26
Zanshin
Era un caos total.
El dojo se convirtió en un campo de batalla cuando los combates se iniciaron por todo el Butokuden. Los estudiantes empezaron a golpear a su vecino más cercano. Todo el mundo era ahora un enemigo potencial.
El sensei Kyuzo había establecido un desafío sencillo pero brutal. Una lucha entre todos los samuráis del dojo. Se consideraba derrota cuando caías o te derribaban al suelo. La única regla era que no se podían utilizar armas.
Jack se agachó cuando un puñetazo de gancho salió de la nada. Contraatacó con un codazo en el estómago y dejó sin aliento a su atacante. Entonces agarró el brazo del otro y ejecutó un seoi nage. El golpe con el hombro lanzó al suelo a su oponente.
La muchacha gritó cuando se quedó sin aire.
—Lo siento —dijo Jack, advirtiendo que acababa de derribar a Cho, una de las mejores amigas de Emi. Pero claro, ella había intentado arrancarle la cabeza.
Jack vio a Akiko en el otro extremo del dojo, despachando sin esfuerzo a todos los que la desafiaban. Giró en el aire, ejecutando una patada trasera que envió a Renzo, uno de los jóvenes samuráis más duros de la clase, volando contra una columna. De repente, Jack sintió a alguien tras él. Se volvió y se enfrentó a Yori, que parecía aterrorizado.
—No te preocupes —dijo Jack, bajando la guardia—. No lucharé contigo.
—Por favor, tírame —suplicó Yori, mirando temeroso en dirección a Kazuki y su banda—. Al menos sé que tú no me harás daño.
Los cuatro se estaban abriendo paso entre sus oponentes y no se contenían. Usando su masa en su provecho, Nobu agarraba a un estudiante, y entonces Kazuki e Hiroto le golpeaban y lo derribaban al suelo mientras Goro les cubría las espaldas.
Jack comprendió. Cogió a Yori por la muñeca, ejecutando una ogoshi, y suavemente empujó con la cadera para arrojar al suelo a su pequeño amigo.
—Gracias —susurró Yori, fingiendo estar sin aliento para que el sensei Kyuzo no sospechara que había eludido la prueba.
Jack le hizo un guiño a su amigo y se preparó para el siguiente reto. A su lado, Yamato estaba enzarzado con la otra amiga de Emi, Kai. En cuanto vio a Jack, Kai se desentendió de Yamato y lo atacó a él.
Lo hizo con una cegadora combinación de patadas. Una patada frontal seguida de una circular, y luego una patada trasera, para acabar con una brutal patada lateral a las costillas. Jack se retiró rápidamente bajo el ataque. Pero, cuando Kai se dispuso a lanzar una patada lateral en gancho contra su cabeza, Jack se agachó. Reflejando el giro de la muchacha, ejecutó un barrido hacia el tobillo y Kai se desplomó al suelo.
—¡Kai te la tenía jurada! —dijo Yamato, la boca abierta de asombro ante su feroz ataque—. ¿Qué has hecho para molestarla?
—No lo sé —jadeó Jack—, pero tenemos que mantenernos unidos. De lo contrario, la banda de Kazuki ganará.
Al otro lado del dojo, Kazuki, Hiroto y Goro avanzaban hacia Akiko Acababan de enfrentarse a Saburo y Kiku. Esquivando a los demás estudiantes, Jack y Yamato corrieron para igualar la lucha. Al aproximarse, Jack vio a Nobu localizar a Takuan. Nobu había advertido que el muchacho nuevo no se hallaba en su elemento y estaba a punto de agarrarlo por atrás. Jack se sintió obligado a salvar a Takuan, a cambio de todas sus lecciones de equitación.
—¡Cuidado! —gritó, cargando ante Takuan y dando una patada frontal a Nobu en el estómago.
Nobu se apartó tambaleándose, aunque permaneció en pie.
—Gracias —dijo Takuan, inseguros ahora los dos sobre si deberían combatir el uno al otro o no.
Pero no tuvieron tiempo para pensárselo. Jack, distraído por su rescate, fue atacado inmediatamente por detrás.
El puñetazo en los riñones casi acabó con él en ese mismo instante, pero de algún modo consiguió permanecer en pie. Tambaleándose, alzó la guardia, pero una patada cegadora atravesó sus defensas y lo alcanzó de pleno en la cara. Casi sin sentido, Jack cayó de espaldas. Quien lo había atacado no se había contenido.
—¡Eso por utilizarme para entrar en el castillo de mi padre! —exclamó Emi.
—Y-yo… dije que lo sentía —tartamudeó Jack.
Permaneció allí sentado, aturdido, la vergüenza de su pasado intento por proteger el cuaderno de ruta volvía una vez más para acosarlo. No era extraño que Cho y Kai hubieran estado tan ansiosas por luchar con él. La hija del daimyo le guardaba un fuerte rencor. El incidente había sido hacía más de un año.
—Y yo que creí que te gustaba —dijo ella con un ronco susurro.
Emi vio a Takuan y le dirigió una sonrisa tímida. Takuan se quedó tan cautivado por ella que no reparó en Hiroto hasta que fue demasiado tarde. El muchacho le dio una patada en el estómago, haciéndolo doblarse. Un golpe con el antebrazo en la nunca lo hizo caer en el regazo de Jack.
Emi se enfadó.
—¡Deja a Takuan en paz! —gritó, golpeando a Hiroto en el pecho con la palma de la mano.
Sorprendido por lo súbito del ataque, Hiroto no estaba preparado para la tamoe nage, la llave de sacrificio al estómago. Emi lo agarró por las solapas de su gi y rodó hacia atrás. Jack y Takuan solo pudieron quedarse boquiabiertos mientras Emi lanzaba a Hiroto al aire y lo enviaba con estrépito al suelo del dojo.
Jack dio un respingo de compasión por Hiroto. El pie de Emi no se había plantado en el estómago de Hiroto, sino mucho, mucho más bajo. Hiroto se quedó rodando en el suelo, las manos entre las piernas, gimiendo con voz aguda.
Jack advirtió que había tenido suerte de escapar con una patada en la cara.
Emi se puso en pie de un salto y le dirigió a Takuan otra sonrisa recatada. Un momento después, fue derribada por Nobu, que cargó contra ella.
Jack, derrotado ya, contempló la sala para ver quién quedaba en pie Akiko acababa de zancadillear a Goro, rematándolo con un puñetazo en el estómago. Mientras tanto, Nobu buscaba a su siguiente víctima. Los otros únicos samuráis que quedaban en pie eran Yamato y Kazuki, que combatían en el centro del dojo.
Yamato presentaba una fuerte defensa, pero durante dos años Kazuki había recibido muchas más clases adicionales de taijutsu por parte del sensei Kyuzo y nadie más en la clase podía rivalizar con él. Jack solo pudo ver cómo Kazuki demolía sistemáticamente la guardia de su amigo. Una patada circular al muslo hizo caer a Yamato sobre una rodilla. Solo un bloqueo en el último segundo impidió que Yamato acabara con la mandíbula rota, pero la fuerza del golpe lo hizo retroceder por todo el dojo y acabar en el suelo.
Nobu, sudando copiosamente por el esfuerzo, rodeaba ahora a Akiko. Se mantenía a distancia, fingiendo de vez en cuando un ataque para mantener su atención en él, mientras Kazuki avanzaba hacia ella por su punto ciego.
Jack, junto con el resto de la clase, contuvo la respiración mientras todos esperaban el resultado de este encuentro. Sabía que Nobu no era el mejor luchador, pero su inmenso tamaño le había salvado de ser derribado hasta ahora. También había ganado masa muscular en los últimos meses y por eso podía absorber cualquier golpe que antes lo habría derribado.
A pesar de los rigores de la batalla y la amenaza que suponía Nobu, Akiko parecía tranquila y controlada. Para ella, el verdadero peligro era Kazuki.
Por mucho que Jack despreciara a Kazuki por su acoso, no podía negar que el muchacho era un luchador dotado y astuto. Su innato talento en los Dos Cielos le resultaba tan impresionante como molesto. Sus habilidades con el arco y el caballo eran fuertes. Era bueno con el bō, letal en combate desarmado y había demostrado su valor conquistando el Círculo de Tres. Kazuki se estaba convirtiendo en un guerrero samurái supremo.
Kazuki asintió sutilmente a Nobu y los dos atacaron a la vez a Akiko. Kazuki se dirigió a la cabeza, Nobu al estómago.
Sin inmutarse, Akiko defendió su terreno. De repente se lanzó hacia arriba, esquivando la patada frontal de Kazuki y el puñetazo circular de Nobu. Alzándose sobre ellos, pataleó simultáneamente con ambos pies y los plantó en los rostros boquiabiertos de Kazuki y Nobu. Pillados completamente por sorpresa por una técnica tan avanzada y ágil, los dos retrocedieron tambaleándose y se desmoronaron en el suelo.
Akiko aterrizó suavemente, en guardia, y escrutó la escena. Estaba de pie sola en un dojo cubierto de cuerpos caídos y dolientes. Los que habían estado viendo el último combate saludaron su victoria con un silencio aturdido.
—¿Quién le ha enseñado a Akiko ese movimiento? —le susurró Takuan a Jack, con una expresión incrédula en el rostro.
—Ni idea —respondió Jack, encogiéndose de hombros. «Pero nadie de esta escuela, eso seguro», pensó.
El sensei Kyuzo se acercó a ella. Mientras lo hacía, Akiko inclinó la cabeza en señal de respeto. Sin detenerse, el sensei Kyuzo la golpeó con fuerza en el pecho y, retorciéndose, la volteó sobre su cadera. Akiko aterrizó aturdida junto a Jack. Todos se quedaron mirando anonadados por este inesperado ataque.
—Este ejercicio no era solamente para probar vuestras habilidades taijutsu —justificó el sensei Kyuzo, la expresión severa e implacable una vez más—. Era para ver cómo reaccionabais bajo la presión de la batalla. También evalué la zanshin, vuestra consciencia de los que os rodean como enemigos. Si queréis tener alguna esperanza de sobrevivir a una guerra, debéis aplicar la zanshin en todo momento.
—¡Pero Akiko había vencido! —exclamó Jack, airado por el rencor de su maestro—. Ella fue…
—No —replicó el sensei Kyuzo, cortando a Jack con una mirada fulminante—. Ella no fue el Último Samurái en pie. Fui yo.