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¿En serio has pedido toda esta comida, para una simple cena? –le pregunto a Ana, escéptico.

Por supuesto que sí, y hasta me comienza a parecer muy poco. ¿No te das cuenta de la clase de personas que vamos a albergar esta noche? –dice enojada, siguiendo vigilando a los camareros que traen la comida.

Observo todos los platillos que estan en la cocina, que serán unos diez, al menos. Y eso que hace falta el plato principal.

Pongo mis manos sobre mi cabeza, exasperado por todo. Es una locura la casa.

Vete a la oficina Luis, ya sabes, más ayuda el que no estorba… –menciona mi esposa con una sonrisa forzada, no queriendo dar a delatarse frente a los camareros, quienes, sospecho, que ya se dieron cuenta de cómo es nuestra relación.

Bien, como quieras. Solo quería ayudarte para que no tuvieras que estar caminando de un lado a otro. Te recuerdo que tienes ocho meses –señalo con tranquilidad.

Estoy tratando de ser consiente que es la madre de mi hijo, pero con Ana… simplemente a veces es mejor darse por vencido.

Estoy bien. Vete –dice haciendo un ademan con la mano.

Suspiro y me doy media vuelta, dirigiéndome directamente a mi reconfortante oficina.

Al llegar, el lugar de sentarme en la silla de cuero que se encuentra detrás del escritorio, me siento en el sillón pequeño que esta situado justo al lado de mi no tan pequeña biblioteca.

Me quedo ahí, pensando en todo lo que ha sucedido últimamente, sin embargo mi cabeza no da para otra cosa que no sea volver una y otra vez a Cassandra.

Solo de recordar lo que me hiso hace tres días…

Me ha dejado aturdido, no esperaba que se comportara de esa manera tan… Definitivamente todo, menos tímida, como normalmente es.

Habíamos llegado al departamento, hablamos por media hora sobre su día, que a pesar ser el típico día de una adolescente, me dio gusto escuchar. Quizás solo fuera porque me interesa ella, o porque me gusta cuando su boca se mueve al gesticular. Una vez pasamos a los besos, rápidamente nos pusimos en los preliminares, que resulto siendo mucho más que eso. A Cassandra, se le ocurrió darme la mejor felación que me han dado en mi puta existencia. Fue rápida y algo violenta y no pude evitar venirme dentro de su linda boca de fresa, solo para que después a los segundos, me la follara lentamente en la cama.

Para variar un poco, decidí quedarme con ella en la cama a retozar un poco y hablamos sobre el nombre que le pondré a mi hijo. Al principio me puse nervioso, pero no creo que su pregunta tuviera otra finalidad más que la de ser curiosa.

Temí por un segundo que se hubiera dado cuenta que estoy casado y que mi esposa, Ana, esta embarazada, y peor aún, a punto de dar a luz.

Para mi suerte, eso no sucedió, y simplemente se limitó a saber mi respuesta.

Me gusto sentir sus caricias después del sexo, pero luego el remordimiento llego y no pudimos seguir hablando; de todas formas, siempre guardare ese recuerdo y espero que pase nuevamente.

Doctor Callahan –saludo cortésmente a uno de los mayores “benefactores” del partido.

Senador Borgia, es un placer haber sido invitado por usted y su hermosa esposa a esta velada –responde él.

El placer es nuestro –interviene Ana.

Hemos estado saludando a todos desde que comenzaron a hacerse presente los invitados.

Todas las personas que invitamos han asistido.

La sala ha sido modificada completamente para crear un espacio más abierto, y hemos reemplazado el comedor que teníamos, para uno que albergue a las veinte personas que somos.

Después de un rato de hablar con el doctor Callahan sobre trabajo –que es el único tema de conversación que se toca en estas reuniones–, seguimos saludando a otros invitados que acaban de llegar.

Doctor García –le extiendo mi mano al director del centro psiquiátrico público, que justo en donde esta Graciela.

Senador Borgia, gracias por invitarnos a esta agradable reunión –sonríe agradablemente.

García, tiene unos ojos azules que me recuerdan a los de Cassandra, es exactamente del mismo color.

Ella es mi esposa, Ana –sigo la educación que me han enseñado y hago la respectiva presentación.

Un gusto señora –le da un rápido apretón de manos y una sonrisa mediana. Ana contesta de la misma manera. Lo siguiente que sucede, me hela la sangre–. Esta es mi hija, Cassandra –saca a una pequeña rubia de su espalda. A mi ángel.

Ella se queda quieta, mirando el vientre de Ana, pero rápidamente García le da un codazo en las costillas apenas perceptible.

Cassandra sonríe como si nada ocurriera, siendo una persona totalmente distinta a la que yo conozco. Parece… más adulta, más fría, menos ángel y más descarada.

Habla como toda una adulta acostumbrada a pasar en estas fiestas.

Yo no salgo de mi asombro. Se ha transformado en una persona totalmente diferente a la que veo, y eso hace que un escalofrío espantoso recorra cada una de las partes de mi cuerpo.

¡¿Qué le he hecho?!

Toda la noche paso observándola disimuladamente, y lo único que veo es una careta, una ilusión increíble de lo que ella es. Es como si su alma se escondiera dentro de ella y se negara a reflejarse en su actitud.

Por un momento al terminar la noche, la miro bajar la guardia, y lo que miro, me hace arrepentirme de todo lo malo que le he hecho, de haber sido un patán idiota que se aprovechó de una adolescente dejada y olvidada por todos, incluso por su padre.

No lo puedo creer. En retrospectiva, no puedo creer todo lo que he hecho y sentido, pero “no poderlo evitar” no es una excusa razonable.

Tampoco quiero alejarme de ella, quiero enmendar todo, no puedo dejar esto así.

Paso todo la madrugada pensando en que decirle cuando la llame en la mañana, pensando en cómo recuperarla.

Tengo que hablar con ella y decirle todo lo que siento, lo que me hace… No hay otra forma para explicarme. Y solo hasta que ella me escuche dejare que ella decida qué hacer con la relación; si ella quiere romper conmigo, lo aceptare, pero de lo contrario hare de todo para que nunca se vaya de mi lado, para hacer el hombre que ella merece y eso implica que dejare a Ana, que dejare de ser político… Nada de eso me importa, solo me importa ella.

Sin embargo, espero que Ana se comporte y pueda dejarme visitar a mi hijo sin necesidad de hacer un escándalo judicial. A pesar de que no ha nacido Luis Jr., ya lo amo; es mi hijo, no podría ser de otra manera.

Por ahora, lo primero que tengo que hacer es hablar con Cassandra y explicarme lo mejor posible.