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Asesinato
Jack bajó corriendo las escaleras. Atravesó el jardín de la puerta interior de la muralla, ahora desierto, donde encontró a Yamato y al resto de los estudiantes de la Niten Ichi Ryū de guardia.
—¿Dónde está tu padre? ¿Dónde está Masamoto? —preguntó Jack, sin aliento.
—Escolta al daimyo Takatomi a la fortaleza.
—¡Tenemos que detenerlo! —dijo Jack, tirando de Yamato.
—¡Pero nuestras órdenes son proteger la puerta! —protestó su amigo.
—Los ninjas están en la muralla interior y puede que ya hayan irrumpido en la fortaleza —explicó Jack apresuradamente—. Nuestro deber es proteger a tu padre y al daimyo Takatomi. ¿Eres ashigaru o samurái? ¡Vamos!
Agarrando su palo de bō, Yamato corrió detrás de Jack. Yamato miró el patio iluminado por la luna mientras corrían.
—No puedo ver a ningún ninja. ¿Cómo evitaron a los guardias de la muralla?
—Los guardias están todos muertos.
Cuando se acercaban a la entrada del dojo, unos samuráis armados con lanzas corrieron a detenerlos.
—¿Quién va? —preguntó el jefe de la guardia.
—Samuráis de la Niten Ichi Ryū —respondió Yamato—. Tenemos que hablar con Masamoto-sama.
—No puede entrar nadie.
—Pero este es el hijo de Masamoto-sama —insistió Jack.
—Nuestras órdenes son no dejar pasar a nadie. —La mano del guardia se dirigió a su espada.
—¡Pero puede que ya haya ninjas dentro!
—Imposible. El enemigo ni siquiera ha franqueado las murallas exteriores.
—¿Qué está pasando? —exigió una voz. Era el sensei Hosokawa.
—¡Sensei! —exclamó Jack, llamando frenéticamente a su maestro de esgrima.
—Dejadlos pasar —ordenó el maestro, y los guardias retrocedieron, reacios.
Jack y Yamato atravesaron las puertas y subieron los escalones hasta llegar junto al sensei Hosokawa.
—Tienes que advertir a Masamoto-sama. Hay… Masamoto bajaba las escaleras en ese mismo momento.
—¿Qué hacéis aquí vosotros dos? —preguntó—. ¿Por qué no estáis en vuestro puesto?
—El ataque ahí fuera es una distracción —farfulló Jack—. El daimyo Kamakura ha contratado ninjas para asesinar al Consejo.
—Lógico que Kamakura recurra a esas tácticas —gruñó Masamoto—. Sensei Hosokawa, informa a todas las patrullas y aposta un centinela en cada ventana. Dobla la guardia del Consejo en la sexta planta y…
—Es demasiado tarde para eso —dijo Jack—. Creo que ya están dentro.
—¿Estás seguro? —preguntó Masamoto, entornando los ojos.
Jack asintió furiosamente.
—Vi a varios ninjas y todos los guardias del parapeto estaban ya muertos antes de que pudieran dar la alarma. Masamoto no esperó a oír más.
—¡Vamos!
Se dio la vuelta y corrió escaleras arriba. Jack y Yamato corrieron tras él, mientras el sensei Hosokawa ladraba órdenes a los guardias. Recorrieron el pasillo, subieron otra escalera, dejaron atrás patrullas de samuráis y subieron hasta la sexta planta. Cuando los dos muchachos alcanzaron a Masamoto, ya estaba hablando con el jefe de los guardias.
—No, Masamoto-sama, todo está tranquilo —respondió el samurái—. Los daimyo y su alteza están a salvo en sus aposentos. He colocado guardias ante cada puerta.
—Organiza una búsqueda inmediata. Comenzad con la planta de su alteza Satoshi.
El guardia inclinó la cabeza y echó a correr.
—Empezaremos por este nivel —dijo Masamoto, dirigiéndose a Jack y Yamato—. El daimyo Takatomi es nuestra prioridad.
Corrieron por el pasillo y giraron a la derecha. El pasillo estaba oscuro y en sombras. Con todas las antorchas apagadas, la única luz procedía del suave resplandor de las velas que se filtraba por los ventanucos de la torre. El peligro parecía acechar en cada esquina oscura. Masamoto abría la marcha.
—Permaneced alerta —susurró—. La habitación del daimyo Takatomi está al fondo del pasillo siguiente.
Mientras corrían por el pasillo, una campana de alarma resonó en la cabeza de Jack. ¿No había dicho el samurái que había puesto guardias en cada puerta?
De repente, Jack resbaló en el suelo de madera pulida y aterrizó con un golpe. Masamoto giró sobre sus talones, las dos espadas preparadas.
—¡Te dije que estuvieras alerta! —susurró Masamoto, fulminándolo con la mirada.
Sin molestarse a esperar, siguió corriendo, seguido de cerca por Yamato. Mientras Jack se ponía en pie, su mano tocó algo húmedo y pegajoso. La palma se le había llenado de sangre. Siguió el rastro, brillante a la luz de la luna, hasta una pequeña puerta de madera. Cuando abrió el pestillo, cayó el cuerpo de un guardia, la garganta cortada exactamente igual que los centinelas de la muralla.
—¡Aquí atrás! —gritó Jack, tratando de controlar la sorpresa.
Masamoto y Yamato se dieron la vuelta en el acto y vieron el cadáver que colgaba de la puerta de la alacena. Regresaron corriendo por el pasillo mientras Jack deslizaba la shoji y entraba en otra habitación. Un hombre yacía en el suelo cubierto de tatami, con un gran charco de sangre manchando de rojo oscuro la fina paja entretejida.
—¡Daimyo Yukimura! —exclamó Masamoto, haciendo a Jack a un lado.
La shoji de la habitación contigua estaba entornada. Masamoto la abrió, solo para descubrir a un segundo miembro del Consejo tendido de bruces en el tatami, con un garrote en el cuello.
Al oír un grito de ayuda, los tres volvieron al pasillo y corrieron hacia el pasillo del daimyo Takatomi. Los dos guardias que estaban apostados ante la puerta yacían muertos. Masamoto irrumpió en la habitación.
Tres ninjas rodeaban al daimyo Takatomi, que yacía herido en el suelo, con un corte sangrante en el brazo derecho. Emi estaba a su lado, con un tantō en la mano, dispuesta a defender a su padre hasta el último aliento.
Masamoto atacó, abatiendo al primer ninja con su katana antes de que los asesinos tuvieran tiempo de reaccionar. El segundo ninja se abalanzó hacia el daimyo Takatomi con su espada, pero Masamoto paró el golpe con su wakizashi, desviando el ataque a su señor. El ninja retrocedió y atacó a Masamoto. Ambos atravesaron la pared hasta la habitación de al lado.
Aprovechando la oportunidad, el tercer ninja corrió hacia el daimyo Takatomi empuñando un tantō. Jack estaba demasiado lejos para detenerlo. Pero Yamato aprovechó la extensión de su palo. Cuando el asesino blandía el cuchillo ante el daimyo, golpeó rápidamente con el bō la muñeca del ninja. Hubo un crujido de hueso y el tantō voló de su mano, apenas a un palmo del sorprendido rostro del daimyo Takatomi.
La reacción del ninja, sin embargo, fue sorprendentemente rápida. Le dio una patada a Yamato en el pecho, haciéndolo volar hacia atrás. Tras echar mano al que llevaba a la espalda, el asesino corrió a empalar a Yamato con su hoja.
Jack saltó en defensa de su amigo. Al mismo tiempo, Emi enterró su cuchillo en la pierna del asesino.
El ninja gritó de dolor. Herido y en inferioridad numérica, huyó por la puerta.
—¡Tras él! —ordenó Masamoto, mientras atravesaba a su oponente con su katana.
Jack persiguió al asesino hasta el pasillo. El ninja dobló la esquina. Pero cuando Jack llegó al pasillo exterior, el asesino había desaparecido.
—¿Dónde ha ido? —dijo Yamato, alcanzando a Jack.
Jack escrutó las sombras, consciente de que el ninja podría estar oculto en cualquier hueco. Yamato entonces divisó una mancha de sangre en el alféizar de la ventana. Una de las planchas de madera de la ventana faltaba.
Jack se coló por la abertura. Más sangre salpicaba las losas del tejado.
—¿Sabes lo alto que estamos? —preguntó Yamato, pálido ante la idea de tener que perseguirlo.
Jack sabía que a su amigo le aterraban las alturas.
—Quédate aquí, por si algún otro ninja intenta escapar por este sitio.
Tras encontrar pie en un saliente, Jack salió al techo curvado. El suelo estaba muy lejos, un mar de negra tinta en la oscuridad. Aunque no temía a las alturas, sabía que un simple error produciría una caída fatal.
Más allá, el ninja avanzaba hacia la cresta donde se unían los tejados de la quinta y la sexta plantas. Agachado, Jack lo siguió. Cuando el ninja llegó al borde, vio que Jack lo seguía. Esta vez el asesino decidió luchar en vez de huir y sacó una cerbatana de su cinturón.
Jack advirtió que tenía unos segundos antes de que el ninja pudiera disparar. Sin otra opción, corrió por el tejado y se abalanzó contra el asesino. Chocaron, lo que obligó al ninja a soltar la cerbatana. Pero los dos empezaron a resbalar hacia los aleros, cada vez más rápido a medida que se acercaban. Jack intentó agarrarse a lo que pudiera. En el último momento, sus dedos encontraron asidero en uno de los remates ornamentales dorados y se aferró a él con todas sus fuerzas.
Pero el ninja continuó cayendo. Su muñeca rota le impedía agarrarse a nada. Resbaló por la pendiente y desapareció. Se produjo un momento de silencio, y luego un golpe lejano cuando el cuerpo alcanzó el suelo.
Tras auparse de nuevo hasta el borde, Jack dejó escapar un suspiro de alivio. En secreto, deseó que hubiera sido el ninja que había matado a Takuan.
De repente, hubo gritos desde arriba.
—¡Asesino!
—¡Salvad a su alteza!
Entonces una fuerte detonación, y de las ventanas superiores salió humo.
Un momento después, una negra figura encapuchada salió al tejado y corrió con la agilidad de un gato. Tras saltar al piso inferior, se abrió paso zigzagueando por los tejados del dojo.
Jack se puso en pie, desenvainó su katana y esperó. Por una vez, contaba con el elemento sorpresa a su favor. El ninja no esperaría encontrarse con un samurái en el tejado.