquimales poseen todo el Asentamiento Occidental», y la expedición de Ivar sirvió de poco más que para confirmar el hecho. La cultura peculiar de Escandinavia desapareció completamente más allá de los 62º de latitud norte. Después de hacia 1350 la historia de las colonias nórdicas se reduce a Eystribyggd.

Los datos históricos y arqueológicos demuestran que el Asentamiento Oriental luchó tenazmente por defender su vida. La mayoría de la población nórdica vivía allí y allí también se encontraban las mejores tierras. No obstante, la desaparición del Asentamiento Occidental fue una pérdida irreparable. Por una parte supuso la pérdida de Nordseta, los mejores cazaderos de Groenlandia, que se extendían más allá; y, aunque la demanda comercial para los productos de Nordseta disminuía, ésta fue una reducción demasiado rápida para los recursos de los colonos. Aún peor resultaría la sensación de que una suerte parecida les amenazaba también a ellos. En verdad, el esquimal estaba reaccionando fuertemente a la presencia del hombre blanco en el sur. En las líneas dedicadas al año 1379 en los Anales Islandeses (Gottskálksannáll) leemos que «los esquimales atacaron a los groenlandeses, mataron a dieciocho de ellos y se llevaron a dos niños, a los que hicieron esclavos[40]». Y, sin embargo, por extraño que parezca, no existía ninguna razón de primera mano para los choques a vida o muerte entre los esquimales, que se movían hacia el sur, y los nórdicos, que se hallaban estacionados. Los estercoleros del Asentamiento Oriental nos demuestran que los nórdicos dependían considerablemente de las focas para suministrarse de carne; pero eran primordialmente granjeros y sus casas estaban situadas en la parte más recóndita de los fiordos, por la sencilla razón de que allí era donde se daban los mejores pastos. La espléndida y extensa granja de Erik en Brattahlid, con su densa concentración de vecinos, estaba situada a sesenta millas de la boca del «skærgaard»; el núcleo del asentamiento en Einarsfjord y numerosas granjas de Vatnahverfi a una distancia entre cuarenta y cincuenta. Pero estos límites interiores de los fiordos eran de escaso interés para los esquimales; se helaban tardíamente cada año, en comparación, y el hielo en contadas ocasiones era lo suficientemente sólido. Así pues, los cazadores se sentían menos atraídos por estas zonas que por los promontorios, islas y el hielo del mar abierto, donde las focas y otros animales marinos abundaban más. Los choques entre los dos pueblos no se podían evitar del todo. Las piezas de escultura esquimal contemporánea revelan con qué curiosidad observaban a sus enormes vecinos blancos, y algunos de sus cuentos populares, recogidos por Rink, reflejan encuentros no precisamente pacíficos. Pero, mientras los nórdicos se limitaron a su propio terreno, las dos razas tenían suficiente espacio para moverse con desahogo, y no existía razón para que la existencia de una excluyese a la otra. Esto es sólo en teoría, pues cualquiera puede imaginarse la tensión y desánimo bajo los cuales se trabajaba en el Asentamiento Oriental, habiendo desaparecido el Occidental, con su propio espolón septentrional alrededor de Ivigtut («El Asentamiento Medio») abandonado a continuación y los esquimales en los kayaks y umiaks moviéndose incesantemente en las bocas de los fiordos hasta tan al sur como Herjolfsnes.

Sus temores no se limitaban a la supervivencia física. El Asentamiento Oriental se había convertido en el único guardián de la fe cristiana en las playas más lejanas del Atlántico Occidental. Hellulandia, Marklandia y Vinlandia todavía languidecían bajo la plaga del paganismo y encima, en la madre patria, se sospechaba que hombres de sangre nórdica, que habían sido cristianos durante tres siglos y medio, se habían abandonado a las penas eternas del infierno. Destellos de luz incierta penetran la creciente oscuridad. En 1355, el rey Magnus Smek ordena a Poul Knudsson que se dirija con su nave a Groenlandia (no hay pruebas de que Poul lo hiciera): «Lo hacemos por la gloria de Dios y la salvación de nuestra alma y por aquellos primeros padres nuestros que llevaron el cristianismo a Groenlandia y lo han mantenido hasta el presente, y el cual no dejaremos que perezca en nuestros días.»[41] En 1407 la Iglesia y el Derecho se aunaron para quemar en la hoguera a un tal Kolgrim por haber tenido conocimiento carnal de Steinunn, hija del legislador Hrafn el Islandés, valiéndose de la magia negra (með svartakonstur[42]). La epístola «papal», tan a menudo citada, de Nicolás V, al par de obispos, autodesignados, de Islandia, Marcellus y Mathæus, parece una falsificación; pero se nota claramente que las súplicas de los ofensores están redactadas con el propósito de producir el máximo efecto y la mayor conmiseración, y que la carta es suficientemente expresiva de la penosa situación en que se encontraban los cristianos en Groenlandia[43]. Ciertamente, en el siglo XV no escaseaban las preces piadosas y las sentidas jaculatorias por Groenlandia; lo que faltaba era la determinación de acompañarlas con hechos. La actuación de la Iglesia en este asunto es deplorable. Después de la muerte del obispo Alf, en 1377, ningún otro obispo puso pie en Groenlandia.

Incluso antes de 1261 un modo de vida europeo y cristiano en las colonias groenlandesas dependía del mantenimiento de los pastos y del equilibrio comercial. En cuanto a lo primero, se dio una imprevisión de carácter nativo tanto en Islandia como en Groenlandia[44]. En cuanto a lo segundo, esto significaba tener que comerciar con Noruega. Los términos precisos del tratado entre los dos países (si consideramos a Groenlandia como Estado soberano, pues el Tribunal de La Haya en 1933 no hizo más que describir su categoría en la Edad Media como «independiente») no se han conservado; pero podemos asumir que los beneficios que los groenlandeses esperaban a modo de compensación por la renuncia a su independencia en 1261 consistieron en la garantía de comunicaciones regulares con la madre patria adoptiva. El acuerdo de 1262 entre Noruega e Islandia estipulaba que durante cada uno de los dos años siguientes, seis naves partirían de Noruega para Islandia y que a partir de ese plazo la situación podría renovarse a satisfacción de ambos. Pero, tal como sabemos, a la larga, los islandeses salieron perdiendo. Y lo propio ocurrió con Groenlandia. A finales de siglo la Corona concedió el monopolio del comercio con Groenlandia a los mercaderes noruegos de Bergen. Es posible seguir con bastante exactitud las consecuencias para Islandia: en los años 1326, 1350, 1355, 1374 y 1390 no llegó ninguna embarcación de Noruega y en 1324, 1333, 1357, 1362, 1367 y 1392 solamente una nave. Las consecuencias serían aún más severas para Groenlandia ya que los adelantos comerciales en Noruega borrarían una ruta tan remota, peligrosa y poco beneficiosa del portulano de los mercaderes. Bergen había quedado abarrotado de pieles y cueros más baratos, traídos de cazaderos más cercanos. Martín IV en Roma y el arzobispo de Nidaros se limitaron a sacudir sus cabezas tristemente al pensar en la consiguiente devaluación del diezmo groenlandés, pagadero en tales mercancías. ¡Ah, cuánto mejor resultarían el oro y la plata para una nueva Cruzada! Y esto ocurría en 1282 antes de que el mercado se hubiera hundido del todo. Además, Noruega se hallaba afligida por problemas propios en el campo político y económico. Después de 1261 también su poderío marino se debilitó rápidamente. La nave vikinga, tan cargada de victorias, tan bella, se vio arrinconada por la cómoda y económica embarcación alemana, y los diseñadores y constructores navales noruegos no acertaron a crear un tipo nuevo que hiciese frente a la competencia. Al mismo tiempo el poderío del reino se desmoronaba a causa de gobernantes nacidos en el extranjero o incompetentes, que sacrificaban los intereses nacionales a los suyos propios; y en 1349 la peste negra, que llegó de Inglaterra por mar, aniquiló a uno de cada tres habitantes y luego volvió a cruzar los mares para arrasar las Hébridas, Órcadas y Shetland, y las desamparadas Feroe. En Noruega, la ciudad de Bergen sufrió el golpe más rudo. Diezmada entonces por la peste, la ciudad sería saqueada y quemada en 1393 por los piratas y, en 1428-29, por Bartolomé Voet, mientras que los Bryggen estuvieron tres veces al borde de la destrucción total en los incendios de 1322, 1413 y 1476. Lo peor de todo era el poder creciente de los mercaderes de la Hansa en Alemania, cuya prosperidad fue sensacional durante los siglos XIII y XIV. Ya eran un duro problema para Bergen mucho antes de 1300. En 1343 establecieron su kontor allí, y al par que transcurrían los años, hicieron más firme su dominio del comercio local, y del comercio de Noruega entera en 1400. Por raro que parezca, no hay noticias de que jamás despacharan una nave a Groenlandia, y es posible que dejaran a Islandia abandonada a sus propios recursos hasta que los ingleses comenzaron a explotar sus bancos de pesca en 1408-09. Probablemente no sintieron ninguna prisa en esforzarse; hasta esa fecha toda la exportación de ambos países pasó a sus manos en Bergen. Es posible que en el caso de Groenlandia se respetara todavía el monopolio ligado a la Corona. A tenor de la experiencia que poseemos de Islandia podemos asumir que después de 1382 la Corona impuso también un impuesto de 1/20 en todas las transacciones realizadas en Groenlandia, que este tributo (sekkjagjald) se pagaba con antelación y que nadie podía ir allí a comprar o vender sin el consentimiento real. La Corona tenía su representante en Groenlandia que cuidaba de que se cumpliera lo estipulado. Y sabemos que la prerrogativa real se aplicaba con tanto rigor que un desventurado marino, empujado por la tormenta a la costa occidental del país, transgredió las disposiciones reales por el simple hecho de aprovisionarse. Semejante codicia, de tan cortos alcances, no trajo beneficios a nadie y sólo sirvió para empobrecer cruelmente a la debilitada colonia. Y después de la Unión de Kalmar en 1397 era de esperar la indiferencia de los monarcas daneses o medio alemanes hacia sus más distantes dependencias.

5. DE NAUFRAGIIS GRUNTLANDIÆ

Restos de naufragios y maderos a la deriva frente a la costa de Groenlandia (Olaus Magnus).

La información que poseemos acerca de las comunicaciones entre Groenlandia y el mundo exterior a partir de la mitad del siglo XIV pueden resumirse como sigue: Al principio, durante unas pocas décadas, una nave, protegida por el monopolio real, hacía la travesía a Groenlandia a intervalos frecuentes, si bien parece que no iba cada año. Ésta era la Grœnlands knörr, el carguero groenlandés; pero existe la impresión de que tras su pérdida en 1367 ó 1369 ningún otro lo sustituyó. A partir de este momento las comunicaciones escasearon. Los testimonios que poseemos de visitas a Groenlandia se refieren a una extraña variedad de hombres: Bjorn Einarsson Jorsalafari (El que viajó a Jerusalén) fue exiliado allí por dos años; un grupo de islandeses que habían perdido el rumbo desembarcaron en 1406 y permanecieron durante cuatro años; un par de individuos de identidad algo oscura, Pining y Pothorst, hicieron un oscuro viaje a Groenlandia y quizás a otros puntos del océano occidental, e incluso al Labrador, poco después de 1470. Con lo cual se añadieron nuevas sombras de fantasía a la cartografía renacentista y tantas tinieblas como luz a los bosquejos que en el siglo XVI se hicieron sobre las partes más remotas del Norte[45]. A todo lo cual se puede añadir que de cuando en cuando algún navio que otro se veía empujado a Groenlandia por una tormenta, con lo cual se perdía la pista de la tripulación; y que los resueltos y altaneros patrones ingleses del siglo XV viajaron hasta aguas islandesas en busca de pescado y animales marinos, comerciando honestamente cuando se ofrecía la ocasión y saqueando cuando se presentaba la alternativa[46]. Sabemos que fue el hielo polar concretamente lo que impidió que Bjorn Jorsalafari pudiera alejarse; y probablemente se debió a la misma causa que los visitantes de 1406 tuvieran que pasar cuatro años en Eystribyggd. Durante su estancia presenciaron dos ceremonias cristianas: la muerte de Kolgrim en la hoguera, a la que ya nos hemos referido, y una boda en la iglesia de Hvalseyjarfjord, en la cual oficiaron Síra Pal Hallvardsson y Síra Eindridi Andresson, éste como vicario oficial, pues se hallaba pendiente el nombramiento de un nuevo obispo para Groenlandia. No fue esta última, en modo alguno, una ceremonia mutilada. Se hicieron las amonestaciones pertinentes los tres domingos precedentes y se celebró la misa nupcial en el altar. Todo se hizo en la forma debida y con la dignidad requerida y ni entonces o en ningún otro momento de la estancia, sorprendentemente bien documentada, oímos nada que implique una debilitación de la fe cristiana entre los colonos. El momento era importante, ya que después que estos islandeses se despidieron y partieron felizmente a finales del verano de 1410, el silencio y la oscuridad envolvieron los asentamientos groenlándicos, de tal suerte que el último acto de la tragedia de Eystribyggd se representaría sin espectadores del mundo exterior.

Ochenta años más tarde el lejano recuerdo de la Iglesia Católica se estremeció en relación con Groenlandia. Pero no hubo medida más enérgica que una carta del papa Alejandro VI favoreciendo la propuesta de Matías, obispo electo de Gardar, para navegar a Groenlandia en persona y dirigir las almas de los extraviados y apóstatas por el camino de la eterna salvación.

Dado que, tal como se nos ha informado, la Iglesia de Gardar está situada en los confines del mundo, en tierras de Groenlandia, donde los habitantes, por causa de la falta de pan, vino y aceite, están acostumbrados a alimentarse de pescado seco y leche, por cuya razón y debido a los muy infrecuentes viajes que fue voluntad de hacer al mentado país, a causa de la severa helada de los mares, se cree que ninguna embarcación ha arribado allí durante ochenta años o, en el caso de que se hayan producido estos viajes, se considera que no se han podido realizar salvo en el mes de agosto, cuando el hielo se ha licuado; y considerando que asimismo se dice que durante ochenta años, más o menos, no ha habido obispo ni sacerdote alguno al frente de esa Iglesia residiendo allí en persona, debido a lo cual y debido también a la falta de sacerdotes ortodoxos ha ocurrido que gran parte de los feligreses que eran anteriormente creyentes han renunciado, ¡ay!, a sus sagrados votos bautismales; y puesto que los habitantes de ese país no tienen reliquia alguna de la fe cristiana, salvo cierto corporal (el pequeño tapete cuadrado en el que se colocan el cáliz y la hostia durante la Misa) que se expone una vez al año, sobre el cual el Cuerpo de Cristo fue consagrado cien años antes por el último sacerdote residente allí: así pues, por estas y otras consideraciones[47]

Una visión sombría, que no es correcta en todos sus detalles (en lo que se refiere a la dieta, es seguro que los colonos comían más carne que pescado seco) y que en su testimonio de la vida espiritual de Eystribyggd se contradice con la evidencia de los islandeses que volvieron de allí en 1410 y a cuyo viaje, realizado unos ochenta años antes, parece referirse. Da la impresión de que la carta no se basaba en información al día, sino en un opresivo rumor y en una colección de falsedades, en las que la magia negra de Kolgrim se cernía como una nube sobre la brillante ceremonia en la iglesia de Hvalseyjarfjord. Después de todo, hacía ya siglo y medio que había sonado en Groenlandia el grito de apostasía. Y el aumento del hielo polar era un hecho conocido por todos los marinos que navegaban los mares septentrionales y por cada príncipe mercader desde los Tyskebryggen de Bergen hasta los muelles de Canynges en Bristol y desde Bristol hasta los contadores de Portingales.

Y, sin embargo, después de 1410 debieron de llevarse a cabo algunas travesías, por lo menos hasta Herjolfsnes en el sur del Asentamiento Oriental, que era la primera escala en el viaje de ida. Aquí, durante siglos y siglos, el mar ha jugueteado con los huesos y los restos de los ataúdes del viejo cementerio nórdico del lugar, lanzándolos a la luz del día, para sepultarlos luego en el olvido. Y fue aquí donde, en 1921, Poul Nørlund encontró los cadáveres de unos groenlandeses, enterrados con la misma indumentaria que era corriente en la Europa continental del siglo XIV e incluso con algunos ejemplos de las modas más avanzadas de la segunda mitad del XV[48]. Pero, deducir de esto que existía un tráfico regular de mercancías y viajeros es forzar la evidencia. La explicación de los hallazgos pudiera residir en una nave y un solo viaje, planeado o fortuito; si bien esto, sin duda, sería forzar la evidencia en la dirección opuesta, por lo que se debe buscar la verdad a medio camino.

El erosionado cementerio de Herjolfsnes no sólo ha mostrado a los asombrados ojos de los arqueólogos daneses las vestiduras que servían de mortaja, sino también los esqueletos que contenían; algunos de los cuales parecen contarnos sus macabros avatares de desnutrición, deformidad, enfermedad y muerte prematura. Estos descendientes de un tronco nórdico de elevada estatura, fuertes, vigorosos y fértiles, aparecen como cortos de estatura, de cráneo reducido y de constitución débil, víctimas de una deformante morbosidad fisiológica, y dos de las mujeres más lindamente ataviadas tienen la espina dorsal curvada y la pelvis estrecha. Al parecer, ninguna hubiera podido dar a luz a un niño vivo, trayéndolo al mundo de pesadilla en el que arrastraron su propia existencia, corta, mezquina y dolorosa. En las vestimentas, incongruentemente a la moda, que fueron también sus mortajas enceradas, semejaban los símbolos patéticos de una cultura decaída y de una raza condenada.

Pero murieron siendo cristianos y recibieron cristiana sepultura. Cierto es que los muertos de Herjolfsnes responden tan sólo de sí mismos, pero el suyo fue un enclave nórdico enteramente incontaminado en un subcontinente esquimal. No hay la menor huella de asimilación de la cultura esquimal en ninguna de las tumbas (esas elocuentes tumbas que se hicieron cada vez más reducidas a medida que más tierra quedaba permanentemente helada). Y aún hay otra razón por la que se sabe que responden tan sólo de sí mismos: los otros esqueletos de Eystribyggd y los de Vestribyggd hablan en contra suya. Éstos son los restos de hombres y mujeres normales, bien nutridos, bastante afectados por el reuma (¿y quién no en la Edad Media?), pero libres de enfermedades crónicas y de morbosidades. Se da como cierto que estos restos son anteriores a los de Herjolfsnes y, por otra parte se ha discutido últimamente si debiéramos aceptar una interpretación tan horripilante de los posteriores. Los esqueletos de Herjolfsnes son escasos en número y se hallan en muy mal estado de conservación. Las deducciones que Hansen hizo tras la excavación de 1921 han recibido duras críticas en su país y en Noruega. Los que se tenían por cráneos pequeños son similares a los cráneos de Sogn y Jaeren de la edad vikinga, de donde vinieron tantos de los antepasados de los colonos, y a cráneos irlandeses; y es objeto de múltiples dudas que la gente fuera tan baja y encogida como Hansen calculó. Y, por último, el material pélvico en el que se basaron pronósticos tan pesimistas para la supervivencia de la raza es demasiado fragmentario como para apoyar las arriesgadas conclusiones a las que llegó Hansen[49].

Puede que nunca lleguemos a saber cuándo y cómo el Asentamiento Oriental se extinguió. Muy probablemente ocurrió poco después del año 1500. Como preparación para el acto final debió de darse un prolongado debilitamiento de la colonia. Posiblemente en Herjolfsnes, con más probabilidades en Unartoq, hay evidencia de fosas comunes, lo que parece indicar los resultados de una epidemia, acaso la peste negra, si bien esta teoría carece de confirmación por fuentes históricas. Tal como ocurrió en Vestribyggd nos podemos imaginar la contracción de la colonia bajo los embates de los esquimales: las familias de las afueras replegándose a las áreas principales de población y algunas (y no necesariamente los espíritus más débiles) aferrándose a cualquier oportunidad de marcharse a Islandia y Noruega. Otras fueron llevadas a la fuerza por merodeadores europeos atentos tan sólo a su provecho, entre los que parece ser que desgraciadamente sobresalían los ingleses. Así pues, resulta razonable pensar que su aislamiento (del que se sentían tan profundamente conscientes), además de estos otros problemas, engendraría una debilidad moral y mental que afectaría su deseo de sobrevivir. En general debemos seguir aceptando como válida la vieja teoría de que la colonia groenlandesa fue extinguiéndose en el creciente aislamiento en medio de un mundo indiferente[50].

6. ESQUIMAL GROENLANDÉS

La evidencia arqueológica no carece de sorpresas. En 1950 los daneses excavaron los restos de una vivienda de considerable longitud en Vatnahverfi, consistente en el establo y la casa propiamente dicha, de seis o siete habitaciones. Tenía una cocina y una despensa, y en el suelo de ésta, que había sido excavado un poco para acogerlos, se veían los restos de tres barriles de madera que se usaron para guardar leche, probablemente en la forma de skyr. En uno de los barriles se encontraron los diminutos huesos de casi un centenar de ratones. Un hecho notable, ya que hasta aquel momento nadie sabía de la existencia de ratones en los asentamientos groenlandeses. Por lo visto se metieron dentro cuando la granja fue abandonada; se comerían los últimos alimentos que quedaban y, al no poder salir, perecerían en el barril. En otra granja de buen tamaño cerca de allí se encontraron fragmentos de dos pequeños crucifijos esculpidos en esteatita, varios artefactos de hierro, cuchillos inclusive y, en un pasillo, algunos huesos humanos, entre los que había las piezas de un cráneo en estado de descomposición avanzada. La antropología nos permite saber que pertenecía a un hombre blanco de raza nórdica. Uno diría que se trataba del último habitante de la granja; de ahí que estuviera sin enterrar. Es posible, incluso, que fuera el último hombre que quedó con vida en el asentamiento[51].

Es difícil determinar el crédito que merece la historia de Jon Groenlandés, que afirmaba haber penetrado en un profundo fiordo cerca del Cabo Farvel alrededor de 1540. Una galerna le habría hecho perder el rumbo cuando navegaba de Hamburgo a Islandia. Tanto en las islas como en tierra firme divisó casas, y en una isla había muchos cobertizos y cabañas y casas de piedra para secar el pescado. Aquí también fue descubierto «el cadáver de un hombre que yacía sobre el vientre. Tenía puesta una capucha bien confeccionada y ropas de frisa y piel de foca. Cerca de él había un cuchillo enfundado, torcido, muy gastado y estropeado. Se llevaron el cuchillo como recuerdo[52]». Si non è vero, è ben trovato. Bien en este lugar, o en cualquier otro, el último hombre nórdico de Groenlandia yacía muerto, y la Edad de Hierro quedaba consumida por entero.

Cuando en 1586 el inglés John Davis escapó de la odiosa desolación de la costa sureste de Groenlandia y contempló con alivio «el país de campiñas llanas, con tierra y hierba» entre los fiordos del oeste, no encontró hombres blancos ni rastros de ellos, «ni oyó nada, excepto obenques, cuervos y pájaros, como alondras y pardillos», listos eran los fiordos del antiguo Asentamiento Occidental, pero el panorama era similar en el Oriental. La tierra y el agua, con todo lo que contenían, pertenecía a los alegres y resistentes esquimales. La historia nórdica de Groenlandia había tocado a su fin.