Capítulo 2

 

Llego a mi casa un poco cansada, este día ha sido un sube y baja de una montaña rusa.

Por un lado tenemos al delicioso señor Araujo y su debut y despedida, y por otro lado tenemos al recordatorio del pasado a través de una tonta visita a una tienda de lencería, y por supuesto, para poner la cereza en el pastel… la disque propuesta de trabajo para convertirme en una “fina puta”.

Después de hablar con esa mujer de espantoso físico, me fui a comprar otras cosas, me sentía perturbada y quería tener algo para pasar el día, o al menos lo que resta de él. Por ello fui a una tienda de películas y rente una peli vieja. La dependienta que me atendió me dijo que era basado en un libro hecho por un tal Nicholas no sé qué.

En una ocasión vi en la televisión un anuncio y me llamo la atención, pero justo el día que la dieron… no pude verla, porque, ¡Oh, sorpresa! Fue el día en que todo mi mundo se deshizo. A decir verdad no me acordaba porque fue hace cuatro años y es muy difícil acordarse de esas cosas, pero en esta ocasión me acorde por todo lo que reviví al entrar en esa tienda de ropa íntima. No sé por qué, pero luego de hablar con esa mujer extraña, quise comprarla, o al menos rentarla, quería volver a sentir algo real, sentir que hay más emociones que solo la lujuria, y no entiendo porque mi cerebro decidió que al ver algo que no vi por… ESO, sería bueno para mí.

No sé si ya me volví un poco estúpida y sentimental, cosa que desde hace mucho no me he permitido ser, pero no es algo que quiero sobrepensar, solo dejare llevarme por esa emoción, y una vez este satisfecha al sentirme más humana y tener menos el presentimiento de que solo soy un objeto –hasta para mí–, volveré a ser quien he sido en estos últimos tres años.

Quizás solo necesito liberar un poco de estrés.

También añadí más ropa a mi armario que ya está bastante cargado de prendas pero… qué más da, uno necesita ropa siempre, todos los días.

Dejo las compras en mi cuarto y camino directo a la cocina. Quiero prepararme un poco de comida, porque aparte de lo que me compro la señora esa, no he comido absolutamente nada en el día.

En el refrigerador hay una nota de mi padre, como siempre acostumbra a dejarlas cuando no llegara o le ha salido un viaje y no llegara hasta dentro de unos días. La nota dice:

“Hija, me voy en un viaje de un día a una reunión de negocios con uno de los nuevos inversionistas de la clínica.

No hagas ninguna bobada mientras yo no estoy.

Mañana llegare como a eso de las cuatro de la tarde y quiero hallar la casa en una pieza”.

Como siempre, él avisa a última hora, aunque al menos avisa. Supongo que piensa que voy a tener un tipo de ataque de pánico si no lo veo en la noche, aunque solo sea para regañarme. Creo que piensa que tendré miedo a que me deje igual que como nos dejó ella. En fin…

Me preparo un emparedado de jamón y queso y saco una enorme botella de yogurt de fresa con banano.

Camino a la sala y suelto todo en la mesa frente a la televisión. Después, me voy nuevamente a mi habitación y me quito la ropa, no la necesito. Me visto con una pijama celeste claro, de algodón un poco ralo. Me gusta mucho este pijama porque con ella me siento poderosa y cómoda. Es una camisa de tirantes ajustada en mi busto y un poco holgada en la parte del abdomen, y un pequeño short. Mis pechos y pezones resaltan a simple vista en la tela rala, y combina a la perfección con mi tono de piel.

Juego un poco con mis pechos y luego me voy a la sala.

Pongo la película de “Un paseo para recordar”, y le doy play al DVD.

***

La película termina, y yo… me siento peor que una basura. Mis ojos no dejan de lagrimear, mi pecho no deja de sentir esa presión que pocas veces me he permitido sentir.

No quiero recordar nada de mi pasado, no quiero sentirme de esta manera cada vez que alguien o algo me recuerdan lo que pasó después de que Luis me rompiera el corazón. No quiero sentirme de esta forma.

¿Puede alguien detenerlo, controlarlo?

No puedo creer como esta estúpida película en lugar de hacerme olvidar todo lo ocurrido, solo haya hecho que recuerda lo horrible que soy.

Hace años me prometí no volver a dejar que mi mundo se callera y hoy, justamente hoy que todo había comenzado bien… está terminando de esta manera.

Deben ser las hormonas. ¡Sí, eso ha de ser!

¡Contrólate, Cassandra! –me grito eufórica.

Debo saber llevar esto, no es primera vez que me pasa, no es primera vez que algo me hace recordarlo, no es primera vez que tengo que hacer que mis pensamientos no vayan a ese lado oscuro, no debo dejarme dominar por la tristeza, por la melancolía y mucho menos no debo dejarme en el abismo del ayer.

Respiro profundamente, pero el llanto no cesa, mis ojos no pretenden hacerme caso. Mi estómago solo se comprime y mi respiración se siente pesada.

El timbre suena.

Rápidamente me limpio las lágrimas.

¡Solo deja de pensar!

Me limpio la cara rápidamente, no quiero que quien sea que este tocando a mi puerta me vea de esta manera, eso solo sería humillante, y yo no soy de las que lloran, no puedo, no debo y no quiero.

Enderezo mi espalda y con la mejor postura que puedo mostrar dando las circunstancias, abro la puerta.

¡Holaaaa! –dice mi vecino de enfrente, el hijo del señor Araujo.

Él me mira de pies a cabeza, y me hace recordar que he abierto la puerta en la pijama transparente que tengo puesta.

¡Eso… justo eso! ¡Desahógate! –me grita mi mente de forma desesperada.

¿Te agarro en mal momento? –pregunta queriéndose hacer pasar como si fuera casual su visita y su comentario.

Modelando mi mejor sonrisa pícara, le guiño un ojo.

Claro que no, pasa por favor –lo invito a entrar apartándome de la entrada para que pueda pasar.

Mike Araujo, a decir verdad no está nada mal. Es ligeramente más alto que su padre y tiene bastantes rasgos similares a él, nada más que versión más joven y menos canosa. Quizás no sea mi tipo en lo referente a la edad, pero en este momento lo único que quiero es dejar de pensar, dejar de sentir y solo dejarme llevar.

Siéntate, por favor –le digo mordiéndome el labio y jugando un poco con el tirante de mi camisa.

Él solo se queda viendo como lelo hipnotizado.

¿Ya te… te ibas a dormir? –cuestiona mirándome de pies a cabeza.

Oh, no –respondo sin inquietarme, esperando que entienda mis insinuaciones y que se dé un poco de prisa. Me urge no tener tan lleno de ideas mi cerebro y la única forma que he hallado con el tiempo es el sexo. Necesito tener sexo–, solo estaba, ya sabes… ahí haciendo cualquier cosa.

Vuelvo a jugar con mi camiseta, pero esta vez un poco más abajo, casi rozando mis pechos.

Me acerco a él, al comprender que quizás sea de familia y necesiten un empujón para que se despabilen. Quizás y solo quizás, está un poco desorientado por la situación porque nunca en mi vida le había hablado.

¿Y que deseas? –digo sentándome sobre sus piernas.

Él se toca la cara, evidentemente nervioso.

Solo venía a ver si deseabas ir a una fiesta conmigo en la casa de unos amigos y así poder disfrutar de que la escuela haya acabado –logra decir sin tartamudear, pero con algo de dificultad.

Ya veo –le digo moviéndome un poco sobre sus piernas.

Me acerca su cara y le doy un casto beso en los labios.

Joder, me voy a quemar –dice Mike, levantándome rápidamente y al mismo tiempo poniéndose de pie sin soltarme de sus brazos.

Antes de que yo si quiera pueda darme cuenta que está ocurriendo, él ya me tiene acostada en el sillón debajo de él. Un movimiento muy rápido por si me preguntan.

Quizás y Mike me haga cambiar de opinión con respecto a los jóvenes, quizás esto es mucho mejor de lo que pensé que iba a hacer.

Me besa en los labios con ferocidad y desenfreno. Yo le correspondo de la misma forma y comienzo a olvidar. Comienzo a olvidar hasta mi nombre.

Sus manos viajan por todo mi cuerpo, tocando y sensibilizando mucho mi piel.

Se levanta y me atrae junto a él.

De un solo tiro, me quita la camisa y comienza a masajear mis senos con mucha pericia, aniquilando cualquier pensamiento lejos de sus manos habilidosas.

¡Qué bien hueles! –menciona mientras pasa su nariz por mi cuello y luego lo muerde levemente.

Si supiera que hoy me folle a su padre… creo que pensaría diferente, pero los hombres son unos seres primarios cuya primera conducta al ver una mujer que les atrae es quererse acostar con ella.

Con mis manos, le quito su camisa de botones, uno por uno, dándoles un poco más de tiempo a este acto sexual, porque seguro que si fuera por Mike… ya estaría dentro de mí.

Le da un empujón con sus dedos al elástico de mi short y caen al suelo, a mis pies.

Se aleja un poco y me ve con ojos de cazador. Una mirada que no es nueva en ningún sentido, todos la hacen cuando ven a una mujer con un cuerpo “perfecto” –en teoría, claro–.

Esplendido agasaje –murmura pasándose un dedo por su labio inferior. Esa acción me hace abrir los ojos, se ven tan… jodidamente bien al hacerlo, que esta vez soy yo la que se lanza sobre él y me lo monto ahí mismo.

Me subo sobre él como toda una escaladora, poniendo mis pies alrededor de sus caderas y mis brazos sobre sus hombros. Él me toma firmemente de mi trasero, apretándome más contra su cuerpo. Nos besamos con desesperación.

Me tira al sillón y con movimientos rápidos se termina de quitar toda su ropa.

Quieta –me ordena con un rugido muy varonil.

Trago saliva al verlo moverse hasta su pantalón y sacar de su cartera un preservativo.

No es que yo no tenga precaución cuando tengo sexo, de hecho tomo píldoras desde hace muchos años porque a los trece me detectaron ovarios poliquísticos aunque solo los tuve por un año. Aun así, me gusta que sea aun pensante en un momento como este.

Se tira encima de mí y pone mis manos arriba de mi cabeza, y abre mis piernas con sus rodillas.

Creo que perdimos tiempo solo siendo vecinos –se burla.

Creo que si –respondo sin saber muy bien que decir.

Me lame el cuello con la punta de su lengua sin presionar mucho, lo que crea un espasmo delicioso en el centro de mi cuerpo y luego se expande por todo mí ser.

Sus manos están en mis senos y presionan con acierto mi parte más sensible de ese pedazo de mi cuerpo.

Me trato de mover, pero el rápidamente me vuelve a inmovilizar, dejando una de sus manos sobre las mías.

Quieta, gatita –susurra en mi odio.

Nunca me ha gustado que me llamen de ninguna forma, pero que me diga gatita… no se oye tan mal viniendo de su boca con sabor a caramelo dulce.

Me besa, aspirando todo mi aire, dejándome con la respiración errática y con mi mente en las nubes.

Con la otra mano, me toma de una pierna a la vez y las deja flexionadas para poderse posicionar tranquilamente sobre mí, y de una mete su pene en mi vagina; dejándome atontada por un momento, con una sensación… mejor que si estuviera fumando marihuana.

***

Mi encuentro con Mike, dura un poco más del que me hubiera imaginado, incluso más de lo que duro con su padre. Y si, el niño le gano a su padre, por mucho.

Los dos estamos tendidos en la alfombra de la sala de estar, jadeando y totalmente desnudos, con la ropa tirada por doquier.

Eso fue impresionante –alago con sinceridad.

¡Vaya que si lo fue!

Decir que fue impresionante es quedarse corto, muy, pero muy corto.

El niño parece un toro, en todo el sentido en el que la metáfora se puede usar, porque por mucho que a mí no me gusta que me dominen, en esta ocasión ha sido, como dirían por ahí, LA-LECHE. Él era salvaje, preciso, y sé que me hizo tener mis cuantos orgasmos, perdí la cuenta.

Me siento en el piso y lo miro apenada.

Lo siento –le digo tímidamente. Aquí viene la parte difícil, tener que echarlo antes de que quiera ponerse de alguna forma sentimental o quien sabe que podría pasar por su cabeza, pero antes que cualquier cosa se ponga… extraña, mejor despacharlo–. Mi padre ya no tarda en venir, y no sé qué hará si te halla aquí. 

Él me sonríe cálidamente.

No te preocupes, gatita. Lo entiendo, y créeme tampoco quiero que te pelees con tu padre por mi culpa. Pero, ya sabes, cualquier cosa, mi cuarto está cruzando la calle –me guiña un ojo.

Luego se levanta y se viste.

Me fijo en su espalda mientras se pone el pantalón, y le veo un tatuaje de una calavera en medio de los omoplatos, es un poco pequeña y macabra, pero eso solo habla de su personalidad.

Cuando quieras –dice una vez esta vestido, antes de salir de la casa.

Yo solo le sonrió y evito decirle que eso nunca pasara.

Me visto nuevamente, pero luego, prefiero irme a dar una ducha. No quiero quedarme con ningún olor de ningún hombre.

Como el baño de mi padre es el único que tiene bañera me voy directamente al de él y lleno la tina, poniéndole un poco de las sales aromáticas que he comprado para mí, para cuando él no está en casa y puedo usarla.

Al menos mi día terminara así como comenzó… de buena forma.

***

Maldita sea.

¿¡A quién se le ocurre hace una reunión de “alta sociedad” en un día lunes!?

Me pongo el vestido color marfil, de corte sencillo que me llega hasta las rodillas, y que me hace ver como una perdedora bien “educada”. Pero, aceptémoslo, lo único que yo tengo de educada, es pues… diría que nada, o bueno si, porque no como como cerdo, ni nada de eso, pero no soy una hija obediente y abnegada que se supone que debería ser.

Solo me estoy vistiendo de esta manera porque se supone que iré con mi padre a esa reunión de estúpidos hipócritas aristocráticos, que, para colmo son unos grandes soberbios sin sentidos. ¿Quién les ha dicho que solo porque alguien tenga dinero es mejor que los demás?

De cualquier forma, hoy, toca fingir para poder seguir viviendo a costa de mi padre, porque el día en que yo me deje de comportar como una santa frente a sus amistades… ¡Dios me socorra!

Una cosa que he aprendido con los años sobre mi padre, es que él se fija mucho en lo que los otros piensen de él, y tomando en cuenta que él es psiquiatra y tener una hija descarrilada no le serviría de nada para su carrera, es muy fácil ver porque me presiona con ello.

Además, de las típicas reprimendas que siempre me hace, desde que vino, ha estado preguntando como unas mil veces al día sobre la inscripciones a las universidades: que si ya elegí carrera, que si se dónde estudiar, si ya sé que materias coger, de cuantos años será, etc. No ha dejado de acribillarme con preguntas, una tras otra. Yo solo le he contestado con respuestas ambiguas, como por ejemplo; con lo de la carrera le he dicho que no estoy segura si escoger entre economía o escoger idiomas.

Obviamente no deseo seguir estudiando, no le veo caso seguir en algo que no me gusta ni me llena en ninguna forma. Debe de haber otra forma de ganar dinero que no solo sea estudiando y sacando un cartón acreditado por una universidad. Por eso, es que estado viendo la posibilidad de convertirme en modelo, de cualquier cosa, incluso podría aceptar convertirme en modelo de lencería, me daría igual; pero, por mi estatura sería difícil de conseguir, demasiado.

¿Ya estas lista? –pregunta mi padre tocando dos veces la puerta de mi cuarto.

Me calzo rápidamente los zapatos planos que siempre uso para estas cosas, porque mis tacones se ven muy atrevidos para este vestido, y salgo a la sala.

Encuentro a mi padre sentado en el sofá, frente a la televisión, que está apagada pero él la mira fijamente.

Como siempre, él anda con un traje negro y una camisa blanca debajo, y una corbata gris. Mi padre y yo no nos parecemos tanto. Él es rubio como yo, pero es de cabello liso, su piel es igual de blanca que la mía, es alto y delgado, pero hasta ahí acaban las similitudes. Se supone que en lo demás… me parezco a ella, al menos eso comenta la abuela de vez en cuando, sobre todo cuando ya lleva dos sangrías encima.

Vámonos –dice cuando me ve parada viéndolo.

Salimos de la casa y subimos a su auto.

En el trayecto ninguno de los dos dice nada. Siempre es lo mismo, todo el tiempo el parece taciturno, perdido dentro de su mente.

Es increíble como el siendo un psiquiatra no se dé cuenta la manera en que se comporta, y lo peor es que solo lo hace cuando está conmigo, porque cuando esta con las demás personas –que lo he visto muy pocas veces porque lo normal es que cuando este cerca se comporte de la misma manera que ahora–, él se ve diferente, sonríe, se ríe y hasta bromea con las personas.

Cada vez que eso ha pasado me he fijado que al volver a estar yo con él, cambia radicalmente. Lo he analizado, y he llegado a una conclusión; y es que, supongo que yo le recuerdo su único fracaso, y no me refiero a mi propiamente, si no a mi disque madre.

La historia del porque yo no tengo una madre es un poco oscura. Nunca me he enterado bien que pasó como para que ella se haya ido.

Cuando era pequeña y ella se fue, mi padre no me decía mucho, solo que ella no estaría más con nosotros y que no podría verla; pero la verdad es que no se mucho más. La abuela solo habla de ella con incoherencias, casi no dice nada. Además a la abuela le podría sacar información en una de sus borracheras pero, tengo la desventaja de que vive lejos, bastante. Y la otra cuestión es que ella casi nunca se pone tan borracha como para que se le vaya la lengua, es más, llegados a las tres sangrías, ella deja de tomar. Intente un tiempo que tomara más que eso, pero fue casi imposible, pero supongo que si viviera cerca lo podría hacer.

Miro periféricamente la cara de mi padre. Tiene el ceño un poco fruncido y los labios apretados.

Antes de deprimirme aparto la vista de él y miro mejor la ventana.

A los diez minutos estamos frente al hotel California, que es donde será la fiesta, reunión, o lo que sea. Se supone que es uno de los eventos más esperado y siempre se celebra en la misma fecha. En años anteriores hemos venido, y créanme que no es nada divertido, es una basura total.

Entramos en el salón enorme que tiene el hotel para este tipo de cosas. Está decorado con tonos oscuros, sobre todo con azul noche y negro; casi ni se nota la diferencia entre uno y otro. Al menos si se ve bien el lugar.

Hago una revisión rápida de las personas, viendo si hay algo con lo que me pueda divertir, pero rápido descarto esa idea porque hoy no puedo si quiera dejar que se me caiga un cubierto. Debo de comportarme así como lo hacía antes de que cumpliera los catorce, antes de Luis quiero decir.

Vaya que si me jodí después de todo lo que pasó, aunque si tiene sus ventajas ser quien soy ahora. Tengo la habilidad de no dejar que las cosas que dicen y hacen los demás me afecten, aprendí que mi opinión es la única importante.

Me mantengo al margen de cualquier plática, toda la noche, solo me limito a sonreír cuando todos lo hacen o a parecer interesada en lo que dicen, pero ya estoy en piloto automático, pensando en cómo hubiera sido todo si mi madre no se hubiera ido. ¿Hubiera tenido más comunión con mi padre? ¿Sería diferente? ¿Si quiera hubiera conocido a Luis, o al tener una madre a la que contarle todo me hubiera dicho la verdad o al menos me hubiera aconsejado?

Lo más sensato es darse por vencida con esta línea de pensamiento, porque él hubiera no existe. No voy a poder adivinar qué hubiera pasado, por lo que decido no mortificarme y me concentro en pensar que hare con mi vida, porque a pesar de que no quiera estudiar eso no deja de preocuparme. Es cierto, me convendría casarme con un hombre rico y ya saben lo demás de, ser una esposa trofeo y eso, pero cómo hacer que eso pase.

Vuelvo a mirar la sala para ver si hay un posible prospecto, pero se me hace bastante difícil ver mucho más allá del señor que tengo enfrente, es muy alto y no me deja ver nada. De todas formas puede que sea lo mejor, no vaya a ser la mala suerte y me encuentre con Luis, porque es probable que él ande aquí, por lo que doy gracias que el salón sea lo suficiente grande como para no alcanzar a ver a todas las personas.

La noche termina y regreso al carro con mi padre, y pasa lo mismo.

¿No se aburrirá de su vida?

Digo, no tendrá algo más que solo su trabajo, ¿una amante al menos? Yo no me enojaría de ser así, hasta me pondría feliz porque de esa manera vería que si es un humano y no solo una máquina que trabaja.

Cuando estamos en casa, me voy directo a mi habitación. Estoy casada. Es muy absorbente este tipo de reuniones, aun cuando uno no hace nada siempre termina agotado.

El timbre de la casa comienza a sonar muchas veces seguidas, parece como si alguien hubiera dejado el dedo sobre el botón.

¿Pero quién diablos podría venir a las doce de la noche de un lunes?

Al seguir escuchando como llaman a la puerta, me levanto. Seguro que don aburrido ya se fue a dormir y no ha escuchado el timbre.

Muevo mi trasero hasta la puerta, pero mi padre ya se me ha adelantado y le ha abierto la puerta a la señora Araujo.

¿Qué querrá esta vieja cacatúa?

Parece muy alterada, está gritando cosas incoherentes.

Ella –dice la señora Araujo, apuntándome con su dedo índice y quitando a mi padre del medio para poder pasar a la casa.

Yo frunzo el ceño sin comprender que hace aquí, pero rápidamente la mujer avanza hacia donde yo estoy. Con un brinco más animal que humano, se lanza sobre mí, derribándome en el piso y comienza a tratar de golpearme, pero yo trato de que sus golpes y arañazos no me den y termino pegándole en más de una ocasión también.

¿Qué pasa aquí? –grita mi papá, después de un rato en el que supongo que se quedó en shock. Yo también me hubiera quedado así si no fuera porque peligra mi cara.

Con una movida un poco extraña, la señora Araujo, me toma de las manos con una de las suyas y me trata de ahorcar con la otra.

Ella… –me señala mi vecina– se acostó con mi marido y para colmo también con mi hijo y no solo le basto con romper mi hermosa familia, ¡no!, sino que también provoco una pelea entre mi esposo y Mike, mi pobre Mike. Maldita niña –tiembla de pies a cabeza y veo en sus ojos como se comienzan a llenar de lágrimas de furia contenida.

Yo comienzo a toser porque me está realmente ahorcando.

Mi padre llega y la jala de la cintura soltándola de mi garganta.

Comienzo a toser más mientras trato de respirar un poco.

Me levanto un poco mal, y mi padre sigue sosteniendo a una furiosa señora Araujo, que trata a toda costa de zafarse de sus manos, pero él la tiene aprisionada contra sí. Debe de estar acostumbrado ya que trabaja como loquero y la gente cuando no es cuerda acostumbra a ponerse así.

¿Cómo lo supo? –logro articular una vez me recupero.

Mis ojos se van directamente a mi padre, él me mira con una cara… de miedo, de asco, de horror.

¡Qué más da estarlo ocultando! Él ya lo escucho y no creo que se quede quieto sin hacer nada después de haber oído a la vecina.

La señora Araujo, comienza a llorar a mares, retorciéndose con dolor sobre los brazos de mi padre. Casi me da lástima, pero sería mentir. Esa mujer casi me acaba de matar y no merece ninguna consideración.

Mi padre la suelta, y ella cae al suelo, sollozando como loca.

¿Qué has hecho? –me pregunta mi padre horrorizado, acercándoseme consternado.

Sus ojos azules me ven con asco primero, pero luego se convierte en dolor, uno agudo. Rápidamente me siento mal y por primera vez en mucho tiempo… siento que he hecho algo mal.

Trago con dificultad.

No necesito que alguien me mire así, no quiero que alguien lo haga.

Comienzo a reír, no sé si como acto reflejo, o como una forma de sentirme mejor. En un santiamén dejo de sentirme triste y comienzo a sentirme gozosa.

Al final, quien la manda a esta mujer a dejarse engañar por su marido, y hacer un hijo tan caliente. Yo no hice nada malo, no me voy a sentir mal por ello.

Ambos me ven asombrados por mi actitud, pero yo solo los puede ver como si fueran tontos.

Niego con la cabeza frente a esa actitud ingenua.

¡Hay que ver que las personas a veces son muy estúpidas!

¿De verdad quiere saber cómo lo hice? –pregunto con sorna–. Bien, que así sea. Fácil, me acosté primero con su esposo –la señalo–, y luego el mismo día pero en la noche, con Mike, me pregunto si algún día querrán hacer un trio –vuelvo a reír.

A decir verdad, ahora que lo digo, si se me antoja hacer alguna vez algo así, pero no, eso no entra dentro de mis planes. Aun para mí, eso sería demasiado.

Maldita hija de puta –dice la señora Araujo.

Con un movimiento violento se levanta y otra vez se acerca a mí con la intensión de pegarme, pero en esta ocasión yo, previendo lo que va a hacer, prefiero ser yo la golpeadora, por lo que sin darle aviso de mis movimiento, me planto firmemente y la golpeo a puño cerrado en la quijada.

¡Hay de usted si se atreve a tocarme! –le grito furiosa mientras ella se retuerce del dolor.

¡Cassandra! –grita sorprendido mi padre, aunque bien podría pasar por enojado.

Lo miro, mientras la señora Araujo sale corriendo.

Su cometido, termino aquí y ahora que ve que ya me jodió todo y que no se va a poder desquitar de mí usando la violencia… huye. 

Una vez estamos solos, él me ve nuevamente. Su mirada está llena de odio.

Ve a arreglar tus cosas, hoy mismo te vas de MI casa –dice con una voz tan tranquila y desquiciante, todo a la vez–. Y da gracias que al menos te deje llevar algo.

Me quedo parada ahí, en medio de la sala sin saber qué hacer, él me ve una vez más con el ceño fruncido y los labios apretados y luego se va a su cuarto.

Te quiero hoy fuera de mi casa –grita desde su cuarto.

Tanto comportarme hoy… y para nada.

Corro a mi habitación y saco rápidamente la maleta más grande que tengo y comienzo a meter todas mis cosas, de forma desordenada y errática. Termino de llenar la primera maleta y sigo así hasta tener tres maletas llenas. He metido la mayoría de mi ropa y zapatos, mi ropa interior; mi maquillaje va todo en mi neceser, mis perfumes y demás cosas, mi laptop. Y he logrado encontrar que tengo alrededor de $1000 dólares en efectivo. Por suerte para mí, ayer había sacado esa cantidad porque quería comprar una cosa a una mujer que solo vende en efectivo, pero al final decidí no comprar nada porque no fuera que solo fuera una estafa.

Salgo de la habitación como puedo con una maleta en una mano y las otras dos en la otra. Con mi cartera sobre el hombro y mi neceser atado a la maleta grande.

Cuando voy a salir la voz de mi padre me detiene.

Cassandra, devuélveme las tarjetas de débito –dice aun molesto.

Me volteo enojada dejando las maletas y saco de mi cartera todas las tarjetas y se las aviento a la cara.

Tomo nuevamente mis maletas y salgo de ahí.

Como puedo logro meter todo en mi auto y me subo en él.

Antes de arrancar, veo como el señor Araujo sale de su casa y me mira, me hace señas con las manos, pero no tiene sentido pararse a hablar con él. No quiero enojar más a mi padre y luego solo termine yéndome con lo que traje.

No sé qué hacer ahora, cuando estaba arreglando mis cosas solo sentía enojo y eso me impulso a no pensar mucho, pero la verdad es que no tengo a donde ir. No puedo ir donde mi abuela, y es una lástima que es el único familiar que tengo, porque mi padre es hijo único y de la familia de mi madre no tengo a nadie con quien hablar, ni siquiera sé si existen.

Decido que lo mejor será pasar la noche en un hotel, pero por más que yo quiera ir a un hotel de mínimo 3 estrellas, no puedo darme ese lujo. Tengo que reducir mis gastos hasta poder encontrar un trabajo y aun si lo encontrara dentro de unos días bien podrían tardar en pagarme al menos una quincena.

¡Como detesto esto!

Manejo una media hora, aún no he encontrado el hotel indicado y de todas formas no me hubiera quedado cerca de la casa de mi padre.

Un rotulo me llama la atención.

“Posada los Alpes 5km

Abierto 24/7”

Suspiro profundamente conteniendo mis ganas de llorar. Quizás esto es lo único que pueda permitirme pagar, una POSADA.

Conduzco hasta el pequeño estacionamiento de la posada. Solo hay dos autos más y el estacionamiento es para cuatro. La posada es en realidad una casa un poco grande, de dos plantas y con una enorme fachada.

Apago el auto y miro fijamente la entrada del lugar. La luz esta prendida y el cartel que cuelga en la puerta de vidrio, anuncia que está abierto.

Miro mis maletas, pero lo mejor será no bajarlas aun, no sé qué puedo encontrarme adentro, y tampoco es que tenga muchas ganas de bajar todo.

Tomo mi bolso y bajo del carro.

¡Vamos, que no me puede salir todo mal!

Mi ánimo cae, pero esto es solo es una fase más, y es probable que haya sido necesario abandonar mi casa para cumplir mis grandes sueños. Aunque eso de grandes es decir mucho, porque no tengo ni uno.

Abro la puerta del local, y frente a mi aparece una estancia pequeña, pero extrañamente se ve bien. Es una pequeña sala, por llamarlo de alguna forma, hay dos sillones grandes y como aun metro se ve el mostrador.

Camino con dignidad hasta el mostrador. Hay un chico detrás de él, aunque solo le veo la espalda es indiscutible que es un chico, primero por su espalda y sus formas lo delatan que es un hombre, pero por su vestuario denota que no ha de tener ni mi edad, probablemente.

Carraspeo mi garganta para llamar su atención.

Él voltea.

Como bien dije, es un chico, y en efecto es algo menor que yo, al menos en un año. Es rubio ojos color miel, de tez blanca y hasta algo pálida. Aun le salen unas cuantas espinillas, no muchas sin embargo. Su cuerpo grita que le hace falta crecer.

Me sonríe ampliamente.

Estoy segura que es lo mejor que le ha pasado esta noche, porque no creo que sea difícil observar que las noches en esta posada no son agitadas.

Hola –saludo al ver que él solo sonríe como tonto–. Quisiera una habitación –le pido sacudiendo mis pestañas y relamiendo mis labios.

No es que me guste. Faltaría más que me gustaran los niños menores que yo cuando ni siquiera me gustan los de mi edad, pero esto es diversión para mí.

Claro –dice guiñándome un ojo, tratando de ser “coqueto”, pero le hace falta mucho que aprender si de verdad lo quiere ser. Me da una llave–. Son veinte por día.

Saco mi cartera y le paso un billete de cien.

La quiero por 5 noches –le sonrió.

Él hace una anotación en un cuaderno que saca del mostrador.

Es en la segunda planta –me informa aturdido.

Sonrió y asiento.

Camino moviendo de más mis caderas, porque sé que me está viendo. Además, ¡un poquito de calor a nadie le cae mal!

Llego a la habitación y me acuesto en la cama. Estoy más que cansada.

El cuarto es pequeño y solo tiene lo básico, una cama tamaño mediano, un mueble con estantes, un pequeño “Closet”, que solo es un tubo con ganchos colgando de él, y una mesita con un reloj sobre ella. También está la puerta del baño, y desde aquí puedo ver que solo ha de ser la regadera, el lavamanos y el inodoro.

Me quito el vestido que use para ir a esa fiesta, y me quedo solo en ropa interior.

Solo espero que aquí no haya ácaros ni piojos, u otros bichos.

***

Me levanto con un sudor frio recorriendo mi cuerpo. Mis palpitaciones están por las nubes, pero no recuerdo que soñé. Debe haber sido algo malo como para que me despertara así.

Veo el reloj que está en la mesita de noche, marca las 2:00 P.m.

¡No puedo creer que haya dormido tanto!

Cojo mi vestido y me visto rápidamente, debo bajar las cosas de mi auto para poderme bañar y cambiarme.

Salgo del cuarto y voy directo a mi carro y saco todas las maletas que tengo, por suerte tengo buen equilibro con ellas, porque aquí no hay nadie que me ayude.

El chico que ayer estaba en el mostrador ya no está, ahora en su lugar esta una mujer como de unos cuarenta y tantos, un poco robusta y enojada que solo me dijo que si quería servicio a la habitación lo pidiera un día antes. Además, me informo de que ahí solo era posada y no tenían ni comedor ni nada, por lo que tenía que comer fuera.

Creo que $20 dólares no es tan barato después de todo.

Tengo que buscar trabajo a como dé lugar, necesito más dinero que el que tengo.

Me acuerdo de la tarjeta que me dio aquella mujer. La saco de mi bolso y veo la dirección.

Para mi buena suerte, no queda muy lejos de aquí, esta como a unas cinco cuadras, por lo que puedo prescindir de mi auto, porque para comenzar es lo único que tengo además del poco dinero que traje y por cualquier cosa, servirá como mi seguro contra el desempleo.

¡Dios no lo quiera!

Solo espero que no haya conseguido a nadie más para el trabajo porque necesito ese empleo y ya no me interesa si para ello tengo que bailar medio desnuda. Los tres días que me dijo ella acabaron, pero con un poquito de suerte podre tener trabajo hoy mismo.

Me baño rápido y me pongo una corta minifalda de jeans color amarillo y una blusa blanca de tirantes.  Me calzo una sandalias de plataforma alta, al menos eso me dará unos diez centímetro más de altura y podrán ver mi facilidad para manejar los tacones.

Salgo de la posada y camino hasta el local.

Digamos que algunas cosas me han favorecido, por ejemplo que este lugar este cerca de donde me estoy quedando y que conozca más o menos las calles de aquí. Hace unos meses una “amiga” mía y yo vinimos a recorrer estas calle en busca de su novio, casi todos los días pasábamos por aquí; lo hicimos porque tenía sospecha que la engañaba, y así era, lo único que era con una chica que vivía en otro lugar y nunca los logro agarrar como ella quería.

El local no tiene más que una pequeña placa dorada que cuelga al lado del timbre en donde se lee el nombre, “Girl dreams”.

Toco dos veces y una voz sale del parlante pequeño que hay sobre la cámara.

¿A quién busca, señorita? –dicen con una voz grave.

Vengo por un trabajo que me ofreció una mujer. No sé su nombre –confieso–, pero me dio esto –le enseño a la cámara la tarjeta.

La puerta de la entrada se abre.

Pase.

Entro rápidamente y antes de que yo camine para cualquier sitio, un hombre grande vestido todo de negro sale a mi encuentro.

Sígame –dice.

Asiento y camino rápido para tratar de seguir sus pasos.

Pasamos por un gran jardín antes de entrar a una casa enorme de una sola planta, pero en lugar de entrar por las grandes puertas de la entrada, me mete por una entrada diferente en la que hay un gran pasillo con algunas puertas del lado derecho, todas cerradas.

Yo solo miro y trato de gravar en mi mente todo lo que estoy observando.

Llegamos al tope del pasillo, en donde hay otro pasillo al lado derecho y dos puertas de madera al final del mismo. Paramos frente a las dos puertas.

Espere aquí –dice el hombre.

Yo me quedo quieta mientras el toca dos veces a la puerta y entra antes de escuchar nada.

No logro oír nada de lo que están hablando, aunque puedo suponer que probablemente es la oficina de la mujer con quien hable el otro día en el centro comercial.

Espero por unos dos minutos y luego el hombre fornido y alto, vestido de negro, sale.

Entre, la espera –me informa en tono neutro, mientras se pega a la pared y cruza los brazos.

Le sonrió, y luego entro a la oficina.

El lugar es mucho más grande que en la habitación donde ahora duermo, podrían entrar tres habitaciones de ese hotel en esta oficina. Las paredes son de madera, y el piso esta alfombrado con una alfombra de color negro. Hay una estantería con libros y otros objetos, como pelotas de béisbol. También hay una pequeña “sala”, conformada por un sillón grande y uno pequeño. Al lado de ella, está un mini bar. Frente a la puerta está el escritorio, uno grande, y como no, de madera oscura. Sobre el escritorio esta una computadora y unas cuantas cosas como una extraña balanza. Frente al escritorio hay dos sillas y detrás de él, hay otra más, una grande de cuero negro. La persona que está sentada ahí, está dándome la espalda, supongo que para darle suspenso a la situación, pero más lo hace ver como un mafioso, o mafiosa, lo que sea.

Siéntate –dice una voz masculina.

¿Es un hombre? Eso es evidente.

Pero su voz me suena conocida, demasiado.

Mi estómago da vueltas, y un sudor espeso comienza a brotar de toda mi piel. Mi corazón se estruja.

No, no, no, no, no. ¡Esto no puede estarme pasado a mí!

Se da vuelta, confirmando mi pensamiento.

¿Cassandra? –pregunta viéndose tan asombrado como se es de esperar.

¿Y pensar que mi día iba bien?

¡Vaya mierda de suerte!