Capítulo 24
Cuando Benson salió aquella noche de Stiltley Manor para entrevistarse con su compinche, la oscuridad era completa. Debido a ella y a un nerviosismo que era incapaz de dominar no se dio cuenta de que era seguido por una sombra desde que se internó en la carretera.
Aquel día el misterioso conductor no acudió tan puntualmente a la cita. Cuando Benson se vio finalmente sentado a su lado, le recriminó agriamente por su falta de puntualidad.
—Es que he tenido un pinchazo, —se excusó el otro—. ¿Has averiguado por fin algo?
Benson asintió.
—Sí, —dijo brevemente—. El gnomo está en una villa llamada «Averstream» a orillas del río en Goring.
—¿Estás seguro?, exclamó su interlocutor pegando un brinco. Afortunadamente para ellos, aquella noche el automóvil estaba parado.
—Segurísimo, —repuso Benson—. Hailsham fue tan idiota que se lo comunicó a Blake por teléfono desde casa.
—¿Que telefoneó a Blake? ¿Pues no está ese diablo de detective en Stiltley Manor?
—No; hasta mañana por la mañana estará en Londres con su ayudante, y Hailsham no hará nada hasta que regrese. Tienes por lo tanto el campo libre. No tienes más que localizar el sitio, coger el gnomo y largarte.
—Me parece demasiado sencillo todo, —murmuró el desconocido—. ¿No será una trampa?
—¡Qué disparate!, —exclamó Benson impaciente—. Blake ha ido a Londres en busca de no sé qué pruebas, y el estúpido del superintendente es incapaz de hacer nada solo.
—¿Supongo que Pollos le habrá seguido?, gruñó el desconocido.
—No lo sé; no lo he visto, pero no importa. Pollock nos ha prestado bastante servicio asegurándonos que en el segundo gnomo no hallaron nada. Es indudable, por lo tanto, que el dinero está en el tercero.
—Pronto dejará de estar allí.
—¿A qué hora darás el golpe?
—Entre doce y una, —contestó ti conductor tras ligera pausa—. Podremos reunimos aquí mismo en Whitchurch. En Londres nos separaremos después de entregarte tu parte, y… ¡cada uno a vivir su vida! A Pollock ya le pagará su abuela, si la tiene.
—Entonces hasta las dos de la madrugada aquí, ¿conforme?
—¡Conforme!
Los dos compinches firmaron su trato con un enérgico apretón de manos y pocos minutos después partían ambos, cada upo en su dirección, Benson andando y el otro en coche.
La sombra que venía siguiendo al mayordomo desde Stiltley Manor y que no le había perdido de vista, emprendió también la marcha en su persecución.
Completamente ajeno a su presencia, Thomas Seltwich, alias Benson, avanzaba por la carretera de excelente humor y muy satisfecho de sí mismo. Sus negocios iban viento en popa y nuestro hombre iba haciendo castillos en el aire. Desgraciadamente, no sabía él lo pronto que se iban a venir abajo.
Iba a entrar por la gran portalada que daba acceso a la finca de sir Robert, cuando oyó un pitido. Casi inmediatamente y antes de que tuviera tiempo de ponerse en guardia, un potente foco dé luz le cegó, y una mano de hierro le cogió por el hombro.
—¡Quedas detenido, Benson!, —dijo la voz del superintendente Hailsham—. Y no te muevas o te costará caro.
—¿Qué significa esto?, preguntó el mayordomo, y su voz temblaba un poco, pese a sus esfuerzos por dominarse.
—Significa que estás detenido como supuesto cómplice en el asesinato de Norman Cassell, Arthur Warrender y James Bannister, contestó Hailsham.
—¡Es una equivocación lamentable!, —exclamó Benson—. ¡Yo no soy culpable! ¡Todo es mentira!
Pero de nada le valieron sus gritos, protestas y razonamientos: Ya, le había esposado el sargento Cripps que acompañaba a Hailsham, cuando Tinker se aproximó al grupo.
—¿Supongo que es éste nuestro pájaro?, preguntó el superintendente.
—Sí, —contestó el joven que era la sombra que no había perdido a Benson de vista desde que salió de Stiltley Manor—. Este es el cómplice de nuestro desconocido.
Las últimas esperanzas del mayordomo se derrumbaron como un castillo de naipes al reconocer al joven.
—Pero ¿no estaba usted en Londres con el señor Blake?, murmuró.
—Nunca estamos donde se cree, —contestó Tinker irónico—. A poco de salir de aquí cambié de opinión y regresé. Y a propósito, —añadió volviéndose a Hailsham—; ahí, entre unas matas, encontrarán ustedes muy bien asegurado, a un individuo llamado Pollock. Es un detective particular y fue contratado por este pájaro para vigilar a Blake.
—¡Perfecto!, —aprobó Hailsham—. Ya no nos queda más que el pez gordo.
—Y ese caerá en nuestro poder antes de que amanezca el nuevo día, aseguró Tinker.
—¡Vámonos a la comisaría!
Recogieron al pobre Pollock, y emprendieron el camino del pueblo. Hasta aquel momento el plan expuesto por Blake a Hailsham y ejecutado con entusiasmo por todos, estaba dando magníficos resultados. El rápido viaje del detective y de su ayudante a Londres no había sido más que una estratagema encaminada a pescar al cómplice del asesino. Tinker se había quedado en los alrededores del palacio esperando su salida para seguirlo y apresarlo. La llamada telefónica de Hailsham formaba también parte de la estratagema. Por si el cómplice no salía de Stiltley Manor y avisaba por teléfono, Blake había interceptado la línea. Todas las precauciones estaban muy bien tomadas y gracias a ellas Benson había caído en la trampa. A Pollock ir sorprendió Tinker al apearse del coche, y había, cantado de plano.
Cuando el pequeño grupo llegó a la comisaría, Blake les estaba esperando allí.
—De modo que era Benson, —comentó—. No me sorprende. Bueno, ¿qué tienes que decir?
Pero el mayordomo no dijo nada Se negó a hacer 1a, más mínima manifestación, y se encerró en el mutismo más absoluto. Por el camino había pensado que mientras no detuvieran a su compinche, no podían probarle nada y en vista de ello no abrió, el pico.
Pollock, por su parte, protestó vehementemente por su detención, alegando que él no sabía qué clase de pájaro le había empleado; pero sus protestas no le valieron, y ambos fueron puestos a buen recaudo en los calabozos de la comisaría. Cuando los dos estuvieron encerrados, Sexton Blake se volvió a Hailsham.
—Ya es hora de que nos pongamos en movimiento, —dijo—. Ni Benson ni Pollock son interesantes; no son más que personajes secundarios. El verdadero culpable, el pez gordo acudirá seguramente esta noche a Goring. ¡Vamos a por él!