CAPÍTULO 20

 

Al llegar la Nochevieja, Mel organizó una impresionante fiesta para los actores y los componentes del equipo de rodaje en la discoteca Le Club. Se lo pasaron de maravilla bebiendo champán, bailando toda la noche y entonando la popular melodía Auld Lang Syne al dar las doce campanadas. Mel abrazó y besó a Sabina en medio de los vítores de los presentes y después Sabina abrazó a Zack, que estaba bailando con Jane.

—Feliz Año Nuevo, amigo mío... Te deseo que sea un año maravilloso para ti. Que lo sea para todos.

Zack miró a Jane con una expresión entre dulce y amarga que ella no supo interpretar, mientras Sabina se lo llevaba. Jane besó a uno de los cámaras y después a Gabrielle. En aquel instante, se acercó el director y les felicitó el año con un beso. Casi nadie tenía pareja oficial, excepto Bill. Formaban una familia muy bien avenida, tal como quería Mel. Gabby se alegraba de no tener que tratar con Bill. Jane acudió a la fiesta acompañada de sus hijas. Las niñas había pasado unas vacaciones inolvidables y tenían que emprender viaje de regreso a Los Ángeles al día siguiente. Los actores y los miembros del equipo de rodaje de la serie aún tardarían dos semanas en regresar a la Costa Oeste.

Zack volvió a bailar con Jane, y la estrechó con fuerza entre sus brazos. Apenas se habían visto desde que él había regresado de la Costa porque Jane estaba muy ocupada con sus hijas y se habían introducido muchos cambios de última hora en los guiones. La fiesta terminó a las cuatro de la madrugada y todos regresaron a sus hoteles en unos autobuses de dos pisos alquilados por Mel. Zack se sentó al lado de Jane, y Mel y Sabina se acomodaron en el asiento posterior. Los componentes del reparto les veían juntos muy a menudo, pero nadie decía nada. Parecían hechos el uno para el otro. Cuando Zack dejó a Jane y a las niñas junto a la puerta de su habitación, Alyssa miró a su madre con una extraña expresión en los ojos.

—¿Estás enamorada de él, mamá?

—¿De quién? —preguntó Jane, ruborizándose—. ¿De Zack? Pues, claro que no. Sólo somos amigos.

Sin embargo, Alexandra tenía sus dudas. Vio la mirada de Zack y estaba un poco mosqueada, aunque el actor le inspiraba mucha simpatía. No obstante, tanto ella como su hermana opinaban que el más guapo de los dos era Bill.

Éste se encontraba en aquellos momentos borracho como una cuba en su habitación, tras haberse bebido toda una botella de whisky. La soledad y su preocupación por Sandy fueron superiores a sus fuerzas. Las niñas sufrieron una decepción porque habían deseado mucho verle. Alex se lo imaginaba esperándola a medianoche para darle un beso. Mel tenía razón, todas las adolescentes del mundo estarían pronto a sus pies.

Al día siguiente, Jane las acompañó al aeropuerto y se sintió sola cuando se fueron. Las volvería a ver al cabo de dos semanas, pero entonces Jack ya las habría predispuesto de nuevo en contra suya.

Sin embargo, confiaba en el beneficioso efecto del viaje. Se emocionaron mucho al conocer a Zack y a Bill y a la familia de Gabby, y tanto el rodaje propiamente dicho como las fiestas de Navidad y de Nochevieja constituyeron para ellas una agradable sorpresa. A pesar de todo, Jane echaba de menos la sólida vida de antaño, incluso con sus mentiras. Parecía todo tan normal y seguro. No lo era, claro, pero durante muchos años vivió engañada. Estaba recordando el pasado cuando Zack la llamó.

—¿Te apetece salir a dar un paseo?

En aquel instante nevaba un poco y la idea le encantó. Se puso un grueso abrigo, bajaron a la Madison Avenue y se detuvieron a contemplar los escaparates de las tiendas mientras hablaban de las niñas.

—Creo que el viaje les ha sentado bien.

—Son unas niñas encantadoras.

—Gracias. Tú no tienes hijos, ¿verdad, Zack?

—No —contestó él, sacudiendo la cabeza—. Siempre lo he lamentado un poco. Supongo que no debí encontrar a la mujer adecuada.

—Aún no es tarde —le dijo Jane, sonriendo.

—Quizá no —respondió Zack con expresión pensativa.

Pasearon un rato en silencio, sumidos en sus propios pensamientos. El comienzo de un nuevo año era un momento de reflexión en el que uno comparaba el pasado con el futuro que tenía por delante. El año recién estrenado les tenía reservadas a ambos varias cosas interesantes. La serie prometía ser muy buena y comentaron diversos pormenores de la misma tal como tenían por costumbre hacer.

—¿Te apetecería tomar unas copas en el Plaza? —le preguntó Zack a Jane mientras bajaban por la calle Cincuenta y Nueve en dirección a la Quinta Avenida. —Claro.

Tomaron unos ponches y, al salir a la calle, alquilaron un coche de caballos para dar una vuelta por el parque. Jane se apretujó contra él y se sorprendió de lo bien que se lo estaba pasando. De repente, Zack se volvió a mirarle y ella creyó ver en sus ojos unas lágrimas, causadas tal vez por el frío, pensó, pero no estaba muy segura de ello.

—Ojalá te hubiera conocido hace veinte o veinticinco años —dijo Zack, apretando con fuerza su mano enguantada.

El coche de alquiler les dejó en la misma puerta del Carlyle. Aquella noche, ambos cenaron en la habitación de Jane y ensayaron las escenas del día siguiente. Sin embargo, Jane pensaba en las palabras que él le había dicho poco antes.

—¿En qué pensabas en aquel momento, Jane? —le preguntó Zack, sentado a su lado en el sofá, como un viejo amigo.

Era como si Jane le conociera de toda la vida y le gustaban muchas cosas de él, su elegancia, su encanto, su consideración, su inteligencia, su amabilidad...

—Pensaba en lo amable y buen actor que eres y en la simpatía que te tengo.

—Yo también te la tengo a ti —dijo Zack mirándola a los ojos—. Te has convertido en alguien muy especial para mí.

A Jane le pareció que deseaba decirle algo más, pero Zack no lo hizo. En su lugar, empezó a hablar de sus compañeros. De Gabby, de Sabina y Mel y de Bill, que seguía tan intratable como siempre.

—Ojalá dejara en paz a Gabby. Se porta muy mal con ella.

—A veces, tengo la impresión de que está medio enamorado de ella —dijo Zack.

—¿De Gabby? —preguntó Jane, asombrada—. Pero si es muy duro con ella.

—Exactamente igual que un chiquillo. ¿Has visto alguna vez a un niño de nueve años enamorado de una niña? Va y le pega un puñetazo en el estómago. Después se larga convencido de haberle dicho algo muy importante, lo cual no deja en cierto modo de ser verdad.

—Eso se parece mucho a Bill, desde luego —dijo Jane, riéndose ante el símil—. ¿Crees que madurará alguna vez?

—Es posible.

—Gabby es una chica estupenda.

—Tú también —dijo Zack, levantándose del sofá y abrazándola con cariño antes de regresar a su habitación.

Jane se preguntó si alguna vez podría haber algo entre ellos. Alyssa tenía razón. Aquel hombre le gustaba mucho no sólo por su aspecto exterior, sino también por el interior. Lo mejor de Zack era lo que llevaba dentro. Jane se percató súbitamente de que se estaba enamorando de él.