6 NACIDA PARA AMAR

 

 

Al final de la escalera hay un precipicio. Manolo viene, me empuja. Caigo sobre un toldo, me mira desde arriba. Porfirio lo agarra y lo lanza contra el suelo. Suelta una soga y escalo por ella. Se quita la piel descubriendo una cara de cocodrilo. Me despierto sobresaltada. El cucú del salón canta las diez. Recuerdo que había quedado. Me arreglo en cinco minutos y aviso al abuelo que volveré por la tarde.

Estoy llegando a la Plaza Mayor y siento que alguien me coge de la pantorrilla y me vuelvo dando un grito.

–¡Cuántas ganas tenía de verte! –me dice Mara y y me da un abrazo.

–¡Y yo a ti!

La veo muy cambiada, lleva el pelo violeta, corto como un hombre y un gran flequillo le tapa un ojo. Nos abrazamos de nuevo y nos cruzamos preguntas a la vez. Le va de maravilla y me dice que si encontré trabajo. Le comento que no y que me apunté a un taller de escritura.

–¡Genial! Te gustaba escribir... ¿Y de amores qué?

–De eso regular tirando a mal, pero he conocido a un hombre que me gusta –le digo, aunque dudo si en realidad es un hombre.

–¡Ah, sí, cuenta, cuenta!

–Me está volviendo loca, hasta alucino.

–Chica, qué fuerte. Me lo tienes que contar con detalle. 

–Pero vamos a desayunar unos churros, ¿no?

Por el camino me cuenta que tiene novio y que ayer le regaló una amatista preciosa que es la mitad de otra que guarda él. Yo le hablo de Porfirio. Entramos en una cafetería cercana, me deja pasar primero, y al volver la cabeza hacia la calle veo a Manolo a unos metros de nosotras.

–¿Qué ocurre? Te has puesto muy seria –me dice Mara.

–No te vuelvas, pero ahí está Manolo.

–¿Manolo? ¿Qué hace aquí? –me susurra. Nos sentamos en una mesa junto a la ventana.

–Ahora se ha ido... Pues según él, por mí. Supongo que tu madre le comentaría que me vio.

–Tía, qué miedo... Y mi madre no sabe estarse callada, mira que se lo advertí que no querrías que lo supiera... No sé si contártelo pero he escuchado un rumor sobre él.

–¿Qué rumor?

–No sé, es que es muy fuerte, tampoco estoy segura... Háblame de ese profesor, parece interesante.

–Me lo tienes que contar, Mara.

Se retira el flequillo y me mira fijamente. El camarero nos pregunta qué vamos a tomar y nos lo sirve, dos chocolates con churros. Mara remueve el chocolate con la cuchara.

–El día que tu madre falleció... –me mira ladeando la boca– ...vieron a Manolo...

–¿Dónde?

–...saliendo del portal, dicen que no fue un accidente.

–¿Quieres decir que él la empujó?

–Solo sé que lo vieron salir del portal de tu madre, lo demás son elucubraciones... No creo que fuera capaz de hacerlo.

–Mara, ya lo había pensado, y es capaz, lo es...

–Creo que no tenía que haberte contado nada, ¡y si no fue él!

–Lo conozco, y conocía muy bien a mi madre, no se suicidó.

–Si estás tan segura, sería mejor que lo denunciaras.

–Pero no tengo pruebas, ¿qué le digo a la policía?

–Además, no quiero asustarte pero podría hacerte daño.

–Me lo hizo, ¿por qué crees que me vine sin despedirme?

–Se oían gritos, creí que eran discusiones fuertes pero nada más. Tú nunca me contaste nada...

–¿Para qué hubiera servido?

–Podía haberte ayudado, no tenía ni idea. Adriana, tenemos que ir a la policía.

–A ver qué pasa, si se va prefiero olvidarme de todo esto.

–¿Pero y si no se va?, y si...

–Mara, hablemos de otra cosa.

–Está bien... ¿Y ese profesor te produce alucinaciones, de qué tipo? –y sonríe maliciosa.

–Si te lo cuento, vas a pensar que estoy loca.

–¡Jamás pensaré eso de ti! –le explico lo que ocurrió en  Absenta, y que dudo que sean alucinaciones– Adriana, lo que te pasó es que pillaste una cogorza de mil demonios.

–Es que fue muy real.

–Adriana, ¿te has vuelto loca?

–Lo ves, no tenía que habértelo dicho.

–Ese no te está sentando bien, yo de ti no volvía a esas clases.

–Lo he pensado, aunque no quiero dejar de verle.

–Tienes que presentármelo, mi ojo clínico nunca falla.

Pasamos el día viendo tiendas, tras el almuerzo vamos al cine a ver Mujeres al borde de un ataque de nervios, pienso que el título define mi estado. Me acompaña a casa y le presento al abuelo, se caen muy bien mutuamente. Nos cuenta que la habitación que tiene alquilada en Serrano es muy mona pero que ella no está a gusto con la casera. El abuelo le dice que tenemos una habitación libre que si quiere puede venirse a vivir con nosotros. Ella se lo agradece y comenta que le pagaría una mensualidad. El abuelo niega rotundo.

–He vivido muy solo estos últimos años y teneros a las dos aquí, es una alegría. Piénsalo y si quieres, te vienes.

–Lo pensaré, aunque me parece un abuso –dice ella.

–De abuso nada, me hago la idea de que tengo dos nietas...

Mara se marcha, el reloj de cuco marca las 7 de la tarde y suena el teléfono, contesto, es Porfirio.

Hola, cómo estás, anoche me quedé preocupado.

–Ya mejor, gracias. Sería la Absenta, supongo.

–Me alegro. Entonces todo va bien, ¿no?

–Todo no.

–Cuéntame... ¿Te ocurre algo?

–Es que tendría que explicarte muchas cosas...

–No importa, tengo todo el tiempo del mundo.

–Hace meses abandoné a mi marido y ahora ha venido a Madrid.

–No tenía noticia de que estuvieras casada... ¿Y vuelves con él?

–Todo lo contrario, le aborrezco.

–Pues mándalo al carajo. ¿Qué problema hay?

–Que es un pesado.

–Si te molesta te recomiendo que lo denuncies.

–No sé qué hacer.

–Si quieres ven el miércoles antes de la clase y hablamos, ¿vale?

–Vale, espero que se vaya pronto y me deje en paz.

–Ojalá. Pero si me necesitas, en mí siempre tendrás un amigo.

–Te lo agradezco.

–A ti. Si estás agobiada, escríbelo, es una buena terapia.

–De acuerdo, a ver si me inspiro.

–Hasta el miércoles, cuídate.

 

Doy saltos de alegría, el abuelo pone la televisión y me pregunta si hablaba con ese profesor del nombre tan raro, que me ve muy contenta. Le digo que sí, pero que a veces siento que me estoy volviendo loca.

–El que más y el que menos andamos un poco pillados, niña, si no es por una cosa es por otra, los cuerdos no existen. Tú eres muy lúcida y coherente. Los años amansan pero yo también tengo mis cosas.

Si el abuelo supiera de mis alucinaciones, se llevaría un chasco conmigo. Vemos el concurso de Eurovisión, Nina representa a España. Dice el abuelo que tiene una sonrisa parecida a la mía, y recuerdo la de Porfirio tan fresca, y que anoche me regaló un volumen de “Secreto Sideral”. Voy a mi habitación y me tumbo a hojearlo.

En la primera página, hay una dedicatoria: “A mi mujer”. El corazón me da un vuelco, si no está casado, ¿quién será ella? Me emociono pensando si pudiera ser yo, pero razonablemente es imposible. Salto algunos cuentos y me detengo en uno que me atrae su título, “Otro amor es posible”, y su autor es Porfirio Lunati. ¿Un alumno con su mismo nombre, no será él? Lo leo entusiamada pensando que pueda ser un relato suyo y me gusta, trata de seres extraterrestres. Distingue grados de inteligencia, humana y de seres más evolucionados. El protagonista al que llama “Lupo TD”, procede de Orión y su raza no necesita aparatos para volar, y construyeron una ciudad entre las nubes, un Olimpo, invisible, confundiéndose con un trozo de cielo. Gozan de un máximo progreso en medicina, que les proporciona una vida eterna a base de implantes de órganos y tejidos que se reparan antes de que se atrofien. A pesar de su avanzada tecnología, estos seres pueden sentir emociones parecidas a las humanas, como el cariño y la pasión. Lupo TD que conserva esta sensibilidad intacta, se sintió muy atraído por una mujer en el pasado remoto. Y trazó un plan para mejorar su vida: a través de sugestión guiaría a su tribu hacia unos prados cercanos donde encontraran alimento abundante cerca de un lago cristalino. Allí su estimada criatura, podría encontrar un cazador y formaría un hogar en una acogedora caverna. Pero la vida continuaba siendo difícil, y sugirió al clan que crease la rueda para hacerle más ligeros los traslados, y les animó a sembrar la Tierra, para que no les faltase alimento y les hizo la vida más sencilla. Aunque estaba prohibido acercarse a los humanos, Lupo TD descendió a conocerla y formó parte de su clan como un cazador de mamuts, y cuando murió, la congeló hasta que logró recomponerla.

 

Pensar que Porfirio pudiera ser parecido a Lupo TD, y que haya escrito esa historia, despierta mi imaginación y me emociona, por otro lado siento que me estoy volviendo loca, que debo borrar esa idea de mi mente; que es imposible que Absenta sea real, y yo, la mujer a la que dedicó este libro.