—Silencio, por favor. Iluminación... Cámaras... ¡Acción!
A Sabina, las conocidas palabras le sonaron a gloria. Era algo así como volver a casa, pensó en el momento de iniciar su primera escena con Jane. Estaba cansada y apenas había ensayado, pero la escena salió muy bien con sólo seis tomas.
—O sea que este año vas a estar preñada, ¿eh, Jess? —dijo Sabina en tono burlón—. A François le va a dar un ataque. ¿Le ha leído alguien el guión?
Jane sonrió con expresión divertida. Era una de las muchas novedades que les habían prometido para la siguiente temporada.
—¿Me quedaré con el niño? —le preguntó Jane a Mel.
—Eso pregúntaselo a Zack. Dependerá de él. No sabrá si elegir el imperio comercial o bien la mujer a la que ama y el hijo que ella espera. Ya lo sabréis la semana que viene, muchachos —contestó Mel entre las risas de los presentes.
Jane regresó a su camerino donde Zack estaba estudiando la siguiente escena.
—¿Qué tal ha ido?
—Bastante bien. ¿No sabes que este año quedaré embarazada?
—Qué interesante —dijo él, levantando los ojos del guión—. ¿Cómo está Sabina?
—Parece estar cansada. Se diría que lo ha pasado muy mal.
—¿Dijo qué ocurrió?
—No creo que lo cuente jamás —contestó Jane, sacudiendo la cabeza.
—Sobre su vida privada no dice nunca ni media palabra.
—A diferencia de lo que hacemos los demás.
Todo el mundo estaba al corriente de las relaciones entre ambos y de las de Gabby y Bill.
Jane abrió una lata de coca-cola y se sentó, exhalando un suspiro. Ella también estaba un poco cansada. Era duro reanudar el trabajo después de unas vacaciones tan largas. Además, en Nueva York aún hacía mucho calor, más que en Los Ángeles.
—¿Qué te parecen las novedades?
—Interesantes. Creo que conseguirán mantener muy altos los índices de aceptación.
Gabby le dispararía un tiro a Bill, pero no le mataría. Jane siempre temía que alguien fuera eliminado de la serie. Sin embargo, no parecía que eso fuera a ocurrir por el momento.
—Personalmente, el argumento me gusta bastante —dijo.
—Sí —convino Zack, tomando un sorbo de su coca-cola.
Se sentía completamente relajado. La víspera se habían pasado horas haciendo el amor.
—Eso me facilitará mucho las cosas —dijo Jane.
—¿A qué te refieres?
—Al embarazo.
—¿Qué embarazo? —preguntó Zack, sorprendiéndose del extraño brillo de los ojos de Jane.
—El de Jessica... y el mío... —contestó ella en voz baja.
Zack la miró sin comprender y, de repente, la asió por un brazo.
—¿Qué quieres decir?
Jane se puso nerviosa. La víspera se compró en secreto dos tests del embarazo en la farmacia aunque, en realidad, ya lo sabía.
—No sé cuándo fue. Creo que cuando estuvimos en Londres...
—¿Me estás diciendo...? ¿Quieres decir que...? ¡Oh, Dios mío! —exclamó Zack, levantándose de un salto y mirando, aturdido, a su alrededor—. ¿Estás embarazada?
Jane asintió en silencio y se llenó repentinamente de pánico. A lo mejor, Zack querría que se librara de él. Además, estaba la cuestión de la serie. Mel podía rescindirle el contrato por quedar embarazada sin haber contraído matrimonio.
—¿Cuándo lo supiste? —le preguntó Zack.
—Ayer —contestó Jane.
Temía la reacción de Zack y le temblaban los labios.
—¿Lo dices en serio?
Zack la miró sonriendo y la estrechó inesperadamente en sus brazos.
—Sí —contestó ella con los ojos llenos de lágrimas.
—Dios mío... —su sueño se había cumplido. Aún no era demasiado tarde para él. La miró como si acabara de obrar un milagro—. Dios mío, pero, ¿cuándo? Quiero decir cuándo nacerá.
—Creo que a finales de mayo o a principios de junio —era sólo una semana de retraso, pero ella lo sospechó en seguida. La regla sólo se le había retrasado tres veces en su vida, coincidiendo con sus tres embarazos anteriores—. Encajaría muy bien en el argumento, eso si Mel no me echa de la serie y si... Todo depende de ti, Zack.
En aquel instante, alguien llamó a la puerta y gritó:
—Sales en la próxima, Jane.
—Ahora mismo iré —contestó. Pero primero tenía que resolver un asunto con Zack—. ¿Qué quieres hacer?
—¿Bromeas acaso? Pues casarme y tener otros diez.
—¿Y si me rescinden el contrato? —preguntó Jane con los ojos húmedos de lágrimas.
Zack acababa de decir justo lo que ella deseaba escuchar.
—No lo harán. Pero, si lo hicieran, ¿qué? ¿No es eso mucho más importante?
No podía concebir que aquel hijo no fuera lo más importante para Jane. La serie era provisional, bien lo sabía ella por experiencia; en cambio, su vida en común podía durar hasta el fin de sus días, y el niño...
—Quiero tenerlo, Zack —dijo Jane, llorando en los brazos de su amante.
—Pues claro que sí. Nos casaremos en seguida y hablaremos con Mel. Puede que incluso le parezca útil para la serie.
—¿Estás seguro? —preguntó ella, riéndose entre lágrimas—. No quiero obligarte a nada. Los dos somos mayores de edad.
—No seas tonta —Zack se levantó; se sentía más hombre que nunca, y dijo, mirándola con dulzura: —Te quiero, Jane. ¿Estás segura de que tú me quieres a mí..., a pesar de todo?
—No hay ningún «a pesar de». Soy la mujer más feliz del mundo.
—¡Jane! —gritó alguien, aporreando la puerta.
—Voy ahora mismo —dijo Jane.
Luego besó de nuevo a Zack, y se quitó a toda prisa la ropa que llevaba puesta para ponerse la de la siguiente escena, mientras él la observaba, tratando de imaginar qué aspecto tendría de allí a seis meses. Zack le abrió la puerta y contempló su actuación en la escena. Cuando Jane abandonó el plató al cabo de cuatro tomas, la miró sonriendo y ambos regresaron al camerino hablando en voz baja.