La realidad son siempre los otros. Aun los del otro lado de la página. Sobre todo los del otro lado. Nunca me reconozco ni en los espejos ni en foto. Hay una imagen ideal mía que no aparece por ninguna parte. Quisiera verme como me ven, pero eso, lo reconozco, es perfectamente imposible. Donde dije perfectamente, podría decir imperfectamente. No me veo, me ven los otros.
Decidí cortarme el pelo. Al cero, casi al rape. ¿Era ésta una forma inversa de soltarme la melena? Ahora, sentado en mi balance, miraba la televisión. El hombre más viejo del mundo recomendaba fumar cigarros, puros, habanos. Le hice caso y dejé de fumar cigarrillos. LM, Marlboros, Camels. ¡No más pitillos! Entonces, mi mujer vino a sentarse a mi lado para cogerme una mano entre las suyas. La dejé hacer. Después del viejo más viejo del mundo, vinieron los músicos. María Teresa Vera a cantar «Veinte años», acompañada por Lorenzo Hierrezuelo, que era el primo en la guitarra pero el segundo en la voz: el cantante haciendo siempre de segundo.
Qué te importa que te ame
si tú no me quieres ya.
El tiempo que ya ha pasado
no se puede recobrar.