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LAS PÉRDIDAS
Toda pérdida del pasado sin cerrar se transforma
en un peso que no me deja alzar el vuelo,
en una emoción tóxica que no me permite avanzar.
Todos hemos sufrido en alguna ocasión una o varias pérdidas. Estadísticamente, se calcula que los seres humanos podemos tener durante nuestra vida alrededor de cuarenta pérdidas emocionales distintas: perder un amigo, un novio, una pareja, un divorcio, la muerte de un hijo, mudarnos, cambiar de colegio. Se trata de distintos niveles de pérdidas y de ausencias, pero todas ellas son pérdidas emocionales al fin y al cabo.
Aguantar no cierra las pérdidas.
Los seres humanos vivimos ligándonos a las cosas y a las personas afectivamente, solemos poner en ellos una gran parte de nosotros mismos a través de expectativas, ilusiones, confianza, amistad, palabras, emociones, vínculos. Por eso, cuando perdemos a un ser querido, sentimos que algo de nosotros mismos se ha ido con él. Cuanto más amor, más dolor.
El tipo de vínculo que hayamos tenido con ese ser que hoy ya no está podrá acrecentar el dolor de la pérdida. Por ejemplo, si vemos por televisión cómo han matado a una persona a la que no conocíamos, seguramente este hecho nos impactará y nos conmoverá, pero no de la misma forma que si la persona hubiese sido un ser querido. Necesitamos entender que cuanto mayor es el vínculo, más intenso será el duelo.
Frente a una pérdida, aunque sea parte de la vida, aparecerá lo que los psicólogos llaman duelo, que significa combate entre dos.
El duelo describe el momento en que una persona alberga un combate interno: una parte de ella acepta la pérdida frente a otra que no la acepta. Entonces, como estos sentimientos encontrados le generan conflicto, comienza la lucha. Pero todos, aunque no nos cause placer tener que vivirlo, necesitamos guardar duelo. En psicología conocemos el trabajo del duelo como el intento que hace la persona para aceptar la pérdida y para llevar a cabo los cambios correspondientes en su mundo interior (el retiro de la libido del objeto perdido). Pero con el tiempo, el sujeto debe volver a las conductas propias que se tenían antes de la pérdida y retomar el control de su vida.
Ante la pérdida de un ser querido, el duelo es un proceso normal cuyas etapas serían:
- El reconocimiento de la pérdida
- El duelo propiamente dicho
- 3La vuelta a la vida de siempre
El duelo es un proceso normal que se desarrolla tras una pérdida y es necesario que lo vivamos y lo superemos.
Sin embargo, existen diferentes tipos de duelos. Veamos algunos de ellos:
- El duelo patológico
Como ya hemos dicho, en el duelo normal sobreviene una aceptación de la pérdida del objeto (cosa o persona). En el duelo patológico, esta pérdida no se acepta y se recurre a distintos mecanismos para eludirla. Los dos tipos básicos de duelo patológico son la negación del duelo, es decir, aquí no ha pasado nada, nada ha cambiado, y la intensificación del duelo.
- Negación del duelo
Este tipo de duelolo experimenta la persona que sufre una pérdida y no logra expresar la emoción que le ha causado. En general, los hombres suelen ser más propensos a guardar este tipo de duelos. Solemos reprimirnos, tragamos, aguantamos: «Los hombres tenemos que ser fuertes, no llorar, no expresar». Entonces, racionalizamos la situación para no expresar lo que verdaderamente estamos sintiendo. Pero todo esto es falso, los hombres también podemos llorar y es sano que aprendamos a respetar los tiempos de los duelos. Muchas personas consideran que vivir y sentir ese duelo es una señal de debilidad; por eso actúan «como si no», como si no hubiese muerto, como si no sintiesen dolor, miedo, angustia, etcétera, sin darse cuenta de que el no permitirse sentir lo que verdaderamente les está pasando terminará dañando su cuerpo y su alma.
- Duelo intensificado
Se da cuando la persona no reprime la emoción que está sintiendo sino que la suelta toda. Llora, grita, siente rabia, angustia, dolor, culpa…
Aquí la sintomatología es opuesta a la de la negación del duelo. La intensificación del duelo lleva a la depresión y muchas veces a ciertas alteraciones de tipo emocional.
Frente a la pérdida, la persona reacciona expresando sus emociones de forma descontrolada. Según Freud, la melancolía es la manifestación del duelo patológico. Los síntomas más comunes en este caso son: insomnio, destemple, anorexia, culpa, autorreproches intensos, ideas suicidas, aislamiento, etcétera. Y estos se suceden de forma cada vez más acentuada y persistente.
- Duelo ambiguo
Es aquel duelo que se da cuando no se sabe si la persona ha muerto o no. Este puede ser el caso de una persona desaparecida, de una persona secuestrada, de un marido que se fue y no ha vuelto, de un padre que sigue vivo pero cuyo hijo no sabe dónde, y el caso de un chico que sabe que fue adoptado pero ignora dónde están sus padres biológicos.
A este tipo de duelo también se lo conoce como «duelo congelado», es decir, la persona siente alegría, pero a la vez dolor por no poder cerrar o entender una determinada etapa de su vida.
Por otro lado, John Bowlby, en su libro La pérdida afectiva, sostiene que el duelo patológico posee las siguientes características:
- Anhelo inconsciente de la persona perdida
- Reproche inconsciente contra la persona perdida con autorreproches conscientes e inconscientes
- Cuidado compulsivo de otras personas
- Persistente incredulidad de que la pérdida sea permanente
Para comprender mejor por qué sentimos lo que sentimos, tengamos en cuenta que los factores que afectan a la duración e intensidad del duelo pueden ser: las causas y circunstancias de la muerte, la identidad y rol de la persona perdida así como la edad y sexo de la persona que ha sufrido la pérdida y el tipo de personalidad de esta última.
Sea cual fuere el duelo que decidamos guardar,
aprendamos que el «dolor no es un estado,
sino un proceso[*]». Necesitamos contar con el lugar
y el tiempo para poder vivir ese dolor, para que,
al hacerlo, nos hayamos reconciliado con la vida.