Capítulo 1

EL CIRCUITO DE LOS CELOS

Desde que se originan los celos hasta que se cumple lo temido, hay un circuito por el que transitará la persona celosa.

El circuito de los celos funciona de esta manera:

  1. Sentir la amenaza: La persona celosa siente que hay un tercero, que puede ser real o imaginario, que viene a quitarle la pareja, el trabajo, el amigo/a o lo que sea. Y la persona ve a ese tercero como un ladrón.
  2. Controlar: El celoso empieza a controlar, vigilar, revisar, seguir, para descubrir la evidencia que asegure que eso que él pensaba, que el tercero viene a robar, es cierto. Si no le alcanza con la mirada, va a empezar con un interrogatorio. Al celoso se le dan respuestas, pero no le alcanzan. Entonces, vuelve a preguntar, interpretando a su manera e insistiendo para que le vuelvan a contar.
  3. Prohibir: El celoso comenzará a tratar de evitar, por ejemplo, que su pareja se arregle o que se ponga perfume o se vista bien. El celado al principio aceptará las sugerencias porque se sentirá cuidado. Pero ese cuidado, luego, pasará a ser prohibición. «No te pongas esa falda porque es muy corta». «No te pintes porque pareces una loca». Muchas personas confunden los celos con el amor.
  4. Perdón: El celoso pide perdón, llora, regala cosas, hace invitaciones. Todo vuelve a la normalidad hasta que vuelve a aparecer un tercero real o imaginario y comienza otra vez con el círculo: recelar, escenas, perdón, normalidad, recelar…
  5. Profecía cumplida: Efectivamente, el miedo a perder se cumple. La persona se va del lado del celoso. El miedo siempre cumple lo que temes, porque el miedo es fe en lo malo y la fe funciona para bien o para mal.

Muchas veces hacemos cosas para poseer

al otro y otros lo aprovechan.

La nutria, con incontrastable emoción, se había fijado en que el teru teru[*], cada vez que ella salía del agua y empezaba a cavar en la orilla del cañadón, para buscar raíces o por cualquier otro motivo, se venía disparado para estar a su lado. Le hacía mil saludos, estirando el pescuezo y moviendo la cabeza como un títere, gritando de alegría, y no la dejaba ni un rato, mientras ella estaba en tierra firme.

No tenía ni la menor duda de ser dueña absoluta del corazón del teru teru y pensaba que, si él no se había todavía declarado, solo debía de ser por timidez.

Cuando la nutria volvía a zambullirse, el teru volaba hasta la loma más próxima, donde vivía otra gran amiga suya, la vizcacha[**]. Y allí se quedaba, cerca de la cueva, esperando la oración, hora en que salía la vizcacha a tomar el fresco, a comer y a cavar la tierra. Cuando empezaba ella su trabajo, la rodeaba de atenciones, rascando también el suelo, como para ayudarla, diciéndole mil cosas, haciéndole la corte.

Pero un día la nutria lo sorprendió. No pudo dejar de manifestarle su despecho y le pidió que declarase de una vez a cuál de ellas prefería.

El teru tuvo que confesar que no prefería a ninguna de ellas, sino que solo apreciaba como era debido la fineza que para con él tenían ambas de proporcionarle gusanos de todas clases, la nutria al escarbar la tierra en los bajos húmedos y la vizcacha en la loma.

La boca da besos a la cuchara, pero no son de amor.