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¿Y cómo has estado Graciela? –le pregunto a mi vieja amiga de la infancia.

Graciela se limita solamente a verme.

Desde que la asaltaron hace unos seis meses ha estado paralizada como una estatua, no habla ni hace mayor cosa. A Graciela la quisieron asaltar, pero eso no fue lo que la traumo, sino ver como su asaltante mataba a una anciana que estaba junto a ella y a la que también estaba robándole.

Según informes policiacos, las dos iban caminando a la par cuando un sujeto con pasamontañas las empujo hacia un callejón oscuro y ahí las intento asaltar, el problema comenzó cuando la anciana se resistió al sujeto y él la apuñalo dos veces en el abdomen. Para suerte de Graciela, la policía andaba cerca y escucho su grito de horror al ver a la vieja desangrarse, por lo que el ladrón/asesino, huyo del lugar. La pobre mujer murió al instante dado que su hígado y su pulmón izquierdo fueron perforados.

Los agentes detuvieron al delincuente pero Graciela jamás volvió a ser la misma y la tuvieron que recluir en este lugar infernal.

¿Sabes, acabo de ver a una niña muy linda? Más que linda –le cuento.

Era mi vecina de niña y siempre hemos sido bien amigos. Fue la única que me dijo que no me casara con Ana si no la quería. Debía haberle hecho caso, no la soporto y peor ahora que se ha vuelto más histérica por el embarazo. No sé cómo soportare estos siete meses restantes.

Todo por quererle hacer caso a mi padre, como de costumbre.

¿Y tú, no has visto de casualidad a un enfermero sexy que te atraiga? –pregunto con picardía.

Graciela solo me mira de esa forma tan imperturbable que tiene, parece que no existe nadie dentro de su cabeza. Ese criminal se llevó más que su habla; se la llevo a ella.

Me levanto no sabiendo que más hacer.

He venido prácticamente desde que la internaron, es mi mejor amiga y seguirá siéndolo a pesar de estar en una clínica psiquiátrica pública.

Siempre vengo y le cuento como sigue su familia, con la que de vez en cuando hablo, o a veces solo le cuento como ha estado mi día.

Le beso la frente y me voy del cuarto nuevo en el que la han puesto. Anteriormente estaba en el ala de “pacientes temporales”, le cambiaron a este cuando se dieron cuenta que su estancia en esta clínica no sería de carácter temporal.

Sus padres no pierden la esperanza de que algún día reaccionara, ni tampoco lo hago yo.

Nos vemos dentro de unos días –me despido antes de salir de su cuarto.

Me quedo pensando por un minuto y algo dentro de mí, me impulsa a salir corriendo hasta mi casa y buscar algo más juvenil que ponerme. Tendré 27 años, pero a veces aparento tener menos edad cuando me veo un poco menos formal.

Al llegar me encuentro que Ana esta durmiendo de forma ridícula. Tiene la mano fuera de la cama y la boca abierta babeando toda la almohada. Los pies lo tiene fuera de la cama, como si fuera lo suficientemente alta como para no caber dentro de los dos metros que mide la cama.

Con cuidado de no despertarla entro al cuarto y me cambio por algo más casual y hasta me despeino un poco.

¡¿Qué estoy haciendo?!

¡Esto es simplemente absurdo!

¿Por qué si quiera me importa si me veo de mi edad o más joven?

¿Qué estoy haciendo tratándome de ver ideal para una niña que bien podría ser mi hija?

Nada en mi comportamiento es apropiado y aun de esa manera, no puedo detenerme, es como si una fuerza invisible me estuviera moviendo. No es nada razonable la actitud que estoy tomando.

¡Es una niña! –me repito cuando estoy conduciendo mi auto directo a la biblioteca.

No debería hacer esto.

A parte de inmoral, seguro que es acoso.

Soy un hombre adulto que no debía si quiera haberse fijado en una niña a la que ni siquiera puedo decir que le llevo 10. Si mis sospechas son ciertas, ella ha de tener un máximo de 16 años, y eso da una diferencia de 11 años como mínimo.

Sin darme cuenta, ya me encuentro dentro de la biblioteca y he tomado un libro y sentado en una mesa en donde puedo ver casi todo el pequeño lugar.

A lo lejos, logro divisar a la pequeña rubia, Cassandra.

Todavía trae puesto su uniforme y me embriago con esa fantasía de la que cualquier hombre ha padecido. Su falda no es corta, pero sus piernas níveas se dejan ver levemente.

Quisiera poder despojarla de ese uniforme y hacerla gemir mi nombre hasta ya no tener más fuerzas.

Se levanta de la mesa en la que ha estado sentada desde que entre a la biblioteca y cruza todo el local para quedar justo frente a mí. Busca en un estante, pero suspira cuando ve que el libro que busca esta más arriba de lo que su pequeña estatura puede alcanzar.

Por un momento se queda viendo la estantería con odio, uno que parece dulce y hasta cierto punto me causa chiste su cara de enojo. Definitivamente en ella todo es bondad, no me cabe ni la menor duda de ello.

No la conozco, pero no puedo evitar dejar de compararla con la insípida de Ana.

No es que no le tenga cariño a mi esposa, pero el cariño no equivale al amor, y el amor es el único que soporta ver como una mujer te quita todo lo único que has amado en tu vida, y me refiero a mi libertad sexual. Era la única cosa que mi padre no me controlaba del todo. Claro, no es como que podía acostarme con medio mundo, pero en la intimidad podía hacer lo que fuera sin que los medios se dieran cuenta de ello, pero ahora con Ana… las cosas han cambiado mucho; si llego a tener sexo con ella una vez a la semana es mucho, lo que es deprimente.

Nunca le he sido infiel a mi esposa, pero comienzo a replantarme esa idea de fidelidad.

¿Cómo se le puede ser fiel a una persona por lo que dice un papel, un contrato?

¿Qué obligación moral impide que yo no busque en otro lugar lo que no puedo tener con ella? Y no me refiero al sexo, sino a ese sentimiento denominado amor.

¿Por qué solo por proteger mi carrera no puedo soñar con una vida diferente, con una persona que no este solo conmigo por obligación hacia nuestros padres?

¿Será mi hijo suficiente motivo para mantener este matrimonio que nunca tuvo que ser?

Echarle la culpa a mi hijo de seguir con Ana sería un error, sobre todo cuando la posibilidad del divorcio no existe en mi vida, al menos no si quiero seguir siendo político, uno respetado.

La miro fijamente cuando trata de alcanzar el libro, poniéndose de putitas y estirándose lo más que puede, aun así parece que no es lo suficiente.

Me da ganas de ir a ayudarla de inmediato, pero cuando veo que parte de su plano abdomen salta a la vista, me detengo.

Sacudo la cabeza.

Nada esta bien conmigo.

Por un momento me permito fantasear y me imagino que no tengo ningún tipo de ataduras. No tengo mi edad, no tengo ninguna edad ni ella tampoco. No soy un pedófilo frente a la sociedad solo un hombre que se ha fijado en una mujer. No es una niña que desde lo lejos se le nota que esta necesitada de atención. No estoy casado. No hay uno y mil impedimentos que no me permitan acercarme a ella.

Me levanto como si tuviera un resorte en el trasero y decido que nada de eso existe si yo no quiero que exista.

Si ella acepta tener aunque sea una conversación conmigo, será porque ella así lo desea, no la obligare, pero no por eso dejare de intentarlo.

¿Te ayudo? –le pregunto utilizando mi mejor sonrisa encantadora, con la que me he robado el aliento de muchas mujeres.

Por favor –dice mordiéndose ligeramente el labio–, no lo alcanzo y de verdad lo necesito.

Asiento y le alcanzo el libro.

Gracias –sonríe agradecida.

Espera –le digo antes de que se voltee y se vaya–, si quieres te puedo ayudar con lo tu tarea, se mucho sobre política –le digo al ver que el libro que le he bajado es sobre la teoría del Estado.

Se queda pensando y me ve fijamente.

Por su mirada puedo percibir que no tiene ni idea de lo que estoy haciendo.

¡Tan ingenua!

Eso se me torna terriblemente sexy.

Esta bien, me encantaría para variar un poco de ayuda –sonríe nuevamente sin darse cuenta que no es por quererla ayudar.

Con gusto lo hago –menciono–. He estudiado mucho sobre la teoría del Estado, y sobre todo me sé ese autor.

Me ve con simpatía, pero no logro observar ni un solo rasgos de emoción sexual sobre ella.

¿Será la edad? ¿O simplemente es que ella no ve atractivo para una joven de su edad?

Va a ser un poco más difícil de lo que previne.

Nos vamos a sentar juntos a la mesa en donde se encontraba, llevándome conmigo el libro que había estar fingiendo leer.

…y prácticamente eso es de lo que se trata la polarización entre los partidos políticos –termino de responderle la última pregunta del cuestionario que le han dejado en el colegio.

Termina de escribir y mete sus cosas en su mochila.

Muchas gracias, no tienes ni idea el favor que me acabas de hacer al ayudarme, estaba un poco perdida con todo esto. Yo ni siquiera veo noticias como para tener una grisma de idea sobre estos temas –hace una mueca de disgusto.

¿Qué te parece entonces si como recompensa por ayudarte y para que te tranquilices vamos a tomarnos un helado? –propongo.

No me entusiasma la idea de salir con ella a comer a ninguna parte, cualquiera me podría reconocer, pero tampoco puedo correr y llevármela directamente a un hotel.

Creo que es muy tarde para mí –se queda viendo su reloj pulsera–, mi padre se va a molestar sino llego a mi casa a tiempo.

Entiendo, ¿pero qué tal si lo dejamos para mañana? –no suelto el dedo del renglón.

No sé qué tan buena idea sea que me junte con un adulto. No me has dicho tu edad, pero sé que eres mayor y…

Se queda pensativa sin saber que decir o hacer. Es mi oportunidad para convencerla.

¿Sabes? Eres una jovencita muy bonita, de verdad –tomo su mano derecha con mis manos–, y jamás me atrevería a hacer algo que no estuviera bien. Comprendo tu preocupación al estar con un hombre mayor, pero –le acomodo un mechón que se le acaba de escapar de su coleta de lado–, veme como tu amigo, un caballero que se interesa por tu bienestar.

La miro fijamente mientras con mi mano izquierda le acaricio la suya.

Sus ojos se han perdido, y su mente divaga.

Lo ha comenzado a reconsiderar. Observa mi rostro, y parece que acaba de caer.

Puede que parte de su interés sea porque por primera vez alguien no le esta dando la espalda como lo ha hecho su padre hace unas horas. Soy capaz de reconocer cuando hay una persona a la que todos los demás la han dejado olvidada, sus actitudes son diferentes, más retraídas. Y Cassandra, entra dentro de esas personas.

Es una lástima por ella, pero una bendición para mí.

Ok –se limita a decir, prendada por mi mirada.

Beso su mano y agradezco que la biblioteca este vaciá.