No sé, Graciela, esta niña de verdad tiene algo que me atrae –le cuento a mi amiga, aunque ella solo se limita a verme, como siempre, como si no estuviera justo enfrente de ella y estuviera viendo el inmenso vacío.
Me reacomodo en la silla para poder proseguir como la conversación, unilateral.
Me siento poderoso cuando estoy con ella, además de que controlo todo lo que pasa cuando estamos en mi departamento. ¿Sabes? Aun no lo puedo creer, pero ya hace un mes que llevo follando con ella y no puedo dejar de sentirme eufórico cada vez que la miro, es algo… no tiene comparación simplemente.
Los ojos cafés de Graciela parpadean, pero no hay nada dentro de ellos; su rostro en general carece de expresión.
Al principio estaba un poco confundido, pero en cuanto más tiempo paso con ella, entre más tenemos sexo… más placentera se vuelve la situación.
Me acerco a ella, para comentarle una confidencialidad.
Te voy a decir esto, pero no abras la boca ¿entendido? –ironizo y miro hacia los dos lados, más por diversión que porque realmente necesite ver si hay alguien que me este escuchando–. Me encanta ver como su inocencia se queda impregnada en mi piel, como le arranco los besos de sus labios y como la hago callar con diversas cosas, aunque esto último es porque no soporto lo dulce que pronuncia mi nombre sobre todo cuando tiene un orgasmo, me hace sentir culpable por querer destrozarla en mil pedazos. Es tan linda… y tan delicada, que cualquier cosa, por más mínima que haga, termina afectando su bella piel blanca o sus voluptuosos labios rosados. También ha sacado un poco más de cuerpo, pero eso se debe a su crecimiento normal –deduzco sabiamente.
Pego mi espalda a la silla y cruzo mi pierna derecha sobre la izquierda.
Eso sí, eh –prosigo–, me saque un susto unos días después cuando me di cuenta que; por culpa de mi calentura nunca había usado condón con ella y que teniendo ya 14 años podía quedar embarazada. Me lleve un susto de muerte el día en que caí en cuenta, pero para mi suerte, todo estaba solucionado. Cassandra, mi angelito, usa pastillas anticonceptivas para regular su periodo, lo que me deja siempre siendo futuro padre, pero al menos es legal –aclaro.
>> Quisiera presentártela, Graciela, pero ya sabes que no es permitido que las personas que no estan autorizadas por tu familia te visiten. Una lástima porque seguro te caería bien. Es muy dulce, y joder, eso hace que me ponga cachondo. Tengo el presentimiento que estoy destinado para ella, solo es cuestión de esperar a que cumpla la mayoría de edad, lo que será largo, pero al fin y al cabo… –me encojo de hombros, queriendo darle a entender todo lo que no puedo decir en voz alta.
Me levanto de la silla y me acerco a donde esta mi vieja amiga. Le beso la frente y me despido de ella.
Llego a mi casa, radiante.
Hoy será un día magnifico, tengo planeada toda una noche para poder verme con Cassandra y olvidarme de todos los problemas que he tenido últimamente.
Al entrar en el cuarto me quito el traje y me pongo una camisa tipo polo y unos vaqueros.
A ti te buscaba –me señala mi esposa al inmiscuirse dentro del que ahora es solamente mi recamara.
¿Y eso a que se debe? –pregunto sin darle importancia.
No seas cínico, Luis. Sé que vienes de ver a tu zorra, de lo contrario no traerías esa cara de iluso que siempre pones los días en que te revuelcas con ella –grita enfurecida.
Basta –exclamo molesto–. Te he dicho que no es una zorra, y me da lo mismo que es lo que creas que he estado haciendo. Pero eso sí, deja de hablar de ella como si fuera tu enemiga. ¿No lo ves acaso?
¿El qué no veo, Luis? –pregunta desafiante, cruzando sus manos sobre su pecho y mirándome fijamente.
Que yo solo te tengo cariño, pero no más que eso, y ella me esta ayudando con lo que tú no puedes –respondo sin inquietarme.
¿Qué yo no te puedo ayudar? –dice escandalizada.
No, no puedes. No a menos que de verdad te quieras comprometer conmigo, y eso nunca lo has hecho. Conoces de sobra que para ti solo ha sido una transacción y que por supuesto teníamos sexo para tener hijos, pero no porque nos placiera. Somos amigos, Ana, y eso es justamente lo que seremos por el resto de nuestras vidas, estemos casados o no. No pienso que tú, puedas ayudarme a cargar con el peso que llevo en mis hombros –termino con una gran exhalación.
Te ayudo más de lo que imaginas –replica ella–. Por ejemplo, hoy tu madre vino porque dice tu padre que desde hace un mes, cuando por tu culpa aprobaron una ley que perjudica al partido, te insubordinaste y que desde entonces estas más rebelde que de adolescente. Todos se han dado cuenta de que has cambiado, pero he tratado de minimizar los daños que puede hacerle eso a tu carrera, y también con tu familia. No tienes ni la más remota idea del lio en el que estas metido y solo te dedicas a quitarte la calentura con Dios sabe quién.
Me rasco la cabeza, frustrado.
Esto no me llevara a ningún lugar.
Ana es inflexible en el tema de la carrera, a ella es lo único que le importa y no acepta sugerencia.
Mejor dejemos el tema, no voy a discutir con la madre de mi hijo –digo conocedor que es la única forma de calmarla; nombrándole a nuestro hijo. Esta mal que tenga que recurrir a esas artimañas, pero estoy harto de tener que escuchar sus constantes quejas.
Bien, a ya tú –responde borde. Cambia de actitud a una insolente pero curiosa–. Por cierto, vinieron unos de una inmobiliaria y se llevaron el escritorio de tu oficina y dejaron uno nuevo parecido, dime ¿Por qué has hecho ese cambio?
La miro por una fracción de segundo antes de tomar mi billetera y metérmela en el bolcillo trasero del vaquero.
Es que se había dañado de un lado y fui al lugar en donde lo compre para que me hicieran un cambio –miento.
Asiente crédula.
¿Vas a salir? –cuestiona nuevamente.
Evidentemente. Pero no te preocupes, quizás hoy no venga temprano, pero vendré –salgo de la habitación y la escucho hacer una pequeña pataleta.
Antes de salir de la casa, le mando un mensaje a Cassandra diciéndole que vaya al departamento.
Quiero verla y follármela como un loco salvaje que me hace sentir.
Al llegar ella al departamento, lo primero que hago es acercarme rápidamente y desnudarla sin preludio.
Hola –saluda ella tímida y jadeante.
Te quiero follar en ese escritorio –se lo señalo.
Cassandra mira el escritorio extrañada. Yo también actuaria de esa manera si no supiera que lo traje para una simple razón: cogérmela sobre él y así poder pensar en lo que me hiso sentir una vez este sentado frente al duplicado exacto de este. Preferí traerme el escritorio viejo por un simple motivo, y es que no me imagino a Cassandra sobre una madera en la que previamente mis manos no se hayan posado unas mil veces, y el que tiene mi aroma impregnado así como deseo que ella lo conserve.
La pongo sobre el mueble con las piernas abiertas para mí, así como me gusta. De la gaveta superior, saco una cinta americana.
¿Estas dispuesta a que te ponga esto –le muestro la cinta– en la boca? –pregunto con un tono imperativo bien marcado.
Cassandra traga saliva y ve con temor la cinta.
Asiente finalmente y sonrió gozoso de derribar cada una de sus barreras.
Eres mía, preciosa. Te hare lo que quiera porque eres mía –me deleito mentalmente.
Corto un poco de la cinta con los dientes y se la pongo en la boca.
Me encanta como dice mi nombre cuando se corre, pero me hace sentir una mierda por no ser lo que se merece y solo ser un cabrón.
Me bajo los pantalones y me quito la camisa, pero me quedo con los bóxer puestos. No soporto la erección que me provoca ver la escena de mi ángel con la boca sellada con esa cosa gris.
Bajo mi cabeza hasta sus preciosas tetas y se las estrujo primero con mis manos, acariciándola fervientemente. Le doy dos lengüetazos a cada pezón y luego me meto en la boca el derecho y lo saboreo. Es delicioso sentir como su cuerpo se convulsiona y enrojece por mis arrebatadas caricias.
Finalmente paso mi boca al otro pecho y realizo la misma acción, dejando ambos senos sensibles a cualquier toque.
Una vez he concluido mi tarea bajo hasta mi zona favorita de su cuerpo y meto dos de mis dedos en su prieta hendidura, dejándome llevar por el ardor de la pasión, reclamo con mis dedos su pequeño coño y lo dejo rojo hasta el punto de que cuento dos orgasmos seguidos. He sido rudo, lo sé de sobra, pero no puedo ser de otra forma con mi bello ángel.
Una vez la miro exhausta, paso mi lengua por su hinchado clítoris para clamar su calor y volverla a la vida. Lentamente la hago regresar al mundo, para luego apresurarme a quitar los bóxer y meter mi pene hasta lo más hondo de su ser.
La escucho murmurar y casi estoy seguro de que ha dicho mi nombre unas tres veces, pero el hecho de escucharlo amortiguado me hace sentir más en paz conmigo.
Soy un sádico por exprimir la belleza de Cassandra, pero la necesito más de lo que ella me necesita.
Le tomo de las caderas. Comienzo a bombear dentro y fuera de su cuerpo ansiando cada uno de sus pequeños contoneos.
Aumento el ritmo cuando observo que ella esta a punto de llegar y que a mí me falta un tanto más. Quiero venirme junto a ella, quiero sentir esa conexión que me hace ir al cielo y al infierno al mismo tiempo.
Se estremece por dentro y por fuera llegando a un brutal orgasmo y yo me uno a ella al sentirla tan frágil en mis brazos. Le quito rápidamente la cinta de sus labios deseando tocarlos, pero mi frenesí comienza nuevamente cuando veo sus labios, de por si rosados, rojos y abundantes, como si hubieran sido hechos para pecar.
La beso enloquecido y no la dejo decir nada.
Una vez me falta el aliento, termino de tocar sus suaves labios y me alejo.
La miro a los ojos y no consigo dejar de pensar que de alguna forma la estoy dejando sin plumas. Estoy desnaturalizándola de un bello ser a una mujer que no me merece.
No lo soporto y me alejo, tomando mis cosas y diciéndole rápidamente que me iré a bañar. Sé que le hago daño cada vez que hago eso, pero es más grande mi tormento cuando ella se pone cariñosa y me recuerda que no la merezco.
No tengo idea como me involucrado a tal grado con ella, pero no la quiero dejar, pero tampoco quiero que ella sufra siendo la otra y haciéndole lo que le hago, que básicamente es tratarla como ese horrible sobrenombre con el que le llama Ana.
No –grito golpeando la pared del baño.
Ella no es ninguna de esas cosas. Solo tendré que esperar y disfrutar mientras tanto.