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TENGO GANAS DE QUEDARME EN CASA
A nivel sintomático la depresión se exterioriza de diferentes maneras. Podemos sentir que no tenemos tanto apetito como antes, lo que antes era un manjar, algo delicioso, ahora ya no tiene sabor. De la misma forma en que el depresivo percibe la vida, percibirá los sabores: todo le dará lo mismo. Una persona depresiva puede llegar a perder peso considerablemente.
También podrá atravesar etapas de insomnio. Para el depresivo, conciliar el sueño es una dificultad grave. Puede pasar varias noches sin poder dormir o tener el sueño entrecortado.
A veces hemos observado depresivos tomar el camino opuesto: durmiendo durante largas horas cada día y manifestando con este síntoma un claro deseo de evasión de la realidad.
Podrá experimentar cambios en sus deseos sexuales. Para una persona deprimida, el sexo es lo último que le viene a la cabeza. Incluso algunos pierden todo interés por la sexualidad y se hacen inaccesibles a la seducción y a la excitación erótica. No es que no tengan deseos sexuales, en realidad, no tienen ganas de nada.
La depresión es tóxica y es una de las enfermedades emocionales que más sentimos en nuestro cuerpo.
En muchas personas se da un retardo psicomotor: su rostro expresa dolor, sus movimientos corporales son pocos y lentos. Su gesto es hacia dentro y hacia abajo (se encoge, encierra su cuerpo entre los brazos, mirando el suelo), realiza sus movimientos en forma lenta y dificultosa. Entre los numerosos síntomas externos, además de los mencionados anteriormente, podríamos nombrar las cefaleas, taquicardias, vómitos, diarreas, hipotensión, etcétera.
El hecho es que los seres humanos somos y funcionamos como una unidad. Frente a una experiencia, unos nos dicen «es una cosa simple, se resuelve fácilmente», mientras que otros, «no lo podrás superar, esto es el final». El significado que otorgamos a lo que nos ocurre a diario nos cura o enferma, no por los hechos en sí, sino por la forma en que los interpretemos. Esto se debe a la existencia de una interrelación, muy estrecha, entre la mente y el cuerpo.
Antiguamente, se pretendía hacernos creer que el cuerpo era malo y que no servía para nada, pero hoy sabemos que la mente y el cuerpo están estrechamente ligados. Todo lo que le pasa al cuerpo repercute en la mente, y todo lo que pasa por la mente afecta al cuerpo. Existe una conexión directa, de ida y vuelta, entre la mente y el cuerpo.
Una expresión del rostro, aunque sea provocada artificialmente, producirá en la persona los sentimientos que la representan. Por ejemplo, si te enojas con alguien y la persona te dice: «Venga, sonríeme», es como si el enojo se pasara, porque esa sonrisa nos producirá ese sentimiento.
Hay investigaciones que sugieren que, si estás en una calle a oscuras y comienzas a silbar una melodía alegre, el miedo se neutralizará y se estimulará la confianza, por lo que caminarás más seguro.
Es por eso por lo que, si estás pasando por una depresión, la máxima expresión de lo que te está pasando es tu cuerpo. El libro de Proverbios dice: «De la hermosura del corazón, habla el rostro», y así sucede realmente. Si tu corazón está lleno de tristeza, de angustia y de depresión, tu cuerpo dará a conocer lo que le está pasando a tu alma.
Por eso, si hoy quieres salir de la depresión que estás sintiendo o deseas tenderle una mano para ayudar a un ser querido, necesitas saber que existen tres condiciones indispensables que necesitamos desarrollar para sanar nuestro alma y, por ende, nuestro cuerpo.
Una persona sana:
- Sabe ilusionarse
La persona se ilusiona con un acontecimiento por vivir en una fecha próxima (por ejemplo, con la boda del hijo o con que va a tener un nieto, con que se va a graduar o con que celebrará una fiesta) y vive muchos acontecimientos más incluso después de ese que pasa. El que se ilusiona tiene más probabilidades de vivir con plena salud.
- Tiene coraje
El que tiene coraje, el que pelea por algo específico, recobra su salud, aunque no lo crea. Lo peor que nos puede ocurrir es vivir por o para nada. Aunque sea para pelear, por ganar un juicio, por una casa, por la custodia de un hijo, esa lucha te hará desarrollar coraje y alargará en salud tu vida.
- Es optimista
Se ha descubierto que las personas que le restan importancia a la enfermedad se recuperan antes. Es decir que, cuanto más te concentras en la enfermedad, más empeoras, y cuanto menos te concentras, más rápido te recuperas.
Lo mismo ocurre cuando te dan una noticia y le restas dramatismo. Todo pasará y hará que esa respuesta te lleve a algo más grande y mejor. Si recibes una mala noticia, no dramatices, di: «Esto también pasará, tengo capacidad para resolverla en paz». Esa actitud implica que vendrá algo mejor. Para el optimista, lo que viene siempre es mejor.
Ilusión, coraje y esperanza ayudan a regular las emociones negativas. Ya no serás tan vulnerable y podrás recuperarte mucho más rápido. La esperanza sana: para sanarse, hay que tener un alto nivel de esperanza.
La esperanza es una virtud. La persona con esperanza es virtuosa y sabia, porque sabe que lo que vendrá a su vida será exitoso.