SUMARIO

Desde los tiempos de Galileo, el progreso científico parece haber refutado la antigua idea de que la vida es un fenómeno fundamental de la naturaleza. Ha puesto de manifiesto la vasta escala del universo, en comparación con la biosfera terrestre. La biología moderna parece haber confirmado esa refutación al describir los procesos vitales en términos de replicantes moleculares, genes, cuyo comportamiento se rige por las mismas leyes de la física que son de aplicación a la materia inanimada. Sin embargo, la vida está asociada a un principio fundamental de la física —el principio de Turing—, puesto que es el medio por el que la realidad virtual fue originalmente realizada en la naturaleza. Asimismo y a pesar de las apariencias, la vida es un proceso importante en las escalas superiores tanto del tiempo como del espacio. El futuro comportamiento de la vida determinará el futuro comportamiento de las estrellas y las galaxias. Y la estructura regular de mayor escala, a lo largo y a lo ancho de los universos, sólo existe allí donde se ha desarrollado la materia portadora de conocimiento, como cerebros o genes constituidos por segmentos de ADN.

Esta conexión directa entre la teoría de la evolución y la teoría cuántica es, a mi entender, una de las más impresionantes e inesperadas de las múltiples conexiones entre estas dos vías. Otra de ellas es la existencia de una teoría cuántica de la calculabilidad que constituye la base de la teoría de la calculabilidad que conocemos. Dicha conexión es el tema del próximo capítulo.